política peruana

[PIE DERECHO] En el Perú, como bien señala Walter Bayly, ex CEO de Credicorp, en entrevista a Semana Económica, no vamos a crecer de modo superlativo de acá hasta el 2026 debido a que se va a mantener flotante la inversión privada, el principal motor de nuestro crecimiento.

Razones para ello hay de dos tipos. Una de responsabilidad gubernativa. Otra de responsabilidad de los partidos de centro y de derecha.

La primera pasa por el poco peso político de un MEF liviano, que no tiene la fuerza para detener los exabruptos fiscales de otros ministerios. La presidenta Boluarte debería hacer algunos cambios en su gabinete para consolidar uno más amigable con la inversión privada. Ello pasa por buscar un nuevo ministro de Economía y Finanzas, pero también otra persona que ocupe el cargo de ministro de Energía y Minas (el actual solo se desvela por relanzar Petroperú y no por alentar la inversión minera) y, ya si queremos redondear la faena, convocar a un nuevo titular de Transportes, que el actual no da pie con bola.

Quizás la salida del premier Otárola pueda esperar algunos meses. Es él el pivote de estabilidad de un gobierno precario, pero tendría que tener la cintura suficiente para saber sacar de sus cargos a sus propios alfiles (como el ministro Álex Contreras) y asumir que lo pueda reemplazar alguien con juego propio, como ha sido tradición con los mejores ministros de Economía que el Perú ha tenido en las últimas décadas, quienes tuvieron a presidentes del consejo de ministros que los supieron respaldar aún a sabiendas de que ello suponía un relativo compartimiento de poderes.

La segunda transita por la altísima incertidumbre que generan las elecciones del 2026, en las cuales la propia situación económica -con el consecuente aumento de la pobreza- alienta la creación de condiciones propicias para que discursos radicales prendan.

Y del lado de las fuerzas políticas pro inversión privada se aprecia una lamentable irresponsabilidad al no estar dispuestos a lanzar una suerte de Concertación chilena, pero de centroderecha, capaz de aplanar los riesgos de que uno o hasta dos candidatos disruptivos radicales pasen a la segunda vuelta definitoria, lo cual sería una tragedia de proporciones bíblicas para el futuro de la economía y la política peruanas. Mientras esa amenaza siga latente, no habrá inversionista privado que se la juegue.

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[EL DEDO EN LA LLAGA] Fuera de de que esto constituía un juicio de las conciencias ajenas y una intromisión en el derecho a la autodeterminación de que goza todo ser humano, lo que se proponía como alternativa no era mejor. Era incluso peor. Pues la propuesta cristalizaba en el perfil de un cristiano que, de ser posible, asistía a misa a diario —incluso los miércoles— y que renunciaba a su autonomía personal a fin de asumir ideas y actitudes ajenas dentro del marco de una obediencia servil y una renuncia al pensamiento crítico. Estos católicos de práctica diaria —a quienes llamaremos “católicos de miércoles”, escogiendo un día de la semana al azar— no son monopolio exclusivo del Sodalicio. Los hay a todo lo largo y ancho de la Iglesia católica. No son mayoría, pero hacen bastante ruido y han logrado que en el imaginario colectivo se les identifique como los católicos de verdad, los que son practicantes —o militantes—, los que representan a la religión católica en su prístina pureza.

Sin embargo, se trata de una ilusión, pues esta forma de vivir el catolicismo está muy lejos de lo que, según los Evangelios, predicaba Jesús.

Estos católicos de miércoles pretenden imponer en la sociedad sus ideas retrógradas y conservadoras, y plasmarlo en leyes obligatorias para todos. A estos fines no escatiman en obscenas alianzas con políticos corruptos, criminales de cuello y corbata, y empresarios de dudosas prácticas económicas, políticas y sociales.

En el fondo no creen en la democracia y consideran que se deben conformar élites que tengan el poder y que dirijan y adoctrinen al pueblo, al cual desprecian en el fondo de las sentinas que son sus almas. Al pueblo, tachado de ignorante e incapaz de tomar decisiones racionales, se le gobierna sin preguntarle nada. Estos católicos suelen tener vínculos con partidos y grupos situados a la derecha de las derechas, en el extremo del espectro derechista, sosteniendo posiciones que muchos fascistas no tendrían ningún problema en hacer suyas.

