Una de las primeras poéticas escritas por Mariela Dreyfus se ocupa de espacios y motivos muy presentes en el horizonte de su tiempo: la ciudad, el ánimo explorador del cuerpo y la sexualidad y, también, la desacralización de la figura del poeta: “y yacemos desnudos / burdos semidioses” culmina aquel breve poema, un guiño a la soberbia vanguardista de Huidobro, que veía al poeta como un pequeño dios. Sin duda entre este texto y la filiación de la autora en el grupo Kloaka, hay un vínculo muy explícito. Sin embargo, luego de distanciarse del colectivo, la poesía de Dreyfus asumió la tarea de decantar su lenguaje y su mirada más allá de cuestiones programáticas, pues la ocupó, sobre todo, la construcción de una estética personal. 

Leyendo los libros de Mariela Dreyfus se transparenta un tránsito que va desde un inicio coloquial, en busca de la luz que late en el lenguaje urbano y sus márgenes, a un presente de carácter reflexivo y, por momentos, introspectivo. Hay que anotar que la disidencia de Dreyfus respecto a Kloaka no significó el abandono total de algunas preocupaciones pertinaces en ella, como establecer una relación crítica con el logos masculino, algo muy coherente con el perfil de su generación y el espíritu del convulso tiempo en que comenzó a escribir, los ochenta.

Memorias de Electra (1984) es quizá el libro que mejor se inscribe en su época. El deseo de liberar el cuerpo, el deseo de liberar la escritura de sus ataduras más solemnes, el deseo de integrar lo visceral desde lo femenino. Los versos finales de “Post coitum” son, en ese sentido, ejemplares: “El regreso a casa es solitario / y debo esconder mis pasos, / el olor que sorprenda a mi madre / mil veces violada y todavía virgen” (p.22). 

Placer fantasma (1993) nos enfrenta a indagaciones de mayor hondura y a una distancia respecto del impulso coloquial y a una constatación que revela la fragilidad de todo lo humano: descubrir que el instante en que el placer reina sobre los sentidos es efímero y siempre insuficiente para lograr la ansiada plenitud. La conciencia del yo poético es bastante clara en ese punto: “Llevo años luchando tras la imagen que acierte/ con este malestar. / La sensación de deslizarme por un terraplén, / galerías de espejos donde un viento cruel / me deposita en la apatía, el dolor, la soledad” (p.31). 

Ónix (2001) añade al caudal de experiencia que alimenta la obra de Dreyfus un asunto nuevo: la condición de extranjera, marcado por el inicio de su estadía en Estados Unidos. Los textos de Ónix revelan una mayor intensidad de sentimientos como la soledad, la extrañeza, cierta forma de alienación provocada por un mundo desconocido y algo hostil, que obliga al hablante a refugiarse en su propia interioridad “entonces el dolor /no es una palabra sino un cuerpo // un músculo cansado que destila / este aire de muerte” (p.40).

En tanto, Pez (2005) se mueve entre la celebración íntima y el horror del mundo contemporáneo. Los textos muestran el regocijo por la procreación y la maternidad a puerta cerrada, pero el contexto global contrasta dolorosamente, con sus constantes picos de violencia y deshumanización. El asombro de ver surgir la vida, a pesar de todo, es un sentimiento expresado con notable intensidad y ritmo en las páginas de Pez: “Del pecho fluye ya el calostro río / y el puente de la pelvis se levanta // Pero el centro es la esfera —digo, el vientre— / Su convexa armonía y su balance // Vientre: cántaro y fuente / esférica mansión labrada en carne” (pp.51-52). 

En 2010 aparece Morir es un arte y este libro plantea un dolorosa discrepancia con Pez. El segundo celebra la vida: la madre vive el proceso de la procreación, el primero se interna en los vericuetos del duelo y la pérdida: la hija, ahora madre, ha perdido a su progenitora. Hay unos vasos comunicantes indudables entre ambos textos: ver nacer y vivir la muerte de la madre, la raíz de casi todo: “y en la foto sonríe entristecida / ya mamá y sus ojos en el aire / con el gesto perdido con la mano / que me dice un abrazo y abrazadas despedidas las dos / acá en su cuarto mamá yo pequeñita y ella el ángel / eso es todo mamá y un flash que suena” (p.69). 

Finalmente, la aparición de Cuaderno músico (2015) cierra un ciclo creativo que, lejos de terminar, está en proceso constante. Cuaderno músico es el regreso a ciertas fuentes de la poesía de Dreyfus, como el cuerpo y la visceralidad, que vuelven a ser explorados, pero desde claves propias de la madurez artística: no hay rabia ni grito, hay observación, hay serenidad contenida, elementos necesarios, por ejemplo, para guardar la memoria familiar, un asunto importante en el poemario. 

Gracias a la idea de Peisa de lanzar Arúspice rascacielos, una selección de la obra de Mariela Dreyfus, se nos ofrece a los lectores un apartado, titulado “Poemas aparte”, que deja vislumbrar algo del futuro de su escritura. En suma, un libro que permite aproximarse, de manera global, a una de las poetas peruanas más interesantes de su generación. Y de estos tiempos, por qué no. 

