[INFORMES]  En julio de 2021, un padre, su esposa, dos hijos en edad escolar y una joven entenada nacidos todos en un caserío de Chota, Cajamarca, llegaron a Lima para ocupar un lugar en la historia nacional, luego que el jefe de familia hubiera ganado en estrechísimo y controversial balotaje la Presidencia del Perú. Y aunque en los textos de historia se dirá por siempre que José Pedro Castillo Terrones entró el 28 de julio de 2021 a Palacio de la mano de su mujer y con un sombrero de paja en la cabeza, todos sabemos que al igual que Potus (President of the United States) y su primera dama, Lula y su pareja, Emmanuel Macron y su odiada esposa y Maduro y su socia en la destrucción de Venezuela, todas las entradas al máximo poder político en las llamadas democracias representativas son realmente “entraderas” de panacas y de clanes familiares o tribales. En todos lados se cuecen habas, pero en el Perú sólo se cuecen habas, como dijo en algún momento el poeta César Moro, pues la entrada de Castillo a Palacio fue el ingreso desordenado, caótico y desesperado de cuñados, cuñadas, sobrinos, aportantes de campaña, compañeros de ruta, sindicalistas hambrientos de dinero y de poder y decenas de desocupados en busca de un primer trabajo donde pudieran ganar plata con el menor esfuerzo.

Pedro Castillo solicitó al Poder Judicial la revocación de la orden de prisión preventiva impuesta tras el golpe de estado del 7 de diciembre de 2022.

La fórmula 44

Desde varias semanas antes de la ceremonia de investidura de Pedro Castillo como primer mandatario del país, todos los grupos, sub grupos y grupúsculos que se habían coaligado para repartirse el poder y, eventualmente, alargarlo todo el tiempo que fuera posible, elaboraron sendas agendas minimalistas y maximalistas, según fuera su origen ideológico y político. Para los poquísimos que aún creían en el modelo cubano de mantenimiento en el poder -o en su variante llamada por Hugo Chávez: socialismo del siglo XXI-, todo consistía en prometer una nueva constitución y crear un clentelaje mediante la entrega de cada vez mayores bonificaciones a la población más vulnerable y más manipulable, y esperar el levantamiento del pueblo. Para los poco iluminados que creían que el régimen chino era comunista, Mao un dios y Abimael Guzmán su principal profeta, “todo consistía en acumular fuerzas y esperar las condiciones objetivas para la toma del poder”. Convencido que los textos para tontos escritos por la chilena Marta Harnecker eran las tablas de la ley de la nueva religión marxista, Vladimir Cerrón, probablemente el más ilustrado de los “genios” llegados al poder como colas de Castillo, tenía una sola idea, básica e incombustible: Pedro Castillo duraría en el poder todo el tiempo que él lograra mantener 44 congresistas dispuestos a impedir que la oposición al profesor chotano consiguiera los 87 votos para despojarlo de su investidura y subrogarlo, es decir, crear la vacancia de la Presidencia de la República.

Mientras los castristas, los maoístas y los caviares elaboraban sus agendas de cara al futuro, Pedro Castillo Terrones pensaba en hacer realidad sus sueños en el tiempo más corto posible. Prueba de ello es que ante la Comisión de Fiscalización del Congreso, el destituido comandante general del Ejército, general José Vizcarra Álvarez, narró con lujo de detalles cómo lo presionaron desde Palacio de Gobierno para que la Aviación del Ejército ponga a disposición de la familia presidencial un avión que estaba en fase de mantenimiento. Igualmente, en lugar de preocuparse por encontrar un presidente del Consejo de Ministros que lanzara buenas señales a los inversionistas nacionales y extranjeros, el 29 de julio del peor año de nuestras vidas nombró a Guido Bellido como primer ministro. Una burla al país, sin duda.

En las siguientes semanas y meses, el país se fue enterando que Castillo usaba una casa en el distrito de Breña para en forma ilegal e inconstitucional reunirse con proveedores que le fueron entregando dinero en efectivo, cada vez más y con mayor frecuencia. Y así como él y el secretario presidencial Bruno Pacheco organizaron sendos negociados en diferentes rubros, su esposa y su entenada establecieron otros emprendimientos delictivos de diversos tipos. De igual manera lo hicieron los hermanos de la primera dama Lilia Paredes y las hermanas del mandatario Castillo Terrones.

Vizcarra relató que entre el 11 y 13 de octubre del 2021 fue al Ministerio de Defensa llevando las actas de ascenso: “El señor ministro (Walter Ayala) llamó por teléfono a Palacio y me increpó que los recomendados no habían ascendido y que Bruno Pacheco estaba incómodo”.

A robar, a robar… que el mundo se va a acabar

Todos los “apretones” a proveedores y aspirantes a proveedores que daban plata en forma constante, pero muy lenta para los intereses de los Castillo Paredes, se vieron frenados de pronto cuando la maquinaria delictiva ingresada al sector Vivienda se encontró de pronto con la mafia de la trujillana Sada Goray. La inversionista inmobiliaria Sada Goray, una mujer con menos escrúpulos que Castillo, Lilia Paredes y toda la parentela de estos, convirtió en la mayor proveedora de dinero en efectivo de Castillo Terrones y su familia. Pero no lo hizo en forma directa, sino a través de Salatiel Marrufo, el brazo derecho del ministro de Vivienda Geiner Alvarado. Y esa elección de cobrar a través de Marrufo fue la perdición de Castillo, pues una vez que este cayó en manos de la Fiscalía dijo: “prendan la grabadora, yo cuento todo, pero qué ganó”. Una vez acordada la colaboración de Marrufo, este fue citado por la Comisión de Fiscalización del Congreso para que lo contara todo el 7 de diciembre de 2022. Era el principio del fin, pero también el fin del principio. El día que se crearon las muchas preguntas que hoy todavía no tienen respuestas.

El pasado 6 de octubre, luego de escuchar el fallo de la Sala Penal de Apelaciones Transitoria de la Corte Superior de Justicia de Junín, Vladimir Cerrón pasó a la clandestinidad, sumándose a la lista de prófugos como el exministro de Transporte y Comunicaciones (MTC) Juan Silva Villegas y Fray Vásquez, sobrino del exmandatario Pedro Castillo.

¿Qué roles cumplieron el 7 de diciembre de 2022 Aníbal Torres, Betssy Chávez, Vladimir Cerrón, ciertos generales del Ejército y más de un alto mando policial?

