[Agenda País] Hace pocos días, el expresidente del Consejo de Ministros, Alberto Otárola, declaró ante la comisión de fiscalización del congreso que, efectivamente, la presidenta Dina Boluarte pasó por una cirugía facial en junio de 2023, que la alejó de actividades presenciales por casi dos semanas.
Hasta esa declaración, ningún ministro, ni la misma presidenta, habían comunicado este hecho y más bien, lo habían puesto en entredicho, como si nunca hubiese existido, a pesar que sí era de su conocimiento.
Nadie le puede reclamar a la presidenta Dina Boluarte que se haga una rinoplastia porque no puede respirar bien o que quiera hacerse unos retoques estéticos. Es lo más normal que tanto mujeres como hombres queramos vernos mejor y disimular un poco el paso de los años, con menos arrugas, sin bolsas debajo de los ojos o recuperar el cabello perdido de nuestras melenas juveniles.
Ese no es el problema. Pero hay dos problemas.
El primero, y el más importante, es la falta de transparencia. Los funcionarios públicos están sujetos al escrutinio de los ciudadanos y tienen que rendir cuentas de sus actos y con más razón quien ocupa el sillón presidencial, la máxima autoridad elegida por todos los peruanos.
No es la primera vez que este gobierno esconde pecadillos o trata de disimularlos como el famoso caso de los relojes Rolex. Que no eran imitación sino réplica, que lo compró con sus ahorros de toda la vida y finalmente, cuando no eran uno sino varios relojes, que se los prestó su wayki.
¿No era más fácil, desde el principio, decir que se los prestaron y que cometió un error al aceptarlos? Porque más que el hecho en sí, lo que más duele es que habiendo tanta pobreza en el Perú se tenga que recurrir a un ostentoso Rolex para demostrar poder.
¿Y no era también más sencillo anunciar que se ausentaba 2 o 3 días para hacerse una rinoplastia para poder respirar mejor, aunque de yapa la cirugía venía con su retoque más?
“ Ah la vanidad, mi pecado favorito”, diría Al Pacino encarnando a John Milton, el demonio, en el recordado film, “El Abogado del Diablo”.
El segundo problema es una posible infracción constitucional. El artículo 114 de nuestra Constitución Política dice claramente en su inciso 1, que, “ El ejercicio de la Presidencia de la República se suspende por incapacidad temporal del Presidente, declarada por el Congreso”.
Una rinoplastia con retoques estéticos requiere de anestesia general y una recuperación lenta y dolorosa. Es decir, que la presidenta no solamente ha estado inconsciente algunas horas, sino que también ha estado bajo sedativos los días posteriores, lo cual la inhabilitó de ejercer sus funciones presidenciales.
La presidenta no estaba dormida, como quiere confundir a la población el ex magistrado Ernesto Blume, en una alocución radial de una realidad paralela, sino que, bajo los efectos de la anestesia, Dina Boluarte no podía ser despertada ni asumir ninguna función.
En los Estados Unidos de Norteamérica, el actual presidente John Biden, transfirió sus poderes presidenciales a la vicepresidenta Kamala Harris mientras se le practicaba una colonoscopía de rutina. Pasada la intervención que normalmente requiere un breve período de anestesia general, Biden recobró sus poderes. Así de simple.
No pienso que la circunstancia de no seguir el proceso constitucional lleve a una vacancia de la presidenta Boluarte, sería demasiado drástico, pero sí es una raya más al tigre la falta de criterio que ha tenido este gobierno en su estrategia de comunicación, como si los miedos a perder el poder justifiquen una falta de transparencia y medias verdades, que al final, son nada más que mentiras.
Reflexione presidenta Boluarte, enfrente con la verdad y comunique de manera directa a los ciudadanos, que, de seguir en el oscurantismo de la falta de transparencia, solo va a generar mayor desconfianza de un pueblo que solo quiere paz y bienestar.