[EN EL PUNTO DE MIRA] Julio Hevia dijo en una entrevista, poco antes de que partiera a la eternidad, que “el DNI del peruano era el habla, la comida y la bebida”. Razón no le faltaba. Ayer, luego de escuchar casualmente una conversa en jerga por las calles de Lima, mientras pensaba sobre qué tema escribir para mi columna de hoy, me dije “nosotros, los peruanos, tenemos identidad más allá de la escarapela y el desfile militar, pero no nos damos cuenta”.

¿Por qué sostenía eso Hevia? Porque el peruano en esas tres acciones genera condiciones democráticas de convivencia. Hablar, comer y beber integran a los peruanos positivamente, generan espacios para compartir anécdotas, encuentros con el pasado que dialoga con el presente. Se rompen barreras.

Hace uno años atrás sostuve eso —en un Congreso sobre temas chinos—, en un texto que escribí sobre el chifa como elemento integrador y democratizador. Casualmente encontré un tema muy importante, que habría que decirlo en voz alta: por qué no pensar desde temas cotidianos —como la bebida, la cocina y el habla— nuestra identidad como peruanos rumbo al Bicentenario de la Independencia del país.

A través de esos temas se rompen prejuicios que hasta el día de hoy nos embargan como sociedad; como el racismo, el clasismo y la imposición de ideas. Hugo Neira dijo: “El peruano se odia profundamente”. Sobre el habla, cotidianamente —mediante el uso de jergas— no hacemos más que permitir que culturas diversas (desde geográficas hasta urbanas) integren nuestra lenguaje cotidiano. Y mediante el diálogo, por extensión, aportamos al espacio público. Escucharnos es importante para reconocernos como iguales ante la ley y para sincerarnos como personas.

En lo que respecta a la comida, Gastón Acurio afirmó en una entrevista que “la cocina es amor, tolerancia y compartir”, porque permite —en el diálogo de los insumos con los que se prepara un platillo— el encuentro de diversas culturas y diversos tiempos, además de generar canales de conversación y entendimiento.

Ni qué decir de la bebida, que es un elemento que nos permite un diálogo sin parangón. Claro está, sin excesos. A través de ella vencemos el miedo y podemos expresar lo que pensamos y lo que sentimos. Nos vuelve alegres y jocosos.

Es el momento de que contemos en la currícula escolar con temas como la cocina porque —como ya se explicó líneas arriba— nos permite entrar en algo importante del ser humano; aparte de las condiciones democratizadores que genera, como la sensibilidad. En un país de feminicidios, violencia sexual, racismo e imposición de ideas, la cocina aportaría al buen entendimiento y respeto entre los peruanos y peruanas de todas las condiciones sociales. En otras palabras, aportaría a la moral pública del país.

Pensarnos en estos 200 años de la Independencia parte por hacer políticas públicas efectivas, a partir también de la cocina.

 

 

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[EN EL PUNTO DE MIRA] Fue muy gratificante, porque salieron excelentes reflexiones sobre el tema. Había escrito, hace algunos meses para la opinión pública, una propuesta de partido político para estos tiempos en los que –aparte de la clásica organización territorial (bases) y funcional (sindicatos, colegios profesionales, entre otros)– se tomara en cuenta también a la organización virtual, así como al trabajo de los colectivos para que complementen el trabajo político que debe realizar toda organización que tenga como fin llegar al gobierno y formar ciudadanos.

Pero, en un tiempo como el que vivimos, el cual es catalogado ahora como la posverdad, donde el titular de un periódico importa más que el contenido y donde los grandes relatos se han fragmentado, ¿qué rol cumpliría un partido político para representar demandas sociales aún insatisfechas?

Esta pregunta nos invita a pensar el sentido que le debemos otorgar a la acción política. Teniendo el contexto mencionado líneas arriba, es importante apostar por un partido ‘light’, que esté entre el gran relato y el fragmento. Vale decir, que tenga como fundamento no el gran programa de transformación de la sociedad, sino algo parecido a un manual de autosuperación personal, pero en colectivo. Porque, hoy por hoy, la gente no quiere racionalizar el cambio en abstracto, quiere expresar el cambio social desde su autosuperación.

Actualmente, los partidos políticos han perdido la capacidad de aglutinar emociones a favor. Lo que podemos apreciar -por ahora- son sentimientos antipartidos. Esto se debe -en parte- a esa capacidad de burocratizar las ideas políticas. En un mundo donde la forma cómo lo dices tiene mucha más importancia que el propio contenido, se debe emocionalizar palabras políticas claves.

¿Qué quiero decir con esto? Se me viene a la cabeza el spot publicitario “Chile, la alegría ya viene”, de la campaña de la ahora Concertación chilena con el que ganó el plebiscito para saber si Pinochet seguía gobernando o no.

Hace tiempo que los partidos han dejado de apelar a valores universales positivos, como la alegría y el amor. Repensémoslo nuevamente.

