EL PODCAST DIARIO DE OPINIÓN DE JUAN CARLOS TAFUR.
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Confiada, al parecer, en los resultados de la última elección en Lima, la derecha se apresta a ir dividida en los próximos comicios ediles en la capital de la República. Rafael López Aliaga por Renovación Popular, César Combina por Fuerza Popular y Luis Molina, actual alcalde miraflorino, por Avanza País, las tres principales fuerzas de la derecha peruana.
En las últimas elecciones, para la candidatura presidencial, la derecha encabezó la jornada: los resultados en Lima Metropolitana fueron Avanza País 17.036%, Renovación Popular, 16.808%, y Fuerza Popular 13.593%, dejando en cuarto lugar a la izquierda, de Juntos por el Perú, con 8.189%.
Los comicios parlamentarios, que tal vez pudieran ser mejores indicadores de la real representación ciudadana, reflejaron en Lima, resultados parecidos: los tres primeros puestos para la derecha, encabezando Renovación Popular con 13.561%, seguido de Fuerza Popular, con 11.756% y tercero Avanza País, con 10.789%.
Lima es, claramente, una plaza derechista y, en esa medida, se esperaría que las elecciones para alcalde de Lima, a realizarse el 2 de octubre de este año, confirmen esa predisposición y, aun cuando las elecciones ediles no suelen tener mayor connotación política, es claro que en las actuales circunstancias de un gobierno nacional de izquierda, sería un gran triunfo político para la derecha asegurarse Lima y ejercer así, desde el segundo cargo político más importante del país, un contrapeso a la figura presidencial.
Los astros, sin embargo, parecen estar alineándose en contra de esa expectativa. La derecha va dividida a las elecciones municipales de Lima y le deja así abierta la puerta a cualquier candidato sorpresa que aparezca en el firmamento (Urresti, Indira Huillca, Belmont, etc.), que con un 15% podría ganar las elecciones y arruinarle a la derecha lo que debería ser una jornada política triunfal.
Corresponde que se pongan de acuerdo los tres partidos de derecha y lancen un solo candidato. Eventualmente, podría ser una excelente ocasión para que efectúen primarias abiertas y así decidan quién sería el candidato de dicha coalición. La división puede ser fatal y preanuncia un fracaso estrepitoso.
Leyendo Ojo por Ojo de Umberto Jara, me topé con un párrafo sobre el accionar de Vladimiro Montesinos que decía lo siguiente: “Montesinos […] pasó a controlar las fuerzas armadas y policiales en su totalidad […] e impuso en los principales cargos a sus compañeros de promoción sin importar méritos o capacidades.” ¿Esto les suena familiar? Muy parecido al reciente escándalo por los ascensos forzados en las FFAA donde Castillo buscó influir para ascender a dos coroneles que, coincidentemente, nacieron en el mismo distrito del actual presidente.
Definitivamente en el Perú, apostar por la calidad y la meritocracia no siempre han sido prioritarios, y es algo que venimos viendo desde hace muchos años, no solo en la política peruana sino también en otros sectores como educación.
El documento “Marco Conceptual del Grupo de Directivos Públicos del Servicio Civil Peruano” publicado por SERVIR señala que el 80% de los puestos directivos del Estado serán ocupados por profesionales seleccionados en concursos públicos competitivos, dejándose un 20% para cargos de confianza, pero que deben cumplir con el perfil del puesto (Fuente: SERVIR). Y hoy en día, el mismo Congreso está buscando vulnerar esto con la modificación de la Ley de Reforma Magisterial.
Este año, la Prueba Única Nacional, que es la evaluación que deben rendir todos los docentes para postular a una plaza en 2022-2023, fue filtrada, y el Minedu amplió los contratos para asegurar la presencia de maestros en marzo próximo. El Congreso aprobó eliminar esta prueba en el 2021, y además de eso, aprobó incorporar a la carrera pública magisterial a todos los profesores que trabajan en instituciones educativas que no son controladas por el MINEDU, sino por MINDEF o MININTER, sin que deban aprobar previamente la Prueba Única Nacional. ¿Dónde quedó la meritocracia? Si el mismo Congreso parece estar en contra de ella, y supuestamente son quienes representan a todos los peruanos, entonces, ¿qué podemos esperar?
