La mejor manera de conmemorar el Día del Libro en los EEUU fue sin lugar a duda la realización de la Primera Feria Internacional del Libro Latino y Latinoamericano (FILLT 2021) que ofreció Tufts University, en Boston, bajo la iniciativa del poeta e investigador peruano José Antonio Mazzotti y el apoyo del Departamento de Lenguas Románicas bajo el liderazgo del novelista Pedro Ángel Palou. Se inició el jueves 22 de abril y concluyó ayer, sábado 24, con un total de diecinueve horas de transmisión y la participación de cerca de cincuenta escritores, editores y académicos de alto nivel. Realmente fue una forma maravillosa de reencontrarnos en pantalla con muchos de nuestros colegas literatos, ya que por casi dos años no nos habíamos podido juntar por la pandemia que estamos enfrentando. (Ya pueden verse las grabaciones en la página de Facebook y de Youtube de la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana).

Durante estos tres últimos días hemos podido respirar y nutrirnos de una variedad increíble de presentaciones, exposiciones, conversatorios y un simposio dedicado al “Inca Garcilaso de la Vega y el Bicentenario”. Asimismo, hemos presenciado la lectura de muchos escritores latinos que viven en los EEUU y otros que siguen habitando en nuestra querida Latinoamérica.

En el simposio sobre “El Inca Garcilaso y el Bicentenario” pudimos apreciar las múltiples facetas de nuestro gran historiador mestizo, que fue también traductor y soldado, desde distintos y novedosos ángulos. Figuras como Bernard Lavallé, Mercedes López-Baralt, Raquel Chang-Rodríguez, Ramón Mujica Pinilla y otros de renombre internacional nos regalaron su erudición y originales planteamientos. Creo que uno de los temas más relevantes sobre el Inca es el que mencionó Mazzotti sobre su actualidad al plantear “el bien común” como premisa fundamental del ejercicio político (al priorizar a los más vulnerables desde el cuidado estatal y no maltratar la naturaleza), la migración (que sufren a menudo millones de peruanos) y el bilingüismo (cuyo incentivo permitiría una mejor comprensión de las realidades heterogéneas de nuestro país). 

Estoy segura de que hoy en día, bajo las circunstancias que padece el Perú, el Inca Garcilaso hubiera estado definitivamente del lado del cambio político por muchas razones. Una de las principales es que como buen renacentista y humanista, pero de claras raíces andinas, no descalificaría nunca a una persona por venir de ámbito rural y por el uso de su castellano regional. Es el caso, por ejemplo, del candidato Pedro Castillo. Y es que en todos estos años hemos vivido una dictadura solapa de la derecha criolla, heredera corrupta de la colonia, teniendo como resultado un Perú zombi, donde la gente muere aun teniendo plata. ¿Por qué? Por la discriminación, el racismo y la carencia de hospitales y de educación, abandonados por el afán de lucro y la poca visión de nuestros gobernantes de los últimos treinta años. 

El Inca Garcilaso hubiera abogado por un estado benefactor, pero altamente eficiente. Demostró una y otra vez que sus parientes maternos lograron resolver el problema del hambre y la desocupación. Y sin duda, en el contexto actual, que no hubieran esperado ingenuamente que el “chorreo” neoliberal resolviera sus problemas.

No es que estemos planteando un regreso (imposible, además) al Tahuantinsuyo. Solo un despistado podría pensar en eso. Sin embargo, hay mucho que aprender de las soluciones que los antiguos peruanos y los hombres y mujeres andinos de hoy son capaces de crear para salir adelante, priorizando el cuidado de toda la comunidad del país. Y para eso se necesita aceptar que existe una mayoría a la que –ya es hora– le toca hacerse cargo de su propio destino. Hay riesgo, sin duda, pero el riesgo es mejor que el abismo en que ya nos encontramos.

Busquemos un Perú mejor, moderno, pero con más conciencia histórica, no solo para que una minoría egoísta se abastezca de dinero, enfangándonos a todos en el individualismo, sino para que, como nación, y asumiendo nuestras diferencias, podamos recibir con auténtico orgullo nuestro maltrecho y manoseado Bicentenario. 

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feria del libro, Inca Garcilaso, Pedro Castillo

Como dice el refrán, “vox populi, vox Dei”: la voz del pueblo es la voz de Dios.

