[La columna deca(n)dente] El sábado pasado, los estudiantes del octavo ciclo de Artes Escénicas de la PUCP culminaron una breve temporada de «Incendios», la obra de Wajdi Mouawad, con una soberbia y conmovedora puesta en escena. Incendios es un poderoso testimonio sobre las consecuencias de la guerra y la importancia de la memoria y la búsqueda de la verdad. A través de la historia de Nawal y sus hijos, Jeanne y Simon, el texto explora cómo los conflictos armados no solo destruyen vidas, sino que también fracturan identidades y dejan cicatrices que atraviesan generaciones.
La trama comienza con un legado póstumo: Nawal, una mujer que huyó de un país en guerra, deja a sus hijos dos cartas que deben entregar a un padre que creían muerto y a un hermano del que nunca supieron. Este encargo desencadena un viaje físico, emocional y moral para Jeanne y Simon, quienes se ven obligados a adentrarse en un pasado marcado por la violencia, la traición y el sufrimiento. La pieza teatral plantea una pregunta incómoda pero necesaria: ¿es mejor dejar el pasado enterrado o es imperativo desenterrarlo, por doloroso que sea?
Mouawad no presenta soluciones sencillas. En cambio, muestra que la búsqueda de la verdad, aunque dolorosa, es esencial para sanar las heridas del pasado. Nawal, como personaje central, encarna esta lucha, pero también la resistencia y las cicatrices que deja la guerra. A través de su historia, la obra nos recuerda que la memoria no es solo un acto individual, sino colectivo. Los conflictos armados, internos o externos, no solo afectan a quienes las viven directamente; sus consecuencias se extienden a las generaciones futuras, que heredan el trauma y la responsabilidad de recordar.
Sin embargo, la memoria no es un acto pasivo. En Incendios, la verdad no se revela de manera fácil o lineal. Jeanne y Simon deben reconstruir la historia de su madre a partir de fragmentos, testimonios y documentos. Este proceso refleja la dificultad de acceder a la verdad en contextos de violencia y opresión, donde los registros históricos suelen ser incompletos o manipulados. La obra nos recuerda que la memoria es un acto de resistencia contra el olvido y la deshumanización que traen consigo los conflictos armados.
Pero la búsqueda de la verdad también tiene un costo emocional. Para Jeanne y Simon, descubrir el pasado de su madre significa enfrentarse a realidades que desafían su comprensión del mundo y de sí mismos. Mouawad nos confronta con otra pregunta crucial: ¿estamos preparados para asumir las consecuencias de conocer la verdad? El texto sugiere que, aunque el conocimiento puede ser doloroso, es preferible a vivir en la ignorancia. La verdad, por dura que sea, nos permite entender quiénes somos y de dónde venimos.
En un mundo donde las guerras siguen siendo una realidad, Incendios adquiere una relevancia particular. La obra nos recuerda que la memoria no es solo un ejercicio de nostalgia, sino una herramienta para evitar que los errores del pasado se repitan. Al recordar a las víctimas de los conflictos armados y al confrontar las verdades incómodas, honramos su legado y construimos un futuro más consciente y compasivo.
Por último, la poeta Wislawa Szymborska nos recuerda en “Fin y principio” que con el tiempo, la memoria de lo ocurrido se desvanece: «Aquellos que sabían / de qué iba aquí la cosa / tendrán que dejar su lugar / a los que saben poco. / Y menos que poco. / E incluso prácticamente nada”. En Incendios, la memoria es un acto de resistencia contra el olvido. Wajdi Mouawad nos muestra que, si no se confronta el pasado, las generaciones futuras perderán la comprensión de lo que ocurrió, perpetuando el ciclo de trauma y deshumanización.