5. Tomar acciones contra la corrupción, pero ser político: No hay político honesto; hemos repetido (con mucha evidencia para sostenerlo) durante todas nuestras vidas. ¿Cómo podría un político querer luchar contra una práctica que le da de comer? ¿Quién le cree a un político que no tiene un interés personal en, por ejemplo, intentar pasar reformas que prevengan la postulación de corruptos? Sin embargo, si bien son pocos, existen algunas personas que encuentran la necesidad de involucrarse en la política para “evitar ser gobernados por las peores personas”. Usted mismo podría ser uno de ellos. Y como uno no puede observar a ciencia cierta los sentimientos y motivaciones de otra persona, no le queda más que basarse en las acciones que un político toma. Y sí vemos a algunos de ellos proponer cambios razonables y bien pensados, los vemos defender instituciones más que a personas, los vemos defender propuestas buenas porque son buenas y no porque son suyas, y los vemos defender causas en las que no tienen beneficio personal. Caviares pues. En todo caso, deberíamos pedir más de estos. Pero, por otro lado, es natural que un corrupto se sienta amenazado por una propuesta anticorrupción; quizás por eso, esta solo sea una hipocresía para los extremos.
Y es que, sin duda, estas posiciones deben ser hipócritas en los ojos de los que no ven la política como el ejercicio de desarrollar políticas públicas basándose en las posibles consecuencias de las decisiones que se toman; sino que ven la política como una hinchada, un equipo que defender a ultranza, con fe absoluta y sin cuestionamientos. Para ellos, el resto son hipócritas caviares; ricos que dicen importarle los pobres, padres a favor del aborto, heterosexuales por los derechos LGBT+, hombres feministas y políticos consecuentes. Es que deben ser hipócritas aquellos que no juegan el mismo juego de los extremos.