Durante la semana, el recientemente nombrado presidente de Essalud, Mario Carhuapoma, fue acusado de algunos medios de pedir no informar sobre el alza de alimentos en mercados porque eso atentaba contra la salud mental de la población. Esta es la imagen que además se viralizó en innumerables cuentas, con el cintillo acusador:

La cita, que solo Matheus Calderón (@andoenpando) se dio el trabajo de poner completa es:

“Ustedes como periodistas, como comunicadores, tienen gran responsabilidad. Qué cosa alimentamos a nuestra población. Por favor, yo les suplico, les pido a ustedes, que apoyen en el tema de salud mental, porque si tenemos una salud mental estresada, las cosas especulan, suben los precios, algunas cosas no están bien, no es porque el gobierno no lo quiera, sino que a veces hay ciertas especulaciones, o malas informaciones, de falsas noticias o fake news, esto a veces permite que la población alimentarse con esa información mentalmente se enferme, se preocupe, se estrese y baje el sistema inmunológico; por eso lado es importante que ustedes puedan apoyarnos y colaborar a contribuir con la salud mental de la población».

¿Se ve la diferencia? Sería necedad no hacerlo.

De esas, tenemos a diario decenas de notas que se quedan en el titular y tergiversan desde allí el sentido de una entrevista, declaración o un hecho en particular. El tema se viene acentuando desde el 28 de julio, haciendo realmente complicado separar la paja del trigo. Nos queda ir cada vez a la fuente, contrastar lo que se ha dicho -en largo- con lo que se reporta, verificar que el titular es cierto… Si pues, esa era la labor del periodista.

A fines de los años 90 se estrenó una comedia protagonizada por De Niro y Hoffman llamada Wag the Dog. Algunos la recordarán. En ella, frente a un potencial escándalo que afectaría la imagen presidencial en USA, se decide como estrategia “inventarse” una guerra con un país muy pequeño. El montaje y la ejecución de este conflicto bélico corren a cargo de un productor de Hollywood. Lo central de esto: la narrativa que lo haga creíble, no dejar cabos sueltos y tener respuestas para todo. ¿Suena conocido? No a nivel de guerra, pero claramente la instauración de narrativas con el propósito de darle sentido a un mundo parcial no es una idea que hoy suene descabellado, ¿verdad? Solo que a diferencia de los 90s es más difícil, por la cantidad de información sin control que circula por lo virtual.

Aún así, sabemos que somos un país de titulares. Que sentimos que nos informamos revisando el exhibidor de un quiosco o el principal titular de una nota. No queremos más. Aún los medios masivos no aprenden la lógica del clickbait y continúan sentenciando en un párrafo. Así evitamos lo engorroso de leer o de prestar atención.

¿Y la verdad? Tal vez lo que menos importa. Lo que nos interesa, como ya diversas investigaciones y ensayos vienen demostrando, es aquello que permita “estar en paz” con mi sistema de percepciones, actitudes y creencias. Ya la información no me sirve para formar este sistema sino para confirmarlo. Es un cambio en la cognición humana muy significativo que va a tener repercusiones en las ciencias sociales en los siguientes años. Como Sunstein señala: “la información genera agitación, terror, vergüenza e incluso desesperación. La decisión de obtener información es una apuesta” (Sunstein, 2020. Too Much Information) ¿Para qué jugar esa apuesta si más tranquilo estoy con MIS datos, MIS fuentes, MIS conceptos?

El problema es que en un país como Perú nos jugamos un riesgo mucho más grande que el de la mera discusión especulativa sobre lo adecuado o no adecuado de la verdad. Porque las fuentes no son tan diversas y porque se ha generado un espíritu de cuerpo que genera un desbalance brutal que no ayuda a generar información sino sentencias.

Muchos disponemos de espacios para discutir los temas públicos. Los grupos de WhatsApp se han convertido en los principales ejemplos de ello. Pocos habrán estado ajenos a la presencia de fanáticos que con argumentos falaces han tratado de imponer una visión hegemónica y muy parcializada de las cosas. En estas semanas he tratado de discutir con varios de ellos con resultado imposible. Se ha instaurado una nueva forma de evangelización por redes que a lo único que apela es a lo obvio de razonamientos que nada tienen de ello. Es decir, a la nueva verdad absoluta. Solo que ya no se vive y ordena desde un gobierno, sino desde el mismo tejido social. Esa nueva evangelización que ya no ejerce poder por decreto sino por meme reemplaza el pensamiento crítico por la movilización del miedo. Y la información que encuentra en medios masivos la sigue y la respalda.

Un elemento central en esta configuración de lo que es válido y no para la opinión pública son las encuestas. Porque informan, deseablemente sin sesgos y de manera objetiva, sobre cómo la población evalúa a sus autoridades y los hechos principales de la coyuntura. Durante cada campaña política se pone en entredicho la labor de las empresas que las realizan, pero suele criticarse especialmente su nivel de representatividad y cobertura, porque nos la pasamos viendo el numerito de intención de voto antes que otra cosa.

Pero hoy en día, avisados por este contexto en el que la verdad poco juega y por la percepción de inequidad y desbalance en el tratamiento informativo, podemos tener la posibilidad de discutir el otro elemento que es crítico en una encuesta: qué y cómo se pregunta, porque eso nos lleva a conclusiones relevantes. Recordemos que en el mundo de los titulares, importa solo el número y le prestamos cero atención a cómo salió dicho número.

Entonces en las últimas semanas hemos asistido a la publicación de encuestas sorprendentes por lo sesgadas. Que descuidan aspectos básicos de cómo se deben hacer preguntas para orientar al que responde. La deontología de las encuestas quedó dormida en muchos casos. Espectáculo lamentable.

Pensemos en dos preguntas del último estudio de opinión pública presentada:

  • ¿Cree usted que una persona que enfrenta investigación por apología del terrorismo como Guido Bellido, debe o no debe ocupar el cargo de Presidente del Consejo de Ministros?
  • El presidente Pedro Castillo anunció que no despachara desde Palacio de Gobierno y lo viene realizando desde lugares no institucionales que no cuenta con los registros de visitas normados por ley. ¿Cree usted que la gestión del presidente Castillo está siendo transparente o no está siendo transparente?

En ambos casos, hay un contexto que claramente orienta a los entrevistados a direccionar su respuesta a una evaluación negativa. Es sesgar, dirigir, influenciar, orientar, manipular una respuesta con el fin de que respondan lo que quiero. ¿Cuál es el objetivo de esto? Desacreditar mediante los números al gobierno y a al gabinete. ¿Por qué? Porque esa es la tarea nada divina que se están adjudicando algunos. ¿De donde viene? Es una excelente pregunta.

Solo como recordatorio, estas empresas encuestadoras están agrupadas en APEIM. En la web de la misma APEIM uno puede encontrar un documento oficial de ESOMAR (la red de agencias de investigación de mercados mundial más importante) que dice textualmente lo siguiente:

“Las dos características principales de las investigaciones científicas son:  a) que los encuestados son elegidos por la organización de investigación de acuerdo con criterios explícitos para asegurar la representatividad (…) y b) que las preguntas están redactadas de una manera equilibrada (…).  Las preguntas serán equilibradas y no dirigirán al entrevistado hacia una respuesta en particular”.

Lo curioso es que la empresa encuestadora que hace ese tipo de preguntas está afiliada a APEIM, a ESOMAR y a cuanto gremio hay.

Si la verdad entonces ya no existe, dejará de ser un valor por invocar. Por lo menos aspiremos a que seamos lo suficiente honestos desde el análisis y la crítica para aceptarlo.

Nota: el enlace al documento de ESOMAR, desde la misma web de APEIM: http://apeim.com.pe/wp-content/uploads/2019/12/Guia-ESOMAR-WAPOR-para-sondeos-de-opinion-y-encuestas-publicadas.pdf

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Dólar, Pedro Castillo, Precios

Tres líderes de opinión han planteado sin ningún pudor en los últimos tres días la evaluación positiva que hacen a una probable vacancia del presidente Castillo. Cada uno en su columna o mediante entrevista. Juan Carlos Tafur, Rosa María Palacios y Alberto Vergara consideran que en sólo un par de días ya se vio lo suficiente de Castillo y por lo tanto procede la vacancia. Sin más.

¿El origen de esta sentencia? Se señala que es la nominación del gabinete Bellido, o más claramente, de Guido Bellido como premier. Su ambigüedad frente a algo tan sensible como Sendero Luminoso lo convierten en la justificación de una potencial vacancia. Aunque en realidad los principales argumentos que se plantean por los tres -y por varios más- influencers es que se trataría dela constatación del poder de Cerrón sobre el presidente Castillo. Esa comprobación colocaría a Castillo en una posición muy débil como presidente, optando por una estrategia de incendio que nos llevará rápidamente a hacerse del control del Congreso y por lo tanto se hace necesario vacarlo ya.

