Vladimir Cerrón

La ya explícita ruptura de Vladimir Cerrón con el gobierno de Castillo y el gabinete Vásquez, a los que tilda de derechistas y caviares, le abre al Presidente una ventana de oportunidad que debiera capitalizar.

De hecho, son importantes los votos cerronistas en el Congreso. En principio, son 18, pero en los hechos deben ser menos. Tanto Dina Boluarte como Betssy Chávez, ya tenían juego propio e influencia en esa bancada, de modo que lo más probable es que los votos cerronistas duros se reduzcan a ocho o diez.

Igual, si se considera que la oposición en el Congreso (todos los partidos, menos Perú Libre -hasta el momento-, Juntos por el Perú y los lescanistas de Acción Popular), mantenían en ristre la fiscalización al régimen y observaban con ojo crítico la confianza, las interpelaciones a ministros, la delegación de facultades y, ahora que volverá a la palestra, el tema de la vacancia, es menester que Castillo recomponga alianzas en el Congreso si quiere salir bien librado.

La única carta de cambio que parece razonable es la de la Asamblea Constituyente. El puente de plata que el centro le debería anteponer al régimen en este momento de debilidad es que lo apoyarán siempre y cuando descarte esa tesis corporativista que destruiría el modelo económico y la democracia. No se le puede pedir a Castillo que se humalice, pero sí que despliegue un gobierno de izquierda sensato y razonable.

De otro modo, el riesgo de un recorte anticipado del mandato presidencial está a la vuelta de la esquina. Con los ocho o diez votos cerronistas, la oposición recupera la capacidad de alcanzar los 87 votos que le permitirían vacar a Castillo.

Si el Presidente, como ha demostrado, es pragmático y no se guía por anteojeras ideológicas, como las que caracterizan al ala magisterial (maoísta) y al ala cerronista (leninista), podrá entender que el camino expedito para seguir ejecutando una agenda de izquierda sin sobresaltos, pasa por descartar la zozobra permanente que generaría en el país la necia insistencia en tratar de cambiar la Carta Magna.

La realidad social y la realidad política hacen inviable ese proyecto. Si hoy, las circunstancias políticas provocadas por la pateada del tablero de su exsocio Vladimir Cerrón, la convierten en moneda de cambio eficaz, ojalá ello lleve a que el Primer Mandatario alcance ese entendimiento.

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Congreso de la República, Pedro Castillo, Vladimir Cerrón

Son solo 2 meses y pocos días del Gobierno de Pedro Castillo, pero parecen más. Un tiempo político acelerado, donde pasamos sin tregua ni pausa, de una segunda vuelta con el fraude de las denuncias de fraude, el asedio a las instituciones electorales  y una transferencia al límite,  a un nuevo periodo de gobierno con sobresaltos y crisis constantes (y hay que decirlo, porque no es un dato irrelevante, una crisis dentro de la crisis permanente, múltiple, estructural, profundizada además por la pandemia). 

 

La danza inmóvil

Desde el inicio los principales actores mostraron rápidamente sus cartas -marcadas- definiendo las condiciones del juego. De un lado, la derecha dura, en modo “tercera vuelta”, que no se resigna a ser gobernada por sectores subalternos, con el plan de vacancia (plan V) como objetivo estratégico y que no deja de agitarlo cada vez que puede –como en la reciente coyuntura-, exhibiendo además una oposición hiperideologizada, propio de la guerra fría. Del otro, también un gobierno que decidió formar un gabinete que limitaba su base política de apoyo y con una creciente imagen de debilidad, habitualmente  errático, a la defensiva y con poca claridad estratégica.

Ambos, la coalición vacadora, y la coalición de gobierno, especialmente los sectores más dinámicos y a la iniciativa al interior de estos dos bloques,  comparten una  tendencia hacia el aislamiento y el despropósito constante, una suerte de vocación antihegemónica, que los lleva a la permanente autoafirmación y a convocar solo a –sus- convencidos, pero que son incapaces de hablarles –y movilizar- a sectores más amplios del país. Es verdad que este aparente empate –catastrófico-, a cada uno le sirve para objetivos mínimos de corto plazo: a unos, para estar a la iniciativa, y consolidar un relato macartista y terruqueador en sectores medios y altos, mientras espera la oportunidad para dar el golpe definitivo; a otros para mantenerse y avanzar con algunas políticas en medio del fuego cruzado –y el fuego amigo-.

