—¿Crees en Dios? – relajado, como quien pregunta qué tal. Mi primo menor con bigote esperaba la respuesta. Parecía que se comía los cigarros. No lo veía hace mucho.

—Pregunta rara, mmm no lo sé, diría que soy ateo, pero a qué te refieres- me rio.

Ojos entrecerrados, me hacía el dormido. Se escuchaban los cortos pasos de mi pequeña abuela. Ahora me toca a mí, pensaba. En nombre del padre, del hijo y del espíritu santo. Sus suaves y heladas manos persignaban mi frente rozándola.  Sentía protección y el calor óptimo para dormir como sobre una nube. Lo imaginaba como una persona gigante y demasiado poderosa, y sobre todo, me cuidaba. Los sueños y deseos determinan nuestra realidad, era fácil sentirme predilecto. Fueron pocas esas noches que nos pasábamos a su casa para pasar la noche. En todas se repitió el rito.

—Supongo que es lo perfecto y, por lo tanto, inalcanzable, no vale la pena ni pensarlo. ¿No crees? —cruzó las piernas mientras me prendo mi primer cigarro. Mi billetera, al frente, guarda una estampa de San Expedito, para la buena suerte. Me lo regalómi abuela, y ahí la guardo. El ateo con santería. Las cosas fueron cambiando con el tiempo, pero diría que mi casa es atea, por lo menos agnóstica, sin embargo, tiene una patrona y es la Virgen de Guadalupe.

—¿Crees que está adentro de todos nosotros? —entusiasmado como reciente estudiante de filosofíaque es.

Aquellos días de CEPREPUCP, donde estudia él, fue bastante gracioso, no sabía si contarle mi secreto. Era demasiado irresponsable en esa época. No sécómo mis padres no me cachetearon. Las primeras semanas me senté atrás, no conversé con nadie y me leí todo El señor de los anillos. Cuando lo terminé, también acabó mi interés para entrar a esas aulas tétricas, con asientos incomodos.

—Sí, es todo, el universo, yo, tú y también la nada, está en todos y a la vez no— recordando la frase de una serie, le contestaba.

Cuando entraba a ese preuniversitario, no pasaban 5 minutos para salir por la puerta que conectaba a la universidad. Me iba donde mi hermano que estaba en la facultad de arte o iba donde algún otro amigo del colegio. Eran momentos en el que me reía de quienes buscaban propósito. Casi se lo digo para romper el tema de dios. Pero mi tío me mata. Nunca terminé en esa universidad, y creo que está bien dejar cosas sin acabar; de vez en cuando.

— Ya cálmate, ja, ja, ja, no te obsesiones ni con dios, ni con la justicia, ni con la verdad —ya había acumulado unas cuantas Coca Colas— Sé libre nomás, no se puede por completo, el límite está en el espacio del otro.

—Yo creo que la libertad está sobrevalorada, solo se puede ser libre si todos llegamos a un consenso y tenemos el mismo ideal de justicia— detrás de su rostro adulto podía notar una infantilidad curiosa, aún tiene 19, inteligente, mantiene esperanzas que yo ya perdí.

—Sería hermoso, pero creo que es imposible, nadie comparte el mismo ideal sobre un mismo concepto —lo decía queriendo estar convencido de lo contrario. Pero en realidad no creo que la justicia exista

—Ahora joven, dígame sus pecados — qué situación más horrible, estaba hablando contra una madera y quién sabe estaba detrás. Mientras pensaba —me peleo con mi hermano, le he mentido a mis padres y digo lisuras como mierda— se me escapó, los dos nos comenzamos a reír. Solo me mandó un Padre Nuestro y un Ave María, por honesto.  Me acerqué al gigantesco cuerpo crucificado, me agaché, cerré los ojos, junté las manos y comencé a pensar en quéjuego de Playstation jugar después. Nunca me aprendí los rezos. Poco a poco fui dejando de creer, inicialmente por imitación a mi padre y luego lo fui racionalizando. Pasá a ser un niño ateo que era problemático con los profesores de religión. —Pero profesora, el vaticano es corrupto— cómo sabes me respondió —me lo dijo mi padre —. Me mandaron a la dirección. Era lindo ser rebelde sin causa. Fue en esa época que remplacé la figura de dios por la de libertad, y dediqué mi devoción a ella.  Después de todo es igual de inalcanzable que todo lo que signifique lo divino.

Francisco Tafur—¿No lo crees posible verdad? — mi primo,mirándome de reojo.

—La verdad que no, en una revolución hay millones de causas, la forma de ver la justicia es infinita, por eso son ideales. Si te basas en que todos llegaremos al mismo concepto, definitivamente me parece imposible. Pero me gusta, qué aburrido sería que todos sigamos al pie de la letra los derechos humanos, lo más cercano a unanimidad sobre eltema; el progreso consiste en romperlos. Pero tienes razón, sería un mundo más pacifico. La diferencia es que yo no creo que todos seamos buenos por naturaleza, todos tenemos algo malo y algo bueno, ahí está el infinito potencial humano —la conversación ya me había capturado. Es difícil pensar lo que no quieres creer.

Regresaba de Londres, y ya había desarrollado cierto desprecio por los sacerdotes, curas o monjas. Una vez nos vimos estancados por una procesión y un amigo un poco loco salió por la ventana a gritar:¡Satanás! ¡Satanás! A manera de juego, pero se pasó de la raya. Igual me maté de risa. Mientras cruzaba la parte de seguridad se me cayó el pasaporte sin darme cuenta. Una mano me coje el hombro: toma. Era un señor vestido de sacerdote. Todo el vuelo pensé en eso. Un cura me salvó el pellejo. Yo los ponía en calidad de políticos, como personas en las que no puedes depositar confianza. Lo sigo pensando, pero fue un golpe a mi norma. No pondría a mis hijos, que no tengo, en manos de ninguno de ellos. Pero es verdad que no todos son unos desadaptados. Es una profesión complicada.

—En fin, no crees qué ya lo estamos creando, a dios—sonrío.

—¿A qué te refieres? Eso no tiene sentido.

Intercambiamos noticias sobre la inteligencia artificial, algún día seremos dirigidos por este ente aun desconocido, la justicia y moral será determinada por eso. La libertad acabará con aplausos de progreso.

—Así es, primero lo pensamos, luego lo teorizamos y ahora, como nuestra inteligencia rebasa nuestra sabiduría, lo estamos creando. Una tecnología que nos supera y tal vez nos ponga en nuestro lugar. Perdamos el título de superiores — mientras lo digorecuerdo matrix y Asimov.

—Felizmente nos dedicamos a pensar, ja, ja, ja.

