El cantautor, actor y político Domenico Modugno, grabó, en 1976 Il maestro di violino como parte del soundtrack de un film homónimo, protagonizado por él en el papel de un maestro de violín con un oscuro pasado. En la canción, el crooner italiano se declara enamorado de su alumna, treinta años menor que él. La canción tuvo gran impacto en nuestro país en su versión en español, El maestro de violín. Y, en nuestro país, la nuevaolera Kela Gates grabó, en 1968, Al maestro con cariño, versión en español del clásico de Lulu, To Sir with love, tema central de la película de 1957 del mismo nombre, protagonizada por el recordado actor afroamericano Sidney Poitier.

En el mundo del rock, en cambio, las temáticas suelen ser más mundanas. A la sobreexpuesta Another brick in the wall, Part II, en que el mantra “no necesitamos educación, control del pensamiento ni oscuros sarcasmos en el salón” resume la tonalidad sombría de The wall (1980) de Pink Floyd, en que se lanzan feroces críticas al sistema educativo británico; podríamos agregar The teachers are afraid of the pupils (1995), del quinto disco como solista de Morrissey, exvocalista de The Smiths, un siniestro paseo por la psiquis de alumnos en manos de profesores no preparados para tan delicada tarea, embellecido por una oscura melodía del ruso Dmitri Shostakovich, usada como sampler. En la otra esquina, el cuarteto de hard-rock norteamericano Van Halen rompió esquemas con Hot for teacher (álbum 1984), en que alumnos de Secundaria imaginan que su maestra es una bailarina de nightclub; o los sureños .38 Special, con el single Teacher, teacher, parte de la banda sonora de una película de ese mismo año, llamada también Teachers. Volviendo al rock inglés, Elton John también fantaseó con su maestra (¿o sería su maestro?) en el tema de 1973 Teacher I need you; mientras que los progresivos Jethro Tull jugaron con la idea del profesor que te enseña a divertirte en lugar de seguir los dictados de la sociedad, en Teacher, canción que apareció en la versión norteamericana de su tercer LP, Benefit, de 1970.

En nuestro país, los guitarristas Pepe Torres, Rafael Amaranto, Manuelcha Prado y Raúl García Zárate han sido maestros, en sus academias, de varias generaciones de destacados músicos criollos y folklóricos como Julián Jiménez, Ricardo Villanueva, Riber Oré, Yuri Juárez, Óscar Cavero, entre otros, testimonio vivo de esta relación entre música y maestros.

 

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Música

El próximo 7 de agosto sube al octavo piso Caetano Veloso, probablemente el cantautor brasileño más importante después de Antonio Carlos Jobim, pieza fundamental en el movimiento del Tropicalismo –o Tropicália, como se le llamaba también- a finales de los años sesenta, que enfrentó con poesía, cine y música a los inicios de la Junta Militar que dio un golpe de Estado en su país, en 1964. Con más de cinco décadas de ininterrumpida trayectoria artística, la música de Veloso, que cubre un extenso rango de estilos, desde el bossa nova tradicional hasta el rock experimental, pasando por baladas, fusiones y demás, ha influenciado a todos los grandes exponentes de la MPB (Música Popular Brasileira), desde Rita Lee hasta Tribalistas. Su cómplice y hermano musical, Gilberto Gil, también llegó a los 80, el pasado 26 de junio. Y Milton Nascimento, otra superestrella musical del Brasil, que ha grabado con grandes del jazz como Wayne Shorter y Herbie Hancock, lo hará el 26 de octubre. Aquí podemos verlos a los tres haciendo lo suyo, junto a Gal Costa y Sting, en 1989.

Hablando de jazz, cómo olvidarnos del guitarrista John McLaughlin, factótum de The Mahavishnu Orchestra, proyecto de jazz-rock que armó luego de trabajar para Miles Davis en históricos álbumes como In a silent way (1969), Bitches brew (1970) y A tribute to Jack Johnson (1971). En este grupo reunió a músicos de cinco nacionalidades diferentes: Jan Hammer (teclados, Checoslovaquia), Rick Laird (bajo, Irlanda), John Goodman (violín, Estados Unidos), Billy Cobham (batería, Panamá) y él, por supuesto, que venía de Inglaterra. Con esta alineación, la orquesta Mahavishnu publicó dos extraordinarios álbumes, The inner mountain flame (1971) y Birds of fire (1973). Luego su elenco cambió en dos etapas más, de 1974 a 1976 y de 1984 a 1987.

Paralelamente, entre 1976 y 1978, McLaughlin fundó Shakti, junto a tres músicos de la India, para explorar las lejanas sonoridades de cítaras y tamboras y mezclarlas con el jazz. McLaughlin, además, se unió a otros dos geniales guitarristas, el español Paco de Lucía y el ítalo-norteamericano Al Di Meola, para grabar dos inolvidables discos, Passion grace and fire (1983) y The guitar trio (1995). Aquí los vemos tocando Meditarranean sundance, en una de las galas benéficas que ofreciera el fallecido tenor italiano Luciano Pavarotti, denominadas Pavarotti & Friends, en el año 1996, en favor de los niños y familias damnificadas por la guerra en Bosnia. McLaughlin, cuya discografía personal supera los veinte títulos, cumplió 80 el 4 de enero.

