género

Lingüística: Esta es una dimensión que agregué a mi lista hace poco pues tiene poco que ver con las personas y depende del idioma que hables. Pero, a diferencia de algunos otros idiomas, nuestra lengua castellana asigna género a casi todas las palabras: “Lo nuestro, la lengua, el castellano, lo asignado, el género, el todo, las palabras”. Y me parece importante rescatarlo como una dimensión más porque se comporta como una. Por un lado, tiene algunas raíces objetivas con excepciones: generalmente lo que termina en “a” es femenino y lo que termina en “o” es masculino. También es socialmente arbitrario: cosas consideradas masculinas como ‘las pistolas’ son palabras femeninas y cosas femeninas como ‘el esmalte de uñas’ son masculinas. Por otro lado, es ambiguo: hay palabras como ‘mar’ que pueden ser ‘el mar’ o ‘la mar’. Y va cambiando en el tiempo: palabras como ‘la aplicación’ son femeninas, pero anglicismos como ‘el app’, pueden ser masculinos por ser más fáciles de pronunciar. Personalmente, no soy muy partidario de escribir con lenguaje inclusivo, pero uno entiende así su propósito de visibilizar, a través del lenguaje, la diversidad de combinaciones de dimensiones de género que existe. Su punto es reconocer que uno habla de la manera en la que piensa y si, por ejemplo, usamos el masculino para referirnos a varias personas, invisibilizamos al resto – que ahora sabes que son millones de personas.

Para cerrar este artículo quiero notar que no se trata de que una contorsión lógica larga para responder una pregunta sencilla como ¿Qué es una mujer? Notarás que la respondí en la primera oración. Sin embargo, género es un concepto complejo sobre el que vale la pena reflexionar. Y cabe mencionar que ser mujer también viene con dificultades (como las que enfrentan al vivir en una sociedad machista) que las mujeres trans enfrentan por igual. Incluso enfrentan más dificultades pues, de forma interseccional, enfrentan dificultades de ser mujer y también de ser transexuales. Así, las mujeres trans también son mujeres, pues son una combinación de dimensiones de género que las hacen un tipo de mujer. De la misma manera en la que un padre adoptivo es también un tipo de padre. Es por eso que “una persona del género femenino” es una definición que engloba mejor a todas las mujeres por las que pregunta el título de este artículo. Recuerda que la diversidad es riqueza, y siempre hay algo valioso que aprender de la experiencia de otros en este planeta.

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A la par tenemos el incremento del odio hacia las feministas y defensoras de los derechos de las mujeres. Sectores contrarios a la igualdad quieren invisibilizar las raíces estructurales del problema y quitarle especificidad. Lo más fácil es restarle seriedad a una lucha que es global, buscando estigmatizarla.  A falta de razones para sustentar sus propuestas, producen discursos de odio que calan profundamente en una sociedad escindida por las desigualdades.

En este complejo escenario, las feministas y defensoras de derechos perseveramos.

En el marco de este día emblemático, el 26 de noviembre, diversas expresiones del movimiento feminista vienen organizando una serie de acciones públicas, además de una movilización. Esta partirá del Parque Washington en el centro de Lima, a las 4:00 pm. Con el lema: “Perú Machista, nos violan, nos matan y desaparecen”; se quiere llamar la atención de la ciudadanía, para que se comprometa con esta lucha y rechacen los retrocesos que se vienen dado. A la vez, se les recuerda a las autoridades que, garantizar el derecho a una vida libre de violencia de género es su obligación.

