Mauricio-Saravia

Tribunas vacías: La ausencia de interés electoral

"Más allá de los temas que podamos consignar desde la comunicación, la comunicación y marketing político y las ideas que se tengan sobre cómo se llevan adelante las campañas, hay un tema central: ninguno prácticamente pone por delante al ciudadano."

En dos fechas del campeonato de fútbol, los equipos más populares del campeonato nacional han llenado sus estadios en partidos que se pueden considerar de asistencia limitada. En dos fechas, la banda Coldplay llenó el estadio nacional, al punto que días antes del evento se tuvo que habilitar algún aforo adicional en tribunas laterales. Las entradas para Bad Bunny se agotaron en segundos.

¿Qué hay en el medio? Una campaña municipal y regional que no convoca a nadie, que no agota entradas y que no representa movimientos masivos relevantes. Estoy seguro de que los mítines de campaña serán menos significativos en personas que los eventos arriba señalados. En menos de 15 días serán las elecciones regionales y municipales. En muchos casos, dentro de los que se encuentra este columnista, la decisión no está tomada y la consideración de estar frente a una oferta mediocre, pobre y desilusionante es una constante en las conversaciones que vamos teniendo con respecto a este tema.

Hay algunas características de este escenario que han hecho que esta situación sea así. De eso vamos a conversar en este artículo que no busca ser una guía para el votante. Por el contrario, me temo que no lo ayudará a tomar una decisión y lo desalentará más aún.

En primer lugar, lo que tenemos es una elección de “personalidades”, si es que podemos llamarlas así, no de partidos y mucho menos de propuestas, al menos en la capital. Si bien no es una elección exclusiva en esta característica, llama la atención como en esta campaña lo que menos ha circulado son ideas sugerentes o visiones que nos lleven a entender dónde estará la ciudad o el distrito en los próximos cuatro años.

No se confunda propuesta con temas. Estos han abundado más bien. Aunque de manera tautológica. Seguridad ha sido tal vez el principal. Un tema clave en el desarrollo de la comunicación de los candidatos, pero cada uno con ideas más esotéricas o inútiles que el otro. Que no quepan dudas que dentro de cuatro años, Lima estará más insegura que hoy. Lo que en el fondo están diciendo los futuros alcaldes es que no saben qué hacer para contener la inseguridad.

Para eso mejor las imágenes. Tener a un ex militar peleando el primer lugar de las encuestas en Lima con una comunicación que solo apunta a una represión -muchas veces ilegal y desproporcionada- del tema seguridad es un síntoma de lo que esta campaña representa. Vivar por el “ejemplo Bukele”, un aprendiz de dictadorzuelo que ha aprendido que la democracia siempre es relativa, es otro de los factores que explican el circo electoral.

Así como la seguridad es un aspecto falto de propuesta, el desarrollo de la ciudad es otro que brilla por su ausencia programática. Nadie está explicando que es lo que se entiende por el crecimiento de las ciudades. Ni de sus habitantes. Ni siquiera hay propuestas de obras emblemáticas que ayuden a comprender la orientación de una propuesta.

Las ausencias en el debate de elementos claves es también una señal peligrosa. El tema medioambiental, el de la inclusión, el de la sostenibilidad, son ideas que no se discuten ni generan puntos clave de inflexión. Desdela oferta política no se generan discusiones importantes en estos tópicos

La falta de identidad política de los candidatos genera, en segundo lugar, esta falta de ideas clave o de orientaciones esperadas para las ciudades y regiones. Sabemos que hay una buena parte de candidatos que repiten postulación, después de algún período fuera. Lo divertido es que muchos de ellos lo hacen por partidos o movimientos diferentes a los que estuvieron en su momento. Lo camaleón de la política se resalta de manera increíble en este tipo de elección. Sin una preparación ideológica y el soporte que da un partido, la nominación de candidatos siempre será en función de lo que las cúpulas consideran que es “popular” y que puede funcionar para sus intereses.

Que hay una desconexión evidente entre la representación partidaria y la ciudadanía no es una novedad. Sin embargo, poco análisis se hace desde los mismos partidos para comprender por qué un esquema como el que funciona hoy día no se cuestiona y no hay, desde la misma organización política, un esfuerzo por aglutinar esfuerzos, ideas, doctrinas y generar propuestas y después de ello, nombrar candidatos. El esquema actual privilegia la elección como el único punto de encuentro entre la ciudadanía y lo partidista. Lo demás no importa. Así, existen un conjunto de candidatos siempre elegibles. ¿Por quién? Asumimos que por quien les ofrezca mejores réditos.

No podemos dejar de pensar que este es un sistema que privilegia el cálculo por tanto. La inversión debe tener retorno. ¿Si no, por qué no aportar desde donde los partidos deben hacerlo al desarrollo de un país?

En tercer lugar, las campañas. En la cuenta de tuiter pedimos ejemplos de campañas que a nuestros seguidores les parecieran adecuadas, innovadoras, inteligentes. Con miles interacciones del mensaje, solo logramos que nos mencionaran dos. El resto, ejemplos de campañas negativas. Más allá de los temas que podamos consignar desde la comunicación, la comunicación y marketing político y las ideas que se tengan sobre cómo se llevan adelante las campañas, hay un tema central: ninguno prácticamente pone por delante al ciudadano.

Me explico. Todas las campañas, sin ejes programáticos claros, apuntan a “resolver”, desde una posición vertical se actúa como sujeto clave en la resolución de necesidades de las personas. Pero eso nos genera un elemento ausente: las personas. No existe la voz ciudadana en esta campaña. Solo el “yo / nosotros, haré / haremos”. La voz del vecino está sin ser considerada porque los candidatos ya saben lo que queremos, porque la enumeración en encuestas de los principales problemas de las ciudades ya les dio la única fuente de información que creen que requieren para ofrecer cosas.

Esto es excluyente y desprecia algo clave: a quién representan. Sin identidad partidaria, menos ideológica, y sin considerar a los vecinos, ¿qué queda? Un tipo que dice que hará cosas. Todos iguales. Frente a eso, qué nos queda como electores. Votar por el que nos caiga mejor o el que se alinee mejor contra nuestros enemigos.

Porque ese es el nivel de debate de esta campaña. El despreciar al que tenemos en frente. El último domingo lo que hicieron López Aliaga y Urresti en Latina TV fue eso, burlarse de un espacio para plantear algo y atacar sin bases al otro. Aburrido e insustancial. Pero esa es, no lo queremos ver, la forma más fácil y evidente de burla de sus electores. El no considerarlos ni atender los -pocos- espacios de comunicación que tenemos para oírlos proponer cosas.

En esta campaña ha primado la falta de recursos imaginativos para transmitir, por otro lado. Se cree que por tener una cuenta en tiktok poniendo cualquier tontería (me consta, me pasé horas viendo cuentas de partidos y candidatos y ninguna vale la pena) ya están haciendo una campaña disruptiva que los conectará con una audiencia que los está esperando con los brazos abiertos. Nadie se salva. La ausencia de conocimiento sobre lo que la gente realmente valora es deplorable. Pero la indiferencia para asumir esto y no actuar es peor. La oferta es realmente un desastre.

Por eso esta campaña es mediocre. Por eso no levanta y no genera emociones. Porque revela un conjunto de falencias que la política nacional tiene y el fracaso de un modelo de representación que tenemos que repensar de manera detallada.

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