análisis político

Escribí hace poco sobre el gran riesgo de que el Perú caiga nuevamente en manos de una izquierda radical, pero esta vez mejor pensada que la improvisada apuesta de Castillo, y además con mayoría parlamentaria, y una lectora me indicó que la verdadera amenaza para el país era la extrema derecha. ¿Lo es realmente?

Una cosa es la derecha conservadora que domina el Congreso y, por ende, marca la pauta política del día a día en su razzia caviar -en lo que coincide con la izquierda cerronista- y otra cosa, muy distinta, es que esa derecha pueda tener réditos electorales y así controlar plenamente el gobierno futuro a definirse el 2026.

No se ve por dónde. Está creciendo esta derecha autoritaria, conservadora y mercantilista -más conocida como la derecha bruta y achorada, por su llanura intelectual y sus modales agresivos-, es verdad, pero no se ve en el horizonte un líder que la conduzca a un eventual triunfo electoral.

Su líder más connotado la está pasando mal en el municipio capitalino. Rafael López Aliaga tiene una alta desaprobación y la suya será una nueva constatación de que el paso por la alcaldía limeña destroza las posibilidades presidenciales (el único ejemplo de un alcalde que luego llegó a la presidencia fue el de Guillermo Billinghurst, quien fue alcalde en 1909 y luego presidente en 1912). Ha sido el caso contrario, el de Luis Bedoya Reyes, Alfonso Barrantes, Ricardo Belmont, Alberto Andrade, Luis Castañeda y Susana Villarán, todos alcaldes y después fallidos candidatos presidenciales.

El triunfo de la extrema derecha en el mundo tendría que pasar por el ensayo de fórmulas populistas. En el Perú, la derecha radical no se atreve a confrontar a los grupos de poder y su única tabla de salvación populista pasaría por alentar la xenofobia, pero hasta en ese tema ya ha perdido la batalla frente a la anticipada y más beligerante conducta antivenezolana de un candidato izquierdista como Antauro Humala, quien se ha declarado xenófobo, “con mucho orgullo”.

El anticaviarismo va creciendo y podría ser una herramienta útil, pero tiene límites para crecer por la debilidad política del adversario elegido. Mal puede servir de cosecha electoral patear a un muerto político, como es la izquierda caviar, que solo mantiene reductos de poder en algunas instituciones fiscales y judiciales (del sector salud y educación ha sido expectorada).

No se ve riesgo inminente de que la extrema derecha siente sus reales en la política peruana. Hay un nicho social conservador muy grande, pero no tiene cabeza política que lo represente a cabalidad (y, en todo caso, la izquierda también anda por esos lares con comodidad).

 

 

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Los medios de información locales adolecen de brindar poca, casi nula información internacional. Hay países donde los diarios le dedican sus primeras cuatro o seis páginas a temas internacionales y recién luego los asuntos locales. Acá, andan por los espacios finales, puestos casi para rellenar contenido y sin ninguna relevancia.

Ayudaría mucho a la cultura política local, por ejemplo, conocer en detalle las trastadas en las que andan embarcados los capitostes de la izquierda regional. Ver la desgracia de Argentina bajo el peronismo, los devaneos autoritarios de Bolivia, la crisis política desatada en la Colombia de Gustavo Petro, el fiasco que es el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, sin dejar de mencionar, por supuesto, a las dictaduras izquierdistas de Venezuela y Nicaragua.

Ha sido un acierto de Gilberto Hume, director de canal N, convocar a Ginevra Baffigo, quien lo hace muy bien en su bloque internacional. No se entiende por qué en el canal del Estado despidieron a Francisco Belaunde. En general, internacionalistas solventes como Francisco Tudela o Farid Kahhat, deberían aparecer mucho más y los programas de televisión dejar de saturarnos con el facilismo de invitar hasta el hartazgo a tanto congresista desacreditado.

Y lo que pasa en señal abierta ya es vergonzoso. Casi toda la información es policial y apenas algo de política local, y cuando se da espacio a temas internacionales suelen ocupar ese lugar las noticias pintorescas en lugar de las políticas.