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Las diferencias de género en las preferencias competitivas pueden tener repercusiones de gran alcance para las opciones educativas y ocupacionales. Estudios empíricos recientes muestran que una parte significativa de las diferencias de género observadas en los resultados educativos y en el mercado laboral pueden atribuirse a las diferencias de género respecto a la propensión competitiva medida. Además, diversos experimentos de campo muestran que los trabajos con salarios competitivos, donde el pago individual depende del desempeño relativo, tienen más probabilidades de desanimar a las mujeres que a los hombres a postularse. Sin embargo, existen otros factores importantes que mitigan la brecha de género en este contexto, por ejemplo, si el trabajo se realiza en equipo y si el puesto tiene claramente características específicas asociadas a un género. Además, existe evidencia de que las diferencias de género en la competitividad contribuyen a las brechas de género en los emprendimientos. Las mujeres que se alejan de las actividades y contextos competitivos tienen menor probabilidad de ser empresarias latentes quienes prefieren el trabajo por cuenta propia al empleo remunerado, y también es menos probable que sean empresarias incipientes, en referencia a quienes realmente toman medidas para iniciar nuevos negocios.

En el contexto de los hallazgos científicos disponibles, surgen planteamientos sobre las implicaciones y las posibles intervenciones públicas. Por ejemplo: ¿Qué medidas se podrían tomar si el objetivo es aumentar la proporción de mujeres en puestos de liderazgo o en la creación de empresas? ¿Deben las políticas públicas cambiar las preferencias por la competencia en un contexto de ingeniería social? Estás preguntas presentan serios planteamientos éticos dadas las inciertas consecuencias sociales de tales intervenciones. Teniendo lo antes expuesto en cuenta, varios países han ido cambiando gradualmente el marco institucional. Por ejemplo, aquí se podrían considerar las cuotas para puestos en directorios corporativos, que ya existen en algunos países. Los estudios experimentales muestran que la introducción de cuotas femeninas puede tener efectos positivos. Sin embargo, tales regulaciones de cuotas pueden ser controvertidas y son difícilmente ejecutables en las industrias de empresas emergentes como los startups. No obstante, una medida relativamente poco controvertida para los formuladores de políticas públicas podría ser el aumentar significativamente la visibilidad de las mujeres en profesiones tradicionalmente entendidas como masculinas, ya que la evidencia empírica sugiere que tanto los modelos a seguir como los efectos de pares son importantes para los resultados en los mercados laborales.


Artículo escrito en colaboración con el Prof. Dr. Werner Bönte.
Más sobre su línea de investigación aquí.

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“cuotas de género”, género, laboral

El campo de la economía familiar, que enfatiza las interacciones de diferentes individuos dentro de una familia, ha demostrado que tampoco es necesario irse a los extremos, y que mínimas diferencias de género pueden ocasionar grandes diferencias en los resultados entre hombres y mujeres. Por ejemplo, la alta concentración de hombres en trabajos de mayor riesgo podría explicarse como resultado de la toma de decisiones familiares. Al igual que en la elección de un portafolio financiero, una familia podría querer tener una inversión riesgosa y rentable cubierta por una que esté relativamente libre de riesgos. Entonces, incluso diferencias de género mínimas en la aversión al riesgo llevarían a los hombres a trabajar consistentemente en trabajos más riesgosos, como el ejército y la minería.  Las políticas familiares y laborales en el Perú mejorarían su efectividad en el campo socioeconómico si estas abarcaran los desafíos de la heterogeneidad y diversidad psicológica, dentro de, y entre ambos géneros.

 

 

 

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En junio de este año, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) presentó el Informe Regional de Desarrollo Humano 2021 al que llamó Atrapados: Alta Desigualdad y Bajo Crecimiento en América Latina y el Caribe. Lo llama así porque considera que la región se encuentra en una “trampa que impide su avance hacia el logro de la agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible”. En estas líneas vamos a tartar de mostrarle algunos datos que se desprenden de este informe y que pueden ayudarlo a comprender la situación de la región y del país dentro de ella.

 

Los avances en la lucha contra la pobreza

Una primera constatación que venía siendo positiva en el tiempo prepandemia es que los países de América Latina y el Caribe, es que los países veníamos avanzando en la lucha contra la pobreza. De hecho los datos para el Perú daban cuenta de un estimado de 6 puntos aproximados de reducción de pobreza multidimensional entre el 2012 y el 2018, como se aprecia en la captura del informe. 

