[EL DEDO EN LA LLAGA]  Se trataba de comunidades que generaron caminos de participación de los laicos en la vida de la Iglesia católica a través de movimientos eclesiales, convocando a miles de fieles que veían en ellos nuevas formas de expresar su fe de manera vital y comprometida. Todo ello bajo el amparo del Papa Juan Pablo II, que llegó a decir que “los movimientos eclesiales representan uno de los frutos más significativos de la primavera de la Iglesia”.

Pero esa primavera no ha durado mucho. Era sólo una ilusión que se ha convertido en un invierno durísimo, manifiesto en el descrédito que actualmente tiene la Iglesia católica y en la enorme cantidad de católicos que le están dando la espalda. Solamente en Alemania en el año 2022 más de medio millón de fieles se han salido oficialmente de la Iglesia católica.

Entre los motivos están que la Iglesia no tiene un papel relevante en la sociedad moderna y sus exigencias morales ya no están a la altura de los tiempos, e incluso las declaraciones de algunos de sus representantes son muy controvertidas, pues van a contramarcha de imperativos éticos aceptados por la mayoría en la sociedad.

Otro motivo es la resistencia conservadora a reformas necesarias, a fin de que la Iglesia se adapte a los cambios históricos de la sociedad moderna. Entre las cuestiones que siguen abiertas está el trato hacia los homosexuales y personas de orientación sexual diversa, el rol de la mujer, el divorcio, el aborto y el celibato. Son temas que deberían ser sometidos a debate para implementar reformas, pero muchos representantes de la Iglesia se niegan a dialogar sobre esos temas, encerrándose fanáticamente en posiciones retrógadas y reaccionarias.

Más peso tienen las omisiones de las autoridades eclesiásticas, sobre todo ante el escándalo de los abusos, que ha llevado a una pérdida masiva de confianza en la institución. No obstante todas las declaraciones públicas de querer implementar una política de tolerancia cero y de aplicar medidas consecuentes ante los abusos que salen a la luz, ¿quién querría seguir perteneciendo a una Iglesia donde la mayoría de sus representantes han protegido y siguen protegiendo a los abusadores, obstaculizan las investigaciones de los hechos y maltratan a las víctimas, sin ofrecerles una reparación proporcional a los daños sufridos, o incluso negándoles todo tipo de apoyo y estigmatizándolas como “enemigos de la Iglesia”?

Y existe, por último, un motivo económico que sólo tiene cierto peso en Alemania, pues la pertenencia oficial a la Iglesia va unida a un impuesto que sirve para el mantenimiento de la institución. Y si la necesidad de algo más de dinero se topa con la pertenencia a una Iglesia con la cual uno ya no se siente identificado, la consecuencia lógica para muchos es solicitar la baja de su membresía a la Iglesia católica y destinar el dinero ahorrado a mejores fines.

Todos estos motivos pueden ser aducidos incluso por creyentes que siguen manteniendo su fe y espiritualidad, pero no desean contribuir con una Iglesia que en varios aspectos le da la espalda a los seres humanos y a una moral humanista. Y aún compartiendo estas motivaciones, hay católicos que por razones personales relacionadas con experiencias de fe o con su compromiso con el Pueblo de Dios, optan por seguir perteneciendo a la Iglesia, aunque hayan perdido la confianza en las autoridades eclesiásticas. Como yo, por ejemplo.

La decadencia ha alcanzado no sólo a aquellas instituciones eclesiásticas tradicionales que viven de sus glorias pasadas, sino también a aquellas recientes y novedosas que prometían un tiempo de renovación. Aquellas que se subieron al carro de la “nueva evangelización”, que profetizaban “un nuevo Pentecostés” para luchar contra la “cultura de muerte”, y que terminaron siendo obras de manipuladores de conciencia, abusadores espirituales y psicológicos que en muchos casos llegaron incluso a abusar sexualmente de sus seguidores.

Céline Hoyeau, periodista y directora de la sección de religión del prestigioso diario católico francés “La Croix”, publicó en el año 2021 el libro “La trahison des péres” (“La traición de los padres”), una investigación periodística sobre las nuevas comunidades eclesiásticas que florecieron en Francia. A semejanza del Sodalicio, que apareció en el contexto de la crisis eclesial posterior al Concilio Vaticano II, la inmensa mayoría de las nuevas comunidades y movimientos surgieron como una respuesta ante la secularización en marcha —que conllevaba una pérdida de influencia de la Iglesia en la sociedad—, la sangría de miembros que sufrieron las congregaciones y órdenes religiosas tradicionales, la inmensa cantidad de curas que colgaron los hábitos, la falta de vocaciones y, sobre todo, el cuestionamiento de algunas doctrinas y enseñanzas del Magisterio de la Iglesia por no estar en consonancia con los avances científicos y culturales, mucho menos con la conciencia moral de los nuevos tiempos.

Ante eso, las nuevas comunidades ofrecían una fidelidad y obediencia absoluta al Papa, una defensa irrestricta de las doctrinas y valores de la Iglesia católica —dentro de una ideología ultraconservadora que se creía ya superada por el Concilio Vaticano II-, vocaciones numerosas al sacerdocio y a la vida consagrada y, sobre todo, multitudes de jóvenes que seguían fervorosos a líderes religiosos que se proclamaban a sí mismos como fundadores inspirados por el Espíritu Santo, portavoces de Dios mismo, elegidos para renovar la Iglesia y —cómo no— cambiar el mundo a través de una nueva evangelización.

¿Cuáles son los casos más sonados que reseña Céline Hoyeau en su libro?