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Hasta por un tema de pedagogía ideológica, los medios de comunicación televisivos, que son todos de derecha, deberían asumir la difusión de noticias internacionales, como un acto de ilustración doctrinaria, además de ser rentable periodísticamente porque a la gente sí le interesa lo que pasa en el mundo, no sería un sacrificio en temas de rating, para decirlo claramente.

¿Cómo puede la gente seguir votando por la izquierda luego de sus inmensos fiascos regionales, acá nomás en nuestro vecindario? Bueno, pues, cómo no lo va a hacer, si los medios de comunicación no cumplen su tarea y no se preocupan por darles a conocer esa realidad.

Si la población peruana conociera a cabalidad el desastre gubernativo que es la izquierda, en todas sus variantes -desde la light hasta la radical- cuando llega al poder, cometería menos el error de volver a votar acá por candidatos de ese perfil ideológico.

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No hay grandes debates en el Congreso, ni polémicas doctrinarias, a pesar de que existen diferencias ideológicas marcadas entre los distintos partidos del establishment. Lo que importa es el trasiego menudo de intereses de poder, no la perspectiva de transformar el país, en un sentido u otro.

Y en cuanto al Ejecutivo, a diferencia de otros gobiernos, que albergaban alas discrepantes, pugnas por ejercer el dominio, movidas estratégicas para alcanzar mayores cuotas de participación en el mundo de las decisiones, todo se reduce a los embistes o codazos que se dan el premier Alberto Otárola y el hermanísimo de la presidenta.

No es un resultado de los nuevos tiempos antideológicos que supuestamente se enseñorean en el planeta. Basta cruzar la frontera y ver lo que pasa en Chile, Argentina, Brasil, Ecuador, Colombia, etc., y uno podrá ver allí intensos debates, despliegue de argumentos, desfile de razonamientos polémicos y confrontacionales. Es la política que se vive con intensidad y de esa manera recoge las disidencias ciudadanas propias de cualquier sociedad democrática.

Entre los mochasueldos, los Niños, los nombramientos cuestionables y aquellos de allegados o familiares, no salimos. Más riqueza temática hay en las páginas de espectáculos o policiales.

La pauperización de la política peruana es la que explica el surgimiento de outsiders cargados de impericia. Cualquiera puede llegar a ser Presidente, cualquier peatón aspirar a ser congresista, un don nadie a alcalde o autoridad regional. No importan los programas de gobierno, las ideas ejecutoras, los planes de acción. Es la política como espectáculo pueril y vacío de contenido lo que se va apoderando del país y amenaza con llevarse de encuentro consigo cualquier forma civilizada de sostener nuestra democracia.

La del estribo: extraordinaria la puesta en escena de Cómo aprendí a manejar, con sobresalientes actuaciones de Melania Urbina (¡brillante!), Óscar López Arias, Alicia Mercado, Óscar Meza y Verony Centeno, y con la correcta dirección de Juan Carlos Fisher. La obra es de Paula Vogel y fue ganadora del premio Pulitzer en 1998. Va en el ICPNA hasta el 10 de setiembre. Entradas en Joinnus.

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La única manera de que las movilizaciones contra el gobierno de Dina Boluarte tengan éxito (no lo es convocar a 21 mil personas a nivel nacional; generosa cifra soltada por un incauto ministro del Interior), es que logren consolidar una amalgama similar a la de las fuerzas antifujimoristas. Es decir, que se reconstituya una suerte de frente anti Keiko y haga carne en las calles.

Ello es, sin embargo, difícil que ocurra, más aún después del duro pronunciamiento de la lideresa de Fuerza Popular en contra del gobierno, y que parece ser la clarinada de un paulatino distanciamiento del régimen. Dicho sea de otra manera, quien se oponga a Boluarte no se opondrá, por default, a Keiko Fujimori.

Una agenda tan dispersa como la que convocó a la marcha de anteayer (solo faltaba que pidieran la salida de Agustín Lozano de la Federación Peruana de Fútbol) y la ausencia de un liderazgo político unificado, atentaron contra la posibilidad de que se produjera una movilización de la magnitud que hemos visto en otros países de la región (Chile, Colombia, Ecuador, Bolivia, etc.), donde millones de ciudadanos protestando vehementemente sí fueron capaces de mover la aguja del reloj político.