Otra leyenda del jazz, el francés Jean Luc-Ponty, celebrará su octava década de vida el próximo 29 de septiembre. Pionero del violín eléctrico, Ponty ha lanzado más de cuarenta álbumes como solista, con melodías inmediatamente reconocibles como Egocentric molecules -del LP Cosmic Messenger (1978)- o New country –de Imaginary voyage de 1976-. Previamente, Ponty fue miembro de The Mothers Of Invention de Frank Zappa, entre 1973 y 1974 y estuvo en la segunda formación de The Mahavishnu Orchestra, para los discos Apocalypse (1974) y Visions of the emerald world (1975), verdaderas joyas del jazz-rock. Durante las décadas siguientes, Ponty produjo piezas en las que fusionó jazz, sonidos del África y del Medio Oriente, con música clásica y toques electrónicos.

Leo Dan (nombre real: Leopoldo Dante Pérez), compositor argentino de baladas y nueva ola, también cumplió 80 este 2022, 22 de marzo. Sus canciones –Cómo te extraño, mi amor (1964), Mary es mi amor (1970), Te he prometido (1969), Celia (1963)- son eco de un pasado en que las letras en español brillaban por su romanticismo y sencillez. También de Argentina, Mauricio Birabent, más conocido como Moris, alcanzará los ochenta años el 19 de noviembre. Moris es uno de los padres fundadores del rock en nuestro idioma, con canciones como Ayer nomás, De nada sirve o Esto va para atrás –de su primer LP, Treinta minutos de vida (1970)- que dan cuenta de un talento feroz, rebelde y contracultural, que sentó las bases de la escena bonaerense. El tema El oso, el más representativo de aquel vinilo del sello Mandioca, fue popularizado entre nosotros por Daniel F., quien lo grabó para el quinto disco oficial de su banda Leusemia, Al final de la calle (2001).

Andy Montañez, una de las mejores voces de la salsa, celebró sus 80 años el 7 de mayo cantando en Cuba, y repitió la faena el 5 de junio, en el multitudinario Festival Salsa al Parque realizado en Colombia, en la Plaza Bolívar de Bogotá. Montañez, conocido como “El Niño de Trastalleres” –en alusión al barrio de Santurce donde nació- fue vocalista de El Gran Combo de Puerto Rico entre 1962 y 1976, grabando incombustibles clásicos salseros como Un verano en Nueva York (1975), Julia (1972), Achilipú (1971), Esos ojitos negros (1968), entre otros. Después de un breve paso por la orquesta venezolana La Dimensión Latina (1977-1980), inició su carrera como solista registrando éxitos como Casi te envidio (1988), Boca mentirosa (1982), Cobarde, cobarde (1987) o Payaso (1985).

Barbra Streisand (24 de abril) y Carole King (9 de febrero), dos brillantes estrellas de la canción norteamericana, celebraron sus ochenta en plena actividad. La primera, poseedora de una voz increíble y una carrera impresionante en cine, teatro, televisión y más de cincuenta producciones discográficas, estuvo ofreciendo conciertos hasta 2018-2019 en Las Vegas, siempre a casa llena. Por su parte King, que escribió -junto a su primer esposo Gerry Goffin- canciones que fueron inmortalizadas por otros artistas como Chains (The Beatles, 1963), Will you love me tomorrow? (The Shirelles, 1960), The loco-motion (Little Eva, Grand Funk Railroad, Kylie Minogue) o (You make me feel like) A natural woman (Aretha Franklin) y, posteriormente, interpretó sus propias canciones como It’s too late, I feel the earth move o You’ve got a friend, fue incluida el año pasado en el Rock And Roll Hall Of Fame y Broadway hizo un musical con sus canciones, estrenado en el 2014 bajo el título de Beautiful: The Carole King Songs.

Otras estrellas de la música que estrenan el título de octogenarios este 2022 son: Graham Nash, vocalista británico de The Hollies y Crosby, Stills, Nash & Young (2 de febrero); John Cale, violista y bajista de The Velvet Underground (9 de marzo), Bill Conti, compositor de la banda sonora de Rocky (13 de abril); Roger McGuinn, vocalista/guitarrista de The Byrds (13 de julio); Jack DeJohnette, baterista de jazz, de la escuelita de Miles Davis (9 de agosto); Carlos Núñez Cortés, pianista de Les Luthiers (15 de octubre); Daniel Barenboim, pianista y director de orquesta argentino-israelí (15 de  noviembre); Andy Summers, guitarrista de The Police (31 de diciembre).

Y habrían cumplido 80, entre otros, Jimi Hendrix, Brian Jones, Jerry García, Aretha Franklin, Lou Reed, Manolo Otero, Juan Formell, María Martha Serra Lima, Tim Maia, Lou Reed y Marcos Mundstock.

A todos, a los que están y a los que no, feliz cumpleaños. Y muchas gracias por la música.

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Cultura, Música, Paul McCartney

En lo musical, Fleetwood Mac funcionaba a la perfección, una verdadera máquina de profesionalismo y creación de éxitos. A los super vendedores Fleetwood Mac y Rumours le siguieron el álbum doble Tusk (1979) y Mirage (1982), con sus correspondientes giras, accidentadas tras bambalinas pero brillantes de cara al público. Nicks, ya convertida en una heroína del rock, con sus vestimentas vaporosas, sus movimientos de derviche en trance giratorio y su ronca voz, inició un tortuoso camino de romances inestables e intensos a la vez, sazonados con una grave adicción a las drogas. Tras una relación de casi un año con Mick Fleetwood -también en medio del divorcio de los McVie y sus idas y vueltas con Buckingham- la cantautora estuvo con Don Henley, baterista y cantante de Eagles; el productor Jimmy Iovine, quien trabajó con ella en su primer disco en solitario; el guitarrista Joe Walsh, también de Eagles; y algunos más, lo cual encendía la ira de Buckingham. A este periodo pertenecen éxitos como Tusk, Hold me, Sara y Gypsy, una referencia autobiográfica a la vida bucólica que llevó como veinteañera en los años sesenta.

