Si hay una palabra que ha sido utilizada por el oficialismo y la oposición es la palabra gobernabilidad. En nombre de ella, los primeros piden responsabilidad a los congresistas; y los segundos solicitan convocatoria nacional para atender los problemas urgentes del país. 

Presentada así, esta situación nos deriva a las siguientes preguntas: ¿con quiénes se está estableciendo la tal llamada gobernabilidad por parte del Ejecutivo? ¿está logrando su objetivo? Según la teoría, la gobernabilidad parte de establecer paz social entre tres actores: políticos, empresarios y ciudadanos. Partiendo de esta premisa, el gobierno de Pedro Castillo -según el anuncio de 28 de julio, declaraciones públicas en provincias y acciones recientes de Mirtha Vásquez- ha establecido canales precarios con los empresarios y ciudadanos, dado que constantemente ha ejercido el presidente posiciones políticas que generan división entre las regiones y Lima. El anuncio del cierre del Congreso constantemente abona aún más a esta situación. Y ni qué decir de las medidas que tomó la primer ministro anunciando cuatro cierre de minas. 

Evidentemente, el estilo de liderazgo gremial que se percibe desde el Ejecutivo aleja cualquier intento de convocatoria nacional. Estilo de liderazgo que pasa por lo reivindicativo y sectorial y no por poner a sentar a la mesa de diálogo a los actores que generen ingresos al Estado y al país. Esto afecta claramente a nuestra joven democracia que necesita de consensos y de diálogo constante con los empresarios y los ciudadanos. El presidente debe repensar su socialización política. El silencio prolongado para dirigir una nación (que lo llenan sus controvertidos aliados) y ese estilo de liderazgo generan zozobra. Evidencian improvisación y unas medidas estatistas que no ha funcionado a través de la historia. 

La paz social, así, no es más que una quimera. El presidente tiene que recordar que ha llegado a la presidencia, pero no tiene el poder. Ha ganado por aproximadamente por cuarenta mil votos. Votos que no son militantes en su gran mayoría. Y eso se construye convocando inteligentemente a los actores en juego. No se puede gobernar solo con simbolismos y pensando gremialmente el país.

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Gobernabilidad, Gobierno

Desde el 2000 hasta el día de hoy, si hay algo que caracterizado al Perú es que para las vacancias y renuncias presidenciales no ha sido un factor determinante el componente externo, vale decir, la calle o las masivas salidas de los ciudadanos organizados, como en Ecuador o Bolivia. Lo que ha caracterizado a nuestro sistema político fueron las caídas de presidentes por factores internos. Eso lo hemos podido apreciar desde la renuncia de Fujimori por los vladivideos, la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) por la compra de votos y la vacancia de Martin Vizcarra también por factores internos. 

Se preguntarán por la renuncia de Manuel Merino a través de las salidas a las calles. La verdad, es un caso que no se convierte en regla. Fue un episodio inaudito producto de una crisis sanitaria por la que pasamos, pero no es lo que nos caracteriza. Sucedió también en 1975, en pleno régimen dictatorial, con el paro de los policías en un contexto de severa crisis económica que favorecía ello. La forma de protesta del ciudadano es a través de las urnas, votando por el mal menor y no por convicción. Eso ha sido, y sigue siendo, la regla de nuestro sistema político en la que el ciudadano -que vive en una economía informal (80% según el INEI)- vive del día a día y en la que aún hay un pan en la mesa de los hogares peruanos.  

Algo importante a apuntar es que se pueden generar las condiciones para estas situaciones a través de protestas sociales focalizadas (léase paro de transportistas o conflictos sociales en torno a la minería e hidrocarburos) en la que se vaya legitimando un descontento con el accionar del presidente, como sucedió con Fujimori y PPK. Pero vuelvo a repetir: no es la calle -como expresión movilizadora y organizada- la que caracteriza al peruano. 

Al respecto, habría que analizar el porqué del asunto, el porqué de esa conducta política parroquial. Ya mencioné que un condicionante estructural es la economía informal; otra estaría muy relacionada a la poca capacidad cívica o ciudadana. Como diría el politólogo Guillermo O´Donnell, poseemos una peculiaridad delegativa, en la que solo votar consta como parte de nuestro deber democrático. 

