¿De dónde suben? ¿De ser menos candidatos? Si, pero ¿cómo se capitaliza el voto de los que no están? También lo vimos. Tomamos la votación del fujimorismo (12%), de De Soto (Avanza País, 15%), y de Acción Popular (6%):

Mauricio Saravia - Sudaca Perú

Si hacemos un simple ejercicio numérico para ver a Urresti, por ejemplo cómo queda si le sumáramos la votación del fujimorismo y del acciopopulismo:

 

Mauricio Saravia SudacaPerú

¡Oh! ¿Urresti ha sido capaz de canalizar a un votante aparentemente antagónico? Podría ser. No estamos hablando desde luego de relaciones causales. Estamos solo generando hipótesis. Esta es una. Urresti es la captura de un populismo popular.

López Aliaga, por su parte, incrementa menos que Urresti como hemos visto, pero parece capturar algo de la votación que tuvo De Soto en la elección nacional del año pasado. Salvo en Lima Norte y Lima Este:

Mauricio Saravia Sudaca Perú

Lo curioso es que parece que parte de la votación de De Soto haya terminado yendo también para Urresti y para Forsyth, en particular en Lima Norte.

Como sea, estas son solo algunas ideas que tendremos mucho más claras cuando los resultados y no las encuestas sean con las que podamos hacer los comparativos mesa por mesa. Volvemos a señalar que esta es una aproximación de hipótesis. No muestra ni causalidad ni relación estadística. Son ideas para profundizar y tratar de explicar. Y usamos la encuesta de Datum porque es la que permite hacer los cortes por zonas. Con las otras no pudimos ver eso.

Así como estos candidatos son los favoritos en las encuestas hoy (ya no veremos otras publicadas y probablemente recién el sábado tendremos novedades), el posible mapa político de Lima reflejará estos candidatos y sus agrupaciones.

De acuerdo con CPI y DATUM, que son los que han hecho encuestas distritales públicas, la capital será dominio de Renovación Popular, Avanza País y Podemos Perú. Más algunos distritos de APP. Tendremos casi con seguridad, una peor ciudad el 2026. Pero eso al limeño parece importarle poco.

El próximo domingo ya sabremos quién será el nuevo alcalde. Lamentablemente.

 

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Me explico. Todas las campañas, sin ejes programáticos claros, apuntan a “resolver”, desde una posición vertical se actúa como sujeto clave en la resolución de necesidades de las personas. Pero eso nos genera un elemento ausente: las personas. No existe la voz ciudadana en esta campaña. Solo el “yo / nosotros, haré / haremos”. La voz del vecino está sin ser considerada porque los candidatos ya saben lo que queremos, porque la enumeración en encuestas de los principales problemas de las ciudades ya les dio la única fuente de información que creen que requieren para ofrecer cosas.

Esto es excluyente y desprecia algo clave: a quién representan. Sin identidad partidaria, menos ideológica, y sin considerar a los vecinos, ¿qué queda? Un tipo que dice que hará cosas. Todos iguales. Frente a eso, qué nos queda como electores. Votar por el que nos caiga mejor o el que se alinee mejor contra nuestros enemigos.

Porque ese es el nivel de debate de esta campaña. El despreciar al que tenemos en frente. El último domingo lo que hicieron López Aliaga y Urresti en Latina TV fue eso, burlarse de un espacio para plantear algo y atacar sin bases al otro. Aburrido e insustancial. Pero esa es, no lo queremos ver, la forma más fácil y evidente de burla de sus electores. El no considerarlos ni atender los -pocos- espacios de comunicación que tenemos para oírlos proponer cosas.

En esta campaña ha primado la falta de recursos imaginativos para transmitir, por otro lado. Se cree que por tener una cuenta en tiktok poniendo cualquier tontería (me consta, me pasé horas viendo cuentas de partidos y candidatos y ninguna vale la pena) ya están haciendo una campaña disruptiva que los conectará con una audiencia que los está esperando con los brazos abiertos. Nadie se salva. La ausencia de conocimiento sobre lo que la gente realmente valora es deplorable. Pero la indiferencia para asumir esto y no actuar es peor. La oferta es realmente un desastre.

Por eso esta campaña es mediocre. Por eso no levanta y no genera emociones. Porque revela un conjunto de falencias que la política nacional tiene y el fracaso de un modelo de representación que tenemos que repensar de manera detallada.

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Otro punto interesante es que se asume el argumento falaz desde la ambigüedad y solemos hacer un razonamiento orientado a desmantelar racionalmente el aspecto de mentira. Es decir, atacamos la parte de la “mentira” al considerarla ambigua y convertimos el mensaje en relativo. Así lo transmitimos. Por ejemplo, cuando evaluamos la acción del coronel Colchado antes y después. Al considerar que antes se enfrentó a mafias y hoy es un agente de esas mafias para ir contra el gobierno, lo que hacemos es generar un contrafactual que hace que lo anterior sea relativo agregando más información que “completa” la información y que hace que lo que se evaluó anteriormente haya estado sesgado pero hoy no. Gaspar y otros comprobaron en el 2015 que un comportamiento anterior considerado inmoral, traído al presente puede relativizarse de acuerdo con el contexto (político) en el que es evaluado[7]

Pero así como le damos credibilidad a cosas que son falsas y les generamos una validez moral a partir del pasado y la acomodación que generamos allí, de la misma forma lo hacemos prospectando el futuro, eso lo conocemos como el pensamiento prefáctico[8]. Los juicios morales que hacemos sobre “la verdad” no solo parten de su constatación sino también de aquello que podría llegar a ser verdad. Tal vez la mejor caricatura que podemos encontrar como ejemplo de este tipo de pensamiento son a los seguidores de las teorías de conspiración, que últimamente abundan en las redes sociales. Se perdona lo mentiroso de una idea si se considera que lo es porque puede llegar a ser verdad.