Luego vinieron cinco años de silencio para el grupo. Nicks desarrolló su carrera como solista con mucha proyección, a la vez que trataba de rehabilitarse. Los demás se mantuvieron también activos pero sin la resonancia de la cantautora. En 1987 el grupo se reunió para grabar el LP Tango in the night, que colocó siete temas en los rankings de todo el mundo, entre los que destacaron Little lies, Everywhere (de Christine), Big love (de Buckingham) y Seven wonders (de Nicks). Sin embargo, los desencuentros entre Nicks y Buckingham eran tan fuertes que el guitarrista no pudo más y, tras una acalorada discusión que terminó con Lindsay tratando de ahorcar a Stevie delante de todos, renunció a participar de la gira mundial de este brillante álbum que puso de nuevo a Fleetwood Mac en el mapa del rock mundial. Para reemplazarlo, Fleetwood contrató a dos guitarristas, Rick Vito y Billy Burnette.

Desde entonces, la carrera de Fleetwood Mac se mantuvo en un vaivén constante. En 1990 lanzó Behind the mask, que produjo un modesto single con el tema Save me. Stevie Nicks decidió concentrarse en sus propios proyectos y la banda la reemplazó con Bekka Bramlett, hija del dúo Delaney & Bonnie, conocidos en los setenta por liderar un conglomerado de superestrellas bajo el nombre Delaney & Bonnie and Friends, por el cual desfilaron personajes como Eric Clapton, Leon Russell, George Harrison, Duane Allman, entre otros. En este álbum, que fue vapuleado por los críticos, se unió al grupo el legendario guitarrista y compositor Dave Mason, ex Traffic. Discográficamente hablando, la banda desapareció hasta el 2003, en que salió al mercado Say you will con Nicks y Buckingham de vuelta pero sin Christine, quien decidió tomarse un descanso tras casi cuarenta años de carrera musical.

En medio, muchas cosas pasaron en la telenovela de Fleetwood Mac. Por ejemplo, en 1992 la canción Don’t stop (1977) fue himno de la campaña presidencial de Bill Clinton. Tras ser electo, Clinton convenció a Mick, Stevie, Lindsay, John y Christine para que la tocaran en su fiesta de inauguración. Esta reunión fue la semilla para una gira de reunión que quedó registrada en el disco y DVD The dance, otro éxito de ventas millonarias. Silver springs, canción grabada originalmente para el álbum Rumours pero que no se incluyó por ser “demasiado lenta y larga”, llamó la atención por la emotiva interpretación incluida en este álbum. El tema, compuesto por Nicks, es una agridulce reflexión sentimental tras su rompimiento definitivo con Lindsay Buckingham. En 1998 la banda fue ingresada al Rock and Roll Hall of Fame, en el que aparecieron junto a un irreconocible Peter Green. Kirwan y Spencer no asistieron a la ceremonia y Bob Welch, debido a sus líos legales con el resto del grupo, ni siquiera fue mencionado.

Del 2008 al 2013 la banda anduvo de gira sin Christine, como cuarteto. Ella decidió volver en el 2014 pero Buckingham fue, otra vez, despedido del grupo, en el 2018. Y también por segunda vez, reemplazado por dos guitarristas, los renombrados Neil Finn, de la banda australiana Crowded House; y Mike Campbell, el famoso lugarteniente de Tom Petty & The Heartbreakers (aquí, en el sintonizado show de Ellen DeGeneres, tocando el clásico The chain). En el 2017 Buckingham y McVie lanzaron un disco juntos, reuniendo material que venían componiendo a través de los años. Y, en el 2020, la generación de las redes sociales ingresó a la historia del grupo cuando un hombre llamado Nathan Apodaca publicó, en su cuenta de TikTok, un video manejando una patineta y haciendo fonomímica del tema Dreams (1977). El video se hizo viral y sobrepasó las 50 millones de reproducciones en el mundo entero, haciendo que el tema encabece las listas de popularidad y descargas en Spotify, 43 años después de su lanzamiento original. Danny Kirwan, miembro seminal del grupo, falleció en el 2018, a los 68 años. Un año después Lindsay Buckingham fue sometido a una cirugía a corazón abierto tras sufrir un infarto. Stevie Nicks, quien declara no verlo desde su segundo despido del grupo, le escribió una sentida carta para darle ánimo en su recuperación.

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Fleetwood Mac II

También en este periodo apareció el tercer LP de Fleetwood Mac, titulado Then play on (1969) -la frase es una adaptación de una línea shakesperiana-, una colección alucinante de composiciones de Green y Kirwan de enorme creatividad y riqueza, que van del blues estricto de Show biz-blues, One sunny day, Like crying o Rattlesnake shake a fusiones con la psicodelia como en Coming your way, Closing my eyes o When you say. El disco, editado por Reprise Records, contiene además varios temas instrumentales como My dream, Underway y Fighting for Madge/Searching for Madge -estos últimos escritos por Mick Fleetwood y John McVie- que le dan a Then play on variedad y personalidad únicas. El aura profunda y luminosa de este disco se percibe desde la carátula, una ilustración naturalista del muralista británico Maxwell Armfield. 