Enfrentado a la necesidad de tomar una decisión política trascendental, Pedro Castillo actuó el 7D tal como lo hizo el 29 de julio de 2021, es decir, delegó la pregunta qué hacer a las personas de su entorno más íntimo, vale decir, Aníbal Torres y Betssy Chávez. Estos, tan intolerantes el uno como la otra, pensaron que si le redactaban un mensaje a la Nación igualito al que leyó el expresidente Alberto Fujimori el domingo 5 de abril de 1992, el resultado iba a ser el mismo. Pero ni Torres ni Chávez averiguaron cuál era el ánimo en los cuarteles, cuánto de cierto era el apoyo total del Ejército al golpe castillista, tal como había jurado hasta la ronquera el ministro de Defensa Gustavo Bobbio o cuántos de los jefes policiales castillistas iban a mantenerse en esa línea cuando vieran que las Fuerzas Armadas seguían manteniendo su lealtad a la Constitución.

Es más, creyendo que todo era tan bonito como se lo habían pintado los ayayeros, Castillo, Torres y Chávez concluyeron que todo el tema terminaba una vez que la Policía impidiera el ingreso de los congresistas al Palacio Legislativo y un grupo de agentes del orden apresara a la Fiscal de la Nación, Patricia Benavides.

Hasta ahora no sabemos quiénes dieron la orden de desatar el caos en la sierra sur del país, toda vez que la lógica elemental nos dice que no se puede tener a la vez el apoyo incondicional de las Fuerzas Armadas y a decenas de revoltosos matando militares y policías y tomando aeropuertos y carreteras.

Probablemente una resonancia a la cabeza de Vladimir Cerrón nos diga qué hay o qué no hay en su cerebro.

Probablemente.

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[PIE DERECHO]  Según el libro “Las economías criminales y su impacto en el Perú” publicado en diciembre del 2022 y elaborado por Capital Humano y Social en cooperación con Fundación Konrad Adenauer Stiftung (KAS), las economías ilegales mueven al menos (piso estimado) US$6.657 millones al año en el país. Según otros estudios, el monto es significativamente mayor.

La mayor parte es generada por la minería ilegal de oro (US$1.777 millones), seguida por la trata de personas (US$1.300 millones) y el tráfico ilícito de drogas (US$1.134 millones). También se contempla las categorías de tala ilegal (US$880 millones), extorsión (US$530 millones), pesca ilegal (US$300 millones), contrabando (US$234 millones), piratería de software (US$209 millones) y tráfico de terrenos (US$143 millones). Es un mínimo calculado, pero todo apunta a que las cifras son superiores.

Se sabe que buena parte de ese dinero se va en pagar sobornos a todas las autoridades que puedan afectar su negocio (policía, fiscales, jueces, alcaldes, gobernadores regionales, funcionarios públicos,, congresistas, etc.). Lo que es más grave, se conoce a ciencia cierta que financian campañas electorales con ingentes recursos a cambio de que luego se aprueben normas que los beneficien o se dejen de aprobar las que los perjudican. Es, claramente, un trueque mafioso.

La pregunta es qué hace la Fiscalía al respecto. Cientos de fiscales distraen años de esfuerzo, con miles de horas-hombre, decenas de viajes, en perseguir algunos millones de dólares de aportes de campaña de empresas formales a diversos partidos políticos, cuando eso no era delito de lavado de activos en la época que se produjeron, en lugar de abocarse a la verdadera incursión mafiosa de los dineros sucios de las actividades claramente ilegales en la política peruana. Allí, no se hace nada.

Se van a caer en el Poder Judicial todos los casos que vinculan los aportes de empresas como Odebrecht a las campañas electorales, cuando no se haya probado intercambio ilícito (el único caso que se ajusta a ello es el de Susana Villarán) y, por ende, saldrán libres de la persecución centenares de personas que tuvieron la mala fortuna de participar en el proceso y que llevan años de años perseguidos por fiscales enfebrecidos en hallar allí la prueba madre de la corrupción en el Perú.

Y mientras tanto, la verdadera entraña mafiosa, que amenaza con contaminar los basamentos de la democracia -la representación política-, en base a la injerencia abierta y descarada de dineros provenientes de actividades de economías delictivas, y que, por ende, sí constituyen lavado de activos, no es tocada ni con el pétalo de una rosa por los atribulados fiscales anticorrupción.

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[MIGRANTE DE PASO] Constantemente estamos distraídos y sumergidos en un trance cibernético que nos atrapa sin darnos cuenta. Me pasa que un día aburrido, sin mucho que hacer, puedo estar una hora o más viendo videos, memes o noticias sin parar. Hay varias cosas que podría hacer, más productivas o, por lo menos, nutritivas en conocimiento, ejercicio o imaginación.

Casi todos tienen smartphone y tienen a la mano una herramienta que les permite hacer todo. Son muy pocas las personas que pasan más de media hora sin ver su teléfono. Poco a poco se está midiendo el valor de las personas según cuantos seguidores o “me gusta” tienen. Los periodistas tienen miedo de decir algo que a sus seguidores no les agrada.

En estos momentos que el mundo se encuentra dividido es muy fácil agruparse con un bando y entrar en la discusión eterna de quién tiene la razón. En mi opinión es la salida más cobarde y fácil. Las redes sociales parecen agotar las herramientas para pensar de manera crítica y tener una opinión propia. Da la apariencia que, si lo haces, te quedas solo.

Hace unas semanas, cuando fueron las elecciones de Argentina, donde vivo, decidí tomar un descanso y borré las aplicaciones de Twitter e Instagram. Felizmente, no tengo otras redes. Primero eliminé la de Instagram porque innecesariamente me irritaba o molestaba la falta de sensibilidad de las personas para opinar sobre conflictos o situaciones políticas de otros países.

Un día cualquiera en la noche, después de una hora de “scrolling”, me comencé a sentir ansioso pensando que estaba perdiendo el tiempo. Tenía que dormir para comenzar bien el día siguiente, pero ya era de madrugada. En ese momento dije: “ya no más”. Eliminé la aplicación. No podía evitar pensar que existe una manipulación masiva mediante las tendencias o “trending”. De pronto todos se olvidaron de la guerra de Ucrania y pasaron al conflicto palestino-israelí o a las elecciones argentinas. Pienso que la gente bota su odio sistemáticamente a través de estas plataformas por falta de mecanismo para afrontar problemas personales. Virtualmente todos somos historiadores, economistas, periodistas y filósofos. Mi país se encuentra en una democracia bajo amenaza, pero es más importante poner una historia sobre las Madres de Mayo a raíz de que Javier Milei ganó. ¿Qué tiene que ver? No tengo ni idea.

