género

[La columna deca(n)dente]  El 7 de marzo, en Expreso, Alejandro Muñante, congresista de Renovación Popular, publicó un texto titulado “¿Qué es una mujer?”. En dicho artículo, el también pastor evangélico cual cruzado con la espada desenvainada, emprende una batalla contra el mayor enemigo de nuestro tiempo: una palabra. No la corrupción, no el crimen ni la impunidad, sino la malvada, escurridiza y omnipresente palabra “género”. En su cruzada lingüística, nos advierte que las mujeres están en peligro, no por la violencia, la desigualdad o el feminicidio, sino porque alguien, en algún lugar, no ha definido “mujer” como él quiere.

Siguiendo el manual del populismo conservador, el pastor Muñante nos ofrece una dicotomía simple: de un lado, los defensores de la verdad biológica absoluta; del otro, las hordas de fanáticas y fanáticos de la «ideología de género», esa conspiración global que, al parecer, es responsable de todo, desde los embarazos adolescentes hasta el aumento del precio del pollo a la brasa. Su frase “las que no pueden definir lo que es MUJER, están asustadas porque ahora les vamos a enseñar a hacerlo” revela una ambición pedagógica insólita: un congresista decidido a dar clases de biología básica a quienes no han solicitado su sabiduría descomunal.

La clave de su discurso no está en su pedagogía improvisada, sino en su brillante estrategia política: si los problemas del país siguen sin resolverse, el truco es cambiar de tema. No hablemos de la lucha contra las organizaciones criminales; hablemos, en cambio, de la semántica de “mujer”. No discutamos violencia de género, pongamos en duda si el género existe. Esta es una estrategia discursiva de manual: construir un enemigo difuso —la ideología de género— y culparlo de todo. ¿Las políticas públicas no han eliminado la violencia contra las niñas, adolescentes y mujeres en todos estos años? Claramente es culpa del feminismo, no de la falta de gestión, presupuesto o ejecución.

Su rechazo al término «feminicidio» es otro giro magistral: si no nombramos el problema, el problema desaparece. Es un método infalible, similar a cerrar los ojos y esperar que el monstruo bajo la cama se esfume. Y cuando cuestiona la efectividad del Plan Nacional de Igualdad de Género, aplica la lógica del “si no resolvió todo de inmediato, no sirve”. Siguiendo esa línea, deberíamos eliminar el Congreso, dado que no ha erradicado ni la corrupción ni la crisis política y, por el contrario, sirve de todo corazón a los intereses de las organizaciones criminales.

En el fondo, lo de Muñante no es un debate, es una performance. Un show donde se presenta como el último bastión de la cordura ante el supuesto caos de la “ideología de género”, una amenaza tan peligrosa que, curiosamente, solo existe en los discursos de quienes la combaten. Su insistencia en reducir la realidad a definiciones rígidas no es un acto de rigor intelectual, sino un truco de prestidigitación: mientras discutimos su lección improvisada de biología, nadie le pregunta por las redes criminales enquistadas en el Congreso, la precarización del Estado de derecho o la impunidad rampante.

Pero si de definiciones se trata, quizá debamos concederle una: Muñante es la prueba viviente de que el conservadurismo no necesita argumentos, solo espantapájaros a medida. Su cruzada contra el género es tan útil como discutir si el agua está demasiado mojada. Si la política se limitara a jugar con palabras, Muñante sería un estadista colosal. Lástima que legislar implique lidiar con la realidad y no únicamente con su diccionario imaginario.

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La Comisión de Justicia del Congreso de la República aprobó con 12 votos a favor el dictamen del proyecto de ley 2803, que establece la unión civil entre dos adultos que quieren formalizar su convivencia, sin importar si son del mismo sexo o de sexos opuestos.

Siempre he pensado que en este tema del reconocimiento a las parejas homosexuales era mejor ir con todo (matrimonio, derecho de adopción, etc.), pero quizás resulta mejor la estrategia de ir avanzando de a pocos y paulatinamente llegar a la meta de los logros señalados.

En esa medida, se debe saludar la iniciativa impulsada por el congresista Alejandro Cavero, porque abre la puerta al camino de ir logrando derechos civiles para todos los peruanos sin distinción de género. Y hay que felicitar a los congresistas que se han allanado al proceso y que probablemente no lo hubieran hecho si se iba por más.

