Abimael Guzmán

[La columna deca(n)dente] El conflicto armado interno que sacudió al Perú durante los años 80 y 90 dejó una profunda huella de muerte y sufrimiento. Dos de las figuras más representativas de esta etapa fueron Alberto Fujimori y Abimael Guzmán, quienes, a pesar de sus diferencias ideológicas, llevaron a cabo acciones que resultaron en graves violaciones de derechos humanos. Tanto Fujimori como Guzmán intentaron justificar o minimizar las atrocidades cometidas bajo sus liderazgos utilizando términos como «errores» o «excesos».

«A raíz de mi gobierno se respetan los derechos humanos de 25 millones de peruanos, sin excepción alguna. Si se cometieron algunos hechos execrables, los condeno, pero no fueron ordenados por quien habla. Por eso rechazo totalmente los cargos; soy inocente y no acepto esta acusación fiscal», declaró Fujimori.

“Frente al uso de mesnadas y a la acción militar reaccionaria, respondimos contundentemente con una acción: Lucanamarca. Ni ellos ni nosotros la olvidamos, claro, porque ahí vieron una respuesta que no se imaginaron. Ahí fueron aniquilados más de 80; eso es lo real. Lo decimos: hubo exceso (…), pero fue la propia Dirección Central la que planificó la acción y dispuso las cosas. Lo principal fue hacerles entender que éramos un hueso duro de roer y que estábamos dispuestos a todo, a todo”, afirmó Guzmán.

Las declaraciones de Alberto Fujimori y Abimael Guzmán revelan un rasgo inquietante y compartido: un desprecio por la vida humana. A pesar de las diferencias en sus ideologías y objetivos, ambos tomaron decisiones que resultaron en la muerte y el sufrimiento de miles de personas, y en sus declaraciones intentan justificar o minimizar estas acciones mediante eufemismos como «errores» o «excesos», anteponiendo sus causas políticas al valor de la vida humana.

Fujimori, en su lucha por derrotar al terrorismo y estabilizar al país, permitió que se cometieran crímenes atroces, como ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas, perpetrados por el Grupo Colina, destacamento militar bajo su mandato. En su declaración, al referirse a estos crímenes como «hechos execrables», los condena sin asumir responsabilidad directa. Se distancia de las víctimas, omitiendo su sufrimiento y el dolor de sus familias, mientras destaca los logros de su gobierno, ignorando que estos crímenes ocurrieron en el marco de su estrategia de lucha contra el terrorismo.

Por su parte, Guzmán, líder de Sendero Luminoso, adopta una postura más brutal al reconocer que la masacre de Lucanamarca fue una acción planificada por su organización. Justifica la matanza como una respuesta estratégica para imponer respeto y miedo, relativizando el «exceso» al describirla como un golpe necesario para fortalecer su lucha. Guzmán deshumaniza a las 69 víctimas, muchas de ellas mujeres y niños, al reducirlas a peones sacrificados en nombre de su causa.

Fujimori y Guzmán legitiman la violencia como un medio para alcanzar sus fines, mostrando así su desprecio por la vida. Fujimori evade su responsabilidad amparándose en condenar los actos cometidos, mientras Guzmán admite su rol, justificándolo como una táctica necesaria. En ambos casos, las víctimas son tratadas como daños colaterales, despojadas de su humanidad.

Desde la perspectiva de los derechos humanos, esta instrumentalización de las personas es una de las transgresiones más graves que pueden cometer los líderes. Al colocar sus proyectos políticos por encima de la vida humana, tanto Fujimori como Guzmán perpetúan una lógica en la que el fin justifica los medios, aunque implique la muerte de ciudadanos inocentes. Esto no solo afecta a las víctimas directas, sino también a la sociedad, que sufre las consecuencias de una violencia legitimada en nombre de la política o la ideología.