Algo así parece estar pasando con los defensores a ultranza del presidente Castillo. Perciben una promesa de fondo en su acción que genera que las mentiras, ocultamientos y acciones asociadas a corrupción, sean relativizadas. La transformación social que una constituyente traería al país es suficiente para justificar sus omisiones y mentiras. No necesariamente porque se entienda que no ocurren, sino porque se flexibiliza su relevancia y se genera una justificación moral. Pero esto ya no de la memoria del pasado, sino de la imaginación del futuro.

La flexibilidad moral

Mike Daisey es un autor y monologuista al que en 2012 el programa This American Life presentó con una investigación que había realizado en la que se demostraba la explotación de trabajadores de una subsidiaria de Aplle en China. El testimonio, que presentaba pruebas de lo que señalaba, fue rápidamente difundido y llegó a todo el mundo. Solo que existía un problema mayor: muchas de las pruebas y de testimonios que el autor presentaba eran falsas. This American Life tuvo que retractarse[9]. Daisey no lo hizo. Pese a que tenía las evidencias frente a su nariz, señaló que la causa era la que importaba.

¿Suena conocido? Pues bastante. No solo asistimos al carnaval de las mentiras sino de la justificación de las mismas, en función de lo que representan: una ocasión para que una idea superior triunfe. Como Mueller y Skitka señalan: “la gente cree que los deberes y los derechos se derivan de los propósitos morales más importantes que subyacen a las reglas, los procedimientos y la autoridad, que de las reglas, los procedimientos o las autoridades mismas. En otras palabras, las convicciones morales son independientes de la autoridad y las reglas”[10]. Estos mismos investigadores demuestran que si bien la honestidad es un valor apreciado, se relativiza cuando sirve a un fin moral que se considera superior.

Las “cruzadas” para enfrentar al gobierno, el lenguaje efervescente y las maniobras mentales que se usan para defender argumentos falaces las vivimos todos los días al leer los mensajes de los opositores. Pero desde el bando oficialista también enfrentamos esa relativización moral con mensajes impresionantes que dan lugar a que se cuestione cómo se puede ser tan escrupuloso con algunos y permisivo con otros. No es una omisión involuntaria, por si acaso. Es comprender que el fin justifica los medios.

Otro elemento muy relevante es la repetición de mensajes, de la que ya hemos conocido en este texto. En el caso de la confrontación con titulares de noticias falsas, la primera vez solemos sentir afectos negativos, pero la repetición es la que hace que vayamos desensibilizando los afectos hasta que no nos incomode o terminemos por creerlo. Las estrategias de saturación de los mensajes opera muy clara en esa dirección.

En el 2020, una investigación de Chaparro, Espinosa y Amaya[11] hecha en el Perú, encontró una dimensión en la ciudadanía peruana: laxitud moral política, que habla de una tolerancia a la corrupción, siempre y cuando se encuentre un interés personal en ese caso. Este es otro terreno sumamente interesante de estudio. La posibilidad de generar un balance donde la moral pasa a ser un espacio más terrestre y mundano, donde se negocian los principios si es que la consecuencia es favorable.

Esta laxitud moral además puede estar asociada a una medida alta de cinismo político, que significa “una dinámica de relación entre gobernantes y gobernados que involucra sentimientos de desconfianza hacia la política, los políticos y las instituciones gubernamentales”[12]. El mismo Espinosa señala que esta idea se asocia inversamente con indicadores de participación comunitaria; por lo que se entiende que el cinismo político “debilita la dinámica de relaciones al interior de la comunidad”. Mientras más tengamos una dinámica negativa con nuestros dirigentes y desconfiemos del sistema, menos vamos a integrarnos a ese ecosistema, generando una espiral invertida.

Redes y medios

En la era de la posverdad, como hemos señalado, no solo estamos creyendo información falsa, sino que además estamos aceptándola, tolerándola y compartiéndola a sabiendas de que lo es. Bajo promesas de que es un curso que se corregirá o simplemente por un curso de afinidad que nos permite generar un efecto teflón en aquello que queremos defender.

El problema de esto es que al percibir la tolerancia e interés que se da en la exposición y difusión a información racionalmente falsa, desde los mismos políticos se desarrollan estos mensajes con la esperanza de hacerlos virales para generar impacto. Tal vez el mejor ejemplo de esto sea el candidato Rafael López Aliaga, que sin ningún problema genera mensajes completamente falsos que al segundo son divulgados por una cantidad no menor de personas. Muchas de ellas sabiendo que son completamente falsas. Esto, de lunático o descuidado no tiene nada. Obedece a una intencionalidad muy evidente.

Effron señala tres características que permiten que este fenómeno ocurra: que “los ciudadanos están políticamente polarizados, los líderes respaldan las «realidades alternativas» y la tecnología amplifica la desinformación”[13]. Estos tres elementos son los que permiten la propagación activa de información falsa que genera una relativización del juicio moral al asumirse una mentira como menos condenable. De estos tres y habiendo presentado elementos suficientes para los dos primeros, me gustaría comentar el tercero. Las noticias falsas se propagan por tecnologías que las colocan muy rápido en la máxima atención de otros conectados. Términos como tendencia, contagio y viral son claves para comprender como en una facción de segundos una noticia falsa se vuelve masiva. Una investigación sobre la campaña de Trump de 2016 mostró como las redes sociales fueron relevantes particularmente para: conocer que las informaciones favorables sobre Trump se reprodujeron en una proporción de 4 a 1 con respecto a las de Clinton y que se comprobó que crecía la probabilidad de que las personas creyeran historias que beneficiaban a su candidato favorito, en particular si tiene redes segregadas ideológicamente.[14] En el Perú, Eduardo Villanueva analizó la influencia de las redes sociales en las elecciones y destaca el factor difusor de contenidos que tuvieron estas, más que como debate de ideas[15].