El espacio público también no se presta para la generación de una cultura política responsable. Hemos podido apreciar, desde la transición de la democracia hasta ahora, que lo que caracteriza al espacio público es la diatriba, la satanización del adversario y la judicialización. Vivimos -como diría el historiador francés Pierre Ronsavallon- una contrademocracia, vale decir, una cultura política del veto, de eliminación del adversario, tan dañina para nuestra joven democracia. 

Nos toca a todos los actores involucrados en mantener nuestro Estado de Derecho, estar alerta de los enemigos de las libertades y también de las actitudes poco democráticas de los actores dentro de nuestro sistema político que generan las condiciones para el acecho de organizaciones negativas para el país. 

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presidentes del Perú, renuncias presidenciales, vacancias

Desde el 28 de julio, Pedro Castillo ha propuesto al Perú tiempos de confrontación política. Si bien la opinión pública y la oposición política exigían moderación y políticas de convocatoria nacional, el Ejecutivo -en diversos tramos de estos meses del año- ha propuesto razones de tener cuidado con la estrategia que tienen en mente, que es llevar adelante la Asamblea Constituyente. 

Una primera prueba de esta atmósfera de confrontación que ha generado Pedro Castillo fue la designación de Guido Bellido como premier. Durante su gestión, hemos podido apreciar discursos que generaban incertidumbre en las inversiones nacionales e internacionales. Otra prueba de dicha atmósfera es el discurso radical que presenta el presidente en regiones (léase continuar con los planes de campaña electoral, de intentar estatizar el gas de Camisea y de -en reiteradas ocasiones- polarizar contra el Congreso) para legitimar políticamente las estrategias que viene llevando adelante: como dividir a Lima y las provincias. 

Por otro lado, podemos apreciar que los cambios que se han realizado en las Fuerzas Armadas -vinculados para el caso del Ejercito a su aliado Antauro Humala- no es más que otro indicio que nos tiene que poner en alerta. Los golpes de estado siempre han venido de la mano, o teniendo como aliado, al Ejército. A esto agregamos que -desde el lunes pasado- se ha puesto en estado de emergencia a Lima y el Callao (bastión de la oposición al gobierno) por razones de “seguridad ciudadana”. ¡Qué tal coincidencia!

Podemos apreciar también que las designaciones de Pedro Castillo de personas vinculadas a Sendero Luminoso y el narcotráfico en carteras ministeriales de vital importancia para el país, como Trabajo, Interior y Educación son señales que nos tienen que poner en alerta. En dichos sectores, la entrada de estos personajes cuestionables (Maraví, Barranzuela y Gallardo respectivamente) han puesto bombas de tiempo que -en cuestión de meses o años- tardaremos en ver los resultados desastrosos para la estabilidad del país. 

Dicho esto, la oposición política debe quitarse la venda de los ojos y tener en cuenta que lo que estamos viviendo no son tiempos de normalidad política. Que al otro lado de la orilla no perciben adversarios sino enemigos políticos. Que al otro lado de la orilla tenemos un proyecto político que no busca consensos para reactivar la economía de nuestro país, que ha sido puesto críticamente durante la gestión de Martín Vizcarra. Y que al otro lado de la orilla tienen en mente la premisa: “salvo el poder, todo es ilusión”.

Necesitamos más Churhills que Chamberlains; en otras palabras, necesitamos más generales políticos estos tiempos de confrontación que estamos viviendo.

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administradores de sistemas, confrontación, Guido bellido, ministerios, Mirtha Vasquez, Presidente Castillo, sendero luminoso

A poco de cumplirse los 100 días de gobierno Pedro Castillo, podemos dar a conocer el carácter que asumiría su mandato, caracterizado por la poca capacidad de orientar al país y a sus ministros y funcionarios públicos hacia los grandes temas de política exterior para sitiar al Perú en el contexto internacional, aprovechando el buen costo del precio del cobre y del litio por muy buen tiempo. Se caracteriza también por su poca capacidad para orientar su gobierno hacia la unidad que requerimos políticamente para salir de esta situación crítica en la que se encuentra el país económicamente.  