El gobierno ha ganado una batalla, casi sin costos colaterales (a diferencia de lo sucedido en diciembre y enero, donde se mantuvo en el poder, pero a costa de perder legitimidad y herir su naturaleza democrática), pero deberá saber que la oposición no va a cejar en tratar de sacarlo del poder (ya se anuncian nuevas movilizaciones) y si no escucha a la calle, expresada no solo en las protestas sino también en las encuestas, y no enmienda rumbos, va camino a escenarios políticos cada vez más precarios y riesgosos para su estabilidad.

El hartazgo ciudadano no cuaja en marchas masivas por sinfín de circunstancias (sobrepresencia de la izquierda, informalidad, crisis económica, pasividad juvenil, etc.), pero si el Ejecutivo no empieza a gobernar con eficacia y el Congreso no le pone punto final al desmadre corrupto e indolente al que le da generosa cabida, puede llegar a elevar la temperatura de la irritación ciudadana y en el momento menos esperado, favorecer que estalle una situación social de mayor magnitud e impacto real.

 

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¿Cuáles deberían ser las prioridades de la política exterior peruana en este momento?

Podría mencionar una agenda progresista en política exterior, cosas que creo que se deberían hacer, pero el momento no es el adecuado. Considerando las circunstancias, creo que el Perú debe impulsar una agenda de cooperación regional. Vimos lo de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) hace dos semanas, pero me pareció más discursivo que real.

¿Es realista proponer –como hizo el presidente Castillo– que Chile y Venezuela se integren a la CAN?

No es real. Y tampoco lo es creer que con eso se fortalecería la CAN, porque sus problemas son más profundos. Por ejemplo, algo que escuché en las sesiones que se dieron en esos días era que se repetía mucho la idea de hacer “reingeniería” de la CAN. Eso ya lo escuché en 2019 –cuando se reunieron por los 50 años–, en 2014, y varias veces más. Los problemas de fondo de CAN, ni se mencionaron: el mercado común fallido, los problemas institucionales. 

Yo creo que el Perú debería impulsar la integración regional. Claro, somos un país pequeño, no tenemos grandes liderazgos y hay dificultades internas. Tienes un gobierno tan cuestionado internamente, con debilidades, cuestionado a nivel judicial, con procesos de vacancia, con un presidente al que ni siquiera dejan salir del país… vamos a ver si el Congreso le da autorización para que asista a la asamblea general de Naciones Unidas. ¿Qué puedes hacer de política exterior en una situación así? Es muy difícil. Pero tendríamos de alguna manera que aprovechar el ‘cuarto de hora’ que tenemos, con una Alianza del Pacífico en la que tenemos cuatro gobiernos “de izquierda”, afines. También podríamos aprovechar el ‘cuarto de hora’ de la CAN.

¿La Alianza del Pacífico sigue siendo útil?

Yo creo que sí, desde que implica una red comercial entre los cuatro países [Perú, Chile, Colombia, México] y vinculación con el Asia-Pacífico. Y la Alianza del Pacífico, pese a que en los últimos años no ha tenido muchos avances, tiene cierto nombre y reconocimiento internacional. Habría que aprovechar este momento para ir más allá y pensar en lo que la Alianza del Pacífico se planteó en un inicio: la integración profunda. 

El Perú asumirá la presidencia pro-témpore de la Alianza del Pacífico el próximo año, por lo que coincidirá con la presidencia pro-témpore que acabamos de asumir en la CAN. Sería un buen momento para que Cancillería desarrolle un impulso en estos espacios, que son vitales para nuestros intereses.

¿Qué imagen está proyectando actualmente el Perú en cuanto a política exterior?

Una imagen bastante confusa, de una política exterior poco coherente, poco predecible. Estoy seguro que se ve con mucha preocupación a un gobierno que dice “estoy a favor de firmar el acuerdo de Escazú” y luego a su canciller diciendo “estoy en contra de Escazú”. 

¿Cómo se entiende que Rodríguez Mackay esté de acuerdo con “ceder soberanía” en el caso de Convemar y no esté de acuerdo con lo mismo en el caso de Escazú? 