Lamentablemente, el naciente éxito de Fleetwood Mac coincidió con la primera de sus crisis. Green, agobiado por la vida como estrella de rock, desarrolló una nociva adicción al LSD, lo cual afectó su salud mental al punto de retirarse por completo de la música. En mayo de 1970 fue su última actuación con la banda para después desaparecer casi diez años, aquejado por la esquizofrenia. En las décadas posteriores reactivó su carrera, de manera esporádica. El 25 de febrero del 2020, poco antes de la explosión pandémica, Fleetwood organizó un concierto de homenaje a su compañero, en el Teatro Palladium de Londres, con invitados de lujo como Bill Wyman (The Rolling Stones), Billy Gibbons (ZZ Top), Pete Townshend (The Who), Kirk Hammett (Metallica), Steven Tyler (Aerosmith), David Gilmour (Pink Floyd), entre otros, titulado Mick Fleetwood and Friends celebrate the music of Peter Green and the early years of Fleetwood Mac (también disponible en CD). Meses después, en julio de ese año, Green falleció a los 73 años.

El resto de aquel 1970, la banda grabó su cuarta producción discográfica, Kiln house (1971), -donde destacan las canciones Station man y el instrumental Earl Gray– sin reemplazar formalmente a Green, pero manteniéndose como quinteto por la incorporación, a tiempo completo, de la cantante y tecladista Christine McVie, quien venía colaborando con ellos desde sus inicios. A la larga, Christine sería fundamental en las siguientes etapas de la banda. Ese mismo año, Jeremy Spencer renunció intempestivamente, abandonando al grupo sin previo aviso. 

Con Danny Kirwan como principal fuerza creativa, la sólida base rítmica de Mick Fleetwood y John McVie y el gran talento de su esposa Christine como vocalista y compositora, la banda se reforzó con el ingreso del músico norteamericano Bob Welch, guitarrista de amplios recursos y, a su vez, cantante y compositor. Sin embargo, los problemas seguirían, esta vez por los desencuentros entre Welch y Kirwan, quien también comenzó a padecer de ataques de demencia e ira debido a las presiones de estar al frente de una banda con tantos compromisos. Luego de grabar dos álbumes -Future games (1971) y Bare trees (1972)- Kirwan tuvo una serie de graves episodios violentos que precipitaron su despido. A este periodo pertenecen temas como Morning rain, Lay it all down, el espacial Sunny side of heaven, Homeward bound y Show me a smile, ambas escritas y cantadas por Christine McVie.

Para reemplazarlo, Fleetwood escogió al guitarrista Bob Weston, con quien grabaron los discos Penguin y Mystery to me, ambos durante 1973, de los cuales destacan Remember me, Miles away y Hypnotized. Todo iba bien hasta que Mick Fleetwood descubrió que Weston sostenía un romance clandestino con su esposa, por lo que también fue despedido. Para el año siguiente, 1974, el álbum Heroes are hard to find -que contiene el tema-título y la excepcional Bermuda triangle– vio a Fleetwood Mac convertido temporalmente en un cuarteto liderado por Bob Welch hasta que, harto de sentirse extraño y marginado, el guitarrista de los lentes caídos decidió renunciar para iniciar su carrera como solista, la misma que tuvo regular éxito comercial en 1977 con la reversión de su composición Sentimental lady, originalmente grabada con Fleetwood Mac cinco años antes. Welch tuvo sus propias dificultades -divorcios, adicciones, enfermedades, líos legales con sus ex compañeros al punto de ser excluido de la inclusión de Fleetwood Mac en el Rock and Roll Hall of Fame en 1998- que finalmente lo llevaron al suicidio en el 2012, a los 66 años. Ese mismo año Weston falleció los 64, de cirrosis.

Hasta aquí la historia desconocida de Fleetwood Mac. La segunda parte, la de los éxitos comerciales y desastres personales, se las cuento el próximo sábado.

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Fleetwood Mac

El LP de 1971, el de la carátula blanca con el título al medio, escrito a mano, está compuesto por retazos de los segundos shows de cada noche, una labor finísima de edición, realizada entre junio y agosto. Contiene dos hilarantes parodias, The Mud Shark, basada en una anécdota real ocurrida en The Edgewater Inn en Seattle, Washington, conocido en los setenta como el hotel de los rockeros, que involucra a miembros de Vanilla Fudge y una “joven señorita con gustos bizarros»; y Do you like my new car?, en que la banda se burla de la subcultura de las groupies, fans femeninas que hacían literalmente de todo para estar cerca de sus músicos favoritos, uno de los temas explorados en el film suprarrealista 200 Motels, que se estrenó cuatro meses después, ese mismo año. O la tríada What kind of girl do you think we are?/Bwana dik/Latex solar beef, en que Flo & Eddie despliegan toda su destreza vocal y deslenguado histrionismo. También hay excelentes temas instrumentales como Willie the Pimp -cuya versión original es cantada por Captain Beefheart (Hot rats, 1969); o la frenética Little house I used to live in -del LP Burnt weeny sandwich (1970) con la que, supuestamente, comenzaba el show- e incluso el éxito radial de The Turtles, Happy together, para dar pase a las del “cierre”, Peaches en regalia (Hot rats, 1969), Tears began to fall; y Lonesome electric turkey, un extracto de las improvisaciones instrumentales de King Kong (Uncle Meat, 1969).