Cabeza rapada. Una reverencia serena. Mirada directa a los ojos. Ceño fruncido, sin furia. Nada en la mente, pura concentración, solo la impronta de aquellos héroes de infancia. Un pequeño guerrero en túnica blanca. Tres rounds. Golpe recto. Bloqueo impecable y una patada giratoria al estómago. Solo un ligero contacto. Esa es la esencia del arte marcial que alguna vez hice mío. Las medallas doradas colgaban de mi cuello mientras miraba hacia abajo. En la cima del podio. No existe manera que me olvide de ese momento, era la cima de mi destreza. Dentro de todo era violencia, pero manejada correctamente. Es innegable la violencia humana, todos tenemos ese impulso agresivo que muchas veces nos lleva a cometer patanerías. Ese niño no pasaba de 12 años, y tenía más claro que todos somos nuestras decisiones, somos nuestra propia causa y efecto. Eso era lo que me habían enseñado. Los años nublaron esa sabiduría, se perdió toda técnica, toda maniobra, todo control. En ese estado un pequeño desbalance puede desatar una tormenta prepotente. Veintes recientes, un periodo donde parecía imposible no estar en problemas. Sentía que mi propósito era pelear, me gustaba, pero me había alejado demasiado de mis ideales alrededor de la violencia.

Desde los inicios de las artes marciales, sólo se puede masterizar si se tiene control pleno de la mente. Es demasiado fácil ceder a la belicosidad en una situación tan polarizada, liosa y turbia en la que nos encontramos. La coyuntura es un enredo. Se respira abatimiento emocional. Una sociedad ahíta, va a explotar. Siempre ha existido, pero pienso en el combate, ahora de madrugada escuchando Oasis con la emoción totalmente abrigada. En esta paz mi contemplación fue invadida por la idea de la violencia. Hace unas semanas comencé a entrenar nuevamente. Me siento bien, me siento fuerte, ligero, y quiero evitar peleas a toda costa. Volví a experimentar lo que es tener un sensei, el respeto hacia tu maestro y, en estos extraños casos, si quieres aprender, su palabra importa más que la propia. Es un gran amigo, muchos años, dedicó su vida a ser profesor de Muay Thai, enseñar artes marciales me parece de las profesiones más respetables. Enseñan un camino de paz mediante el control del daño. Saber herir y ser herido te permiten maniobrar con tus impulsos. Dentro de la clase es mi superior, fuera somos amigos iguales. No ha pasado mucho tiempo, pero siento el apaciguamiento y la autoridad de mi mirada reestablecida. 

Una mano femenina apoyaba una botella helada de vodka sobre mi ojo izquierdo, no recuerdo quien era. Esa etapa juvenil y salvaje hay demasiado olvidado. De quienes son esos rostros monstruosos, porque están encima. Tranquilo, tu mano no tiene nada, escuchaba a alguien decir. Me tiemblan las piernas. Lentes perdidos. Solo siluetas vibrantes. Embriagado. Me empujaron por las escaleras, uno lo traje conmigo. Un nudillo explotó. Ya no sabía ni qué hora era, solo quería dormir, estaba exhausto y, sobre todo, asustado. Así fue una noche escandalosa y decisiva por ahí en un antro de Barranco, ya pasó mucho tiempo. Mi última pelea. Desde el instante que abrí los ojos, al día siguiente, se marcó por mucho tiempo una estampa despersonalizada. Había cruzado una línea que no debo cruzar jamás, 1.80 metros. Quién sabe el daño que le pude haber hecho a alguien si no era el piso lo que recibía el golpe. Temía por mi integridad. Fue duro retomar los límites. El miedo a mí mismo predominó prolongadamente, se reflejaba en otras cosas. Ahora ya soy más adulto y esperó no verme en ese estado desmedido de nuevo. No me arrepiento, un puñete en la cara te enseña que no eres de cristal, pero, por favor, nunca más.

Francisco Tafur

Hace unos días me tome unas cervezas en La Noche de Barranco y fue inevitable pensar en el viral momento en que insultaron, botaron e incluso le tiraron un vaso de vidrio a la congresista Patricia Chirinos, que tuvo que irse. Entiendo el desprecio, incluso los reclamos verbales que para mí ya son un poco pasados de la raya. Pero cuando hay tumulto es fácil ponerte violento y arremeter contra lo que sea. Puedo asegurar que la mitad de la gente que pifiaba no sabía ni quién era la señora. Veía el chop de cerveza y pensaba que si eso le cae en la cabeza a alguien le puede hacer daño severo. En fin, se comportaron casi al mismo nivel que la resistencia que tanto odiamos. Todos parecen estar esperando la más mínima chispa para encenderse. Todo esto sería evitable si se conociera la propia capacidad de violencia, hay mucha gente con miopía introspectiva. No me excluyo, pero ahora que he vuelto a entrenar deportes de contacto tengo la visión un poco más clara. En mi opinión debería ser materia escolar un arte marcial, dentro de educación física o algo por el estilo. 

Ya es hora de darnos cuenta de que cada uno se debe enfocar en lo suyo y no meterse con los demás. Dejar de alimentar las fobias por lo que no se entiende. De lo contrario el mundo solo va a ir cuesta abajo. He experimentado las dos caras de la moneda. El control y el descontrol. El primero es mucho más efectivo, pragmático y pacifico. El mundo está lleno de vocaciones, la mía probablemente sea escribir. Hay personas que nacieron para pelear y es ahí donde encuentran las ganas de vivir. Felizmente, en la actualidad, hay múltiples medios para seguir esa vocación sin hacerle daño a nadie, todo de manera deportiva. Es distinto un ojo morado en la calle que uno por hacer sparring. Tal vez, al final de todo, la paz está en el mismo espectro que la violencia y es fundamental explorarlo. Siempre es el último recurso, sólo para situaciones que no suelen ocurrir ni en una vida entera. 

[Migrante al paso] Niños saltando, riendo, todos maniacos alrededor de una cabeza de jabalí. Clavada en una estaca, ensangrentado, podrida, cada vez atrayendo más moscas. Ese libro fue el que me recibió al entrar al mundo de la lectura. Esos pequeños atrapados en una isla, sin rastro de autoridad, y su comportamiento, representaban a lo que sería un mundo sin estado o gobierno. A pesar de que se estableció uno con jerarquía de fuerza y locura.  Poniendo al pobre Piggy y Ralph como los outsiders y perseguidos en la etapa final, sin embargo, nunca enfocan la capacidad de rebeldía que se requiere para eso. Era parte del plan lector de primero de secundaria. Nunca me voy a olvidar, sin embargo, desde ese momento la interpretación del libro de William Golding ha ido mutando. Qué tan cercana es la organización de poder del libro al de la vida real, en teoría controlada y ordenada. Últimamente solo veo caos por todos lados. Tal vez más que de una lección se trataba de un reflejo. Entre el consenso en cuanto a la interpretación suele estar muy alejado de lo que la historia realmente significa. Es como una paradoja que pone al límite nuestro lenguaje y damos cuenta del límite de nuestro pensamiento actual. Algo así sucede con el mensaje de una ficción. En fin, en ese momento épico en que cerré el libro por última vez, hace muchos años, mi indagación por la rebeldía aumentó. 