Claro, hay razones para entender ese proceder. Castillo, que obedece a una agenda orientada al socialismo del siglo XXI que sus aliados les exigen que cumpla, se ha propuesto copar las instituciones del Estado para el objetivo que tiene en mente que es la Asamblea Constituyente. Allí tenemos al nuevo directorio que preside Julio Velarde en el Banco Central de Reserva, en la que no tiene mayoría. Podemos apreciar también a Palacín en Indecopi y a Barranzuela y Gallardo en el ministerio del Interior y Educación respectivamente para solo poner algunos ejemplos. 

Si nos detenemos a pensar en esos cambios en el interior de estas instituciones claves para el Estado, podemos sostener que hay tácticas bien utilizadas -dentro de una estrategia que tienen que es generar las condiciones desde diversos frentes- para cambiar ciertos procedimientos administrativos que permitan a sus aliados (léase el senderismo vinculado al narcotráfico y al Conare por ejemplo) seguir operando sin ningún problema, así como generar presupuesto para más gasto social. 

La oposición política debe tomar conciencia de esta situación. Ya lo expresé en reiteradas oportunidades: vivimos una situación de atmósfera de confrontación que -desde un inicio- el Ejecutivo lo generó. La oposición y la prensa deben, para ello, fiscalizar responsablemente los trabajos que se vienen realizando desde los ministerios y otras entidades públicas. 

Las bombas de tiempo que va dejando este gobierno, si es que sale mal las estrategias para el objetivo de la Asamblea Constituyente, son los que se debe identificar para evitar cualquier tipo de amenaza al Estado de derecho.

No caigamos en la ingenuidad de la moderación de grupos leninistas en el poder. Desde mi paso por San Marcos hasta mis diversos trabajos por regiones -por estos tiempos- como sociólogo, puedo advertir que generar confusión en el oponente es forma de jugar a la política. Puedo advertir también que tienen en mente siempre esta premisa: “salvo el poder, todo es ilusión”. 

¡Advertidos estamos!  

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Asamblea Constituyente, Ejecutivo, Oposición, Pedro Castillo

Desde hace unas semanas, debido a la posible aprobación de la cuestión de confianza por parte del Congreso de la República por insistencia, se viene debatiendo la posibilidad de su reforma y sus implicancias. ¿Qué propone el proyecto de ley en cuestión? Regular los artículos 132 y 133 en la que se proponga que el Ejecutivo solo pueda utilizar la cuestión de confianza para temas relacionados a políticas de gobierno en general, exceptuando de ella reformas constitucionales que competen al Congreso de la República y otras entidades autónomas. Acto seguido -en una disposición complementaria y final de la autógrafa- propone que solo el Congreso de la República puede interpretar el sentido de decisión. 

Proyecto de ley realmente cuestionable porque pone en desbalance el equilibrio de poderes. Como señala Carlo Magno Salcedo en su análisis del tema (La Mula, 11/10/21), actualmente el Congreso de la República, implícitamente, tiene la potestad de poder interpretar la Constitución para su labor legislativa, pero qué pasa cuando contraviene -por ejemplo- temas que puedan afectar la relación ejecutivo y legislativo. 

Sabemos que el contexto actual es de una polarización extrema debido al objetivo que tiene el gobierno de llevar adelante una Asamblea Constituyente, pero se debe actuar con suma cautela en temas jurídicos para causas políticas prodemocráticas, como detener esa intentona que pretende cambiar las reglas de juego. En ese sentido, y de acuerdo a la propuesta del constitucionalista y docente universitario Joel Campos, es necesario salir de esa dicotomía que contribuye a un enfrentamiento político fratricida y sin salida. 

Para ello -según el constitucionalista- se debe establecer una reforma al artículo 134 de la Constitución, sobre la disolución del Congreso de la República, en la que se proponga la “muerte cruzada” (que se usa también en el Ecuador) en la que disuelto este primero poder del Estado se proponga convocatoria a nuevas elecciones no solo para elegir nuevos parlamentarios sino también de presidente de gobierno. 