Pero además, en un estudio realizado el 2018, se demostró que las noticias falsas se divulgaron más y más rápido en redes sociales entre el 2006 y el 2017. Como señala su autor: “La falsedad se difundió significativamente más lejos, más rápido, más profundo y más ampliamente que la verdad en todas las categorías de información, y los efectos fueron más pronunciados para las noticias políticas falsas que para las noticias falsas sobre terrorismo, desastres naturales, ciencia, leyendas urbanas o información financiera.”[16]

En resumen, la psicología social nos ayuda, con mucha profundidad, a comprender por qué parece que no tenemos un filtro para creer y difundir noticias falsas, cuando lo cierto es que sí lo tenemos, pero los anulamos o relativizamos en función de los objetivos que nos tracemos. Nuestra identificación política hace lo suyo, pero también el estilo y nivel de procesamiento de la información que hacemos. En esta campaña se debe seguir dando pelea a la desinformación, pero siempre desde el valor y no desde la posición.


[1] Raunak M. Pillai,Lisa K. Fazio (2021): The effects of repeating false and misleading information on belief. Wiley Interdiscip Rev Cogn Sci. Nov.

[2] Traducción propia

[3] En particular recomendamos: Effron, D. (2018): It could have been true: how counterfactual thoughts reduce condemnation of falsehoods and increase political polarization. Personality and Social Psychology Bulletin, 44 (5). pp. 729-745

[4] Petrocelli, J. V., & Crysel, L. C. (2009). Counterfactual thinking and confidence in blackjack: A test of the counterfactual inflation hypothesis. Journal of Experimental Social Psychology, 45(6), 1312–1315.

[5] Effron (2018), artículo citado

[6] Kahneman, D. y Miller, DT (1986): Norm theory: Comparing reality to its alternatives. Psychological Review, 93(2), 136–153.

[7] Joseph P. Gaspar, Mark A. Seabright, Scott J. Reynolds y Kai Chi Yam (2015) Contrafactual and Factual Reflection: The Influence of Past Misdeeds on Future Immoral Behavior, The Journal of Social Psychology, 155:4, 370-380

[8] Una excelente referencia para entender las características del pensamiento prefáctico está en: Helgason BA, Effron DA (2022). It might become true: How prefactual thinking licenses dishonesty. J Pers Soc Psychol.

[9] https://www.thisamericanlife.org/454/mr-daisey-and-the-apple-factory

[10] Mueller AB, Skitka LJ. Liars, Damned Liars, and Zealots: The Effect of Moral Mandates on Transgressive Advocacy Acceptance. Social Psychological and Personality Science. 2018;9(6):711-718

[11] https://www.ulima.edu.pe/instituto-de-investigacion-cientifica/noticias/el-cinismo-politico

[12] Espinosa, Agustín (2012). Cinismo político y su relación con la identificación y participación en una comunidad rural de la costa norte del Perú.

[13] Effron DA, Helgason BA. The moral psychology of misinformation: Why we excuse dishonesty in a post-truth world. Curr Opin Psychol. 2022 May 30;47:101375

[14] Allcott, Hunt, and Matthew Gentzkow. 2017. «Social Media and Fake News in the 2016 Election.» Journal of Economic Perspectives, 31 (2): 211-36.

[15] En: https://larepublica.pe/domingo/2021/04/18/eduardo-villanueva-mansilla-hay-polarizacion-en-las-redes-sociales-pero-aparenta-ser-mucho-mas-agresiva-de-lo-que-es/

[16] Vosoughi, S., Roy, D., & Aral, S. (2018). The spread of true and false news online. science, 359(6380), 1146-1151.

 

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Entonces, ¿cuál es el marco para entender lo que nos pasa?

Pregunta complicada. Pero si estas son las características y los sesgos que hacen que sea muy difícil construir marcos de referencia, ¿cómo entonces podemos ayudar a que esto sea mejor reflejado en el análisis que desde los distintos espacios se hace de una realidad que nos supera por mucho? No creo que existan dos actividades mejores que el leer y el pensar. En el orden que deseen. Luego de ello discutir. Por ello comparto las miradas que he podido recopilar en las últimas semanas que pueden ayudar a darle un gran marco a nuestra situación. Cómo se entiende o qué características tiene el mundo en que habitamos hoy

La coacción de la libertad

Muchos de quienes identifican elementos que configuran las claves sobre las que los humanos nos movemos en este tiempo coinciden en compartir la premisa de que estamos en un espacio que magnifica la libertad como la oferta social más importante que podemos necesitar.

De hecho, uno de los momentos más críticos del gobierno de Castillo fue el haber decretado inmovilidad social el 5 de abril de este año. Fue interesante la reacción de los discursos, más allá de los políticos-humanos. Creo que desde Vargas Llosa candidato nunca se había dicho tantas veces la palabra “libertad” en el país. Uno que soportó meses y meses de encierro por la pandemia, frente a un día de para decidió explotar.

Obviamente que ya no soportamos que exista un ente que nos diga si podemos salir o no, si podemos hacer A o B o no. Esa es nuestra prerrogativa. La conquista humana más preciada. La libertad. Lo que es interesante es pensar si esa libertad realmente la ejercemos o no.

Byung-Chul Han, filósofo alemán nacido en Corea, es quien da el título a esta sección[1], al considerar que vivimos una crisis muy grande, a partir de la expansión de la “libertad” y que esto representa más bien coacción. Frente a épocas mucho más herméticas, que controlaban la acción humana mediante la represión, hoy el “sistema” se abre.  Ha dejado de ser opresor, en el sentido represivo del término, y ofrece al ciudadano el ejercicio pleno de su capacidad de elección. Con trampas tan grandes que terminan por oprimirlo a otro nivel. ¿A través de qué? De la deformación de nuestras necesidades, que genera la orientación hacia lo que el mercado y sus efectos requiere.

Vivimos así la era del emprendedor, del empresario, que trabaja para él y que se traza sus propias metas y aspiraciones. Pero que se guía por una trama o manual del éxito que direcciona su acción. Como el autor señala, vivimos una etapa de “optimización personal” permanente y el sistema compele a la “superación”.