Siento que es de suma importancia tener en cuenta que dejarse llevar por estas tendencias es peligroso. La semana pasada triunfó en los Países Bajos un candidato abiertamente antiislámico y esta creencia absurda de que el Islam implica peligro está aumentando en Europa. Todo con consenso de los ciudadanos que, por miedo, apoyan ideologías de odio. A raíz de lo que está sucediendo en el conflicto entre Palestina e Israel se está generando una clara dicotomía de quién está bien o mal, y se ha extendido hasta Latinoamérica. Se confunde el estado israelí con la religión judía y algunos llegan al extremo de apoyar a Hamas. Que quede claro que existen protestas de los propios ciudadanos de Israel contra Netanyahu, el primer ministro, por los abusos que comete.

Al día siguiente me volvió a suceder lo mismo, pero esta vez con Twitter. Es la red social más tóxica. De nuevo sentí ansiedad y amargura. Había entrado en un círculo vicioso donde lo único que sentía era desagrado.  Es muy fácil entrar en el morbo de saber qué piensan los demás y cómo pierden el tiempo peleándose entre ellos a través de redes. Principalmente X, antes Twitter, donde ves cuentas y comentarios que dan náuseas. Lo peor es que tienen miles o millones de seguidores.

Es fácil hablar bajo una máscara y perfil inventado sobre lo que eres. Si tanto interés tienes, haz algo por cambiarlo, porque a través de un post no se cambia absolutamente nada. He llegado a la conclusión que estamos en una etapa donde la gente se idiotiza y la patanería prima sobre la inteligencia. La mayoría cae en la tendencia que está de moda en el momento. En fin, ya no hay mucho que hacer con los adultos. La gente idiota se quedará siendo idiota. El problema está en la exposición de niñas y niños a estas redes donde la dicotomía es lo menos preocupante. Existen acosadores, pedófilos y más que están al acecho. Veo miles de padres poniendo fotos de sus hijos para recibir aprobación y comentarios. Que me disculpen, pero es irresponsable exponer a un menor de edad de esa manera.

Hay cuentas pseudo liberales que sin vergüenza alguna publican noticias, muchas falsas, en contra de los migrantes en países europeos. Por alguna razón me comenzaron a salir muchas de estas páginas sin que las siga. En parte, borré la aplicación por eso. ¿Qué se creen? Parece que tienen un complejo de superioridad injustificado. Es increíble la capacidad para opinar tonterías, absurdos y opiniones potencialmente peligrosas. Al ser cuentas sin filtro, se permiten ideas desmedidas. No sé dónde quedó la empatía y el respeto. Sin querer, formaba parte del alimento a estas olas de desinformación masiva. Perdía momentos prolongados viendo algo que me enfadaba y a la larga me hacía sentir mal. Llegaba a sentirme desesperanzado y pensaba que estábamos perdidos como humanidad. Es mentira esa creencia. Cuando pasas tiempo en esos sitios, puedes generalizar pensando que todos son así. Felizmente, no son la mayoría y las personas tienen cosas más importantes que hacer.

Se ve a jóvenes riéndose de muertes. Se lee a muchos escribiendo “que maten a todos” o “mándenlos de vuelta a sus países”. Es insoportable el nivel de deshumanización. Yo he decidido tomarme unos meses apartado de todo ese sinsentido por mi salud mental. Tengo suerte de que la gente que me rodea no piensa así y me permite pensar que la mayoría no cae en esos absurdos. Cuando oportunamente me vuelva a descargar las aplicaciones voy a filtrar el contenido que me aparece para sólo ver noticias de lugares respetables, videos de deportes y cosas graciosas. De esa manera no contamino mis pensamientos y sólo me río y divierto un rato. Eventualmente me aburro, pero hay gente que tiene adicción a las redes sociales y cambia su percepción de la realidad. Ya existen demandas a estas compañías por daño a jóvenes, la depresión y la ansiedad generalizada son las principales consecuencias. Probablemente, en unos años se comience a ver cada vez más casos.

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[CON ANTEOJOS] Redención es la última película del director arequipeño Miguel Barreda. Cinta en donde nos cuenta la historia de una pareja que desea convertirse en padres y la necesidad, por otro lado, de una joven por ocultar un embarazo, que es producto de una violacion.

El rol protagónico lo tiene la talentosa actriz Tatiana Astengo. Conversamos con ella y con el cineasta Miguel Barreda.

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[PIE DERECHO]  El ataque de una banda de delincuentes a la mina La Poderosa, en La Libertad, causando la muerte de nueve trabajadores, el mismo que, según las pesquisas iniciales, habría sido digitado por la minería ilegal que opera en la zona, pone una vez más de relieve la urgencia de combatir las mafias económicas que actúan impunemente en el país y que han logrado escalar no solo su campo de acción delictivo, sino infiltrar prácticamente a todo el Estado peruano y sus instituciones, poniéndolas a su servicio.

Según información aproximada, la minería ilegal en el país mueve alrededor de US$ 4,000 millones anuales, dinero suficiente para sobornar policías, fiscales, jueces, autoridades locales, funcionarios públicos y congresistas funcionales a sus intereses.

Si a ello le sumamos las economías delictivas del narcotráfico, la trata de personas, el contrabando, la explotación ilegal de madera (en San Martín, hace unos días acaban de asesinar al defensor ambiental contra la tala de los bosques, Quinto Inuma) y otras, entenderemos que estamos enfrentando un poder inmenso con un Estado famélico, incapaz de actuar a la altura del tremendo desafío de derrotar este proceder criminal que hace tiempo ha decidido atacar la economía formal, porque con ella viene el Estado y todo lo que la espanta. Ese es el sentido y objetivo último de este ataque sanguinario de ayer.

Si además agregamos las bandas delincuenciales que extorsionan a pequeños empresarios obligándolos a pagar cupos onerosos solo para poder sobrevivir con su esfuerzo de inversión, calibraremos la urgencia de colocar en el primer lugar de la jerarquía de problemas a atacar, éste de la delincuencia organizada.

