2026

[Agenda País] Al día de hoy, ya son 31 organizaciones políticas oficialmente inscritas para participar en las elecciones presidenciales del 2026, más otras 19 que están en el proceso y que podrían sumarse a esta lid electoral.

Con el vencimiento el último viernes 12 de julio del plazo para afiliarse a los partidos para poder integrar las planchas presidenciales y ser candidato a una de las cámaras del parlamento, se ha iniciado el proceso electoral.

No ha sido sorpresa alguna la cantidad de movidas políticas con renuncias, afiliaciones, transfuguismo en el congreso, acomodos y renacimientos de políticos olvidados que han confirmado la informalidad y la poca ética de quienes manejan y manejarán los destinos del Perú.

Es una vergüenza que se permita a los congresistas cambiarse de bancada como si fuera ropa interior y una falta de respeto a los electores que votaron por cada uno de ellos dentro de un partido político. Dentro de la inconclusa reforma electoral falta una que prohíba el transfuguismo y que la renuncia a una bancada signifique el desafuero del congresista y su reemplazo por el accesitario. Pero las leyes las hacen los congresistas…

Luego de este reacomodo, lo que debería esperarse de los verdaderos líderes políticos es, por un lado, trabajar a la interna de sus organizaciones para canalizar las demandas de la población en planes de gobierno humanos y factibles, así como en la formación de cuadros que puedan implementar esos planes en políticas públicas efectivas. 

Por el otro lado, y si los egos pueden ceder a la visión de un Perú mejor, sería saludable para la democracia el encontrar consensos entre varias fuerzas políticas para realmente ser una opción viable, con mayoría relativa en el parlamento y no estar al filo de la navaja de la censura o incluso, de la vacancia.

¿Será mucho pedir?

Si tomamos en cuenta la historia política reciente pareciera un imposible que dos partidos o más se puedan unir para crear un frente político con miras a las elecciones del 2026. De hecho, para las elecciones del 2021, la única alianza PPC-APP se cayó por las infames declaraciones que Marisol Perez-Tello hizo de César Acuña, y cuyo audio fue convenientemente filtrado por sabe Dios quien.

Aun con nuestro historial caudillista, la multiplicidad de cacicazgos llamados partidos políticos y la polarización de los argumentos, se encuentran ciertos signos de esperanza en que algunas fuerzas políticas puedan encontrar puntos en común y formar alianzas con acuerdos pragmáticos.

Un ejemplo de ello son las constantes declaraciones de Carlos Añaños haciendo un llamado a la unión de los lideres políticos, otro es Rafael López-Aliaga quien también está buscando aliados, también el nuevo PPC con Carlos Neuhaus a la cabeza está abierto a confluencias e incluso hasta Keiko Fujimori, que, habiendo lanzado a su padre de candidato presidencial, no descarta ir en alianza.

También, por el lado oscuro, ya hay una alianza del mal entre Antuaro Humala y Veronika Mendoza, a la cual habrá que enfrentarse en las urnas para que no aprovechen de la democracia para luego destruirla.

Parece que falta mucho para el 2026, pero el tiempo pasa volando. Más temprano que tarde veremos quienes son los verdaderos lideres en los cuales la población debería confiar su voto, que más que una cédula electoral, es una entrega de esperanza a quienes manejarán los destinos de nuestro país. Tremenda responsabilidad.

Tags:

2026, Antauro Humala, caciques, Carlos Añaños, Carlos Neihaus, caudillos, Congreso, Elecciones, Keiko Fujimori, Marisol Pérez Tello, Partidos políticos, Rafael Lopez Aliaga, transfuguismo

¿Es posible pensar que en lo que queda de este gobierno y hasta que se realicen las elecciones del 2026, se pueda edificar una opción electoral auténticamente liberal, que marque su propia cancha y se distinga de la derecha ultraconservadora, mercantilista o autoritaria que pulula en estos lares?

Sí, es perfectamente factible. Hay personajes que se identifican con esa postura liberal, sean de izquierda, de centro o de derecha, que bien podrían empezar a reunirse y evaluar o un nuevo partido o pactos entre los que ya existen para erigir una opción potable, atractiva y viable para las próximas elecciones presidenciales.

