La evidencia científica señala que nunca ha habido tanta anchoveta en el mar peruano como ahora. Sin embargo, la miopía e indolencia de las autoridades están haciendo que la pesca de ese recurso no se produzca y perdamos cientos de millones de dólares.

En el sur del país, donde la situación es más crítica, entre el 98 y el 2011 se pescaba en promedio 668 mil toneladas; entre el 2012 y el 2016, 289 mil toneladas; y entre el 2016 y el 2023, apenas 169 mil toneladas, según informe de Macroconsult.

¿Cuál es el problema? El mantenimiento de la talla mínima de doce centímetros de la anchoveta para poderla pescar, bajo la presunción de que recién entonces es cuando ya se reproduce y, por ende, se puede pescar. Pero diversos estudios realizados por el Imarpe demuestran que factores climáticos han hecho que la talla mínima para que el desove ocurra vaya disminuyendo y, por ende, esa disposición lo único que hace es hacer perder la pesca de inmensos recursos y de aplicarse no se pondría en riesgo el ecosistema sostenible.

Se estima que, entre 2016 y 2023, el desembarque de anchoveta podría haber alcanzado las 963 mil toneladas si se tomaban en cuenta los datos de Imarpe y la talla mínima de captura se reducía a 10.5 centímetros. Además, se podría haber registrado una producción de 233 mil toneladas de harina de pescado y 24 mil toneladas de aceite de pescado.

En lo que respecta a las exportaciones, calcula Macroconsult que con la harina y aceite de pescado, se podría haber llegado a los 594 millones de dólares si se reducía la talla mínima de captura vigente entre 2016 y 2023.

Otro de los datos alarmantes que recogió Macroconsult revela que, actualmente, la zona sur apenas contribuye con un 8% al PBI de pesca nacional. Además, estas deficiencias han significado, desde el 2012 hasta la fecha, una pérdida que alcanza la alarmante cifra de 1.9 mil millones de dólares en el rubro de exportaciones.

Ojalá que con la salida de la obtusa ministra Ana María Choquehuanca, que prestaba oídos sordos a esta realidad saltante, cambien las cosas en un sector de crucial relevancia para la recuperación económica del país.

¿Qué características podemos encontrar en la zona sur de la costa peruana? 

La distribución del fondo del mar es totalmente distinta. Mientras que en el centro y norte hay un fondo no muy profundo en donde ocurren los afloramientos varias millas fuera de la costa, en el sur el fondo cae muy rápido y los afloramientos no son tan lejanos de la costa. 

¿Se deberían aplicar restricciones distintas para la pesca dependiendo del lugar en que se realiza?

No hay razón para que hayan determinado cinco millas en el sur, centro y norte cuando en el sur la anchoveta difícilmente se va muy lejos y se pega a la costa. Por eso en el norte de Chile se pesca desde la milla uno. Como nosotros en Perú no dejamos pescar dentro de las cinco millas, esa anchoveta nadie la extrae. 

¿Por qué se ha cometido ese error de aplicar el mismo criterio para toda la costa peruana?

No hay ningún estudio ni nada que lo sustente.  En 1992 se determinaron las cinco millas, pero no encuentras ningún sustento para eso. Hay zonas, por ejemplo, en Chimbote, en donde podría pescarse fuera de las cinco millas porque el mar cae muy poco y entonces, como es poco profundo, hay peces pequeños y es zona de crianza más que otra cosa. 

¿En base a qué criterios se establece la talla mínima de captura para la anchoveta que actualmente es de doce centímetros?

Hemos comenzado a ver información desde antes que empiece la pesca de anchoveta y siempre hubo la presencia de lo que llaman juveniles. Entonces, se sacó la talla media de desove. Si tenías especímenes de diecisiete centímetros, como había en ese entonces, se daba ese promedio de doce centímetros. Pero no son juveniles necesariamente, ya que desde los 10.5 centímetros ya son adultos. Además, la distribución de la anchoveta depende de las condiciones oceanográficas y cada que hay calentura la anchoveta se va hacia el sur. Ha habido años que han encontrado anchovetas muy grandes en el sur tras casos de fenómeno del Niño, como ha ocurrido ahora. Hemos tenido un año de anomalías cálidas y, entonces, encontramos en casi todo el litoral anchovetas de 11.5 centímetros. 