Definitivamente estamos lejos de tener un cambio en los ámbitos mencionados. Los años pasan, y nada cambia, y al parecer, siempre hay intereses ocultos que prevalecen sobre el bienestar del país. Y el problema no solo es que escogemos mal a nuestros líderes políticos, sino que el sistema tampoco ayuda. Hace unos años se aprobó la no reelección de congresistas, lo cual yo creo que es un craso error y, además, uno de los factores por los cuales no existe la carrera política, ni tenemos buenas opciones para elegir. Como menciona Martín Hidalgo en su libro Congresopedia, “Al no poder reelegir a sus cuadros, los partidos han optado por buscar personalidades de distintos rubros sin detenerse a pensar en la importancia de la carrera política, y específicamente la especialización parlamentaria”.
Por eso mismo no sorprende ver a exfutbolistas postulando a cargos públicos como George Forsyth, Jean Ferrari o el Coyote Rivera, o a una actriz como Vanessa Terkes postulando al Congreso. Aparte de Forsyth, ninguno de los demás mencionados tenía alguna experiencia legislativa, y muchos partidos recurren a estas personalidades para ganar votos y lograr pasar la valla electoral. Actualmente tenemos congresistas que parecen luchar por presentar el mayor número de iniciativas donde figure su nombre, antes que presentar proyectos de ley que realmente aporten, o siquiera conocer bien el reglamento en lugar de blindar a personajes cuestionables.
Nos urge un cambio. Necesitamos que las personas que trabajan para el país estén ahí por sus capacidades, por su experiencia, por el mérito, no simplemente por contactos, por allegados, o por intereses personales. Y esto precisamente juega un rol sumamente importante en la corrupción que nos aqueja hoy en día. No sigamos permitiendo que quienes nos gobiernan continúen haciendo del Estado su tablero de ajedrez. Alcemos la voz de ser necesario, informémonos para estar al tanto de lo que sucede con nuestro país, e involucrémonos para generar un cambio. Si nuestras autoridades no lo hacen, no nos quedemos sentados de brazos cruzados.
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La quiromancia política no existe. A veces uno cae en la tentación de querer pronosticar algo en este volátil e impredecible país y se pega un patinazo monumental, pero si se es consciente de que estamos ante un ejercicio lúdico, un juego de probabilidades, siempre falible, cabe animarse a hacer algunas predicciones relativas para este año que comienza (cabe advertir que algunos pronósticos estarán teñidos de deseos personales: valga el disclaimer psicológico).
-Si Castillo no gira al centro, ampliando su mediocre coalición de izquierdas, convocando ministros, inclusive, de derecha, no durará hasta fines de año. Será vacado por algún escándalo que lo muestre cercano a un hecho de corrupción, y esta vez las bancadas de centro (Acción Popular y Alianza para el Progreso), no lo acompañarán (hoy lo hacen básicamente por los parlamentarios provincianos que conforman sus bancadas, pero si Castillo sigue cayendo en su aprobación regional, será más tentador para estos congresistas inclinarse por la vacancia).
-La derecha no encontrará un líder capaz de aglutinarla. Rafael López Aliaga es el más proactivo en ese empeño, pero es probable que sea derrotado en las elecciones ediles y si eso ocurre, significará su muerte electoral para las ligas presidenciales del 2026, o de antes, si se recorta el mandato de Castillo. Muy rápido ha empezado a liderar las encuestas y su invencible antipatía le granjeará costos políticos precozmente.
-Surgirá un líder radical de izquierda, de origen provinciano, opositor al régimen de Castillo, a quien acusará de haberse humalizado y vendido al gran capital. Empezará su campaña para el 2026.
-En términos económicos, si Castillo sigue hipotecado a sus pensamientos radicales y prendado del ala cerronista y magisterial, la confianza inversora seguirá por los suelos, el dólar seguirá alto y la economía crecerá menos de lo esperado. Para hacernos una idea del impacto, la producción minera perdida y su consecuente menor recaudación el año pasado, ya supera los montos que Pedro Francke quería aumentar en tributos para este 2022. Si el Presidente, en cambio, sorprendiendo a la platea, da un giro de timón, podremos crecer a tasas que bordeen el 4% o más (la economía global nos es favorable) y el dólar bajará.
-Se mantendrá la división ideológica territorial en las elecciones municipales y regionales, confirmándose la casi extinción de los partidos nacionales en las grandes circunscripciones. No habrá tsunami cerronista ni castillista, como ambos liderazgos alucinan. El sur andino, de izquierda, Lima y la costa norte, de centroderecha o derecha, el resto, variopinto, dependerá del candidato particular.