El mito de Ícaro. Qué pasa si no te quieren decir que no vueles muy cerca al sol porque te vas a quemar, qué pasa si de verdad es vuela y anda cuesta arriba hasta que colapses. Hay muchos Ícaros en la historia y no todos son malos, diría que, al contrario. Sin embargo, el consenso es de fábula, te da la lección. No vueles alto. Me gusta más la otra. Vivir al límite hasta que tus alas se derritan. Un rebelde es el personaje mitológico, desafió el cielo hasta no poder más, sin seguir lo que decían las multitudes. Lo accidental, lo que se sale de la norma, lo que contrarresta a la hipótesis. Ahí se encuentra la verdadera disidencia, en no seguir a nadie. Desde ese punto de vista, una rebelión no está formada por rebeldes, son otros más del montón. Ahí nace mi creencia de que unos pocos pueden generar más cambio que masas de personas. Pero qué tanto se puede estirar este hilo antes de romperse. El extremo sería que el más rebelde es quien se retira de la sociedad y avanza por el exterior. De repente el rebelde pierde su esencia cuando tiene una causa. Si hay muchos en la misma corriente, tal vez algo estoy haciendo mal. Las tendencias te ciegan dando por seguro que te abren la mente. Son movimientos hipócritas. 

Jesús era un rebelde. Buda también. Sin embargo, probablemente sus seguidores no tanto. En Siddhartha de Hermann Hesse, quien luego llegaría a la iluminación, se negó a seguir los entrenamientos ascéticos, le dijo a Buda directamente que no lo iba a seguir, le costó separarse de su amigo, y se hundía en los lugares más oscuros de la humanidad. Qué sería de la literatura sin estos personajes contrariados. Qué aburrida la historia de alguien que sólo se deja llevar, como una piedra hundiéndose en el océano. Sin lucha ni conflicto; con un camino predeterminado, amargadamente aceptado. Prefiero tener una vida un poco más desadaptada, donde siempre está la duda sobre el límite moral. Este límite es tal vez el más grande que tiene la humanidad, si rompes una regla, sientes cómo la culpa te inunda y te trae abajo. Muchas veces innecesariamente. Porque no dar el 100 por ciento o más, quién dice que no se puede ir hasta el 120 o 150. Finalmente, quien puso las reglas acaso es un maestro divino que puede hechizar a todos dentro de un mismo flujo. Es imposible, pero la presión y el qué dirán pesan mucho en esta época. La gente tiene miedo de poner los pies sobre la mesa. Periodistas que le cedieron la tutela a su público, por todos lados. Abogados que defienden violadores porque es lo que dice la ley. El desfase está clarísimo.  La ley siempre avanza más lento. 

Todos tenemos una temporada nietzscheana, obsesionados con Así habló Zaratustra, por más de no entender casi nada. Me incluyo. Es prácticamente un manual para liberarte por completo de las ataduras mundanas basado en la no doctrina, sin embargo, si la sigues o siguen muchos, pierde su capacidad única y recae justamente en lo que niega en un inicio. Me pregunto si será posible vivir sin seguir nada, no lo creo, pero sí te puedes aproximar. No sé cómo, pero lo creo posible. Cuando estudié a los filósofos contractualistas, me preguntaba qué tan distanciado está el pacto social inicial al actual, y qué tanto se ha adaptado. En teoría, Hobbes, Rousseau, Locke y demás remontan el momento del contrato, bajo condiciones distintas, a las primeras interacciones humanas. Estado Natural le llaman, por supuesto son sacadas de la nada y muy generalizadas. Quién sabrá nuestro comportamiento natural antes de cederle parte nuestra a un estado, se lo inventaron por completo. Ya se notan las irregularidades entre la norma y lo que sucede en realidad. Toda la vida me he sentido rebelde, últimamente ya no lo sé. El concepto en sí en estos momentos me parece platónico. Inalcanzable. Pero nos encanta vivir así, por lo menos a algunos. Se vienen tiempos hostiles, pero retadores y posiblemente fructíferos. Cuándo se romperá el hilo que nosotros los supuestos rebeldes queremos romper.  

Tags:

vida

[Migrante al paso] Casi tres años. Regresos esporádicos, navidad y esas cosas. Salvo uno que otro capricho necesario. Los aviones y trenes ya no me causan sorpresa. El goce sícontinúa. La belleza peculiar de las nubes probablemente jamás deje de encantarme, en el sentido literario. Al verlo sientes una quimera emocional entre lo diminuto del individuo y lo infinito de la humanidad. Eres un insecto en mitad del cielo, el progreso te permite volar. He sido mucho tiempo un extranjero, explorando tierras y lenguas desconocidas, planeo serlo con mayor frecuencia. Existe una connotación negativa de lo foráneo, tal vez es así en mi caso debido a ser de una nación producto de la colonización. Ahora mi asociación ha dado un vuelco. Hay algo placentero en implantarte en terreno desconocido. Como un espantapájaros en un campo de maíz. Cada cierto tiempo te encuentras a personas espantapájaros y no como algo malo. Nadie te conoce y no conoces a nadie. Tu propio ser es el único referente de identidad.

Es fácil sentirse ganador arrimándote al equipo campeón. Pero este mundo no está hecho de clubes de fútbol. En el primer recorrido de una calle sólo puedes arrimarte hacia adentro, es lógicamente imposible, pero me gusta. Después de todo, en ese momento, tus pensamientos son lo único que conoces. En tu mente tienes que sentir confianza maradoniana y la calma para sentirte natural del lugar, por más que no sepas ni que hay más allá de la esquina. Por ahí camina un espantapájaros que no quiere camuflarse, orgulloso de ser ciudadano de la nada. Todo te agarra por sorpresa; están todas las señales, solo tienes que saltar donde va a caer el rayo. Nosotros, hombres de paja, estamos hechos de material sensible. Sientes que te prendes en llamas. Todos los sentidos se encienden. Caminas con el ritmo del beat de cada estimulo. Electrizante. Todas las neuronas del sistema nervioso fluyendo a gran velocidad. Pura sinapsis.

Amsterdam. Sin año. Saliendo de un coffee shop, preparado para un paseo inmersivo entre canales y calles angostas. Cuidado con las bicicletas. Después que casi me atropellen, paré en una bodega, agitando mi casaca negra, eufórico y con audífonos. La chica tatuada me dijo: buen estilo, mientras me daba la bolsa. Ya tenía a mis acompañantes más leales, cigarros y coca cola. Un par de sonrisas y un rostro más que nunca más veré. Metro a metro la ciudad se apagó. Ya era de madrugada, pero estaba en una de mis noches de insomnio, una de las buenas. Los locales cerrados. Me senté al borde de un canal y uní la silueta del espantapájaros al reflejo de los pequeños edificios antiguos, esta vez con el pelo largo y alborotado. No tienes por qué voltear. Nadie te llama.

¡Ves esta rama rota!, me dice Jack emocionado, tratando de explicarme que por ahí había pasado un conejo. Un viejo que vive tranquilo, sólo le gusta el golf y caminar por el bosque. Tenía la paciencia en sus venas. Me quedaba en su casa, con su esposa y otro chico noruego. 2 meses en Kelowna. Un pueblo remoto en mitad de los bosques canadienses. ¿Qué hacía ahí a los 17?, pregúntenle a mi madre. Y no se preocupen, no tienen por qué saber que es Kelowna, no la conocen ni sus pobladores.