Este legado, heredado de Guzmán y Fujimori, sigue siendo perpetuado por la actual presidenta Dina Boluarte, quien, para mantenerse en el poder, ha consentido las ejecuciones extrajudiciales de 49 personas. Este legado exige que cada uno de nosotros actúe para erradicarlo, de manera que nunca más la vida humana sea considerada un recurso prescindible para alcanzar objetivos políticos.

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Abimael Guzmán, Alberto Fujimori, conflicto armado interno, violación de derechos humanos

El Congreso haría bien en tomar una decisión, que le debería corresponder al Ejecutivo, pero ante su carencia de iniciativa, desde el Legislativo bien podría tomarle la mano: la de decretar los 12 de setiembre, día de la captura de Abimael Guzmán, como feriado nacional, en homenaje a la victoria que el Perú obtuvo respecto del terrorismo senderista.

La narrativa de izquierda se ha enseñoreado al respecto y nos ha querido hacer ver ese triunfo como una derrota moral, por los terribles excesos cometidos por las Fuerzas Armadas y policiales, en determinados momentos y lugares.

Más que vergüenza hay que sentir orgullo por lo que se logró, en base a un cambio de estrategia, desde los 90, y por el énfasis en la inteligencia policial antes que en la represión indiscriminada. La captura de Guzmán no fue, ni siquiera, un hecho cruento.

El Perú es uno de los pocos países que ha logrado, de esa manera, una victoria política y militar frente a la subversión maoísta. Hay que recordar que en 1992, año de su captura, el Perú se hallaba al borde de caer derrotado por la insanía terrorista, que ya tenía bajo su control grandes extensiones del territorio nacional y de la propia capital de la república, a Lima arrinconada a punta de coches bomba y voladura de torres, con zonas rojas en la periferia urbana, y con los institutos armados y policiales a la defensiva, sin capacidad de asestar un golpe efectivo a la avanzada senderista.

La hipótesis de la inteligencia estratégica de los países vecinos y de Washington, era que el Perú iba a caer en manos del genocida Abimael Guzmán, y se preparaban escenarios de contingencia para semejante apocalipsis. Hoy no seríamos Venezuela, Nicaragua y ni siquiera Cuba, sino la Camboya de Pol Pot, la China de la Revolución Cultural o la actual Corea del Norte. Ese era el destino que nos hubiese deparado un triunfo probable del llamado “presidente Gonzalo”.

En una historia nacional plagada de lamentables derrotas, éste ha sido su mayor triunfo social, político y militar. En lugar de tanto feriado religioso inconducente con la naturaleza laica del Estado, sería importante monumento a la memoria nacional que los 12 de setiembre sirvan de recuerdo fresco de los riesgos de la radicalidad ideológica del comunismo y de la valía de la democracia como mejor modelo de gobierno.

 

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De regreso al Perú, Guzmán viajó a Arequipa donde se dedicó a buscar jóvenes de mentalidad febril y ambición sin límites para incorporarlos a su proyecto de captura del poder. Augusta, ya convertida en la camarada Norah, viajó a la sierra norte y recorrió Cajamarca de cabo a rabo, seduciendo a decenas de jóvenes de ambos sexos, prometiéndoles un lugar importante en el Nuevo Estado. Según fuentes que prefieren el anonimato, en Chota conoció a Antonio Díaz Martínez, un ingeniero y antropólogo que quedó prendado de ella, convirtiéndose en un seguidor incondicional de su visión militarista de la toma del poder. La misma fuente asegura que Norah-Augusta jamás se convenció de la fidelidad de Díaz Martínez, a quien espió hasta sus últimos días. “Es chotano”, les decía a sus seguidores cuando le preguntaban por qué no confiaba en un cuadro que se arrastraba a sus pies. 

De regreso a Huamanga, Norah estuvo siempre en primera fila para luchar contra el velasquismo y su política universitaria; nunca cedió un milímetro ante la tropa enviada por el gobierno militar para sofocar las algaradas de los universitarios rebeldes, llegando al extremo de asaltar la morgue ayacuchana y sustraer los cadáveres de los estudiantes caídos y velarlos con toda la fanfarria del extremismo comunista.