Arúspice rascacielos. Poesía selecta. Peisa: Lima, 2021.

 

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Mariela Dreyfus

Cuando la historia se interna en el presente sin tomarse tan a pecho la saludable costumbre de la distancia crítica, es decir, cuando hay una proximidad entre la realidad y su representación escrita, la frontera con el periodismo se hace muy porosa. En ambos casos, la historia del presente y el registro informativo de lo inmediato, hay un sentido de la urgencia, una ansiedad por hacer constar y ver las cosas. Esta es la impresión que deja seguramente en los lectores el volumen Días contados. Lucha, derrota y resistencia del Perú en pandemia, crónica de muchas facetas escrita a dos manos por Rafaella León y Luis Jochamowitz. 

El título es bastante explícito y se suma ya a una serie de libros aparecidos durante los oscuros e impredecibles meses que empezamos a vivir en marzo del año pasado. Sin embargo, la intención que declaran los autores de hacer de esta escritura una crónica “sanitaria” y “política” ofrece, sin duda, un matiz que nos aleja de la perspectiva intimista y coloca el relato en un horizonte más amplio (Lima, por defecto), a modo de estrategia para entender, aun inicialmente, los múltiples sentidos que adquiere el Covid 19 en relación con la vida peruana. 

La pandemia ha sido (lo es todavía) un termómetro social, un medidor de presión, un muestrario de conductas y reacciones, una caja de sorpresas. Ha sido campo fértil para la posverdad, para la desinformación y pésimas prácticas mediáticas y, también, para desarrollar la conciencia de la carencia, para transparentar una serie de desigualdades ocultas bajo el canto de sirena de las cifras macroeconómicas, dudoso escudo protector contra la menor insinuación de cambio o reforma.

El libro se centra sobre todo en el año 2020 y es una sugerente exploración de entresijos y detalles observados con rigor y precisión y abarca una vasta serie de sucesos. El libro se inicia con las primeras noticias de la epidemia, en un lugar muy remoto, en teoría ajeno a nosotros hasta que llegó ese día de marzo en que se declaró la cuarentena general. Anotan los autores (y los sigo en eso): “Durante décadas se discutirá sobre la cuarentena general del 2020, su efectividad y sus costos. En ese momento, sin embargo, nada se sabía y todo era posible. Los responsables políticos tenían en sus manos decisiones de una magnitud difícil de comprender” (p.45). Queda para la postal que fuimos el primer país de la región en ordenar una cuarentena. 

Como en los buenos relatos periodísticos, los hechos no están solos. Vienen también acompañados de las impresiones de sus narradores. El inicio del capítulo 3 (“El presidente confinado”) es muy ilustrativo al respecto: “La nueva edad del mundo comenzó con una rara belleza. Grandes avenidas vacías, autopistas silenciosas, cielos despejados, fauna silvestre que reaparecía tímidamente, como si nos hubieran estado observando desde lejos y se atrevieran a volver ahora que habíamos desparecido, nosotros, la plaga” (p.55). 

Los episodios van sucediéndose. Aparece un perfil de Vizcarra, pieza infaltable del museo del vilipendio (del merecido en todo caso), se relata el desconcierto y el miedo producidos por el aislamiento social y se enfoca un punto que mucha prensa tocó en su momento pero luego prefirió silenciar: los retornantes (a la larga una cadena de contagio), aquellos caminantes que en su desesperación abandonaban Lima para volver a sus poblados, donde al menos podrían probar bocado.

El diseño narrativo parece corresponder a la lógica (no declarada) de un diario. En su linealidad, se dibuja el drama de la pandemia de una manera sobria y contenida, aun cuando muchos de los sucesos narrados podrían despertar enorme repudio en uno. Dos ejemplos: el tristemente recordado “vacunagate” (pp. 345-356) y el comercio del oxígeno medicinal, cuya subida de precio se encargó de mostrarnos el rostro más inhumano e indolente del mercado, para no olvidar el sistema de robo y pillaje de balones procedentes de los hospitales, así como los esfuerzos por solucionar esta enorme y aguda crisis respiratoria (pp.167-170 y 297-328).

Hay mucho más, por supuesto. Personajes de perfil heroico, otros aborrecibles; historias que indignan y conmueven, abundantísimos palos de ciego para darle cara a una situación desconocida y que sorprendió al país, literalmente, en ropa interior. Una crónica del desconcierto y la desesperación. Y al fondo, algo de luz. 

Días contados. Lucha, derrota y resistencia del Perú en pandemia. Lima: Planeta, 2021. 

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Alonso Rabí Do Carmo es profesor ordinario de la Universidad de Lima, donde imparte cursos de Lengua, Literatura y Periodismo. Estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y obtuvo el Doctorado en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Colorado. Ejerce el periodismo desde 1989.