¿Es así? Pues desde este espacio tenemos muchos reparos con la ligereza con la que se plantea esta solución y trataremos de explicarlos. No para situarnos en la maniquea posición de oficialismo – oposición, sino porque creemos que este tipo de recursos solo traen más inestabilidad para el país. Que ya la traemos complicada.

Disclaimer: el autor no está feliz con el gabinete. Creo que es muy malo, salvo 5 excepciones: Francke, Durand, Cadillo, Torres y Carrasco; el resto no parecen tener las credenciales de competencia necesarias. Por el contrario, se tienen ministros en claro conflicto de interés en el MTC y el MINAM y con cuestionamientos muy importantes en Trabajo. Peor gabinete, difícil. Pero a la vez considero que hay caminos políticos que se tienen que activar y no pasar a la vacancia de esta manera.

“Cerrón busca acelerar su disolución agudizando las contradicciones. Ilusamente cree que en unas nuevas elecciones tendría mayoría absoluta en el Parlamento y ese absurdo lo comparte Castillo” señala enérgica Palacios en su columna semanal en La República. No es un argumento desconocido, es en realidad compartido por varios que en muy poco tiempo ya conocieron, ya entendieron todo y comprenden cuál es el curso inexorable de las cosas. Tal vez por eso Willax incorpora cada vez más el análisis político de connotados videntes nacionales. Total, es lo mismo.

Sin embargo, todo proceso siempre ofrece más variantes y alternativas y el análisis se queda plano si recurrimos en exclusiva al “créeme, así es”. ¿Que Cerrón trata de influir en el presidente del Perú? ¿Que busca llevar las riendas él? Pues la respuesta, a la luz de los hechos, parece ser obvia: sí. Pero no estaríamos discutiendo esto en casi ningún otro lugar del mundo, donde el presidente del partido oficialista quiere tener un peso propio e influencia en las decisiones de gobierno.

El problema, se especula, es que Cerrón no quiere quedarse en la política formal, quiere trazar un plan de acaparamiento del poder y lo empezó a ejecutar el 28 de julio, por lo que hay que vacarlo la primera semana de agosto. Vacancia porque ya sé qué pasará. Mejor cortar por lo sano. Un poco difícil de creer.

“A mí por lo menos me pareció que hay algunas pistas mentales que te llevan hacia un tipo de gobierno no democrático” considera Vergara en la buena entrevista que le hace Enrique Patriau en La República. Pistas mentales que se desarrollaron en dos días de gobierno y que nos auguran un futuro autoritario o -al menos- nada democrático.

Parece ser que lo que estamos haciendo en el fondo es no darnos cuenta de quién es el presidente, qué representa y hacia dónde va a legislar. Si se sale del marco legal, habrá que actuar en consecuencia. Pero si ejecuta acciones que le están permitidas, ¿por qué creer que tenemos el poder de borrarlo, hacer como que no existió y empezar de nuevo todo? Difícil respuesta, pero eso está claro en el planteamiento de Tafur en Sudaca Perú. “Si el Presidente, en abierto desacato del mandato popular y de la realidad política, cree que puede hacer y deshacer desde su cargo, pues tendrá que recibir el golpe político que se merece”. ¿Cuál es el desacato? ¿Quién puede interpretar el mandato popular? ¿qué se merece por ejercer la presidencia aunque no nos parezca? Difíciles respuestas como dijimos.

La vacancia presidencial no es un mecanismo cualquiera. Es, o debe ser, una activación de emergencia, cuando realmente no hay otro camino. No se puede tomar como parte de un chantaje político desde el Congreso hacia el Ejecutivo, generando una permanente navaja sobre el cuello del presidente. No tenemos memoria parece para recordar lo que eso le hace al país. Azuzar la vacancia es azuzar un golpe de Estado, solo que esta vez se considera que es válido. No creemos que lo sea. Consideramos que está, en la práctica, censurando la potestad de gobernar de un presidente, porque no nos gusta cómo lo hace. ¿Se ha hecho algo ilegal que amerite una vacancia? No. ¿Hay irregularidades y sorpresas desagradables en los nombramientos que pueden llevar a cuestionar la idoneidad de determinados ministros? Por montones. Pero eso no lleva a deshacernos del presidente.

Porque eso parece ser lo que realmente activa todo este mensaje. La necesidad de buscar el recurso para sacar del principal cargo del país a Castillo parece que se ha activado y no solo desde la derecha más recalcitrante. Sino más bien desde la centro derecha. O desde el análisis más superficial. No queremos dejar que Castillo ofrezca un estilo de gobierno y ya lo queremos vacar.

Estas ideas nos van a llevar a un nivel de conflicto inmanejable. Frente a eso, ahí sí, solo se lograrán activar las respuestas más autoritarias y violentas. Pero parece que eso no es tan importante como que Castillo no siga en el cargo.

Insistimos, creemos que el gabinete es muy malo y han puesto a cargo de distintos ministerios a gente con fundadas sospechas de falta de idoneidad. Como si fuera además el primer gobierno que lo hace. Pero de allí a la vacancia hay un trecho bien grande, tan grande como la palabra democracia. Cuidado con eso.

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Pedro Castillo, Vacancia, Vladimir Cerrón

Continuando una miniserie con información sobre cómo somos los peruanos, toca hoy conocer más de los famosos Niveles Socioeconómicos (NSE), esa clasificación por la cual se determina la ubicación de un hogar en una estructura social construida que mide aspectos económicos (bienes y servicios que se poseen, equipamiento del hogar y servicios que se tienen) y sociales (nivel educativo y acceso a servicios de salud). Es una clasificación que a menudo se confunde con nivel de ingresos, pero no tiene nada que ver con ello. Mide más capacidad que poder real. Es multidimensional y cada nivel depende de una combinación de variables para determinarse.

Para el Perú se han determinado desde hace mucho 5 NSE que se determinan con una letra: A (NSE Alto), B (Medio Alto), C (Medio y Medio bajo), D (Bajo) y E (Muy Bajo). Quien lo determina es la APEIM (Asociación Peruana de Agencias de Investigación de Mercados) en base al trabajo que realiza el INEI en la Encuesta Nacional de Hogares y se actualiza de manera anual o bianual. Sin más, conozcamos un poco de la división por NSE del Perú.

La pirámide de niveles de todo el Perú nos enseña que el NSE A agrupa al 2% de hogares, el B al 11%, el C al 28%, el D al 25% y el E al 35%. ¿Cómo que 35%? ¿Y el desarrollo, el modelo? Pues a decir verdad, no se está moviendo mucho. Si vemos el comparativo de NSE entre el 2013 y el 2020, la cosa es tan diferente. Hay una ligera mejora de la distribución, pero los NSE D y E aún concentran el 60% o más de los hogares del país:

Distribución de NSE Total Perú

Comparativo 2013 – 2020

 20132020
NSE A22
NSE B911
NSE C2327
NSE D2625
NSE E3835
Fuente: APEIM

Fuertes y claros números que nos reflejan un Perú que no termina de progresar, de desarrollarse, de tener la capacidad de eliminar la letra E de su distribución.

Pero esa no es la única diferencia que podemos hacer. La distribución es muy diferente por ámbito. Si lo vemos por Lima Metropolitana, Perú Urbano o Perú Total, podemos hablar de tres países diferentes. Basta mirar el siguiente cuadro para entenderlo:

Distribución de NSE según ámbito

Perú 2020

 Lima MetropolitanaPerú UrbanoPerú Total
NSE A422
NSE B221411
NSE C433527
NSE D252925
NSE E62035
Fuente: APEIM

Podríamos empezar a discutir este cuadro para empezar a discutir el país. Si relacionamos esta información con el resultado de las últimas elecciones tendremos argumentos mucho más eficientes para entender lo que pasó. Si en Lima Metropolitana 1 de cada 10 pertenece al NSE E; en el Perú Total 4 de cada 10 lo son. Si hablamos de la “emergencia” de la clase media baja, cuánto de eso que decimos es sesgado por la foto que vemos de la capital y no del resto del país. Son preguntas que debemos pensar cada vez más.