El P. Marie-Dominique Philippe (1912-2006), fundador de la Comunidad de San Juan, abusó de por lo menos quince jóvenes mujeres en el marco del sacramento de la confesión y de la dirección espiritual, justificando sus deslices ante las víctimas como actos espirituales dentro del “amor de amistad”.

Su hermano, el P. Thomas Philippe (1905-1993), co-fundador junto con el laico Jean Vanier de las comunidades de El Arca, también abuso de mujeres aprovechando la dirección espiritual y justificando sus actos con explicaciones místicas.

El mismo Jean Vanier (1928-2019) abusó de la confianza de mujeres en el acompañamiento espiritual y aprovechó su influencia para implicarlas en relaciones sexuales. Además de estos hechos, que recién fueron conocidos después de su muerte, protegió y encubrió a su padre espiritual, el P. Thomas Philippe.

Gérard Croissant (1949- ), conocido como Ephraïm, fundador de la Comunidad de las Bienaventuranzas —presente en el Perú en la Parroquia Madre de Dios de la Urbanización San Juan Macias (El Callao)— abusó espiritual y sexualmente de mujeres integrantes de su comunidad, lo que ocasionó que en el año 2007 la Iglesia lo suspendiera del diaconado y en el año 2008 lo separara oficialmente de la comunidad que había fundado.

Olivier Fenoy, fundador de la Oficina de Cultura de Cluny —que también tiene representación en Quebec (Canadá) y en Santiago de Chile— fue acusado de diversas prácticas de abuso sexual (besos forzados, masturbación, sexo oral, penetración, dependiendo del “progreso” en el compromiso semi-monástico de sus seguidores), además de desviaciones sectarias y ejercicio de un poder absoluto.

El P. Georges Finet (1898-1990), fundador de los Foyers de Charité (Hogares de Caridad), abusó sexualmente de varones menores de edad y muchachas de entre 10 y 14 años de edad, haciendo preguntas insistentes sobre sexualidad en la confesión y tocando las partes íntimas de sus víctimas.

Y sigue la lista de fundadores —incluyendo algunas pocas fundadores— responsables de diversos excesos, siempre abusos espirituales y de poder, con frecuencia abusos sexuales, y también abusos económicos, laborales y sociales, hasta llegar a un número de poco más de veinte fundadores sólo en Francia.

Se comprueba así que el del Sodalicio de Vida Cristiana no es un caso aislado, sino parte de una tendencia que se repite a nivel mundial según el mismo esquema: un fundador que se cree guiado por el Espíritu Santo, que promete el oro y el moro a sus seguidores y a la Iglesia, consigue la protección de las autoridades eclesiásticas que se hacen la vista gorda y no controlan debidamente por miedo a “ahogar el Espíritu”, y al final termina abusando de su poder espiritual hasta los límites de lo indecible. Y a decir verdad, el ocaso de los fundadores puede significar el ocaso de la Iglesia católica tal como la conocemos.

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[EL DEDO EN LA LLAGA] El alcalde de la ciudad, Dominik Geissler, miembro del conservador partido demócrata cristiano, ha cancelado cualquier colaboración de la administración municipal con la Alianza Evangélica —de la cual forma parte la Comunidad Él Vive—, debido a sus posiciones sobre la homosexualidad, la identidad sexual y las terapias de conversión. «Mientras estas posiciones inaceptables persistan, la ciudad de Landau no colaborará con la Alianza Evangélica», señaló Geissler. El evento que gatilló esta decisión fue un festival techno en el Fórum Él Vive, que sirvió de ocasión para que los organizadores entregaran dinero a una organización transfóbica que atenta contra los valores del colectivo LGTBI.

La Comunidad Él Vive ha rechazado las imputaciones. Sin embargo, hay alguien que puede dar testimonio de esas posturas transfóbicas —que violan derechos humanos fundamentales— por la experiencia que tuvo con un pastor de la comunidad. Se trata de Kaycee Hesse, una activista trans de 23 años de edad, comprometida no sólo con las actividades del movimiento ecologista Fridays for Future sino también con Schlau, un proyecto de formación y antidiscriminación sobre identidades de género y orientaciones sexuales a nivel del estadio federado de Renania-Palatinado. En una entrevista publicada el 10 de junio de este año en el diario local “Die Rheinpfalz”, Kaycee cuenta su historia.

Durante su pubertad la pasó psíquicamente muy mal. Sufría bajo el desarrollo de su pubertad masculina y se sentía cada vez peor en su cuerpo, hasta que se determinó que era trans, una mujer nacida en el cuerpo equivocado. Pasaron dos años antes de que pudiera aceptar su realidad, años en los que tuvo que interrumpir su educación escolar debido a depresiones y malestares psíquicos.

Su madre, una mujer religiosa, quiso que Kaycee, al cumplir los 18 años, se confrontará con la fe y con Dios, en quien Kaycee ya no creía. Como participaba entonces de la Comunidad Él Vive, le pidió a Kaycee que asistiera a una reunión bíblica para escépticos. La reunión era dirigida por un pastor que es llamado “Elías”. Si bien la reunión le pareció correcta, Kaycee no obtuvo respuestas a sus inquietudes. Aún así, Elías la abordó después de la reunión. Kayceee tuvo la impresión de encontrarse ante una persona relativamente abierta, que pensaba por sí misma, que indagaba y con la cual se podía discutir muy bien. Elías la invitó a tomar un café para discutir un poco más, y Kaycee aceptó la invitación.