 

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1

Ya quedaron atrás los tiempos en que se miraba a la cumbia peruana, en todas sus formas, por encima del hombro. Gesto clasista y vertical que desconocía una tradición emergente y hoy plenamente consolidada, que traía consigo no solo su(s) lenguaje(s) musical(es) sino también el peso de sus relatos sociales, que iban desde la experiencia del migrante hasta la necesidad de construir elementos identitarios (el origen, la tierra, las costumbres).

Dentro del amplio universo que conforma la cumbia peruana, la producida en la región amazónica ocupa un lugar especial. Un primer elemento que puede uno advertir es su sonoridad inconfundible, con ese singular rumor de sicodelia contagiado de trópico. Algunos recordarán a bandas como Los Mirlos, de Moyobamba; o a Juaneco y su Combo, ídolos indiscutibles en Pucallpa. 

La música, que sigue siendo la gran marginada de muchos relatos históricos, tiene felizmente quién le escriba. Y en el caso de la cumbia amazónica, el tesón y la nostalgia de dos periodistas de San Martín, Luis Alberto Vásquez y Alberto Ríos Ramírez (🕆) hizo posible la aparición de Lluvia con sol. Cumbia amazónica, una serie de crónicas que abordan historias y anécdotas de un nutrido grupo de exponentes regionales del género. 

Combinando datos históricos precisos y anécdotas que dan color, Vásquez y Ríos Ramírez tejen, capítulo a capítulo, la biografía de las bandas más destacadas de la región: Siglo XX y Los Triónix, de Rioja; Los Mirlos y Sonido Verde, de Moyobamba; Sonido 2000 y la arrolladora Fresa Juvenil, de Tarapoto; Los Dexters, de Uchiza; Los Yennis, de Sión; Los Invasores, de Progreso, los músicos pioneros de Juaneco y su Combo, de Pucallpa y, finalmente, dos hitos: Los Wemblers y Pax, de Iquitos. 

Un libro gestado en la amistad y en la música; nostalgia y memoria, afirmación de la identidad, tributo a un grupo de artistas que acabaron por forjar una tradición que hoy se ha extendido prácticamente por todo el continente y también un poco más allá. La contratapa del libro tiene código QR, que le permitirá acceder a una lista de canciones mencionadas en los textos a través de Youtube. Mejor imposible. 

Lluvia con sol. Cumbia amazónica. San Martín: Trazos Consultores-Editores, 2021.

 

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Jaime Vásquez, pugnaz editor de Iquitos ha dado vida, en el seno de su editorial Tierra Nueva, a la Serie Río Marañón, colección que tiene como objeto poner en la mesa la obra narrativa de diversos escritores de la región amazónica. La colección, recientemente presentada en la Feria del Libro Ricardo Palma, es una oportunidad para romper el cerco capitalino y mostrar parte de la producción literaria de la región.

La colección lleva ya más de diez títulos, entre ellos algunos muy destacables, como El eterno, volumen de cuentos del poeta pucallpino Jorge Nájar, narraciones exuberantes que dan cuenta de experiencias disímiles: la cotidianidad, la condición migrante, la violencia, la intimidad. Está también Obituario de Melissa Mendieta, una inteligente combinación de elementos provenientes de la crónica y el relato de ficción para abordar el horizonte de la muerte, la pérdida y el proceso del duelo, desde múltiples perspectivas.

Obsesión por Ofelia, del poeta Percy Vílchez, es también parte de esta colección. Se trata de una novela hiperbólica y satírica, llena de personajes desbordados por sus pasiones y marcados por la exageración y ciento tinte melodramático. El fondo de la trama no es menos desopilante: una huelga de espectadores cinematográficos en Iquitos, que terminó con varias salas en llamas. A eso se suma el enamoramiento hasta el delirio de Orestes Bardales, quien convierte a la actriz Ofelia Montesco (nombre artístico de Ofelia Grabowski Edery, loretana radicada en México, donde hizo carrera en el cine) en la primera y última de sus obsesiones.

Hay muchos títulos más, entre ellos Especies secretas, de Gerald Rodríguez Noriega; El escritor infame, de Werner Bartra Padilla¸ Tierra de orates, de Patrick Pareja Flores o Relatos de caucho y oscuridad, del conocido escritor y gestor cultural Paco Bardales. Ojalá otras propuestas editoriales se sumen al esfuerzo de Tierra Nueva y su Serie Río Marañón. Vale la pena. 

 

Vilchez - Melissa

 

Lluvia con el sol

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En 1647, Baltasar Gracián anotó en su Oráculo manual y arte de prudencia: La brevedad es lisongera, y mal negociante; gana por lo cortés lo que pierde por lo corto. Lo bueno, si breve, dos vezes bueno”. La escritura breve supone un ejercicio arduo. “Navajas mentales” llamaba el cubano Regino Boti a esos textos económicos y de rigurosa concisión que llevaban impresa la virtud de proyectarse mucho más allá, suscitando amplias reflexiones. 