Aún más, revisemos la distribución de departamentos del Perú con mayor incidencia de NSE E. Tendremos nombres conocidos que en esta serie hemos venido repitiendo y repitiendo:

Departamentos con mayor proporción de hogares de NSE E

Perú 2020

Departamento% NSE E
Huancavelica86%
Cajamarca72%
Ayacucho72%
Apurímac71%
Huánuco67%
Fuente: APEIM

Otra vez, los Huancavelica, los Cajamarca, los Ayacucho, los Apurímac. Se repiten y repiten y repiten como disco rayado. Desde hace años. Sin cambios. Pero nos asombra que pidan cambios profundos.

Si decidimos ver las diferencias en características entre los NSE, encontramos algunas cosas interesantes también. Por ejemplo, que el 35% del NSE A tiene un seguro privado de salud, servicio que el 0% del NSE E posee (sí, 0%, no es un error). Y si el 63% del A posee Essalud, solo el 6% lo tiene. Algo tan básico como la atención en salud genera tantas diferencias entre peruanos.

En cuanto a ingresos, vale la pena detenerse a ver este cuadro:

Diferencia entre ingreso y gasto familiar mensual según NSE

Perú 2020

 Ingreso mensualGasto mensualDiferencia
NSE AB7,7775,3332,444
NSE C4,1233,1161,007
NSE D2,6242,049575
NSE E1,3701,161209
Fuente: APEIM

Como se observa claramente, lo que “queda” en cada caso es radicalmente distinto- ¿Capacidad de ahorro? Solo en algunos. Muy algunos. Además, mientras el NSE AB destina el 27% de su gasto a alimentos dentro del hogar, en el NSE E esta proporción llega a 50%. Claramente se trata de una economía orientada exclusivamente a cubrir necesidades básicas. Además, si el AB destina más de 570 soles mensuales a la educación, en el NSE E solo se dispone de S/ 20.

Asimismo, observamos que el 86% del NSE A posee alguna cuenta de ahorro. Este porcentaje solo llega al 25% en el E. El 12% en el A no tiene ningún producto bancario y el 75% en el E reporta lo mismo.

En cuanto a tenencia de productos y servicios, lo primero que queremos destacar no es una diferencia, es más bien una coincidencia: la penetración de al menos un celular en el hogar. Todos los NSE reportan porcentajes muy altos. Incluso el NSE E, con más del 82%. La telefonía -o los datos- mediante celulares hoy es una realidad nacional.

Pero en el resto de los indicadores las diferencias son de terror. Para que se note, algunos datos relevantes. En cuanto a conexión a Internet, el NSE A reporta 100% de hogares conectados, mientras que el E 2.1%. Tenencia de servicio doméstico, 78% versus 0.1%. TV cable 94% contra 9%. ¿Lavadora? Nada menos que 97% y 0.6%. Esto, estresando la distancia entre el NSE A y el NSE E. Al medios el resto, marcando una gradiente hacia abajo, tan preocupante como clarísima.

Pero no acaba acá, hay más:

  • Autos: 88% (NSE A) / 1.4% (NSE E)
  • Refrigeradora 99% / 9%
  • Microondas 91% / 0.2%
  • Licuadora 96% / 31%

Tanto tiempo discutiendo la importancia de la conectividad. El significado de la conectividad para la inclusión. Lo que tenemos es también de preocupación grande. ¿Computadora en el hogar? 97% en el A, 3% en el E. Pero el uso de Internet entre mayores de 18 años es revelador también: 92% reporta hacerlo en el A y solo 20% en el E. Sólo una de cada cinco personas en el NSE E señala que suele conectarse a Internet. Pero además, el 90% lo hace desde acceso móvil. 17% aún usa cabinas para conectarse.

Como vemos, somos un país desigual. No de ahora, desde hace muchos años. Avanzamos lento en la reducción de las brechas. O simplemente no avanzamos. Este es el Perú del Bicentenario. ¡Felices Fiestas Patrias!

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conectividad, NSE, Radiografía del Perú

Continuando esta breve serie sobre el Perú ad portas de cumplir 200 años, desarrollamos ahora en qué condiciones vivimos los peruanos. Descubriremos los datos más relevantes de los avances en las condiciones de vida de los peruanos, pero también de las grandes desigualdades que aún nos caracterizan.

En el Perú existen cerca de 9 millones de hogares. Para el INEI, hogar es “el conjunto de personas, sean o no parientes, que ocupan en su totalidad o en parte una vivienda, comparten las comidas principales y atienden en común otras necesidades vitales básicas.” Es decir, aquellas personas -familia o no- con las que compartimos vivienda y  la comida y cubrimos en conjunto las necesidades básicas. Los más de 30 millones que somos nos reunimos en 9 millones de hogares. Cada hogar tiene entre 3 y 4 personas.

También tenemos un número similar de viviendas ocupadas. Anualmente el número de viviendas crece 3% aproximadamente. Llama la atención eso sí que la tasa anual de viviendas para alquilar o vender crece al ritmo de 10% anual. Sin embargo, el crecimiento de viviendas en cada departamento es dispar. En Madre de Dios, Tacna, Ica, Tumbes, Ucayali y Moquegua las viviendas crecen anualmente a niveles significativamente superiores al promedio nacional. Se va construyendo cada vez más oferta habitacional.

Aun así, son 5 departamentos los que concentran más de la mitad de las viviendas del Perú: Lima (nada menos que el 30%), Arequipa, Piura, La Libertad y Cajamarca tienen el 53% del total de viviendas que existen en el país. Oportunidades para el desarrollo de viviendas hay muchas como vemos.

El ratio hogar / viviendas da cerca de uno, por lo tanto, en general podemos afirmar que cada hogar comparte una vivienda. Cerca del 90% de viviendas en el Perú es casa independiente y apenas el 10% es departamento en edificio. Pero además somos un país de propietarios. El 75% de viviendas es casa propia y el 16% alquilada. Aunque solo la mitad de las viviendas particulares propias tienen hoy título de propiedad

Con respecto a la construcción de las viviendas, se tiene que el 56% de las paredes de las viviendas del Perú son de ladrillo o cemento. Esto era apenas el 35% en 1993, para que se comprenda como ha ido la mejora de la calidad de la vivienda en el país. Además, el 23% tiene paredes de adobe (43% en 1993) y el 9% de madera.

Pero este no es tampoco un dato uniforme. En Lima el 86% de sus viviendas presenta material noble en sus paredes exteriores y en Arequipa el 82%. Pero en Huancavelica apenas el 13%, en Amazonas el 17%, en Apurímac el 21% y Cajamarca el 22%. Una muestra más de la desigualdad que encontramos en el país. Aún más, el 58% de los 1874 distritos del país solo tienen hasta 10% de sus viviendas con esta condición. Más de la mitad.

Si analizamos el dato por material predominante en los pisos de las viviendas, encontramos que el 42% de éstas es de cemento, pero el 32% solo tierra. El 23% lo tienen de parquet o madera pulida o loseta, entre otros. Este es un indicador que ha avanzado también en los últimos años. El cemento predominaba apenas en el 32% en 1993, pero la tierra representaba el 50% de viviendas en ese año. En ratios departamentales, Madre de Dios, Arequipa, Ica, Lima y Tumbes son aquellos que superan largamente el promedio nacional. Pero Huancavelica (18%), Apurímac (24%), Cusco (26%) y Cajamarca (27% son los que están aún muy lejos de dicho promedio.  Otra vez la desigualdad.

Desigualdad que entendemos mejor si consideramos los departamentos que  tienen en mayor proporción que otros pisos de tierra en las viviendas: en Huancavelica, 8 de cada 10 viviendas lo tienen; en Apurímac 7 de cada 10; y en Cajamarca, Puno, Ayacucho y Amazonas, 6 de cada 10 viviendas tienen piso de tierra. Pero qué distinta es la situación cuando la vemos por piso de parquet o madera o loseta: Lima, Callao y Arequipa son los departamentos que tienen estos pisos en mayor proporción que los demás departamentos del país.

El 80% del total de viviendas, más de seis millones, cuentan ya con acceso al agua por la red de pública domiciliaria. Este porcentaje ha duplicado el porcentaje que se tenía reportado en el Censo del 2007. No deja de preocupar el 7% de viviendas que aún obtiene agua de pozos subterráneos o el 5% que la encuentra en un pilón de uso público y otro tanto que se abastece directamente en ríos, acequias o manantiales. Lo que es terrible es el 4% de viviendas que hoy compran agua a nivel nacional. Ahora bien, si hemos avanzado en el alcance de la disponibilidad de agua en las viviendas, no deja de ser preocupante que haya un 12% de quienes reciben agua por red pública que no la recibe los siete días de la semana y el 36% que no la recibe las 24 horas del día.

Asimismo, hay 35% de viviendas que no tienen servicio de cobertura de alcantarillado por red pública dentro de la vivienda. Por el contrario, el 21% de la viviendas del Perú dispone de pozo séptico o pozo ciego o pozo negro. Un problema que urge solución por las repercusiones sanitarias que tienen.