Esta vez ahí estaba el espantapájaros, supuestamente debería ser estático, pero andaba por ahí caminando entre robles, pinos y algo inesperado. Supuestamente debía ir a un instituto escolar. En una de las aburridas sesiones de golf, le propuse al viejo Jack limpiar el segundo piso de la casa a cambio de que me den la libertad de hacer lo que me la gana. Su bigote blanco parecía que se le iba a salir de la risa. Finalmente, aceptó. Es así como me vi envuelto en sus excursiones boscosas. Esas sí eran divertidas. Era un gran maestro, con una familia excelente, sabio, progresista para su edad, pero había un problema. En cuestión a excursiones era el peor. Yo le ponía toda mi confianza, pero a 30 metros, un oso marrón caminaba campante. Congelado es poco comparado a como estaba. Soy un chico Discovery Chanel, sabía que si estábamos en su territorio era mejor rendirse ante la muerte. Estaba entre escaparme o ahorcar al anciano. Fue aterrador y majestuoso, estábamos en manos de la naturaleza al cien por ciento. Conejo, me dijo, casi hace que nos mate un oso. Pobre espantapájaros.

Ya en mi ciudad, yendo a visitar mis amigos, no recuerdo el camino. Solo llegué a sus casas por instinto. Como si hubiera perdido la capacidad de pertenecer. Así estuve las primeras semanas. Ya no recordaba las calles ni las personas de siempre. Un extranjero en su propia ciudad. Poco a poco las estacas de madera se transformaban en una estructura ósea y mi interior hecho de paja se convertía en carne y órganos. El espantapájaros se transformó en humano nuevamente. Otra vez uno más del montón, no sabía cómo comportarme. Desconocía en qué trinchera acurrucarme. Sin poder distinguir si era la soledad de siempre o mi propia transformación me obligaba a estar solo. Tal vez todos los viajeros somos huérfanos de nación y territorio. Pero no es así, quiero demasiado a mi país cayéndose a pedazos. Cuando pasas mucho tiempo apreciando el exterior te olvidas de que en algún momento tienes que quererte nuevamente. Al final todos mueren solos, pero prefiero enfocarme en la vida. Recién hace unos días, mientras escribía lo recordé. Quiero vivir acompañado, rodeado de gente que quiero y admiro, no abandonado por mi propio idealismo. Quiero vivir libre como un espantapájaros ambulante, pero la libertad es poderosa y solo quiero encontrar la manera de que ésta no excluya el vivir rodeado de otras personas. A pesar de todo, vuelvo a partir en un mes y esta vez quiero que mi regreso sea acogedor sin sentirme rechazado.

Tags:

vida

[Migrante al paso] A tres cuadras de mi casa de siempre, entre cuatro paredes aún desconocidas. Me acechan fantasmas, problemas muertos que pensé que ya había dejado atrás. La última vez que me mudé fue a otro país, donde no tenía amigos y los desconocidos no me daban refugio. Quería escapar, volar de mi ciudad y analizarme desde mi propia soledad. Me di cuenta tarde que eso no es posible, por lo menos para mí. Todavía soy un niño, que en este cuerpo de adulto no se puede cuidar ni a sí mismo. Ese lugar que ni después de años pude llamar hogar, viene por mí. Me quiere cazar como a un conejo indefenso. Es verdad que ni en todos los libros y carreras truncadas aprendí tanto como en esa aventura. Gané herramientas, pero ahora dudo que sean las suficientes. Quiero conquistar el mundo, pero no puedo poner mi bandera ni en un pequeño departamento.   Las lágrimas que dejé estampadas en aquel país me acompañan, aunque no las desee. Aun no comprendo como convertirlas en aliadas. Felizmente, el niño encarcelado en este hombre alto y grande sigue siendo engreído. Lo quiere todo y no está acostumbrado a perder. Cuando mi mente se desbalancea, eventualmente saca las garras y colmillos para defender a este gigante descuidado. 

Ahora desde mi ventana veo los árboles viejos que resguardan Pedro de Osma, los mismos que me recibían al regresar del colegio para almorzar junto a mis perros. Estos guardianes de madera viva son sólo espectadores de un molde que no aguanta mis emociones desbordadas. En esta carrera interna siempre quiero que le gane el niño valiente al adulto melancólico. Me acostumbré a superar así mis problemas con el efecto secundario de no conocer el espacio entre los dos, finalmente somos el mismo. Diez años que parecen meses. Siempre con música en los oídos, siempre con libros como barrera, siempre poniendo a los demás sobre mí mismo, ya estoy cansado. Solo es un pequeño paso que tengo que dar, uno que llevo mi vida entera sin dar. Tal vez no quiero aceptar que mis caprichos eran incorrectos. En lo más profundo no sé aceptar una derrota, pero es necesario poder hacerlo, de lo contrario el peso va a ser demasiado. Esta vez quiero que mis paredes sean amigables y pueda protegerme en ellas. 

Francisco Tafur

Fui a comer en la semana con mi tío. Entre carnes que ambos disfrutamos, le decía que sentía que no podía levantarme de mi cama. Que todo el día parecía de noche. Me engañaba a mí mismo haciéndome el fuerte, tontamente, porque la sabiduría con la que estaba conversando me comía de pies a cabeza. Me dijo que fui bendecido con una inteligencia que no escogí y que no tenía por qué deprimirme, después de todo, la vida es mucho más simple de lo que parece y somos nosotros los que la volvemos complicada. No sé si percibieron mi debilidad, pero sin querer, él y su pareja, a quien considero un amigo, me dieron las palabras que necesitaba en ese momento. Pude reírme a carcajadas, unas que llevaba días sin escuchar. No lo veía hace mucho, pero es de esas personas que pueden pasar años y cuando nos veamos la relación se va a mantener igual. Había envejecido ligeramente, siempre fiel a su buen estilo y con la cabeza en alto. Sus ojos mantienen el fuego para quemar el mundo, esa llama que admiraba de niño y lo sigo haciendo.  Me dieron a entender que yo también la poseo, pero no existe fuego sin oxígeno. Si no me permito estos espacios y analizar mis sentimientos eventualmente me voy a apagar. No tiene nada de malo sentirse mal y no hay nada bueno en aparentar estar bien siempre.  Después de tres horas y abrazos de despedida, me subí a mi carro y manejé rockeando por el camino. Resulta que mi estilo descuidado también es único y alto. Después de mucho tiempo el pequeño y el grande se dieron la mano y conversaron: juntos vamos a salir de ésta nos dijimos. 

Las paredes que se estaban llenando de espinas nuevamente se alisaron. Recuperé el pulso y el hambre de más. Quiero viajar de nuevo y comerme el planeta entero. Morder del cuello a todo lo que me acecha para hacerlo mío. Digerirlo. No es un impulso frenético como me ocurre normalmente, ahora tengo que mantener la calma cuesta arriba. Sin correr, la prisa es mi enemiga y el apuro me abruma. Llegó el momento de dar ese pequeño paso. Solo tengo que poner algunos asuntos en orden antes de lanzarme al océano de oportunidades. Calmado para no ahogarme. Es hora de motivar la furia que requiero para vivir sin temblar. En estos momentos que la realidad en el mundo parece distorsionada tengo que poder sonreír mientras camino por sus callejones. Mi deseo egoísta por un mundo donde todos puedan comer hasta llenarse, solo es posible si yo también estoy dentro. Después de todo, eso soy: un soñador. Puedo vivir debajo de un puente y alimentarme de alimañas, pero no puedo vivir sin sueños. Tal vez por eso me encanta dormir, quién sabe. 

