5. Tomar acciones contra la corrupción, pero ser político: No hay político honesto; hemos repetido (con mucha evidencia para sostenerlo) durante todas nuestras vidas. ¿Cómo podría un político querer luchar contra una práctica que le da de comer? ¿Quién le cree a un político que no tiene un interés personal en, por ejemplo, intentar pasar reformas que prevengan la postulación de corruptos? Sin embargo, si bien son pocos, existen algunas personas que encuentran la necesidad de involucrarse en la política para “evitar ser gobernados por las peores personas”. Usted mismo podría ser uno de ellos. Y como uno no puede observar a ciencia cierta los sentimientos y motivaciones de otra persona, no le queda más que basarse en las acciones que un político toma. Y sí vemos a algunos de ellos proponer cambios razonables y bien pensados, los vemos defender instituciones más que a personas, los vemos defender propuestas buenas porque son buenas y no porque son suyas, y los vemos defender causas en las que no tienen beneficio personal. Caviares pues. En todo caso, deberíamos pedir más de estos. Pero, por otro lado, es natural que un corrupto se sienta amenazado por una propuesta anticorrupción; quizás por eso, esta solo sea una hipocresía para los extremos.

Y es que, sin duda, estas posiciones deben ser hipócritas en los ojos de los que no ven la política como el ejercicio de desarrollar políticas públicas basándose en las posibles consecuencias de las decisiones que se toman; sino que ven la política como una hinchada, un equipo que defender a ultranza, con fe absoluta y sin cuestionamientos. Para ellos, el resto son hipócritas caviares; ricos que dicen importarle los pobres, padres a favor del aborto, heterosexuales por los derechos LGBT+, hombres feministas y políticos consecuentes. Es que deben ser hipócritas aquellos que no juegan el mismo juego de los extremos.

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caviares, Perú

¿Cómo enfrentamos supervillanos más fuertes en la próxima película? Tal vez, la mejor manera sea (nuevamente) reformando el artículo 90 de la constitución, elevando el número de congresistas (o diputados). Pero también es importante fortalecer el mecanismo de distribución. Para este fin, una fórmula razonable de reforma electoral es la de distritos electorales uninominales, donde cada distrito electoral elige un representante; en vez de varios, en circunscripciones más grandes. Esto tiene la ventaja de fortalecer la relación de los congresistas con sus representados y de reducir los costos de informarse al elegir por quién votar. El proyecto de distritos uninominales ya ha sido presentado por la congresista Tudela en 2022.

Sin duda hay múltiples otras reformas necesarias, y no son todas reformas de la constitución. Pero estos son tres ejemplos de fracasos institucionales evidentes que, a mi parecer, deberíamos poder atender en el corto plazo. Y ya que aparentemente no hay votos para adelantar elecciones, intentemos llegar a las próximas mejor preparados. Una enorme virtud de nuestra constitución es que, lejos de ser perfecta, es perfectible. Y al igual que Iron man, en vez de super poderes, tiene la capacidad de adaptarse para no cometer los mismos errores del pasado. Los fracasos son oportunidades para fortalecer nuestra armadura y enfrentarnos a retos más grandes; en vez de eludir las mismas dificultades constantemente. Hacer estas reformas realidad es labor del congreso, y (si entiendes esta última referencia) es momento que produzcan pruebas de tener un corazón, al igual que Tony Stark.

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reforma constitucional

Pero, calma, no pretendo asustarte. Ciertamente muchos de estos ejemplos son descabellados. Pero la intención es revelar que actualmente no hay límites al poder que pueda tener una posible AC; y ese es el problema (para los demócratas).

Quizás es por eso que vemos que los partidarios de una AC no parecen tener claridad de los cambios puntuales que se requieren en una nueva constitución, o si siquiera estos cambios tendrían efecto sobre los problemas que intenta resolver. Tal vez es por eso que incluso vemos pedidos por incluir textos que ya se encuentran en la actual constitución. Puede que sea por eso que no parece importante identificar cómo atender mejor las necesidades relegadas de peruanos abandonados por el sistema, o resolver las disfuncionalidades del proceso político cada día más polarizado y saboteado. A lo mejor es por eso que escuchamos a las voces más elocuentes enfocar su discurso en el proceso de convocar al poder constituyente, por encima del resultado: lo que están pidiendo es el poder absoluto

Y en una democracia, el poder constituido jamás entrega el poder absoluto por las buenas.

Pero es importante rescatar el pedido legítimo por un país más justo, con menos desigualdades, desarrollo descentralizado y mejor calidad de servicios públicos. La gran mayoría de nosotros tenemos buenas intenciones y buscamos cambios constitucionales que dirijan el país a mejor puerto. Pero estos cambios son identificables y posibles mediante los mecanismos que el poder constituido posee. Incluso, es posible agregar un mecanismo de reforma total a través de una Convención Constitucional (como Chile); reglamentando los límites de su poder, su conformación y sus procesos. Es por eso que lo más defendible de la constitución que llegamos a tener es que, lejos de ser perfecta, es perfectible. Te invito a la discusión de qué requiere reforma y dedicaré mi próximo artículo a lo que considero que son las reformas más urgentes.


*Fotografía perteneciente a un tercero

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Asamblea Constituyente

Es entonces que hago un llamado a los creadores que nos sacarán de esta crisis de inestabilidad política. Quizás sea el reto más grande que esta generación de creadores de contenido pueda enfrentar: el poder hacer que la moderación y la complejidad sean emocionantes, capaces de captar la atención fugaz del ciudadano de hoy. ¡Acepten el reto! Y creen el contenido que el Perú necesita. Asimismo, el público tiene un reto quizás un poco más fácil: de vez en cuando consumir contenido que no consumiríamos normalmente, explorar la perspectiva de nuestros “enemigos” por un rato y cuestionar nuestras propias emociones y sesgos. Lograr entablar el diálogo que añoramos puede estar en nuestras manos, literalmente.

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