[MIGRANTE AL PASO] La ciudad del pecado, como dice mi abuela. La última vez que vine a Las Vegas tenía 12 años y los espectáculos fueron impresionantes. Ahora ya me dejan entrar a los casinos, no me encanta apostar, pero ir con mi abuela y mi tío es divertido. Ves de todo. La gente pierde el control. Por más que esta ciudad representa cosas que generalmente diría que no me gustan como la extravagancia, la fiesta y el despilfarro, mentiría si dijera que no la he pasado bien. Por no decir increíble. Todo está hecho para que te sientas bien. Vivir como santo termina aburriendo y no tiene nada de gratificante.
Después de instalarme en el hotel salí a caminar hacia un dispensario de marihuana. No fumaba hace tiempo y valía la pena conocer estos lugares legales acá. Parecía un mall solo para eso. Desde restaurantes y gaseosas a la planta en sí. Es el paraíso de los fumones. Yo creo que debería ser así en todo el mundo. Al volverlo legal combaten el narcotráfico, generan ingresos y está todo regulado. Es mejor que dejarlo descontrolado. Aparte, comparado con sustancias legales es menos dañino y adictivo, como el alcohol. Igual depende de la persona, a mí en lo personal no me hace bien, pero de vez en cuando no pasa nada. Regresando me acordé que de chico un señor se nos acercó para decirnos que los ojos se le saltaban por el calor y el clima seco. Es una ciudad en mitad del desierto. Ahora estábamos a 42 grados.
Les di el encuentro en el casino y después del calor intenso, lo que había fumado y el alboroto del casino sentía que estaba en otro planeta. Entre mi abuela que conversaba con la máquina, diciéndole «que sea considerada», y un chino desquiciado que golpeaba los botones compulsivamente me comencé a marear. Con las justas sabía mi nombre. La gente grita, hay demasiado movimiento y las personas hacen lo que les da la gana. Me tomé una coca cola y me fui a dormir. Los hoteles son de lujo. Ves tiendas Cartier, McLaren, Balenciaga y otras marcas carísimas adentro. Todos los grandes tienen casino menos la torre de Trump que es espantosa. El cuarto tenía vista a todo el desierto y la cama era espectacular. Parecía que estabas flotando mientras dormías. No me quería despertar en las mañanas de lo cómodo que estaba.
Los hoteles suelen estar ambientados con algún tema. Pueden ser ciudades conocidas del mundo, circos o teatros. En algunos simulan lluvia que cae del techo. Son inmensos, cada uno es como un pueblo pequeño. Los más grandes tienen hasta 4 mil habitaciones. Dicen que durante la pandemia parecía una ciudad fantasma, todo cerrado y si le quitas los turistas pierdes un gran porcentaje de la gente. La ciudad fue construida para turistas y todo gira alrededor de ellos.
Visitamos The Sphere, una esfera gigante con pantallas que proyectan lo que quieran. Yo vi la luna y un minion que hacía muecas. Es alucinante. De verdad parece real. Ver al pequeño villano amarillo burlándose de la ciudad fue genial. Cuando entras al auditorio ves la pantalla, la más grande del mundo, que parece que se te va a caer encima. Los asientos eran demasiado empinados para mi abuela así que lo vimos de arriba. Viajar con alguien mayor es lo mejor porque pasas rapidísimo a donde vayas y te atienden mejor. Acá nos llevaron por un lugar donde nadie tenía acceso.
El show es una película con una resolución en 18K, los mejores televisores llegan a 5 o 6. «A postcard from Earth» se llama el documental y te muestran lugares reales impresionantes. Todo filmado con cámaras especiales. Parece que estas metido en la pantalla o volando. Aparte, cuando muestran escenas de viento, no sé cómo hacen, pero lo crean, hasta sientes frio. Es impresionante y entiendes por qué costó 2.6 billones de dólares en construir. Probablemente en el futuro cada gran ciudad va a tener su propia esfera.
El ultimo día fuimos a un nuevo espectáculo, lo anunciaban por todos lados, hasta en el aeropuerto. Se llamaba Awakening. El teatro en si es de mayor nivel que cualquier otro que haya ido, incluyendo los de Broadway y Londres. Cada asiento tenía su propio sonido y el escenario era una locura. Se podía dividir, subir y bajar de cualquier forma posible. La escenografía, los trajes, las máscaras y los bailes te dejaban sin palabras. Estaba construido para una experiencia inmersiva al cien por ciento. La música electrónica a todo volumen y las luces te hacen olvidarte de todo a la fuerza. Lamentablemente tuvimos que salir a la mitad por una emergencia médica y conocí la otra cara de la ciudad.
Fuimos al hospital Sunrise y mientras esperábamos vimos de todo. Obligamos a mi abuela a que se ponga mascarilla porque nunca se sabe en estos lugares, pueden ser foco de cualquier cosa. Al final por lo que veía yo también me puse. Los homeless encuentran refugio del calor en estos lugares y me parece bien, a esas temperaturas pueden morirse si no están bien alimentados o hidratados. Pero ves personajes realmente locos. También pueden pedir que les den un poco de comida. Una señora llamando a su hijo porque no sabía dónde estaba ni cómo había llegado ahí; gente borracha y drogada; y, un loquito que se había escapado del cuarto donde lo atendieron que se paseaba entre las sillas solo con su traje de paciente.
Felizmente no pasó nada y solo fue un susto. Igual conocimos ese lado de la ciudad que los turistas no llegan a ver así nomas. Ayuda a tomar perspectiva de que todo lo que ves esconde un mundo oculto y drásticamente menos placentero que lo que se suele pensar de Las Vegas. Es una ciudad de locura desmedida y puede pasar de todo. Es literalmente como las películas. Vale la pena escaparse de la realidad unos días en este lugar. Pero esto puede significar la perdición para muchos que son consumidos por la ciudad misma.