Sin embargo, se trata de condiciones prepandemia. Como el reporte señala: 

“estas cifras reflejan la situación anterior al COVID-19. Desde entonces, de acuerdo con las proyecciones, la pandemia ha anulado gran parte de ese progreso. A pesar de las medidas de asistencia social en algunos países, es probable que la proporción de personas que viven en la pobreza en ALC haya aumentado durante este tiempo”.

El otro punto central es que en la discusión no debe incorporarse solo el tema de la pobreza, sino también y de manera excluyente el tema de la desigualdad. Que es también un concepto multidimensional y que conlleva elementos sociales, políticos y culturales que pueden generar condiciones de exclusión más profundas que las meramente económicas.

En ese sentido, se conoce que en la región, en términos concretos, el 10% de los hogares con los ingresos más altos captura el 49% de los ingresos nacionales (atendiendo casos conocidos de Chile, México y Brasil); mientras que el 1% captura el 28% de los ingresos totales. Hay desigualdad extrema de redistribución sin duda que empieza por esta lógica. Esto convierte a la región en la segunda más desigual del mundo en redistribución de riqueza. En Perú, de acuerdo con los datos que el informe presenta los indicadores estarían en 53% (acumulado por el 10%)  y 24% (por el 1%). 

 

Las brechas educativas

Pero, como hemos señalado, la desigualdad no es solo económica. Si bien en educación hemos avanzado en la región en todos los indicadores de cobertura educativa, reduciendo las brechas entre los más ricos y pobres de una manera importante, esto no significa que las desigualdades educativas estén camino a desaparecer. Por el contrario, algunas se han agudizado. 

En primer lugar, en lo que es la educación terciaria o superior las brechas no se han reducido en las últimas décadas. Sigue siendo una promesa vigente para los más ricos principalmente. 

Sin embargo, el gran problema de la desigualdad en la región está en la calidad de la educación que se recibe, cuando se mide por percentiles de distribución de ingreso. Para ello, el Informe reseñado toma en cuenta los resultados de la ya famosa prueba PISA (Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos). Allí se comprueba que las calificaciones de los estudiantes más pobres son consistentemente más bajas que los alumnos menos pobres. Configurando claramente un acceso a una educación desigual. Además, generando la brecha de calidad educativa más grande a nivel mundial. Como se ve en el gráfico que se presenta en el referido informe:

Por último, una investigación de Chmielewski y Savage (2016) reporta que en la región el sistema educativo está altamente segregado y que es un indicador que ha ido aumentando con el paso del tiempo. Este es un indicador muy interesante que combina el nivel educativo del padre o madre, su ocupación y los bienes del hogar (especialmente del estudiante). El Perú ocupa un no honroso segundo lugar de la región, detrás de Chile. 

En resumen, si bien se avanza en cobertura y alcance educativo, el logro, la calidad y la segregación; es decir, los indicadores de la desigualdad educativa son elementos que en la región hacen agua. Con la pandemia encima y con el retraso en volver a las aulas, estamos seguros de que ello habrá empeorado más. Y el Perú ocupando siempre los lugares más preocupantes en la región.

 

Los servicios básicos

Otro elemento clave de desigualdad que el informe reseña es el de acceso a los servicios básicos. Ya no solo incorpora a los tradicionales agua, saneamiento y luz, donde mantenemos siempre la lógica de que quienes más tienen, mejor cobertura alcanzan. Se añade el acceso a Internet en el hogar como parte de los servicios básicos. Cuando se analiza esta problemática a la luz de los ingresos de la población e la región, se puede observar la desigualdad en el acceso, como lo vemos en el cuadro siguiente:

Impresiona cómo podemos notar una escalera que va subiendo mientras el ingreso se hace más grande. Como el mismo informe señala: “Aunque el Internet pueda ser considerado como un tipo de servicio más sofisticado, es un servicio esencial para funcionar en el mundo actual… Las marcadas disparidades en la región en cuanto al acceso a Internet y a las herramientas para utilizarlo están impidiendo a millones de personas alcanzar mayores niveles de bienestar.”