Al respecto, este gobierno y el vigente Congreso han abdicado de sus tareas primordiales. El Estado peruano mismo ha olvidado que su propia existencia depende de que se respete la cláusula primera del contrato social, que consiste en otorgarle el monopolio de la fuerza al ente público. Sin ello, no hay convivencia pacífica posible y nos encaminamos a la anarquía, la peor de las situaciones para la supervivencia y fortalecimiento de la democracia y el capitalismo, la fórmula combinada que es la única que ha probado su eficacia para construir una sociedad moderna y libre.

A los candidatos a ocupar el poder en las próximas elecciones hay que anteponerles la exigencia de que presenten un plan serio y estudiado para resolver este problema, el mismo que amenaza con llevarse de encuentro la democracia peruana.

La del estribo: a ver Cisnes, con Mirella Carbone y Raffaella Cúneo, bajo la dirección de Alberto Isola. Como reza la reseña oficial, se trata de “una historia de pasión, música y redención. Espectáculo de teatro danza a partir de fragmentos de Savannah Bay de Margueritte Duras, Sonata de otoño de Ingmar Bergman y El lago de los cisnes de Piotr Ilich Tchaikovsky”. Va en el Centro Cultural de la PUCP solo hasta el próximo domingo 10 de diciembre. Entradas en Joinnus y en la web del propio CCPUCP.

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[EL DEDO EN LA LLAGA] Sin embargo, el recuerdo imborrable de varias de sus canciones que escuché en los 70 me ha traído la mente a quien tenía pinta de un joven desgarbado, con gafas de montura gruesa al estilo del argentino Piero, otro cantautor memorable, cuyo estilo musical se asemeja mucho al que tenía Cantalapiedra: canciones de melodías sencillas, letras de poesía directa y sin complicaciones, mordiente social y existencial que no deja indiferente y un cierto pesimismo esgrimido con aires combativos. No obstante su apariencia enjuta de joven estudiante revolucionario, Cantalapiedra tenía una voz profunda, potente y expresiva, que lo habrían convertido en un exponente mayor de la canción española, a no ser porque en 1982 decidió abandonar su oficio de cantor —al cual regresaría esporádicamente cantando boleros en bares madrileños bajo el alias de Rocky Bolero— para dedicarse al oficio de escritor como ensayista, autor de relatos y guionista, al periodismo y a la crítica musical, dejándonos en su haber dos libros: “Bestiario urbano” y “El libro de los camareros”. La excelencia de su pluma fue galardonada en dos ocasiones con los premios Ignacio Aldecoa y Ciudad de San Sebastián, otorgados a relatos. Asimismo, uno de sus artículos le valió en el año 2011 el premio Don Quijote de Periodismo.

¿Cuál fue la trayectoria vital de este personaje actualmente caído en el olvido, aunque su recuerdo permanezca imborrable en el alma de quienes lo conocieron? ¿O de quienes —como yo— escucharon extasiados algunas de sus canciones?

Ricardo Cantalapiedra pasó su infancia y primera juventud en el seminario (6 años), experiencia que marcaría sus primeras canciones, la mayoría de corte religioso. Habiendo dejado el seminario, se uniría a la Organización Juvenil Española (OJE) para luego afiliarse al Partido Comunista de España (PCE), prohibido durante la dictadura franquista y recién legalizado en 1977. En 1967 el joven Cantalapiedra llegaría a Madrid para estudiar filosofía y periodismo, alojándose en el Colegio Mayor Pío XII. Su debut como cantante en 1967 no tuvo éxito.

En su segunda oportunidad compartió escenario en el Palacio de la Música con un exalumno del Colegio de los Sagrados Corazones, institución que organizaba el festival. Se trataba nada menos que de Julio Iglesias, quien también hacía sus primeros pininos como cantante y mostraba una nerviosidad que le era difícil controlar. Con este amigo suyo, Cantalapiedra iba todos los domingos a ayudar a los curas en la catequesis en una parroquia de Aluche.

Ese año de 1968 Julio Iglesias ganó el Festival de Benidorm con “La vida sigue igual” y Ricardo Cantalapiedra grabó y publico su primer disco sencillo, “Baladas frente a la guerra”, que incluía las canciones “Madre” y “Gritaré”. En esta última canción ya se vislumbraba su inmensa sensibilidad social: «Si no encuentro la alegría, / buscaré, buscaré. / Pero si llora mi pueblo, / si quitan libertad a mis hermanos, / gritaré / por los caminos, / con mis gentes lucharé, / gritaré / por los caminos, / con mi pueblo moriré».

Seguirían varios discos sencillos con el sello musical Pax, hasta que en 1970 publica su primer álbum de larga duración: “Once canciones”. Pero son sus dos siguientes álbumes de larga duración del añ 1972 los que le traerían fama y renombre como cantautor cristiano: “El profeta” y “Salmos de muerte y de gloria”.

Sus canciones fueron adoptadas en España por un sinnúmero de parroquias e interpretadas durante la misa y otras celebraciones litúrgicas. Ricardo Cantalapiedra, cuyas atípicas canciones religiosas respiraban un cierto espíritu de rebeldía, se convirtió en voz de la juventud cristiana que estaba harta de la dictadura franquista. Él mismo comentaría posteriormente: «En los últimos días de la transición, la iglesia del Espíritu Santo (la del instituto Ramiro de Maeztu) se llenaba de artistas y políticos: los cantantes, de Agua Viva, Patxi Andión y muchos socialistas que luego llegaron a ser ministros. Se organizaban aquí auténticos mítines, porque los que nos unía más que Dios es que todos estábamos hasta los cojones del franquismo».

En el Perú, la fuerza que despedían sus canciones no le pasaría inadvertida a Luis Fernando Figari, quien adoptaría varias de ellas para ser cantadas durante las celebraciones litúrgicas del incipiente Sodalicio de Vida Cristiana. “Volveré a cantar” y “Hombre de barro” pasarían a formar parte del repertorio musical del Sodalicio, así como otras canciones que se entonaban exclusivamente en Semana Santa: “Hosanna al Hijo de David”, “¿Por qué nos has abandonado?”, “Te ensalzaré, Señor (Salmo 29)”, “Pueblo mío”, “Adoración de la cruz” y “Canto del Siervo de Yavé”, tomadas del disco “Salmos de muerte y de gloria”.