Durante los tres o cuatro encuentros que tuvo con Elías, Kaycee le habló de su escepticismo y de su historia como persona trans. Kaycee se encontraba al inicio de su transición y estaba buscando una terapia de hormonas, de la cual Elías buscó disuadirla, con la frase bíblica que a todas las personas trans les refriegan en los oídos: “Dios creó al hombre varón y mujer”. Dado que Dios es todopoderoso y no comete errores, es difícil encontrar su lugar como persona trans dentro de esta visión muy limitada del asunto. Al final —sobre todo en los últimos encuentros— la conversación se enrumbó en esa dirección: «¿Podrías conformarte con tu pene y vivir como hombre, si lo intentaras?» Así de abierta fue la pregunta que le formuló Elías.

Kaycee cree que Elías pretendía un fin pseudoterapéutico, más bien de carácter “misionero”. Se trataba del cumplimiento del “Plan de Dios”. La homosexualidad y la transexualidad no serían en sí nada malo, pero no debían hacerse públicos, dado que no formaban parte del Plan de Dios y no había justificación para su existencia. Elías aparentaba al principio ser abierto y curioso, pero todo iba en dirección de querer disuadirlo de su transexualidad, pues —según él— en un proceso de transición se practicaba una “violación” del cuerpo. Elías estaba convencido de que si Kaycee se decidía por la voluntad de Dios, se aceptaría como era entonces. Es decir, con pene.

En ese momento Kaycee ya había dejado atrás interiormente su salida del clóset y estaba decidida a seguir el camino de la transexualidad. Aún así era una carga que le restregaran el tema en los oídos, como si por el hecho de ser una persona trans no tuviera ya suficiente con sus luchas en los ámbitos médico y jurídico, y con el propio cuerpo. Dice que ella hubiera necesitado de un oído abierto, considerando el largo y penoso camino que tenía que recorrer. Hubiera necesitado apoyo en vez de tener que oír que todo estaba mal e iba contra la voluntad de Dios. Posteriormente se daría cuenta de que las conversaciones y determinadas preguntas de Elías sobrepasaban gravemente los límites de lo permitido. Sin tapujos de ninguna clase, Elía le preguntó si ya había tenido relaciones sexuales. Elías era del parecer de que Kaycee tenía que haber experimentado el sexo para poder tener una opinión. También le contó algo sobre sus propias experiencias sexuales, cosa que Kaycee no quería ni tenía por qué saber. También se habló sobre la infidelidad y el disfrute del deseo sexual como hombre. Elías concluyó a partir de los sentimientos de Kaycee, que ella estaba frustrada sexualmente. Si daba rienda suelta su deseo, volvería a ser varón.

Kaycee cree  que si hubiera escuchado los consejos de Elías, el camino que siguió le hubiera tomado más tiempo. Dice que antes de cumplir los 18 años había intentado ignorar su deseo de ser mujer, y cada vez le fue peor. No salía de su casa y cuando cumplió los 18 años ni siquiera se levantó de la cama. Si le hubiera hecho caso a Elías, habría caído otra vez en depresiones. Al respecto menciona que 45% de las personas trans que han cumplido 30 años tienen por lo menos un intento de suicidio tras de sí. Quizás también lo propuesto por Elías le habría obstaculizado el acceso a las alternativas médicas, debido a cambios irreversibles en su cuerpo durante la pubertad.

¿Y la madre de Kaycee? Ya no participa de la Comunidad Él Vive. Se enteró de todo, lo cual se sumó al hecho de que también se sentía insatisfecha con los servicios religiosos de la comunidad, a la cual veía dividida en dos: entre aquellos miembros que actuaban como personas normales y aquellos que asumían posturas conservadoras y extremistas de derecha que ella no consideraba justificables, y que eran contrarias a sus convicciones morales.

Cuenta Kaycee que Elías era muy querido como párroco, pero desde hace un par de años ya no está en la Comunidad Él Vive, la cual, si bien no es responsable de lo que haga cada uno de sus miembros, aunque diga que no tiene nada contra personas LGTBI, eso no sirve de nada cuando existen varios testimonios de personas que han tenido experiencias similares con ella. Kaycee ha conocido por lo menos cinco casos través del proyecto de formación Schlau y de contactos con el grupo “Queerulanten” —integrado por personas queer de escuelas superiores—, tratándose de personas que no quieren hablar en público sobre esto porque no quieren hacerse vulnerables y porque lo vivido ya ha sido suficientemente agobiante.

En conclusión, no basta con que una comunidad religiosa diga que no tiene nada en contra de los integrantes de minorías sexuales, si al interior de ella la realidad es otra. Los actos de discriminación siempre salen a la luz, y esos actos no sólo afectan a quienes han sido víctimas de ellos, sino también la imagen y reputación de la comunidad religiosa que los ha permitido. Y eso ya debería a saberlo también la Iglesia católica, una de las instituciones religiosas más homofóbicas y transfóbicas que existe, no obstante sus declaraciones en contrario.

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En Alemania la informalidad es muy reducida (9.5%), lo cual permite financiar la seguridad social mediante los ingresos de las personas a través de una fuerte carga impositiva. Este año, por ejemplo, los descuentos salariales son de 14.6% para el seguro de salud (que incluye a todos los miembros de la familia, en caso de que no trabajen), 18.6 % para el seguro de pensiones de jubilación, 2.6% para el seguro de desempleo y 3.05% para el seguro de cuidado en la vejez (cuidado que puede surgir antes de la edad de jubilación si por motivo de un accidente o enfermedad, uno queda incapacitado para el trabajo).