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[EN EL PUNTO DE MIRA] En el país, sin duda alguna, la empresa brasileña Odebrecht creó una extensa red de corruptela al interior del Estado peruano. Una red que pasó por los gobiernos nacionales de Toledo y Humala, así como por los gobiernos de Jorge Acurio en Cusco y Félix Moreno en el Callao (todos implicados en actos de corrupción), así como en el de Susana Villarán en la Municipalidad de Lima. Todo ello no hace más que reflejar lo que se sabe, que “el roba, pero hace obra” y “la ley del más vivo” están aceptados como estilo de vida en nuestra sociedad. No solo en la política y en la economía, también en nuestra sociedad.

De arriba a abajo, de señor a paje. Está en todos lados. Uno manejando un auto, por cualquier carretera del Perú, se da cuenta de las coimas que se suelen dar los conductores —de todas las clases sociales— a los policías de tránsito. Otro caso, en el Perú, la meritocracia funciona mal o casi no funciona. La preparación, ya sea en universidades nacionales o internacionales, muy pocas veces es valorada. Más sirve la argolla, los contactos o el arribismo. Solo así se puede avanzar como persona en una sociedad peruana tan falta de una integración social positiva.

El desorden formó un orden. Sirve poco el diálogo, escuchar al otro. La calle, como una selva de cemento, campea nuestro sentido común de existencia. El ciudadano y las reglas son un estorbo, o solo funcionan de vez en cuando. Lo normal es sacarle la vuelta a la ley y transgredir las normas sociales de convivencia. Es el triunfo del estado de naturaleza de Hegel, en plena era moderna.

Parafraseando al Pablo Escobar de la serie de Netflix, el Perú —como sociedad— no piensa como un país rico, sino como un pobre con plata. Lo importante —cuando uno adquiere dinero— es la camioneta, la exhibición, el derroche, mas no la formación humanista o el conocimiento y el ahorro. Me atrevo a decir que la mentalidad capitalista es muy reducida en el país. Existen empresarios y aspirantes a empresarios mercantilistas. No arriesgan. Siempre quieren ir a lo seguro. Y lo más seguro —por lo general— es hacer negocios con el Estado o en el rubro de servicios. No hay pierde en ello.

A esta situación psicológica por la que pasa el país hay que combatirla con políticas efectivas de educación. Mal que bien, este sigue siendo en la mentalidad colectiva nacional un camino seguro para una sociedad más justa y con igualdad de oportunidades.

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[EN EL PUNTO DE MIRA] ¿En qué situación surge? Surge, por un lado, en una situación conservadora para la universidad pública. Por ese entonces, en una de las regiones más católicas de Argentina, en la Universidad de Córdova, no estaban actualizados con respecto a lo que se hacía en ciencia y sociedad. Por ese entonces, se encontraba entre las materias de estudio cursos eclesiásticos y de la relación entre el amo y el siervo. ¡Increíble! En materia de derecho y medicina, los estudios no estaban a la vanguardia. Por otro lado, el impulso universitario tiene como correlato el componerse de una nueva clase media, y de hijos de migrantes (con vinculación anarquista), que desean acceder a los beneficios que le otorga una educación universitaria.

¿Por qué escribir sobre dicho acontecimiento hoy? Porque este mes se cumplen 100 años. Muy simbólico para la actual generación de jóvenes universitarios porque fue al año siguiente que en el Perú un grupo importante de jóvenes de la Federación Universitaria de San Marcos -liderado por Victor Raúl Haya de la Torre- impulsaron el movimiento universitario argentino –liderado por Deodoro Roca y Gabriel Del Mazo- para llevar adelante los principios de la reforma universitaria, hasta que se consiguió.

Al año siguiente, en 1920, como producto de uno de los principios de la reforma (como es la extensión universitaria), se crearon las Universidades Populares Gonzales Prada, en la cual se llevó ciencia y conciencia a obreros, empleados, entre otros actores de la sociedad peruana. Fue un tiempo en el que –a pesar de las dictaduras- se formó en democracia y ciudadanía. Fueron los padres de la democracia peruana.

Por estos tiempos, los hijos de la democracia aún podemos apreciar que la gratuidad de la enseñanza aún existe, que el cogobierno de la universidad entre docentes y estudiantes también existe y que también la cátedra libre.

Puede que, hoy, la universidad pública esté en crisis, pero no olvidemos que fue un impulso histórico y necesario. Hagamos un balance de ello para una universidad de calidad y humanista.

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[EN EL PUNTO DE MIRA] El país pasa por un malestar social permanente contra el Estado (que es deficiente para canalizar demandas), contra la forma de abordar la informalidad en la economía, en la sociedad y la política del Perú, y contra el centralismo limeño que acompaña al proceso de descentralización que estamos viviendo. Así estamos desde hace un buen tiempo.