El setlist de los shows originales es, sin embargo, totalmente distinto. La banda arranca cada noche con Peaches en regalia y Tears began to fall, para luego intercalar material nuevo como la secuencia She painted up her face/Shove it right in, un anticipo del soundtrack de 200 Motels con temas grabados previamente como Status back baby (Absolutely free, 1967), Concentration moon y Mom & dad (We’re only in it for the money, 1968), en medio de las cuales inserta otra de sus rutinas humorísticas, The Sanzini Brothers, un circo alocado y escatológico, con Preston y Underwood convirtiendo un concierto de rock en una imaginaria función de carpa, payasos y malabaristas desde sus Hammonds B-3, acompañados por los redobles de Dunbar. Otro de los puntos centrales de aquellos conciertos en el Fillmore East fue la presentación de Billy The Mountain, más de 30 minutos de entretenimiento musical que combina teatro, comedia y rock, que un año más tarde, Zappa lanzó como lado A del LP Just another band from LA (1972). 

En el último concierto de la segunda noche del Fillmore, Frank y su grupo recibieron en el escenario a una pareja muy conocida, para un cierre inesperado. John Lennon y Yoko Ono se unieron a The Mothers en una intensa media hora en que hubo blues, composiciones de Zappa y una descarga de jams instrumentales. De más está decir que el histórico encuentro de estas dos importantes lumianrias del rock clásico hubiera sido musicalmente perfecto si no fuera por los insoportables berreos y alaridos de Yoko Ono. El segmento, que ya había sido publicado previamente, con ediciones, en el álbum póstumo de Frank Zappa, Playground psychotics (1992), aparece completo aquí por primera vez, con todos las intervenciones vocales de Flo & Eddie que Lennon, mañosamente, eliminó para la versión incluida en su propio LP Sometime in New York City (1972), donde no solo alteró el audio sino que además cambió títulos y se apropió de autorías, un hecho que rompió los acuerdos previos a los que había llegado Frank con el ex Beatle (más sobre ese tema, aquí).

Pero The Mothers 1971, el boxset, incluye también una grabación inédita, el concierto completo que ofrecieron en Londres, el 10 de diciembre de ese mismo año, en el Teatro Rainbow, una semana después del incendio en el Casino de Montreaux (Suiza) que destruyó sus equipos e instrumentos, evento que quedó inmortalizado en el clásico de Deep Purple, Smoke on the water (LP Machine head, 1972). 

El primero de los dos shows programados para esa noche se desarrolló con total normalidad, salvo ciertos problemas técnicos y de sonido ya que la banda tuvo que alquilar todo tras el siniestro. La casa estaba llena. Al final, Zappa anuncia la última canción, sin decir el nombre. Y de repente, las voces de Flo & Eddie comienzan a entonar I want to hold your hand de los Beatles, algo que los más de 3,000 asistentes agradecieron con mucho entusiasmo. Sin embargo, cuando ya la banda se despedía del público, un hombre enloquecido subió y, de un empujón -que se logra escuchar en el minuto y medio final del track- arrojó a Frank desde el escenario hasta la zona donde, normalmente, se ubican las orquestas, una caída de casi 3 metros de altura. Se puede sentir, en ese último tramo de sonido ambiental, la conmoción ante lo ocurrido, un oscuro momento que puso en riesgo la vida y carrera del artista. 

La prensa británica cubrió ampliamente el asunto, pero nadie supo, en el momento, la magnitud del ataque. «La banda creyó que yo estaba muerto. Después me enteré de que el tipo pensó que yo estaba haciéndole guiños a su esposa, al final del show. Eso es imposible, en ese momento la luz me da directamente a la cara y no puedo ver a nadie en el público, solo un gran agujero negro. Ni siquiera lo vi venir», comentó el músico años después. El agresor, un joven de 24 años llamado Trevor Charles Howell, fue condenado a un año de prisión. Zappa, de 31, sobrevivió milagrosamente, pero quedó muy mal herido, con una pierna y un brazo fracturados, contusiones en la cabeza y en la espalda, lo cual trajo como consecuencia el final de este corto pero fructífero período de The Mothers Of Invention.

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The Mothers

«The Fletch», como se le conocía al espigado tecladista, quien falleció a los 60 años, se consideraba a sí mismo como «el menos musical» en la banda creadora de clasicazos como Shake the disease, Blasphemous rumours, Personal Jesus, Everything counts o Enjoy the silence. En la nota que sobre él se publicó en la versión online de la revista Rolling Stone, recuerdan una declaración suya incluida en el alucinante documental sobre la banda, 101, dirigido en 1989 por el célebre D. A. Pennebaker (también director de Don’t look back (1967), acerca de Bob Dylan; Ziggy Stardust and The Spiders From Mars (1979) de David Bowie, entre otros): «Dave (Gahan) es el cantante, Martin (Gore), el compositor, Alan (Wilder), es el músico completo. Y yo, bueno, yo doy vueltas por el estudio». 

Pero, más allá de esta demostración de falsa modestia con respecto a su rol en Depeche Mode, lo cierto es que la impronta de Fletcher fue decisiva tras la salida de Alan Wilder -quien, a su vez, había reemplazado al fundador Vince Clarke, posterior factótum de Yazoo y, más reconociblemente, de Erasure- pues quedó como único encargado de los teclados y sintetizadores, además de ser el mediador entre los egos colosales de sus compañeros. Con Dave Gahan moviéndose sobre el escenario como un híbrido entre Mick Jagger, Iggy Pop y Michael Hutchence (INXS); y Martin Gore encargándose cada vez más de sus portentosas guitarras Gretsch con atuendos que parecían salidos de un baile de máscaras, Andy Fletcher quedaba como el único en estado robótico, con sus lentes oscuros y trajes largos, más parecido a un integrante de Kraftwerk que a la máquina llenadora de estadios en la que su grupo se convirtió, con hartos merecimientos por cierto, desde aquel álbum brillante llamado Violator (1990).