En esa lógica la libertad actúa como proveedora de recursos para hacer lo que todos deben hacer, tanto a nivel de lo material, como del marco de referencia ideológico para lograrlo. De hecho la irrupción de los coaches laborales y ontológicos es un síntoma de esa especie de no-limits que el mundo actual nos exige. Pero que nos da a la vez, la interiorización de un discurso externo, de orientaciones que no nacen de la reflexión del sí mismo.

Esa es una libertad que nos hace profundamente individualistas y complica la perspectiva comunitaria como eje de nuestras acciones. Enmascarada en una lógica de “agenda llena”. Tenemos que aprovechar el tiempo 24/7 365 días al año. Dentro de ello, el trabajo ocupa un lugar extremadamente relevante. Pero no el trabajo de 8 a 5, sino el trabajo libre. El homeworking, las metas, los squads de hoy día lo único que han generado es la instrumentalización de las funciones y el dejar de pensar.  Como bien señalaba Žižek: “Es mejor no hacer nada que comprometerse en actos localizados, cuya función última es hacer que el sistema funcione mejor. Hoy la amenaza no es la pasividad, sino la pseudoactividad, la urgencia de “estar activo”, de participar de enmascarar la actividad de lo que ocurre”.[2] Nos llenamos de actividades en nombre de una libertad que se ha apropiado de nuestra subjetividad y que nos pone metas que aparentemente decidimos.

Un individualismo que anula

Llegamos así a la configuración de la “era del yo”, donde se suprime al otro en tanto antagónico o en tanto supresor de oportunidades de las que me puedo favorecer. La pregunta central que bordea siempre una decisión es “¿qué me conviene más?”. La popular aversión a la pérdida, el sesgo más popular en el desarrollo del Behavioral Economics, no es más que la deliberación racional que se hace frente a un dilema de decisión. El dilema de Kohlberg en el mundo de hoy casi que tiene una respuesta única. Transformamos la moral en una defensa de la conveniencia.

Esto es particularmente necesario de debatir de manera amplia pues nadie plantea que debemos dejar de ser defensores de nuestros propios derechos. Pero la relativización de todo -incluso de las leyes- por esa mirada unipersonal configura la imposibilidad de tener proyectos comunes. Así, la discusión de democracia, partidos y sociedad podrían entrar en revisión.

El congresista William Elera hace pocos días fue condenado recientemente a seis años de prisión por colusión agravada, motivo por el cual debería perder su cargo y ser internado en una prisión. Sin embargo, en un comunicado sostuvo que no se iba a entregar a las autoridades. ¿La razón? El mismo comunicado la explica: “Siempre he respetado el magisterio del Poder Judicial en la toma de sus decisiones, sin embargo, al no encontrarme conforme con este pronunciamiento mi defensa legal interpondrá los recursos de ley con la finalidad de impugnar la decisión”. Una joya de la representación nacional. Él no está de acuerdo con la decisión de un juez (que tiene todo el poder para ordenar la prisión, según la ley) y eso basta para que no se aplique la sentencia.

El caso del congresista es ejemplificador de muchas de las conductas que vemos a diario en la política, pero también en el cotidiano. La interpretación que hacemos de las normas de tránsito o de las relaciones interpersonales o del uso de la violencia son apenas ejercicios básicos de cómo la racionalidad individual se sitúa por encima de la organización común. Y le llamo racionalidad porque hay un proceso de pensamiento que justifica y genera convencimiento de que la transgresión es válida.

Como Guillermo Nugent afirma con certeza: “reivindicar al individualismo es descartar cualquier forma de solidaridad. La cohesión social es puesta en riesgo por la autonomía individual”.[3]

Ese individualismo además encuentra su lado más gregario a través del encuentro en redes sociales que afirman el “yo” y le dan connotaciones de verdad. Al punto de poder establecer microespacios de comunidad con sus propias reglas y orden. Como afirma el filósofo español Bilbeny: “Expresiones directas de la individualización, son los movimientos populistas y nacionalistas. En ellos, el individuo, sirviéndose de las llamadas “redes sociales”, y alentado por la coincidencia con otros usuarios, hasta sentirse con ellos un nuevo sujeto colectivo, manifiesta cómodamente sus intereses y opiniones de rechazo a los principios, instituciones y conductas heredadas de la democracia liberal y de la socialdemocracia, y todo ello sin apearse de su individualismo. Es así como la ideología dominante comparte el individualismo de fondo y algunas formas de la afectividad personal.”[4]

Es decir, no solamente genera una particular visión y acción sobre el mundo, sino que se cuestiona el orden que tiene y se relativizan conceptos como Estado, derechos, deberes y ciudadanía. Así se entiende cómo se puede generar un espacio grande de apoyo a la violencia, compartida vía redes y que hoy ya supone la acción concreta de individuos que agreden a otros y resultan no solo impunes sino aplaudidos de manera pública.

Lo global es excluyente

En esa lógica entonces, es justo reconocer que lo global ha dejado de ser una especie de paraíso y se va convirtiendo en una tierra desagradable. Hablar de movimientos globales hoy es señalar una intencionalidad externa de convertir a la humanidad en una manada uniforme que no permite que nos convirtamos en personas plenas.

Cuando uno piensa en las motivaciones que dejaron salir los movimientos antivacunas en plena pandemia, o la relativización de los riesgos que el COVID-19 tenía, encuentra un denominador común en los discursos que es preocupante: la creencia en la existencia de movimientos mundiales que intentan controlar la humanidad y que sostienen una agenda deshumanizadora.

