[Migrante al paso] La oscuridad. Donde no puedes ver y sólo absorbes sombras. Ahora que transcurro un periodo minado por momentos nostálgicos pienso en esta idea difícil de percibir y tan primitiva como el ser humano. Lo opuesto sería la luz. Son interdependientes. Comparten un vínculo de mayor antigüedad que el universo mismo y jamás se detendrá. La carga de maldad que le hemos dado al concepto es abrumadora. Rust Cole, Matthew McConaughey en la aclamada serie True Detectives, dedican la última estrofa a decir que la batalla siempre es una: la guerra entre la oscuridad y la luz.
Recuerdo que, en noches oscuras, de pequeños, mi hermano era quien se pasaba a mi cama por miedo, él es mayor. Quien iba por agua en la madrugada, era yo. Me consideró bastante miedoso, pero no cobarde. Curiosamente, lo desconocido siempre me llamó. Recuerdo el cuarto oscuro por donde teníamos que pasar para ir al baño. Era un tramo de prueba y superación espiritual mediante las coqueteadas con lo tenebroso. Esa puerta en, el fondo del pasillo, de una renegrida inconmensurable representaba aprensiones profundas, infantiles y de las hendiduras de nuestra psique. Con la imaginación inocente se podían formar apariencias. Ese portal negruzco, reflejaba en su telón de penumbra lo que de niño es imposible comprender.
La biblioteca de mi casa contenía magia, conocimiento y era una fuente de tremenda adoración tenebrosa, es particular que el núcleo hogareño de cognición tenga carácter lóbrego. Suelo pensar en eso inusualmente. Evocando a mi época nietzscheana; cuando veía esta oscuridad, máximo 1 metro de altura, pelo largo y ojos que no conocían la derrota; considero que a eso se refería el filósofo al decir que, si miras mucho tiempo dentro del abismo, el abismo también mira dentro de ti. Entre los 5 y 12 años solo pude pararme frente al hoyo negro unos veinte minutos, tal vez exagero.
Joseph Conrad, que indaga dentro de lo nebuloso en su obra maestra: El corazón de las Tinieblas. Mientras lo leía, lentamente página por página lejos de mi país me cautivó lo analítico y poético de sus temáticas. En ese momento incrementó mi interés:
«Nadie puede escapar de las tinieblas del corazón humano.»
«La guerra es tan oscura como el corazón que la engendra.»
Joseph Conrad. Citas que se dan durante el tenebroso viaje del joven Marlow en busca del perverso y loco Kurts.
Se entiende que la oscuridad es parte de nosotros y probablemente abarque la mayor parte. Como complemento necesario de la claridad, al ser imposible separarlas, si se conocen se entienden muchas cosas de uno mismo, se entiende lo que jamás creíste poder. Está en mi entreverada memoria lo que sentía cuando estaba frente al hueco caja de pandora. Me imaginaba un jabalí colosal que en cualquier momento iba a arremeter contra mí. A veces me alucinaba una figura femenina, alta y con la mirada posada sobre mí. Tal vez lo más potente fue cuando un niño de mí misma silueta y estatura parecía retarme desde su guarida invidente. Pasó de todo, pero nada comprobable. Pocas veces la puerta estaba cerrada y cuando me acercaba temblorosamente al abrirla superando el temor solo vi tinieblas. «Solo aquellos que se adentran en el corazón de las tinieblas comprenden la verdadera naturaleza del hombre», dice el autor mencionado. Y por más peligroso y temerario que sea, estoy de acuerdo. Por más que en el camino nos embosque severidad y probablemente una sin fin.
Durante mi primera década de vida. Una calle barranquina llena de buganvillias y sin salida. Solía montar patines en las cercanías de mi casa, como tenía permitido Luego de avanzar media cuadra desde mi casa, hacia el mar te interrumpe una muralla de arbustos frondosos. Justo después de una pequeña pendiente por donde nos deslizábamos en skate. Mas de una vez nos empotramos con la pared verde, a veces tragabas hojas. La pared verde aparentaba ser impenetrable. Con la caña que se saca al vivir en un barrio, encontramos un camino para adentrarnos casi gateando entre espinas y gruesas ramas. Desembocabas en las ruinas de lo que alguna vez fue una casa. Restos de estructuras graffiteadas, un arco, una cama en un hueco al que nunca nos atrevimos a bajar. El paisaje con el mar al frente desde arriba del acantilado era de ensueño. Jugábamos horas ahí.
Esta morada se volvió una localidad destacada para mi vida. Miles de leyendas e historias de terror sobre el deshabitado y desamparado rincón. Ahí incinerábamos nuestros cuadernos de fin de año. Nunca fuimos de noche, pero compartía el misterio de la penumbra. Se instaló como parte de mi cosmovisión por lo oscuro. Ese spot desapareció de nuestras vidas cuando construyeron un edificio espantoso ahí mismo. Igual como fue mi primer escondite al exterior de mi casa se mantiene reservado dentro mío como un hogar para espíritus interiores.
Los niños generan fobia a la oscuridad. Es muy común que un chico pida que apaguen las luces para dormir. Yo creo que en el desarrollo sigue despertando íntegra la oscuridad, tal vez ya deja de ser extraña en algún momento. De repente luego de apagar la luz todo es más deslumbrante. Todos henos sentido cuando vas a un lugar de la casa estando todo apagado y hemos corrido huyendo de fantasmas atolondrados que te persiguen. Es ahí donde viven los espectros. Y algunos focos te protegen Ya más grande al darte cuenta de que no se puede matar la sombra de lo profundo, tienes que vivir con ella.
Esto se transforma, y ahora tanto en pensamientos constantes como abruptos se encuentra lo más primordial de lo desconocido y oscuro. Antes de dormir cuando te posee la melancolía y sientes a la oscuridad entras en un remolino que te succiona lo que te alumbra, como se da en la frustración e irritabilidad. También con la ira y violencia que desencadena nuestra especie. Se siente en la cara cuando algún tipo de humor causado por razones cuestionables. Ahí se saborea y se hace propia la verdadera oscuridad pegajosa de nosotros mismos, nuestro yo. Ahora se puede usar tanto el silencio como lo oscuro para aprender de nuestras conductas. Por eso odiaba el slogan de la PUCP, Et Lux in Tenebris Lucet, la oscuridad debe atravesarse a ciegas. Escribiendo esto solo a luz de vela me doy cuenta de la productividad de lo sombrío