Mientras el anciano mantenga sus capacidades, que le permiten desempeñarse con autonomía e independencia, no necesitará del seguro de cuidado. Pero si surgen restricciones o limitaciones que afecten su autonomía, entonces tiene derecho a recibir ayuda financiera del seguro de cuidado. Hay una entidad, el Servicio Médico de las Cajas de Seguro de Salud (Medizinischer Dienst der Krankenkassen) que se encarga de evaluar al paciente para determinar el grado de limitaciones que tiene y ubicarlo dentro de uno de los 5 grados de cuidado que se han establecido, donde el grado 1 implica una afectación ligera a la autonomía y el grado 5 una afectación severa. Los criterios para clasificar a una persona en alguno de los grados son la movilidad, habilidades cognitivas y comunicativas, conducta y problemas de salud mental, autocuidado (vestirse, alimentarse, ir al baño), manejar de manera autónoma los requerimientos y las cargas derivadas de la enfermedad o la terapia, organización de la vida diaria y relaciones sociales.

Se da preferencia a la atención ambulatoria sobre la estacionaria (en una residencia o asilo), y el monto mensual que recibe del seguro una persona que ha sido clasificada en uno de los grados de cuidado va desde 125 euros en el grado 1 hasta 901 euros en el grado 5. Además, si hay una persona encargada de efectuar los cuidados que requiere el paciente, ésta adicionalmente puede facturarle mensualmente al seguro 689 euros en el grado 2 hasta 1,995 euros en el grado 5. En el caso de pacientes con atención estacionaria, hay un solo pago mensual que va desde 125 euros en el grado 1 hasta 2,005 euros en el grado 5.

Si los costos de la atención de cuidado superan estos montos, el anciano debe pagarlo de su pensión o de la venta de sus bienes. Si aún así no le alcanza, se puede elevar una solicitud a la Oficina de Asistencia Social (“Sozialamt”), que revisará la situación y —de ser necesario— subsidiará el monto que falta.

Quienes se encargan profesionalmente de la tarea de atender a las personas de edad avanzada que lo requieran son los enfermeros/as de cuidado de personas mayores, que les ayudan en todo lo relacionado con el cuidado físico y asumen algunas funciones de acompañamiento personal. Pero quienes tienen como tarea principal este acompañamiento —a través de actividades que buscan mantener vivas las habilidades que aún tienen las personas mayores— son quienes ejercen un oficio que aún no existía cuando yo migré a Alemania en noviembre de 2002, oficio que fue creado por ley recién en el año 2008: el de cuidador o acompañante de personas mayores.

Este oficio —que es el que yo actualmente ejerzo— tiene como objetivo la atención social de personas necesitadas en entornos residenciales, como personas con trastornos de habilidades debido a demencia, enfermedades mentales o discapacidades intelectuales, o el apoyo en el ámbito doméstico. ¿Qué actividades realizamos con las personas mayores, especialmente las que padecen demencia senil, a fin de activar sus habilidades remanentes? Conversaciones personales, lecturas en voz alta, ejercitaciones de la memoria, manualidades, juegos de mesa, canciones y música, bailes en posición sentada, paseos, tés de tías, mesas redondas con conversaciones sobre temas triviales y cotidianos, eventos festivos, etc. Y en algunos casos, acompañamiento en el lecho de muerte.

No todo es color de rosa. El trabajo tanto de enfermero/a como de cuidador puede ser demasiado exigente y duro para quien no tenga el perfil psicológico adecuado, además de que las remuneraciones no son comparativamente altas en el contexto del mercado laboral alemán. Además, se calcula que hay actualmente un déficit de unos 200,000 trabajadores en esta área, por lo cual se ha ido buscando a personal extranjero que desempeñe estas tareas. Hay un 13% de personal extranjero en el cuidado de ancianos, provenientes en su mayoría de Polonia, Bosnia y Herzegovina, Turquía, Croacia y Rumanía. Además, en el ano 2019 el gobierno alemán llegó a un acuerdo con México para facilitar la llegada y formación de personal de ese país latinoamericano para trabajar en el cuidado de ancianos.

No todo es perfecto, pero se trata de un trabajo que enriquece humanamente y trae consigo muchas compensaciones personales. Porque pocas cosas hay tan hermosas como esforzarse continuamente en darle un soplo de dignidad a personas vulnerables que se hallan en la etapa final de sus vidas, como náufragos que han sobrevivido a los embates borrascosos de la existencia y que tienen derecho a la alegría. Y porque un país sólo llegará a ser para todos sus pobladores un lugar habitable y digno para vivir cuando sea capaz, en primer lugar, de ofrecerles a sus ancianos una vida digna y satisfactoria.

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TERCERA ETAPA

Luego, se generaba un sentimiento de culpa devastador para el que se atreviera a salir de la organización, lo cual impedía que las persona salgan de esta institución (“cárcel mental”).

Este proceso a través del cual se alcanzaba la privación o anulación de la libertad personal suele darse o presentarse en los movimientos religiosos o pseudo-religiosos, denominados “sectas”, no siendo una creación o un invento de los denunciantes. Es un problema real que nuestro país debe afrontar».

El documento fiscal señala que entre 1993 y 2007 el Sodalicio tenía un Centro de Orientación Vocacional Profesional, donde laboraban las psicólogas Cecilia Collazos y Liliana Casuso, integrantes de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación, que realizaban test psicológicos a los adolescentes aspirantes y miembros a fin de recabar información personal e íntima, que era utilizada para lograr su captación o mantenerlos dentro de la organización. Esta información habría sido compartida, violando el secreto profesional, con el mismo Luis Fernando Figari.