¿Qué ejemplos de otros países se podrían seguir?

El de Chile. El norte de Chile no hay talla mínima. Estuve en febrero que empezaba la temporada de pesca y toda la anchoveta que están sacando es de 11 centímetros y no pasa nada. Nadie está diciendo que están depredando. 

¿Se puede realizar la pesca bajo esas condiciones sin que exista riesgo de depredar el recurso?

Depredar es sacar todo de tal manera que no quede casi nada. Mientras haya abundancia no es depredar. Incluso hay muchos países que están tendiendo a sacar todas las tallas porque en toda población la talla más pequeña es la que más se encuentra. Si sacas las más grandes, sacas a los mejores reproductores. Si sólo se enfocan en los más grandes, no es tan bueno siempre y cuando la abundancia de la anchoveta lo permita. 

¿Cuál sería un buen indicador para saber si hay sobreexplotación?

Cuando en condiciones normales, sin calentamiento ni enfriamiento, desaparecen los más grandes y hay más chiquitos. Pero cuando hay un calentamiento de todas maneras las grandes de dispersan y profundizan y es difícil de pescar. En todas partes del mundo sucede eso y puedes sacar un porcentaje de tallas menores sin hacer daño al recurso. En Japón y Corea del Sur pueden sacar de ochenta mil a cien mil toneladas de anchoveta de dos y cuatro centímetros que usan para alimento directo. Lo permiten porque saben que no todas van a llegar a adultas y en lugar de que se mueran o depreden otras especies sacan esa cuota. Lo que se hace en Perú no es objetivo sino subjetivo.

Actualmente la pesca atraviesa un periodo complicado, ¿se podría evitar esta crisis?

Podría evitarse la crisis haciendo como en el año 1998 abriendo ventanas de penetración y dejando entrar a la milla uno a unas cuantas embarcaciones bajo sustento científico. En los últimos años hubo gente que se opone a todo, hay mucha politiquería y demasiado opinólogo. Nuestra entidad líder, que es IMARPE, debería hacer más públicos sus resultados.

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JOSE LUIS OLIVERA | Director de Unidad de Negocios – Grupo PRACDA 

En la era digital, la tecnología ha permeado todos los aspectos de nuestra vida cotidiana, incluidas nuestras relaciones familiares. Desde la forma en que nos comunicamos hasta cómo pasamos nuestros tiempos juntos, la tecnología ha transformado radicalmente las dinámicas familiares, ofreciendo nuevas oportunidades, pero también planteando desafíos significativos. 

En primer lugar, es importante reconocer los beneficios que la tecnología ha traído a la vida familiar. La comunicación instantánea a través de mensajes de texto, llamadas de voz y videollamadas ha acortado las distancias, permitiendo que las familias se mantengan conectadas a pesar de la separación geográfica. Además, la tecnología ha facilitado la planificación y organización familiar, con aplicaciones y herramientas en línea que ayudan a coordinar horarios, compartir listas de tareas y administrar las finanzas del hogar de manera más eficiente.

Sin embargo, junto con estos beneficios vienen una serie de desafíos que no deben pasarse por alto. El uso excesivo de dispositivos electrónicos puede conducir a una desconexión emocional dentro de la familia, con cada miembro absorto en su propio mundo digital en lugar de participar activamente en las interacciones familiares cara a cara. Además, el acceso constante a la tecnología puede dificultar la desconexión y el tiempo de calidad en familia, ya que las distracciones digitales pueden interrumpir momentos importantes de convivencia y conexión genuina.

Para abordar estos desafíos, es fundamental establecer límites claros en el uso de la tecnología dentro del hogar. Esto incluye establecer períodos de tiempo específicos libres de dispositivos electrónicos, como durante las comidas familiares o antes de acostarse, para fomentar la comunicación interpersonal y el tiempo de calidad juntos. Además, es importante modelar un comportamiento equilibrado con respecto al uso de la tecnología, siendo conscientes de nuestras propias acciones y priorizando las relaciones familiares sobre las distracciones digitales.