El caso de Alan White, por su parte, nos lleva a la verdadera realeza del rock mundial. Antes de unirse a Yes, para reemplazar a Bill Bruford -que se fue a trabajar con King Crimson tras grabar los cinco primeros discos de Jon Anderson y compañía, entre 1969 y 1972- el baterista trabajó muy de cerca con dos ex Beatles, George Harrison y John Lennon. Con el primero grabó algunas sesiones del extraordinario álbum triple All things must pass y también fue miembro estable de The Plastic Ono Band, del segundo, acompañándolos en conciertos y grabaciones, entre ellas el famoso LP Imagine. White llegó a Yes en 1972-1973, poco antes de iniciar la gira promocional del álbum Close to the edge. Tuvo solo tres días para aprender el complicado material de la banda, temas de bruscos cambios de ritmos y tonalidades, nada parecidos al directo rock and roll que venía de hacer con Lennon. White, quien además era pianista, se acomodó en el puesto dejado por el polirrítmico Bruford e hizo suyas cada una de las canciones de Yes, como queda claro en aquel concierto que mencionamos previamente, Yessongs. Aquí dos muestras de esa primera gira: And you and I y Close to the edge.

Los creativos y sólidos desarrollos de batería rockera de White, diferentes al estilo jazzero y experimental de Bruford, se compenetraron con el gigantesco bajo Rickenbacker de Chris Squire, columna vertebral del sonido de Yes en todas sus épocas, formando una sección rítmica imbatible en el rock progresivo. Escuchar temas poco difundidos dentro del catálogo de Yes como On the silent wings of freedom (LP Tormato, 1978), Tempus fugit (Drama, 1980, el subestimado LP que grabaron con Trevor Horn y Geoff Downes, en voz y teclados, respectivamente, conocidos como The Buggles por su éxito Video killed the radio star, de 1979) o Hold on y Changes (ambas del disco 90125, de 1983, el mismo del que salió Owner of a lonely heart) dan una idea clara de cuan buen baterista era Alan White. El instrumental Whitefish -combinación del apellido del batero con el apelativo de Squire, «The Fish»- que el grupo lanzó en su LP en vivo 9012Live: The solos (1985) capta bien la interacción casi psíquica que existía entre ambos músicos. 

Tras el fallecimiento de Squire, hace ya siete años, White quedó como el miembro de Yes que más tiempo permaneció en la banda, ya que los demás -Jon Anderson, el guitarrista Steve Howe, los tecladistas Rick Waleman y Tony Kaye- entraban y salían todo el tiempo. Cuando el grupo se disolvió en 1981, fue Alan White junto a Chris Squire quienes rearmaron Yes, reclutando al guitarrista sudafricano Trevor Rabin, primero como un proyecto que se llamó Cinema que luego se extendió con el retorno de Kaye y Anderson, para esa nueva etapa que buscó adaptar el sonido del grupo a las tendencias radiales y de MTV.

En una época en que se promovía, a nivel de las redes sociales de antaño -grupos de amigos sentados en una esquina conversando acaloradamente sobre sus gustos musicales- la indiscutible e irreconciliable diferencia entre los metaleros y los “waves”, las canciones de Yes y Depeche Mode abrieron para mí, en esos años ochenteros sin internet ni Spotify, varias ventanas paralelas hacia sensibilidades sónicas diferentes pero, ambas, igual de fascinantes y profundas. Recordar las suites arcanas de álbumes como Tales from topographic oceans (1973) o Relayer (1974), los primeros dos de Alan White en estudio con Yes; o las densas elucubraciones electrónicas de discos como Black celebration (1986), Music for the masses (1987) o Songs of faith and devotion (1993), grabados por la alineación más exitosa de Depeche Mode, con Andy Fletcher como uno de sus cuatro pilares, es volver a vivir los inicios de mi camino como amante de la buena música, el mismo que no admite más fronteras que las del talento, la creatividad y el buen gusto.

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Cultura, Música

En esta época, Nito Mestre incorporó a su repertorio, de manera definitiva, dos canciones del último periodo de Sui Generis: El fantasma de Canterville y Fabricante de mentiras. Ambas habían sido tocadas por Sui en sus conciertos de despedida pero no llegaron a ver la luz en discos oficiales del grupo. La primera fue grabada, precisamente, para el disco PorSuiGieco -que contiene, además, otros clásicos que Nito aun canta en vivo como Quiero ser, quiero ver, quiero entrar (otra composición de Charly), La colina de la vida (de Gieco) y Fusia; mientras que la segunda se incluyó en el debut de Nito Mestre y Los Desconocidos de Siempre, lanzado en 1977. En este LP figuran alucinantes composiciones como Tema de Goro (del guitarrista Gorosito), Y las aves vuelan (otra de de León Gieco) y Mientras no tenga miedo de hablar, de su propia autoría.

Ese grupo lanzó dos álbumes más: Nito Mestre y Los Desconocidos de Siempre II (1978) -aquí videos promocionales de las canciones Algo me aleja, algo me acerca y Esto sí que es pensar– y Saltaba sobre las nubes (1979)- ya con Ciro Fogliatta y Juan Carlos Fontana, en teclados y batería, respectivamente. Fogliatta venía también de Los Gatos y Fontana, de tocar con Madre Atómica. El popular “Mono” se quedaría al lado de Mestre en sus siguientes lanzamientos, empezando por el extraordinario 20/10 (1981), el debut como solista de Nito, en el que está acompañado por una constelación de sus amigos, todos ellos padres fundadores del rock argentino, con quienes registra clásicos de su repertorio personal como Distinto tiempo, Hoy tiré viejas hojas, Afuera de la ciudad -otra vez, Charly en composición y teclados, con un aire al clásico Running on empty de Jackson Browne- o El mar de esta locura, con una alucinante línea de bajo fretless, cortesía de Pedro Aznar.