Entre los derechos que otorga la unión civil se encuentran las decisiones médicas prioritarias, la inclusión en seguridad social, los bienes adquiridos durante la convivencia, el derecho a pensión, beneficios económicos, prestación de alimentos, así como los derechos sucesorios, todos ellos derechos legales hoy proscritos y que tantos problemas generaba en la vida real a parejas homosexuales.

El Perú es uno de los países más rezagados en derechos civiles de la región. No sólo en lo concerniente al tema vinculado a los derechos de homosexuales, sino en asuntos como el aborto, los métodos de control de la natalidad a nivel de servicio público, etc. Es hora de ir poniéndonos al día y lograr poco a poco la constitución de un Estado de Derecho inclusivo, moderno y liberal.

Ojalá el Pleno del Congreso ratifique esta iniciativa legal y los conservadores rancios -que abundan no solo en la derecha sino también en la izquierda, como se ha visto en la votación de la comisión de Justicia- no impongan sus prejuicios y aversiones medievales, ante un proyecto moderno y profundamente democrático.

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Al cierre de esta columna, son 28 partidos políticos los que están formalmente inscritos para participar en los comicios presidenciales del 2026. Adicionalmente, existen otras 17 agrupaciones que están apresurando el paso para lograr su inscripción ya que el 16 de julio de este 2024, es el último día para que los ciudadanos que deseen postular a cargos públicos en el 2026, se inscriban en el partido de su preferencia.

En las elecciones presidenciales del 2021, tuvimos los peruanos en nuestra sábana, mal llamada cédula de votación, a 21 partidos políticos, así que preparémonos para una nueva sábana, esta vez para cama King, con al menos 40 logos para escoger. Para los votantes de Lima, donde se insiste en un solo distrito electoral con 33 congresistas, la sabanota, que debería postular a Record Guiness, tendría la friolera suma de 1,320 candidatos al congreso para escoger, más lo que se considere para el Senado.

Una tremenda estupidez aupada por este inefable congreso que más se preocupa en blindar mochasueldos que pensar en una reforma electoral que simplifique el voto ciudadano pasando el mapa a distritos uninominales y que otorgue a los ciudadanos el derecho de elegir nuevos representantes en un menor tiempo. Pero no, más se interesan en viajar con el/la amante o usar su semana de representación para hacer proselitismo político, algo no muy “lo justo” que digamos.

La diáspora galáctica de precandidatos presidenciales es enorme. Entre los radicales de izquierda tenemos a Aníbal Torres y su “ correrán ríos de sangre, Guido Bellido leyendo hojas de coca para hacer políticas públicas, el asiduo visitante del VRAEM Guillermo Bermejo, la secretaría de Nadine, Veronika Mendoza y el orate asesino, homofóbico y racista de Antauro Humala. Tremendo ramillete que hace extrañar aquella izquierda, firme pero democrática, con la cual se podía conversar como la de Alfonso Barrantes, Genaro Ledesma y los menos radicales como Cucho Haya de la Torre y Enrique Bernales.

Hacia la derecha conservadora, alguna más achorada que la otra, tenemos a partidos más organizados como Fuerza Popular y su sempiterna candidata Keiko Fujimori, Renovación Popular, Avanza País y también el PPC, recientemente reincorporado a las lides electorales. 

Mientras que en la centro-izquierda aparecen amarillos y morados, la centro derecha se confunde entre discursos populistas y tibios, que poco impacto tienen, por ahora, en la población. Mientras que la derecha liberal, con algunos buenos prospectos, podría ser la sorpresa siempre y cuando los egos se guarden en los bolsillos, y el amor por el Perú prime para formar una alianza electoral desde la primera vuelta.

Pero como están las cosas, el panorama se inclina hacia los discursos radicales y disruptivos. Un sector de la población, como el sur andino y sectores más pobres del país, podría ver a Antauro como su nuevo Velasco, coincidiendo con sus planes de nacionalización, fusilamiento de corruptos, sus discursos en contra de la inversión extranjera y el advenimiento de la supremacía de la raza cobriza. Nazismo a la peruana.

Hacia el otro lado, con una Keiko rejuvenecida y empoderada por el apoyo de su padre, Alberto Fujimori, quien tiene, además, mayor simpatía del pueblo que ella misma, tiene el potencial de llegar a segunda vuelta sin mayor problema, siendo su principal paradigma, los 40,000 votos que, en dos ocasiones, le impidieron de vestir la banda presidencial. No sería de extrañar, que, entre la derecha conservadora, se trate de formar un frente que asegure una bancada mayoritaria y que luego tienda puentes con sectores más centristas para una “hoja de ruta” hacia la segunda vuelta.