Éste afirmaba que podía ver la vocación sodálite a través de los ojos de las personas, haciendo creer a sus víctimas que poseía dones especiales. Lo cual ha sido negado por el mismo Figari en la declaración que se le tomó en Roma el 10 de octubre de 2016, diciendo que «los ojos son la ventana del alma y entonces dan la oportunidad de ver si es que hay una transparencia o turbidez, que se ve con toda claridad sobre todo en ojos que son más fáciles de ver, si no con aplicación de luz que permite ver el fondo del ojo, como hacen los oculistas. Eso nunca fue presentado como un don sobrenatural o algo especial sino como una técnica de inferencia».

Todas esas tácticas de captación se iniciaban, por lo general, con jóvenes adolescentes menores de edad, por lo cual, si se demuestra el delito de secuestro —entendido como una privación o restricción de la libertad mediante técnicas de manipulación y control mental—, podría aplicarse lo que dice el Código Penal

«La pena será de cadena perpetua cuando:

1. El agraviado es menor de edad o mayor de setenta años.

[…]

3. Si se causa lesiones graves o muerte al agraviado durante el secuestro o como consecuencia de dicho acto».

Este secuestro, esta privación de libertad durante años, motivada por intenciones nada santas de parte Figari, llegando en algunos casos a situaciones que calificarían de esclavitud moderna, ha causado tanto o más daño en aquellos que lo hemos sufrido que los abusos sexuales que sufrieron otros.

No habían protocolos claros para quien decidiera irse del Sodalicio. Esa decisión era obstaculizada hasta el extremo, de modo que se generaba una angustia mortal en aquellos que se hallaban en ese trance. Y nada demuestran las cartas de sujeción que algunos escribimos, manifestando que estábamos libremente en el Sodalicio, pues la opción de decidir lo contrario era impensable, era considerado un suicidio del alma y una puerta hacia la infelicidad terrenal en este mundo y la condenación eterna en el otro.

Y como ésa era la mentalidad que se marcaba como un hierro candente en nuestras almas, el día en que a un muchacho que estaba pasando su período de formación en San Bartolo le dijeron, como excepción, que no tenía vocación sodálite y que debía dejar la comunidad, éste entró en una espiral de desesperación de la cual no pudo escapar. Ése sería el motivo por el cual meses después habría saltado hacia su propia muerte desde la azotea de la casa de sus padres.

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En el momento de su estreno, pocas criticas fueron positivas, como la de Bridget Byrne, que calificó el film de «brillante, audaz y grotesco». Desde entonces la película ha sido revalorizada por los críticos como la obra maestra que es. El historiador de cine Tim Lucas describe a “Los demonios” como «no sólo una denuncia de conspiraciones del siglo XVII, sino una denuncia de agendas políticas que nos han acompañado a lo largo de la historia humana. Cuando el gobierno es más inmoral, la historia muestra que tiende a aliarse con la Iglesia y a desviar la atención pública de su propia corrupción satanizando chivos expiatorios convenientes — artistas, filósofos, progresistas… en una palabra, liberales».

Por otra parte, el experto en cine Thomas Atkins afirma que, aunque “Los demonios” contiene referencias evidentes a la religión y la influencia de la política, la película se ocupa más «del sexo y las aberraciones sexuales». Su opinión es que la película está interesada más que nada en la represión sexual y sus efectos acumulativos en la psique humana. Al referirse al personaje de Sor Jeanne, Atkins escribe: «Hay un número incalculable de ejemplos de visualizaciones atormentadas que involucran a la Madre Superiora… ¿Qué metáfora visual más impactante para la asfixia psicológica de la Madre Superiora que meter su cuerpo deformado en un pequeño espacio desde donde mira a su amante imaginario? La mera confinación de la masa corporal en un espacio congestionado genera una comprensión de los placeres aniquiladores de su deseo sexual». Atkins compara las secuencias de fantasía erótica de Sor Jeanne con «erotismo de una conciencia trastornada». El cineasta Alex Cox está de acuerdo con este punto, afirmando que “Los demonios” «podría haber sido un relato tedioso de derechos humanos versus intolerancia», pero en cambio se convirtió en «mucho más: una historia intensa, a veces surrealista, a veces horriblemente realista, de obsesión y represión sexual».

Se le atribuye a “Los demonios” haber iniciado el subgénero del nunsploitation en el cine europeo, películas de bajo presupuesto y calidad casposa cuyas historias se desarrollan en conventos de monjas e incluyen elementos de erotismo y crueldad sádica. Y aunque muchas de estas películas caen en el sensacionalismo, lo cierto es que muchas de sus tramas no se alejan tanto de la realidad, de ese lado oscuro de la Iglesia católica que poco a poco está saliendo a la luz.

Lo que es indudable es que, como dice el historiador del cine Joel W. Finler, “Los demonios” es «el logro cinematográfico más brillante de Russell, pero ampliamente considerado como su trabajo más desagradable y ofensivo».

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Edmund Dillinger había fundado en el año 1972 CV-Afrika-Hilfe , una asociación de ayuda al desarrollo para África, y se sospecha que muchos de sus delitos sexuales los cometió en el continente africano bajo nombre falso y llevando una doble vida.

Lo curioso es que el sacerdote tenía vetado desde el año 2012 el trabajo pastoral con niños y jóvenes, y desde el 2013 le estaba prohibido celebrar la misa en público. Su sobrino Steffen, quien se encargó de atenderlo cuando la salud del cura se fue deteriorando y le sobrevino demencia senil, no sabía el porqué de estas medidas. La diócesis de Tréveris, en la cual estaba incardinado el sacerdote, sí que lo sabía. Se trataba de «indicios de comportamiento sexual agresivo».

