poeta

Un punto relevante de esta biografía es la intención de explicar la concepción del poeta y la poesía que subyacía en el discurso de la poeta, más aún, la idea de una vida en cuya trama la propia Pizarnik alcanza la estatura de un personaje. Declaran sus biógrafas: “(…) el personaje, lenta y seguramente diseñado por Flora Pizarnik, nacida el 29 de abril de 1936 en Buenos Aires, cumplió su destino textual sepultando a Buma, Flora, Blímele, Alejandra, Sasha, con cincuenta pastillas de Seconal sódico” (p.31).

Los nombres mencionados eran apelativos que utilizaban distintas personas para nombrarla. Surge entonces la pregunta: “¿Por qué hablamos de su destino textual? ¿Qué quiere decir esto del personaje que devora a la mujer de carne y hueso? ¿Qué significa esta nueva Alejandra que mata a las demás? Desde nuestro punto de vista está vinculado con a la concepción del poeta y de la poesía que tuvo Alejandra, al menos hasta poco antes de morir, concepción que incidió de manera definitiva en la configuración de su biografía personal” (p.31).

Explican las autoras que Pizarnik se inscribe en la tradición de Nerval, Baudelaire, Artaud y Mallarmé, por mencionar algunos poetas, en la medida en que comparte con ellos la idea de que la escritura poética es un acto de trascendencia, un gesto de búsqueda de lo absoluto y el asumir una ética que servía de base a la construcción del poeta maldito, que encuentra el descanso solo en la aniquilación, metáfora de la imposibilidad de conseguir el ansiado absoluto a través de las palabras.

Puede preguntarse el lector si esto nos devolvería paradójicamente al mito. Diría que no. La investigación paciente, la sobriedad de su escritura y la solidez de sus fuentes, prescindiendo de todo morbo o de toda exacerbación de la personalidad de Pizarnik, aseguran que esta biografía nos provea –incluso a riesgo de contradecir su título– una imagen con más certidumbres que vacíos.

Cristina Piña y Patricia Venti. Alejandra Pizarnik. Biografía de un mito. Madrid: Lumen, 2022.

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La máxima aspiración de una biografía es ofrecer al lector el relato completo y puntilloso de una vida, aun cuando la tarea sea siempre inacabada y parcial. El biógrafo es, si me permiten la analogía, una especie de historiador. Entre su gabinete y el trabajo de campo, reconstruye con minuciosidad y rigor la trayectoria de una existencia que, además, es relevante, digna de ser narrada, conocida y valorada. La biografía, aunque nadie le haya dado oficialmente la membresía, tiene asiento en el club de la no ficción. 

Lo tiene también el perfil, que igualmente busca acercarse a una trayectoria vital, pero a diferencia del biógrafo, el perfilista busca otra cosa: no el retrato global y casi radiográfico que pretende el biógrafo, sino iluminar una personalidad, un temperamento, hallar los contornos que dan cuenta del personaje y su sentido. Unos cuantos detalles, un par de obsesiones, algunos momentos de significado trascendente en esa vida son sus ingredientes centrales. 

El biógrafo libra una batalla por agotar su relato; el perfilista quiere sugerir. Si lo queremos poner en términos musicales: el biógrafo escribe la partitura; el perfilista la ejecuta de modo personal y creativo. El perfil en América Latina cuenta con ejemplos magníficos y, para no convertir esto en un catálogo quisiera mencionar dos ejemplos recientes: Plano americano (2013) de Leila Guerriero y Mala lengua (2020), del chileno Álvaro Bisama, un logradísimo esbozo, en palabras, del poeta Pablo de Rokha.

Ambos textos cumplen a cabalidad con las condiciones que hemos expuesto para el trabajo del perfilista: brevedad, preferencia por lo fragmentario y altamente significativo de una vida y, muchas veces ocurre, el relato va acompañado de las vicisitudes de la propia investigación para la escritura. El reciente libro de Daniel Titinger, El hombre más triste (2021) cumple cabalmente con este dictado.

Titinger no se enfrenta a un reto menor. Nada más difícil de asir que la vida de César Vallejo, poeta mayor y cósmico, salido de Santiago de Chuco para habitar el mundo. Una vida que roza el mito, un carácter que ha sido abonado por el culto, el mito y atribuciones de toda índole. Biógrafos no le han faltado, como sus leales amigos Antenor Orrego o Juan Espejo Asturrizaga, que acometieron la brava tarea hasta donde pudieron, o recientemente Miguel Pachas Almeyda, navegante en un proceloso mar de documentos, archivos e historias. 

Titinger ofrece dos relatos: el primero es el de sus propias pesquisas, que van formando el tejido textual que finalmente lee uno con gozo; el segundo se va organizando a partir de esos hallazgos, no es otra cosa que el lápiz que va trazando con paciencia una imagen del poeta. Esa imagen, quisiera decir, contradice muchos lugares comunes, muchas preconcepciones aceptadas como verdades irrefutables.

El poeta grave y triste, por ejemplo. Una imagen que hemos embanderado todos, teniendo o no evidencias de esa condición. Mortal al fin, aunque inteligente hasta lo genial, Vallejo sabía lo suficiente de la vida como para dejarla pasar con el mentón bajo el puño contrito, como dicta la imagen canónica. Vallejo sabía reír y en medio de los clamorosos vacíos que son una invitación a la especulación, Titinger consigue humanizar al poeta, alejándose de las varias convenciones que regían (y acaso rigen) su representación. 

El hombre más triste resulta entonces un título irónico, porque pretende demostrar, precisamente, todo lo contrario. Llámenlo genio, díganle predestinado, visionario, alucinado, expresionista o lo que sea. Nunca olvidemos, lección que nos deja Titinger, que Vallejo fue ante todo un hombre, no un mito. 

El hombre más triste. Retrato del poeta César Vallejo. Edición de Leila Guerriero. Santiago de Chile: Ediciones de la Universidad Diego Portales, 2021. 

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Alonso Rabí Do Carmo es profesor ordinario de la Universidad de Lima, donde imparte cursos de Lengua, Literatura y Periodismo. Estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y obtuvo el Doctorado en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Colorado. Ejerce el periodismo desde 1989.

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