Parece entonces que el 2026 se encamina a tener 4 grupos ideológicos en la contienda electoral. La izquierda radial con Antauro a la cabeza, el centro donde podrían confluir políticos de izquierda y derecha con gustos de champagne y caviar, la derecha liberal, siempre que tenga un discurso simple y disruptivo, y la derecha conservadora cuya candidata natural sería Keiko.

Sería ideal ver que estas tendencias ideológicas pudieran desprenderse del espejo del ego y la vanidad para formar alianzas desde la primera vuelta. Por la historia, esto es poco probable. Por el deseo de ver a nuestro Perú de regreso a la tolerancia, a la solidaridad y a un manejo profesional y honesto del Estado, es un mandato ético y moral.

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Si hay una frase que recordamos de Manuel Gonzales Prada, escritor y político anarquista del siglo XX, es la famosa : ¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!

Hoy, ya entrando al segundo cuarto del siglo XXI y ante el implacable avance de las tecnologías, la expresión de Gonzáles Prada podría tener más vigencia que nunca y aplicarse al pie de la letra en medios políticos, empresariales y hasta sociales.

Sin embargo, la toma de conciencia por mantener un modo de vida saludable y el avance de la medicina, ha hecho que la esperanza de vida se alargue en promedio a cerca de los 80 años, y que adultos de 50’s, 60’s e incluso más allá, gozan de excelente salud física y mental, y un envidiable deseo de seguir contribuyendo a la sociedad.

En el Perú, si tomamos en cuenta la pirámide poblacional desde los 20 años hasta los 70 años, vemos que un 57.7% se encuentra en el rango de 20-40 años, un 36.7% entre 40 y 59 años, y 10.6% entre 60 y 70 años. Es decir, casi un 50% de la población en ese rango, es mayor a los 40 años lo que necesariamente implica, y quizá hasta encamina, a una natural confluencia generacional.

Actualmente, las instituciones están dando mayor énfasis en el intercambio de conocimiento y experiencias intergeneracionales, para generar mayor y bienestar, reduciendo el riesgo de cometer errores que quizá la experiencia, y algunas canas, puedan evitar. 

La confluencia generacional tiene, por supuesto, retos importantes. Uno de ellos es la formación y, en ciertos casos, la reconversión de los adultos para poder adaptarse a un nuevo entorno laboral que les va a demandar un esfuerzo diferente y una apertura honesta para que su adaptación sea rápida y efectiva.

De allí que quien lidere estos equipos multigeneracionales debe comprender que su gestión humana no puede ser horizontal, sino que debe de tener en cuenta las características de cada generación y buscar los puentes (o túneles del tiempo) que generen procesos donde cada uno aporte valor en base a sus competencias, habilidades y experiencia.

Consultoras de talla mundial como KPMG ha publicado un documento titulado “El desafío de retener a distintas generaciones “ (https://assets.kpmg.com/content/dam/kpmg/pa/delineandoestrategias/DE-El-desafio-de-retener-generaciones.pdf) donde recomiendan a las organizaciones a manejar activamente el talento intergeneracional haciendo énfasis en temas como la formación, la motivación, incentivos diferenciados y flexibles, que permitan que la diversidad de generaciones sea provechosa para las personas, las empresas y la sociedad. 

Así como nos hemos acostumbrado a tener equipos multidisciplinarios, multirraciales y con diversidad de género, toca ahora integrar una nueva variable que es la generación de los colaboradores, aquella que entrega juventud y modernidad, como también la que ofrece experiencia y conocimiento. Como en las familias.

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En las redes sociales hay un fenómeno muy interesante, seguro estudiado y con nombre, pero en el que recientemente he reparado, que es el de comentar artículos y noticias de periódicos y revistas especializadas guiándose tan sólo del encabezado que lo acompaña. Páginas de noticias, de divulgación científica y análisis político y social, atraen a un mar de comentaristas que cuestionan el contenido del texto inspirándose tan sólo en la sumilla y el titular. 