La brevedad está presente tanto en el terreno de la creación de ficciones cuanto en escrituras más referenciales. En la tradición latinoamericana probablemente sean el guatemalteco Augusto Monterroso o el argentino Marco Denevi dos de los campeones del micro cuento (además el primero ostenta el honor de ser el autor del cuento más breve del mundo, esas siete palabras que dan vida plena al dinosaurio). En el orden de la no ficción, en una escritura que emula al carnet y coquetea con el ensayo, es quizá Eduardo Galeano y su enorme proyecto narrativo titulado Memorias del fuego el que se lleve los laureles.

Brevetes de historia universal del Perú es el más reciente libro de Fernando Iwasaki (1961), escritor peruano afincado hace ya buenas décadas en España. Estos “brevetes”, alusión algo burlesca a la brevedad y a la vez pedido de licencia, son en realidad, un conjunto de lacónicos pasajes históricos, citas de textos olvidados y semblanzas a vuela pluma escritas con extrema economía. Vistos en su totalidad, todos estos fragmentos forman un mosaico narrativo en cuya trama se dan cita la historia y la melancolía no por un pasado épico, sino por una historia de episodios modestos y en muchos casos desconocidos, aunque no por ello menos significativos.  

Dos elementos destacan aquí, aunque se trate de presencias transversales en buena parte de la obra de Iwasaki: uno es el humor, otro logro solo posible con prolijidad de artesano; otro, la erudición, el gusto por el dato asombroso, el regusto por solazarse en fuentes que al mortal de a pie podrían resultarle incluso esotéricas. El inicio del libro es un ejercicio imaginario, pero no imposible: un encuentro entre Cervantes, recaudador de impuestos de paso por Montilla, donde vive nuestro Garcilaso. 

Se sabe que Cervantes había leído Diálogos de amor, de León Hebreo, en la sutil traducción del italiano acometida por el Inca. Era 1591. Y ya que ambos coinciden en la misma ciudad, uno tiene la impresión de que existen las mismas posibilidades de que dicho encuentro se realizara o no. En todo caso, Iwasaki sella el momento de manera brillante. Cervantes ha tocado la puerta de Garcilaso y entonces ocurre este diálogo: “–¿Quién busca al Inca?” “—Miguel, señor” “–¿Qué Miguel?” “—Miguel de Cervantes, señor” (p. 13).

No faltan los héroes populares y su aura de tragedia. En el texto que dedica a Luis Pardo, “el famoso bandolero”, Iwasaki apunta: “…tenía 35 años cuando el ejército y los gamonales lo cazaron en enero de 1909, pero seis meses más tarde un poeta anónimo le dedicó una décima que luego se transformó en el vals “La Andarita”, en memoria de su esposa. La letra dice que tenía el alma de armiño” (p.77).

Cabe ahora dilucidar un aspecto del título de este libro: los términos “universal” y “del Perú” en clarísima contigüidad. Y es que hay personajes como el inglés Peter Dennis Daly, avecindado en Lima desde 1887 y que logró sobrevivir al naufragio del Titanic en 1912, quizá por prodigio de la estampita de la Virgen del Perpetuo Socorro del Rímac que llevaba consigo. “El señor Daly regresó a Lima, donde pasó los últimos años de su vida cuidando el jardín de casa, jugando al solitario, sosteniendo partidas de ajedrez por correo y comiendo rábanos de su huerto, como cualquier súbdito inglés” (p.85). La historia local, bien vista, tiene fronteras muy porosas.

Otros textos se asemejan más al estilo de Prosas apátridas, de Julio Ramón Ribeyro. Un buen ejemplo de esa filiación es “Paraíso: I, 25” donde Iwasaki aboga por un inventario “de los árboles de la poesía peruana” (p.95). Allí rememora, entre otras especies, los castaños que admiró Vallejo en París, los mangos que deleitaban a Antonio Cisneros o el granado de la casa muerta de Javier Heraud, para no mencionar el enigmático rosedal que intenta desentrañar Silvio en ese enorme cuento de Ribeyro. 

Más allá de las solemnidades propias del Bicentenario, leer estos brevetes (¿reencarnación en breve de las tradiciones de Palma?) nos da la posibilidad de enfrentar los hechos históricos con espíritu lúdico. Naturalmente, eso no es poco decir.

Brevetes de historia universal del Perú. Fernando Iwasaki. Lima: Alfaguara, 2021.  

¹El vals fue compuesto por Abelardo Gamarra, escritor y periodista de reconocidos quilates que se hacía llamar “El Tunante”.

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Alonso Rabí Do Carmo es profesor ordinario de la Universidad de Lima, donde imparte cursos de Lengua, Literatura y Periodismo. Estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y obtuvo el Doctorado en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Colorado. Ejerce el periodismo desde 1989.