Viendo la situación de las viviendas y los hogares en el país, queda claro que se repiten los nombres de las regiones menos favorecidas en el país, las que deberían haber crecido en sus indicadores y no ocurre. También notamos un mejor desarrollo del alcance a mejores servicios y materiales, pero aún es insuficiente. En la siguiente entrega, culminaremos este breve repaso de qué Perú recibimos en el Bicentenario.

Nota: toda la información es del INEI y se encuentra en su portal institucional: www.inei.gob.pe

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Bicentenario, Perú

En 15 días estaremos celebrando un aniversario más del Perú. Los 200 años en los que San Martín hizo la proclama de la Independencia y desde ese momento el Perú es libre e independiente por la voluntad de… ya lo saben, ¿no? En este artículo queremos sacudirnos un poco de la coyuntura que nos ha golpeado tan duro en las últimas semanas y contar un poco qué país tenemos 200 años después de San Martín. Trataremos de describirlo y esperar que se reconozca en él.

El Perú tiene poco más de 33 millones de personas, según las proyecciones del último Censo. Somos un país poblado. Para darnos una idea, Chile tiene 19 millones de habitantes, Bolivia 11 millones, Ecuador 17 millones. De los países fronterizos, solo Brasil y Colombia tienen mayor población que el Perú.

Dentro del país, no crecemos en la misma proporción. Si bien Madre de Dios, por ejemplo, es un departamento con muy poca cantidad de habitantes (representa al 0.5% de la población nacional), en los últimos 20 años su población creció más de 60%. La fiebre del oro debe haber tenido su influencia. Tumbes, Lima, San Martín y Tacna han crecido por encima del 30% en este período. Pero Cajamarca lo hizo al menos del 10%, al igual que Amazonas o Apurímac, tres de los departamentos con ratios de pobreza más altos en el país.

La población peruana se divide en 24 departamentos, que agrupan 196 provincias y que a su vez reúnen 1,874 distritos. Como dato curioso, la palabra más repetida en los nombres de los distritos es Santo o Santa. Parece que nos gusta encomendarnos a lo divino cuando decidimos el nombre de nuestra comarca. Además, hay 148 distritos que llevan el nombre de alguna persona, especialmente si se llama José o Juan, los nombres más frecuentes. También es curioso que existan más de 50 distritos que incluyan un adjetivo en su nombre. Los más comunes, Alto y Grande. Somos ostentosos.

Somos bastante centralistas. Las proyecciones de población nos revelan que uno de cada tres peruanos vive en la capital. Sólo sumando la población de los siguientes 7 departamentos se logra una proporción similar. A nivel provincial, la suma de las 10 provincias menos pobladas, que están principalmente en Ancash, no llega a 100,000 habitantes; mientras que sólo en la provincia de Lima tenemos 10 millones de personas, representando más del 90% del departamento. Además de ello, se nota que la población costera del Perú se va incrementando con el paso de los años, mientras que decrece la de la sierra y la selva. Los costeños hoy representan el 58% de la población, la sierra el 28% y la selva el 14%.

Hay 74 distritos en el Perú cuya población no llega a los 500 habitantes, y 270 por debajo de 1,000.  El distrito de Huampara en Yauyos apenas tiene 150 pobladores. Pero San Juan de Lurigancho en Lima tiene desde hace buen tiempo más de 1 millón de habitantes, superando a casi todas ciudades de fuera de la capital. Vale la pena preguntarse si tener tantos distritos nos hace un mejor o peor país.

Todos los días en el Perú nacen más de 1.500 nuevos peruanos y mueren más de 400. Tenemos una población relativamente joven, pues la mitad de la población tiene menos de 30 años y el 30% tiene menos de 18 años. La mediana de edad es de 29 años, pero el ratio de edad de mayores se viene incrementando con el tiempo. Si en 1993 la población de 60 a más años era el 7%, hoy es más del 12%.

Somos la mitad hombres y la mitad mujeres. Pero hay dos distritos, Chavín (Chincha) y Alis (Yauyos) donde encontramos 85% de hombres. Es decir, que hay una mujer por cada 9 hombres. Estos dos son parte de los 35 distritos a nivel nacional donde la población masculina alcanza el 60% o más.

Somos un país de “solteros”, el 38% de la población indica que tiene este estado civil. Pero hay una diferencia importante: los hombres sostienen serlo en mayor proporción que las mujeres (41% vs 36%). ¿Alguien miente? Sin embargo, las mujeres señalan ser en mayor proporción separadas o viudas. ¿Tal vez los hombres no asimilan el que hayan terminado su relación. Lo vemos a cada rato en los noticieros.

La tercera parte de la población estudió hasta secundaria, mientras que la cuarta parte tiene algún nivel superior. Más del 6% no tiene nivel educativo. Sólo el 1% tiene postgrado. Por más que nuestros indicadores económicos hayan avanzado estas cifras duelen mucho. Claramente tenemos que lograr mejores cifras en educación.  El 89% de peruanos sabe leer y escribir. Pero además. el 83% aprendió a hablar con el  castellano; mientras que el 14% con el quechua y 2% con el aymara.

Estas son solo algunas cifras, todas tomadas de información pública del INEI, de los censos nacionales. La próxima semana continuaremos con esta radiografía del país.

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Bicentenario, Centralización, Radiografía del Perú

Lo primero que uno aprende cuando empieza a ver temas de marketing y negocios es el tema de la marca. Es aquello que le da sentido a las proposiciones que se hacen a los consumidores, lo que marca una hoja de ruta en esa relación de intercambio. Yo recibo un producto o servicio con determinadas características tangibles o intangibles; y a cambio entrego un bien de intercambio, dinero, lealtad, audiencia, etc. Ese intercambio es la base de la lógica en la que nos movemos todos los días. Dar y recibir.

Los medios de comunicación masiva tienen una dinámica más compleja para entender este intercambio. Su oferta es múltiple, no es un solo “producto”, está muy sujeta a intermediarios (los líderes de opinión y conductores que transmiten a partir de su señal), y en el caso de aquellos de señal abierta, son gratuitos, con lo que su modelo de negocio se ajusta a la audiencia que mantienen. Su público, entonces, no paga por ellos, pero les da preferencia sobre otras señales similares. Eso hace que se pueda captar publicidad, pues los productos quisieran estar allí donde los ven, y así lograr pagar las facturas y generar ganancias.

Pero también, en esta simbiosis meramente comercial, el factor marca entra a tallar. La marca es ese conjunto de significados asociados a símbolos específicos, que resume la apreciación -de manera cognitiva y emocional- y que genera una respuesta de parte de quien está expuesta a ella. Ejemplos, en el mundo del consumo hay muchos. Una Coca Cola sin duda, y sin necesidad de tomarla, le refiere al lector algunas cosas que ya tiene grabadas, diferentes a la inca Kola o a Pepsi. Gloria, Apple, Adidas, todas conjuntos de significados únicos que hacen que las prefiramos o rechacemos, en algunos casos de manera rotunda.

La marca es el espacio de mayor cuidado que existe en el mundo del consumo. Otra vez, es la clase 01 en el curso de marketing. Sin marca no hay relación. Sin relación no hay negocio. Se debe entonces intentar cuidar siempre el “territorio” de la marca, el espacio donde la marca se mueve con claridad y resulta natural que ande allí. Pero además de ese territorio, la competitividad en él para demostrar que se es mejor y que hay un mejor beneficio para el consumidor.

Pero la marca no solo piensa en el consumidor, he ahí uno de los principales errores que se cometen al pensar en ellas. Las marcas también deben proponer lo que sus creadores y sus proponentes son y quieren demostrar. Si no, se genera incongruencia entre la propuesta de la marca y su público, que es uno de los problemas más complicados de combatir. Además, se debe de tener en cuenta que las marcas se sitúan en un espacio y un contexto específico.

Observemos el caso de Chick-fill-A, la cadena de restaurantes de pollo frito de EE. UU. que ha mantenido un discurso homofóbico permanente. Sus dueños, extremistas conservadores religiosos, se han expresado permanentemente contra la apertura hacia la población LGTBIQ. SI bien es cierto esto ha retrasado -por ahora- sus planes de internacionalización, en su país tienen más de 2,300 locales y han sobrevivido a ataques de grupos progresistas y demócratas. ¿Por qué? Por la preferencia que mantienen en grupos conservadores y republicanos. Sarah Palin, por ejemplo, es una figura que ha manifestado abiertamente su simpatía por esta cadena, no solo por su producto -pollo frito- sino también por los valores que sostienen y lo que representan.