Estos católicos de miércoles no conocen la empatía con las personas en situaciones vulnerables y difíciles, y prefieren aplicar su ideología religiosa a rajatabla antes que buscar caminos para evitar el sufrimiento de esas personas. De esta manera, exigen que las niñas embarazadas sean madres, aunque ello ponga en riesgo su salud física y mental, e incluso su vida. No poseen en realidad ninguna certeza científica ni teológica ni bíblica de que el feto sea ya una persona humana y no un ente vivo en proceso de llegar a serlo, pero creen estar en posesión de esa certeza y condenan todo aborto como si fuera un asesinato. Defienden apasionadamente al no nacido, pero desprecian y marginan a los ya nacidos que no se ajusten a su concepto de género: homosexuales, lesbianas, bisexuales, transexuales, etc.

Estos católicos de miércoles callan en todos los colores del arco iris cuando se trata de denunciar abusos cometidos por clérigos y religiosos en la Iglesia católica. Nunca apoyan ni defienden a las víctimas de estos abusos. Por definición, creen que la Iglesia es santa, y están dispuestos a defender la santidad de obispos y curas, sobre todo si se sienten representados por la ortodoxia doctrinal y el conservadurismo de los susodichos. Por eso mismo, hablarán maravillas de Juan Pablo II y Benedicto XVI, sumos pontífices que —aunque se diga lo contrario— encubrieron comprobadamente a clérigos abusadores y pusieron el prestigio de la institución eclesial por delante de la ayuda y socorro a las víctimas de abusos. Y no dudarán en tachar al Papa Francisco de comunista o caviar que ha tomado medidas para combatir la pederastia eclesial, medidas que —hay que confesarlo— siguen siendo tímidas e insuficientes. Aún así, siempre habrá católicos de miércoles que buscarán tener una foto con el Papa, como si ello significara una aprobación de sus conductas contrarias a toda ética humana.

Estos católicos de miércoles creen que es su deber moral defender la reputación de la Iglesia católica a como dé lugar, y no dudarán en desprestigiar y difamar a las víctimas de abusos, tachándolas de enemigos de la Iglesia a los que hay que desprestigiar y aplastar moralmente como insectos inmundos.

Estos católicos de miércoles creen que existe una conspiración en contra de la Iglesia, orquestada sobrenaturalmente por el Diablo, y terrenalmente, por el comunismo y el progresismo, términos con que califican todo lo que les huela a derechos humanos y desarrollo social. O prefieren usar el término “caviar”, que no significa nada en realidad pero que gustan de lanzar al aire como epíteto para descalificar a los que no comulguen con sus ideas cavernarias.

Estos católicos de miércoles se suelen autodenominar defensores de la vida (o simplemente “pro-vida”), pero justifican las muertos y heridos durante protestas contra regímenes dictatoriales que se zurran en los derechos humanos, siempre y cuando esos regímenes protejan sus privilegios y les den pie a sus fantasías de lograr gobiernos confesionales que protejan y apoyen a la Iglesia católica. No les importan en absoluto que hayan muertos que ni siquiera participaron de las protestas, pues también son defensores de las fuerzas armadas y policiales, y se muestran dispuestos a pasar por alto cualquier uso desproporcionado y excesivo de la fuerza para reprimir las protestas.

Estos católicos de miércoles viven en su burbuja burguesa, ajenos a los sufrimientos del pueblo, refractarios a la vida en condiciones de pobreza y necesidad del común de la población, desconocedores de las problemáticas de la gente y corriente, y pretenden saber mejor lo que ésta  necesita. Se creen poseedores de la verdad, una verdad absoluta que no admite crítica ni análisis. Incluso se arrogan la potestad de decidir quién es católico y quién no lo es. Entre ellos hay quienes han puesto en duda mi ser católico sólo porque no comparto su interpretación particular de la doctrina católica.

