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5260 enterrados por la pandemia en Cusco. Miles de personas regresaron a sus pueblos desde la ciudad histórica. Durante la primera mitad del 2020, el turismo extranjero y local disminuyó un 72%. El epicentro turístico del Perú fue azotado por el Covid 19, aun se notan rezagos.

Antes de la trágica pandemia, la estación de tren de Ollantaytambo rebalsaba de turistas comprando choclo con queso y tomando mate de coca mientras esperaban. Algunos bastante afectados por la altura.

Por una hora y media te transportan entre un valle de ceja de selva bordeando el rio. Finalmente llegas a Aguas Calientes. Una pequeña ciudad entre enormes montañas es el destino previo a Machu Picchu. Nuestra maravilla del mundo recibió menos de un tercio de visitantes cuando reabrió.

Cuando ves la imponente ciudadela incaica quedas paralizado. Solo puedes observar hasta volver a la realidad. Pero eso no es todo lo que Aguas Calientes tiene para mostrar. Siguiendo las vías de tren, tras un recorrido a pie tan bonito como peligroso, encuentras los Jardines de Mandor.

Túneles
Túneles.

Cuatro kilómetros de túneles que debe uno cruzar en total oscuridad. Los trenes pasando a centímetros del cuerpo apoyado en paredes filudas y mosquitos picando agresivos. Exagero, pero un par de veces pensé en la catástrofe.

Catarata de Mandor
Catarata de Mandor.

Te topas con un centro que contribuye a la preservación de la flora y fauna vulnerable. Los Jardines de Mandor eran un paraíso de exóticas flores e infinidad de mariposas. Al finalizar el recorrido llegas al tesoro del parque, su catarata.

Cusco podría ser la capital del Perú. Encuentras todo en ella. Puedes ir mil veces y siempre habrá algo nuevo. Dos meses de constante aprendizaje, de tomar conciencia y entender un poco más el funcionamiento de mi país. Gracias por todo, Cusco.

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Cusco, Jardines de Manor, Mercado Central San Pedro, Paucartambo, Tipón, Virgen del Carmen

5 y media de la madrugada empieza el tour. Nos acercamos en bus a la laguna Esmeralda para comenzar un trekking de 4 horas a las orillas del lago. Avistamos un zorro salvaje en su hábitat natural. Nosotros solo éramos visitantes en su terreno. Fue increíble. La sensación de ser casi nada frente a la inmensidad colosal de los bosques iba aumentando cada vez más.

Al terminar la caminata te das cuenta de que estás mucho más agotado de lo que creías. La imponente belleza te hace olvidar cualquier fatiga o esfuerzo físico. Llegamos a unas carpas donde nos sirvieron deliciosas lentejas calientes con queso para recuperar energías y continuar con la segunda parte del tour.

Seguimos desde una de las desembocaduras del lago para avanzar en bote. Antiguamente los Tehuelches eran un pueblo indígena que vivía en extremas condiciones y se transportaba en balsas para cazar, al igual que estábamos haciendo nosotros, solo que sin el equipamiento. Los que avistaron la comunidad por primera vez les llamaron Patagones, que viene de pies grandes, y de ahí nace el nombre Patagonia.

La primera parte fue ligera por la ayuda de la corriente, pero se dificultó en la parte más hermosa del recorrido. Entre cerros nevados y bosques de gran altura se mezclaba el rio con la entrada del mar. El bote se movía por las olas y tenías que remar con más fuerza. El agua ahora era salada y a lo lejos podías ver la inmensidad del océano. Superamos esa parte y nos bajamos en una pequeña orilla. “Kilómetro 0 de la panamericana” al costado de un cartel que decía “las Malvinas son argentinas”. No podía creer dónde estaba. Era el inicio de la carretera que se prolonga hasta Alaska.

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El último día visité en barco el canal Beagle, nombrado en honor a la nave en la que Fitz Roy y Charles Darwin hicieron sus exploraciones. Hice el recorrido en la parte externa del barco para sentir la brisa helada mezclada con el olor de mis cigarros.