El problema aquí es que, al que menos favorece dicho escenario es a un gobierno cuyo proyecto de cambio, para sostenerse y avanzar, requiere fortalecer su legitimidad, alinear a sus propias fuerzas y tener más claridad en el corto y mediano plazo.  El nudo problemático aquí, en la coalición de gobierno, es que sus actuales componentes son necesarios (por razones de principios y prácticas: mandato electoral, correlación congresal) pero la relación y disposición de estos tienden al entrampamiento y el inmovilismo.

 

No todo lo que brilla es rojo.

Uno de los factores principales de entrampamiento y crisis en el gobierno es que el socio principal Perú Libre -o su conducción-, ha ejercido una permanente presión sobre el gobierno desde un relato de sí mismo como vanguardia imprescindible, de garante izquierdista, cuando en la mayoría de casos -a contrapelo de lo que agitan los medios y la oposición de derecha -, las diferencias no han sido planteadas sobre aspectos programáticos de fondo, de políticas u orientaciones, como se puede comprobar en las actas del consejo de ministros, o la omisión de la asamblea constituyente en presentación del plan de trabajo del primer ministro Bellido en el congreso. Más allá del exhibicionismo radical, de cierta arrogancia doctrinaria, e incontinencia y decisionismo tuitero, las disputas de PL y sus lideres se han dirigido principalmente a defender o alcanzar espacios de poder, un típico juego de la silla, pero con música de protesta y frases de manual de marxismo soviético de los 70. 

Desde Maquiavelo se sabe que la política es una compleja proyección de apariencias o, más cerca, desde juego de tronos, que el poder está donde se cree que está el poder. Así, el radicalismo vacío de Vladimir Cerrón le ha dado cuerda a una política performativa –irónicamente posmoderna- alimentando la histeria anticomunista de la derecha, lo que le permitió a su vez un posicionamiento central en el objetivo –legitimo por cierto- de colocarse como la principal fuerza de izquierda para las elecciones regionales y municipales del próximo año. Mientras tanto las otras fuerzas de la coalición, buscan retomar la iniciativa construyendo un perfil propio desde el soporte programático al gobierno, mientras justifican ante un sector de su electores y la opinión pública sus actuales compromisos que vienen de la segunda vuelta.

En ese marco, hay distorsiones adicionales que alimentan la crisis. Tenemos un  primer ministro que, lejos de blindar al presidente, tiene que ser blindado, en vez de apagar incendios los provoca, en vez de avanzar en la políticas de gobierno genera condiciones de inviabilidad e inestabilidad para estas. Pasa lo mismo con el ministro Maraví, al margen de las verdades y mentiras en su interpelación –cargado de miedos y hechos que no guardan relación con la realidad política actual- lo que se espera es que se pondere es el objetivo político de avanzar en un proyecto de cambio sostenido. 

 

Ponte el sombrero

En ese sentido, el gobierno que en sus primeros días se orientó a atender con urgencia a los eslabones más vulnerables de la sociedad vía bono Yanapay,  o la aceleración de la vacunación, entre otras medidas, sino cierra sus flancos más evidentes y no resuelve sus contradicciones, alineando a su coalición alrededor de objetivos tácticos y estratégicos claros, tendrá aun más dificultades para implementar reformas de mayor envergadura como la reforma tributaria, o la segunda reforma agraria, la renegociación del gas del Camisea o, más aun, la posibilidad de una asamblea constituyente

De continuar la tormenta política, derivando cada vez más en enfrentamiento abierto de poderes, el riesgo ya no sería caer en una normalización mediocre, sino en la posibilidad –bombardeo mediático de por medio- que avance la sensación de estancamiento e ingobernabilidad, lo que puede transformar una expectativa positiva de amplios sectores de la sociedad en malestar y desaprobación en el mediano plazo, abonando así a la emergencia de un proyecto de carácter conservador o, peor aun, reaccionario. 