No pretendo secar mis lágrimas, no soy un muerto viviente. No planeo borrar mis errores, después de todo son parte de mí. He sido herido y también he hecho daño. Sería un cobarde si no lo acepto. Le pido perdón a quienes lastimé, pero no crean ni por un momento que los perdones que no di me van a detener. Voy a avanzar, aunque eso implique arrastrarme. Tengo dos piernas fuertes para hacerlo. Caminaré, sin despedirme de nadie y sin parar. Ya logré que el pequeño y el gigante se den la mano una vez y planeo que lo vuelvan a hacer muchas veces más. Este es mi camino y no necesito el permiso de nadie para dar pasos por mi sendero. Es una nueva etapa. La única promesa que tengo es hacer de este nuevo hogar una cuna de nuevas ideas y no una cámara de torturas.  

Tags:

vida

[Migrante al paso] No tenemos alas, es obvio, pero a veces me gustaría portarlas, sacudirlas y tomar vuelo. Arriba de todo, sin preocupaciones, con el potente viento alejando mis problemas. De niño, fantaseando con super héroes inventados siempre quise volar. Las aves me generaban admiración, salvo los gallinazos que me daban un poco de asco. Éramos niños, yo y mi hermano, nos habían regalado una honda para jugar tiro al blanco. El aburrimiento en un niño puede ser cruel. Estábamos disparándole a ramas, piedras, cualquier cosa era nuestro objetivo. Frente a nuestra ventana se posó una paloma, común y corriente. Nos miramos y la quisimos usar de blanco. En ese momento entró mi madre y nos dio unos alaridos que jamás olvidaré, y lo agradezco. Desde ese momento me di cuenta de que los animales son sagrados y se les debe proteger. Solo dejarlos ser. Ya se imaginarán cómo nos habrá gritado mi madre, daba miedo cuando se molestaba. Buena lección. 

Lamentablemente, en base a estudios, estos sueños infantiles, como volar, son truncados muy rápido y de manera abrupta. Te cortan las alas. El otro día almorzando con mi familia, conversando con mi mamá, que es una enciclopedia andante, me comentaba sobre un artículo en que las niñas pierden ese anhelo de querer ser rockstars, astronautas, cirujanas, formas de vida similares a los héroes, pierden el anhelo a muy temprana edad comparado con el género masculino. Sentí tristeza porque esto no es una decisión propia de las pequeñas, es el ambiente quien trunca sus aspiraciones. Cuántas mujeres en la historia han sido arrimadas a pesar de haber sido piezas fundamentales. 

Francisco Tafur

Una sociedad, una historia y una cultura que ha minimizado a la mujer por tanto tiempo tiene consecuencias trágicas. Lo peor es que no puedo entender estas problemáticas, van más allá de mí, no he sido mujer, no sé lo que es un parto, no sé lo que es que te acosen diariamente y no sé lo que es que te den menos oportunidades. Lo que más me molesta es que hay mucha gente que no tiene la empatía de dejarlas ser ellas mismas, hacer lo que quieran con sus cuerpos, son suyos y de nadie más, y que luchen por sus oportunidades; es un problema radical y merece medidas radicales. Todos deberíamos ponernos en su lugar y apoyar los movimientos de reivindicación de la mujer. Lamentablemente, la masculinidad frágil abunda y en nuestro país, en exceso. Un país de hombres miedosos, abusivos, insectos que se aprovechan de niñas, un país de violadores. Si fuera por mí, que los amarren a una piedra y los tiren al mar. 

Por este tipo de cosas siempre pienso en las heroínas y héroes. Pienso en la posibilidad de que exista una mujer capaz de volar o un hombre que pueda saltar muy alto. Sería todo mejor. Esta idea del vigilante que se sale de la norma y ley por el bien común es fascinante. Alguien que detenga todas estas salvajadas. De viejo, luego de terminar de conocerme, me gustaría formar un grupo que se encargue del cuidado infantil y con la fiereza que requiere. Donde no quede eslabón suelto. Ni sabandija violadora esté impune. Por ahora es sólo uno de mis sueños, tal vez lo logre. Me falta mucho tiempo de vida y tengo la suerte de que nunca me quitaron la capacidad de volar. Muchos lo ven como inmadurez, otros como libertad, yo sólo me divierto.  Una vez salía con una chica y le dejé de gustar porque le dije que mi sueño era cambiar el mundo, en ese momento lo decía en serio, pero lo tomo como si aun fuera un niño. Fue hace mucho así que efectivamente era más infantil. 

Francisco Tafur

No es por resaltar a las mujeres de mi familia, pero sí que son poderosas. Mi madre es campeona mundial de Karate, bailarina profesional de Flamenco, psicóloga, excelente cantante y no se achica por nada, es una defensora valiente y como madre, la mejor. Mi abuela, de un metro y medio, agarró a carterazos a un ladrón que le quería robar a otra chica, crió a sus hermanas, una enana querida por todos y de la vieja escuela barranquina. Se gana el amor de todos y posee una de las inteligencias más agudas que conozco. Entre ellas intercambian libros como si fueran caramelos. Ellas fueron las superheroínas con las que crecí. Las que mandan. De hecho, mis tías abuelas le dicen la comandante a mi madre. Quiero que todas las mujeres puedan tener ese potencial de vida, esa fiereza, ese frenesí vital, y como dice Mercedes Sosa, que posea la extraña manía de creer en la vida. 

En esa misma comida que comenté, estaba en la pantalla Simon Biles y su equipo antes de su presentación olímpica. Aparte de su estilo genial, y su habilidad pródiga, emana un aura de poder y superación que ya quisiera tener. Hasta me estaba enamorando de la gimnasta de 27 años. Ahora le demuestra al mundo, junto a Beacon, su perro terapeuta, que una mujer puede conquistar el mundo. Ella junto a otras atletas revelaron el abuso de parte de su centro deportivo donde a pesar de las denuncias, los aparatos policiales no hicieron nada. Durante las olimpiadas pasadas, debido a ataques de pánico, tomó la valiente decisión de poner su estado emocional por delante y se retiró. La fuerza que eso demuestra es inimaginable. Ahora volvió y con todo lo que tiene, grandeza. 

Demos nuestro apoyo por el anhelo de un mundo de superheroínas. Es necesario que esta situación ridícula cambie. Que en pleno siglo 21 siga rigiendo una aproximación machista es nefasto. Va en contra del progreso en todo sentido. Hago un pedido que no le cuesta a nadie: solo piensen un poco y se darán cuenta de qué es lo que se debe hacer. 

[Migrante al paso] A oscuras, solo me alumbra la luz de la pantalla y el PlayStation detrás. Audífonos a buen volumen. Queen, un poco de Fito Páez y siempre bastante hip hop, desde Tupac hasta Eminem. Como de costumbre, escribiendo de madrugada. Este momento ambiguo siempre enciende mi hambre por escribir. Lo peculiar, es que mañana me mudo del lugar donde siempre escribí. Ya he vivido en otro país, pero nunca he vivido solo en mi ciudad. Puede ser que ya me toca o sea una nueva aventura, pero aún no puedo escribir sobre qué es una mudanza. En mi cuarto, el mismo de siempre, ahora en la última noche, pienso en las incontables horas viendo una serie, cuya esencia era la voluntad de fuego. Creo que este concepto misterioso fue abrasado por este lugar que siempre será mi hogar.