No son trolls que lo hacen por motivos laborales, sino por contemplarse como víctimas de una agresión moral contra la veracidad de sus creencias. Los distingue esa predisposición de que les da razón para atacar.  Si se aborda un tema de género o peor aún su autor es mujer o de la población lgbtiqa+, el titular debe ser cuestionado pues alimenta la cultura woke, la violencia feminista, la confusión de la identidad sexual. Todas artimañas que buscan derrumbar la familia provida. Cuando se anuncia que una obra literaria llevada al cine será interpretada por actores de fenotipo distintos al de su autor, sea Shakespeare u Homero, la obra es un sin sentido que busca agacharnos ante razas que ahora imponen los medios comunistas y antinacionalistas de entretenimiento. Cuando se publican fotografías de nuestro planeta desde el espacio, resulta que es un engaño porque el cielo no es más que un domo que cubre una tierra plana con límites aún por ser establecidos. La física, la matemática, los estudios culturales, la literatura y las ciencias de la vida, usualmente albergados en universidades y otros circuitos de arte y conocimiento, para estos comentaristas son un enemigo creado contra el fundamento principal de sus creencias: la Biblia. 

Es cierto que la modernidad sacó del juego a la escolástica de las universidades y de los centros de conocimiento, una corriente dedicada a demostrar científicamente la existencia de Dios, sus obras y naturaleza. En oposición, la modernidad impuso a la producción industrial y a todas las ciencias el conseguir un progreso económico y social que sin duda cambió el sentido de la humanidad y que hoy nos tiene en vilo ante una debacle medioambiental. Pero criticar a la modernidad retornado a la escolástica es retornar a un estado premoderno, anterior a los tiempos de la independencia del Perú, cuando teníamos población esclavizada y no éramos siquiera los dueños de nuestro suelo. ¿Cómo puede ser deseo de algunos comentaristas el retornar a ser colonia de un imperio transatlántico? ¿Cómo puede ser razón para restar con orgullo importancia a la costumbre de leer, de distinguir al mito de la evidencia y la comprobación? Porque si de la modernidad con algo se quedan, es con las explicaciones que justifican el racismo y la discriminación de todo aquello que no sea ícono de una brava masculinidad. 

En Estados Unidos hasta el año 2019, el 40% de su población era creacionista, seguros de la existencia de Adán y Eva y de que llevamos tan sólo seis mil años de humanidad (Gallup, 2020). Con el aumento de la formación universitaria (a la que accede ya cerca de la mitad de su población) aún hoy, el 80% de su población considera que la Biblia fue inspirada por Dios (Gallup, 2024). En Perú, las universidades tampoco podrían resolver que muchos peruanos y peruanas se opongan a la Teoría de la Evolución, pues existen casas de estudio que aún mantienen posturas escolásticas y defienden el creacionismo. Algunas lo llevan a extremos, pues al pertenecer a redes internacionales de centros de formación superior de su misma religión, retroalimentan entre pares los resultados de las investigaciones de sus docentes y estudiantes para sustentar la Biblia y las posturas que los comentaristas escolásticos defienden. Año a año, la creencia en Dios no se reduce en el Perú, y los fieles protestantes a la Biblia van en aumento, son ya la cuarta parte de nuestra población (Ipsos 2022). 

Si queremos pensamiento científico peruano, hay docentes, muchísimo qué hacer. 

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género, masculinidad

Por : Raysa díaz también y Liz Meléndez

Hablar de cuidados es hablar de bienestar. En algún momento de nuestras vidas, todas las personas recibimos cuidados o cuidamos. Así, cuando hablamos de cuidados hablamos de la sostenibilidad de la vida y el buen vivir.   

El año pasado, el Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán, Oxfam Perú y el Instituto de Estudios Peruanos (IEP) realizaron una Encuesta sobre Representaciones del Trabajo de Cuidado en el Perú, donde identificaron que el 68% de las personas señalaron que necesitaban algún tipo de cuidados. 

Ejercer nuestro derecho al cuidado, entendido en sus tres dimensiones de cuidar, ser cuidado/a y el autocuidado, son parte del derecho a vivir una vida digna. Se trata de garantizar condiciones adecuadas a las personas para que puedan vivir en igualdad y sin discriminación, sin estar expuestos/as al abandono y la precariedad. 

Este derecho universal y autónomo debe ser garantizado por el Estado, independientemente de la situación de vulnerabilidad o dependencia de quien lo requiera. Aunque las políticas públicas deben tener en cuenta la situación específica y de riesgo de las diversas poblaciones, este debe ser un derecho garantizado para la ciudadanía en su conjunto.

Volviendo a la encuesta, esta revela que 7 de cada 10 mujeres son las principales responsables del cuidado en sus hogares. Además, el 83% de las personas encuestadas afirmó que a lo largo de su vida ha visto solo a las mujeres dedicarse en mayor medida a las actividades de cuidado.  

Los cuidados han sido históricamente asumidos por mujeres o por personas feminizadas. Si queremos alcanzar una sociedad más igualitaria, se tienen que romper con estos roles de género, pues son una barrera para la igualdad. 