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Iwasaki, Literatura

I

La antropóloga Ana María Gálvez Barrera ha publicado un importante estudio dedicado a Chuqui Chinchay, divinidad del agua. En su lectura, hay un cambio de paradigma: el animal de poder en ciertos sectores del mundo precolombino no sería el puma o el jaguar, como se estableció canónicamente, sino más bien el gato montés andino, uno de cuyos rasgos es miccionar agua, elemento vital entre los elementos vitales. Adicionalmente, Gálvez Barrera ofrece una interpretación que añade a la tríada de la cosmovisión andina (Hanaq Pacha –mundo de arriba–, Ukhu Pacha –mundo de los muertos– y Kay Pacha –mundo terrenal–) un cuarto universo: el Wáh Pacha, que corresponde al mundo de las constelaciones. De la exhaustiva revisión de evidencias arqueológicas, de la reinterpretación rigurosa y creativa de fuentes míticas y cronísticas, así como de la atenta mirada sobre estudios más contemporáneos, Gálvez Barrera propone una renovada mirada al mundo prehispánico, partiendo de la reivindicación del gato montés andino como pilar de esta revelación. El Perú y su cultura no se agotan nunca. 

Chuqui Chinchay, deidad del agua. Animal de poder en la cosmovisión andina. Ana María Gálvez Barrera. Lima: Sinco Editores, 2021.

 

 

II

Está en circulación la revista Amarukan, apuesta de dos estudiosos del universo simbólico y cultural del Perú: su editor, Francisco León, y Diego Velasco. No abundan las publicaciones de este tipo, que arriesguen conceptualmente y pongan sobre la mesa de los lectores temas de evidente perfil polémico, pero eso sí, tratados con seriedad. El número se abre con una reflexión de su co-director sobre el sentido del proyecto, afiliado a una concepción “unidiversa” del mundo andino. Le siguen textos de mucho interés, como el de Castells y Destéfanis sobre el discurso de la opresión, la respuesta de Atawallpa Oviedo a varios teóricos culturales (Grosfoguel y Dussel entre otros), una revisión de las ideas de Aníbal Quijano, a partir de la descolonización, por Fernando Cassamar; dos acercamientos a Gonzalez Prada desde la multiculturalidad y el posmodernismo (Jaime Gamarra y José Vásquez, respectivamente) y dos ensayos de particular interés: “Hoja de coca y Wachuma, plantas maestras”, de Agustín Guzmán y “¿Por qué debe erradicarse el término provincia?, del ya mencionado Francisco León. Este es el primer número; entiendo que ha salido un segundo. Se espera que sean muchos más. 

Amarukan. Revista Andina de Ideas, Política y Cultura. Año 1, número 1. Lima: Francisco León Editor, 2020. 

 

 

III

Desde hace un tiempo la Biblioteca Nacional del Perú viene publicando varios volúmenes dedicados a analizar la problemática de la promoción y mediación de la lectura, así como el papel fundamental que cumplen las bibliotecas en el espacio público. Temas nada menores, teniendo a la vista los beneficios que podría reportar una ciudadanía lectora y unas bibliotecas, equipadas y dotadas de manera idónea, que sirvan de lugar de encuentro y cumplan la función de mediar entre las personas y la garantía del acceso libre a la información y el conocimiento. Uno de los volúmenes de la colección “Lectura, Biblioteca y Comunidad” es La biblioteca imaginada. Jardín para sembrar comunidades, del bibliotecólogo chileno Gonzalo Oyarzún, que analiza el rol de las bibliotecas públicas desde diversas perspectivas: la libertad y la resistencia cultural, su rol en el espacio público, su papel formador de comunidad, su impacto en el desarrollo humano y económico y un horizonte en el que Oyarzún traza los rasgos de una biblioteca imaginada: “un espacio democrático y, al mismo tiempo, un espacio de creación de democracia, de debate, de encuentro en la diversidad y la tolerancia. La biblioteca será siempre el jardín de los derechos humanos, donde se cultivan y florecen ideas y pensamientos libremente” (p.116). Nunca más de acuerdo.

La biblioteca imaginada. Jardín para sembrar comunidades. Gionzalo Oyarzún. Lima: Biblioteca Nacional del Perú, 2021.

 

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Ana María Gálvez, Biblioteca Nacional del Perú, Deidad del agua, Revista Andina de Ideas

Mañana sábado 3 y el domingo 4 de setiembre se realiza la Segunda Feria del Libro Virtual de Cajamarca, un evento que en solo dos años ha adquirido un perfil muy interesante. Una feria del libro, sea virtual o física, es siempre una buena noticia: un espacio de diálogo y encuentro, una nueva oportunidad para rendirle culto a ese objeto maravillosamente placentero que es el libro y a su materialización, la lectura, solitaria en apariencia, pero a la vez una indudable forma de comunión. 

La feria ha adoptado el lema “Perú, contigo leo” y la parte central de su programa estará dedicada a abordar diversos aspectos de la obra de escritores peruanos clásicos: José María Eguren, Blanca Varela, Julio Ramón Ribeyro o Sebastián Salazar Bondy, por citar algunos casos, serán materia de charlas a cargo de destacados académicos y creadores peruanos como Alejando Susti, Christian Zegarra Vivian Lofiego, Marco Martos, José Antonio Mazzotti o Sara Beatriz Guardia, por mencionar algunos nombres.