No era la primera vez. Ya en 1971 hubo indicios de que Dillinger había cometido abuso sexual de niños durante una peregrinación a Roma. Por ese motivo fue trasladado del estado de Renania-Palatinado al estado de Renania del Norte-Westfalia. Y no obstante que la diócesis de Tréveris sabía de sus inclinaciones pedófilas desde entonces, se le permitió trabajar en escuelas hasta el año 1999. Se sabe ahora que el obispo Bernhard Stein tuvo la política sistemática de encubrir los abusos en contra de niños y jóvenes durante décadas.

Según cuenta Steffen Dillinger, acudió donde el actual obispo de Tréveris, Stephan Ackermann, quien se negó a recibir el material encontrado y lo remitió a la comisión independiente para la atención de abusos de la diócesis. El 4 de abril de este año, el sobrino del cura tuvo una conversación con Gerhard Robbers, presidente de esa comisión, quien también se negó a recibir el material, indicándole a Steffen que podría ser acusado de delito de pornografía infantil sólo por el hecho de tener esas fotos en su poder. Le aconsejó que lo mejor que podía hacer era quemarlas. Esto ya fue demasiado para el sobrino, ya que las fotos podían servir de pruebas para demostrar no sólo la verdad de los testimonios de algunas de las víctimas de su tío, sino también para identificar más víctimas y repararlas por el daño ocasionado. Fue por este motivo que decidió acudir a la prensa, que al momento actual sigue investigando el caso.

Contra Edmund Dillinger no se puede abrir una investigación, pues ya está muerto. Pero existe la hipótesis de que habría pertenecido a un círculo de pederastas, y eso debería ser investigado. Lo curioso es que hasta ahora ni la policía ni la fiscalía han abierto investigación contra la diócesis de Tréveris para determinar qué se sabía y por qué Dillinger nunca fue denunciado ante la justicia civil. Al único al que se la ha abierto una investigación por el delito de posesión de pornografía infantil es al sobrino, luego de que la policía le incautará todo el material fotográfico comprometedor que tenía. Como si tratara de un mantra que se repite en casos similares, aquél que denuncia el abuso es quien termina como presunto inculpado, abandonado a su suerte.

Y mientras esto siga sucediendo, las jurisdicciones eclesiásticas de la Iglesia católica seguirán siendo un paraíso para los abusadores sexuales y un infierno para sus víctimas.

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R.J.A.A.A. (“Alexis”)

El abuso en perjuicio de R.J.A.A.A. (o “Alexis”, según la comisión investigadora), quien tenía 15 años al momento de ocurrir los hechos, es el caso conocido más reciente. Ocurrió el 19 de mayo del 2015. El sacerdote Manuel Mendoza Ruiz le habría hecho tocamientos indebidos durante el viaje que el adolescente y el sacerdote realizaron a fin de participar de un retiro espiritual en la ciudad de Chimbote. Los tocamientos ocurrieron en el bus entre Trujillo y Huamachuco. Siendo de madrugada y con las luces apagadas, Mendoza Ruiz empezó a hacerle tocamientos indebidos en sus partes íntimas, metiéndole la mano en el interior de sus pantalones. A pesar del reclamo del adolescente, el sacerdote volvió a insistir, generando la molestia del menor de edad.

La madre de la presunta víctima, a quien la comisión investigadora llama con el seudónimo de “Rita”, relata que acudió ante el obispo Sebastián Ramis Torrens a realizar la denuncia correspondiente, pero éste no ordenó ningún tipo de investigación, ni medidas de protección o de acompañamiento a la víctima, ni ninguna sanción contra el responsable. Ante la falta de respuesta, “Rita” irrumpió en una reunión realizada el 24 de octubre de 2018 con sacerdotes de la provincia, para reclamarle al obispo Ramis por su inacción. Allí fue apoyada por otros sacerdotes:

«¿Por qué la quieren botar, si ella quiere contar su verdad (…)? Si su hijo ha sido afectado, ¿por qué vamos a defender lo indefendible? Nos da vergüenza que vengan a decirnos en nuestra cara la clase de gente que somos. Una madre humilde, que hayan querido hacer de su hijo lo que han hecho».

“Alexis” tuvo una audiencia el 26 de febrero del 2019 con el vicario judicial Mons. Ricardo Coronado Arrascue, que lo afectó mucho. Al respecto, ella relata:

«Ayer mi hijo salió muy mal de la entrevista, y cada vez que lo entrevistan, que lo preguntan, mi hijo sale mal, molesto. Y le he pedido al padre que ayer lo ha entrevistado que ya no lo entrevisten más porque mi hijo ya… hemos ido a la fiscalía, ha pasado por la psicóloga de la fiscalía, por el padre, por el obispo, por varias oportunidades y yo creo que, en vez de mejorar las cosas, lo estamos empeorando. Antes de ir estaba molesto, resentido. En el trayecto del camino no me dijo nada. Entró a hablar con el padre, le contaría los hechos como sucedieron, y salió molesto».

Los casos de estas cinco víctimas fueron denunciados ante la fiscalía, siendo archivados por prescripción de los hechos o argumentando su poca capacidad probatoria. El obispo Sebastián Ramis Torrens, denunciado por encubrimiento en todos los casos, fue exculpado con el argumento de que no existe normativa que obligue a un miembro del clero a trasladar una denuncia de abuso sexual, inclusive contra menores de edad, a la fiscalía.

Los casos de estas cinco víctimas son sólo la punta del iceberg de un escándalo mucho más complejo de abusos y encubrimiento que implicaría a las más altas autoridades de la Iglesia católica en el Perú, como informó en julio de 2020 la periodista Melissa Goytizolo de La República en un extenso reportaje intitulado “Batalla al interior de la Iglesia”.