En los medios de comunicación las figuras son más complejas como señalamos, pero no por ello la marca deja de tener sentido o importancia. Un caso relevante es Willax TV. Podríamos considerar horas de charla sobre sus contenidos y su apuesta por una información sesgada, deliberadamente falsa y con conductores-agitadores. Pero excluyendo la falsedad deliberada, Willax podría ser un canal de derechas coherente, que se orienta a un público que va encontrando en su prime time los contenidos que no han tenido antes y que hoy sí tienen. Es un esfuerzo orientado, coherente, que poco a poco ha ido cosechando una identidad de marca única. Nos guste o no, Willax hoy es una marca sólida y propositiva. Es dinámica y transmite valores. Lo que es importante para entender su crecimiento progresivo en la preferencia

Resulta lógico entonces pensar que a mejor contenido, o al contenido que mejor hace fit con las expectativas y necesidades de las personas, la audiencia va a responder adecuadamente y la marca va a tener un respaldo, generando solidez y consistencia e involucramiento con su público.

Por ello nos resulta extraño comprender lo que va pasando con una marca emblema que hoy por hoy ha sufrido cambios en su percepción a partir de manejos extraños en su línea informativa. Así es, América TV. No haremos una historia de lo que ha significado el giro de 180 grados que -en su línea informativa- este canal ha sufrido a raíz de las últimas elecciones. Su apoyo incondicional y bastante poco enmascarado a la candidatura de Keiko Fujimori, pasando por cambios en la dirección informativa y la inclusión de periodistas cuestionados por la línea que representan, han puesto de manifiesto la intención de apoyo informativo a una sola corriente, jugando el prestigio de la marca completa sin que haya razones aparentes para entenderlo así.

Si desde el canal consideran que el giro informativo es acorde a los valores que la marca tiene y ha construido a lo lago de los últimos años y la convirtió en la señal líder, solo demostraría una miopía mayúscula muy poco creíble.

Por lo tanto nos queda pensar en una alternativa razonada, pensada, una apuesta política (que además todos los trascendidos de periodistas que han abandonado la casa en estos días confirmaría), que más allá de válida o no, arriesgaría el valor y significado de la marca. Es poner en riesgo el intangible, es tirar por la ventana algo que tomará años reconstruir, si es que se logra en algún momento.

Sin duda que hay algo más que una estrategia comercial o informativa en este giro que América está tomando. Pero los riesgos de ello pueden ser incalculables. Amenazar la marca, lo único que realmente puede generar largo plazo por una apuesta política que para la mayoría de la población no es legítima, es contradecir los propios valores y generar resistencia en la audiencia. Algo así debería ser producto de una estrategia bien pensada. Como se presenta es más como una alternativa de supervivencia que algún elemento razonable.

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América TV, marketing

Entender lo que nos pasa en el Perú va mucho más allá de las elecciones que acaban de pasar. Es generar más preguntas del tipo ¿cómo llegamos a esto?, ¿cuáles son las razones de fono que lo explican?, ¿cómo comprender el agotamiento y la angustia de estos días? A fines del 2020, Guillermo Nugent publicó “La desigualdad es una bandera de papel, antimanual de sociología peruana”, a nuestro gusto el mejor marco de referencia para construir un espejo hoy y comprendernos como sociedad.

Por eso le pedimos conversar para explorar sus puntos de vista y el resultado son estas líneas en las que se discute la actualidad, pero también el Perú con mayor profundidad. Espero que el lector disfrute el texto, tanto como el entrevistador disfrutó la conversación.

Buscando referencias, asas de apoyo, que nos permitan entender lo que vive hoy el Perú, pero desde una perspectiva de más largo aliento, hallamos “La desigualdad es una bandera de papel”, tu más reciente libro y que nos parece una manera de interpretar esta realidad tan extraña que vivimos. A partir de allí, ¿cómo plantear explicaciones a esta realidad que agota tanto?

Sí creo que agota y agota por una una razón que me parece central y es que hay una diferencia entre el temperamento de algunos actores políticos y el temperamento de la población. Esta cosa sectaria, absolutamente confrontacional respecto de los resultados por parte de los del bloque de Keiko Fujimori no representa un estado de opinión general. Dicen que el país se ha polarizado. País polarizado es Chile antes del golpe de Pinochet, donde tienes una una parte de la población absolutamente en contra de la Unidad Popular y otra parte de la población absolutamente en contra de de la derecha, era una cosa muy fuerte, Allende no tuvo tiempo de desactivar la tensión que había. O en la Argentina antes del golpe militar del 76, muy polarizada, una sensación absolutamente inmanejable. Ahí tenías una cosa polarizada. Yo no veo que esto sea así acá. El último caso de un fraude que merece esa palabra fue con Fujimori en el 2000. Después no ha habido y yo no veo que ahora la población esté en un ánimo confrontacional como sí lo están quienes perdieron la elección y no quieren aceptarlo.

Pero hay ciertas cosas que son objeto de reflexión y que son interesantes. Una es un detalle y sabemos la importancia que tiene darle atención a los detalles: en el Perú pensamos que todo lo dejamos para último momento, cuando hay que hacer cualquier trámite, lo dejamos para el último momento. Sin embargo es increíble cómo en las elecciones es al revés. Generalmente a las dos de la tarde ya votó todo el mundo. Mi interpretación es que esto pasa porque nos gusta votar. Hay algunos que no van, pero los que votamos vamos porque no gusta, si no, esperaríamos el último momento, cuando ya no no te queda de otra. Hay un gusto, un placer en la participación de la de la elección.

Pero además -esto es un dato importante- en nuestra cultura, la elección es el momento de la descarga. Es el fin del proceso por el que has estado pensando en los últimos días, pones ahí tu voto y das la vuelta de página. Ya votaste. Ese es el temperamento en la población.

¿Cómo salimos de esta angustia en la que estamos a diario?

Estamos recibiendo la angustia de los que han perdido. Su gran habilidad es cómo nos están inoculando una angustia que es de ellos. Y no me refiero a todos los que votaron por Fujimori, sino a esa parte que votó por ella, que no es la mayoría de los votantes, pero que tienen muchos medios de influencia y que están realmente angustiados. Y la gran estrategia mediática que hay en estas semanas es cómo esa angustia se la están queriendo inocular al conjunto del país. Mi respuesta es que frente a eso hay que poner límites, en efecto. Hay que delimitar quiénes son los que están con la angustia y quiénes son los que están queriendo desparramar esa angustia.

Por eso no deja de ser algo falaz esta idea de que el país está polarizado. Eso es lo que quienes han perdido las elecciones y los medios comunicación quisieran, pero no se ve ni siquiera entre los propios votantes de Keiko Fujimori. La encuesta que salió la semana pasada del IEP indicaba que una gran cantidad de gente que había votado por ella asumía que en efecto los resultados les eran adversos. Hay un sector no sé qué tan pequeño, que es muy intransigente y beligerante, para quienes está claro que la democracia es lo que algunos sociólogos llamarían una “valoración débil”, no es un un compromiso. Lo que se ha mostrado acá es que la democracia para un sector muy conservador está dentro de la valoración débil: si las elecciones las gano, no está mal; pero si las pierdo, ya pues, a otra cosa.

Este elemento de valoraciones fuertes y débiles respeto a la democracia creo que es importante porque en el conjunto de la población, desde hace una buena cantidad de elecciones, la gente vota, siente que el voto fue la descarga y ya terminó el asunto porque hay una cierta confianza en las instituciones encargadas de los procesos electorales, que es lo que justamente ahora se quiere minar.

Eso nos lleva a la distinción que se plantea en el texto entre poder y autoridad, como una característica de la modernidad, pero que estaría presente en esta situación. Finalmente quien salga de autoridad en el fondo da lo mismo porque la estructura de poder se va a mantener y es invisible.

Justamente la facilidad para la corrupción, para el manoseo de las instituciones, es porque el elemento de autoridad pierde peso, lo que cuenta es el poder. Para los poderes fácticos las elecciones son aleatorias, si hay bien y si no, la vida continúa. Por eso señalo que mientras que el poder es eficaz en la medida en que es oculto, la autoridad tiene que ser visible. Si no se ve la autoridad, se pierde legitimidad.

Parte del problema es que estas últimas elecciones las gana un un candidato que se convierte en autoridad y es una autoridad visible que no es considerada aceptable por quienes a partir de este resultado explícitamente desconocen las elecciones. Y se debe hacer una distinción relevante: están los que votaron por Keiko Fujimori válidamente, y eso es totalmente aceptable; pero hay otra -esperamos minoritaria- que después de las elecciones no quiere aceptar los resultados.