Lo que pasa es que la discusión se ha planteado en esos términos, y no debería. En Convemar no se cede soberanía, porque la tesis de las 200 millas [de mar territorial] ya no existe, era parte del antiguo derecho del mar, y no del nuevo. Nadie más lo reconoce. Y tampoco en el caso de Escazú se estaría cediendo soberanía. Es nefasto plantear el debate en esos términos. 

Lo de Escazú es lamentable: en el transcurso de dos semanas tanto el ministerio de Justicia como el Minam prácticamente desdijeron al canciller. Y este se cerró, e insistió en que su posición representaba al Estado peruano. ¿Y el presidente Castillo? ¿Dónde estaba? En un momento pareció que se había comprometido con Escazú.

¿En situaciones como esta, qué papel debería jugar el Congreso?

En el Perú, los congresos no han tenido históricamente un papel muy fuerte en política exterior. El Congreso participa poco en el diseño de las políticas. Pero en estas circunstancias, estamos viendo como desde el parlamento se están utilizando todas sus herramientas, empezando por la comisión de relaciones exteriores, para cuestionar al gobierno.

Al inicio de este gobierno se temía un acercamiento a Venezuela, pero este no se ha dado, a pesar de que Maduro le ha tirado algunas flores a Pedro Castillo. ¿Le ha sorprendido eso?

El gobierno ha intentado mantener relaciones con todos los frentes. Ha tratado de quitarse el sello de marxista y chavista. Se ha reunido con todos: con Estados Unidos, con México, con Bolsonaro en Brasil, con Guillermo Lasso. Puntualmente, el Perú trató de mantener un papel activo en la crisis venezolana. Incluso se propuso como sede alterna a México para las negociaciones entre el gobierno venezolano y la oposición. Se mostró muy interesado en tener un papel en ese escenario de negociación. Pero todo eso se ha detenido, para bien y para mal. Para bien en el sentido de que no hemos tenido una relación muy cercana con Venezuela; y para mal porque el Perú dijo que quería tener una política más activa al respecto, quizás recuperar el liderazgo en su momento, en el grupo de Lima.

¿El grupo de Lima todavía existe?

Ahora mismo no tiene ninguna relevancia, casi podría decirse que no existe. En la medida de que se trata de un foro informal, no institucional, si los participantes no se reúnen, no existe. Y hace tiempo que no hay reuniones. Eso no es solo culpa del Perú, aunque sí se puede decir que quizás nos faltó hacer más pedagogía. Incluso desde Estados Unidos ha habido críticas muy severas al Grupo de Lima. No ha cumplido su labor, y al final terminó perdiendo legitimidad y fracturándose.

Otro tema sensible es la protección de los peruanos en el extranjero. ¿Cómo calificas la actuación del Ministerio de Relaciones Exteriores en caso de Rodrigo, el connacional que fue detenido en Indonesia y terminó muerto?

Fue muy mala. Quedó evidenciado en el primer comunicado que sacaron: poco empático, frío y prácticamente no hacía referencia a la muerte de un connacional en circunstancias muy extrañas. Además, asumió por completo la versión oficial de las autoridades indonesias. No hubo intento de investigación, de ver qué hubo detrás, y eso denota grandes vacíos y falencias a nivel consular. Luego se intentó corregir, pero no dudo de que haya sido una de las razones, una de las tantas rayas al tigre que derivaron en la salida del canciller. 

El viraje hacia la izquierda que se está dando en los gobiernos de toda la región, y que posiblemente se dé también en Brasil [con un eventual triunfo de Lula]… ¿Cómo crees que va a influir en la región y su manera de relacionarse con el resto del mundo?

Cuando se habla de este ‘viraje’, que creo que efectivamente se está dando, se le compara con el viraje que se dio a inicios de este ciclo, la ‘ola rosada’. Este, además, parece que va a ser más profundo, porque se está abarcando más países, como Chile e incluso el Perú. Pero ahora las circunstancias del mundo y de la región son distintas. La ‘ola rosada’ de hace 20 años se dio a partir de un boom del precio de los commodities y de la demanda de China por nuestros productos. Los gobiernos de izquierda de entonces se subieron a una ola de bonanza económica que les permitió aplicar políticas redistributivas, presencia del Estado y mucha inversión pública. Ahora será distinto.