Claro, puede sonar gracioso, pero en el fondo es el regreso a la tribu lo que guía esta interpretación fantasiosa. Esta necesidad de un yo fuerte, que excluye a los que no son yo. Para ello, las fronteras dejan de existir como un espacio físico, pero se forman fronteras mucho más sólidas, las que están dadas por la misma forma de pensar y, peor aún, de sentir. Žižek performa mejor esta idea cuando afirma: “¿No es la característica básica de la subjetividad actual la extraña combinación del sujeto libre que se ve como responsable en última instancia de su destino, y el sujeto que fundamenta la autoridad de su discurso en su condición de víctima de unas circunstancias que escapan a su control? Cualquier contacto con otro ser humano se experimenta como una posible amenaza: si el otro fuma o si me lanza una mirada de deseo, ya me está agrediendo.”[5]

Esa protección contra los “otros” remarca espacios reducidos de contacto, por lo tanto de comunicación y por lo tanto de profundización de las ideas y las implicancias de estas. Se forma así un cajón de resonancia y el “yo” solo se encuentra con otros “yo”.

La relatividad del conocimiento y la emergencia del like

Esa lógica individualista que va imperando lleva a cuestionar elementos del conocimiento general como nunca ha ocurrido en la historia de la humanidad. Lo que ocurría en épocas previas era que los huecos del conocimiento se simplificaban y para ello la visión de la autoridad servía para rellenarlos con lo que fuera afín al poder. Ya sea teológica o militar, la autoridad se encargaba de delimitar lo que era verdad o no. El clásico ejemplo de Galileo sirve para entender esta referencia. Pero también la falta de transparencia en las diferentes dictaduras que hemos podido ver desarrollar en la historia, donde se le prestaba una atención especial al manejo del conocimiento para que exista siempre solo una versión “oficial”.

Hoy, en el apogeo de la libertad como discurso, todo eso está en revisión. Por ejemplo, noticias desde España reportadas por la cadena Ser, dan cuenta del primer Congreso de Terraplanistas a tener lugar en Menorca en septiembre: “la respuesta del público ha sido tal que los organizadores están teniendo que buscar un espacio más grande del inicial para poder reunir a todos los asistentes”[6].

Imaginen, si en la época actual podemos discutir que la Tierra es plana, estamos realmente dispuestos a relativizar todo. Porque la verdad se pone en disputa no por la presencia de argumentos sólidos que la arrinconan sino por la presencia de discursos divulgados muy rápido y de manera masiva, que poniendo elementos sin evidencia alguna, pero con relatos interesantes y sobre todo demarcados en lo cotidiano (le pasa a gente como usted o como yo) resultan convincentes.

Amanda Montell en su ensayo Cultish publicado el año pasado señalaba los riesgos de estos mensajes y los describía como un ejercicio brillante del uso del lenguaje. “Desde la astuta redefinición de palabras existentes (y la invención de nuevas) hasta poderosos eufemismos, códigos secretos, renombramientos, palabras de moda, cánticos y mantras, «hablar en lenguas», silencio forzado, incluso hashtags, el lenguaje es el medio clave por el cual se producen grados de influencia de culto.”[7]

En esta formación de lógicas que parecen de asombro, pero que existen y configuran una realidad distinta, en la que sus cultores conviven no sin conflictos, las redes sociales digitales han cobrado una importancia inusitada. El fenómeno de la repetición ha reemplazado al de la constatación. “Cuando la información se comparte, se vuelve a publicar en línea o se multiplica a través de las redes sociales con mayor frecuencia, el aumento de la verdad subjetiva debido a la mera repetición puede explicar el aumento aparente de creencias evidentemente falsas.”[8]

Esto es, cuanto más observamos que un argumento se repite, mientras más likes tiene y mientras más gente que consideramos cercana lo propaga, más probable es que en nuestro sistema cognitivo comencemos a considerarlo realidad. Lo que es peor, sin cuestionarlo. Opera un fenómeno denominado el efecto de verdad inducida por repetición.

Así, basta que una idea “prenda” en Internet y se empate con necesidades puntuales de determinados grupos o intereses, para que se vuelva contestataria de la realidad. Con el avance de la tecnología de comunicaciones además, es probable que pronto podamos demostrar de manera virtual absolutamente todo lo que queremos. Solo pensemos en las últimas elecciones y como a los promotores del fraude no hubo forma de hacerles creer lo contrario. Empezaron a mostrar actas, notoriamente adulteradas, modelos fallidos de análisis, recodemos al criptoanálisis electoral y testimonios falsos vía WhatsApp. Todo eso empaquetado por individuos que considerábamos suficientemente cuerdos hasta ese momento.

Además de ello, nos sometemos a la dictadura de los likes. Hace unos días, Borja Escalante, un famoso Youtuber e influencer español fue a comer a un restaurante sin previo aviso ni acuerdo. Al momento de retirarse le pasaron la cuenta y se negó a pagarla. Además, solicitó a sus seguidores que inundaran las redes sociales de referencias negativas del restaurante. Una clara situación de abuso donde solo hay un perjudicado: el restaurante. Tiene varias aristas además: no hay acuerdo previo, hay consumo y hay chantaje posterior. No se ustedes pero es claramente delincuencial este comportamiento.[9] Pero más allá de ello, los likes hoy le cambian el sentido a la vida social.

Llegamos así a la confianza extrema en el espacio virtual como asegurador de un relativo mundo de gratificaciones. Creemos que conocemos y nos conocen aunque no sepamos nada de cómo funciona el mundo de los algoritmos y de los datos que compartimos.

Eso, otorga notoriedad a quien las redes comprendan como influencers y generan un intercambio muy asimétrico en el que compartimos todo lo que somos digitalmente a cambio de un contenido que no escogemos pero que creemos sin ninguna duda. ¿O van a dudar de que Netflix les va a recomendar algo que no les gusta? Si es casi magia.

Como Nymoen y Schmitt sostienen en un ensayo muy sugerente: “sentimos un enorme deseo de que alguien nos guíe en la nueva complejidad del individualismo. El propio usuario hace clic activamente en las autoridades digitales, “se suscribe” a ellas, en parte para librarse de la carga de su supuesta libertad”[10]

Todo nos conduce a un estado en el cual nuestra voluntad es ajena y no requiere tanto de un nosotros, casi que ni siquiera de un yo. El axioma de que mientras más inteligente nuestro teléfono, menos inteligente el dueño se cumple sin dudas.