Igualmente, el nutrido programa de actividades incluye a Mario Vargas Llosa como invitado de honor. Por otro lado, esta segunda feria tiene más sorpresas, como encuentros con Jorge Díaz Herrera, un destacado narrador y un autor ya canónico de nuestra literatura infantil y también con Rafael Dumett, autor de El espía del inca, una novela cuya importancia va encontrando asiento cada vez más sólido entre lectores y críticos de nuestro país. Estará también Miguel Pachas Almeyda, acucioso biógrafo de César Vallejo.

El programa completo, ambicioso y diverso, incluye también sesiones de crítica y la siempre refrescante presencia de muchos escritores peruanos de reconocida trayectoria. Se suman el historietista Juan Acevedo y el caricaturista Carlos Tovar “Carlín”. Sin humor no se puede vivir. 

Una oportunidad para escuchar la voz de José Luis Ayala, Gloria Mendoza Borda, Julio Carmona, Jorge Cuba Luque, Feliciano Padilla, Marita Troiano, Carmen María Pinilla, Juan Manuel Chávez, José Vadillo, Elton Honores, entre muchos más. 

Nota aparte para un hecho que realza el esfuerzo de los organizadores: esta feria carece de todo apoyo empresarial; tampoco recibe ningún dinero del Estado. Esta feria es posible gracias al tesón de un grupo de personas y dos editoriales independientes cajamarquinas que han tomado el toro por las astas. Muy meritorio y digno de aplauso.

El programa de más treinta páginas, así como las rutas de acceso a las charlas, presentaciones y lecturas, están disponibles en la página de Facebook del evento, donde puede acudir sin demora y de manera absolutamente libre: https://www.facebook.com/FeriaVirtualLibroCajamarca.

Todas las actividades, naturalmente, se transmitirán desde esa misma página. Me parece necesario saludar la realización de esta segunda feria. Lo que toca ahora es disfrutarla y difundirla. Viva la lectura, viva Cajamarca.

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Cajamarca, Feria de libro, Lectura, Perú

En un excelente ensayo escrito en 1955, titulado “En torno a los diarios íntimos”, Julio Ramón Ribeyro reclamaba para el diario un lugar en la literatura, aunque sin dejar de problematizar ciertos aspectos de esta especie textual. Se preguntaba, por ejemplo, cuáles serían las reglas intrínsecas del género: ¿la periodicidad? ¿el principio de veracidad? Del mismo modo, intentaba esbozar las diferencias entre los diarios ficticios y los no ficticios. Todo esto resulta más interesante aun cuando caemos en la cuenta de que Ribeyro es, precisamente, uno de los mayores diaristas del ámbito hispano.

Las preguntas de Ribeyro sobre el diario no eran gratuitas y, en todo caso, adelantaron varias discusiones y cuestionamientos al discurso autobiográfico. A pesar de todo, la fascinación de algunos lectores por las memorias, las autobiografías, los epistolarios y los diarios, sigue allí, intacta, ajena a discusiones teóricas que son seguramente muy sugerentes para el cenáculo de especialistas pero que, eventualmente, podrían privar de ciertos placeres al lector menos entrenado en esas elevadísimas argucias.

Paso al placer, entonces. Tengo en mis manos la reciente edición de Diarios, de Stefan Zweig (1881-1942), que cuentan con participación peruana, pues la traducción ha estado a cargo de la destacada escritora Teresa Ruiz Rosas. Los Diarios de Zweig abarcan casi treinta años de su vida, que transcurren entre 1912, dos años antes del estallido de la Primera Guerra y llegan hasta 1940, ya cuando la invasión nazi en Europa deja de ser pesadilla para convertirse en horror presente.

El arco temporal de estos Diarios revela una urgencia. Una sensibilidad atenta como la de Zweig no podría permitirse superficialmente el bárbaro período que amenazaba a Europa y que, finalmente, arrasó con ella. El 31 de julio de 1914, Zweig comenta con profundo pesar el llamamiento de la milicia en Austria: “La gente pasaba horas enteras de pie frente a la orden de alistamiento, redactada en un alemán miserable y totalmente incomprensible. Cuando oscureció, algunos miembros de asociaciones de veteranos intentaban animar a la población, pero sus arengas sonaban huecas: se había arrastrado a demasiada gente y la guerra se había colado en todos los hogares” (pp.98-99).

Una de las anotaciones finales corresponde al lunes 17 de junio de 1940. Zweig, ya obtenida la ciudadanía británica ese mismo año, está en Londres, preparando su viaje a Brasil. Es comprensible que Zweig quiera huir del horror de la guerra. Ese día escribe: “Se ha perdido Francia, reducida a escombros por siglos, el país más cautivador de Europa, ¿para quién escribiré, para qué viviré? En Inglaterra la situación es cada vez más tensa, me siento completamente marginado pese a la nacionalidad, incluso indeseable, porque nos han convertido en personas sospechosas a las que no conviene acercarse” (p.512). Los extremos de esta aventura autobiográfica tienen, pues, un hilo común: el horror provocado por dos guerras.