Afortunadamente, la mayoría de los católicos no son así. Les basta con identificarse como católicos, y la manera en que viven y ponen en práctica su fe en un asunto de conciencia que sólo les compete a ellos. Ni siquiera admiten esa distinción que los católicos de miércoles hacen entre católicos practicantes y no practicantes, y que sólo sirve para crear divisiones y discriminación dentro de las comunidades católicas. Los católicos sencillos y sinceros que aún se reconocen como tales buscan seguir las enseñanzas del Jesús de los Evangelios de acuerdo a su conciencia —aunque ello implique desoír algunos preceptos obsoletos del Magisterio de la Iglesia— y eso basta y es suficiente.

En el Perú hay algunos católicos de miércoles en puestos públicos (congresistas, fiscales, jueces, alcaldes, etc.) y hasta ahora su gestión es mediocre o nefasta. No hay nada de malo en ser católico y reconocerlo. El problema está cuando se es un católico de miércoles, un católico ajeno a toda la riqueza de la condición humana, y ajeno al servicio de hombres y mujeres sin distinción de raza, género, pensamiento y religión.

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[TIEMPO DE MILLENNIALS] La semana pasada la presidenta Dina Boluarte estuvo en Nueva York para participar en la 78ª sesión de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Su asistencia a este evento no solo dejó en evidencia la improvisación de nuestras autoridades, sino también lo aislados que estamos a nivel internacional.

Su presencia en este evento ha dejado mucho que desear por su limitada agenda y por sus intervenciones. Sobre su agenda, esta solo incluía una reunión con el presidente de Paraguay, mientras que otros jefes de Estado de la región sostuvieron reuniones con sus pares de otros países. O la cancillería falló en su rol, o no hay interés de otros mandatarios por reunirse con nuestra presidenta. Asimismo, sus discursos destacaron por las verdades a medias como cuando aseguró que había “devuelto la estabilidad y esperanza al país”.

Primero, desde diciembre del 2022, las manifestaciones en contra del gobierno se han venido dando recurrentemente en todo el país. Esto ha llevado a que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos presentara varios informes en los que se señala que en el Perú se violan derechos humanos ya que hay 49 fallecidos por proyectil de arma de fuego. Segundo, el Congreso aprobó que se realice una investigación sumaria a los siete integrantes de la Junta Nacional de Justicia, decisión que ha sido respaldada por Boluarte, y que ha llevado a que otros jefes de Estado se manifiesten en contra, ya que en el Perú no se está respetando la separación de poderes. Y tercero, desde Nueva York nuestra presidenta declaró el estado de emergencia en San Juan de Lurigancho, San Martín de Porres y Sullana para que las Fuerzas Armadas puedan prestar “apoyo” a la policía.

Entonces me pregunto, ¿de qué estabilidad y esperanza habla? Hace poco el BCRP declaró que el crecimiento del PBI en el 2023 será solo de 0.8%, creciendo por debajo del promedio de América Latina por segundo año consecutivo. Además, la inversión privada cayó -7.5% en el primer semestre del año. Cómo puede Dina Boluarte presentarse con un discurso con una narrativa tan falsa, al frente de otros presidentes, como si ninguno estuviera al tanto de lo que pasa en nuestro país.

El Perú no solo merece una mejor agenda, sino que quien nos gobierna esté a la altura del cargo. Pretender engañar a otros mandatarios es muy caradura, y también lo es el faltarle el respeto a nuestra prensa y ciudadanos peruanos. Según lo aprobado por el Congreso, la presidenta puede gobernar de manera remota cuando se ausente del país, por lo tanto, está obligada a responder preguntas sobre anuncios que haga en sus viajes al exterior. Cuando un medio peruano le preguntó en Nueva York por la declaratoria del estado de emergencia, su respuesta fue: “Los temas del Perú los hablamos en el Perú”. Sin comentarios. Lo único que me queda claro es que en nuestro país no hay estabilidad y menos esperanza con Dina Boluarte al mando.

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[EL CANCERBERO] Recientemente se publicó un artículo llamado “¿De Guatemala a GuatePerú?” (https://revistafal.com/descarga/22049/) en la revista “Foreign Affairs Latinoamérica”. Este hace un paralelo entre el proceso político guatemalteco y el peruano.