De suerte pude ver un ave enorme parada en una peña. Era un cóndor en el mar. Abrió las alas y voló hacia las montañas. Entendí por qué era un animal divino en mi país, me quedé viéndolo con las alas abiertas en todo su esplendor. Definitivamente, es un animal legendario. Sentía que había presenciado a una bestia mítica. Sentía su presencia incluso cuando ya se había camuflado en las montañas.

Canal Beagle
Canal Beagle

Al regresar al puerto bajamos al costado de dos barcos grandes equipados para viajar a la Antártida. Uno de ellos lucía una bandera roja con blanco, me acerqué y el viento dejó ver nuestro escudo en la bandera.

Me emocioné al borde de las lágrimas. Estaba mi bandera en el fin del mundo. Existe una sensación afable en presenciar parte de tu nación cuando migras a otra. Me sentía abrazado por mi familia, recuerdos de jugar fútbol con mi hermano en las calles, sentía que estaba caminando con mis perros al lado, protegido y acompañado. No importaba que estuviese en la ciudad más al sur del planeta.

Es difícil de explicar. Por más que uno no sea nacionalista y sea crítico con la situación de su país, es inevitable no querer tu patria, no extrañarla y desear que le pase lo mejor en tiempos que parece imposible. La emoción me acompañó hasta el aeropuerto donde llamé a mis padres, como un niño, para contarles mis aventuras.

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Argentina, El Calafate, Patagonia

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¿Cómo no existe un Messi peruano? Siempre nos preguntábamos entre bromas y cervezas luego de los partidos de eliminatorias. Tal vez lo hay, lamentablemente no existe el apoyo necesario de nuestro país a sus propios deportistas. Ni existe el empeño por descubrir nuevos talentos. Siempre imagino cuántos genios fueron y son enterrados en el caos peruano.

La supremacía de Lionel Messi no solo se ve reflejada en sus récords y trofeos. Es el mejor en un deporte jugado por hombres y mujeres de todas las edades en todos los rincones del mundo, con balón, latas o botellas. Ante la satisfacción de meter gol, casi cualquier cosa puede convertirse en pelota. Su grandeza rebasó su propia nación y en el mundial del año pasado todos querían que gane él, lo logró. Hacer feliz a casi todos los niños del mundo es su mayor logro. Como Oliver Atom, en los Supercampeones, Leo Messi parece ser amigo del balón.

En el mundial de Qatar, yo y mi camiseta peruana fuimos la cábala de un grupo de gente maravillosa. Fanáticos irremediables y cariñosos. Vi todos los partidos con ellos. Me convertí en uno más.

La agria despedida de Perú al mundial se vio recompensada con la hinchada del país de Messi. Tuve la suerte de crecer viéndolo jugar, desde sus inicios en el Barcelona. Su timidez fuera de la cancha y la dominancia adentro de ella enamoraron al mundo. Es un ejemplo a seguir, contrario al polémico Maradona, y hechiza de motivación a todo a quien que lo vea jugar.

El 18 de diciembre cambió mi visión del fútbol. La final del mundo la sentí como si jugara Perú. Gol de Messi, Gol de Di María. Siento que está siendo muy fácil -me dice un amigo afónico por los gritos que yo también compartí. Anunció un segundo tiempo mortal. La ansiedad llegaba a niveles altísimos. Francia empató durante el segundo tiempo. Ya no me quedaban uñas que morder. Tiempo extra, segundo gol de Messi, a pocos minutos de la victoria Mbappé marcó por tercera vez y vuelve a igualar el resultado. Ya ninguna silla estaba siendo usada.

En los penales ya estaba loco. Cada gol y cada atajada de un Dibu Martínez mágicamente demencial que se volvió héroe tras salvar a Argentina de la derrota sobre el final del partido. Generaban gritos que ya dolían, pero estaban fuera de mi control.

