A principios de este año, la Policía Nacional del Perú (PNP) designó a la coronel PNP Shirley Asto Vargas como la jefa de la División de Tránsito y Seguridad Vial marcando un hito en la institución, al ser ella la primera mujer en ocupar un cargo de tal envergadura.
Y pese al importante logro que esta designación implica para el proceso de cierre de brechas institucionales, la mayoría todavía persiste.
Del total de aproximadamente 134 000 mil policías en la PNP, solo alrededor de 23 000 son mujeres (entre oficiales y suboficiales) alcanzado un 17 % del total. A nivel de comisarías, podemos ver que este patrón es similar: de los casi 50 000 efectivos que laburan en esas dependencias a nivel nacional, solo cerca del 13 % de este personal consiste de mujeres.
Ahora bien, cabe destacar que las brechas a las que nos referimos no solo se limitan a la disparidad numérica entre hombres y mujeres dentro de la institución. Desde el ingreso de las primeras mujeres policías a la PNP en 1956, muchas veces se han reproducido roles de género en las labores que estas cumplen. Es así que todavía persiste un sentido común colectivo que determina los espacios, papeles y labores concretas que ellas realizan dentro de la institución policial.
Existen determinados espacios y puestos dentro del esquema organizacional de la PNP que han sido históricamente feminizados. Las Oficinas de Participación Ciudadana (OPCs), que existen en cada comisaría a nivel nacional para fortalecer el vínculo entre la ciudadana y la Policía, por ejemplo, son muchas veces espacios ocupados por mujeres suboficiales porque se les atribuye una sensibilidad “femenina” propia del trabajo que “supuestamente” realizan estas dependencias. Lo mismo sucede con la representación del personal policial femenino en las denominadas especialidades funcionales vinculadas a la salud dentro de la PNP, como las auxiliares en enfermería y odontología que ocupan una proporción más equitativa a los efectivos masculinos.
Sin dejar de lado las brechas salariales y laborales, también existen otras brechas que son transversales a la presencia de mujeres en la fuerza laboral, incluyendo la PNP. La denominada “penalidad por maternidad”, término acuñado para referirse a la proporción de trabajadoras que al convertirse en madres inmediatamente dejan sus empleos para cuidar a sus hijos y asumir tareas domésticas alcanza el 40 % en el Perú; esta cifra asciende a un 41 %, para aquellas mujeres trabajadoras que luego de tener su primer hijo no logran reincorporarse a sus labores según un estudio realizado por la Universidad de Princeton y la Escuela de Economía de Londres.
¿Cómo afectan las situaciones descritas arriba la posibilidad de que más mujeres policías mantengan constante su desarrollo profesional, logren ascensos, y así alcancen mayores grados y posiciones dentro de la institución?
Sin duda, la respuesta a esta interrogante tiene múltiples aristas e intersecciones.
Nuestras instituciones son, finalmente, un reflejo de quienes somos. Por lo tanto, no debería extrañarnos entonces que, conforme se vayan solucionando algunos de los puntos mencionados, se hagan más visibles también cambios necesarios en nuestra sociedad.