Convertida en la más importante líder del marxismo-leninismo ayacuchano, sobre todo después de la muerte en combate de Edith Lagos, quien fue una estudiante de Derecho que formó parte de Sendero Luminoso desde los inicios de la organización terrorista, Norah opacó a todos los cuadros senderistas de ambos sexos, tanto en los ámbitos políticos e ideológicos, como en los militares y administrativos, por eso su muerte y su entierro clandestino en 1988 siguen siendo parte de los libros negro y blanco de la organización maoísta desde esa ya lejana fecha. 

Paralelamente a la vida efervescente y explosiva de la ayacuchana Norah, en el entorno de Abimael Guzmán había aparecido la iqueña Elena Iparraguirre, camarada Mirian, quien era tan brutal como Norah, pero mantenía un lugar un paso atrás de Guzmán. Por eso, cuando Guzmán y la cúpula terrorista enterraron a Norah en una tumba sin nombre y Miriam ocupó su lugar como segunda al mando en la organización criminal más cruenta del hemisferio occidental -que estaba a punto de cometer el tercer genocidio del siglo XX-, todos dentro y fuera de Sendero la señalan como eminencia gris de la desaparición de Norah a la camarada Miriam.

Desde mediados de los años ochenta, cuando Norah ordena los asesinatos selectivos de los marinos de alto rango y de los dirigentes belaundistas hasta 1985 y los del Partido Aprista hasta finales de la década, las encargadas de asegurar la muerte de los objetivos era una mujer, generalmente ayacuchana de nacimiento o hija de migrantes de ese departamento andino. Pegar el tiro de gracia en el cráneo de la víctima, un acto de evidentísima cobardía, era la obsesión de las mujeres entrenadas por Norah y sus lugartenientes, muchas de las cuales incrementaron las listas de desaparecidos tras la muerte por causas no divulgadas de Augusta-Norah La Torre.

Luego de sobrevolar el pasado criminal de las mujeres que convirtieron sus envidias y sus frustraciones en el leitmotiv de sus vidas, llegamos a la última generación de senderistas activas, entre las cuales destaca nítidamente Estefany Alanya Chumbes, conocida en la Dircote como camarada Yazmín, mando militar del Comité Regional Ayacucho. Su labor en el trabajo cerrado estuvo orientada en los sindicatos entre los años 2015 y 2017, desarrollando acciones de agitación y propaganda (agipro, según los manuales de todas las policías del continente) en organizaciones de trabajadores independientes, padres de familia y estudiantes secundarios, de academias preuniversitarias y de institutos de educación superior. El hecho de permanecer durante mucho tiempo en esos frentes, demuestra no solo su capacidad organizativa, sino su dedicación casi exclusiva y a tiempo completo a esas tareas, advirtiendo a la Policía de que Yazmín recibe apoyo económico de su organización.

Su fidelidad absoluta a la causa terrorista y su fanatismo sin fisuras cobran mayor relevancia cuando la susodicha es filmada y fotografiada portando una banderola de tela azul con la inscripción: “No a la impunidad del asesinato del doctor Abimael Guzmán Reinoso”, la cual deja solo dos explicaciones, una, que Yazmín creyera que el asesino serial había sido asesinado, y, dos, que tratara de convencer a personas más limitadas que ella de tal mentira.

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Elena Iparraguirre (reo en cárcel), es quien emite la directivas nacionales y regionales, que camarada Cusi y camarada Yazmín han venido ejecutando.

Frustraciones que han conducido a la cárcel nuevamente a la llamada camarada Cusi, quien al caer en manos de la Policía Nacional en 1989 les dijo a sus compañeras de prisión que más temprano que tarde sería puesta en libertad y automáticamente ascendería a miembro suplente del Comité Central y poco tiempo después al exclusivo Buró Político del Comité Central, algo como el Colegio Cardenalicio para los jerarcas católicos, es decir, a solo  un paso a esa suerte de Olimpo senderista donde había estado la camarada Norah y luego la camarada Miriam.