Dicha reforma limitaría el enfrentamiento permanente de los actores en el juego político. Reformas así oxigenan nuestro precario sistema político tan venido a menos en la que minorías activas (como el caso de grupos vinculados a Sendero Luminoso) tengan margen de acción para -desde el propio sistema- destruir los cimientos democráticos que tanto nos ha costado construir. 

La oposición política debe hilar fino -en tiempos turbulentos para el mantenimiento del Estado de derecho- para proceder a usar armas legales que no contravengan a la Constitución y a su estrategia de detener pretensiones que generan graves problemas a lo avanzado durante los últimos dos décadas en el país. 

 

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Asamblea Constituyente, Congreso de la República, voto de confianza

Se suele decir -desde la opinión pública y la academia- que los primeros meses definen el carácter del gobierno para los cinco años de gestión. Evidentemente, desde el Toledo hasta Kuczynski, se sabía -de acuerdo a esta premisa- cuál sería el carácter que asumirían estos presidentes para gobernar el país. 

En estos meses que Pedro Castillo viene asumiendo el ejecutivo hemos podido apreciar que el rumbo que tendrá este gobierno es de generar el camino hacia una Asamblea Constituyente. Se tiene de conocimiento que actualmente nos encontramos con una crisis económica que necesita ser reactivada, pero que hasta el momento no se han dado visos de poder enrumbarlo económicamente. 

Nuevamente vuelvo a la teoría. Desde la academia se sostiene que las instituciones tienen buen desempeño cuando florecen y se mantienen económicamente estables. Cuando hay crisis, las instituciones colapsan. Hasta la fecha y teniendo un contexto internacional favorable, el presidente Castillo no ha convocado públicamente a los capitales para mover la economía positivamente y así generar empleo y mover a la pequeña y media empresa. Hasta la fecha, el presidente Castillo -por errores propios y de sus aliados maximalistas de Perú Libre- no hace más que encerrar su discurso y su acción en prácticas de gasto social sin detenerse a pensar que todo gasto necesita de inversiones para poder sostenerse en el tiempo. 

Hasta la fecha, el presidente Castillo no da garantías de ir hacia una gobernabilidad que nos permita como país sensatamente recuperar el tiempo perdido por su antecesor Martin Vizcarra. Tácticamente, se da respiro al cambiar el gabinete para sostener el plan maximalista que aún tiene en mente. Sino apreciemos lo que sostuvo en Cusco hace dos semanas en la que dijo que seguía en marcha el plan de campaña electoral. 

Como señalé en mi columna pasada, son tiempos álgidos para la democracia del Perú. La oposición política hasta el momento es muy reactiva. Reacciona ante cualquier coyuntura que genera el gobierno. No proponen públicamente. Si bien no hay líder de esta parte del espectro político, deben ir hacia una agenda país (en economía, salud, educación y seguridad) que les permita redireccionar a un gobierno que no puede sostener una gestión pública y que está haciendo daño económica y socialmente al país. 

La oposición política tiene el gran objetivo, en estos tiempos complicados para el régimen, de establecer los candados constitucionales necesarios, establecer agenda país y generar vínculos con la oposición social en regiones para contrarrestar la única agenda del ejecutivo que tiene públicamente clara: gasto social para generar las condiciones de una Asamblea Constituyente.

 

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Gobierno peruano, Pedro Castillo, Plan de Gobierno

Hemos sido testigos, durante algunos meses de mandato de Pedro Castillo, que el silencio es parte de su estilo de gobierno, pero -de un tiempo a esta parte- también hemos sido testigos de un estilo de gobierno en la que la palabra empeñada no es más que una mentira frente al plan que maneja, el cual es el de llevar adelante como sea una asamblea constituyente.

Eso lo pudimos apreciar en estas últimas semanas en la interpelación al ministro de trabajo -Iber Maraví- que tiene presuntos vínculos con el Movadef, brazo político de Sendero Luminoso. ¿Qué dijo el presidente a la oposición? Pues sostuvo que no estaba dentro de sus planes llevar adelante una cuestión de confianza si es que censuraban al ministro en cuestión. Al día siguiente, en plena sesión de censura, Pedro Castillo emitió un tuit en el que manifestaba que la cuestión de confianza formaba parte del equilibrio de poderes. 