Cuando le das comida a un hambriento, cuando ayudas a un niño, alegrándote de las mejoras ajenas, al no rendirte sin importar que digan lo contrario, cuando coqueteas con la muerte para superarte a ti mismo; ahí está la voluntad de fuego. Este elemento tan maleable y etéreo, es lo contrario a una voluntad rígida que actúa prácticamente siguiendo el imperativo categórico de Kant, que en mi opinión arruinó el sentido ético de la humanidad.  No existe una ley natural que nos indique cómo actuar bien o mal, en mi caso es el inventado concepto de la voluntad de fuego. Uno que cuando se está apagando lo puedes cubrir en la desnudez para que se mantenga encendido. 

Francisco Tafur

La mayoría de los veranos los pasaba en el balneario de Cerro Azul, en la casa de un amigo que siempre me comentaba que los Beach Boys mencionan la playa en una canción. Es cierto. Como siempre, bajo la sombrilla, porque me quemo rapidísimo, con el enorme muelle al costado, disfrutando de un campeonato de surfing juvenil. Éramos chicos, teníamos entre 14 y 15 años. Sin que me dé cuenta, mi amigo, el loco valiente, salió disparado con su melena amarillenta. Gritos desde la orilla, un bañista no cumplió la norma primordial del mar y se metió sin saber nadar. Nadie se había dado cuenta, pero él ya estaba cerca, lo calmó abruptamente para poder salvarlo. El pánico es el peor enemigo en esos momentos. Las olas estaban fuertes y los zamaqueaban. Pudo treparlo a su tabla y empujarlo a la orilla desde atrás. Yo no lo podía creer, mi amigo más cercano era un héroe y uno que no se daba cuenta de lo que era. 

Fue la primera vez que conscientemente vi a la vida arder en su máximo esplendor, en un amigo, con la muerte a su costado. Lo hermoso de esto es que es contagioso. Todos tenemos cosas malas, palabras que no pueden borrarse, miedos invencibles y un potencial dañino impresionante; pero hay algo en nuestro núcleo, inconsciente, subconsciente, alma, como quieras llamarlo; un disparador que sólo se prende en algunos. En aquellos que no se dejaron aplastar por el enorme pie de la sociedad cargada de expectativas y formalidades patéticas. Sólo si le dejas de tener miedo a no encajar lo puedes hacer. Un paso adelante de la normativa. En esta zona de distorsión se encuentran mejores respuestas. 

Francisco Tafur 

Francisloco me decía mi abuela, me salía un poco de la cordura, era tímido, pero con ímpetu de destrucción y creación. Me decían, bajo el cristianismo, que tenía ángeles guardianes, en mi caso eran crueles y enemigos de mi doctrina egoísta. Donde deseaba que todos sonrían, coman hasta llenarse y jueguen, suena altruista, pero en el fondo lo quería porque me hace sentir bien. 

Un futbolista extremadamente hábil, un pintor, un desadaptado travieso y un pleitista problemático me vieron y nunca me dieron la espalda. Aceptaron al pequeño perezoso e inteligente que se asustaba de sus propios pasos. No se fijaron en eso, solo querían pasarla bien conmigo y protegernos entre todos. Esa fue la cuna de mi voluntad. Aprendí a ser valiente, calmado, pero a sacar los puños si es necesario. Una voz me decía: levántate niño, juega y pelea hasta con el mundo entero si es necesario. 

Puse mi mano para recibir el impacto de un balín dirigido a un niño sin hogar, fui solo a un lugar donde esperaban pegarme, defendí amigos de profesores abusivos, viajé solo a lugares sublimes, tuve el coraje de mostrar mis lagrimas a mis padres, con mi malhumor jamás bajé la cabeza ante algo que consideraba injusto. Medallas de oro de karate desperdigadas. Dentro de mi cabeza rapada se escondía la mente de un guerrero, uno que defraudé en el futuro y estoy trabajando para compensarlo. El término de voluntad de fuego lo aprendí de Naruto, que fue la mitad de mi mundo durante toda mi adolescencia. Ahora ya soy adulto y puedo entender de manera distinta lo que significa. 

Francisco Tafur

Boté todo el odio y tristeza reprimida, acepté las cobardías que había cometido, grité desde mi ventana en Buenos Aires, que por favor alguien me ayude. Había olvidado que nadie puede solo. Un cazador de aventuras caminaba sin compañía por callejones vacíos, con el dolor y la ira no encontraba camino, sin darle espacio a las dudas. El joven luchador ya quería soltar los guantes. En esa ciudad furiosa y sin amigos cerca encontré de nuevo el detonante de la voluntad de fuego. Me di cuenta de que querer vivir es más fuerte que no tenerle miedo a morir. 

Abandoné este lugar que había transformado en un salón de torturas. Retomé la escritura y actué de la manera que me hace sentir bien. Abracé a un joven que se cortaba, regalé ropa a quienes buscaban abrigo dentro de basureros, reduje mis ideas políticas a lo que son, ilusiones. Fui, solo como de costumbre, a almorzar en algún restaurante de las coloridas calles porteñas, vi que estaban botando a unos niños del lugar. Eran 5, les separé a todos una mesa y les dije que pidan lo que quieran. Cuando los quisieron botar de nuevo dije que yo estoy pagando por ellos, con furia en la mirada. Mi madre me cuenta que cuando me molesto parece que voy a morder. Todos comimos y las risas de aquellos pequeñines me hicieron sentir algo raro. No la típica felicidad, algo había despertado. Recordé de qué estaba hecho. 

Quiero ser el tipo de adulto que admiraba cuando era niño. Alguien que enfrenta el temor y ningún nombre lo hace temblar. Un adulto que comprendió que nuestra única labor sagrada es para el futuro y las personas que vienen después. Me comprometí a explorar el mundo e intentar descifrar la mejor manera para que las generaciones menores estén mejor. Dentro de lo que está a mi alcance. Soy un tipo excéntrico, problemático, amable, confundido y fuerte. Lo único en lo que no se puede fallar es en proteger a los menores, de lo contrario, eres un fracasado y no importa lo que tengas. Solo te vendría bien una cachetada de realidad. 

Tags:

fuego

Se encuentra en lo gratificante de ganar dinero, en salir victorioso de un partidito de futbol, también cuando la razón está de aliada en una discusión; mientras sucede emanamos poder, lo despertamos de nuestra mente y actitud. Volteando la moneda, en ese incómodo instante en que le damos propina a una persona de las calles, se siente un perverso dominio, perverso, pero natural. Al decirle que no a un lavaparabrisas pareces volverte cruel. Ese frenesí maniaco es comparable con el efecto de la cocaína; lamentablemente puedo dar verdad en esa equiparación. Supremacía, altivez, temeridad, mirada soberbia y tono seguro. Eres capaz de todo. Una delirante autopercepción de conquistador bombea por nuestras venas, pero como nos ha puesto en evidencia la historia, esto posee una crueldad cegadora y letal. Una sanguijuela para el apetito de vida. Recordemos a Nerón, quemó Roma por caprichos. 

