Asamblea Constituyente

La jugosa última encuesta del IEP trae consigo una pregunta sobre la Constitución y, aunque de manera indirecta, la mentada Asamblea Constituyente. Preguntada la ciudadanía respecto de qué corresponde hacer frente a la actual Constitución del 93, un mayoritario 47% estima que corresponde hacerle algunos cambios; 34% cambiar a una nueva Constitución (estos serían los que encajarían con la solicitud de una Asamblea); y 14% señala que no se debería cambiar nada.

Pese al inmenso desprestigio del Ejecutivo y del Congreso, percibidos como un pacto derechista, no crece el ánimo antisistema de patear el tablero y tirar la actual Constitución por los suelos, para ingresar a una espiral de refundación social, política y económica.

Datos colaterales interesantes: en el sur, la región más levantisca e izquierdista del país, empatan en 43% quienes quieren algunos cambios y quienes optan por un cambio total. Entre quienes se definen de centro -el conglomerado ideológico mayoritario del país- un significativo 54% opta por hacer algunos cambios y un reducido 29% por cambiar toda la Constitución (entre los izquierdistas, claro está, el 48% pide cambio total y el 39% algunos cambios). Otro dato importante: entre los que desaprueban a Boluarte, la mayoría (46%) opta por solo hacerle algunos cambios y 39% por cambios totales, es decir no se está produciendo un trasvase entre el rechazo al statu quo actual y el espíritu de reforma radical.

Es una buena noticia que la narrativa izquierdista referida a la Asamblea Constituyente, que probablemente llevaría al país, de hacerse efectiva, al despeñadero, no logre predominancia. No son los resultados de esta encuesta, suficiente predictores para considerar que el tema está zanjado y que no retomará bríos definitorios en las elecciones presidenciales venideras, pero de por sí es saludable apreciar que la mayoría del país no se lanza a apoyar propuestas radicales.

Es de esperar que esa masa crítica proestablishment se mantenga y permita que el 2026 (o antes, si se adelantan las elecciones), triunfe una opción de centroderecha, sea liberal o conservadora, que emprenda los cambios que hay que hacer, pero en el sentido correcto que nuestra sociedad requiere y que la historia demanda.

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Asamblea Constituyente, Boluarte, centroderecha, IEP

Guillermo Lasso ha utilizado esta medida en un contexto de juicio político sobre un grave caso de corrupción en contra del gobierno que representa, generando suspicacias de encubrimiento sobre lo sucedido. Viéndose debilitado en la instancia legislativa ha recurrido a la muerte cruzada antojadizamente, para evitar cualquier tipo de consecuencia que traería el juicio político por parte de los asambleístas.

En tiempos de polarización constante y crisis políticas permanentes en la región andina, es importante poder reflexionar sobre algunas medidas políticas que puedan servir a mediano plazo para reducir el enfrentamiento entre el ejecutivo y el legislativo. Una de ellas es la muerte cruzada. Claro está con algunas correcciones para evitar lo sucedido en el caso ecuatoriano.

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Asamblea Constituyente, corrupción, Ecuador, Guillermo Lasso, muerte cruzada

Somos más los peruanos que creemos en la inversión privada, en el mercado, en la economía libre, en la competencia, en la estabilidad fiscal y monetaria, en el crecimiento económico sustentado en el motor de la inversión. No es admisible que la minoría imponga sus clisés ideológicos, a punta de agitación y terquedad discursiva.

Las ideas son los primeros ladrillos con los cuales luego se construyen las realidades. En ese campo de la batalla ideológica y cultural, el centro y la derecha políticos deben salir de su silencio sísmico y empezar a sumarse a los esfuerzos ya desplegados de la sociedad civil para defender un modelo que indudablemente ha traído beneficios inmensos, inéditos en nuestra historia republicana, para los más pobres del país.

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Asamblea Constituyente, política peruana

Pero, calma, no pretendo asustarte. Ciertamente muchos de estos ejemplos son descabellados. Pero la intención es revelar que actualmente no hay límites al poder que pueda tener una posible AC; y ese es el problema (para los demócratas).

Quizás es por eso que vemos que los partidarios de una AC no parecen tener claridad de los cambios puntuales que se requieren en una nueva constitución, o si siquiera estos cambios tendrían efecto sobre los problemas que intenta resolver. Tal vez es por eso que incluso vemos pedidos por incluir textos que ya se encuentran en la actual constitución. Puede que sea por eso que no parece importante identificar cómo atender mejor las necesidades relegadas de peruanos abandonados por el sistema, o resolver las disfuncionalidades del proceso político cada día más polarizado y saboteado. A lo mejor es por eso que escuchamos a las voces más elocuentes enfocar su discurso en el proceso de convocar al poder constituyente, por encima del resultado: lo que están pidiendo es el poder absoluto

Y en una democracia, el poder constituido jamás entrega el poder absoluto por las buenas.