Por ello, se espera del Presidente que, manteniendo la base de su coalición y su programa de gobierno, tome decisiones urgentes, convoque a más fuerzas sociales y ciudadanas, poniendo por delante el viabilizar política, técnica y comunicacionalmente los cambios que ha prometido y por el que votaron una mayoría de peruanos.

 

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Pedro Castillo, Vladimir Cerrón

Es un sismo político de gran magnitud el que ha detonado el destape de Anuska Buenaluque en Epicentro.tv, en el que se confirma que al interior del gobierno se libran luchas fratricidas y se despliegan zancadillas mortales entre sí.

Los alfiles de Cerrón (y él mismo): Guido Bellido, Waldemar Cerrón y algunos sumisos congresistas allegados, enfilan baterías en un chat privado partidario en contra de integrantes del propio gobierno y establecen estrategias para hacerles daño.

Así, arremeten contra el canciller Maurtúa, el vicecanciller, la primera vicepresidenta Dina Boluarte, la congresista Betsy Chávez, los ministros Aníbal Torres y Pedro Francke, etc. Y, sin ninguna atribución legal para permitírselo, el secretario general de Perú Libre, Vladimir Cerrón instruye los pasos a dar para golpear a sus enemigos dentro del régimen.

Queda claro que el pasmo político del Presidente de la República genera un vacío que, en este caso, un enfebrecido Cerrón trata de llenar a toda costa, a punta del poder que le brinda su bancada fiel y su testaferro en el Premierato.

El gobierno flaquea y se tambalea, no por obra y gracia de la oposición congresal, de los medios periodísticos adversos o de algún imaginario sabotaje de los poderes fácticos. El régimen hace agua por obra y gracia de sus propios integrantes, dedicados con más ahínco, que a gobernar, a capturar cuotas de poder a favor de cada uno de los grupos de la coalición de izquierdas que, dizque, nos gobierna.

Ya se entiende el desmadre cojonudo en medio del cual estamos. Castillo no ata ni desata, se resigna a ser mero espectador de las luchas intestinas, sin zanjar en favor de ninguna de ellas, provocando así un resultado de parálisis, mediocridad y exabruptos por doquier, sin orden ni concierto.

Tal descuajeringue político no se veía ni en los peores momentos del casi inimputable Alejandro Toledo, quien al menos tuvo la sabiduría de nombrar buenos ministros que hiciesen la tarea de gobernar a la que él no era muy afecto que digamos.

Esto solo lo puede arreglar el Presidente, quien tiene que ponerse los pantalones y expectorar de las cercanías de Palacio a los conspiradores cerronistas, que, a sus espaldas, traman golpes políticos contra otros integrantes del propio gobierno, faltándole el respeto a la mismísima investidura presidencial. Si Castillo deja pasar por alto estos hechos, corroboraría que es un pelele con el que se equivocaron grosera e irresponsablemente millones de peruanos.

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cerronistas, Palacio, Presidente Castillo, Vladimir Cerrón

Sinceramente pienso que Guillermo Bermejo es una persona bien intencionada que dedica su energía a intentar cambiar al Perú para beneficio de los más pobres y necesitados. Es cierto que en el Perú hay mucha pobreza, que los servicios públicos son de pésima calidad, que sufrimos una plaga de corrupción a todo nivel, que la infraestructura es deficiente y que tenemos muchas cosas por corregir. Está claro que nuestro objetivo debe ser corregir estos problemas, pero la pregunta es: ¿Cómo hacerlo? 