Este fue escrito por Alberto Vergara, doctor en ciencias políticas de la Universidad de Montreal y profesor de la Universidad del Pacífico y Aarón Quiñón, licenciado en ciencias políticas de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Si bien coincido con gran parte de lo planteado en el artículo, considero que este resalta episodios de la política peruana que validan una narrativa y silencia otros que la contradicen, critica ácidamente procesos que no han sido favorables a una posición política pero no hace lo mismo con otros igualmente criticables.

El artículo describe la situación política actual en el Perú como una de “vaciamiento democrático” en la cual, a diferencia del pasado, ya no existen partidos con programa y los políticos no tienen ni experiencia ni capacidad. En este punto coincidimos plenamente.

Menciona la importancia del proceso de lucha contra la corrupción que se inició a partir del escándalo Lava Jato y el efecto que este tuvo sobre los principales políticos del país. Se resalta dos hechos que se entiende fueron la reacción de las fuerzas políticas afectadas por la lucha contra la corrupción:

1) El intento del ex Fiscal de la Nación Pedro Chavarry de destituir arbitrariamente a los fiscales del caso Lava Jato y 2) La vacancia del expresidente Martin Vizcarra y la toma de mando de la presidencia por parte de Manuel Merino (expresidente del Congreso).

Sin embargo, no se mencionan otros hechos que son igualmente relevantes para entender la reacción de otros actores también relacionados con casos de corrupción:

1) La disolución del Congreso por parte del gobierno de Vizcarra utilizando el precario argumento de la “denegación fáctica” y 2) Que el Congreso que se eligió posterior a esa disolución decidió vacar a Vizcarra basado en indicios de corrupción.

El artículo es especialmente descriptivo cuando se refiere al proceso de vacancia de Vizcarra: “asaltaron el ejecutivo”, “clara voluntad restauradora y reaccionaria”, “coalición de ultraconservadores y ultra interesados”, “actores adversos a la democratización” entre otras frases.

Pero respecto de la disolución del Congreso por parte de Vizcarra no se observa crítica alguna.

El artículo critica a la derecha peruana por su comportamiento antidemocrático y tramposo al utilizar el falso argumento del fraude para descalificar la elección de Pedro Castillo. En este punto estamos de acuerdo.

Posteriormente explica que Castillo es vacado como fruto del golpe de estado que trato de cometer, asumiendo la presidencia Dina Boluarte, su vicepresidenta. Pero, a este proceso constitucionalmente correcto lo califica de “lotería presidencial”. ¿Corresponde esa calificación?

El articulo prosigue: “Mas del 70% de peruanos demandaban elecciones anticipadas, pero ni a ella ni al Congreso les importó”, “En la democracia peruana ya no quedan políticos ni demócratas con interés en rendir cuentas a la ciudadanía”, “Boluarte es la versión exitosa del fallido experimento de Merino, logra mantenerse en el poder a sangre y fuego”.

¿Sugiere el artículo que Boluarte no debía haber defendido la constitucionalidad de su mandato? ¿Boluarte necesariamente debía ceder a las protestas que intentaban forzar su renuncia?

¿Sugiere el artículo que el proceso democrático peruano debería ir por la ruta de la democracia directa? ¿Se debe hacer lo que la población demanda más allá de lo que la Constitución determina?

¿Qué tipo de precedente nos dejaría un adelanto de elecciones? ¿Cuándo, en el futuro, un candidato gane una elección presidencial, bastaría que la población demande su salida para que corresponda un adelanto de elecciones?

¿El Republicanismo que propone Vergara, es respetuoso de la Constitución?

El artículo continua: “Boluarte ha llevado la degradación peruana a nuevos sótanos”. Si se refiere a los más de sesenta fallecidos durante las protestas post golpe de Castillo, estamos de acuerdo en que estas muertes son inaceptables, un atentado contra los derechos humanos y que requieren ser investigadas y sancionadas de acuerdo a ley.

También es cierto que Boluarte ha sido tibia en su crítica y sanción a los actores del Estado que han sido responsables tanto directos como políticos.