-Peleamos la clasificación al Mundial hasta el final, hasta el último partido. Con alguito de suerte, estamos en Qatar 2022. Si a ello se le suma el triunfo de la U en el campeonato local, y del PSG (por Messi) en la Champions, la jornada futbolística anual será redonda.
-La del estribo: algunas películas que recomiendo. Flag Day, dirigida y protagonizada por Sean Penn; Last Words, dirigida por Jonathan Nossiter; La mano de Dios, de Paolo Sorrentino; Memoria, del genial Apichatpong Weerasethakul; y, especialmente, Blue Bayou, dirigida por Justin Chon. No sé si estarán en alguna plataforma de streaming, pero en su proveedor favorito ya las tienen. Para empacharse de buen cine.
He insistido en varias columnas en este diario sobre la necesidad de liderazgo presidencial para concertar con los diversos actores políticos del país las reformas institucionales de nuestra joven democracia. Obviamente, no es un asunto fácil, porque se necesita un buen desempeño político, que implique diálogo y negociación de reformas pertinentes para la institucionalidad democrática. Vale decir, se necesita política, buen gobierno, y no activistas en la gestión pública.
Desde hace meses, diversos medios de comunicación presentaron notas periodísticas que exhiben de cuerpo entero al presidente Pedro Castillo. Sostienen los diarios que tenemos un político veleta, sin convicciones y que habla poco. Dichas notas me trajo a la mente dos frases geniales de “El Príncipe” de Maquiavelo, referente a los aduladores (Cap. XXIII), en el que se dice que por regla general “un príncipe que no es sabio no puede ser bien aconsejado y, por ende, no puede gobernar”, y acto seguido se dice que “quien no proceda así se pierde por culpa de los aduladores o, si cambia a menudo de parecer, es tenido a menos”.
Estas viejas palabras de Maquiavelo retumban en Palacio sin que alguien recoja eco alguno. En efecto, Pedro Castillo deja la sensación de que no gobierna porque no tiene criterio de estadista (ni pretende parecerlo); también porque los consejeros que tiene son más teóricos o activistas políticos que conocedores de la realidad, el cual lo perjudica. A esto agregamos los vaivenes que ha mostrado en este lapso de gobierno para poder canalizar las protestas (léase loa diversos conflictos en torno a la minería, a sus controvertidas declaraciones y a gente vinculado a minorías activas terroristas como Movadef, brazo político de Sendero luminoso), y porque la organización política que del que forma parte da la imagen de un grupo de aduladores, que de políticos con visión de realidad.
Así está la situación, pero Pedro Castillo no hace nada.
Se va el año del Bicentenario, corriendo y sin pagarle la cuenta a una historia engolosinada y jactanciosa. Antes de la Guerra con Chile pensábamos que estábamos en posición de castigar al vecino por invadir Bolivia; al final, el vecino nos hizo expiar cincuenta años de anarquía militar y despilfarro del guano, que sólo sirvió para enriquecer a la argolla civilista y no lo digo yo, lo dijo González Prada a gritos y luego Basadre con un poco más de ponderación ¿nos suena conocida la historia?
Pero el agónico 2021, el debate no alcanzó a ser ese, ni siquiera los posibles derroteros del desarrollo nacional al inicio de nuestra tercera centuria de vida independiente, tampoco el Covid-19, pandemia fatal que asola el mundo y desnudó el carácter fallido de nuestro Estado. En realidad, la discusión de la vacancia presidencial, colocada en la agenda política mensualmente por la oposición congresal, ha acaparado la atención de los peruanos desde que Pedro Castillo asumiese la presidencia del país.
En un contexto así, no sorprende que la controversia vargasllosiana ocupe regularmente el centro del escenario de manera reiterada y pueril. Mientras más leo los ensayos del nobel, más brillante me parece. Su Orgía Perpetua le otorga méritos más que suficientes para formar parte de la academia de la lengua francesa, pero mientras más declara más me parece que solo sirve para escribir, como se lo dijese alguna vez su excónyuge. ¿De verdad importa la versión más conservadora del escribidor aparecida al atardecer de su trayectoria? ¿le aporta al debate nacional?