Envidias que habían llevado a todas las senderistas a matar de frente o por la espalda y de seducir a los odiados policías y militares con tal de conseguir información relevante para la organización, con tal de convertirse en protagonista de una primera plana periodística como las que lograron Norah, Miriam, Edith, Yovanka Pardavé, camarada Sara, y la camarada Clara, quien le voló la cabeza al dirigente aprista César López Silva con un revólver calibre 45.

Trascender aunque sea chapoteando en el lodo, esa era la consigna de las mujeres asesinas. Tal cual.

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Abimael Guzmán, Camarada Yazmín, sendero luminoso

Todos los días, de lunes a viernes, Alexandra Ames, David Rivera y Paolo Benza discuten los temas más importantes del día por Debate. En nuestro episodio número 226: El lugar de las cenizas de Abimael es secreto de Estado. Los voceados cambios de ministros esperarán un tiempo. Purga en la DINI y entra la ‘promo’ de Antauro.

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El Movimiento por la Amnistía y Derechos Fundamentales (Movadef) se resiste a desaparecer. La organización sobrevive a la muerte del sanguinario fundador del grupo terrorista Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, entre la victimización y el apoyo a iniciativas del gobierno. Una de estas es la Asamblea Constituyente.

Actualmente, el Movadef es liderado por Alfredo Crespo, exabogado de Abimael Guzmán y quien ostenta el cargo de secretario general. Crespo está en la actualidad con arresto domiciliario al ser intervenido en el marco del operativo policial Olimpo, en diciembre del 2020, realizado para cazar a simpatizantes de Sendero Luminoso.

En el 2018, Crespo asumió el liderazgo del Movadef ante la muerte de Manuel Fajardo, otro de los abogados de Guzmán. “¿Se compromete a cumplir y/o asumir consecuentemente el cargo de secretario general guiándose y aplicando nuestra guía Ideológica, el marxismo, leninismo, maoísmo, pensamiento Gonzalo?”, le preguntaron a Crespo en la juramentación. “Sí, me comprometo”, respondió él en una reunión ante cien personas en Jicamarca, y en medio de aplausos.

Documento de la Dirección Contra el Terrorismo de la Policía que da cuenta de la juramentación de la nueva directiva del Movimiento por la Amnistía y Derechos Fundamentales, en el 2018.

La juramentación de Crespo fue clandestina, en sintonía con uno de los lemas del movimiento: “el partido es secreto o no es nada”. Pudo ser grabada gracias a la infiltración de agentes policiales.

La número dos de la organización, Estela Guillermo Álvarez (subsecretaria nacional, de acuerdo al organigrama), se encuentra presa a raíz de la misma operación Olimpo. En total hay 51 activistas del Movadef con prisión preventiva, 18 con comparecencia restringida y 8 con arresto domiciliario por estas pesquisas.

Según los planes de su fundador, Manuel Fajardo, el Movadef apuntaba a expandir su radio de acción en todo el país (para el 2018 ya tenían 5.000 inscritos y 68 bases a nivel nacional, salvo en Cajamarca, Loreto y Madre de Dios). El operativo Olimpo frenó sus aspiraciones.

“En los últimos diez años han sufrido golpe tras golpe. Primero la Operación Perseo [un megaoperativo realizado el 2014], luego Olimpo, después la muerte de su líder máximo. Los veo debilitados”, dice el antropólogo Dynnik Asencios, investigador del Instituto de Estudios Peruanos y estudioso de Sendero Luminoso.

De hecho, Guzmán murió sin arrepentirse, según su abogado Sebastián Chávez. “Una vez me dijo: ‘Si te metiste para soldado, tienes que aprender a marchar’. Él decidió iniciar la lucha armada porque estuvo plenamente convencido de que era lo que correspondía”, dice Chávez, quien es considerado por la Dirección Contra el Terrorismo (Dircote) como integrante del Ratio Luris, otro organismo salido de las entrañas de Sendero Luminoso, que funciona como brazo jurídico del Movadef. 