Lo que no hace el artículo, que creo es indispensable para ser balanceado, es describir el contexto en el que se dieron las protestas y la represión. No solo había un Estado Peruano reprimiendo, también había un multitudinario movimiento de protesta que incluía grupos violentos y que tenía como objetivo restituir a Castillo en el poder y cerrar el Congreso.

El artículo se pregunta por qué, a pesar de compartir niveles de rechazo similares, cayo Merino, pero Boluarte no.

Explica que: 1) La represión a desanimado a muchos, 2) El gobierno de Castillo destruyo la representación de muchos sectores democráticos y 3) El bloque antifujimorista perdió legitimidad al no denunciar la corrupción de Castillo y su entorno durante su gobierno. Coincido en estos puntos.

Sin embargo, le falto añadir dos razones importantes: 1) La mayoría de peruanos no desea restituir a Castillo como proponen los líderes de las protestas y 2) La población intuye que una nueva elección no asegura ni un Congreso ni una Presidencia mejor a la actual, solo implica tirar los dados una vez más.

El articulo concluye que es necesario formar una plataforma de defensa del Estado de derecho, algo en lo cual coincido. Sin embargo, considero que ser laxo en el respeto de las reglas constitucionales es contradictorio con el objetivo de defender la democracia.

¿Qué sucede cuando el politólogo se convierte en político? Es probable que la falta de lideres políticos en el Perú deje un vacío que los politólogos estén tentados de llenar, pero eso no implica que deje de ser necesario diferenciar entre un análisis político objetivo e imparcial y otro que tenga como prioridad favorecer a una posición política particular. Y esto aplica, aunque se tenga la mejor de las intenciones.

Si bien la tesis que plantea el artículo es correcta, el diagnóstico es parcial. Estamos en un proceso de descomposición política y social, que en la posición actual del péndulo se inclina hacia la derecha, pero no es solo corrupción de un sector: afecta a la izquierda (Castillo, Villarán, Humala), al centro (PPK, Vizcarra, Toledo) y sin duda alguna, a la derecha (Fujimori, García). Todos deben ser criticados por igual.

¿Qué queda? La sociedad civil. Construir de nuevo.

@rafaelletts

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La combinación de una situación política que empieza a alterarse a causa de la distancia paulatina que la derecha está anteponiendo respecto del gobierno (habiendo sido las declaraciones de Keiko Fujimori las más impactantes al respecto) y la débil reacción de los indicadores macroeconómicos (todos los especialistas han reducido sus expectativas de crecimiento para este año), puede poner en riesgo la confiada declaración de la presidenta en el sentido de que su mandato culminará el 2026, “ni un día antes ni un día después”.

Eventual crisis política y mayor empobrecimiento de las clases medias (“el desempeño de la actividad económica obligaría no solo a revisar las cifras de junio, sino también las proyecciones para el segundo trimestre. El PBI crecería 1.3%, lejos de la previsión de 2% de marzo, de acuerdo con el Focus Economics Consensus Forecast de junio. Y, para el 2023, los analistas estiman un crecimiento de 1.9%”, señala Semana Económica), son el telón de fondo propicio para que cualquier gobierno democrático se tambalee. Y si tomamos en consideración que, en el caso peruano, el Ejecutivo carece de bases parlamentarias, sufre una tremenda desaprobación, los conflictos sociales están a flor de piel y la desconfianza es generalizada, podemos vislumbrar que el camino político de acá a tres años no está necesariamente allanado.

Dina Boluarte tiene que andar con pies de plomo a la hora de arriesgar políticamente o dar declaraciones presuntuosas, pero ser muy ágil y dinámica en cuanto a la administración de la cosa pública. Y bueno, pues, parece que lo está haciendo al revés. Comete groseros dislates verbales y políticos y, a la vez, víctima de lo que hemos considerado su vizcarrización, ha plantado al Estado, salvo en los sectores en los que la calidad particular de los titulares de los pliegos ministeriales rompe con la inercia a la que el Ejecutivo parece encadenado.

No hay forma de que de persistir ese talante, el gobierno no esté libre de un zamaquón callejero o parlamentario que se lo lleve de encuentro. La política peruana es imprevisible, pero sí se puede prever que un gobierno mediocre tiene pocas posibilidades de durar.