¿Qué se puede interpretar de todo este entramado político? Pues que no se puede entablar conversación ni negociación alguna con un plan maximalista (léase Asamblea Constituyente y generar poder a través de las elecciones municipales y regionales) que tiene en mente el presidente y Perú Libre. 

Como dijo Winston Churchill, durante la Segunda Guerra Mundial ante la posible invasión Nazi a Inglaterra: “No se puede negociar teniendo la cabeza en la boca del lobo”. Y es que sucede exactamente lo mismo para la política peruana. Tenemos a un ejecutivo que tiene todo el aparato estatal para poder llevar adelante la Constituyente, y de paso cerrar el Congreso vía cuestión de confianza, que no pretende negociar con la oposición. Tácticamente, de manera coyuntural, establece ciertos “acuerdos” (como mantener a Julio Velarde en el Banco Central de Reserva) para calmar a cierta parte de la oposición que cae ingenuamente en lo que sostiene el presidente. 

Ante este escenario, es necesario que la oposición política salga de su burbuja limeña y comience a tejer nexos con la oposición social en regiones para así hilvanar estrategias que generen retroceso en el plan que tiene el Ejecutivo. El constitucionalista Lucas Ghersi, con la franciscana recolección de firmas que viene haciendo por todo el Perú para impedir cualquier intentona constituyente, nos ha demostrado que se puede establecer ciertas alianzas que permitan generar las condiciones para cambiar la correlación de poder existente. A tenor de ella, otra estrategia es tener en mente hacer oposición política y democrática a través de la participación en las elecciones regionales y municipales el 2022. 

Si la oposición logra generar legitimidad social en regiones va a ser muy difícil que el Ejecutivo intente cualquier estrategia de cambio del Estado de Derecho que vivimos actualmente. Para eso, necesitamos real politik de parte de nuestra oposición para construir esa mayoría que en estos momentos se encuentra dando respaldo a Pedro Castillo y su proyecto maximalista.  

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Iber Maraví, Movadef, Presidente Castillo

En los años ochenta, aparecieron -durante el régimen democrático de Fernando Belaunde Terry- dos grupos terroristas que generaron zozobra al país, estos fueron Sendero Luminoso, liderado por Abimael Guzmán, y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), liderado por Victor Polay. 

Ambas agrupaciones, que hicieron mucho daño al país, en los noventas fueron desbaratados. Sobre Sendero Luminoso, que es la organización criminal al que le quiero dedicar estas líneas ahora para los que nos leen puedan apreciar quienes fueron, una vez capturado Abimael Guzmán Reynoso, se dividió en dos agrupaciones: Movimiento por la Amnistía y los Derechos Fundamentales (Movadef) y Proseguir. 

Desde su aparición, uno de los objetivos del Movadef es continuar su lucha terrorista bajo la aparición política en el escenario peruano. Han decidido, luego de la captura de Abimael Guzmán, continuar políticamente buscando la amnistía de lo que ellos denominan “presos políticos” a los terroristas hoy presos, entre los que figura Guzmán Reynoso (o camarada Gonzalo). Nada fácil por supuesto al inicio, pero con el pasar del tiempo (al infiltrarse en diversas organizaciones como el Sindicato de Profesores u otras organizaciones políticas regionales) han logrado reconstruir operadores políticos que les ha permitido tener presencia a través de protestas sociales. 

En el caso de los Proseguir, una vez capturado el líder terrorista y rompiendo con su la estructura tradicional de Sendero Luminoso, decidieron irse hacia el Valle del Río Apurímac, Ene y el Mantaro (VRAEM) y establecer alianza con los narcotraficantes para así tener financiamiento y continuar con lo que ellos denominan la “guerra popular”. Esa zona, que actualmente está como zona de emergencia, es un sector que ha financiado diversas organizaciones regionales con el fin de tener presencia en el escenario político y así generar las condiciones para su aparición posterior. 