Positivo y feliz

No hablamos de los resultados de un test de esos que tanto nos venimos haciendo permanentemente. Sino de un marco de interacción y de comunicación en el que hemos aprendido a movernos. La “cultura del positivismo” es hoy la que nos compele a dejar de lado cualquier asociación a lo negativo -por lo tanto a lo crítico- y nos genera la competencia hacia la búsqueda de la felicidad positiva.

Se exacerba la orientación hacia la emocionalidad positiva de una manera violenta, compulsiva. Estar mal, sentirse mal emocionalmente es negado por un marco de referencia terriblemente cruel contra lo que no suene positivo. Se castiga el estar mal. En todo orden de cosas. En los exámenes de selección se revisan las redes sociales a ver si es que su tono va de acuerdo con el de las empresas. En las neoconversaciones terapéuticas, los couches buscan orientar a los clientes hacia la felicidad. El camino para la felicidad es el esfuerzo máximo y la entrega total. El 24/7 para todo y para todos, menos para uno mismo.

Aunque parezca un fin loable, esa mirada es terrible y nociva. Porque aparta del espacio a quienes no son positivos ni quieren la felicidad. Se deja de lado el ser crítico y se premia la obediencia a los paradigmas. Porque esa emocionalidad “positiva” se transforma en una competencia deseable y solicitada. En ese sentido es que la socióloga franco israelí Eva Illouz señala que: “el estilo emocional es crucial para la forma en que las personas adquieren redes, tanto fuertes como débiles, y construyen lo que los sociólogos llaman capital social, es decir, los modos en que las relaciones personales se convierten en formas de capital, tales como progreso en la carrera o aumento de la riqueza.”[11]

En buena cuenta, la libertad de sentir nos permite sentir solo en una dirección. Lo demás es castigado. Esa es una de las grandes trampas de hoy.

Epílogo

En esta coyuntura, en la que creo que una de las cosas que más nos afecta es no poder entender (nos) qué es lo que realmente nos pasa. En la que alguna idea importa más por el autor que por la idea en sí misma. En esas circunstancias, necesitamos revisar de forma urgente la explicación de cómo somos y por qué nos comportamos de determinada manera.

Esa premisa, el corpus de comprensión, nos puede orientar a comprender mejor hacia dónde vamos. Por qué la democracia importa poco. Por qué no actuamos frente a lo que nos indigna. Por qué el poder sigue en sin discutirse de manera efectiva. Por qué las cosas pasan más en tono de comedia que de drama. Y por qué elegimos a quienes tenemos de autoridades.

Sin estas ideas que nos van rondando y a las que cada vez consultamos menos, estamos condenados a mantener esa angustia de la inacción. No buscamos con este texto hablar de la verdad. Solo presentarle al lector algunas rutas que puedan orientarlo. Y aportar al debate. Hay más, sin duda. Pero es el momento de compartir ese conocimiento y reflexionar sobre él.


[1] Byung-Chul Han (2021). Psicopolítica. Primera edición digital. Herder.

[2] Žižek, Slavoj (2005). La suspensión política de la ética. FCE

[3] Nugent, Guillermo (2021): La desigualdad es una bandera de papel. Antimanual de sociología peruana. La Siniestra Ensayos y UNMSM

[4] Bilbeny, Norbert (2021): Las emociones políticas de nuestro siglo. Astrolabio: revista internacional de filosofía. Núm. 24. pp. 117 – 130

[5] Žižek, Slavoj (2021): Como un ladrón en pleno día. El Poder en la Era de la Poshumanidad. Anagrama

[6] https://cadenaser.com/nacional/2022/08/17/un-nuevo-movimiento-terraplanista-llega-a-menorca-yo-veo-muy-dificil-convencerles-de-que-la-tierra-es-esferica-cadena-ser/

[7] Montell, Amanda (2021): Cultish. The Language of Fanaticism. Harper Wave. Traducción propia

[8] Forgas & Baumestier (2019): The Social Psychology of Gullibility. Fake News, Conspiracy Theories, and Irrational Beliefs. Routledge

[9] https://larepublica.pe/mundo/2022/08/16/borja-escalona-famoso-youtuber-espanol-quiso-comer-gratis-en-restaurante-y-amenazo-con-cobrar-por-publicidad-a-tapa-do-barril-espana-viral/

[10] Nymoen & Schmitt (2022): Influencers. La ideología de los cuerpos publicitarios. Planeta

[11] Illouz, Eva (2007): Intimidades congeladas. Las emociones en el capitalismo. Katz editores.

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Autoconocimiento, conocimiento

Quien decidió meterse de cabeza al juego político fue la Fiscal Benavides. Al más puro estilo de Harvey Dent se inflamó de valor para impulsar la investigación judicial al presidente mediante un, hay que señalarlo, equipo muy eficiente que desde la fiscalía y la PNP trabajan de la mano. Objetivo Castillo se llama la película. Pero también como el fiscal Dent, parece que la moneda da cruz cuando se trata de otros casos. La salida de al menos cinco fiscales de casos complejos, varios de ellos dejando testimonios muy preocupantes, manchan por completo su intención moral. Lo peor, el blindaje descarado, deshonesto, impune, que está dando al caso de su propia hermana. Que ella misma disculpa diciendo que no se relaciona con el caso Cuellos Blancos. ¡Pero es su hermana, fiscal Benavides! ¡se le acusa de cobrar 100 mil dólares a acusados de delitos muy graves por limpiar sus casos! Silencio de la prensa grande. Silencio asqueante de la prensa grande. Silencio convenido de la prensa grande.