Gonzalo Montiel, un joven aún desconocido, caminó cargando el peso de toda una nación y más. Como un guerrero que está yendo pelear. ¡GOL! Se escuchó en toda la ciudad, el edificio parecía temblar, los llantos de algarabía se te impregnaban. Messi arrodillado ante la victoria fue una imagen que no podré olvidar jamás. Los fernets y el júbilo nos acompañaban mientras vimos la premiación. En el edificio del frente había un hombre sin polo, con medio cuerpo afuera de la ventana dándole vueltas a la camiseta.

Obelisco Copa del Mundo
Obelisco Copa del Mundo.

Llenamos un cooler de hielo y cervezas. Un amigo me regaló su camiseta de Argentina, me la puse en la frente y armonizaba perfecto con la blanquirroja en mi pecho. Aun la guardo con cariño. Rodeados de millones de personas a metros del Obelisco en la 9 de mayo. Caía espuma y agua por todos lados.

El país se transformó en el carnaval más grande de todos. La gente trepada encima de las estaciones de buses y semáforos. Fue inevitable no llorar ante tanta felicidad. Ese día no dormí. Nunca había sonreído tanto, la mantuve durante semanas. Grande Messi, grande Argentina y un enorme gracias a los campeones del mundo.

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Las ventanas de 30 centímetros pintadas para que no entre luz. Vigilancia constante para que no hablen. Con vendas en los ojos. Echados en un colchón, esposados de pies y manos, convivían con las torturas en los cuartos adjuntos y el sonido del trabajo forzado. Las torturas tenían nombre y los detenidos, números. Aparte de los golpes estaba el “submarino”: te sumergían en un balde hasta casi ahogarte. También, “la picana eléctrica”, con la que te amarraban al metal de una cama sin colchón y te sometían con descargas eléctricas de distintas magnitudes para que el dolor aumente.

Cuarto de partos
Cuarto de partos

El horror creció cuando en un cuarto enano había en el piso había una pregunta: “¿Cómo era posible que en este lugar nacieran chicos?”, parte de un testimonio. 34 bebés nacieron en la ESMA, las detenidas embarazadas desaparecieron y los recién nacidos, sin madre, eran entregados a apropiadores. Imaginar a una mujer cuyo embarazo se desarrolló entre torturas y condiciones de vida extremas; y, encima, que dé a luz para nunca más ver a su hijo o hija, fue espeluznante. Jamás había sentido algo así. Bajé las escaleras con las piernas un poco temblorosas y salí del “Casino”.

 

Nunca más volveré a ver Argentina del mismo modo; nunca más veré igual a la iglesia católica argentina que le dio la mano a la dictadura; mi entendimiento sobre la maternidad jamás será el mismo. Esa es la importancia de estos potentes hechos que deben ser expuestos a la sociedad. En mi país, Renovación Popular que maneja el municipio de la capital, a través de un secretario distrital, ha cerrado el museo del Lugar de la Memoria (LUM), entre una chanchedad de clausuras.

El LUM debe regresar y de manera feroz. Una visita debe impregnar el terror del conflicto armado interno que sufrieron los peruanos, mostrando crudamente lo que fue. Quitarse los guantes de seda ante ambos bandos. Tiene que ser un antes y un después. Se requiere una arremetida urgente contra la amnesia colectiva, en la que los conservadores están como chanchos en el lodo. Renovación Popular está colocando un cilicio sobre la población y aparenta ajustarlo cada vez más. Este domingo no renace nadie, mueren identidades.

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ESMA, LUM, Memoria

“Londres es encantadora. Salgo y es como si de pronto apareciese una alfombra mágica sobre la que me siento transportada al seno de la belleza sin levantar un dedo”- Virginia Woolf

Puedes deambular entre las eras egipcias y romanas. Múltiples calles y antiguos pubs te tientan a lo desconocido con sus llamativos nombres. Puedes pensar en Sherlock Holmes escuchando “Anarchy in the UK” de los Sex Pistols; y revivir a Bob Marley cantando con los Rolling Stones. Es una ciudad donde ocurre todo y al mismo tiempo. Se expone sola. Por más que posea una gran máscara monárquica, ésta se va descarando a cada paso. La alfombra mágica de Virginia Woolf te recoge sí o sí, y con rapidez.

