El ser humano siempre ha requerido la presencia de sus pares para en la tensión natural, se puedan generar sentimientos de competitividad y por ende afinar estrategias para sobresalir en la carrera por la adaptabilidad. Sucedió en el Perú hace muchos años y sigue sucediendo. El sentido cooperativo alimenta los procesos de construcción de estructuras sociales. Esto también es inherente a la condición humana. Es decir, todos los esquemas que configuraron o que están configurando a nuestra sociedad, hacen que en nuestro país, que se encuentra en plena construcción, nada esté aun definido y estático por el tiempo pues la experiencia es amplia pero no suficiente para marcar las pautas sino, para aprender y promover desde la integración social el desarrollo sostenido.
Es el Estado, el encargado de establecer las normas, las leyes, y permitir desde esta ventana estatal la regularización de los migrantes, que van a ser o ya son parte viva de nuestra sociedad, eso es un hecho innegable, sin embargo, lo más difícil es complementar esta obligación con la aceptación de la sociedad de acogida, quien tiene que aprender a establecer puentes y dejar de lado las percepciones inmediatas y mediáticas, evaluando las grandes oportunidades que se presentan en la tolerancia para la convivencia.
Son años de encuentros culturales que han logrado la construcción de una nueva cultura popular urbana y son años los que nos tomaran para seguir construyendo una cultura peruana, estamos en pleno camino, y es ahí donde, debemos reflexionar y entender que las nuevas culturas que llegan a nuestro país, van a contribuir a nuestra propia construcción. Es importante, muy importante, los detalles legales, la contribución a las identidades legales y a la regularización en sí, pero es mucho mas relevante que la sociedad peruana aprenda a aceptar y a entender que éste fenómeno migratorio, nos encuentra jóvenes en la construcción como sociedad y por ende nos presenta herramientas para el éxito.
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