Un grupo de sacerdotes de la prelatura de Huamachuco, entre los que se encuentran algunas de las presuntas víctimas, reunidos en torno a la Comisión de Escucha de Víctimas de Abusos Sexuales de la Prelatura de Huamachuco, vienen solicitando desde hace años a las autoridades eclesiásticas que tomen acciones concretas a favor de los denunciantes. Entre ellos se encuentran Agustín Díaz Pardo, Antonio Campos Castillo, Nery Tocto Calle, Esteban Desposorio Fernández, Ángel Antero Salazar Chávez y Ángel Cachay Malo. El padre Esteban Desposorio le comentó a la periodista de La República que tenía más de 100 testimonios de jóvenes víctimas de abuso sexual.

La investigación periodística de Goytizolo menciona, en base a cartas oficiales, los nombres de políticos que fueron informados de lo que estaba pasando en Huamachuco y de las altas autoridades eclesiásticas que fueron debidamente informadas en su momento, a saber, el cardenal Juan Luis Cipriani, Mons. Sebastián Piñeiro (actual arzobispo de Ayacucho) y Mons. Miguel Cabrejos (actual arzobispo de Trujillo y presidente de la Conferencia Episcopal Peruana). Por supuesto, ninguno se pronunció sobre el caso ni hizo nada para atender a las víctimas.

En carta del 25 de febrero de 2016, dirigida por Mons. Cabrejos a Mons. Ramis, obispo prelado de Huamachuco, aquél pide que se discipline a los sacerdotes denunciantes por haber aparecido en el programa Punto final de Frecuencia Latina para hacer públicas sus denuncias. «Ante estos hechos me permito pedirle que en su condición de obispo de los referidos sacerdotes (…) actúe con la mayor diligencia para garantizar la observancia de la disciplina eclesiástica entre sus sacerdotes, les exija el cumplimiento de todas las leyes que le competen y evite que se introduzcan abusos como el ocurrido a propósito de la publicación de esta denuncia, para que comportamientos de esta naturaleza no se vuelvan a repetir».

Y sobre el fondo del asunto, las denuncias mismas, dice que «el contenido de las declaraciones en ese reportaje reviste especial gravedad, pues se acusa de supuestos actos que atentarían gravemente contra la dignidad del sacramento del orden, contra la disciplina eclesiástica y algunos estarían contemplados en los “delicta graviora”. Denuncias que por su contenido y por la forma en que se han expresado han ocasionado grave escándalo entre los fieles y daña profundamente la imagen de nuestra amada Iglesia».

Ni una sola palabra respecto al sufrimiento y al daño que se les ha ocasionado a las víctimas ni sobre la necesidad de reparaciones. Lo único que le preocupa es la imagen de la Iglesia, por lo se debe garantizar que no se vuelvan a repetir denuncias como éstas. Y como efectivamente sucedió, los denunciantes fueron sancionados y las víctimas, desatendidas y revictimizadas, restándole crédito a sus testimonios y declaraciones, considerándolas «llenas de contradicciones y exageraciones extremas». El cura Montenegro fue suspendido de todas sus responsabilidades eclesiásticas recién en el 2019, tres años después de la carta de Mons. Cabrejos, sin haber reconocido sus delitos ni haber sido obligado a reparar el daño producido.

Una conclusión que salta a la vista es que la Iglesia católica en el Perú requiere ser sometida a investigaciones independientes sobre abusos cometidos, como se ha estado haciendo en varias diócesis de países desarrollados. Porque donde uno pone el dedo, salta la pus.

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“The Passion of the Christ” (“La Pasión de Cristo”, 2004) de Mel Gibson nos retrotrae a las concepciones medievales de las representaciones de la Pasión, y si bien cuenta con una fotografía y edición de calidad y una recreación de pinturas clásicas sobre los últimos días de la vida de Jesús, su exaltación del sufrimiento y su regocijo sádico en mostrar gráficamente las peores torturas sólo apela a mentes conservadoras, pues quienes aprecian la libertad de conciencia suelen ser refractarias a una obra que más parece una prédica a latigazos.

Quizás la versión más bizarra y delirante de Jesús la encontramos en “Jesus Christ Vampire Hunter” (“Jesucristo, cazador de vampiros”, 2001) de Lee Demarbre, película canadiense independiente y relativamente desconocida, que es una parodia con tintes de comedia, terror, acción, artes marciales e incluso una parte musical. Todo a la vez. Sin pretensiones de ser tomada en serio, la película fue rodada con escasos recursos a lo largo de dos años durante los fines de semana. De ahí que la figura de Jesús vaya cambiando, pasando de ser un hombre barbudo de pelo largo y túnica larga, a cortarse el pelo y afeitarse y ponerse un piercing en la oreja, para finalmente en una siguiente etapa vestirse como una persona común y corriente.

La trama es como sigue. Ante la aparición de vampiros de ambos sexos que están asesinando lesbianas, un cura católico le pide a otros dos curas, uno de ellos con un peinado punk, que vayan a buscar a Jesús que ha regresado a la tierra en su segunda venida a fin de proteger a las lesbianas, que también son hijas de Dios y un tesoro para la Iglesia. A partir de ahí Jesús luchará contra una horda de vampiros —e incluso una pandilla de ateos— a golpes de kung fu y utilizando estacas de madera como armas letales. En ocasiones Jesús se movilizará en motocicleta o skateboard. Cuando es vencido tras una pelea y yace tendido en la calle, un agente de policía y un cura católico pasarán de largo, ignorándolo, mientras que será un transexual quien lo socorrerá y curará sus heridas, en clara alusión a la parábola bíblica del buen samaritano. Jesús pedirá entonces ayuda al luchador mexicano El Santo —conocido como el Enmascarado de Plata y a quien se llama Santos en el film— para luchar contra los vampiros. En esta tarea lo ayudará también Mary Magnum —en alusión a María Magdalena—, una hermosa mujer que de viste cuero rojo, con la cual ha compartido un sauna.