Pero es en el disco “El profeta” donde Cantalapiedra plasmaría sus mejores canciones de este período. A diferencia de otras canciones religiosas de la época, Cantalapiedra no defiende doctrinas sino que transmite su experiencia personal ante el misterio cristiano, sin mencionar nunca el nombre de Jesús, aunque casi todas las canciones hagan referencia a él: “En lo alto”, “El peregrino”, “El profeta”, “La casa de mi amigo”, “El trovador” y otras. Recuerdo que había un ejemplar de este álbum de Cantalapiedra en San Agustín, la primera pequeña comunidad sodálite ubicada en el Óvalo de la Av. Brasil, y que José “Pepe” Ambrozic me hizo escucharlo.

En una década donde la imagen de Jesús comenzó a ser asociada con rebeldía y crítica del orden establecido, como en la película “Jesus Christ Superstar” (Norman Jewison, 1973), en las canciones religiosas de Cantalapiedra no falta el anhelo de líderes carismáticos al estilo de Jesús en la Iglesia:

«¿En dónde están los profetas / que en otros tiempos nos dieron / las esperanzas y fuerzas
para andar? / para andar»
(“¿Donde están los profetas?”)

Por supuesto no falta una crítica a aquello en lo que se había convertido la Iglesia católica en ese entonces —situación que se prolonga en los tiempos actuales—:

«La casa de mi amigo se hizo grande / y entraba gente en ella. / En casa de mi amigo entraron leyes / y normas y condenas

La casa se llenó de comediantes, / de gentes de la feria. / La casa se llenó de negociantes, / corrieron las monedas

La casa de mi amigo está muy limpia / pero hace frío en ella. / Ya no canta el canario en la mañana ni hay flores en la puerta

Y han hecho de la casa de mi amigo / una oscura caverna, / donde nadie se quiere ni se ayuda,
donde no hay ya primavera»
(“La casa de mi amigo”)

Pero una de las canciones más poderosas de “El profeta” ni siquiera hace mención directa a lo religioso y reviste una pasmosa actualidad, aquella que lleva el título de “Malaventuranzas”:

«¡Malditos los santones de pureza! / ¡Malditos!
¡Malditos los que obligan a los hombres a vivir como perros! / ¡Malditos!
¡Malditos los que hacen sufrir a los pequeños! / ¡Malditos! ¡Malditos!

¡Malditos los que matan a inocentes! / Malditos!
¡Malditos los que callan las infamias! / ¡Malditos!
¡Malditos los que causan las desgracias! / ¡Malditos! ¡Malditos!

¡Malditos los que han hecho del amor flor de las madrugadas! / ¡Malditos!
¡Malditos los que hicieron de la vida paisaje de la muerte! / ¡Malditos!
¡Maldito el asesino de las flores! / ¡Maldito!
¡Maldito el asesino de ilusiones! / ¡Maldito! ¡Maldito!

¡Malaventurados los que piden justicia con las manos manchadas en sangre! / ¡Malaventurados los que claman justicia y oprimen al hermano! / ¡Malditos! ¡Malditos!»

Y si bien estas canciones alimentaron ese espíritu de rebeldía en mi adolescencia que me llevaría a adherirme al Sodalicio de Vida Cristina, en esta institución nunca se asumieron estas canciones, como sí se había hecho con algunos himnos del fascismo español. Es cierto que algunas canciones del repertorio musical del Sodalicio de entonces exaltaban una cierta rebeldía cristiana frente a una acomodada ideología burguesa, pero con el tiempo dejaron de cantarse y fueron reemplazadas por tonadas mediocres con letras conformistas y estereotipadas, compuestas por miembros del Sodalicio y del Movimiento de Vida Cristiana.

Cuando salió publicado “El profeta”, el mismo Ricardo Cantalapiedra estaba experimentando un cambio existencial y virando hacia el agnosticismo, actitud vital que le acompañaría hasta su muerte, no obstante que respetó siempre a los creyentes y le fascinaba la idea de Dios.

Sus dos siguientes discos de larga duración —”De oca en oca y canto porque me toca” (1973) y “En la casa de la Maruja” (1975)— los grabó para la Philips. Allí Cantalapiedra se adscribe de una manera magistral a la canción de protesta y al testimonio existencial, teñido de cierto pesimismo pero de una inmensa ternura.

«Puedes decir que yo / no respeté jamás / las cosas que quizá / sean respetables. / Puedes decir también / que vivo del revés / pero no temo a nadie» (“Con mi destino”)

«No te faltará el alpiste más / pero ya no tienes libertad. / No te faltará seguridad / pero ya no tienes libertad» (“Balada para un canario prisionero”)

«Medrarás / te enfangarás / como un loco / en la lucha por la vida / y lograrás poco a poco / pisar a quien te compita» (“Canción para un niño que va a nacer”).

«Dime cómo te llamas / para escribirte. / Me llamo Cara Alegre, / Corazón Triste. / Este mundo es un teatro / con espaciosos salones, / siempre la misma comedia, / sólo cambian los actores» (“Dime cómo te llamas”)

Que Cantalapiedra resultaba incómodo para la dictadura franquista, incluso cuando ésta se encontraba en sus estertores finales, se evidencia en que los censores prohibieron nueve de las once canciones que incluía su disco “De oca en oca…”. Él mismo cuenta que «en un pueblo de Astorga donde ofrecí un recital tuve que cantar durante media hora la misma canción porque el comandante de la Guardia Civil me había prohibido casi todo el repertorio. Y con él en primera fila no podía hacer otra cosa. En cambio, logré colarles temas tan fuertes como éste: “Qué bello es mi país. / Si todos fueran así, / no habría comunismo / y sí mucho turismo. / Me encantan los partidos, / de fútbol, claro está. / También admiro a Castro, / Urdiales, claro está. / Y a los líderes chinos, / de Formosa, claro está”».

La última canción de su ultimo disco termina con unas líneas proféticas:

«Me puedes encontrar / cantando en cualquier bar, / soñando en cualquier parte. / Si no te gusto así, / me debes olvidar, / pues no pienso cambiar / en adelante» (“Declaración”)

Ricardo Cantalapiedra siguió siendo el mismo rebelde solitario de siempre. No cambió, y ha caído en un injusto e inmerecido olvido. El mismo cantaba lo siguiente al inicio de su trayectoria como cantautor:

«Trabajaré con mis manos, / ganándome el sustento, / y romperé con la azada / la tierra de cualquier huerto, / o cantaré mis canciones / en las plazas de los pueblos, / y moriré caminando / a la orilla de un sendero» (“Canción del que se va”)

Un día se nos fue Ricardo Cantalapiedra. Sólo espero que sus hermosas canciones nunca se nos vayan y no se pierdan jamás en la bruma del olvido.