 

En estas semanas turbulentas hemos visto aflorar los más variados detritos contra diversos candidatos. No es algo raro. Son tiempos tensos, agravados por la peor crisis que atraviesa el país desde la guerra con Chile y los años de la violencia terrorista (tanto la de los grupos subversivos como la del estado). Nos estamos jugando, pues, en estas elecciones cinco años más de esa continuidad neoliberal que se ha impuesto desde hace décadas o la posibilidad de un cambio que atienda las necesidades urgentes de la mayoría, no solo en términos de la pandemia y sus más de 150 mil muertos debido a la precariedad de los servicios de salud abandonados por el estado, sino también de otros servicios como la educación, la alimentación, el agua, el desagüe, la electricidad, la conservación del medio ambiente. Es decir, todas aquellas necesidades básicas cuya atención llevaría a nuestro país asalir de su condición subdesarrollada.

 

La postergación de la mayoría no pudo ser paliada por el relativo crecimiento económico que disminuyó la pobreza durante el segundo gobierno de Alan García (2006-2011). Nuestra dependencia de los precios de las materias primas en el mercado internacional nos tiene sujetos a esas fluctuaciones que de la noche a la mañana vuelven a empujar a cientos de miles de peruanos a la pobreza de la que apenas empezaron a salir. En otras palabras, el mentado “chorreo” neoliberal no funciona si el país sigue siendo profundamente dependiente de los intereses extranjeros y del robo y la corrupción generalizados dentro del mismo estado.

 

Traigo estas reflexiones porque me preocupa que haya sectores que han expresado su rechazo visceral a algunas candidaturas, tildándolas de irracionales, terrucas, resentidas y otras joyas. Es decir, amenazando con desconocer los resultados de las elecciones si estos no favorecen a sus candidatos, especialmente los que representan la continuidad neoliberal.

 

Hago, pues, un llamado profundo a todos mis compatriotas a respetar los resultados de las elecciones. Ganen quienes ganen en esta primera vuelta, serán resultado de la opinión y el apoyo libres que la mayoría expresa. En esto consiste la democracia representativa. Pero también hay que considerar que ese voto mayoritario tiene la aspiración de que la democracia formal se transforme en una verdadera democracia participativa, en que los programas sociales y la organización desde el pueblo ayuden a alcanzar una vida digna para todos los peruanos.

 

¿De dónde saldría la plata para financiar los programas sociales? ¿No caeríamos en el viejo estatismo de probada falencia? Uno de los candidatos ya ha expresado claramente su estrategia para mantener mayores capitales dentro del país y financiar así el bienestar de la ciudadanía en su conjunto, no solo la de los más ricos. Que su plan sea viable o no a simple vista es otra cosa. Ese candidato (el profesor Pedro Castillo, a quien ya he expresado mi apoyo anteriormente) tendrá que demostrar su sentido de la realidad y su capacidad de concertación si resulta ser, como parece, uno de los finalistas en las jornadas de hoy. Tendrá que demostrar también que su arraigo en provincias y en los conos urbanos se exprese de manera constructiva, reivindicando la historia del campesinado y los demás sectores trabajadores sin llegar a un revanchismo antilimeño.

 

Sé que escribo esto en un medio periodístico bastante allegado al modelo neoliberal y al consuetudinario centralismoperuano. Por eso agradezco la amplitud de Sudaca.pe para reflejar opiniones desde distintas trayectorias étnicas y políticas. Lo más importante de todo es que respetemos, tirios y troyanos, los resultados del voto popular, que es la voz de Dios.

 

Es nuestra única esperanza de construir un país moderno y cada vez más justo.

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11 de abril, Candidatos, Elecciones 2021

El Marqués de Vargas Llosa sorprendió a la afición hace dos días con su apoyo público a la candidata Keiko Fujijmori.

 

Después de que el 2016 había dicho que de ninguna manera se podía votar por la hija de un comprobado ladrón y asesino como “el Chino”, de pronto “se echa” con la hija del dictador y señala que es el “mal menor” frente al profesor Pedro Castillo.

 

La lógica de este sapazo que el Marqués ha debido tragarse tiene que ver con esa paranoia tan criolla de que los indios no saben gobernarse, y que si llegaran al poder se desataría el caos, la asonada, la ruina masiva e inmediata de la sociedad civil.

 

Esta paranoia se ampara en el “cuco” venezolano y cubano, unimismando en dos realidades distintas un posible escenario supuestamente más catastrófico que la opción de la hija del dictador, que ha demostrado desde la caída de su padre el 2000 que actúa con saña, ambición corrupta (recuerden Odebrecht), flagrante prepotencia y poco sentido democrático.

 

La paranoia también viene de esa arraigada concepción de que “el indígena está corrompido porque aspira a cosas que no son de él, aspira a algo que no le corresponde”, como dijo una poeta oficial, amiguísima del Marqués. O sea, el indígena aspira a compartir los beneficios del crecimiento económico, de la democratización de la cultura, del bienestar para él y sus hijos luego de quinientos años de saqueo y opresión económica y racial.