“Los integrantes del Movadef no tienen arrepentimiento de lo que se hizo. No han hecho un deslinde. Y eso es un gran problema. Así no podemos convivir todos en democracia”, dice, por su parte,  el investigador Asencios.

AFINIDADES

Según la Dircote, el Movadef se creó en el 2009 por orden de Abimael Guzmán y Elena Yparraguirre para impulsar un movimiento “pro-amnistía”. En estos últimos meses, el grupo no sólo se centró en pedir la liberación de Abimael Guzmán. También saludó la elección de Pedro Castillo y Perú Libre, y apoyó la iniciativa de una nueva Constitución con el lema “¡Asamblea Constituyente ya!”, sin que esto signifique un pacto formal con el gobierno.

Constituyente
Julio, 2021. El comunicado del Movadef en el que respalda una asamblea constituyente y saluda la proclamación de Pedro Castillo como presidente.

“Saludamos al compañero Pedro Castillo, le deseamos éxitos en su gestión y esperamos que propicie una real democratización de la sociedad peruana, que permita mejores condiciones para desarrollar el camino del pueblo”, escribió el movimiento en su sitio web, tras confirmarse en julio pasado el triunfo del profesor cajamarquino en las elecciones presidenciales.

Movadef también promueve la recolección de firmas para el referéndum por una Asamblea Constituyente en su cuenta de Youtube. Y su base en Puno ha realizado pintas a favor de la asamblea, el caballo de batalla de Perú Libre.

En esa región se encuentra César Tito Rojas, sindicado por la Dircote como miembro fundador del movimiento. Tito hoy es dirigente de la Federación Nacional de Trabajadores en la Educación del Perú (Fenate Perú), el gremio fundado por el presidente Pedro Castillo. Su nombre saltó a la palestra cuando visitó la sede de la Presidencia del Consejo de Ministros el pasado 7 de septiembre. Lo cierto es que el sindicalista vino como parte de una delegación de dirigentes puneños, representantes de otros gremios, para denunciar el abandono de un hospital regional. 

La cercanía de Castillo con algunos miembros del Movadef, sin embargo, es indisimulable. El 2018, el candidato presidencial de Perú Libre y cuatro representantes del Conare-Sute participaron de un evento de educación en La Paz organizado por Álex Chamán, representante en ese país del movimiento que pedía la amnistía de Guzmán. 

La Fenate Perú, el gremio fundado por Castillo, acaba de lanzar su propia agrupación política. La ha bautizado como Partido Popular y Magisterial. El liderazgo del partido ha recaído en Mery Coila, exsecretaria de Organización del Movadef en Tacna. La firma de la profesora también figura en los planillones del movimiento prosenderista, aunque recientemente declaró que se arrepentía de haberlo hecho.

El Movadef también se ha sumado al coro oficialista de que hay persecución política contra Perú Libre.  El grupo colgó hace apenas un mes el video de un conversatorio sobre esta supuesta persecución política al partido de Vladimir Cerrón, donde se entrevista a dos militantes de la agrupación del lápiz, Jorge Aliaga y Luis Tarazona. En el evento una de las presentadoras comparó la situación de Perú Libre “como en su momento fue la campaña contra la inscripción legal del Movadef, cuando tuvo la intención de inscribirse en el Jurado Nacional de Elecciones”.

El 2011 el Jurado Nacional de Elecciones cerró la puerta a la pretensión del Movadef de convertirse en partido político al señalar que el “pensamiento Gonzalo”, ideario que suscriben, desemboca en actos violentos.

El discurso de victimización también inunda las redes senderistas. “¿Es acaso casual la persecución a los activistas del Movadef, a los compañeros Aduviri, Cerrón, Santos, a los abogados de Ratio Iuris, a las organizaciones como Perú Libre, Conare Sutep, Fudepp, a los compañeros detenidos en el operativo Olimpo? De ninguna manera”, dice el Movadef en su portal oficial. 