La del estribo: notable la puesta en escena de Nací para quererte, el musical, producido por Denisse Dibós, codirigido por Juan Pablo Lostaunau y Tommy Párraga, con la dramaturgia de Mateo Chiarella, y un gran elenco de actores y actrices, además de bailarines, entre los que destacan Paul Martin, el querido Hugo Salazar, Sandra Muente, etc. Va en el Teatro Municipal y solo quedan cuatro funciones, desde hoy hasta el domingo. Entradas en Teleticket.

 

 

 

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Hay muchos proyectos parados, sobre todo en el sector minero y energético, que necesitan el empujón o el aval del gobierno para proseguir o iniciar sus actividades. Y los funcionarios de segundo nivel, responsables de facilitarlo, han optado, al parecer, por hacerse de la vista gorda y por el inmovilismo, tratando irracionalmente de conservar sus puestos, creyendo que cualquier ola que se levante les traerá consecuencias administrativas por afectar la marcha inerte del régimen, que prefiere no hacer nada que le altere el estado de sitio.

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Por supuesto, la intimidación no va a surtir efecto. Ya bastante curtidos en
lides mayores son los periodistas de IDL-Reporteros, pero ello no es óbice
para no solidarizarse con su quehacer, reconocerle el valor democrático y
profiláctico que cumplen, y, en consecuencia, su aporte a la construcción de
una democracia más sólida, más aún en momentos como en los actuales
donde la precariedad institucional avanza a pasos agigantados.

La democracia se juega en la sociedad civil, sobre todo cuando la clase
política claudica de sus obligaciones al respecto. La labor de la prensa crítica y
seria es un factor de apuntalamiento de las instituciones democráticas, y
debe ser respetada en sus fueros de acción sin ninguna cortapisa, como no
sean los límites legales propios que le corresponden A ver si lo entienden en
el Ejecutivo y en el Congreso, poderes que últimamente se han dedicado con
esmero digno de mejor causa, a diseñar proyectos y acciones que la mellan.

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6.- Medidas populistas del Congreso. Sinfín de medidas económicas de corte populista se vienen desplegando en el Congreso y la presidenta de la república ni se pronuncia ni llama a la cordura al Legislativo, siendo normas que van a afectar la marcha del Ejecutivo. Su pánico respecto de que el centro o la derecha congresal se le volteen no la puede llevar a la inacción.

7.- Medidas contra la libertad de prensa. Por lo menos tres iniciativas legislativas constituyen un ataque directo a la libertad de prensa y Dina Boluarte, como si con ella no fuera. Supuestamente, su gobierno es demócrata y debería plantarle cara a temas que la golpean en su línea de flotación.

8.- LUM. Su caprichosa clausura debe merecer una manifestación enérgica del Ejecutivo en defensa del Lugar de la Memoria, museo que forma parte de la red del Ministerio de Cultura. ¿Tanto temor tiene de enquistarse con Renovación Popular? No podemos tener una presidenta rehén de sus aliados de turno, o incapaz de disentir de ellos con firmeza.

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Dina Boluarte, política peruana

Por todo lo anterior, es importante que los ciudadanos estén alertas y exijan la estabilidad política y la fortaleza institucional como un requisito fundamental para la construcción de una democracia duradera y efectiva. La democracia no se construye con discursos populistas y promesas vacías (véase la reacción frente a la emergencia climática, que no pasa de anuncios y ofertas), sino con instituciones sólidas, liderazgos comprometidos y ciudadanos conscientes de su papel en el mantenimiento del estado de derecho y la protección de los derechos humanos.

El de Dina Boluarte es un régimen precario, sujeto con pinzas, pero lo será más si se tiende sobre ella un manto de relativa condescendencia por parte de la oposición de centroderecha, que hoy la sostiene. Requiere vigilancia, ojo crítico, oposición razonable, pero oposición, condicionamiento político respecto de su quehacer reformista, etc. No puede ser un Vizcarra II, que gozó de la complacencia de sectores importantes del país y ya vimos las consecuencias.

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