 

El género

Otro factor de desigualdad extrema que se analiza en la región es la de género. Y allí las cifras son de terror. SI las mujeres en general tienen que enfrentar situaciones de discriminación laboral, las mujeres pobres las sufren en mayor extremo. Mayores tasas de desempleo. Menor remuneración por el mismo trabajo. Menor cantidad de horas de contrato formal. Más contratación informal. Más trabajo no reconocido como trabajo doméstico y trabajo de cuidado. 

Acá se da una paradoja que duele: los hombres mantienen una similitud en la región en función a la cantidad de horas que dedican a sus hogares y al cuidado, independientemente de su ingreso, mientras que las mujeres que menos ingresos tienen soportan jornadas con más tiempo de cuidado y trabajo remunerado. Desigualdad extrema por donde se mire.

Sumado a estos aspectos, el informe recoge los aspectos de desigualdad que la población LGBT+ debe pasar a lo largo de su vida para integrarse como sujetos activos de derechos y ciudadanos plenos en sus países. Asimismo, cuál es la situación de las minorías raciales y étnicas también.

En resumen, la discusión de la situación de la región no solo se basa en aquello que definimos como económico o político. También en eso que nos hace diferentes o iguales en nuestra forma de ser parte de un colectivo. Allí podemos explicar muchos de nuestros comportamientos. Este informe sirve para esto. Lo pueden encontrar, completo, en: https://www.latinamerica.undp.org/content/rblac/es/home/library/regional-human-development-report-2021.html

 

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Ese conjunto de creencias o comportamientos que se atribuyen a hombres o a mujeres es lo que se denominan estereotipos de género y, si bien no todos estos rasgos son necesariamente negativos, terminan siendo perjudiciales porque entorpecen la habilidad de las personas para alcanzar su potencial, limitando sus oportunidades.

Así lo demuestra un estudio realizado con datos de 75 países por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) sobre estereotipos respecto al liderazgo femenino. Casi la mitad de la población del mundo todavía cree que los hombres son mejores líderes políticos y empresariales que las mujeres.

En Perú, las características emocionales asociadas a cada género también son causa de discriminación. En el 2019, de acuerdo a un informe cualitativo de la Defensoría del Pueblo sobre las Barreras a la Igualdad en la Economía Formal e Informal, se encontró que los participantes representaban a los hombres trabajadores como de “carácter fuerte” con capacidad de mando.

En cambio, las mujeres trabajadoras eran caracterizadas como sensibles emocionalmente y como “luchadoras”, lo que implica habitar un espacio de conflicto. Incluso las mujeres entrevistadas consideraban ser “guerreras” y aseguraban que tenían que esforzarse más en el trabajo que sus pares varones.

Formas de alcanzar la igualdad

Hablar de estos prejuicios abiertamente en el trabajo es una de las formas de combatirlos, según las recomendaciones de la firma Berkshire Associates, en un artículo para el portal Equipos y Talento. “Ser conscientes del efecto que pueden tener estos prejuicios sobre la toma de decisiones en la organización y hablar de cómo pueden llegar a impedir que se avance en la consecución de los objetivos de la empresa”, indican.

Además de este punto, durante el periodo de la pandemia, se han producido cambios importantes como el trabajo remoto y la mezcla del ambiente laboral con el personal, donde las mujeres se han visto más perjudicadas al momento de distribuir las tareas domésticas.

Teniendo en cuenta ello, Aequales propuso en su informe “Gestionar la crisis del COVID19 con enfoque de género” que se implementen las siguientes políticas: i) Reconocer el trabajo del cuidado no remunerado y aportar a su reducción, ii) Informarse sobre los retos que enfrentan en este contexto los equipos, especialmente las mujeres, iii) Adaptar la forma de medir el desempeño, iv) Fortalecer las políticas, programas y proyectos que apuntan a la equidad de género, v) Aumentar la participación de las mujeres en espacios de decisión.

Dentro de estas medidas se contempla, por ejemplo, extender las licencias de maternidad y paternidad remuneradas, priorizar el trabajo remoto para las madres y padres con niños menores de un año. En cuanto a la participación en espacios de decisión, se recomienda continuar implementando metas y cuotas de género.

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