Diciembre, 2020. Detención de Paul Leonardo Fernández, secretario de Movilización del Movadef, en el marco de la Operación Olimpo. Foto: Ministerio del Interior.

Otros organizaciones fachada de Sendero, como la asociación de abogados Ratio Luris, manifiestan una defensa cerrada  del ministro de Trabajo, Íber Maraví, acusado de pertenecer a Sendero y próximo a ser interpelado en el Congreso. “¿Cuál es el problema si es que en algún momento (Maraví) tuvo un pensamiento distinto? A Maraví por un tema de hace cincuenta años están pidiendo su cabeza. En el Perú no se puede ser comunista”, dice a Sudaca Sebastián Chávez, abogado de Abimael Guzmán y Elena Yparraguirre. El letrado hace referencia a las acusaciones contra Maraví sobre una presunta participación en atentados terroristas en Ayacucho, en 1981.

Miguel Sánchez Calderón, por ejemplo, otro de los abogados de los cabecillas senderistas y miembro de Ratio Luris según la Dircote, apoyó en redes la postura del líder de Perú Libre, Vladimir Cerrón, y el congresista de esa agrupación, Edgar Tello, de rechazar la ley para incinerar el cadáver de Abimael Guzmán.

El presente de los grupos de fachada de Sendero Luminoso como el Movadef, sin embargo, es el silencio. “Solamente el 5 % de su accionar es abierto; mientras que el 95 % está relacionado a ‘trabajo clandestino’”, dice un reciente informe de la Dircote. 

Los seguidores de Abimael Guzmán prefieren expresarse en las redes sociales y no dar entrevistas para evitar represalias de las autoridades. Los del Movadef no han cuestionado hasta el momento al presidente Castillo por promulgar la ley que permite cremar a Abimael Guzmán y la cúpula terrorista, aprobada en el Congreso. Los senderistas han apostado por respaldar desde su sitio web la victimización de la viuda del fundador de Sendero.  Y es que Yparraguirre ha denunciado el «asesinato” de su esposo, el genocida Abimael Guzmán, porque no lo dejan ver el cadáver. 

Pese al fuego graneado en las redes sociales del Movadef, el gobierno -como en todos los casos relacionados a Sendero-  no ha dicho esta boca es mía.

*Fotoportada: Darlen Leonardo

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Abimael o Guzmán debían ser más consensuales, pero desde el modo de llamarlos ya constituyen dos sujetos distintos. Debían ser consensuales porque agredieron a nuestra sociedad como nadie lo había hecho antes, e iniciaron, ellos solos, una guerra que duró más de una década y que nos costó 70 mil vidas humanas. 

Es cierto que hay causas estructurales como reza la CVR para que estos dos sujetos, que en sustancia son uno solo, armasen la grande en el Perú, pero pongamos las cosas en contexto. En 1980 recuperamos la democracia luego de 12 años de dictadura militar, y salimos de un fallido proceso de reformas radicales. A ello hay que añadirle la herencia de una inmensa e impagable deuda externa, esto es crisis económica, que toda América Latina había adquirido la década anterior desde que a los países de la OPEP, en 1973, se les ocurrió embargar el petróleo multiplicando cuatro veces su valor en pocas semanas. Por si fuera poco, el Perú atravesaba un vertiginoso cambio demográfico y una masiva migración del campo a la ciudad que el Estado, así, empobrecido como se encontraba, no estaba en capacidad de atender. 

El dato, en el que nadie repara, Constitución del 79 en mano, es que por primera vez en nuestra historia republicana teníamos algo parecido a una democracia gobernando el país, solo que a ese par de señores, que en realidad conforman una sola sustancia, no se les vino en gana regalarnos la oportunidad de construirla y lo petardearon todo, comenzando por la esperanza. ¿Y después vienen mis colegas a llamarla década pérdida?, podrá ser latinoamericano el mote, pero en el Perú se trata de una década petardeada por el terrorismo ¿por qué no llamar las cosas por su nombre?  