Estas minorías activas presentadas, en un escenario de colapso de los partidos políticos y de preferencias electorales que no pasan del 20%, han tenido su encuentro, movilización y éxito electoral a través de la organización política llamada Perú Libre. A través del líder de este partido, Vladimir Cerrón (según estudios como el de Antezana) existen nexos con el narcoterrorismo del VRAEM. Y a través del actual presidente Pedro Castillo, existen nexos con el Movadef. Sino miremos el apoyo del Conare Sute (vinculado al Movadef) a la movilización que lideró Castillo en la huelga magisterial el 2017.  

Como podrá leer -estimado lector- en este éxito electoral que han tenido han confluido y ahora se encuentran gobernando. Eso nos debe advertir de las estrategias y tácticas que tienen estos grupos terroristas a lo largo del tiempo en el país y en lugares donde ha habido presencia terrorista. 

La situación es complicada, pero no difícil de superar. Para ello es necesario establecer alianzas en todos los frentes para desbaratar la narrativa que han construido y el objetivo político que tienen entre manos. La democracia que tanto nos ha costado construir debe ser defendida. Podrá estar en crisis, pero es la que genera capacidad de resolver civilizadamente los grandes problemas que tiene el país. A los 200 años de nuestra independencia, reflexiones sobre el tema y tomemos medidas los que creemos en las libertades.

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Movadef, sendero luminoso, VRAEM

El día viernes el Congreso la República otorgó al gabinete presidido por el cuestionado Guido Bellido la cuestión de confianza. Confianza endeble, dado que fueron 73 votos a favor de 130 congresistas.

Al viejo estilo asambleísta, que pude apreciar cuando estudiante universitario en San Marcos, el Primer Ministro -y sus camaradas- incitaron a llevar el debate al parlamento sobre las formas (léase el quechua cusqueño que usó en un primero momento el representante del Ejecutivo) y no sobre la cuestión de fondo, cómo es que se va a conseguir inversión para reactivar la economía del país y cómo va a conseguir infraestructura necesaria y vacunas para combatir la pandemia que aun nos asola.

El día de la cuestión de confianza, fue preocupante lo señalado por el ministro de Economía, Pedro Francke, al decir que -en estos momentos- el Estado cuenta con recursos exiguos para llevar adelante reformas. Ese debe ser, en adelante, un tema que la oposición debe levantar públicamente para proponer medidas necesarias más allá que la recaudación tributaria. Se debe plantear medidas urgentes sobre cómo ampliar la base tributaria, sobre cómo pasar a los informales a la formalidad. Poner al país -en el tema económico- en estado de emergencia y hacer algo al respecto.

Ese camino, seguido de algunas reformas necesarias en el parlamento, en la que establezcan candados constitucionales para la llamada cuestión de confianza (evitando así cualquier intentona del extremismo por llevar al país hacia una constituyente innecesaria) pueden generar que el Ejecutivo no se desvíe del cauce democrático. Estemos atento a las declaraciones posteriores a la prensa que dio Guido Bellido, en la que sostuvo que si el Congreso no deja trabajar al Ejecutivo insistirán con llevar adelante nuevamente otra cuestión de confianza.

Actualmente, el presidente Pedro Castillo sabe que no cuenta con respaldo ciudadano para una intentona asambleísta, pero -por medio de gasto público con los recursos exiguos que tiene el erario público- puede generar las condiciones para ello. La opinión pública y la oposición social y política deben tomar las medidas necesarias para evitar que la polarización nos encamine hacia ese objetivo que tienen los proyectos populistas, como el de que preside Vladimir Cerrón.

Me reafirmo nuevamente en que es necesario estar atentos al claro objetivo que tiene el Ejecutivo. Lo han dicho desde campaña y lo ejecutarán por medio de estrategias ideológicas o improvisadas. Estemos atento a eso y que el Congreso tome las medidas necesarias para evitar ello.

A esto agregaría que la oposición política participe en los espacios subnacionales para que los años que nos queda de gobierno de Perú Libre no sea nefasto para la economía de los peruanos.

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