Desde entonces, el cantante, guitarrista y flautista desarrolló una discografía que, al día de hoy, supera la docena de álbumes, siempre con la colaboración de la crema y nata de la escena local argentina, aunque con fuertes altibajos. Por ejemplo, hay una gran diferencia entre discos como Escondo mis ojos al sol (1983) -que incluye una versión de otro clásico de Sui Generis, Alto en la torre, y un dúo con Mercedes Sosa en La colina de la vida- o el concierto Porque cantamos (1984), un álbum doble compartido con sus colegas Celeste Carballo y Juan Carlos Baglietto; y los decepcionantes Nito (1986) o Tocando el cielo (1991), en que el compositor intentó adaptarse al sonido del rock en español de esos años. 

Esta irregularidad también se debió, en parte, al grave problema de alcoholismo que lo aquejó durante buena parte de los ochenta y noventa. “Casi me muero -contó el artista en entrevista del año 2017-… Los médicos me dijeron: ‘te despertaste de casualidad’. Cuando me dieron el alta, pedí quedarme un mes más para recuperarme porque había perdido 16 kilos y tenía problemas físicos. Cuando salí, pedí ayuda”. En aquella ocasión, el colapso lo tuvo seis días en coma. Nito Mestre dejó definitivamente el alcohol el año 1997, a los 44 años.

Después de esa etapa vino una notable recuperación, que trajo consigo también de regreso su brillo musical. A finales del siglo XX, llegó la buena noticia en forma de disco. Colores puros (Polygram, 1999), su séptima placa en estudio, exhibe el soft-rock de Nito en su mejor forma, estrenando temas como Último verano o Te adoro desesperación, compuestos por dos notables colegas, León Gieco y Fito Páez, respectivamente. De hecho, fue el famoso rosarino quien le sugirió el título, ya que es una producción que arropa con sus sonidos acústicos, sin disfraces. Canciones nuevas de Nito como La verdad, Vienes con el sol o Sin mirar atrás, se mezclan con nuevas versiones de clásicos de su primera época como Algo me aleja, algo me acerca, del segundo LP de Los Desconocidos…- o Esperando crecer, de su segundo disco en estudio Escondo mis ojos al sol (1983), uno de los temas que ha regrabado en más de una ocasión y es uno de los favoritos de su público. El álbum incluye además un cover de Silvio Rodríguez, En busca de un sueño, que el cubano lanzó originalmente en su disco Descartes (1998).

En sus recitales, como aquel que dio hace algunos años, en el 2018 para ser más exactos, en el mismo Gran Teatro Nacional donde tocó hace dos noches, en el cual estuvo acompañado por la orquesta juvenil Sinfonía por el Perú, el maestro Nito Mestre combina las inolvidables canciones de Sui Generis con las de su propia discografía, generando un repertorio fino y elegante, capaz de convocar a las emociones más tiernas y puras. En esta última visita a nuestro país, Nito estuvo acompañado por sus compatriotas Julia Horton (voz), Ernesto Salgueiro (guitarra, voces y dirección musical), Fernando Pugliese (piano y voz) y dos músicos peruanos, el experimentado bajista Eduardo Freire (de la banda ochentera de Miki Gonzáles) y el baterista Guillermo Vallejos (batería).

Su último álbum en estudio lo lanzó hace ya siete años -Trip de agosto (Acqua Records, 2014)- y en el 2019, apareció en un concierto conjunto con Lito Nebbia (Los Gatos), Ricardo Soulé (Vox Dei) y Silvina Garré (Juan Carlos Baglietto), realizado en Rosario. Ya con la pandemia encima, Mestre inició un programa por YouTube, llamado Rock and Road, en el que combina sus anécdotas musicales con su otra pasión, manejar. A punto de cumplir 70, el legendario rockero dice sentirse “como un pibe” y le saca lustre a su renovada rebeldía, que ahora le hace arremeter contra el reggaetón y los antivacunas. “Soy rebelde, pero no soy boludo” sentenció.

Sin duda, la consagración total para Vangelis llegó con Chariots of fire, el soundtrack de la película homónima que cuenta la historia de un grupo de atletas rumbo a unas olimpiadas en los años veinte. La melodía central, Titles, se convirtió en metáfora del esfuerzo para alcanzar el éxito. La genial partitura se llevó el Oscar a Mejor Banda Sonora Original en 1981. Pero luego escribió otros soundtracks notables, como la mencionada Blade runner, ese cuento distópico y oscuro que es todo un culto para los amantes de la sci-fi. Cabe mencionar que recién se lanzó como disco en 1994, doce años después del estreno del film dirigido por Ridley Scott, que es una adaptación de la novela fantástica de Philip K. Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968) y protagonizado por Harrison Ford, en el papel del cazarrecompensas Rick Deckard. En 1992 fue el turno de 1492: Conquest of Paradise, también de Scott, en que el actor francés Gérard Depardieu hace de Cristóbal Colón, con motivo de los 500 años del descubrimiento de América.