Los derechos fundamentales de la persona son, según el padre fundador del liberalismo, como corriente de pensamiento, John Locke, el derecho a la vida, la propiedad y la libertad, y entendía este último no como un mero derecho económico sino, sobre todo, político.

Por eso es que el liberalismo debe marcar distancia de tanto libertario conservador y/o autoritario que deambula por estos lares, que son antiderechos civiles, antienfoque de género, antidemocráticos (seguidores, por supuesto, de los esperpentos de Agustín Laje o Javier Milei en Argentina).

Y admitir que caben corrientes de izquierda o de centro en sus filas, dependiendo del énfasis que se le coloque a las políticas públicas, especialmente las vinculadas a la salud y educación.

El lecho rocoso lo constituyen la economía de mercado y la democracia. Llegado al gobierno, un partido liberal debe desplegar un shock de inversiones privadas (como lo hizo, cabe citarlo y reconocerlo, el segundo gobierno de Alan García), pero desenvolviendo, a la vez, reformas promercado, que el segundo alanismo no hizo ni por asomo (García no debe haber entendido ni siquiera en qué consistían).

En simultáneo, debe iniciar una profunda reforma política que construya una democracia descentralizada, cercana a las poblaciones pequeñas (distrito electoral múltiple) y de mayor representatividad (dos cámaras y más congresistas), entre otros puntos.

La opción liberal auténtica es una carta no jugada en el país. Lo que hemos tenido los últimos treinta años es un mediocre y corrupto mercantilismo proempresa, que no obstante tener resultados que mostrar, los mismos lloran, si se les antepone el contrafáctico de qué hubiera sucedido si desde los 90 se hacían las profundas reformas promercado que el país requería. Hoy el Perú, si, además, se hubiera seguido con esas reformas durante la transición democrática, sería otro, cualitativamente superior.

Tags:

2026, Derecha, Izquierda, opción liberal

La centroderecha debe olvidarse de la ilusión de un recorte del mandato del presidente Pedro Castillo y trazar una estrategia social y política que contemple el 2026 como horizonte de recambio.

Debe, por supuesto, mantenerse alerta. No es improbable que la volatilidad ideológica de Castillo lo lleve nuevamente a reconducirse a un escenario radical, con una estrategia de confrontación, con la vuelta de Cerrón y allegados, y nuevamente el énfasis inmediato en una Asamblea Constituyente. En ese escenario, la centroderecha debe volver a considerar la vacancia como herramienta defensiva, y solo en ese caso. La reciedumbre opositora dependerá de la sensatez gubernativa.

Pero si se consolida el nuevo escenario en el que estamos y del que probablemente no nos movamos por un buen tiempo, y quizás todo el lustro, lo que veremos será un gobierno de izquierda tratando de reconstituir algunos términos del modelo económico y poniendo el énfasis -en el mejor de los casos- en sectores como salud y educación.

Vista así la perspectiva, lo que corresponde es asumir democráticamente la legitimidad del régimen, asegurarse de una fiscalización constante y, sobre todo, de diseñar una estrategia conducente a que el 2026 no vuelva a ocurrir que un disruptivo de izquierda se alce con el triunfo.

Eso pasa por un trabajo ideológico insistente y pertinaz, pasa por la reconquista del mundo andino para la centroderecha (Puno y Junín son regiones estratégicas), pasa por la renovación de cuadros políticos, pasa por tener presencia importante en las elecciones regionales y municipales del próximo año, etc.

Fuera del hito pandémico, que trastocó todo el tablero político e ideológico del país, las encuestas siguen revelando que el país está inclinado -sigue estándolo- hacia el centro y la derecha, muy por encima de las opciones de izquierda. Resulta casi imposible que se repita la tormenta perfecta de crisis de este año (sanitaria, económica y política) que permitió que alguien como Castillo ganase la elección, y si a ello le sumamos el natural desgaste que va a tener la izquierda luego de un gobierno tan mediocre como el que padecemos, lo más probable es que el 2026 la centroderecha recupere sus fueros.

Pero hay que trabajar en ello. No dilapidar energías en intentos cuasi golpistas de vacancias irracionales y dedicarlas, más bien, a construir plataformas sociales y políticas que le permitan llegar, a futuro, a ese crucial proceso electoral, en mejor pie que con el que llegaron este año aciago para sus propósitos.

Tags:

2026, Cerrón y allegados, Pedro Castillo, Vladimir Cerrón
x