Demostraciones de ese malestar social las hemos podido apreciar en diversos momentos. Ahí tenemos las marchas de miles de jóvenes que hicieron que se derogue la Ley Antilaboral juvenil del año 2014. También tenemos el mal manejo político que tuvo la exalcaldesa Susana Villarán en el traspaso al Mercado de Santa Anita de los mayoristas informales de La Parada, en el que hubo dos muertos, y los diversos conflictos en torno al pésimo manejo del canon de los gobiernos regionales. Estos casos nos detallan cómo termina la insatisfacción social permanente: en conflictos sociales aislados sin articulación alguna a mediano y a largo plazo en plataformas políticas nuevas o dentro de las ya existentes.

Mi hipótesis es que las reformas de ajuste en los años noventa generaron la no adaptación de las organizaciones civiles vinculadas a los partidos políticos a las nuevas necesidades de la gente. Perdieron su sentido común (las ideologías ya no funcionan como atajos cognitivos) y estos pasaron a ser receptivos de lo que los medios de comunicación y redes sociales ofrecían. El peruano se ha acostumbrado a un crecimiento económico informal. Estos aspectos, entre otros, afectaron a la política partidaria y a la oferta política en general. Hay mucha desconfianza.

¿Cómo recuperar la confianza para la revitalización de la política partidaria? Es difícil responderlo, dado que aún transitamos por un escenario poscolapso del sistema de partidos en el país. Lo más práctico sería describir cómo funciona actualmente una democracia sin partidos. Sobre el tema existen varios estudios.

Pero haciendo trabajo de campo para un estudio que he realizado para mi tesis de maestría, he notado que no todo está perdido sobre la política partidaria en torno a ejes programáticos. De acuerdo al caso que investigué, existe la posibilidad de realizar trabajo político partidario vinculado a un contexto de alta fragmentación y organización mínima. El caso de Acción Popular es uno de ellos.

Ello nos demuestra que si bien existen –como regla general– membretes y políticos dispersos en el mercado electoral peruano, se puede formar política partidaria ubicando elementos de ese malestar social que generan división política para la formación de una identidad política o para resignificarla.

Sé que el reto es mayor para ello, porque también se necesitan otros incentivos y recursos que no sean solo sociales o geográficos, sino también institucionales. Y sobre esto hemos visto que vamos en otra dirección. La no reelección de presidentes regionales y congresistas no es la solución al problema de corrupción en las regiones.

En fin, volviendo al tema, es importante señalar cómo se ha reconfigurado la política partidaria. Actualmente se habla mucho de que seguimos en un estado de ánimo que no encauza políticamente.

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Malestar social, política partidaria, Susana Villarán

¿Qué fue Martín Vizcarra? Un populista gobernando un Estado que aún tiene recursos económicos. Recordemos que Hugo Chávez, en su momento, derrochó las arcas del Estado y dejó a Venezuela en ruinas económica y humana. Los datos económicos y sociales, producto de una pésima gestión y de una corrupción en todos sus niveles de gobierno, generó ese camino durante ese periodo nefasto de gobierno.

Reflexionemos –estimado lector– nuestro voto para la próxima elección. Hasta la fecha solo tenemos una oferta electoral que no fortalece la democracia en el país; más bien la envilece. Necesitamos una respuesta política a la situación en la que nos encontramos.

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Más allá de ese análisis, el libro -dentro de un panorama general de las democracias latinoamericanas- presenta los avances y estancamientos en la que se encuentran la democracia y lo liberal. Al respecto, Vergara propone una mirada republicana, que se sitúa por sobre las premisas presentadas anteriormente, en la que se haga necesario plantear análisis sobre la República desde el punto de vista del gobierno, de los ciudadanos y de la sociedad.

Y es a través de estos planteamientos de análisis que se puede apreciar el malestar permanente en el que se encuentra América Latina.

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Alberto Vergara, América Latina, Congreso de la República, corrupción, Democracia, Martín Vizcarra, Política, Repúblicas defraudadas

Guillermo Lasso ha utilizado esta medida en un contexto de juicio político sobre un grave caso de corrupción en contra del gobierno que representa, generando suspicacias de encubrimiento sobre lo sucedido. Viéndose debilitado en la instancia legislativa ha recurrido a la muerte cruzada antojadizamente, para evitar cualquier tipo de consecuencia que traería el juicio político por parte de los asambleístas.

En tiempos de polarización constante y crisis políticas permanentes en la región andina, es importante poder reflexionar sobre algunas medidas políticas que puedan servir a mediano plazo para reducir el enfrentamiento entre el ejecutivo y el legislativo. Una de ellas es la muerte cruzada. Claro está con algunas correcciones para evitar lo sucedido en el caso ecuatoriano.

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Es imprescindible entonces tomar medidas necesarias para contrarrestar la criminalidad y la corrupción. Eso implica un liderazgo político activo para reactivar el Concejo de Seguridad Ciudadana y para llevar el problema a una discusión pública para la toma de medidas claves que cambien la percepción ciudadana de inseguridad. No esperemos que llegue Batman, que es ficción. Pero tengamos en cuenta que puede volver el discurso autoritario que puede ganar una elección y quitar las libertades.

Existe un voto cautivo para este tipo de liderazgos y discursos de mano dura. Ese es uno de los grandes retos del país para reformar las instituciones.

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