 

Al profesor Castillo, por ende, le achacan ignorancia, folclorismo, resentimiento, pero principalmente el tocar los intereses del gran capital. Ah, no, eso no se lo pueden permitir. Se “igualaría” con los criollos limeños (o en este caso arequipeños).

 

También, en una graciosa apelación a la bola de cristal, predicen que el profesor Castillo se perpetuaría en el poder y que la democracia se acabaría para siempre (como si ahora no viviéramos ya bajo una dictadura neoliberal que solo busca perpetuarse).

 

Dejémonos de paranoias. No sabemos tanto del profesor Castillo como de Keiko Fujimori. Dentro de los marcos legales, el profesor Castillo tendrá que atenerse a las normas jurídicas e institucionales vigentes para poder implementar sus reformas y la ansiada nueva constitución que garantice salud y educación. No es que por ganar la presidencia Pedro Castillo en segunda vuelta el próximo 6 de junio el Perú se vaya a convertir en un páramo desolador y la inflación se dispare. Hay mucho por ver y sin duda el profesor Castillo tendrá que asesorarse bien para no caer en lo que algunos han llamado “el abismo”.

 

Pero ocurre que el pueblo peruano ya ha estado viviendo en el abismo por treinta años de corrupción y marginación. Ya es hora de que los criollos compartan un poco la mamadera del estado y saquen la cara por el Perú, por ese pueblo de empleadas domésticas, jardineros, ambulantes, obreros, campesinos, indios y mestizos que los sustentan y forman la gran mayoría del país, esperando desde hace siglos alcanzar un poco más de dignidad.

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Keiko Fujimori, Vargas Llosa

Hoy, Domingo de Resurrección, quiero mencionar la palabra “esperanza”, ese sentimiento que emana de una situación que puede devenir en algo positivo y optimista para nuestra heterogénea nación peruana. El próximo domingo 11 de abril habrá elecciones y ahí nos jugaremos nuestro futuro. Lamentablemente, no tenemos muchos candidatos idóneos para escoger. Encima, los antecedentes son muy mala señal: la cantidad de expresidentes que quisieran ser reelegidos han sido procesados o están cumpliendo condena o investigación por algún delito cometido, lo cual indica que quien salga elegido el 11 de abril tendrá un pasivo de corrupción que deberá combatir a sangre y fuego. Esto es muy triste, pero más triste es que los propios partidos políticos liderados por criminales, exconvictos o procesados todavía quieran volver a gobernar el país para seguir delinquiendo. Tanto la dinastía Fujimori como Alejandro Toledo, Ollanta Humala, Pedro Pablo Kucynski, Vizcarra son personas que no deberían nunca, por decencia, volver a presentarse, ya que tienen a sus espaldas cargos y sombrías sospechas contra ellos. Sus sucedáneos de derecha también tienen las manos sucias. En cambio, hay otros postulantes que no tienen ninguna falta, que son producto de las entrañas de nuestro país y, quizá precisamente por eso, los sectores privilegiados no los quieren, les cierran las puertas y los tratan con clasismo y racismo.

 

Efectivamente, hoy quiero compartir mi inclinación por Pedro Castillo, un hombre que lucha por su gente y por su región. Muy hábil para hacer trabajos y culminar proyectos, nos brinda una innovadora manera para llevar a cabo varias acciones. Siendo un profesor de primaria ha surgido para llevar esperanza a su pueblo, pero desafortunadamente también se le ningunea y no se le da ninguna visibilidad.

 

Sé que este apoyo público me va a traer ataques arteros y no faltarán los “trolls” desde distintas filas. Yo hablo como pienso, porque siempre he sido de izquierda y nunca he dejado de expresar mi solidaridad con los más pobres, con los que han sido abandonados, con los hermanos y hermanas vulnerables de nuestro país. Me guía también mi fe cristiana, que no me deja tirar la toalla incluso en los momentos en que todo parece más oscuro.

 

Y este es uno de esos momentos. Acabo de sufrir la pérdida de un ser amado; casi todos los días escucho de alguien que cae enfermo de Covid y no logra obtener tratamiento. Y muchos mueren, dejando una huella profunda de dolor y desamparo en sus familias. Son ya casi 150 mil peruanos que han pasado “al otro lado” en circunstancias que se podrían haber evitado. Cuarenta años de neoliberalismo y corrupción han llevado a que nos encontremos más indefensos que nunca.