La escritura, protagonista también de estos cuadernos, a menudo se presenta como un atado de contradicciones. El jueves 10 de junio de 1915 anota lo siguiente: “Mi diario muere a causa del peso que me oprime. Estoy exhausto el día entero, cansado de todo” (p.206). Unos días más adelante, el 20 de junio, escribe: “Estoy metido de lleno en mi obra de teatro y desde entonces el mundo exterior me duele menos, siento que rindo cuentas ante mí mismo. Es la única forma de huir, puesto que los países están cerrados, como las ciudades” (p.208).

Por otra parte, la entrada del 13 de noviembre de 1918 no deja de ser profética, ya firmado el armisticio: “(…) Al menos yo consumo la mitad de mis fuerzas pensando en los espantosos escenarios que se avecinan, en que el odio entre clases y estamentos inundará el mundo” (p.382). Son muchas las puertas que abre este diario, y varias invitaciones, una de ellas a recorrer las páginas de El mundo de ayer, la autobiografía que acometió Zweig. Por ahora queda recordar a este gran maestro del ensayo, la biografía y el relato, enfrentando en las páginas de su diario sus dilemas y obsesiones, sus miedos y sus soledades. Vale la pena cada página de este testimonio magnífico, contradictorio y brillante.

 

Stefan Zweig. Diarios. Edición de Knut Beck. Prefacio de Mauricio Wiesenthal. Traducción de Teresa Ruiz Rosas. Barcelona: Acantilado, 2021.

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Alemania Nazi, Guerra Mundial, Stefan Zweig

Confieso que los epistolarios ejercen sobre mí una intensa fascinación: son puertas que se abren a una intimidad desconocida, pero cuyos entresijos anhelo con curiosidad de entomólogo y fervor afiebrado.

El género epistolar, que forma parte de los diversos discursos en que se puede dividir lo autobiográfico, tiene características únicas, sobre todo en el marco de su propia escritura, que coincide plenamente con el mundo representado a través de ella. Es decir, en la carta, como en el diario, el tiempo de la escritura y el tiempo de la representación suelen fundirse.

En la carta hay cierta prisa, acaso no haya mucho tiempo para meditar, su naturaleza puede llegar a ser más impulsiva o espontánea y las posibilidades de editarlas antes del envío no tan frecuentes. Por eso tendemos a pensar que en las cartas primaría un principio de veracidad, aunque sus garantías sean igualmente discutibles que las de un libro de memorias o una autobiografía.

Anoto todo esto porque el Fondo de Cultura Económica y Casa de la Literatura Peruana han editado un precioso volumen titulado Eternidad de la noche y que contiene las cartas que enviara César Moro a Emilio Adolfo Westphalen a lo largo de dieciséis años que transcurren entre 1936 y 1955.

Moro y Westphalen tuvieron una intensa amistad, mediada seguramente por el surrealismo, estética en la que Moro militó y de la que Westphalen fue sin duda un atento seguidor, al punto de evidenciar, en su poesía, más de una huella del ideario surreal. Moro y Westphalen representan dos figuras fundacionales de la lírica moderna en el Perú, dos cumbres expresivas y artísticas.

Moro, militante surrealista, aceptado sin reservas en el círculo de André Breton, organizador de exposiciones y activista; Westphalen, poeta de expresión siempre límpida y de imágenes que navegan entre lo onírico y lo irónico, lúcido y visionario ensayista literario (fue el primero en hablar de El zorro de arriba, el zorro de abajo, de Arguedas). Las epístolas de Moro revelan no solo un universo afectivo, sino también una suerte de hermandad que seguramente las respuestas ausentes de Westphalen podrían confirmar sin dejar resquicio de duda.

Estas cartas sin duda se enmarcan en dos motivos centrales: la urgencia y la confesión. No se trata de ámbitos separados, sino de motivos profundamente imbricados. A la urgencia de Moro por sobrevivir, se suma la sensación terrible de una existencia sin sentido, mal aderezada por la depresión y acosada por fantasmas como la soledad, la melancolía, el desamparo y la desesperación.

El 29 de enero de 1941 Moro escribe: “Mañana tengo que mudarme, de modo que te pido que dirijas toda la correspondencia, de ahora en adelante, al liceo. De seguro no me quedaré mucho tiempo adonde voy a vivir, puesto que el ambiente allí es repugnante. Todo me cae encima en estos momentos; todas las penas, todos los problemas. Si estuvieras al tanto de la mitad de lo que me ocurre, de la horrible angustia en que me encuentro, no entenderías cómo hago para seguir viviendo. Igual no creo que a esto se le pueda llamar vivir” (p.179). Líneas más adelante añade: “Si no te escribiera, ya habría muerto” (p.180).

Temas diversos aparecen en una secuencia siempre sorpresiva: el amor entre Moro y Antonio; las profundas decepciones que a veces suscita esta relación; proyectos creativos, publicaciones, traducciones, algunas que llegan a buen puerto y otras que quedan en el umbral del olvido; las carencias, sobre todo económicas que ensombrecen a Moro y lo que permite adivinar más de una epístola: la incondicionalidad tácita de Westphalen. Nada define una amistad verdadera como una lealtad a prueba de cualquier sombra. Impecable edición para un libro fecundo en emociones y desgarramientos.