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[MÚSICA MAESTRO] Lionel Richie y Earth Wind & Fire, astros de la época dorada de la música pop norteamericana de los años setenta y ochenta, desarrollaron una gira en conjunto llamada Sing a song All night long -título que une los nombres de dos superhits de ambos- por varias ciudades de Estados Unidos y Canadá con tremendo éxito de convocatoria, demostrando una vez más que, a pesar de las tendencias masivas de la música popular y comercial actual, que se ubican en el extremo más oscuro y enmierdado de la simplonería, el mal gusto y la poca trascendencia, estos pesos pesados aún tienen mucho para dar. Ambos artistas, naturales de Chicago, Illinois, coincidieron por primera vez sobre los escenarios tras más de cinco décadas de trayectoria y, como quedó claro después de verlos, tienen cuerda para rato.

Earth Wind & Fire dio inicio al cartel, aunque resulta difícil considerarlos teloneros. Más bien se trata, como cuando se juntaron con Chicago en el 2015, sus otros célebres paisanos, de un espectáculo compartido, dos conciertazos de primer nivel en un solo día. Los “Tierra, Vienta y Fuego” -como los presentaban nuestras radios y canales de televisión de los años ochenta- han cambiado mucho con los años, especialmente desde la muerte de su fundador y líder espiritual, el cantante, compositor, productor y percusionista Maurice White (1941-2016). El personal actual de la banda es una combinación de tres integrantes originales con músicos más jóvenes y su fantástica iconografía inspirada en los elementos naturales y el misticismo egipcio también se han ido. Lo que se mantiene inalterable es su capacidad para sacudir al público con ese intenso ritmo que tiene de soul, funk, jazz, R&B y pop y esas canciones que, a cinco décadas de distancia, siguen emocionando y conmoviendo como cuando fueron escuchadas por primera vez.

Ante más de veinte mil personas reunidas en la impecable Amalie Arena de Tampa (Florida, Estados Unidos) -un coliseo de hockey sobre hielo y basketball de alto nivel que también es plaza fija para las giras de grandes artistas- Earth Wind & Fire nos regalaron un setlist de lujo, que convocó al pasado pero en medio de un ambiente rodeado de pantallas gigantes, proyecciones en alta resolución y un sonido estupendo. Ralph Johnson (72), Philip Bailey (72) y Verdine White (72), los únicos miembros originales de la alineación que registró los mejores éxitos del colectivo entre 1970 y 1985, dirigen a esta (ya no tan) nueva versión de EWF y mueven a la gente con cada una de sus intervenciones.

Ralph Johnson, antes baterista y cantante, hoy sale al frente de la línea de coristas mientras su labor tras los tambores es realizada a la perfección por John Paris, en la banda desde el 2001. Philip Bailey cubre sin problemas el tono barítono del caído Maurice -a quien, literalmente, le debe la vida musicalmente hablando- y sigue siendo capaz de lanzar esas características e imposibles notas agudas -aunque ya no todo el tiempo, por cierto- y es apoyado, cuando necesita un respiro, por David Whitworth y su hijo Philip Doron. Los cuatro, además, tocan todas las percusiones que pueden, contribuyendo a la polirritmia habitual sin atropellarse unos a otros. Y Verdine, aunque ya no le alcanza para correr y saltar sin parar por todo el escenario y más allá, hoy no se contorsiona tanto pero sigue bailando con todo el ímpetu que le permiten sus años, mientras coloca esas notas de bajo que le dan peso a las creaciones de Maurice y compañía, uno de los cuerpos de trabajo musical más importantes para la identidad afroamericana contemporánea.

Desde las alegres y archiconocidas September (The best of Earth Wind & Fire, Vol. 1, 1978), Boogie wonderland (I am, 1979) y Let’s groove (Raise!, 1981) hasta las románticas Reasons (That’s the way of the world, 1975), After the love is gone (I am, 1979) o Fantasy (All ’n all, 1977), la máquina musical de Earth Wind & Fire estremeció a la multitud y aseguró el sano disfrute que todos buscamos cuando vamos a un show en que la calidad y la trayectoria son credenciales básicas.

El homenaje a Maurice White llegó, como es habitual, cuando tocaron That’s the way of the world, ese himno en clave de soul que habla de ser buenos seres humanos, solidarios y cariñosos, que le da título al sexto álbum de esta entrañable banda. El icónico solo de guitarra, grabado en 1975 por Johnny Graham, es ahora responsabilidad del músico ruso Serg Dimitrijevic, integrante estable de Earth Wind & Fire desde hace una década. En las gigantescas pantallas LED, imágenes de la banda en sus años dorados, abrazándose antes de salir a escena, grabando, bailando y sonriendo. Toda una celebración del mensaje que Maurice quiso entregar mientras estuvo en este mundo, hoy convertido en un lugar insufrible de chabacanería, corrupción, criminalidad y guerras.

La dirección musical actual, a cargo del tecladista Myron McKinley y el guitarrista Morris O’Connor, que intercambia solos con Dimitrijevic y posee un estilo más pegado al funky clásico de sus predecesores Al McKay y Graham, asegura un respeto profundo por los brillantes arreglos originales, pero también se permiten ofrecer sus propios aportes, siempre en la línea de sofisticación que hacen de estas composiciones, obras capaces de superar el paso de las décadas. La transformación que hicieron, allá por 1978, de Got to get you into my life de The Beatles, para una película en la que interactuaron con Peter Frampton, los Bee Gees y Aerosmith, es uno de los temas más celebrados por los fans profundos del grupo.

La sección de vientos, integrada por Gary Bias (saxo), Reggie Young (trombón) y Bobby Burns Jr. (trompeta) se luce durante la hora y media que dura el concierto. Desde que la banda comenzó sus andanzas a inicios de los setenta, los metales fueron una de las marcas registradas del grupo -como también lo fueron en bandas contemporáneas como Kool & The Gang, Chicago o Blood Sweat & Tears- pero con una identidad propia, marcando con acentos rotundos las canciones más bailables y adornando con elegancia los temas lentos. En esta oportunidad, Earth Wind & Fire cerró su participación con In the stone (I am, 1979), que inicia precisamente con una épica salva de vientos, en su momento registrada por la legendaria retaguardia de The Phenix Horns. Así se despidieron, dejando al público con una enorme sonrisa en los labios, preparados para lo que seguía…

«Hello… is it me you’re looking for?» se escuchó pero el escenario estaba vacío, iluminado por la enorme pantalla LED. En una fracción de segundo, el público de las zonas delanteras volteó y descubrió a Lionel Richie, que emergía lentamente, de pie sobre una plataforma que lo traía desde abajo. La clásica instrumentación de esta sentimental balada del año 1983 -suaves acordes de piano y una melodía de sintetizadores asemejando una caricia- sonaba exactamente como la escuchábamos de niños, en aquel videoclip que contaba la historia de una conexión romántica entre un maestro ceramista y su joven alumna invidente. La voz de Lionel (74) suena tan clara como siempre, sin cambiarle de escala tonal a la canción, algo que suelen hacer los artistas de su generación. Y lo que siguió fue un show luminoso de emociones, recuerdos y mucho ritmo.