De hecho, muchos hechos de violencia surgen cuando las mujeres no responden a estas funciones o tareas patriarcalmente asignadas. Por ello, promover la corresponsabilidad paritaria en los cuidados y en el trabajo doméstico es una dimensión a impulsar. Aunque esta no es la única.

Vivir en entornos violentos, cuidando a otras personas del hogar y con poco tiempo para acceder al campo profesional y/o laboral no solo limita el desarrollo personal y profesional de las mujeres, sino que genera barreras para salir de la pobreza.

El 81% de personas considera que el trabajo de cuidados debería remunerarse. Sin embargo, el 51% afirma que debe haber una retribución económica solo si la persona no es parte del entorno familiar. Es decir, el trabajo gratuito en el hogar o cuidando personas dependientes recae en las mujeres. 

Lo paradójico es que el trabajo de cuidados significa un aporte fundamental a las economías de la región. Según la CEPAL (2021), equivale al 20,4% del PBI. ¿Realmente existen servicios de calidad en el país para garantizar el derecho al cuidado? La respuesta es no. 

Tenemos algunos servicios asistencialistas, precarios y situados fundamentalmente en las zonas urbanas. Lamentablemente la ciudadanía desconfía de estos servicios. El 80% de hogares con menores de 5 años y el 60% de ellos con personas con discapacidad no los utilizan. Dicha ilegitimidad responde a que estos no cumplen con estándares de calidad mínimos.

El derecho al cuidado interpela al Estado a diseñar, implementar y sostener políticas públicas de gran inversión, pero que redundarán en el bienestar de la población. 

Es tiempo de avanzar y esta es una dimensión clave para lograrlo. 

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derechos humanos, Entre Brujas: Feminismo, género

[EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS] A mediados de 2019 se levantaron los chilenos por mejoras socioeconómicas en su país. Querían acceso a la educación, que bajen los precios de los servicios públicos, como el transporte, y jubilaciones dignas. Fueron a una Asamblea Constituyente y esta malinterpretó el mensaje, así que terminó redactando un texto constitucional de género y feminista-radical, reivindicando derechos muy distintos a los anhelados por la mayoría de las masas protestantes.

Para muestra un botón, el proyecto constitucional, que se rechazó abrumadoramente en plebiscito celebrado en septiembre de 2022, comenzaba señalando que Chile estaba compuesto por seis nacionalidades mapuches, pero olvidaba mencionar algo obvio: a la propia nacionalidad chilena. El resultado es que las comunas y regiones mapuches fueron las primeras en rechazar aquel proyecto, porque resulta que no conozco, en América Latina, una nación que lo sea más que la nación chilena.

La situación obligó a redactar otro texto constitucional con vientos a favor de la mesura y, es verdad, también de la derecha (quien siembra vientos …). Así que la nueva Carta Magna, que acaba de ser aprobada por el Congreso y que va a plebiscito el 17 de diciembre, no menciona una sola vez la palabra género en su capitulado, de lo que sí habla es de igualdad absoluta entre varones y mujeres; inclusive, sanciona la tan anhelada igualdad laboral. También coloca su énfasis en los derechos sociales y económicos, aunque no sé si lo suficiente como para satisfacer las demandas que motivaron las protestas de 2019-2020.

Por otro lado, no se menciona tampoco, en ninguno de sus pasajes, a los colectivos LGTBI, lo que considero un gran vacío, pero también una reacción, no justificable, ante un texto previo que hacía parecer la agenda de una minoría como si fuese la mayoritaria. Finalmente, el nuevo texto constitucional, conservador, por las varias referencias a la familia tradicional, representa una vuelta a los derechos fundamentales, explícitos en su capitulado, los que fueron transgredidos brutalmente por las olas libertaria-conservadora y progresista radical de las derecha e izquierda del siglo XXI.

Estas, a través del escrache y la cancelación, han hecho de este mundo un lugar incierto e inseguro, carente de valores democráticos y republicanos tan básicos como el diálogo y la tolerancia, así como transgresor de derechos fundamentales irrenunciables, como el honor, el buen nombre y la presunción de la inocencia. ¿Hasta cuando la tiranía de las redes sociales? Por todo ello, se espera un gran debate nacional en las tres semanas que nos separan del día en que se realizará el trascendental plebiscito en el vecino país del sur.