Este es un matiz que se está perdiendo, que considero clave. Mucha gente que no aceptaba tener como autoridad a alguien como Castillo antes de las elecciones y en consecuencia votó como votó. Pero otra muy distinta es que una vez que se haya votado tú consideres que ese no tiene por qué ser tu autoridad. Ese es el centro del debate: cuando hay elecciones es para elegir una figura de autoridad para todos y todas los peruanos. No es solamente “ese me representa a mí”, es que representa a la Nación. Ese que está ahí, representándonos, es porque fue producto de una elección. Entonces nos representa a todos sin dudas.

Esto se une con el concepto de democracia negativa que desarrollas también. Me basta con definir la democracia como ausencia de dictadura y eso la transforma en una democracia de mínimos, como el votar.

Ese es parte de nuestro problema, que tenemos una democracia de mínimos. Hay democracia porque no hay militares, porque no hay golpe y entonces es una democracia que se define mucho en términos negativos y no en términos de, por ejemplo, vigencia de derechos ciudadanos, o posibilidades de participación.

Y eso implica libertad de expresión y libertad de pensamiento. Lo que tenemos ahora es una escisión entre la libertad de pensamiento y la libertad de expresión. Donde la libertad de expresión está al servicio de la intolerancia más desembozada como podemos ver en estos tiempos.

En ese sentido, ¿cómo evalúas la emergencia de canales como Willax por ejemplo, que poco a poco han ido generando audiencias interesantes?

En primer lugar, que surjan canales como Willax no es un problema, en la medida en que no se difundan mentiras. Si alguien tiene opiniones muy de derecha conservadora y las publicita, dentro de un margen de dar información veraz, no habría problema. El tema es que es un tipo de medio de comunicación cuyo eje central es la acusación: siempre hay un objeto que es acusado que tiene que ser perseguido, ahora es el comunismo, antes era la corrupción de Vizcarra, antes sería alguna otra cosa, pero siempre hay algo qué acusar. Y no es tanto acusar a una falta, si no acusar a un sector de la opinión.

En esta lógica de acusaciones quisiera subrayar otro elemento. Cuál sería el problema con el comunismo, si eso es una corriente de pensamiento tan legítima como el liberalismo el socialcristianismo o la religión “X”. No veo por qué se tiene que satanizar a una corriente de opinión. Esa es la parte que a me parece más peligrosa en todo esto. Históricamente, en nuestro contexto en América Latina, el anticomunismo ha sido el discurso de las dictaduras, Trujillo, Stroessner, Pinochet o Videla, todas son dictaduras anticomunistas. Porque la idea es que ahí lo que cuenta es que se trata de un enemigo al que hay que derrotar y los medios para hacerlo son secundarios, sólo importa la idea de que hay que eliminar al comunismo.

Ligado a esto, hay un elemento adicional muy importante. Se está haciendo un desplazamiento de lo que durante los años previos era la lucha contra el terrorismo. Antes a la gente se la acusaba de terroristas, es decir, se la acusaba o se le atribuía un tipo de acción y eso era lo delictivo. Pero la cosa cambia cuando tú acusas a alguien de comunista, ¿cuál es el problema en ser comunista? Eso es lo que el el congresista Montoya quiere al plantear prohibir los partidos comunistas. Espero que cumpla su palabra y presente ese proyecto de ley prohibiendo partidos comunistas en el Congreso porque va a dar lugar a un debate muy interesante.

Pero además nos metemos en el mundo de los significados concretos. En muchas conversaciones el decir “no al comunismo” sólo se justifica por el miedo a que “me van a quitar algo”, eso lo escuchamos todos los días.

Generalmente los que hablan del peligro de que “el comunismo me va a quitar cosas” son aquellos que empiezan quitando cosas. El caso más clásico es Keiko Fujimori en la campaña presidencial usando la camiseta de la selección. ¿Qué es lo que estaba haciendo allí? Nos estaba robando a una parte de electores que no votamos por ella un emblema que es de todos. Eso es lo que hace el fascismo en general. Es quitarle al otro sus partes valiosas, en este caso es “la camiseta me pertenece, no es de ustedes”, discursivamente es una cosa muy violenta, simbólicamente es tremendo porque le estaba sustrayendo a más de la mitad del electorado un símbolo. Entonces cuál es el mensaje ahí: eso que yo he hecho es lo que el comunismo le va a hacer a ustedes, les va a quitar cosas, a un nivel de un proceso inconsciente pero es así como funciona.

¿Crees que estamos yendo, como sociedad, hacia el fascismo o hacia una representación formal del fascismo?

Es muy difícil hacer previsiones sobre sobre el futuro pero en general no veo que haya un contexto que nos lleve a ello. Los fascismos históricos, el el de Italia o Alemania por ejemplo, suelen darse en contextos de descalabros totales. Habían perdido la guerra, eran sociedades muy desmoralizadas y es allí donde entonces surge un tipo de esperanza casi milagrosa que empieza a adquirir mucha importancia.

No veo que sea el caso de Perú. Más bien tengo una lectura distinta. Desde el siglo XX tenemos ciclos políticos de aproximadamente 30 años. Empieza con el golpe contra Leguía en el año 30, donde se da un ciclo conservador, hasta el año 62 cuando se dan las movilizaciones campesinas. Haya de la Torre gana las elecciones que son anuladas por un golpe de Estado y ahí se inicia otro ciclo de otros 30 años, que en mi opinión es el más intenso que hemos tenido, porque en esos 30 años pasó lo mejor y lo peor de nuestra historia. Tuvimos cosas como la reforma agraria, un nivel de derrota del gamonalismo, tuvimos hiperinflación, tuvimos una generalización del asesinato en la política, tuvimos una izquierda electoralmente masiva, todo en un lapso de 30 años que se clausura con el autogolpe de Fujimori. Con él entramos a otro período restaurador extremadamente conservador que está durando más o menos otros 30 años.

Aparentemente hay ciclos de emociones políticas que suelen durar pues más o menos 30 años y sin quitarle valor a la coyuntura también es importante verlo con una cierta perspectiva. Son movimientos pendulares que tenemos. Hay un momento restaurador que estaría llegando a un cierto límite…

¿Y crees que por ejemplo una figura como la de Castillo es una figura que representa muy bien un un espacio transicional, un espacio de cambio?

Castillo es más una figura que un personaje, una figura que ha resultado ser muy poderosa, pero hasta ahora no se conoce mucho del personaje. Cuando en el 90 la gente vota por Fujimori padre, está votando por una figura. Nadie lo conocía: se presentaba como el chino simpático, académico.  Ganó la figura, pero al personaje se le conoció después. Vargas Llosa sí era un tremendo personaje por el contrario. Entonces esta idea del personaje derrotado por la figura es un tema interesante para para la reflexión y para la discusión

Igual Keiko Fujimori en estas elecciones es todo un personaje. Pero un personaje que al menos en segunda vuelta se presentó con un sentido de la espontaneidad totalmente anulado. No hay un solo gesto que no te no te des cuenta de que se hizo siguiendo las indicaciones de su media trainer.  Mientras que lo que atrajo del Castillo además del sombrero es esta esta cosa espontánea, el tipo es genuino -en sus aciertos y en sus desaciertos- y eso también tiene un componente de atracción muy grande. Me llama la atención que esa distinción entre acartonamiento y espontaneidad no se haya incluido en los en los análisis, porque fue muy evidente.

Se habla del Castillo como un tipo casi improvisado, pero no vemos que es sindicalista del magisterio, uno de los espacios sindicales mejor armados que hay en el en el país. Disputarle la dirección del magisterio a Patria Roja no lo hace cualquiera. Entonces tan precario, tan caído del palto no es. Tiene su trayectoria y tiene un estilo que no es el de los candidatos que se mueven con su media training al lado pero que está ahí. Ahora cabe evaluar el tema de la curva de aprendizaje, qué tanto va a ser su capacidad para adaptarse a esta nueva realidad.

Uno de los conceptos más interesantes que desarrollas es el ingenio como capacidad de la sociedad peruana para hacer frente a la dureza del poder. Ese ingenio, ¿cómo lo defines en este espacio reciente?

El ingenio parte de un principio básico de que en primer lugar todo sirve. Puedes hacer muchas cosas con todo lo que hay. Pero además, el ingenio te permite hacer conexiones inesperadas que te producen situaciones armónicas, nuevas armonías, que no es nada nuevo. Recuerda la rima de Ricardo Palma sobre cómo hacer un poema; él da instrucciones de cómo debe empezar un poema y cómo termina el poema. ¿Y al medio? Ah, ahí está el ingenio.