Por otro lado, desde algunas neo-organizaciones sociedad civil se prefiere plegarse a la validación de la acción de la Fiscal de la Nación con tal de sacar a Castillo. Preocupa por ejemplo que se salude la acción de apoyo a Benavides del sábado, pese a que ya se tiene pleno conocimiento de lo turbio de su acción. Preocupa que organizaciones como Transparencia, a través de algún miembro de su Comité Consultivo, esté apoyando iniciativas de esta naturaleza. La corrupción es una. No sirve relativizarla.

En este nuevo período, Castillo ha decidido jugar el todo por el todo por una estrategia que anule a los actores tradicionales de la acción política. Se siente más cómodo yendo a una estrategia más horizontal. Allí tiene todas las de ganar. Pero con adversarios que demuestran que la sinapsis es una palabra aún desconocida, no sólo tiene todas las de ganar, sino que lo dejan tener una ventaja de varios cuerpos.

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Congreso de la República, Pedro Castillo

Otra hipótesis es que Castillo finalmente está preparando el terreno para patear el tablero de manera radical. El temor que la oposición ha venido sostenidamente señalando desde las formas más trágicas como desde las más cómicas también (que son la mayoría). El sábado en su discurso en Junín sostuvo tal vez el más incendiado de sus discursos señalando que era la última vez que le tendía la mano a la oposición y que iniciaba una “cruzada nacional para defender al gobierno”. Clara amenaza al orden. Pero en la boca de Castillo eso suena más a bluff que a algo real. En todo caso, esta hipótesis hay que mirarla con cierta cautela. No sería la primera vez que alguien acusado de corrupción trata de asumir el camino autoritario para evitar las consecuencias de sus actos.

El tercer camino, que desde esta posición consideramos el más probable, es que es más de la nada que es la política nacional en estos tiempos.  Fuegos artificiales que no significan nada y que serán recibidos como nada. Hace algunas semanas en esta misma columna señalábamos que la nada en este país es la forma de gobernar. Frente a eso la gente se refugia en su propia individualidad y se separan de lo público que solo representa gasto y ningún beneficio. Esto puede ser más de lo mismo. Un discurso para que lo escuche quien desee pero que no tiene un fin específico. Porque en el juego político de hoy en el Perú, la nada es la consecuencia. Un año sin que haya existido alguna decisión relevante en algún aspecto nacional.

Estamos a la deriva. Nos gobiernan y legislan y juzgan delincuentes y hemos aprendido a vivir con eso. Lo único que puede resultar allí es una sociedad cínica y lumpen. De la que ya estamos siendo parte.

 

 

 

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Congreso de la República, Presidente Castillo

Por ejemplo, el 33% del NSE DE piensa que la desigualdad en el país es aceptable. Los que peor la pasan, los que sienten en carne propia la falta de oportunidad son los que menos inconformes se muestran. ¿Las razones? Habrá que hilar fino.

Pero otra vez, la percepción de que la individualidad es el camino para el progreso puede contribuir a generar esta visión de que, en el fondo, no es tanto una lógica contextual, sino de “decisión”. Pero es una suposición. La evidencia está. Hay que entenderla mejor.

La movilidad como clave

El tercer punto que creo es clave en este gran trabajo es el de la movilidad. Desde allí la conclusión es que tanto en movilidad educativa como social, nuestra velocidad es lentísima. Quienes tienen educación superior, en gran medida provienen de hogares que la tenían. Quienes no tienen educación, provienen de hogares similares.

En movilidad social, usando una categorización muy interesante, se nota también que la clase dominante proviene de sí misma y algo de la clase intermedia. Pero la clase trabajadora, básicamente de la misma clase trabajadora.

Es decir que reproducimos más de lo que es esperable ver nuestro origen. Otro elemento que justifica el hecho de que los NSE más bajos consideren que existe un menor nivel de desigualdad. Si nada se mueve y no hay cambio, sólo queda lo individual como respuesta.

Un optimismo que contiene

Además, hay una perspectiva optimista de toda esta movilización. Se cree que sí se da y que sí dará en mayor medida con las siguientes generaciones. El 59% de entrevistados señala que su situación económica es mejor que la de sus padres y además el 81% sostiene que la de sus hijos será mejor que la propia. Muy interesante conclusión que no parece soportarse tanto en datos objetivos como en una lógica de esperanza o de apuesta futura. Esa es una apuesta que también puede justificar que sigamos donde estamos. En el fondo no hay una sensación de que al final del camino hay un precipicio, sino más bien una escalera.

Una escalera que se soporta en la promesa de la educación. 85% considera que la clave para tener una buena posición económica en el país es tener una buena educación. Por eso, cuando existen fuerzas que atentan contra ello, cabe preguntarse qué es lo que está detrás y cómo ello no genera una reflexión mayor que la que hemos observado.

También hay un dato que no puede pasar desapercibido y es la percepción de que para el 52% de peruanos el ingreso del hogar alcanza. Es decir, para la mitad de los peruanos no hay aún una situación crítica en cuanto a su economía. ¿Por qué es relevante? Porque nos lleva a explicarnos por qué no terminamos de estallar sin necesidad de un meteorito.

Hay miles de datos más que cada uno sabrá aprovechar. Yo solo comparto lo que me ha llamado la atención de manera particular: la visión del progreso individual, la justificación de la desigualdad de los sectores más pobres, la falta de movilidad y la ausencia de crisis.

[1] https://iep.org.pe/wp-content/uploads/2022/07/I-Encuesta-nacional-de-percepcion-de-desigualdades-ENADES-2022-v2.pdf

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Análisis de datos, Cultura, Últimas encuestas

La oposición. Ay la oposición. Qué se puede decir. Que sea publicable quiero decir. Si usted se siente representado por algún partido de la oposición lo felicito. Hay una escena de la gran película argentina 9 reinas en la que el Marcos, el protagonista -personaje de Darín- le narra a Juan, su novel aprendiz, la tipología de cada uno de los ladrones que se pueden encontrar en las calles de Buenos Aires.

