[UNA TERCERA MIRADA] La posición pro-vida, o más bien la posición a favor del aborto clandestino, es muy fácil de sostener, pues no requiere de ningún trabajo real. Frente a los recientes casos de abusos sexuales (y abortos forzados) por parte de pastores y dirigentes de movimientos pro-vida; es importante explicar por qué los no-nacidos son un grupo al que resulta muy conveniente defender.
Los no-nacidos nunca demandarán nada de ti. Jamás te van a pedir nada, ni pedir nacer bajo alguna condición de bienestar. No interrumpirán tu día con una protesta que tome una calle que transites. Así, nunca te harán cuestionar el uso y abuso de la fuerza policial. No harán ninguna declaración pública que te incomode al estar en contra de otras posiciones que sostienes, ni te harán rendir cuentas sobre la pertinencia y alcance de tu posición sobre sus derechos.
Es un grupo moralmente poco complicado, jamás han hecho ni harán nada malo. Por ejemplo, en comparación a los presos o a los adictos, no hay nada que calificar o contextualizar al defender sus derechos. Enfrentar su problemática no requiere de un análisis serio y profundo. Y así, es muy fácil sumar a tus filas a personas con poca educación crítica.
No resienten tu condescendencia ni te piden que seas políticamente correcto. No hacen uso de palabras nuevas para ti, ni necesitas estar especialmente atento a situaciones diarias donde debas cuestionar tu propia forma de pensar y actuar. No tendrás que ponerte en su lugar para encontrar la real causa de su injusticia, ni de cómo contribuyes sin querer a su precariedad. Y en el intento de empatizar; jamás te reclamarán que observes tu privilegio de ya-nacido, ni exigirán su agencia en la lucha por nacer.
No te piden dinero, educación, salud, ni manutención. A diferencia de los enfermos y los huérfanos, tampoco necesitan ni de tu tiempo para recaudar dinero en los semáforos. A diferencia de luchar contra la desnutrición crónica, la pobreza o ayudar a las viudas; no requieren de ningún gasto público que justificar, ni programa social cuyo impacto haya que monitorear y evaluar. Puedes defenderlos sin desafiar tu estabilidad económica, tu poder o privilegio.
Su defensa no requiere que reimagines estructuras sociales más justas donde quepan todos. No necesitas disculparte en nombre de tus antepasados, aprender de la historia para no repetirla, reparar daños a nadie, o cuestionar la apropiación de artefactos culturales ajenos. A diferencia de defender la igualdad entre personas que respiran, no te piden que cuestiones estructuras sociales que podrías pensar que son beneficiosas para ti mismo, como el patriarcado, la homofobia, el clasismo o el racismo.
A diferencia de defender a los inmigrantes, los no-nacidos no traen ninguna carga racial, sexual, religiosa o cultural que pueda asustar a los mayores de tu distrito. No necesitas aceptar, incluir o tolerar ningún nuevo elemento de diversidad en tu ciudad. No tienes que aprender un nuevo idioma, probar nuevas comidas, o acostumbrarte a escuchar un nuevo acento en tu país. No necesitas entenderte a ti mismo como un miembro de una comunidad más grande para incluirlos.
¡Son geniales! Defender a los no-nacidos te permite sentirte bien contigo mismo sin el trabajo de crear y mantener una relación con ellos. Pues en unos meses te puedes olvidar de ellos para siempre, porque dejan de ser no-nacidos. En especial si nacen homosexuales, mujeres, extranjeros o en algún lugar lejos de la capital; al contrario, puedes despojarlos de todos los derechos que les otorgaste.
Son las personas perfectas para amar si quieres solo aparentar que eres un cristiano que ama a Jesús, sin que te tenga que importar los pobres, viudas, prisioneros, inmigrantes, enfermos y huérfanos; los que la biblia te pide específicamente que protejas.
Este es un parafraseo contextualizado de las muy populares palabras del pastor David Barnhart, opinando sobre la anulación de Roe V. Wade, la protección federal del aborto en EEUU. Hoy quisiera que estas ideas resuenen en el Perú también.