Ahora, tendremos una izquierda sin plata.

Así es, y por eso los resultados que estamos viendo, por ejemplo, en Chile, donde Gabriel Boric rápidamente se está desinflando. En pocos meses estamos viendo ya protestas allí, y un gobierno cuya popularidad está cayendo. Probablemente pase algo parecido con Petro en Colombia. Le va resultar difícil a estos gobiernos satisfacer las demandas que explican su llegada al poder, demandas que nacieron en la calle y en protestas que tomaron años. Y ahora estamos saliendo de una pandemia horrible, con economía que no van a levantar, con crisis logística, energética, alimentaria… Yo creo que las demandas del corto plazo van a terminar agobiando a estos gobiernos que buscan reformas estructurales.

¿Qué piensa que sería lo mejor que le puede pasar al Ministerio de Relaciones Exteriores, luego de la salida de Rodríguez Mackay?

No sería mala idea que alguien de la casa asuma el liderazgo, para bajar el sinsabor que ha dejado este lapsus, que duró un mes. Creo que hay buenos cuadros, jóvenes, que han cumplido papeles importantes en los últimos años. Eso daría cierto respiro. Cancillería no es un ministerio al que le guste estar en el centro del escarnio público. Y ahí han estado estas semanas. O, en todo caso, si se nombra a una persona ajena a Cancillería, que trate de seguir con lo que se ha venido haciendo. Que conozca el funcionamiento del ministerio y que sepa como funciona la política exterior. Uno no puede mandarse a hablar de Convemar así nomás, por más que estés de acuerdo. Una cosa es lo que piensas como académico y otra lo que tienes que hacer como político. Se debe conocer un poco más las artes de la política exterior.

**Fotoportada por Darlen Leonardo

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Y eso se debe a que se quiere hacer política con organizaciones que más que ser partidos políticos son una especie de clubes electorales, como en los inicios del siglo XX. Clubes de amigos y no de políticos. Sabemos claramente que esto se debe a la contrarreforma planteado por Vizcarra, pero hay algo más que eso. Esto se debe también a la crisis permanente de los partidos políticos. Lo que actualmente tenemos mayoritariamente en el país son aficionados a la política.

¡Ojo con eso!

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Ante la presentación de una moción de censura contra el ministro de Energía y Minas, la politóloga Paula Távara indicó que esta situación nos lleva a preguntar si realmente este gobierno es capaz de colocar a alguien mejor en su gabinete.

Además, señaló que es importante que tanto el Congreso como el Ejecutivo deben trabajar en conjunto por los proyectos de ley que son importantes para la mejora de la calidad de vida de la ciudadanía.

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Para el analista político José Carlos Requena, el 2022 será un año en que el Presidente debería tener un propósito de enmienda para recuperarse de los cuestionamientos a su entorno.

Con respecto al Congreso señaló que la oposición ha escogido un camino en el que pese a su intento de vacancia, no ha logrado mucho más. Pero rescató que hayan nombrado a una muy buena terna para el BCR.

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Todos los días de lunes a viernes «Si el Río suena» con Patricia del Río, entrevistas exclusivas. Este es nuestro episodio número 60.

El Presidente Castillo aseguró que las reuniones que mantiene en un domicilio de Breña son de carácter personal. Sin embargo, el ex ministro de defensa, Jorge Nieto indicó que estas situaciones se dan desde el inicio del gobierno. Además señaló que hoy la legitimidad de Castillo está por los suelos y su palabra está puesta en entredicho severamente.

Por su parte Erick Urbina – abogado constitucionalista y docente de la Universidad de Lima – recalcó que el mandatario no puede ser procesado mientras esté en ejercicio de su cargo, pero que mediante una comisión investigadora del congreso sí se puede solicitar explicaciones.

Finalmente, el congresista de Podemos Perú, Carlos Anderson indicó que él decidió apoyar la moción de vacancia tras escuchar el mensaje del Presidente Castillo. También señaló que -a su parecer- sí se conseguirán los 52 votos para el pedido de moción de vacancia.

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