Pero si lo de Earth Wind & Fire gira en torno al trabajo en equipo y a una manifiesta vocación por lo social o comunitario, lo de Lionel Richie apunta más a lo personal, lo íntimo. Y no solo por sus baladas 100% dedicadas al amor profundo de pareja -independientemente de si es sugerente de contacto físico o no-, un tema que no forma parte de las agendas actuales ni de artistas ni de públicos; o a sus canciones para arrancarse a bailar con coreografía y todo, sino porque además él es, por encima de todo, el centro del show. Sin ir en desmedro de sus probadas e innegables dotes como compositor, cantante y pianista, hay en Lionel Richie mucho de divo, de glamoroso popstar, siempre bien vestido y arreglado. Cuando terminó de entonar Hello -de su segundo disco como solista, Can’t slow down (1983)- el estadio parecía levantarse del suelo a causa del rugido de miles de enfervorizadas voces femeninas, de la generación de Madonna, Cyndi Lauper y Michael Jackson.

Y es que el cantautor sabe a la perfección que esas canciones remueven la nostalgia por aquellos tiempos en que el romanticismo no era impopular y que la música servía como prólogo para aquello que después pudiera suceder entre cuatro paredes, en privado, una tradición que la música afroamericana conoce desde los tiempos de Marvin Gaye y Smokey Robinson. Canciones como, Stuck on you (Can’t slow down, 1983), My love o Truly -ambas de su primer LP, titulado simplemente Lionel Richie (1982)- hacen vibrar los corazones de su público.

A lo largo del concierto, el ex integrante de los Commodores -banda de soul, R&B y funk en la que además de cantar, tocó piano y saxo entre 1969 y 1981-, se paseó por los mejores momentos de su corta pero sustanciosa discografía como solista, intercalando estas canciones románticas con aquellas que fueran infaltables en fiestas de barrio durante los ochenta como Running with the night (1983), Dancing on a ceiling (1986) o You are (1983). Entre canción y canción, el artista se da tiempo para conversar con el público, hacer bromas y contar anécdotas. En la noche de Tampa, tuvo además entre los asistentes a uno de sus ex compañeros en aquella banda, Thomas McClary, a quien rindió homenaje por ser “su gran compañero en la música”.

Precisamente, una de las canciones más aplaudidas de la velada fue Easy, del quinto álbum de los Commodores, de 1977, en la que destaca el solo de guitarra de McClary. Greg Suran le hace honores al icónico sonido distorsionado de la versión original que fuera grabada en 1992 por la banda de metal-funk Faith No More, para su cuarto disco compacto Angel dust. Pero hubo otras canciones de la larga historia de Richie junto a los Commodores. Desde las tiernas Three times a lady (Natural high, 1978), Sail on y Still (Midnight magic, 1979) hasta las discotequeras Lady (You bring me up) (In the pocket, 1981), Fancy dancer (Hot on the tracks, 1976) y Brick house (Commodores, 1977), el amplio catálogo de esta primera etapa de su trayectoria fue cubierto satisfactoriamente.

Hubo dos momentos especialmente notables del concierto. El primero, ya pasadas los dos primeros tercios, fue cuando Lionel Richie, en una rutina que viene haciendo desde hace ya algunos años, cantó Endless love -la fenomenal balada de 1981 que grabó a dúo con Diana Ross, para una olvidada película del mismo nombre- a dúo con el público. En su alocución, Richie invitó a “las miles de Diana Ross que están aquí esta noche” a cantar con él las líneas que correspondían a la legendaria vocalista de The Supremes. Una excelente forma de estimular la participación del público en sus conciertos. El segundo fue la emotiva interpretación que ofreció de We are the world, recordada canción que compuso junto con Michael Jackson y que recaudara, en 1985, millones de dólares para ayudar a las hambrunas en el África. Luego de eso, el fin de fiesta llegó con la esperada All night long, que con sus ritmos africanos y caribeños hizo saltar a todo el mundo en 1984 y que, hace pocos meses, hizo lo propio en la fiesta por la coronación del Rey Carlos de Inglaterra.

Un párrafo aparte para la banda que acompaña a Lionel Richie, desde hace ya algunos años. Además del mencionado Greg Suran (guitarra), tiene como base rítmica a Ethan Farmer (bajo) y Oscar Seaton Jr. (batería) mientras que en teclados, saxos, armónica y coros, brilla el ítalo-norteamericano Dino Soldo. Además de ser extremadamente eficientes, colaboran todo el tiempo con Richie haciendo coreografías, comunicándose visualmente con el público en todo momento e imprimiendo un sello propio a estas canciones inolvidables. Lionel Richie y Earth Wind & Fire nos recordaron que, alguna vez, la música fue, además de un cúmulo de destrezas interpretativas, un acto de magia capaz de convertir, por tan solo un par de horas, al mundo en un lugar mejor.

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Es una lástima -y tendrá graves consecuencias políticas- que la Fiscal de la Nación, cuyo proceder permitió que el nefasto Pedro Castillo dejara el poder (si no se hubiera visto acorralado por las investigaciones fiscales probablemente no hubiera precipitado el sainete de golpe que perpetró y seguiría hasta hoy cometiendo latrocinios en Palacio), esté involucrada hoy en el escándalo por todos conocido.

En las próximas horas se sabrá el desenlace final, si Patricia Benavides se aferra al cargo gracias a una medida cautelar, o si la Junta Nacional de Justicia la suspende, pero más allá de cuál sea el final de esta historia, ya la institucionalidad fiscal está dañada irremediablemente, y en ese proceso mella aún más la imagen del Congreso, y suma a la Defensoría del Pueblo y, quizás, hasta al propio Ejecutivo.