Otro aspecto crucial es promover la educación digital dentro de la familia, enseñando a los niños y adolescentes a utilizar la tecnología de manera segura, responsable y consciente. Esto incluye enseñarles sobre los riesgos asociados con el uso excesivo de dispositivos electrónicos, como la adicción a la pantalla y el ciberacoso, y brindarles las herramientas necesarias para proteger su privacidad en línea y desarrollar hábitos saludables de uso de la tecnología.

En última instancia, encontrar un equilibrio saludable entre la tecnología y la vida familiar requiere una comunicación abierta, una planificación consciente y un compromiso compartido por parte de todos los miembros de la familia. Al aprovechar los beneficios de la tecnología mientras se gestionan los desafíos que presenta, podemos crear un entorno familiar más armonioso y conectado en la era digital.

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En el caótico espectáculo del escenario político nacional, donde los intereses compiten como olas en un mar turbulento, la presidenta Dina Boluarte se ha lanzado de lleno al papel estelar en un drama político que parece más propio de las exageradas tramas de las telenovelas. Su último encontronazo con la justicia, que ella dramatiza como un asalto organizado contra su persona y la mismísima democracia, ha elevado la tensión a niveles propios de un guion de conspiración de serie B.

Y qué decir del episodio más reciente en el culebrón del «Caso Rolex», donde los fiscales irrumpieron en el hogar de la mandataria como si se tratara de una redada en una operación policial de Hollywood. Con un tono que mezcla indignación y resentimiento, Boluarte acusa a diestro y siniestro a aquellos que ella considera sus enemigos, pintándose a sí misma como la heroína incomprendida, perseguida por las sombras y ‘caviares’ de la noche, según sus cómplices.

La trama se complica aún más con la revelación de una serie de ataques que la presidenta detalla minuciosamente, destacando cada afrenta a su honor y cada intento de menoscabar su autoridad. Desde las acusaciones de encubrimiento de Vladimir Cerrón hasta la misteriosa desaparición del «cuaderno de ocurrencias», cada incidente se convierte en otro capítulo de la epopeya de la mandataria.

Pero lo que realmente nos tiene pegados al asiento de este espectáculo es la actuación estelar de Boluarte como la abanderada de la democracia, el estado de derecho y la Constitución. Sus constantes llamados a la acción, convocando a sus seguidores a unirse en su defensa, nos hacen sentir como si estuviéramos viendo una película de superhéroes barata, donde ella es la superheroína contra los malvados que la rodean.

Ah, pero claro, esta retórica debe elevarse más allá de meras palabras y encontrar su sustento en acciones tangibles. ¡La democracia demanda que su ilustre presidenta y líderes políticos rindan cuentas, se desenvuelvan con transparencia y, por supuesto, siempre digan la verdad! Qué fácil habría sido para la distinguida mandataria explicar el origen de aquellos relucientes relojes Rolex que adornaban su muñeca y a los cuales presta poca atención su primer ministro. ¡Recibir a los fiscales, mostrarles sus exquisitos relojes de alta gama y explicarles cómo llegaron a sus manos no habría sido más que un simple paseo por el parque!

Como todos sabemos, en la política no todo es lo que parece. Y mientras la presidenta Dina Boluarte sigue luciendo sus lujosos relojes Rolex con una elegancia tan descuidada como sus explicaciones, la trama continúa girando, manteniéndonos en vilo sobre cuál será el próximo capítulo en este circo político de nunca acabar.

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Ni un solo ministro renunció por el escándalo de los Rólex. Tuvieron que ser renunciados seis de ellos, a solicitud de la mayoría congresal que aprovechó la crisis gubernativa y la pendiente solicitud de confianza del gabinete Adrianzén para forzar sus pedidos y obtenerlos.

El gobierno de Dina Boluarte está cada vez más débil y su ya enorme impopularidad seguramente crecerá en las encuestas venideras por la impericia para manejar el escándalo en curso. Es un régimen sujeto con babas y expuesto a que un futuro ventarrón -que puede ser un coletazo del aún no resuelto Rolexgate- se lo lleve de encuentro.