 

Eternidad de la noche. Cartas de César Moro a Emilio Adolfo Westphalen (1939-1955). Traducción, compilación y notas de Inés Westphalen. Colección Tierra Firme. Lima: Fondo de Cultura Económica, Ministerio de Educación y Casa de La Literatura Peruana, 2020.

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César Moro, Emilio Adolfo Westphalen, Eternidad de la noche

La Biblioteca Nacional del Perú ha entregado recientemente dos libros de sumo interés para quienes, valga la redundancia, consideramos el libro como un artículo de primerísima necesidad. Sus autores, coincidentemente, fueron coetáneos. El primero de ellos es una compilación de artículos de Sebastián Salazar Bondy y en sus páginas todos los problemas que giran alrededor de este precioso objeto ocupan el lugar central. El segundo, es una compilación de ensayos literarios de un notable poeta de la generación del 50 (o del 45 como prefería llamarla el mismo Salazar Bondy): Javier Sologuren.

Sebastián Salazar Bondy fue un hombre multifacético y lleno de talento. Fue narrador, dramaturgo, poeta, ensayista, gestor cultural, crítico de arte y cultura, periodista, en fin, una figura que, lamentablemente, aun no hemos terminado de aquilatar. Entre los muchos libros que escribió destaca Lima la horrible (1964), acaso uno de los ensayos más penetrantes, lúcidos y apasionados de nuestra historia literaria. La odisea del libro en el Perú es una compilación de 40 textos que giran alrededor de la problemática del libro en el Perú.

Desde diversas perspectivas, Salazar Bondy se ocupa del libro, la lectura y los actores de este escenario: editores, lectores, bibliotecas, en suma, buena parte de lo que podríamos llamar el ecosistema de la lectura en el país. Los textos abarcan un arco temporal de once años (van de 1953 a 1964) y muestran la mano ágil de Salazar Bondy y cómo logró, a partir de la crítica periodística, una forma precisa y rigurosa: cada pieza es un ensayo breve y articulado, de coherencia indiscutible.

El carácter visionario es indudable. Un artículo de 1956, titulado “Un país que no lee” pone el acento en varios asuntos que siguen siendo álgidos en el 2021: “Somos un país que no lee (…) Que la lectura no sea un hábito general y que el libro no sea considerado como uno de los más decisivos factores del adelanto nacional, significa sencillamente que estamos muy lejos de ser una nación culta. A pesar, es verdad, de los edificios monumentales, de la introducción de la moderna técnica industrial, del crecimiento de las cifras en los cuadros económicos, del evidente avance que mostramos en algunas ramas de la vida material” (p.39). ¿Le parece familiar este cuadro?

Al andar del camino nos devuelve a la condición de lector literario que ostentó Javier Sologuren, poeta de lenguaje exquisito e inspiración neovanguardista, amante también del libro, como demostró su impecable trabajo como editor de esa colección maravillosa que fue La Rama Florida, un tesoro como pocos. Muchas veces los poetas suelen ser admirables lectores literarios, llenos de agudeza, capaces de iluminar aspectos de un texto o un autor que otros difícilmente podríamos notar.

En esta selección de textos Sologuren recorre diversos territorios, desde la tipografía (“Lo que la letra nos dice”) hasta Javier Heraud, pasando por Arguedas, Westphalen, Eielson, Oquendo de Amat, Carlos Germán Belli, la modernidad, la poesía misma, la traducción, actividad esta última en la que el poeta destacó nítidamente. Hay pasajes reveladores, como aquel en que postula la poesía como un espacio de diálogo ecuménico: “a nadie le extraña sentirse conmovido por la lectura o audición de un poema chino, francés, o quechua. La poesía es un lugar de encuentro de todos los hombres, es un medio de descubrimiento y recuperación de lo humano del hombre” (p.42).

Son igualmente sugerentes sus notas sobre Eguren o Arguedas. En torno al primero, anota: “En la pequeña opera omnia de Eguren (Simbólicas, La canción de las figuras, Sombra y Rondinelas), se ha conseguido representar el misterio del lenguaje: usarlo, ingenuamente, en su fuerza y debilidad, en su pura alusión y en su irremediable silencio” (p.64).

En relación con Arguedas, el hecho de que publicara poemas “no constituía algo inesperado o sorpresivo; era la confirmación, en cambio, de su germinal fuerza poética, una doble vuelta de tuerca en el cabal ajuste de su expresión medularmente nutrida por una rica y densa emotividad” (p.138).

En conclusión, amable lector, te esperan las páginas de dos joyas que pueden ser o bien rescate o bien renovado encuentro, depende de quién se acerque.

 

La odisea del libro en el Perú. Antología de artículos periodísticos de Sebastián Salazar Bondy. Selección y nota preliminar de Alejandro Susti. Lima: Biblioteca Nacional del Perú, 2021.

Al andar del camino. Selección de ensayos, artículos y notas de Javier Sologuren. Selección e introducción de Renato Guizado Yampi. Lima: Biblioteca Nacional del Perú, 2021.

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Al andar del camino, Javier Sologuren, La odisea del libro en el Perú
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