Terminadas mis visitas museológicas. West End, un distrito teatral que compite con Broadway por la calidad y recaudación económica de las obras en escena, fue mi siguiente parada. Luego de cenar el famoso “fish and chips” que sabe a aire, pero sigue siendo rico, voy entrando en modo dramatúrgico. Me acordé del meme sobre los ingleses que siguen comiendo como si estuvieran en guerra, lo cual debo desmentir porque hay abundancia en la variedad de comidas y restaurantes extraordinarios.

En el 2007 la venta de boletos en West End superó los 13 millones de boletos y el consumo ha ido en aumento. El primer teatro público de Londres, llamado solo The Theatre, fue construido en 1576 y el primero del distrito de los espectáculos, el Teatro Royal, en 1663. Luego otras casas de drama se le fueron sumando a los alrededores. Se convirtió en Theatreland, como ahora le llaman a esta zona que abarca más de 40 teatros.

Entrando al Her Majesty, que comenzó dándole vida a las obras de Shakespeare, desde su inauguración en 1705, ahora es hogar de El Fantasma de la Ópera. Lo ha sido, ininterrumpidamente, desde hace 37 años. El clásico de Andrew Lloyd Webber ya ha anunciado su inminente retiro de los escenarios. De este modo, mi noche comenzó llena de melancolía por el Ángel de la Música y su aprendiz Christine Daaé, que están acompañados por una puesta en escena tan asombrosa que te hace sentir el calor del famoso incendio.

¡Mind the gap! Bajo en Whitechappel para encontrarme con un amigo. Caminamos en dirección a mi hospedaje buscando algún bar. Nada como terminar un gran día con las famosas “pints” de cerveza, acompañado, en algún histórico pub.

Existe la teoría de que nuestro peruanismo “huachafo” viene del nombre Whitechappel, un distrito textil que surge durante la revolución industrial. Se llenó de personas que ostentaban exageradamente su buena economía e intentaban imitar la moda de la élite inglesa y fueron conocidos como los “whitechaps”. Luego de que los ferrocarriles peruanos fueran cedidos a Gran Bretaña hubo varios inmigrantes “chaps”. Finalmente, el lenguaje hizo lo suyo y nace “huachafo”. Ojo, que es una teoría de varias.

Caminamos entre las mismas calles donde acechaba Jack el Destripador oculto en la famosa neblina londinense que inspiró a mentes brillantes y oscuras para crear a Frankenstein o a Dr Jekyll y Mr Hyde. El ideal del Londres industrial nace de una época en que el olor del Támesis era insoportable por los químicos, y las fábricas de calefacción congelaban una niebla verdosa a la altura de las calles.

Ahora, ya disipada, se deja ver el lado tétrico que todo gran pilar mundial contiene. La locura te susurra en las cuadras y esquinas, esquivando a personas acostadas abrigándose con cartón en el piso helado. Lo más chocante es cómo son fantasmas para los demás. Es algo normal en una gran ciudad. Entramos a un bar brevemente y salimos luego de presenciar un robo, los ladrones de bolsillo abundan y se camuflan entre caminantes y clientes.

Entre las tinieblas, llegamos a un edificio diferente con el nombre de Blind Beggar, “mendigo ciego”. Comienzan las rondas de cerveza y la charla se extiende. Entre jarras chocando, decidimos buscar la historia de aquella acogedora cantina.

Encontramos que de una balada nace. Henry de Montfort, un noble empobrecido, tras perder la vista en la guerra es asistido por una enfermera con la que tiene una hija. Él fue el Mendigo Ciego de Bethnal Green que frecuentaba las encrucijadas de la avenida y se volvió leyenda. También, un tiroteo entre gángsters de los 50s ocurrió dentro del bar, el asesinato cometido llevó a Ronnie Kray, el líder de la mafia del East End, tras las rejas.

En este saltarín de mundos: ¡Ten en mente la brecha!

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Londres
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