Son descuidistas, culateros, abanicadores, gallos ciegos, biromistas, mecheras, garfios, pungas, boqueteros, escruchantes, arrebatadores, mostaceros, lanzas, bagalleros, pesqueros, filos… (9 reinas)

Esa escena representa de manera brillante lo que es nuestro Congreso y los locales de los partidos políticos:  Vacadores, conservas, mercantilistas, delincuentes prontuariados, fantoches, torquemaditas, figuretis, tramitadores, portapliegos y un muy largo etcétera.

Si dos cosas quedan claras para representar este primer año son que no hay proyecto de país desde el Ejecutivo ni desde la oposición. Y que la pelea política no se da desde la concepción del Estado y de las políticas que le den sentido. Si no más bien desde los sectores que mejor “rinden”, usted me entiende.

De acuerdo con eso, si alguna característica ha tenido este primer 20% de avance de lo que es este período es la República Lumpen. Si escucha con atención los discursos directos del Ejecutivo y los debates parlamentarios, hemos perdido por completo el pudor como país. No hay un gramo de decencia de nadie. Lo que se reclama es fundamentalmente que MIS intereses tengan prioridad y -literalmente- a la mierda con los demás. ¿La ley? ¿La constitución? Todo tiene solución. Léase esto con la voz de Marco Antonio, de la Teleferia.

Ojo que dentro de todo este panorama, dos actores que son recibidos con cierta benevolencia tienen de fondo serios problemas en lo que están representando. Por un lado el expresidente Vizcarra, que a partir de un jingle muy exitoso, que da la vuelta al mundo contando una historia bochornosa, trata de capturar un escenario político vía el show. Por otro lado, desde una esquina bastante más seria, el expresidente Sagasti insiste con una propuesta de adelanto de elecciones generales. En principio suena razonable que desde la sociedad civil existan iniciativas de esta naturaleza. Pero lo complicado resulta si esa iniciativa es una plataforma para postular. Hoy, en esta coyuntura, resulta increíblemente importante que si Sagasti quiere liderar un movimiento principista, se niegue a ser protagonista de la consecuencia. Nada de “el pueblo me lo pidió”, “no puedo negarme a la voluntad de la gente”, “mi vocación es el servicio”. Necesitamos iniciativas sin segundas.

Así, en este breve resumen, nos quedamos sin espacio para las proyecciones. Solo se nos ocurre una palabra: nada. No esperemos nada porque nada pasará. O nada a favor de usted o de mí. Nada. Solo sobrevivir. Esto que tenemos, en la Plaza Bolívar o en la Mayor, es lo que elegimos. Si lo vamos a cambiar, que sea legal y válido.

(continuará… 4 años)


[1] Meléndez, Carlos (2022). Populistas. ¿Cuán populistas somos los peruanos? Editorial Debate. Una reseña donde además se profundiza en el término la hace Omar Awapara en El Comercio: https://elcomercio.pe/opinion/columnistas/populistas-por-omar-awapara-noticia/

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Pedro Castillo, prensa

El caviarismo tiene el poder y lo controla. Por lo tanto impulsa una agenda específica y dirige todo el Estado hacia ella. Desde luego que son lo que tienen el control y manejo de las instituciones públicas y los que tratan de evitar su dominio son expelidos rápidamente. Pero como aprendemos en cualquier lógica histórica, no hay poder sin dinero. Ergo, el caviarismo controla las fuentes de dinero de este país y las reparte a conveniencia. Los caviares son los putos amos del mundo mundial. Por eso es menester exterminarlos: porque si no, nos hundiremos en el foco de la agenda pro-LGBT mundial; o porque jamás dejarán que las clases populares se gobiernen a sí mismas. De uno u otro lado los caviares son el enemigo mayor.

Por eso estar al medio los hace tan vulnerables y ala vez tan necesarios. Porque genera que los extremos puedan conciliarse. Al encontrar un enemigo común es más fácil reconocer coincidencias y establecer una agenda consensuada. La vergonzosa justificación de la votación de Cerrón y Bellido así lo confirma. Fue por el enemigo caviar.

En el fondo, es un mecanismo de justificación que conocemos perfectamente en la historia. Buscar un grupo que permita canalizar todo lo “malo” que se genera a nivel social. Recientemente la campaña xenófoba contra los ciudadanos venezolanos. Antes contra los migrantes en las ciudades. Antes contra ciudadanos de alguna religión, raza, origen. Siempre se buscan chivos expiatorios que permitan reacomodar las componendas que por debajo de la mesa se suelen hacer. No es casual que tantos opositores hoy aplaudan la acción política de Perú Libre o de cerronistas, contra la República Caviar.

El problema es que, al tener un problema de semántica o de asociación, nadie sabe quién es caviar o no en el fondo, la posibilidad de adscribirlo a cualquiera es inmensa. Y de sacarlo de allí, también. Mario Vargas Llosa o Beto Ortiz pueden ser los mejores ejemplos de ello. Caviarones conspicuos hasta que se pasaron a “la luz”. Solo por cambiar su orientación política. Pero sus características intrínsecas no las cambiaron en nada. Su estilo de vida, el mismo. Hoy Ortiz mismo se da el placer de caviarizar a quien le viene en gana desde un exilio autoimpuesto pero viviendo cómodamente, muy caviar todo.

El problema con eso es que lo caviar es un conjunto vacío. Al ser todo lo que no me gusta es nada. Es retórica. Pero es el sustantivo que es adjetivo a la vez. Ser señalado como caviar hoy es una suerte de estigma. Lo único que representará es el nivel de acuerdo en la incomodidad que se genera tanto en la extrema de allá como en la de acá. “Él es caviar” basta para designar a alguien que nos es molesto. Sin entender por qué.

[1] https://redaccion.lamula.pe/2014/09/17/ser-caviar-en-el-peru/jonathandiez/

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caviar, Gobierno, política peruana
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