Vangelis fue siempre una persona recluida y de pocas palabras. Casi nunca daba entrevistas. Por eso sorprendió que, en la edición #72 de la revista Prog, dedicada a la música electrónica, los sintetizadores y su íntima relación con el rock progresivo, Vangelis no solo fuera portada sino que además diera una extensa entrevista al periodista Mark Powell, desde su casa y estudios en París, donde se muestra sumamente articulado, inteligente y crítico de la industria musical vista como negocio. Aquella publicación, de diciembre del año 2016, encontró al músico trabajando en una producción titulada Rosetta, que le había sido encargada por la European Space Agency, sobre una exitosa sonda lanzada al espacio exterior. En el 2001, quince años antes, había compuesto una sinfonía coral para un proyecto de la NASA, titulado Mythodea. En paralelo, estaba supervisando la edición y lanzamiento de una colección de trece discos, Delectus, que reunía todos sus álbumes con los sellos Vertigo y Polydor, incluidos los que hizo a dúo con Jon Anderson. En septiembre del año pasado grabó, nuevamente para la NASA, el disco Juno to Jupiter (Decca Records), con la participación de la soprano rumana Angela Gheorghiu.

La muerte de Vangelis es un duro golpe para la música y la cultura mundial. Su filosofía como artista consistía en sentir la música como algo tan natural como el hecho de respirar: “Cada vez que un sonido sale de mis manos, fue siempre y es algo 100% instintivo. No lo pienso. No tengo ninguna idea preconcebida, planes ni construcciones. Sigo lo que fluye hasta que la música no me necesite más”. Que en paz descanse.

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Grecia, Sonido

La Banda Elástica nació de una reunión entre Acher y el pianista Jorge Navarro, experimentado músico argentino que venía de tocar con grandes como Leandro «Gato» Barbieri, Bernardo Baraj, entre otros. Junto a ellos, Juan Carlos Amaral (bajo, voz), Ricardo Lew (guitarras), Enrique «Zurdo» Roizner (batería, percusión), Enrique Varela, Hugo Pierre (saxos, clarinetes) y Carlos Constantini (trompeta, voz), armaron un combo que pasaba del jazz más natural, como el Ragtime para tres, de Scott Joplin, a complejos arreglos de fusión como en los clásicos del folklore argentino Luna tucumana (Atahualpa Yupanqui) o Juana Azurduy (Ariel Ramírez) y hasta himnos del rock como Proud Mary, de C. C. Revival. Además de compartir la dirección musical y arreglos de La Banda Elástica con Navarro, Acher se encargó de tocar saxos y clarinetes, en especial el clarinete bajo. 

Las décadas siguientes, Ernesto Acher presentó diversos shows unipersonales -Humor con Acher, Veladas espeluznantes (1993), ¿Acher en serio? (2002), La orquesta va al colegio (2004), Humor a la carta (2016)-, además de incursionar en el mundo de la radio con el programa Los rincones de Acher, que se transmitió en distintas emisoras de Argentina y Chile, país donde residió muchos años con su familia, dedicándose paralelamente a la docencia en la Universidad Diego Portales de Santiago. En 1997 se unió a los pianistas Jorge Navarro y Rubén “Baby” López Fürst para el espectáculo Gershwin, el hombre que amamos, homenaje al célebre compositor de Rhapsody in blue (1924), una joya del jazz sinfónico. 

El show, en el que Acher dirige a una orquesta de 40 músicos, se presentó en varias ciudades de Argentina, Chile y Brasil, hasta el fallecimiento de López Fürst (2000). Poco antes de la pandemia, Acher y Navarro repusieron este concierto en los teatros más importantes de Argentina. También a fines de los noventa, Acher presentó el concierto para niños (y adultos) Los animales de la música, una creativa propuesta sinfónica en la que recopila obras con títulos de animales: El vuelo del abejorro, El zorro, Tiburón, La Pantera Rosa, El Cóndor Pasa, etc. El recital terminaba con Teresa y el Oso, otra de sus composiciones para Les Luthiers. La idea la concibió junto a su amigo Jorge de la Vega, flautista clásico, con quien estrenó La verdadera Cenicienta, otra exitosa parodia musical, en el 2017.   

Durante la primera visita de Les Luthiers a Cuba, en 1983, trabó amistad con el comediante y cantautor Alejandro García Villalón «Virulo», con quien inició una sociedad artística muchos años después, a través de los Juegos sinfoniquísimos (2014-2016), donde Acher dirigía a la orquesta e intercalaba sus divertidos monólogos con los del cubano, una dinámica que recuerda, por supuesto, a Les Luthiers pero también a otros humoristas hispanohablantes como el uruguayo Leo Maslíah o el argentino Luis Landriscina, exponentes de una comedia musical inteligente y contracultural, de finas ironías y elegante uso del idioma. Las creaciones de Ernesto Acher son un permanente homenaje a su pasado como integrante de Les Luthiers, experiencia que marcó por siempre su vida artística. «En Les Luthiers aprendí todo lo que sé y me da gusto el éxito que siguen teniendo», mencionó en una entrevista, no sin antes aclarar que no había posibilidad de reunirse con ellos, a pesar de ser un clamor constante de sus fans. 

Tras los fallecimientos de Daniel Rabinovich (72) y Marcos Mundstock (78), los años 2015 y 2020; y el retiro voluntario de Carlos Núñez Cortés (80) el 2017, al cumplirse 50 años de Les Luthiers, esa reunión es definitivamente imposible. El grupo continúa activo con solo dos de sus integrantes originales, Jorge Maronna (74) y Carlos López Puccio (76) y cuatro nuevos músicos y actores. Ernesto Acher regresó a Argentina el 2017 para continuar con sus múltiples proyectos, uno de los cuales era una serie de conciertos con música de Antonio Carlos Jobim junto a su cómplice en La Banda Elástica, Jorge Navarro, pero la pandemia los retrasó. Actualmente tiene 82 años.

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Cultura, Ernesto Acher, Música
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