En medio de toda esta orgía de imágenes delirantes encontramos ideas interesantes: la inclusión de las personas marginadas de la sociedad, la aceptación de la diversidad y la libertad de conciencia, evidente en el mensaje final que Jesús da en un parque a sus seguidores, en una escena cargada de jolgorio y alegría.

En fin, es una película que sólo disfrutarán quienes posean un desarrollado e irreverente sentido del humor y sean capaces de admitir que existen diversas interpretaciones de Jesús. Y que de esas interpretaciones, las más rígidas y serias son quizás las más peligrosas y perjudiciales, las que más nos alejan de lo humano.

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Pero el cardenal Lehmann también podía ser empático, si se trataba de sacerdotes inculpados, a los cuales les daba toda su confianza. En 1984 le escribe a un «estimado y querido» diácono que se hallaba en prisión preventiva: «Creemos en sus palabras y le otorgamos nuestra confianza. Esto debe saberlo de mi parte. Muchas personas lo aprecian como un hombre honrado y sin tacha. Por eso me causa particularmente pena que se halle casi indefenso a merced de rumores que le socavan su honor». Poco después este diácono sería condenado a dos años de prisión efectiva, porque —entre otras cosas— había violado analmente a un muchacho de nueve años. En 1997 hizo Lehmann anotaciones sobre una conversación con un inculpado, al que se le imputaba el abuso sexual de una quinceañera: «Por lo demás repetidas veces he despejado la duda de que yo quiera espiar el dormitorio del [inculpado 547]. Al respecto, él le debe dar cuentas a Dios de cómo vive. Pero yo debo encargarme de que concrete su promesa de una vida célibe de tal manera, que los hombres puedan creerlo. Se trata de la credibilidad pública de la vida en celibato».

Sin embargo, la benevolencia de Lehmann tenía sus límites, a saber, cuando los hechos causaban escándalo. Así le escribe a un inculpado en el año 1993: «El daño que como agente pastoral le ha causado a personas que habían puesto su confianza en usted —más allá del círculo de las víctimas— es muy grande y terrible». Pero más peso tiene el daño a la reputación: «No sólo el estado clerical sino también la Iglesia han sufrido grave pérdida en su reputación». Con dureza cuando se trata de un perjuicio a la iglesia, pero indolente cuando no afecta los intereses de la diócesis. Así caracteriza el estudio el modus operandi del cardenal Lehmann.

Típico de Lehmannn era la insistencia en la responsabilidad personal de cada uno de los abusadores. Está documentado el rechazo tajante a varias peticiones de víctimas pidiéndole que la institución eclesiástica reconozca su culpa y su responsabilidad.

Las medidas tomadas para el manejo del abuso resultan también desganadas y negligentes. Públicamente y en la correspondencia interna resaltaba Lehmann la importancia de las líneas directrices de la Conferencia Episcopal Alemana para el manejo de los abusos. Pero en su diócesis no le daba ningún valor a la aplicación de esos lineamientos. Ya en 1993 el obispo encargó a las Hermanas Misericordiosas de Alma que implementaran un servicio de atención a las víctimas. Las Hermanas, sin embargo, también atendían a la vez a sacerdotes inculpados y sentenciados. El círculo de trabajo “Violencia sexual en el ámbito eclesiástico” (“Sexuelle Gewalt im kirchlichen Raum”) concluyó, tras una conversación con las religiosas, que no habían recibido ninguna capacitación especial para el trato con víctimas de violencia sexual y tampoco contaban con capacidades disponibles para este trabajo.

La medida principal para el cardenal Lehmann fue evitar las prestaciones de reconocimiento del daño sufrido, e incluso las reparaciones monetarias. En su periódico diocesano escribía el cardenal en el año 2010 que esas cosas no significaban nada para él. Por una parte, niega la responsabilidad institucional por actos individuales; por otra parte, no ve que el daño moral y las consecuencias sufridas por las víctimas puedan ser compensados mediante pagos en dinero. En un escrito a la Conferencia Episcopal Alemana es bastante claro: «Una gran seducción es la tentación de indemnizar una injusticia cometida de manera financiera. Esto no debe ocurrir. De ninguna manera uno debe dejarse llevar a la discusión». Consecuente con esto, dio la orden en su diócesis de que a las víctimas no se les informara personalmente de la existencia de prestaciones monetarias por reconocimiento del daño sufrido.

El informe de abusos en la diócesis de Maguncia —que incluye también los abusos cometidos durante otras gestiones episcopales— nos revela lo peor del cardenal Lehmann. El obispo, considerado alguna vez como una luminaria intelectual y moral de los progresistas y uno de los grandes teólogos de su tiempo, se revela como un mentiroso insensible, que maquiavélicamente hará todo lo necesario para proteger a la institución, aunque ello signifique ocultar la verdad y traicionar su conciencia.

El del cardenal Lehmann no es un caso aislado. Es una muestra más de un sistema que ha favorecido y encubierto los abusos, y que buscará proteger la imagen de una Iglesia santa que de santa no tiene nada. O más bien, casi nada.

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