2019. Alan García se disparó en la cabeza evitando ser capturado. Era alguien megalomaníaco y para ese tipo de personas ser denigrado puede ser peor que la muerte. No había pasado mucho desde que salí del colegio cuando ocurrió, pero lo recuerdo; existían conflictos personales indirectamente y me parece unos de nuestros peores dirigentes. Hace mucho, en la inauguración del Gran Teatro Nacional, entre techos altísimos, joyas, personalidades reconocidas y lujo, lo vi. Era gordo, rojo, y bastante risueño en realidad, eso lo distinguía desde la lejanía. Yo era niño aún. Iba a empezar el musical y me crucé al costado de esta gigantesca sombra, un oso caminaba a menos de un metro. Era el expresidente aprista, su tamaño era imponente y debo aceptar que me sentí minimizado, tenía aura intimidante. Igual aparentaba desdén, de niño los juegos egocéntricos de poder me entretenían. En la aventura heroica en la que vivía como niño, este troll era un adversario que no quería enfrentar. Por primera vez respiré la obsesión del poder.

Francisco Tafur
Alan García mirando, sin mostrar alteración alguna, a decenas de presos. Esta foto es una de las que mejor lo retrata.

Primero o segundo de primaria, los recuerdos infantiles son casi atemporales, rodeado del colorido de un salón infantil, entre pequeñas y balanceables sillas de madera, todos saltábamos jugando. Un amigo, de esos que van quedando en el olvido, me golpeaba en la mandíbula disimuladamente, aguanté tres impactos hasta reaccionar. Flexioné las rodillas para incorporar la postura, espalda recta, puño en la cintura, ojos en el blanco, potencia, rotación perfecta y un medido pero fuerte puñete. La boca del estómago dañada doblega a cualquiera, sin importar la fuerza. La concentración karateka de mi mirada se diluía a cada gesto y lágrima de mi amigo, estaba asustado y entristecido de lo que había hecho, creo que fue la primera vez que usé el poder de manera infantil y violenta. Si aun lo recuerdo tiene que haber sido un hecho importante. Qué tan natural es a nosotros el demostrar poderío. Probablemente sea inherente. En mi inmadura cabeza me sentí grandioso, pero terrible a la vez, como le advierte Olivander a Harry Potter sobre Voldemort, la representación del deterioro por la ambición. 

Investigando uno se lleva sorpresas, el mitológico y temido rey vikingo, Ragnar Lothbrok, acechaba todo Europa ganándose la fama de un demonio para las civilizaciones occidentales. Dice: El poder atrae a los peores y corrompe a los mejores. Requiere sabiduría, vivencias, estudio y una contemplación férrea para poder controlar la ferocidad de ser dominante. Tenía 11 años, en el mall de Caminos del Inca, dentro de un local llamado Gamespot. Mi hermano y yo, junto con los Carrera, otros dos hermanos y amigos desde lo inmemorable, estábamos en este local de cartitas de juego. Nos habían dejado ahí unas horas antes de ser recogidos. Unos manganzones, como mi padre llamó a alguno después, hacían torneos, intercambiaban y tenían álbumes donde guardaban sus piezas más atesoradas. Gordos, pelados, lampiños, pero con la poca barba que tenían, lo dejaban crecer. Ahorita me parecerían insignificantes. En este lugar que olía a deterioro sucedió una de mis mayores lecciones de poder, tienen temple los pocos que flexibilizan el poder. Si es parte nuestro, también debe usarse. 

Francisco Tafur
La carta Magic de 20 dólares que me robé. La ira de Dios

Traviesos, por costumbre existían roles asignados en nuestra dinámica clásica, Nosotros dos, los menores, comenzamos a preguntarle por su álbum. Mientras lo distraían, por un lado, yo sacaba sutilmente La ira de Dios, fue tan traumático que hasta me acuerdo el nombre. Caminé y alejándome, antes de llegar a la puerta escucho un alarido grave dirigido hacia mí. Paralizado se aproximó una pared. 1.80 metros vs 1.20.

—! Oe! Chibolo. No te creas pendejo. Me has robado —solo contenía furia en esos gestos.

—Yo no he sido —levanté los brazos y se cayó la carta. Me puse pálido, mi pandilla me defendió. Éramos muy pequeños.

— ¡Huevón! —Me gritó por última vez, nunca me olvidaré de ese rostro deforme de frustración. Para colmo me banearon, un niño de 11 años prohibido de entrar en un lugar de juegos. Si ya sé que hice mal, pero solo era un pequeño. 

Ahí sentí el lado abusivo del poder, es aplastante, sofocante y ocurre a diario a nuestros alrededores. Claramente en situaciones abismalmente peores a lo que estoy contando. Nos recogieron. Perceptivo, mi padre se dio cuenta de que algo pasaba, llegamos al carro. Lágrimas. ¡¿Qué pasó?!, preguntó fuertemente, no era usual cuando éramos chicos. Cachorro, mi amigo, el astuto, contó lo sucedido. Rodrigo acompáñame, dijo la voz gruesa a mi hermano mayor. 

Francisco Tafur
Afiche soviético colgado en mi baño, la golpiza de los poderosos.

Como toda familia, la mía también tiene sucesos que quedan en el misterio. Yo no lo presencie, pero escuché lo que escuché, fue potente. Cuerpo fuerte, manos grandes, ceño fruncido y movimientos bruscos. Entre gritos atolondrados buscó al barbudo jugador de cartas, mayor de edad. Lo puso en su sitio a la vieja escuela. Enfrentamiento directo. Ahí quedó. Hice mal, pero fue una travesura. Yo hubiera hecho lo mismo, un abuso a alguien cercano rebasa mi límite de paciencia. Ese caso fue un buen manejo del uso de poder. Como comentaría Albert Einstein la combinación entre sabiduría y poder está casi extinta. Sería un reto nombrar a tres con esas características.

En el colegio me sentía invencible. Era bueno en fútbol, peleaba bien, amigo de todos y con un hermano mayor que me protegía junto con toda su banda. Era intocable. Enaltecido y, a veces pleitista, pero si buscaba rivales era en gente más fuerte. A la larga te das cuenta de que quienes buscan poder exterior solo son infantes con cuerpo de adulto. Una vez tenía que sacar un documento de migraciones en Argentina, no lo iba a poder lograr si no fuera por contactos familiares. En la larga fila, «que pase el invitado de»… prefiero no mencionar nombres. Las miradas me apuñalaban en la nuca mientras yo optaba por no ver a nadie. Repulsión y disgusto padecía en ese momento, como advertir el llanto de un perro.

Cuando pensamos en poder, se nos viene a la cabeza el estado o dirigentes, es normal, ellos son los poseedores y aplastadores. De adolescente soñaba con un ciclo de dominancia que no implique opresión, todo quedó en ideas, pero sería hermoso. Hace unos días veía un documental del ascenso de Hitler y todo el preámbulo a la guerra es bastante parecido al panorama actual. Trump y Le Pen aproximándose al poder. Orbán en Hungría. Netanyahu y Hamas. Putin, el nuevo Mefisto. Kenia al borde de la guerra civil. Odio a los inmigrantes y puras mentiras epidemiológicas. Esto es de temer. Cuando menos lo sepamos ya estaremos en un punto de no retorno. No más poder al poder, pero parece inevitable, como una epifanía de caos estruendoso.