Lo que quiero decir es que esa referencia al ingenio está muy presente en nuestra cultura. Nosotros valoramos el ingenio. Hay una valoración diferente del ingenio entre nuestras élites y la cultura popular. En ésta, el ingenio es algo bien recibido pues permite salir adelante con las cosas a la mano y hacer más. Junto tres o cuatro cosas pero las combino de una forma que no se ha hecho antes y salgo adelante. Mientras que en la cultura élite el ingenio suele describir transgresiones más bien, aparece para describir nuevas modalidades de estafa, tipos de robo inauditos. Allí donde el ingenio aparece como sinónimo de transgresión, en las culturas populares aparece como más bien como aquello que me va a permitir manejar mejor la realidad.

Sobre el ingenio se ha escrito mucho desde la época de los Epigramas, de Marcial, que deberían leer todos los dedicados a la publicidad porque eran textos muy breves y de una contundencia feroz. Además, en el Siglo de Oro en España, cuando Descartes está hablando del método, Baltasar Gracián ya habla sobre el ingenio como una forma distinta de aproximarse al mundo. En el ingenio está muy marcada la sorpresa -el resultado sorpresivo-. De hecho cuando alguien dice que no se entiende esta cosa tan sorpresiva de Castillo, es que hay un cierto ingenio colectivo también en haberlo elegido. Mendoza tuvo a toda la prensa en contra que la sepulta y luego Lescano comete la falta que es fatal para todos los candidatos que es sentirse ganador antes de tiempo. Castillo se metió por los palos. Es una forma de ingenio.

Siento, de forma muy particular, que los ensayos presentes en “La desigualdad…” nos permiten ver el país. Como aprendimos a verlo en los textos de Basadre, de Matos Mar, de Cotler. Pero en este tiempo. Tus ensayos incorporan el análisis del individuo, de sus emociones y sus relaciones a un nivel más micro incluso. ¿Cómo se logra un proceso así?

Quisiera subrayar que yo me siento un producto de la cultura peruana. Claro, hay lecturas que ayudan, pero lo central es estar caminando por las calles o viajando en transporte público o escuchando a la gente en clases. Hay todo un un murmullo ciudadano que es el que alimenta mis reflexiones. A mí sí me interesa presentarme como un producto de la cultura peruana, porque pienso en el país, porque en la calle escucho acentos, porque me tropiezo con gente y todo eso hace que aprenda mucho. Mi esfuerzo es por conversar con la gente que tengo más cerca y conversar con con los peruanos y peruanas y creo que sí nos entendemos bien. Estoy absolutamente en contra de de un esfuerzo de conocimiento que apunta a ganar el reconocimiento de los que están lejos. Yo le doy mucho valor a ganarme el reconocimiento de los que tengo cerca, el sentido de escribir las cosas con un sentido de cercanía es muy importante, quiero producir con los lectores y lectoras un efecto de cercanía.

Por ejemplo, una cosa muy linda que escuché ahora en la mañana de una estudiante en sociología en la Universidad, qué está haciendo sus prácticas profesionales. La conversación derivó en cómo así se le había ocurrido estudiar esto. Pues contó que cuando era adolescente y todavía no había terminado el colegio ella se dijo: yo quiero estudiar algo que en las mañanas, cuando me despierte, vaya contenta del trabajo. Ese relato me pareció extraordinario. Era la idea de cómo encontrar un tipo de estudio que me haga trabajar con gusto. Que el “trabajar con gusto” hoy en día sea contrapuesto al “trabajar por el dinero”. Me pareció una descripción maravillosa de lo que es el sentido de la vocación en las cosas.

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Fascismo, Guillermo Nugent, Willax

Una mirada rápida de los programas, noticieros, periódicos y medios tienen un común denominador: los mismos invitados, el mismo discurso, la misma orientación. Este artículo busca analizar el peligro de una mirada hegemónica desde los medios y qué generan.

Dos semanas después de la elección estamos aún sin un presidente formalmente proclamado por el JNE. Sin embargo, es casi ya un problema anecdótico. De no mediar algún suceso extraño Pedro Castillo es el nuevo presidente del Perú y hay que aceptarlo y entendernos a partir de ello.

Sin embargo, estos días hemos apreciado una especie de “guerra argumental” que desde los cuarteles de la candidata Fujimori se ha desatado y que, objetivamente, ha tenido poco éxito desde los fundamentos de base, pero muy efectistas desde la comunicación a la opinión pública. Cada una de las ideas que Fujimori o sus allegados han expresado esta semana, han caído desbaratadas. Pero se siguen levantando, como si al frente nadie les hubiera comentado nada. Como si nadie contrastara sus afirmaciones. Bueno, es que nadie en medios masivos lo ha hecho. Se deja hablar extendidamente y no hay un contrapeso eficiente desde los medios de comunicación.

¿Qué buscan entonces repitiendo argumentos falaces y agregando nuevos cada dos días, cada vez que se anulan desde lo fáctico y desde lo legal los anteriores? Pues generar corrientes de opinión que se instalen en la opinión pública y que hagan aceptables argumentos de duda sobre el proceso. Como Neumann teorizó en La Espiral del Silencio, la opinión hegemónica genera un tejido de aceptación en la que la disidencia genera aislamiento. Ergo, se busca conseguir un discurso único que haga que se quiera invalidar el proceso.

Un ejemplo claro de ello es la participación en estos días de la excandidata Lourdes Flores que ahora se pasea como experta estadística sin que nadie dentro del establishment mediático le haga el contrapeso. No entraré en el fondo de argumentos pero existen una decena de estudios serios que han demostrado lo débil de sus afirmaciones. Pero aparece en todos los canales, dudando de todo, frente a periodistas a los que les falta solamente aplaudir cada sentencia que da. Pensamiento hegemónico que compele y anula las ideas contrarias.

Lo que busca y genera finalmente es categorizar y generalizar. Lograr trascender la discusión y asentar un pensamiento. Cuando en términos cognitivos generalizamos, estructuramos nuestra manera de pensar dirigiendo afirmaciones y conclusiones con lo que hace empate con esa hegemonía de posición.

Pero además, no solo es una lógica cognitiva sino también conativa. Como Jackson señala: “Estas influencias agregan otra capa a la forma en que los humanos se comportan más allá del simple contagio y la formación de opiniones: las personas se preocupan deliberadamente por igualar las acciones de los demás” (Jackson, Matthew, 2019. The Human Network). Otra vez, la hegemonía que nos lleva a una única forma de entender las cosas, pero que también nos lleva a una acción que se justifica por ello.

Lo que se genera entonces es un intento por generar una “verdad inobjetable” desde una sola mirada, que tiene el apoyo masivo de los medios de comunicación y que puede generar incluso comportamientos que se basen en esa verdad instalada. El componente perfecto para el cóctel de inestabilidad que el Perú no necesita. Todo el tiempo, como Jackson señala, nos portamos como los demás y si eso está basado en lo que consideramos “verdad” seguimos adelante con mayor convicción.

Jonathan Haidt en La Mente de los Justos (2012) justamente considera estos temas a través de la psicología moral y señala que una condición que nos caracteriza es la “defensa de los nuestros”, la capacidad que tenemos para optar por posiciones cohesionadas. Específicamente la política y la religión han sido elementos de cohesión y poseen un valor adaptativo. Si contamos con información unidireccional, nos llevamos por la intuición y adaptamos el razonamiento luego. Desde otra perspectiva Damasio (El error de Descartes) también lo señala al considerar que primero sentimos y luego pensamos para actuar. El sentimiento no aparece de la nada, es resultado de los marcos de referencia en el que nos ubicamos.

El problema con ello es que no hay información con contrapeso, lo que hace que en el fondo las decisiones que podemos tomar orientadas a mejorar una situación problemática que percibimos, no terminan siendo productivas porque esa información no contenía elementos razonables que motivaban positivamente dichas decisiones. Sunstein lo dice claramente: “Desafortunadamente, cierta información no mejora la vida de las personas de ninguna manera. No mejora sus decisiones y no los hace más felices. A veces es inútil. A veces les hace sentir miserables. A veces empeora sus decisiones.” (Sunstein, Cass R. (2020) Too Much Information)

El mismo autor trata de esbozar la respuesta a este panorama: debemos lograr como sociedad un compromiso con la divulgación. Existe el derecho a saber pero ese derecho es amplio, no restringido a una sola parte del espectro. Si restringimos parte de las posiciones, las trivializamos y no las incorporamos al debate público, la posibilidad de tomar decisiones se restringe y -en el fondo- tendremos un discurso único.