Sin embargo, si Bermejo quiere eliminar la corrupción en el Perú, ¿cómo puede tener de socio político a Vladimir Cerrón?, que ha sido sentenciado por corrupción y ahora aparece vinculado al caso “Los Dinámicos del Centro”. Si Bermejo es una persona correcta, como creo que es, tendría que haberse alejado de Cerrón hace rato. Sin embargo, son socios políticos cercanos. ¿Bermejo está siendo políticamente pragmático y se hace de la vista gorda porque romper con Cerrón no ayuda a sus objetivos políticos? Si este es el caso creo que Bermejo pierde mucha legitimidad al mantener esta sociedad vigente. ¿Con que cara puede uno tratar de cambiar al Perú si es aliado de alguien sentenciado por corrupción?

Si Bermejo quiere mejorar la economía peruana ¿porque no critica la política económica chavista que ha empobrecido tremendamente al pueblo venezolano? Puedo entender que Bermejo tenga simpatía por el gobierno venezolano dado que lo ayudaron cuando él lo necesitaba, sin embargo, su lealtad principal es con el Perú y esto implica ser honesto con la realidad. No criticar la economía chavista me hace dudar respecto al criterio de Bermejo.

Bermejo escribió recientemente un tweet en el que indica que en Berlín recientemente los ciudadanos votaron a favor de expropiar 240 mil departamentos para resolver sus problemas de vivienda y que este hecho no afecto a los indicadores de la economía alemana, de lo cual deduce que la subida del dólar en el Perú, despues de la amenaza de expropiación de Bellido, es producto de un boicot maquinado por especuladores locales.

¿Como explicar la lógica de Bermejo en este tweet? Para empezar Bermejo debería saber que ese referéndum fue no vinculante por ende solo registra el deseo de los participantes, no implica que la medida se vaya a tomar. 

También debería saber que esa medida le costaría a Alemania USD 40 mil millones, es decir el 1% del PBI alemán, lo cual no es mucho para la cuarta economía del mundo, mientras que si el Perú expropiase Camisea (un costo de USD 30 mil millones según algunos) implicaría alrededor del 10% del PBI peruano, un golpe durísimo para la economía peruana.

Por otro lado, si Camisea se expropia tendría que ser administrado por el Estado peruano, sabiendo que este es tremendamente ineficiente y corrupto, el resultado obvio es que esa gestión sería desastrosa. 

Finalmente, el mensaje que el gobierno envía al sector privado con una expropiación es el de un gobierno estatista que no respeta los acuerdos pactados lo cual reduce aún más la confianza de los inversionistas en el gobierno. 

Por todas estas razones se entiende fácilmente que la subida del dólar es fruto de la inepta propuesta del primer ministro y no resultado de los esfuerzos de un grupo de especuladores maquiavélicos. 

¿Bermejo en su percepción ideologizada creerá que expropiando empresas que rentabilizan los recursos del Perú se contribuye a reducir la pobreza y corregir los diversos problemas del país? ¿Puede ser posible que Bermejo tenga tal nivel de desconocimiento de cómo funciona la economía de un país?

Que maravilloso seria que toda la energía y buenas intenciones de Bermejo estuvieran acompañadas de una adecuada comprensión del funcionamiento de la economía y de las verdaderas soluciones que requieren los problemas de gestión de nuestro país.

 

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Camisea, Guillermo Bermejo, Vladimir Cerrón

Hoy se cumplen sesenta días del gobierno de Pedro Castillo, el profesor de Chota, quien ha armado una coalición de todas las izquierdas para emprender, supuestamente, los grandes cambios estructurales que el país requería, dado el presunto agotamiento del “modelo neoliberal”.

El resultado no puede ser más desastroso. Salvo el exabrupto ideologizado del premier Bellido amenazando a Camisea, y hecho con el afán de seguirle el guión a Vladimir Cerrón, quien busca dinamitar por dentro la mencionada coalición, para entronizar a Perú Libre como gestor omnipotente del gobierno, ni siquiera puede decirse que estemos ante una gestión de izquierdas, sino simple y llanamente ante un régimen signado por la más rampante mediocridad.

Eran dos los objetivos centrales del gobierno -como los que hubiera tenido cualquier otro gobierno en las actuales circunstancias-; la reactivación de la economía y la lucha contra la pandemia.