A otra cosa, una conclusión compartida por casi todos en Chile es que el triunfo de Gabriel Boric representa un relevo generacional dentro de su propia izquierda. De hecho, Michelle Bachelet encarna la última representante de un pacto en esencia neoliberal suscrito en 1989 por la clase política chilena en su conjunto, de la que la vieja izquierda no pudo zafarse. Fue la generación de las grandes protestas estudiantiles de 2011, la que contó entre sus líderes con el propio Boric, Camila Vallejo y Giorgio Jackson, y que se levantó agitando la bandera de una drástica reducción de los costos de la educación superior, técnica y universitaria, la que hoy ha ingresado por la puerta grande a La Moneda con la votación más importante de la historia del país sureño.
¿Tenemos realmente una generación que relevar en el Perú? ¿contamos con una generación capaz de reemplazar a quienes hoy constituyen la clase política? Para la mayor parte de la opinión pública el nivel del debate político y de la performance de sus actores es tan bajo que ameritaría su completo recambio, sin discriminación, ni excepción de carácter ideológico. Luego, una generación joven se mostró ante el país en las jornadas de protesta de noviembre del año pasado dejando tras de si a dos héroes, Inti y Bryan, que dejaron la vida luchando en contra de un gobierno cuya ilegitimidad refrendó la mayoría de los peruanos.
Sin embargo, de allí a asistir a la génesis de un movimiento juvenil de recambio generacional que implique el destierro de las malas prácticas y de la pasmosa mediocridad que pululan, como lugar común, entre quienes nos representan en la función pública, existe un abismo, cuando no un inmenso signo de interrogación. Sin una nueva clase política, a nivel nacional, con una mínima conciencia del servicio público, no hay proyecto de república posible así vengan tantos bicentenarios como queramos. La que hace doscientos años se fundó, y tiene muchas ganas de quedarse, es la republiqueta criolla de Manuel González Prada.
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A propósito del último pedido de vacancia contra el presidente, surge una pregunta: ¿que podría venir después de Castillo? ¿podría venir algo incluso peor? Distintas personas de derecha que están a favor de una vacancia me comentan que Pedro Castillo es tan malo, que es imposible que, en un escenario de nuevas elecciones, venga algo peor. Parecen estar convencidos de que lo que vendría sería algún candidato de derecha o del establishment.
¿Pero, es así realmente? Ronda por mi cabeza el miedo de un peor escenario: un candidato anti-establishment con más capacidad de liderazgo que Castillo, y que esta vez sí saque mayoría de curules en el Congreso, o una cantidad significativa como para llevar a cabo reformas (o contra reformas) dañinas para el país.
¿Es imposible este escenario? Escucho de quienes apoyan una vacancia, que Castillo logró aprovechar el momento histórico de la pandemia, pero que estas condiciones no se repetirán. Si bien esa es su apuesta, el escenario futuro no está tan claro: según la última encuesta de Ipsos, Castillo mantiene 61% de aprobación en el ámbito rural, por ahora resistentes a los escándalos que rodean al presidente. Por otro lado, el Congreso, liderado por la oposición, tiene una aprobación paupérrima (22%), dándole poca legitimidad para asumir las riendas del país en caso caiga este gobierno.
Si queremos seguir con el sueño dorado de que, al salir Castillo (ahora o en el 2026), vendrá algo mejor, necesitamos una oposición cuanto menos, decente. Intereses mercantilistas, desconexión con la población, y ausencia de leyes útiles para el ciudadano, generan los bajísimos % de popularidad del Congreso. Acciones como la reciente aprobación de dos dictámenes en contra de la ley universitaria, que afecta el derecho a la educación de miles de jóvenes, dan cuenta de esto. Partidos conservadores como Renovación Popular y Fuerza Popular, vuelven a empujar esta medida nefasta, y además altamente impopular. Es posible que se enfrenten mañana en las calles a una marcha más masiva de lo que ellos nunca pudieron convocar, y esto luego de haber impulsado un pedido de vacancia cuando las encuestas muestran que la mayor parte de la población no apoya esta medida, y que el presidente viene perdiendo popularidad, pero no lo suficiente.
De haber nuevas elecciones, con una derecha deslegitimada, con falta de liderazgos convocantes a nivel nacional, y ciertos sectores de la población molestos por una vacancia a destiempo, la bandeja está nuevamente servida para un outsider (de cualquier tendencia) antisistema, pero esta vez, con mayor apoyo en el Congreso y menos control político. Las cosas mal hechas entonces, podrían cumplir las peores pesadillas de quienes justamente apoyan hoy una vacancia. Sin derecha decente, no hay paraíso señores.
*Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor y pueden no coincidir con las de las organizaciones a las cuales pertenece.