Desde la derecha se oponen al adelanto de elecciones porque están convencidos de la impropiedad de las autoridades del Jurado Nacional de Elecciones y de la ONPE y temen que un proceso electoral con ellas al mando solo servirá para repetir el plato del 2021.

La verdad, sin embargo, es que no existe una sola prueba que incrimine a ambas autoridades en irregularidades cometidas en el proceso electoral que llevó a Castillo al poder y toda la alharaca del presunto fraude acabó en nada, porque era más majadería que realidad.

El temor de la derecha más bien debería fijarse en que la continuidad de este gobierno mediocre y paralizado de Dina Boluarte es el mejor caldo de cultivo para la irrupción, con más fuerza inclusive que el 2021, de candidatos radicales disruptivos. El descrédito creciente del Ejecutivo y el Congreso alimenta a la izquierda radical, que ve con gozo, cómo se degrada la derecha peruana y calcula ya la inmensa cosecha electoral que obtendrá de ello.

Es verdad que el panorama electoral del centro y la derecha peruana es hoy un festival promiscuo por la cantidad de candidaturas que se aprecia, pero eso va a ser peor el 2026. No hay ningún ánimo conciliador ni unificador en este sector ideológico que no es capaz de percibir que, a pesar de todo, la mayoría del país se sigue definiendo de centro y de derecha, como corroboran los estudios que regularmente hacen al respecto Ipsos y el IEP.

Ello se va a evaporar si la proliferación de candidaturas aumenta, como todo lo hace prever y, además, aumenta, como también es previsible, el deterioro de un régimen coludido con un Legislativo, que la ciudadanía de a pie percibe como una coalición derechista fallida. Si hoy no parece el momento indicado para convocar elecciones generales, el 2026 será peor.

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Si el mundo fuese racional, en 1947 Israel y Palestina hubiesen dividido territorios. No digo que hubiese sido la solución más justa, sino una que hubiese combinado justicia y poder. Los palestinos ocupan ese lugar hacemiles de años, los judíos fueron expulsados por los romanos a inicios de la era cristiana.

En el siglo XIX, con la explosión de los nacionalismos, surgió el movimiento sionista, que llamó al pueblo judío a formar un hogar nacional en la Tierra Santa de Moisés, es decir, volver 1900 años después. Y así comenzaron paulatinamente a repoblarla, pero allí, reitero, estaban los palestinos, desde siempre. Cuando en 1948 se fundó Israel de manera unilateral y pateando el tablero de las negociaciones que venía realizando la ONU, 10% de la población era judía pero también es verdad que, por lo mismo, los palestinos tampoco querían saber nada con la partición del territorio.

Una clave fundamental es el Islam. Cuando Mahoma en el siglo VII viajó de La Meca a Medina y fundó una nueva religión monoteísta que pobló de adeptos gran parte de Asia, África, y algo de la Europa occidental y balcánica, los judíos hacía siglos que vivían su diáspora. Hacía siglos se habían dispersado por el mundo, más por Europa Central y del Este debido a las prohibiciones del emperador Justiniano en el siglo VI de nuestra era, quien pretendía que todo su Imperio abrase el cristianismo.

En suma, en lo que hoy se conoce como Israel quedaron los palestinos, la mayoría de ellos musulmanes, y una minoría cristiana de la que proviene la mayor parte de la colonia palestina en el Perú. Y alrededor todo el mundo árabe y musulmán con algunos bolsones de cristianismo desperdigados aquí y allá que se hicieron más grandes durante las cruzadas -siglos XI a XIII- y que luego se redujeron hasta la mínima expresión cuando cayó Constantinopla, la otra capital del Imperio Romano, en 1453. Por ello, poco después, Vlad Lepes, o Vlad Dracul, señor feudal de Transilvania tuvo que enfrentar las huestes turcas con métodos poco ortodoxos, hasta que a Bram Stocker se le ocurrió convertirlo en vampiro y situarlo en la convulsa Londres de finales del siglo XIX, revoloteando entre Lucy y Mina.