La llamada institucionalidad democrática, que ya estaba sumamente desprestigiada, según todas las encuestas, sufre un duro golpe con lo sucedido esta semana y generará consecuencias políticas claras y perniciosas.

Suma a los factores que desde ya vienen consolidando la pronta irrupción en el escenario político y electoral peruano de un candidato antiestablishment. Por lo pronto, ya el propio Pedro Castillo está queriendo aprovechar políticamente las desventuras de la Fiscal de la Nación, para sumar simpatías a su favor (véase su retahíla de tuits al respecto).

No tiene buen pronóstico la democracia peruana. La crisis política estrenada el 2016, cuando el keikismo decidió, por razones pueriles, destruir la posibilidad de una gobernanza de derecha eficaz y viable, se ha ido ahondando con el paso del tiempo, y no hay país que aguante, incólume, tantos años de crisis institucional.

Las consecuencias son de corto plazo. Por ejemplo, la destrucción de la confianza empresarial se debe, es cierto, a la impericia de un MEF precario, pero, sobre todo, a la crisis política. Pero es en el largo plazo que vamos a sufrir el mayor daño. Como si hubiera una mano diligente moviendo la cuna en ese sentido, los hechos acontecen, uno tras otro, en favor de la construcción de un escenario de imprevisibles efectos no sólo económicos, sino, sobre todo, políticos y sociales.

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[EN UN LUGAR DE LA MANCHA] La escritura de Jorge Eslava ha transitado por ámbitos diversos. Es un muy estimable poeta, tiene un lugar relevante en la literatura infantil y juvenil peruana, es autor de rigurosos ensayos sobre educación y literatura, además de un reconocido docente de literatura.

Como si esto no fuera suficiente, Eslava ha publicado también, con especial celo, numerosas crónicas periodísticas y entrevistas que al paso de los años constituyen una suerte de archivo de experiencias e intereses personales, de exploración social y de deleites de caminante sediento.

Su lenguaje, en lo que toca a su producción periodística o no ficticia, se mueve con suma comodidad entre lo coloquial y lo exquisito –con toques de encanto provistos por arcaísmos que solo denotan un gusto refinado por el idioma–, algo que suele rebasar las urgencias coyunturales de una sala de redacción y se instalan más bien, para utilizar una imagen futbolística, en el área chica reservada a la reflexión y el decantamiento de los hechos y las cosas.

Basta para ello recorrer las páginas de Los bienes ajenos, libro del Fondo Editorial de la Universidad de Lima que reúne crónicas y entrevistas de Eslava, aparecidas en medios y revistas peruanas, muestra de un continuo ejercicio periodístico que ha sido, de esta manera, salvado del olvido.

En sus crónicas, el género no pierde sus atributos esenciales: punto de vista personal, uso autorizado y relevante de la primera persona, el aroma de las confesiones propias y el matiz que proviene siempre de observar la realidad y el entorno para convertirlos en materia narrada.

Allí también proliferan los temas que apasionan a su autor: desde el vagabundeo por la urbe, atrapando detalles e historias no siempre a la vista (una mujer en llamas en el centro de Lima, por ejemplo), haciendo sentir a sus lectores el rumor de la vida y la calle. También su pluma visita autores que, como Eguren, tenían esa misma vocación de fisgones y transeúntes sin remedio. Y lo mismo se interna en un ring de box, buscando el golpe de belleza que puede iluminar la retina de quien especta un combate tenso y emocionante.

A medida que uno va recorriendo las páginas de Los bienes ajenos, se sucede un amplio abanico temático, desde una insobornable melancolía por los cines de barrio –muchos entregados hoy a divinos quehaceres–, hasta los oscuros laberintos del jirón Azángaro, en donde por unos soles y en cuestión de minutos uno puede pasar de ser un don nadie a convertirse en un doctor en física cuántica de la Universidad de Tokio; pasando por la historia de un hombre salvajemente torturado en una dependencia policial; el tortuoso camino de otro hombre hacia la locura, sin olvidar las cuitas de amor, el saludo fraterno y conmovido a las feas, la noche que avanza sobre el centro ofreciendo funciones continuadas, costumbre ya extinta.

En fin, las crónicas de Jorge suponen siempre desplazamientos. El cronista y su lenguaje viajan, informan, retratan, trazan con firmeza, con humor, con agudeza, las huellas de una ciudad que siempre está en modo de hervidero, una ciudad en la que cada esquina reserva al mirón o al flanneur, tesoros para la vista y para la pluma.

No es esto, sin embargo, todo lo que tiene que decirnos Los bienes ajenos. Hay más. La segunda parte del volumen recopila algunas de las entrevistas que ha hecho Jorge en los últimos años. La entrevista, brazo armado de la conversación de café, suerte de intercambio confesional y consentido, licencia para curiosear en el otro, aunque en el fondo también en uno mismo, la entrevista es una de esas razones por las que muchos lectores hicimos parte de nuestra formación el gozo de leer diarios y revistas.

Jorge sabe que la conversación es un arte. Cualquiera que se siente con él un rato y disfrute de su hablar pausado, de ese tono grave de voz que uno podría confundir con el de un crooner, notará rápidamente esa sutil urdimbre con la que adereza la conversación. Jorge instala un ambiente de natural confianza y así las palabras discurren sin mayor contratiempo, invocando al asombro, al dato sorprendente o el giro inesperado de un coloquio.

Si me pidieran recomendar algunas de las entrevistas presentes en este volumen estaría en aprietos. Haciendo un ejercicio apurado, confieso que las entrevistas a Antonio Gálvez Ronceros, Wáshington Delgado, Fernando Ampuero o Carlos López, resultan particularmente entrañables para mí porque se trata de amigos en común, de gente que en algunos casos se añora sin remedio y en otros se disfruta aún del placer del encuentro.

Concluyo diciendo que Los bienes ajenos es un título engañoso, en el mejor sentido de la palabra. Los bienes ajenos se hacen propios en la lectura: cada lector les dará el peso y la dimensión que quiera y sabrá aquilatarlos teniendo en cuenta los más variados criterios. Menos problema ofrece la constatación de que, después de leer este libro, queda demostrado con suficiencia que Jorge es un maestro en al aula y fuera de ella, en la cancha y también frente a las páginas que acomete con rigor y solvencia. Los bienes ajenos están aquí para confirmar esa sentencia.

Jorge Eslava. Los bienes ajenos. Lima: Fondo Editorial de la Universidad de Lima, 2023.

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