Y hablando de eso, los que me conocen saben lo lejos que estoy de la DBA, pero ¿por qué no puedo llamarle terrorismo al terrorismo? ¿cómo? ¿porque no incluye a las fuerzas armadas? ¿y porque tendría que ponerlas al mismo nivel que las bandas subversivas? Sé que las FFAA violaron derechos humanos, no hablo de errores o excesos, designo las cosas por su nombre, pero no por eso voy a caer en el maniqueísmo de plantear una guerra entre dos bandos en condiciones de igualdad, cuando de lo que debo hablar es de una sociedad atacada por bandas terroristas; a su turno, las FFAA deberán responder por sus crímenes, eso nadie lo discute, en todo caso, yo no lo discuto. 

Así veo las cosas y no voy a plantearlas de otra manera.  Y por favor que no me aplaudan las cruces de Borgoña, cuya mirada racialista del país, ya cumplido el Bicentenario de esta paradoja que llamamos república, contraviene, una vez más, el reloj de nuestro telúrico proceso histórico. ¿Velasco no les hizo comprender la sustancia del Perú? ¿Haría falta más o ya podemos sentarnos a construir un proyecto inclusivo para el país?

Termino hablando de la reconciliación que debe darse entre dos bandos, sí: las Fuerzas Armadas y los sectores sociales que fueron dañados por ellas. A este nivel, los voceros de aquellas deben tener la humildad (que hasta ahora no asoma) para reconocer que allí hay un gran trabajo por delante, desde dentro de las instituciones castrenses y proyectado hacia la sociedad. Pero ni Sendero, ni el MRTA tienen asiento en esta cena de paz.

Los dos sujetos, Abimael y Guzmán, han partido, junto a su única sustancia, la que debe esparcirse en sus cenizas, por los confines más remotos del planeta. Dudar en este punto es acuchillar, una vez más, la vieja herida que tanto le duele a nuestra sociedad y que aún no cicatriza.  

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UNO

Los monstruos no son gratuitos. Jamás. Y menos en una sociedad corrupta y desigual como la peruana. Ayacucho fue el culto de cultivo para tal efecto. Nos guste o no. Muchos tratan de encontrar en su infancia, el origen de su proceder. Ignorando que hay monstruos que nacen, justamente, desprovisto de bondad o con la maldad a flor de piel. Profesor de Filosofía lleno de visiones contrapuestas. Ególatra y vanidoso. Leyó a Mao Tse Tung y cuando pudo visitó China. Interpretó erróneamente que el Perú podría convertirse en una tierra llena de terratenientes, desterrando el capitalismo. Ridículo, por donde se le mire.

La historia siempre da respuestas. Las revoluciones, a excepción de la rusa; la del 49 y 59 se dieron en países netamente agrícolas. En los sesenta y setenta, todas las guerrillas, en Sudamérica, fracasaron rotundamente.

Si hablamos de violencia, la sombra de Pol Pot, se cernió sobre su figura. Y de ahí, las más de 70 mil víctimas de Sendero. La violencia era un medio para llegar al poder. Su ideología era la muerte y destrucción.

Mao Tse Tung se apoyó en el campesinado. Lo hizo parte de la revolución. Abimael, llegó después de la reforma agraria. Por ende, no había terratenientes. Entonces, aterrorizó a los campesinos. Usó la dicotomía malsana: Si no estás conmigo, estás contra mí.

 

DOS

Éramos adolescentes, con problemas de acné, en 1980. Uno de los hechos más relevantes fue que volvió la democracia, de la mano de Fernando Belaunde Terry. Cuya secuela directa, para nuestro regocijo, fue la aparición de revistas como Playboy y Zeta. El televisor aún era en blanco y negro, en muchos hogares. Vivía en Mangomarca, que se había construido para empleados del Seguro Social y Policías; era una urbanización mesócrata, llena de hileras de casas blancas.

