Una pesquisa me condujo a un libro que, a pesar de su importancia, pasó inadvertido por la crítica de los medios y los streamings culturales. Es un volumen dirigido por la historiadora Claudia Rosas, titulado “Nosotros también somos peruanos”. La marginación en la historia del Perú, siglos XVI a XXI. A lo largo de sus casi 600 páginas y desde distintas perspectivas de la historia cultural, examina asuntos acuciantes y dramáticos de ese enorme mosaico humano y social que es el Perú.
Un abordaje riguroso y detallado destaca en los artículos, escritos con estilo libre y fluido por la mayoría de sus participantes, entre ellos la propia Claudia Rosas, Nelson Manrique, Jesús Cosamalón, Antonio Zapata, Karen Spalding, Jorge Lossio, Carlos Pardo-Figueroa, María Eugenia Ulfe, el desaparecido Jeffrey Klaiber, entre otros.
El libro apareció bajo el marco de una valiosa colaboración realizada en 2024 entre los fondos editoriales del Jurado Nacional de Elecciones, que lidera Enrique Hulerig, y de la PUCP, que tiene al frente a Patricia Arévalo. No se puede obviar el apoyo de los archivos fotográficos tanto del MALI como del Centro Bartolomé de las Casas, que cedieron valiosas fotografías (datadas entre 1865 y 1930) que ilustran el volumen. Entre ellas, causa particular asombro la fotografía de una de las sobrevivientes canacas polinesias secuestradas de su isla en 1862 por la Marina mercante peruana para realizar trabajos agrícolas con los culíes chinos, o desempeñar labores domésticas en casonas limeñas (p. 285).
El tema que recorre todo el libro, como bien dicta su título, es el del origen de la marginación en el Perú. Uno de los primeros artículos, “Los justos títulos de la guerra. De Ginés de Sepúlveda a los ppkausas”, Nelson Manrique (p. 67) identifica el comienzo de este fenómeno en la conquista. Ello se hace evidente durante el debate de Valladolid entre Las Casas y Sepúlveda, en el contexto de la formación de una sociedad colonial de castas que, tres siglos después, se consolidaría incluso en el ámbito académico, a través de las posturas racializantes de la República (Herrera, Deústua o Palma), que consagran esta visión de país en permanente estado de eugenesia, balcanizado en grupos cerrados, tal como en su momento sucedió bajo borbones y Austrias. Independencia en lo administrativo, no en la mentalidad.
Siguiendo el hilo de la historia cultural, uno de los ensayos más interesantes es justamente el de Claudia Rosas Lauro, antologadora del volumen, “Vagos, ociosos y malentretenidos. La idea de pobreza en el Perú del siglo XVIII”. Ella advierte (p. 235) que va “a estudiar en primer lugar la visión de la pobreza y los pobres en el discurso ilustrado peruano, identificando a los autores de la élite ilustrada que desarrollaron tanto temas de pobreza, como de vagancia y ociosidad, en función de los valores ilustrados de trabajo, utilidad y orden. (…) nuestras fuentes estarían constituidas por textos escritos por la élite ilustrada peruana, en la que participaron destacados miembros de la burocracia virreinal, de la Iglesia y de la intelectualidad. Estos textos aparecieron publicados en periódicos como el Mercurio Peruano o bajo el formato de libro, como Reforma del Perú [1783]”.
Sirva aclarar que este último fue escrito por Alonso Carrió de la Vandera (Concolorcorvo) diez años más tarde de la publicación de su picaresca cumbre, El lazarillo de los ciegos caminantes (1773), y que, gracias al ensayo de Rosas Lauro, podemos conocer en una faceta novedosa para el público literario: la del funcionario de Estado. El artículo estudia la aparición del concepto de plebe y la creación de toda una forma de vida, dentro de la élite limeña, gestada en oposición a esa naciente y desconcertante morralla marginal. La sociedad limeña, así, revela que se ha estructurado a partir de un racionalismo que otorgaba valor a las personas según su funcionalidad o su falta de ella. Se crea pues un discurso desde el poder para etiquetar a los sectores sin oficio ni beneficio, lo cual singularmente es objeto de debate desde las páginas del Mercurio Peruano, faro del pensamiento postcolonial y prerrepublicano.
Por último, sin restar méritos a los ensayos de Cosamalón acerca del nacimiento del servicio doméstico en Lima, con ese conocido contrapunto entre africanos e indígenas, o los textos de Spalding, Aguilar y Vergara sobre sectores vulnerables en la Colonia, en particular niños y mujeres, llama la atención el ensayo de Antonio Zapata sobre la gestación de la comunidad y posterior distrito de Villa El Salvador como modelo de ciudad autogestionaria, donde se puedan unir los conceptos de centro de trabajo y poblado–dormitorio, ideado como un experimento vecinal desde Sinamos pero pronto llevado adelante por la fuerza viva de los propios trabajadores-vecinos, al punto de que sobreviviese las arremetidas de los gobiernos posteriores a Velasco y lograse consolidarse como un distrito pujante que aún hoy conserva su parque industrial. En suma, un libro pleno de artículos de interés que refuerza enormemente la imagen de una institución como el JNE vista como controversial por algunos, en colaboración con una de las universidades más importantes de América Latina. Es de esperar que, en vista de los recientes cambios de gestión en el JNE, se mantenga el espacio editorial que se ha convertido ya en referente de la promoción de investigación, reflexión y cultura sobre nuestra democracia e historia política.
Claudia Rosas Lauro (Editora). “Nosotros también somos peruanos”. La marginación en el Perú, siglos XVI al XXI. Segunda edición. Lima: Jurado Nacional de Elecciones y Fondo Editorial de la PUCP, 2024.