En cuanto a lo primero, los gestos sensatos del ministro de Economía Pedro Francke chocan y se diluyen ante la arremetida recurrente del grupo cerronista para destruir la poca confianza que el titular del MEF pueda despertar en los inversionistas privados. El alza del dólar no es otra cosa que un síntoma epidérmico de un fenómeno subyacente más grave, que es la abstinencia inversora, que ya ha llevado a pronosticar para el próximo año crecimientos negativos de la inversión privada.

Respecto de la lucha contra la pandemia, el gobierno ha tenido la fortuna de que su mandato coincida con la sima de la crisis de contagios y muertes, y que, además, el gobierno anterior lo haya provisto de la suficiente cantidad de vacunas ya adquiridas. Habrá que ver, en medio de la pronta tercera ola, si el régimen dispuso lo necesario para contar con camas UCI, oxígeno y atención primaria. Si la gestión de Cevallos repite la misma línea de mediocridad del gobierno, estamos fritos.

El desconcierto campea en un gobierno que adolece del más grave de los defectos: el de falta de liderazgo presidencial. Castillo es un hombre básico y no conoce un ápice del quehacer gubernativo. Eso se entiende y puede generar algún grado de tolerancia que paulatinamente se empodere del cargo. Pero lo que no es admisible es que zafe el cuerpo a la toma de decisiones y permita que su gobierno sea un zafarrancho de combate entre todas las facciones convocadas.

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El controvertido tuit del premier Guido Bellido amenazando con expropiar Camisea confirma, obviamente, un perfil ideológico sobre el manejo de la economía que Perú Libre ya había esbozado en su plan de gobierno. En ese sentido, Bellido no ha dicho nada nuevo.

Lo llamativo, políticamente hablando, es que ocurre en medio de una circunstancia en la que el titular del MEF, Pedro Francke, había señalado explícitamente que no se iba a expropiar Camisea y el presidente Castillo, reunido con inversionistas extranjeros en su reciente periplo norteamericano, había asegurado que la economía se iba a manejar con sensatez y respetando el Estado de Derecho (como, luego del arrebato de Bellido, ha reiterado).

Ha sido una pataleta política de Vladimir Cerrón en la búsqueda de alcanzar un mayor protagonismo al interior del gabinete. La verdad es que solo tiene tres ministros: Bellido, el de Ambiente, Rubén Ramírez, y Dina Boluarte, pero quien viene mostrando crecientemente rasgos de independencia que la apartan del sector de origen cerronista. Vladimir Cerrón solo tiene, pues, dos alfiles entre los ministros y, claramente, quiere más, y quiere incordiar a los que más incómodos le resultan. Eso explica el exabrupto de Bellido sobre Camisea.

Y en ese sentido destacan los ataques a los titulares de Justicia y el MEF, Aníbal Torres y Pedro Francke, contra quienes cargan las tintas todos los periódicos truchos inventados con dineros oscuros para apoyar al régimen y en particular a Cerrón.

No es casual que en la última encuesta de IEP, aparezca Bellido con un nivel de desaprobación de 58% y de aprobación de apenas 33%, mientras que los ministros no cerronistas lo superan: el aranista Hernando Cevallos, de Salud, es aprobado por el 67%; el mendocista Pedro Francke, de Economía, por el 54% y el castillista Aníbal Torres, de Justicia, por el 49%.

Finalmente, caben algunas precisiones económicas. Camisea ya paga casi el 65% en impuestos. No es verdad que se lleve todo el inversionista privado. El Estado recibe ingentes recursos gracias al proyecto. Expropiarlo, dicho sea de paso, costaría alrededor de 30 mil millones de dólares que el Estado peruano, por exigencia constitucional, debería pagar antes de expropiar (un despropósito por donde se le mire) y, además, el “modelo” ecuatoriano o boliviano, en el que parece inspirarse Cerrón, ha sido un fracaso absoluto (Bolivia, por ejemplo, tenía, antes de la nacionalización de Evo Morales, 24 trillones de pies cúbicos de reservas de gas, el 2018 se habían desplomado a 10 trillones).

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