 

Sé que hay otras opciones de izquierda, pero con los años he aprendido a distinguir lo que es auténtico de lo que no lo es. A mí me gusta la gente de base, los que se rompen el lomo trabajando porque es ahí donde se mide el temple de una persona. Los políticos profesionales, los mantenidos o los que son financiados por fundaciones extranjeras no me inspiran confianza. Castillo no será perfecto, pero al menos ha recuperado el espíritu de cambio que siempre debe animarnos.

 

Ojalá que este hombre que parece uno de los pocos honestos de las listas electorales esté bien asesorado y tenga la luz que se necesita para seguir despertando la esperanza de que las cosas cambien y un sentido realista para lograr consenso y no caer en errores. Y que el pueblo sea siempre su juez.

 

Que cada quien vote según su conciencia y su capacidad de imaginar un Perú mejor. Por mi lado, y parafraseando a Vallejo, “hoy solo quiero hablar de la esperanza”.

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Pedro Castillo

La población latina en los Estados Unidos es hoy una realidad innegable que está cambiando la faz del país. Estamos hablando de una población de aproximadamente 55 millones de personas. Dentro de este vasto y variado grupo hay miles de escritores de habla hispana y portuguesa.

 

Desde mi regreso a los Estados Unidos luego de una pausa que interrumpió treinta años de residencia continua, me encuentro instalada en Houston, Texas, observando algunos de los cambios importantes que ocurren bajo la administración de Joe Biden. Por lo pronto, ha facilitado la vida de los “dreamers”, cerca de 670 mil jóvenes latinos y de otras minorías que llegaron muy jóvenes a los EEUU y han vivido como ilegales casi toda su vida, pero que ya son tan estadounidenses como cualquiera que haya nacido acá. El nombre de “dreamers” o “soñadores” viene del Acta “Development, Relief and Education for Alien Minors” (DREAM) propuesta en el Congreso el 2002 para ayudar a esos jóvenes a terminar sus estudios universitarios, reconociendo que ellos no son culpables de su propia situación.

 

El presidente Obama propuso a su vez el 2012 el Acta “Deferred Action for Childhood Arrivals” (DACA)que declara que una vez acabados sus estudios, esos jóvenes podrían tener el camino llano a su residencia o incluso la ciudadanía, lo cual los protege automáticamente de la deportación. Donald Trump se opuso fervientemente a DACA e intentó varias veces que el Congreso la rechazara, sin mayor éxito. Ahora Joe Biden espera pasar el Acta a estatuto de ley, lo cual es una muy buena señal.

 

Naturalmente, este complejo panorama tiene sus manifestaciones culturales. Por ejemplo, la Primera Feria Internacional del Libro Latino y Latinoamericano en la Universidad de Tufts (FILLT 2021), en Boston, familiarizará a estudiantes y maestros, así como al público en general, con el trabajo cultural y literario contemporáneo de la población latina. Así, algunos de los autores más notables de la comunidad latinoamericana y latina dialogarán con profesores y estudiantes de todas partes gracias al Zoom. La Feria del Libro de Tufts también congregará a editores relevantes de la zona de Nueva Inglaterra (noreste de los Estados Unidos).

 

La FILLT ofrecerá un programa de mesas redondas y lecturas literarias, incluyendo a autores de renombre como José Kozer (cubano-americano), Roger Santiváñez (peruano-americano), Carmen Boullosa (mexicana), León Félix Batista (dominicano), Eduardo González Viaña (peruano), Carlos Aguasaco (colombiano), etc. Entre los escritores locales, Adela Pineda, Tino Villanueva, Juan Casillas, Taty Hernández, Mynelys Sánchez Luperón, César Pérez, Yanitzia Canetti (la autora de libros infantiles más publicada en español, con cerca de 500 títulos), Gladys González de Naeckel (historiadora peruana), etc. De Tufts, también participarán los narradores Pedro Ángel Palou (México) y Pablo Martín Ruiz (Argentina) y los poetas Dean Simpson (USA) y José Antonio Mazzotti (Perú), que es el organizador de este evento.

 

La Feria incluye un Premio de Poesía y un Premio de Testimonio en español por obras inéditas escritas por residentes de habla hispana en los Estados Unidos y Puerto Rico. Este premio es el único de su tipo que existe actualmente en los Estados Unidos. Sin duda ha atraído la atención de numerosos escritores y estudiantes que desean desarrollar sus habilidades literarias en español. Axiara Editions ha publicado ya a los ganadores de los premios de Poesía (Cristián Gómez Olivares y Silvia Goldman) y Testimonio (Oswaldo Estrada, con menciones a Rocío Uchofen, José Serna y Fredy Roncalla), quienes participarán en las presentaciones.

