un centro convincente

Un centro convincente

“El centro no convence con ideología, convence con acciones útiles construidas en base a las consecuencias e impacto. Pero es bastante trabajo, si fuera fácil lo harían los extremos.”

[UNA TERCERA MIRADA] El centro del espectro político peruano no es uno de moderación, reflexión y posiciones complejas; en la práctica, es uno de pragmatismo mercantilista. Algunos intentos de posicionar ideas más nobles y coherentes de centro han terminado enredados en discursos ideológicos que no son de interés de los votantes, o descartados como posiciones convenientemente tibias y equidistantes. Ni chicha ni limonada, ni fu ni fa, ni lo uno ni lo otro, no queda mal con nadie.

El concepto de centro incluso ha llegado a ser tergiversado: Como aquel día que Antauro Humala dijo, disparatadamente, ser de centro republicano. O cuando el almirante Montoya de Renovación Popular dijo ser de centro conservador. Claramente, ninguno de estos dos representantes de extremos encarna alguna especie de centro. Sin embargo, estos eventos revelan la voluntad de todo tipo de políticos por capturar un votante huérfano de políticos centrista.

La calle está dura. Sucede que el centro, como posición en el espectro político, debe navegar la complejidad de las políticas públicas en base a moderación y entendimiento. Y es desde ahí que es posible construir discursos sólidos que sean de interés de los votantes. Me explico.

Un centro convincente explora la complejidad de tomar una posición. No se basa en consignas partidarias o ideológicas, se basa en el análisis de las consecuencias de tomar una decisión. No se trata de defender que una idea de derecha sea mejor que una de izquierda, o viceversa. Una idea de centro puede ser compatible con ambos lados del espectro político: “invirtamos en educación”, por ejemplo. También es posible oponerse a una idea izquierda sin defender todas las ideas de derecha, o viceversa: “no hagamos leyes inconstitucionales”, por ejemplo. En el fondo, lo que sucede es que la discusión de derecha-izquierda no es valiosa para hacer políticas públicas desde el centro. Importa lo que es útil y conveniente para los ciudadanos (no para los políticos).

Y esto último es el motor para captar a ese votante huérfano: lo útil. Si analizamos el voto del peruano promedio, no responde a ninguna ideología de fondo, sino a quién le convence que puede hacer las cosas que necesitan ser ejecutadas. Por eso cala el discurso anti-caviar; no es por sus posiciones ideológicas o sus propuestas, sino porque han logrado posicionarlos como ociosos y vividores del estado. Quizás la manera más efectiva de responder a la falta de acción es plantear una agenda política en base a lo que está demostrado que es útil y necesario.

La dificultad se encuentra en descifrar lo útil y necesario, pues requiere de análisis real, de evaluación con algún rigor científico y experimentación; y el político peruano promedio no camina en estas esferas del pensamiento crítico. Por dar un ejemplo, hace un tiempo Adriana Tudela, que por lo general es una congresista muy razonable, explicaba su posición en contra del aborto pues consideraba la posición pro-elección “incurría en utilitarismo y relativismo”.

Y Tudela tiene razón. Sin embargo, estas no son malas ideas sobre las cuales construir políticas públicas. En corto, el relativismo implica considerar que lo bueno y lo malo depende del contexto, que no hay verdades absolutas; por ejemplo, “matar es malo, a menos sea la única manera de detener a una persona de matar a otra”. Por otro lado, el utilitarismo es diferenciar el bien y del mal en base a las consecuencias, es buscar qué beneficia a la mayor cantidad de personas; por ejemplo, un seguro universal público de salud es resultado del utilitarismo en políticas públicas.

Lejos de ser un enemigo de la razón, el utilitarismo -el enfoque en las consecuencias- es el motor de un centro convincente. Pero para que además de convincente sea popular, necesita encontrar una agenda de políticas públicas construida en base a acciones que sean más útiles para más personas. Necesita estudiar el alcance del impacto de implementarlas. Necesita estudiar a las personas antes de hacer propuestas. Necesita recoger información y calibrar discursos en base a insights de los ciudadanos y sus dificultades. Por supuesto que además de esto, necesita estudiar la experiencia de otros países, leerse cuanto paper de evaluación de impacto encuentre, diseñar pilotos y recoger líneas de base. Es fácil sonar como que sabes de lo que hablas, lo difícil es realmente saber de lo que hablas.

No es un trabajo fácil, si lo fuera lo harían los extremos. Pues vemos que la alternativa a este enfoque en consecuencias es construir discursos en base a las emociones más visibles desde la superficie; como la xenofobia, homofobia, la mano dura y la división entre grupos. La política peruana se merece más que ese trabajo flojo que siempre termina en promesas incumplibles. Nos merecemos un centro que rompa el ciclo político de empeorarlo todo.

Si un político hace el trabajo de entender de verdad a las personas y las consecuencias de las decisiones que toma, será bien difícil que convenzan a la gente que es un ocioso vividor.

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