Pero es importante rescatar el pedido legítimo por un país más justo, con menos desigualdades, desarrollo descentralizado y mejor calidad de servicios públicos. La gran mayoría de nosotros tenemos buenas intenciones y buscamos cambios constitucionales que dirijan el país a mejor puerto. Pero estos cambios son identificables y posibles mediante los mecanismos que el poder constituido posee. Incluso, es posible agregar un mecanismo de reforma total a través de una Convención Constitucional (como Chile); reglamentando los límites de su poder, su conformación y sus procesos. Es por eso que lo más defendible de la constitución que llegamos a tener es que, lejos de ser perfecta, es perfectible. Te invito a la discusión de qué requiere reforma y dedicaré mi próximo artículo a lo que considero que son las reformas más urgentes.


*Fotografía perteneciente a un tercero

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Asamblea Constituyente

El sur altoandino no va a aguantar mucho tiempo más el proceso autodestructivo impuesto por los violentistas radicales. Va a tener que ceder y para ello, en el mejor de los casos, el gobierno haría bien en tender puentes de plata (ayuda económica para superar el desastre dejado por la izquierda, por ejemplo), que la Fiscalía profundice las investigaciones por las muertes ocurridas y arroje resultados rápidos, y que el Ejecutivo empiece a mostrar resultados tangibles de una represión inteligente de los desmanes, que acabe con la extorsión delictiva que implican los bloqueos de carreteras y que tanto daño económico hacen a la economía regional y nacional.

Lo más importante, al final de cuentas, es que fracasó el intento de imponer por métodos violentos y subversivos, la mentada Asamblea Constituyente. Si la izquierda quiere desplegarla, pues que gane las siguientes elecciones congresales con el suficiente número de votos como para lograr la mayoría que se necesita para hacerlo.

El centro y la derecha actuales le han plantado cara, con firmeza, al intento de tirarse abajo la matriz constitucional que ha permitido que el país saliese de la inviabilidad en la que se encontraba en los 80, y que lamentablemente, muchos jóvenes no recuerdan, ni miran el espejo regional de aquellos países que han colapsado por seguir esa ruta nefasta.

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Posibles soluciones a la crisis actual

En democracias consolidadas, un recurso frecuente para enfrentar las crisis de cierta magnitud, es la convocatoria a elecciones generales al breve plazo, pues ellas, se erigen como la sola esperanza de que las cosas pueden mejorar, con nuevos actores y planteamientos políticos, permitiendo así, una salida pacífica a los conflictos. Desgraciadamente, como ha señalado Rosa María Palacios, nuestra representación nacional vive totalmente de espaldas a la realidad, y dedican todos sus esfuerzos a promover legislación que blinde al Congreso frente al ejecutivo. Nuestros parlamentarios abrigan la esperanza, no tan secreta, de permanecer en sus curules el mayor tiempo posible (inversión obliga) y establecer, además, las condiciones legales que permitan la reelección. No cabe duda de que los peruanos necesitamos a grandes patricios como ellos en nuestro Parlamento. Quizás Dina Boluarte tenga que tomar decisiones extremas (renuncia a la Presidencia) para liberarnos de semejante lastre y obligar a una inmediata convocatoria a Elecciones Generales, con o sin reformas. Mirko Lauer ha escrito, que acudir a elecciones sin reformas, nos conduciría a “opciones (que) parecen diseñadas en el laboratorio Castillo-Cerrón”.  Algunas veces, como en el caso del virus pandémico, nuestros peores problemas no son diseñados en laboratorio alguno, sino provienen de la naturaleza misma de las cosas. Inútil elaborar teorías conspirativas.

Las últimas encuestas muestran un aumento significativo de los peruanos que estarían de acuerdo con la convocatoria a una Asamblea Constituyente (69%). Es cierto que no se debe gobernar a base de encuestas y que, dada la seriedad y riesgos que implica elaborar un nuevo marco regulatorio de todo nuestro ordenamiento político, social, económico y jurídico, el asunto no debe tomarse a la ligera. En ese sentido, la Jefa de Estado, debería impulsar inmediatamente el llamado a una consulta popular no vinculante, con la finalidad de conocer la opinión del pueblo peruano sobre si hay o no necesidad de convocar tal Asamblea. Si bien no vinculante, dicha consulta permitirá, por una parte, calmar los ánimos, y por otra alinear a los actores políticos en una discusión fructífera de cara a las Elecciones Generales. De cualquier manera, como ha señalado Juan Carlos Tafur, el tema de la Constituyente será parte importantísima de la agenda electoral en el futuro inmediato y quienes pretendan soslayarlo, se encaminan a una estrepitosa derrota en las urnas.


*Fotografía perteneciente a terceros

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Asamblea Constituyente

Debe ocurrir un proceso de maduración ideológica, tanto del centro como de la derecha. Ha quedado demostrado que defender el statu quo es condenarse a la derrota. Hay que pensar y encontrar fórmulas atractivas que le devuelvan a este sector la imagen de cambio del orden establecido, y no permitir que ese activo lo capture la izquierda, que en la práctica es la fuerza política más retardataria porque es el retorno el viejo populismo y autoritarismos que ya hemos transitado en el país y en la región y que fueron receta segura para el fracaso.

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Asamblea Constituyente, IEP
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