Por esos mismos años, cuando los judíos comienzan a volver a la Tierra Santa de Moisés, las cosas finalmente estaban parejas entre Occidente y el mundo árabe, había cierto equilibrio estratégico a pesar del apabullante neocolonialismo industrial europeo. Pero en 1948, con la creación del Estado de Israel se rompió de nuevo el equilibrio y volvimos a dar vueltas en círculo, a veces con y a veces en contra de las manijas del reloj de la historia.

La historia de la humanidad es la historia de los imperios, desde que se cayó la semilla del árbol, fecundó en la tierra y la civilización se hizo civilización, es decir, se sedentarizó. Los Egipcios conquistaron a todos a su alrededor, esclavizaron a los judíos, los romanos conquistaron a los egipcios, los incas conquistaron a chancas y huancas, los españoles a todos ellos, también aaztecas etc.

En el siglo XX, ni la democracia, ni los derechos humanos cambiaron eso. Atenas, la madre de la democracia antigua, conquistó por la fuerza todas las polis del Egeo. USA, la madre de la democracia moderna, conquistó al mundo después de la Gran Guerra de 1914, pobló de dictaduras su patio trasero -es decir Latinoamérica- durante la Guerra Fría y ahora lucha por mantener su imperio, China arremete. Pero si fuésemos racionales, y si la lógica del Estado moderno no remitiese necesariamente a Maquiavelo, Hobbes y Weber, partiríamos a Israel en dos mitades, una para los judíos, que se llamará Israel y otra para los palestinos, que se llamará Palestina. ¿No es esa la enseñanza del rey Salomón?

Esta solución, que es humanamente imposible porque el hombre prefiere imperar antes que razonar, no traería la paz inmediata. Los fanáticos de cada bando se atacarían un tiempo más, aunque es posible que, con el tiempo, terminasen acostumbrándose. Igual son pamplinas, Estados Unidos está allí para impedirlo. Si algo nos enseñala historia es que el genocidio nunca se interpuso a losintereses materiales.

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El escándalo de los Rolex ha tenido como virtud secundaria poner de relieve los entresijos del poder, las entrañas mediocres de un gobierno endeble, precario y torpísimo hasta extremos impensados.

Empezó con la mentira presidencial respecto de su procedencia (“son de antaño”), la obstaculización a la justicia al negarse a recibir a los fiscales que buscaban la visualización de las joyas, las disfuncionales y desafortunadas declaraciones de buena parte de su gabinete ministerial (¿no son capaces de armar un comité de crisis?), la reacción destemplada frente a un justificado allanamiento, la aparición inusitada de la presidenta con el comando conjunto de las Fuerzas Armadas en las escalinatas de Palacio y que el Premier -abogado él- diga que se trató de un “acto político” (¿?), el inmenso silencio de la primera mandataria para explicarle al país el asunto o brindarle una narrativa creíble.

Un incidente coyuntural ha escalado hasta niveles insospechados por culpa exclusiva de una gobernante que no tiene el empaque de atender una tormenta que empezó pequeña y ha crecido hasta niveles que hacen zozobrar la nave gubernativa.

Frente a ello vuelve a surgir la inquietud respecto de si se debe o no recortar el mandato presidencial, a través de una renuncia o de una vacancia. No creo que ninguna de las dos se produzca y que seguiremos soportando la medianía de un régimen que no augura ningún buen resultado en ninguna política pública, pero no por ello podemos dejar de expresar nuestro parecer respecto de que lo mejor que le podría pasar al país es que acabe este suplicio y se reinicie la política nacional con nuevas elecciones generales que incluyan al Congreso. No hay necesidad de prolongar la agonía hasta el 2026, abonando el terreno a favor de los candidatos radicales disruptivos.

Cada Rolex que surge son cien mil votos para Antauro y compañía. Cada dislate presidencial y exabrupto congresal (percibida por la población como una coalición derechista) hace crecer las posibilidades de una izquierda que debió haber quedado sepultada luego del sainete golpista y corrupto de Pedro Castillo.

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