Hemos pasado por un manejo de la pandemia que ha ido en ese sentido: el gobierno anterior manejó información sesgada, confusa y orientada a la manipulación. Una de las consecuencias de ello fue tener el peor efecto a nivel mundial de las cifras, una vez que se sinceraron. La información es clave, pero tiene que dejar de manipularse.

Las últimas elecciones son una muestra de ello también. En espacios sin mediación y con medios claramente jugados a una sola posición, el efecto se sintió. La lógica del miedo se asentó y se recuperó porciones importantes de votantes. En espacios donde la mediación a través de estructuras comunales es más habitual, ese discurso de miedo no entró y se fue mas capaz de una decisión mejor motivada. Es una hipótesis que puede ser interesante de probar cuando ya contemos con data cerrada.

La discusión sobre el papel que la hegemonía y la distribución de información tiene sobre el sentido que toma la opinión pública, recién empieza. Lo que es evidente es que no puede subestimarse y que se debe ser muy crítico y abierto para poderse estudiar. Una sociedad más libre también implica una información menos maniatada.

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Lourdes Flores, Pedro Castillo, psicología moral

La transparencia de la información y los datos abiertos ha logrado parar -más allá de los candidatos y los medios- muchas mentiras y manipulación de la verdad sobre la elección última. Pero esto no ha parado. Tenemos que seguir en actitud vigilante para conocer la verdad.

Dos señoras, digamos “bien”. Sábado mediodía. Conversan en el parque donde han sacado a sus hijos a jugar: “¿nos vemos más tarde no? Por supuesto, ya organicé todo, la nana se queda con ellos y voy con mi esposo. Perfecto, tenemos que protestar, el fraude no va a pasar. ¿Quieres ir con nosotros? Así vamos en un solo carro.”

“El fraude no va a pasar” es un tema común de discusión entre mis vecinos que se han visto animados a la participación, motivados por el miedo, por el enojo, que la sensación del amaño de la elección les genera. Pero ¿existe el fraude?

Semana dura la última. Deberíamos estar escribiendo acerca de quién ganó las elecciones, aunque eso esté en evidencia, pero aún. Se ha instalado desde el lunes con fuerza pero desde hace varias semanas con sutilezas, la idea de que existe un fraude. Un fraude no es algo menor. Es un intento consciente de sabotear las elecciones usando diversos mecanismo, para manipular el voto.

Más de 86,000 actas electorales escrutadas, un candidato que matemáticamente ya pasó el límite y es imposible que pueda perder, una contabilidad de votos abierta, pública y transparente; están en riesgo de quedar en entredicho porque la candidata que va perdiendo está dispuesta a jugarlo el todo por el todo por la premisa de que hubo un intento para sabotear la elección.

Para eso, armó una estrategia legal compleja, buscando demostrar que al menos en 800 mesas de las zonas donde había ganado el contrincante, había un grosero intento de manipulación de la intención popular. Conseguir demostrar eso, no es tarea fácil. Las elecciones en el Perú toman en cuenta la resolución de la mayoría de controversias en mesa. Para eso hay un juzgado ad hoc, los miembros de mesa, y unos abogados, los personeros, que se encargan de dilucidar el proceso. Las observaciones deberían ser una excepción. Fuerza Popular considera que hay irregularidades más allá de la excepción y de que se trata de un intento sistemático.

¿Cómo se logra esa demostración? Con pruebas. Pruebas tangibles y objetivas de que se cambió la voluntad del voto en la mesa, a través de un sistema que por ejemplo ponga miembros de mesa amañados, falsifique formas, etc. Pruebas difíciles que son necesarias. Que no pueden ser cuatro o cinco ejemplos que se dan en conferencia de prensa.

En estas elecciones, como nunca antes hemos visto, disponemos de información privilegiada y de la capacidad de poder “bajarla” y hacer con ella todos los análisis convenientes para poder entender si es que hay o no fraude en alguna dirección. Profesionales del open data como Ragi Burhum por ejemplo, han logrado descargar la base de mesas de votación -de libre acceso- y aplicado determinados algoritmos para guiar sus propios análisis, descubrir patrones a través de algoritmos, entender si es que hay datos anómalos. Tenemos el universo de información a nuestro alcance. También lo tuvo Fuerza Popular y pudo empezar por allí su proceso de anulación de mesas, pero prefirió que los abogados en horas determinaran si había firmas falsificadas o no. El resultado va siendo catastrófico para ellos.

Pero el tener la data sola no sirve. Como Josué Ortega señala en un extenso hilo de Twitter (https://twitter.com/josueortc/status/1404183119582928904) entender un fenómeno como una elección popular y sus distintas complejidades no puede pasar solo por una aplicación de algoritmos y ya. Responden a contextos, realidades y espacios específicos que merecen tomar un momento para la comprensión, en lugar de mencionar exclusivamente: “es fraude”, “es fraude”.

Pero el marco de análisis está allí para verlo y para usarlo. Tenemos la base y a partir de ella sí hay esfuerzos muy relevantes para comprender los datos y poder darles una dimensión coherente. En función de ello lo primero que podemos decir es que no hemos hallado una sola referencia analítica de la información que se demuestre que hay un fraude. Ninguna. Nos hemos pasado los últimos tres días buscándolo y no hay nada en ese sentido. Por el contrario hemos visto algunos ejemplos que demuestran que de fraude esta elección ha tenido nada.

El mismo Ragi Burhum muestra que su análisis y algoritmos consideran que hay irregularidades para ambas candidaturas y que no se puede colegir de ello que hay fraude (https://twitter.com/rburhum/status/1404136235053031427). Usando su data, Saki Bigio hace sus propios análisis y manifiesta que: “no encuentro ninguna evidencia de fraude sistemático a nivel estadístico.” (https://twitter.com/SakiBigio/status/1404122740638945284)

La estadística ha jugado su papel, como no. Han existido hasta matemáticos que han señalado que es “estadísticamente imposible” que haya cambio de datos entre primera y segunda vuelta. Cómo es posible que si en la primera vuelta votaron por mí, ahora en la segunda no. ¡Fraude! Otros científicos de datos ya explicaron hasta la saciedad que eso no es anómalo. Pero acá vale entender que no solo se trata de la data cruda. Hay una inferencia importante a nivel del comportamiento humano. ¿Es posible que algunos votos cambien de dirección entre la primera o segunda vuelta? ¡Por supuesto que sí! Más en cinco años aún. Ni siquiera se debe entrar en la motivación expresa de ello. Si no fuera así, que elaboren una ley para que solo quienes no votaron por Castillo o Fujimori voten en segunda vuelta, porque quienes sí lo hicieron no pueden cambiar su opinión. Así de ridículo suena.

Además, Alejandra Costa y Kenneth Sánchez de Comité de Lecturas analizan de manera más cualitativa los casos en los que hay diferencias de votos de primera y segunda vuelta en un hilo muy meticuloso. Su conclusión: “ninguno de estos datos apunta de manera concluyente a un fraude o a una manipulación de las mesas” (https://twitter.com/alecosta/status/1403961227835895808)

Aún más, Sebastien Polis usa el análisis de al distribución de Benford, que analiza patrones de datos, para concluir que no hay datos fabricados, ergo, son datos que siguen un patrón natural que rompe cualquier presunción de fraude. (https://twitter.com/SebastienPolis/status/1403628945346641920). Todo esto es análisis de datos abiertos que están a disposición de todos y que cualquiera puede hacer. De eso se trata. No de andar lanzando ideas porque se me ocurren.

Todos estos son ejemplos, hay varios más que por extensión ya no se pueden presentar, de que:

  1. Se habla de fraude alegremente y no hay ni una sola evidencia de ello
  2. El acceso a los datos es público y gratuito y era esperable que Fuerza Popular presentara argumentos más serios de la existencia de fraude a partir de la data.
  3. Nada hace pensar que realmente exista un fraude o una intención de hacerlo.

Cualquier mensaje sobre las elecciones debe partir de allí. No podemos permitir que una idea tan compleja como la de fraude quede dando vueltas por allí como si fuera normal. Ello va a preparar las cosas para deslegitimar todo lo que se venga.

Finalmente, encontrar elementos “anómalos” es el primer paso para la comprensión. Necesitamos más que nunca a las ciencias sociales, en especial a la antropología, apara que nos aproximen a los vasos comunicantes que requerimos como sociedad.

No termino este artículo dejando de expresar solidaridad con todos aquellos que han visto su nombre expuesto acusados de fraude, de no ser ellos, de haber suplantado identidades o firmas. Ojalá se les brinde la reparación necesaria.

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Elecciones 2021, Fraude electoral, Keiko Fujimori
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