La nueva constitución chilena, si se aprueba, no será un lugar perfecto. Sin embargo, podría convertirse en un recinto mejor que aquel en el que uno de los dos extremos se aprestaba a adoptar posiciones muy ventajosas para ganar terreno en su lucha ideológica a través de prácticas absolutamente jacobinas, en las que la destrucción del disidente se justifica y normaliza como método de acción política.

Tampoco puedo asegurar si el nuevo lugar que podría generarse pronto en Chile será más acogedor. Sin embargo, en tanto que sujeto que no ha arriado los principios y valores del progresismo del siglo XX, los que suponen la vigencia irrestricta de los derechos de la persona humana por encima de cualquier otra consideración, espero que dicho lugar se convierta en una esperanza para la reconfiguración de espacios donde el respeto por el otro, y no su deshumanización, vuelvan a erigirse en la base de la convivialidad democrática.

En suma, espero que, desde Chile, pueda comenzar a reedificarse un lugar en el que el centro democrático y republicano se constituya en una vía alternativa a la guerra de extremismos en la que nos encontramos inmersos en toda América Latina y el mundo.

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Lingüística: Esta es una dimensión que agregué a mi lista hace poco pues tiene poco que ver con las personas y depende del idioma que hables. Pero, a diferencia de algunos otros idiomas, nuestra lengua castellana asigna género a casi todas las palabras: “Lo nuestro, la lengua, el castellano, lo asignado, el género, el todo, las palabras”. Y me parece importante rescatarlo como una dimensión más porque se comporta como una. Por un lado, tiene algunas raíces objetivas con excepciones: generalmente lo que termina en “a” es femenino y lo que termina en “o” es masculino. También es socialmente arbitrario: cosas consideradas masculinas como ‘las pistolas’ son palabras femeninas y cosas femeninas como ‘el esmalte de uñas’ son masculinas. Por otro lado, es ambiguo: hay palabras como ‘mar’ que pueden ser ‘el mar’ o ‘la mar’. Y va cambiando en el tiempo: palabras como ‘la aplicación’ son femeninas, pero anglicismos como ‘el app’, pueden ser masculinos por ser más fáciles de pronunciar. Personalmente, no soy muy partidario de escribir con lenguaje inclusivo, pero uno entiende así su propósito de visibilizar, a través del lenguaje, la diversidad de combinaciones de dimensiones de género que existe. Su punto es reconocer que uno habla de la manera en la que piensa y si, por ejemplo, usamos el masculino para referirnos a varias personas, invisibilizamos al resto – que ahora sabes que son millones de personas.

Para cerrar este artículo quiero notar que no se trata de que una contorsión lógica larga para responder una pregunta sencilla como ¿Qué es una mujer? Notarás que la respondí en la primera oración. Sin embargo, género es un concepto complejo sobre el que vale la pena reflexionar. Y cabe mencionar que ser mujer también viene con dificultades (como las que enfrentan al vivir en una sociedad machista) que las mujeres trans enfrentan por igual. Incluso enfrentan más dificultades pues, de forma interseccional, enfrentan dificultades de ser mujer y también de ser transexuales. Así, las mujeres trans también son mujeres, pues son una combinación de dimensiones de género que las hacen un tipo de mujer. De la misma manera en la que un padre adoptivo es también un tipo de padre. Es por eso que “una persona del género femenino” es una definición que engloba mejor a todas las mujeres por las que pregunta el título de este artículo. Recuerda que la diversidad es riqueza, y siempre hay algo valioso que aprender de la experiencia de otros en este planeta.

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A la par tenemos el incremento del odio hacia las feministas y defensoras de los derechos de las mujeres. Sectores contrarios a la igualdad quieren invisibilizar las raíces estructurales del problema y quitarle especificidad. Lo más fácil es restarle seriedad a una lucha que es global, buscando estigmatizarla.  A falta de razones para sustentar sus propuestas, producen discursos de odio que calan profundamente en una sociedad escindida por las desigualdades.

En este complejo escenario, las feministas y defensoras de derechos perseveramos.

En el marco de este día emblemático, el 26 de noviembre, diversas expresiones del movimiento feminista vienen organizando una serie de acciones públicas, además de una movilización. Esta partirá del Parque Washington en el centro de Lima, a las 4:00 pm. Con el lema: “Perú Machista, nos violan, nos matan y desaparecen”; se quiere llamar la atención de la ciudadanía, para que se comprometa con esta lucha y rechacen los retrocesos que se vienen dado. A la vez, se les recuerda a las autoridades que, garantizar el derecho a una vida libre de violencia de género es su obligación.

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