Recuerdo los cerros colindantes y las torres de alta tensión. Una tarde de junio, iba a la bodega a realizar unas compras y, de repente, vi como explotó una torre. Estaba como a cinco cuadras de la explosión. Fue mi encuentro con el terrorismo. Tenía 16 años.

Así empezó en Lima: Derribando torres de alta tensión y dejándonos sin luz. A medida que pasaban los años todo se agudizo.

 

TRES

El Presidente nunca le prestó la atención debida. El retorno de la democracia, que empezó con buen pie, dio muestras de descalabro. En primer lugar, la llamada década perdida (en toda Latinoamérica) agudizó la crisis económica. No ayudó Manuel Ulloa, en absoluto, con sus desatinadas decisiones financieras. Para más inri, tenía encima la deuda contraída por los militares, la década anterior. Se llegó a destinar el 40% del presupuesto a pagarlas. El fracaso de la derecha peruana fue evidente.

El 85 salió elegido Alan García. Y llegó el acabose.

Muchas veces la literatura y el cine reflejan mejor que nadie la realidad. Siempre ha sido así. La policía y luego el ejército se vieron rebasados por el terrorismo. Cometieron actos deleznables. En 1988 se estrenó la película “La Boca del Lobo” de Pancho Lombardi. Se basaba en la masacre de Socos ocurrida en noviembre de 1983. Donde los policías mataron a una treintena de personas, que estaban en una fiesta de pedida de mano. Antes, violaron a las mujeres. En el 86 condenaron a once encausados. El réprobo de Fujimori los indultó el 95.

El 87, es un año clave, el Ejercito, cambió la estrategia, logró aliarse con el campesinado. Sin eso, nunca se hubiera ganado a las huestes de Abimael.

 

CUATRO

A finales de los ochenta, cuando se le antojaba, Sendero declaraba “Paro Armado”. Así, sin titubeos. Entonces la gente acudía con temor a trabajar. O no iba directamente. Recuerdo que donde vivíamos, había una farmacia, que estaba a 2 cuadras de la casa. Abrió en ese día. A la madrugada, los terroristas dinamitaron el negocio. Abimael y sus secuaces, ya entraban en los barrios de la periferia de Lima.

El ruido vibrante y constante de los generadores eléctricos eran un martirio en la Lima, de finales de los ochenta o inicios de los noventa. Bancos y negocios grandes compraban indiscriminadamente dichos aparatos. Mientras el hombre común, compraba velas, linternas y lámparas a kerosene. Las fiestas o cumpleaños terminaban apenas comenzaban. O se aplazaban, porque no había luz.

Todo cambia el 16 de julio de 1992. El atentado de Tarata, nos muestra que somos un país escindido. El terrorismo había ya matado decenas de miles en la serranía. Pero jamás importó demasiado o no quisimos darnos por enterado. Hasta que se dio el atentado en el centro del distrito, oligarca por excelencia.

Fue el golpe más mediático. Fue el inicio del fin.

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Todos los días de lunes a viernes «Si el Río suena» con Patricia del Río, entrevistas exclusivas. Este es nuestro episodio número 8.  El abogado César Azabache aseguró que el gobierno peruano debe tener una respuesta sólida antes que una apresurada para definir qué pasará con los restos de Abimael Guzmán, ya que debe contemplar que este caso llegue a instancias internacionales. Además indicó que debido a que el cuerpo aún se encuentra en la morgue no es necesario pedir que la norma sea retroactiva.

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Todos los días, de lunes a viernes, Alexandra Ames, David Rivera y Paolo Benza discuten los temas más importantes del día por Debate. En nuestro episodio número 217: ¿Qué deberíamos hacer con el cuerpo del genocida, más allá de la discusión legal? Las últimas encuestas le son favorables a Castillo. Y Bellido vuelve a remover la acusación de Chirinos.

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