Creo que pocos esperábamos que llegue el 28 de julio básicamente como llegó el 28 de julio de 2021. Seguro que la medio han existido muchas cosas y algunos pequeños cambios más mediáticos que reales. Pero lo cierto es que, en general, la situación es la misma, nada se ha movido de manera significativa. Lo único que parece aumentar de manera constante y permanente es la incertidumbre de la opinión pública por lo que va pasando a nivel general.
Castillo inició su mandato con 45% de desaprobación. Desde noviembre del año pasado, la curva de crecimiento de su descrédito ha ido en aumento aunque ya parece haber establecido una meseta alrededor de 70% a 75%. Nada auspiciador.
Por su parte, la presidenta del Congreso tenía la aprobación y la desaprobación empatadas al inicio de su gestión (37%). Hoy la mirada negativa de la opinión pública alcanza 72%, manteniéndose estable también en los últimos meses. Y el Congreso como institución está igual o peor.
Los indicadores de confianza en instituciones se mantienen por los suelos -en particular la prensa, pero también los organismos del Estado, las electorales, todas- y la confianza interpersonal en el Perú es la peor de América Latina. Los partidos políticos son un conjunto de memes con financiamiento que siempre queda poco claro.
Así llegamos al segundo año del gobierno de Castillo. Con poco o nada para celebrar, pero con mucho menos para esperar. La esperanza de que las cosas mejoren pasa más por un meteorito que porque la clase dirigente en nuestro país tenga algo razonable para hacer. Aún así vale la pena intentar un balance de lo que ha pasado y de lo que puede venir más adelante.
Durante los 12 meses en el que estuvo en el gobierno, Castillo se dedicó a seguir en campaña. Su verbo y su acción muestra a un activista político, sindical, que trata de aglutinar en función a un discurso reivindicativo. Parece que no le contaron que es él el que tiene que reivindicar. Ha tenido hasta tres intentos de cambio de imagen, pero si algo se mantuvo constante es el discurso combustible contra todos. Menos claro, contra él y su familia. En este campo se puede encontrar un elemento que retrata bien la forma en que se imagina el ejercicio del poder: una suerte de caudillismo peligroso en el que plantea que no debe haber intermediarios entre él y el pueblo. No importa el PPJJ, el Congreso, la policía, nada. Si el “pueblo” considera que él es culpable el “pueblo” lo castigará. No parece ser alguien que confía en la acción de instituciones -especialmente cuando se trata de él-. Una buena imagen de lo que Meléndez detalla en su muy buen libro Populistas[1]
Hablábamos de sus cambios de imagen. Que con sombrero y una imagen más campechana. Que sin sombrero y desaparecido. Que sin sombrero y con apariciones públicas. Lo que no logra hacer es tener una relación fluida con la prensa. Acá hay que hacer un alto. Si bien es cierto la prensa masiva lo maltrata desde la segunda vuelta electoral, la incapacidad del presidente para tener un discurso -así sea aprendido- donde pueda responder como estadista, explicando decisiones y políticas lo sitúa en una posición muy complicada. La victimización tiene un límite, cuando se sucumbe a preguntas malcriadas pero simples de un periodista extranjero; o cuando ni siquiera con una entrevista muy moderada en TV Perú puede dar algo de luz razonable.
Sobre políticas sectoriales, poco qué decir, porque no parece existir un norte en nada de lo que hace el gobierno. Los ministerios parecen reaccionar al viento de la coyuntura. La mayoría de los ministros han dado vergüenza ajena, salvo honrosas excepciones. Lo único que parece claro es que una concertación conservadora que lleve a la desaparición de derechos adquiridos en mucho tiempo es lo único que se puede esperar. Nada más. No hay, salvo mejor parecer, una política de gobierno que genere entusiasmo frente a la ola de tonterías feudales en las que se quiere convertir el Estado.
El oficialismo no ha existido en este año. Perú Libre es un partido de chaveteros y así actuaron con el presidente. Cerrón, que se sintió y actuó como presidente en la sombra, hoy quiere reposicionarse como el líder de la oposición. Que va a mantener a Castillo en el cargo, pero con plazo limitado. El permanente ataque al Ejecutivo del Vladimir de turno busca salvar al partido de una hipotética derrota electoral.
La oposición. Ay la oposición. Qué se puede decir. Que sea publicable quiero decir. Si usted se siente representado por algún partido de la oposición lo felicito. Hay una escena de la gran película argentina 9 reinas en la que el Marcos, el protagonista -personaje de Darín- le narra a Juan, su novel aprendiz, la tipología de cada uno de los ladrones que se pueden encontrar en las calles de Buenos Aires.
Son descuidistas, culateros, abanicadores, gallos ciegos, biromistas, mecheras, garfios, pungas, boqueteros, escruchantes, arrebatadores, mostaceros, lanzas, bagalleros, pesqueros, filos… (9 reinas)
Esa escena representa de manera brillante lo que es nuestro Congreso y los locales de los partidos políticos: Vacadores, conservas, mercantilistas, delincuentes prontuariados, fantoches, torquemaditas, figuretis, tramitadores, portapliegos y un muy largo etcétera.
Si dos cosas quedan claras para representar este primer año son que no hay proyecto de país desde el Ejecutivo ni desde la oposición. Y que la pelea política no se da desde la concepción del Estado y de las políticas que le den sentido. Si no más bien desde los sectores que mejor “rinden”, usted me entiende.
De acuerdo con eso, si alguna característica ha tenido este primer 20% de avance de lo que es este período es la República Lumpen. Si escucha con atención los discursos directos del Ejecutivo y los debates parlamentarios, hemos perdido por completo el pudor como país. No hay un gramo de decencia de nadie. Lo que se reclama es fundamentalmente que MIS intereses tengan prioridad y -literalmente- a la mierda con los demás. ¿La ley? ¿La constitución? Todo tiene solución. Léase esto con la voz de Marco Antonio, de la Teleferia.
Ojo que dentro de todo este panorama, dos actores que son recibidos con cierta benevolencia tienen de fondo serios problemas en lo que están representando. Por un lado el expresidente Vizcarra, que a partir de un jingle muy exitoso, que da la vuelta al mundo contando una historia bochornosa, trata de capturar un escenario político vía el show. Por otro lado, desde una esquina bastante más seria, el expresidente Sagasti insiste con una propuesta de adelanto de elecciones generales. En principio suena razonable que desde la sociedad civil existan iniciativas de esta naturaleza. Pero lo complicado resulta si esa iniciativa es una plataforma para postular. Hoy, en esta coyuntura, resulta increíblemente importante que si Sagasti quiere liderar un movimiento principista, se niegue a ser protagonista de la consecuencia. Nada de “el pueblo me lo pidió”, “no puedo negarme a la voluntad de la gente”, “mi vocación es el servicio”. Necesitamos iniciativas sin segundas.
Así, en este breve resumen, nos quedamos sin espacio para las proyecciones. Solo se nos ocurre una palabra: nada. No esperemos nada porque nada pasará. O nada a favor de usted o de mí. Nada. Solo sobrevivir. Esto que tenemos, en la Plaza Bolívar o en la Mayor, es lo que elegimos. Si lo vamos a cambiar, que sea legal y válido.
(continuará… 4 años)
[1] Meléndez, Carlos (2022). Populistas. ¿Cuán populistas somos los peruanos? Editorial Debate. Una reseña donde además se profundiza en el término la hace Omar Awapara en El Comercio: https://elcomercio.pe/opinion/columnistas/populistas-por-omar-awapara-noticia/
