la derecha progresista

La derecha progresista

“Ser de derecha y a la vez progresista parece ser una contradicción hoy en día. Pero si se entienden las motivaciones reales del modelo de libre mercado, veremos que pocas cosas son más coherentes que una derecha progresista.”

[UNA TERCERA MIRADA] Solemos pensar en la derecha peruana como un grupo de conservadores. Asociamos las ideas pro-libre-mercado directamente con ideas conservadoras como la posición pro-vida y la oposición a los derechos LGBT+, por dar un par de ejemplos. Asociamos la defensa del capítulo económico de la constitución, con la oposición a la reforma política y la contrarreforma de la educación superior (la izquierda peruana es cómplice en estos asuntos, pues también es conservadora). Sucede que, en el Perú, los políticos liberales están casi extintos. Ser de derecha y a la vez progresista parece ser una contradicción, pero quiero utilizar este espacio para demostrar que pocas cosas son más coherentes que una derecha progresista.

Empecemos por definir, por lo menos para los propósitos de esta discusión, a qué nos referimos con derecha y a qué nos referimos con progresismo. Si bien, la historia de estas identidades y la ciencia política detrás de estas definiciones son mucho más complejas; a grandes rasgos, la derecha es capitalista y la izquierda es socialista. Para la derecha prima el individualismo y para la izquierda el colectivismo. Ser de derecha es estar a favor del modelo de libre mercado y, aquí en el Perú, es estar a favor del estatus quo económico. Sin embargo, eso no significa que se esté en contra de todo tipo de cambio a las estructuras políticas y socioeconómicas. Es aquí, con respecto al status quo, donde entra a tallar la diferencia entre conservadurismo y progresismo.

Si bien aquí también estoy sobresimplificando, la diferencia entre conservador y progresista radica en su apetito por el cambio. Los conservadores tienen muy poco, o ningún, apetito por el cambio. Ellos buscan que las cosas se queden como están; las injusticias se resolverán en el tiempo solas o ya están resueltas. Por otro lado, los progresistas tienen mucho apetito; buscan profundos cambios en la sociedad y sus estructuras para poder resolver las injusticias que reconocen como latentes.

Por ejemplo, los progresistas buscan cambios para reducir el nivel de informalidad laboral, pero los conservadores no encuentran la necesidad de esta inversión pues así funciona el país, incluso pueden verlo como una amenaza al status quo, donde será más difícil encontrar empleo en un sistema más rígido. Por dar otro ejemplo, los progresistas ven la lucha feminista por la igualdad de géneros como una lucha aún en marcha y buscan cambios para alcanzarla plenamente; pero los conservadores consideran el asunto como ya resuelto, donde más cambios solo pueden perjudicar la situación actual y crear nuevas injusticias.

Pero, ¿Cómo es compatible el libre mercado con el apetito por el cambio? Tomemos como primer ejemplo la lucha por los derechos LGBT+.

Esta lucha busca normalizar, e igualar derechos entre, la diversidad de orientaciones sexuales e identidades de género. La palabra clave aquí es diversidad. Verás, el libre mercado no pone sobre todas las cosas a las empresas, sino que prioriza al consumidor. En el modelo de libre mercado, los consumidores se benefician de tener opciones; pues las empresas se encuentran motivadas (o forzadas) a ofrecer mejores productos porque los consumidores tienen el poder de elegir. Para este modelo, la diversidad es riqueza. Es por esto que se busca regular las llamadas “distorsiones de mercado”, prohibiendo monopolios (en especial los estatales) y otras asimetrías que puedan mover el punto de equilibrio a un lugar subóptimo para la sociedad.

Cuando uno logra entender el libre mercado de esta manera, enfocado en el consumidor, entiende cómo es que es un modelo totalmente compatible con el fortalecimiento del valor de la diversidad – y esto con las luchas progresistas. Regular las distorsiones de mercado a favor de los consumidores es una idea que también se puede extender a la protección de la calidad de la educación universitaria. Así, defender la SUNEDU es un valor no solo progresista, sino de libre mercado. Lo mismo con la defensa de la reforma de transporte, de la reforma política, e incluso con asuntos de salud reproductiva – pues el modelo valora poder otorgar más opciones en la vida de las mujeres también. El enfoque en los consumidores también compatibiliza el modelo con la inversión pública en salud y educación, pues reduce las asimetrías entre consumidores. O, como mínimo, son acciones utilitarias que elevan el poder de consumo de los clientes, y así, la utilidad de las empresas.

Si se entienden las motivaciones reales del libre mercado, el conservadurismo peruano que afrontamos día a día es incompatible con el modelo económico que dicen llevar de bandera.

Sin embargo, el propósito de esta reflexión no es dejar a nadie en ridículo, sino de cuestionar si la bandera que llevan es la del libre mercado, o si es en realidad la del autoritarismo. En especial porque es importante resaltar que el conservadurismo no es una ideología perversa: para que los cambios sean sostenibles se requiere de una profunda reflexión de manera de modular la velocidad en la que se alcanzan; y es en esa discusión dónde se encuentra la riqueza de tener ambos progresistas y conservadores sensatos dirigiendo el país. Pues, nuevamente, la diversidad es riqueza para los que valoramos el libre mercado.

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