Tags:

Poder

[Migrante al paso] La oscuridad. Donde no puedes ver y sólo absorbes sombras. Ahora que transcurro un periodo minado por momentos nostálgicos pienso en esta idea difícil de percibir y tan primitiva como el ser humano. Lo opuesto sería la luz. Son interdependientes. Comparten un vínculo de mayor antigüedad que el universo mismo y jamás se detendrá. La carga de maldad que le hemos dado al concepto es abrumadora. Rust Cole, Matthew McConaughey en la aclamada serie True Detectives, dedican la última estrofa a decir que la batalla siempre es una: la guerra entre la oscuridad y la luz. 

Recuerdo que, en noches oscuras, de pequeños, mi hermano era quien se pasaba a mi cama por miedo, él es mayor. Quien iba por agua en la madrugada, era yo. Me consideró bastante miedoso, pero no cobarde. Curiosamente, lo desconocido siempre me llamó. Recuerdo el cuarto oscuro por donde teníamos que pasar para ir al baño. Era un tramo de prueba y superación espiritual mediante las coqueteadas con lo tenebroso. Esa puerta en, el fondo del pasillo, de una renegrida inconmensurable representaba aprensiones profundas, infantiles y de las hendiduras de nuestra psique. Con la imaginación inocente se podían formar apariencias. Ese portal negruzco, reflejaba en su telón de penumbra lo que de niño es imposible comprender. 

La biblioteca de mi casa contenía magia, conocimiento y era una fuente de tremenda adoración tenebrosa, es particular que el núcleo hogareño de cognición tenga carácter lóbrego. Suelo pensar en eso inusualmente. Evocando a mi época nietzscheana; cuando veía esta oscuridad, máximo 1 metro de altura, pelo largo y ojos que no conocían la derrota; considero que a eso se refería el filósofo al decir que, si miras mucho tiempo dentro del abismo, el abismo también mira dentro de ti. Entre los 5 y 12 años solo pude pararme frente al hoyo negro unos veinte minutos, tal vez exagero.

Francisco Tafur
Marlon Brando como Kurts en Apocalipsis Now, película basada en El corazón de la Tinieblas.

 

Joseph Conrad, que indaga dentro de lo nebuloso en su obra maestra: El corazón de las Tinieblas. Mientras lo leía, lentamente página por página lejos de mi país me cautivó lo analítico y poético de sus temáticas. En ese momento incrementó mi interés:

«Nadie puede escapar de las tinieblas del corazón humano.»

«La guerra es tan oscura como el corazón que la engendra.»

Joseph Conrad. Citas que se dan durante el tenebroso viaje del joven Marlow en busca del perverso y loco Kurts.

Se entiende que la oscuridad es parte de nosotros y probablemente abarque la mayor parte. Como complemento necesario de la claridad, al ser imposible separarlas, si se conocen se entienden muchas cosas de uno mismo, se entiende lo que jamás creíste poder. Está en mi entreverada memoria lo que sentía cuando estaba frente al hueco caja de pandora. Me imaginaba un jabalí colosal que en cualquier momento iba a arremeter contra mí. A veces me alucinaba una figura femenina, alta y con la mirada posada sobre mí. Tal vez lo más potente fue cuando un niño de mí misma silueta y estatura parecía retarme desde su guarida invidente. Pasó de todo, pero nada comprobable. Pocas veces la puerta estaba cerrada y cuando me acercaba temblorosamente al abrirla superando el temor solo vi tinieblas. «Solo aquellos que se adentran en el corazón de las tinieblas comprenden la verdadera naturaleza del hombre», dice el autor mencionado. Y por más peligroso y temerario que sea, estoy de acuerdo. Por más que en el camino nos embosque severidad y probablemente una sin fin. 

Francisco Tafur
Representando al escondite secreto, el mundo detrás de la cortina verdosa.

 

Durante mi primera década de vida. Una calle barranquina llena de buganvillias y sin salida. Solía montar patines en las cercanías de mi casa, como tenía permitido Luego de avanzar media cuadra desde mi casa, hacia el mar te interrumpe una muralla de arbustos frondosos. Justo después de una pequeña pendiente por donde nos deslizábamos en skate. Mas de una vez nos empotramos con la pared verde, a veces tragabas hojas. La pared verde aparentaba ser impenetrable. Con la caña que se saca al vivir en un barrio, encontramos un camino para adentrarnos casi gateando entre espinas y gruesas ramas. Desembocabas en las ruinas de lo que alguna vez fue una casa. Restos de estructuras graffiteadas, un arco, una cama en un hueco al que nunca nos atrevimos a bajar. El paisaje con el mar al frente desde arriba del acantilado era de ensueño. Jugábamos horas ahí. 

Esta morada se volvió una localidad destacada para mi vida. Miles de leyendas e historias de terror sobre el deshabitado y desamparado rincón. Ahí incinerábamos nuestros cuadernos de fin de año. Nunca fuimos de noche, pero compartía el misterio de la penumbra. Se instaló como parte de mi cosmovisión por lo oscuro. Ese spot desapareció de nuestras vidas cuando construyeron un edificio espantoso ahí mismo. Igual como fue mi primer escondite al exterior de mi casa se mantiene reservado dentro mío como un hogar para espíritus interiores. 

Francisco Tafur
La oscuridad enseñándole a un infante

Los niños generan fobia a la oscuridad. Es muy común que un chico pida que apaguen las luces para dormir. Yo creo que en el desarrollo sigue despertando íntegra la oscuridad, tal vez ya deja de ser extraña en algún momento. De repente luego de apagar la luz todo es más deslumbrante. Todos henos sentido cuando vas a un lugar de la casa estando todo apagado y hemos corrido huyendo de fantasmas atolondrados que te persiguen. Es ahí donde viven los espectros. Y algunos focos te protegen Ya más grande al darte cuenta de que no se puede matar la sombra de lo profundo, tienes que vivir con ella.

Esto se transforma, y ahora tanto en pensamientos constantes como abruptos se encuentra lo más primordial de lo desconocido y oscuro. Antes de dormir cuando te posee la melancolía y sientes a la oscuridad entras en un remolino que te succiona lo que te alumbra, como se da en la frustración e irritabilidad. También con la ira y violencia que desencadena nuestra especie. Se siente en la cara cuando algún tipo de humor causado por razones cuestionables. Ahí se saborea y se hace propia la verdadera oscuridad pegajosa de nosotros mismos, nuestro yo. Ahora se puede usar tanto el silencio como lo oscuro para aprender de nuestras conductas. Por eso odiaba el slogan de la PUCP, Et Lux in Tenebris Lucet, la oscuridad debe atravesarse a ciegas. Escribiendo esto solo a luz de vela me doy cuenta de la productividad de lo sombrío 

Tags:

oscuridad
Página 8 de 16 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16
x