 

La diversidad cultural de este evento es evidente, ya que ayudará a apreciar a la población latina y latinoamericana como un agente cultural y no como un grupo sujeto solamente a intereses económicos. En ese sentido, la Feria del Libro contribuirá a lograr una mayor justicia social al valorar en el mundo académico y en los medios de información una producción literaria en español y bilingüe, dado que Boston es uno de los polos de atracción más importantes de la migración latinoamericana en los Estados Unidos.

 

​La Feria del Libro de Tufts se realizará del 22 al 24 de abril próximo y promete estar de cajón. Pronto difundiremos los enlaces vía Facebook Live y Youtube.

 

Los que me conocen sabrán que este 17 de marzo falleció mi esposo y padre de mi única hija, Filomeno Ballumbrosio, un músico de estirpe cuya fuerza y vitalidad eran desbordantes. Pasó por una agonía de cinco meses tras un derrame cerebral y la medicina moderna no pudo salvarlo.

 

Escribo esto con el corazón en la mano, atravesada por un profundo dolor. Hasta pensé que no tendría fuerzas de redactar nada para esta mi columna dominguera, pero sé que a Meno, como lo llamábamos cariñosamente, le hubiera gustado que no tirara la toalla, que sacara el pecho por él, y eso es lo que trataré de hacer, particularmente en un día especial como es hoy, el Día Mundial de la Poesía, un arte que él gozó y admiró tanto y que yo tengo entre mis más altas bendiciones.

Con Meno llevamos su música a muchos lados, pero el tiempo no fue suficiente para concluir los proyectos que teníamos juntos. Él era un ser lleno de luz, de amor y de energía positiva que alegraba cualquier evento y nos hacía participar en bandas incluso cuando nunca habíamos agarrado un instrumento. Meno tenía una espontaneidad innata, nos volvía grandes “performers” en diferentes situaciones. Recuerdo que cuando llegó a Arizona, y mientras yo terminaba mi doctorado en literatura, hacía tocar y mover el esqueleto a distintos literatos y catedráticos. Luego, cuando nos mudamos a Rockford, hizo grandes amistades. Fundador de “Combo Loco” con Dan Voll, configurado además por Rudy Ortiz, Paul Carroll y Al Terrana, llegaron a ser muy reconocidos regionalmente. En esa carismática ciudad de Illinois nació nuestra hija Valentina. En esa ciudad varias veces conocimos la nieve. Muchas veces nos resbalamos y caímos porque éramos totalmente desconocedores de “la cosa blanca”. Fue siempre una aventura vivir con Menito, gran cocinero; nos preparaba viandas no solamente a mí, sino a los amigos peruanos y nos engreía con platos como anticuchos y postres como “frijol colado”, que sabía hacer a la perfección.

Fusionador de culturas

Como decía Kike Larrea hace unos días, “Meno no fue solamente un extraordinario percusionista. Tampoco fue solamente una maravillosa persona, plena de humor, picardía y humanidad. Meno fue un pionero. Abrió la puerta del rock a los ritmos afroperuanos. E instaló a un negro en la batería de una de las más importantes formaciones de rock de la historia”. 

Meno fusionaba culturas. Yo nunca había visto que alguien como él, que al principio no dominaba el inglés, enseñara una clase de zapateo a cien gringos en un auditorio. Pero Meno lo hizo. Compartía su legado, su cultura, el amor a la Virgen del Carmen, el amor a su pueblo natal. Específicamente, recuerdo un “gigg”, una tocada cuando estábamos bailando “A la Molina” y con Dan Voll cambiaron el ritmo y la canción se convirtió en un “limbo” perfectamente para una audiencia norteamericana. A los dueños les encantó y comenzaron a tocar cada semana. Ese verano, Combo Loco llegó a ser la mejor banda del “Midwest”. Después de una gira internacional con Combo Loco, nosotros nos mudamos y Combo Loco nunca más grabó, pero la amistad y alguna tocada volvió a surgir entre Dan Voll y Meno.

Cuando estuvimos en Emporia, Kansas, Meno compartía su talento esporádicamente, ya que no había mucha música en esa ciudad. En Houston siguió tocando, primero con la gran cantante Doris Caballero y luego se unió al talentoso músico Kike Infante, que además es un hermano del alma. Tocaron por seis años y también crearon esa música fusión. El año pasado con el grupo de Kike Infante en la Universidad de Texas A & M, Meno se presentó con el grupo y cautivó a una audiencia de más de cien personas.

Ahora estoy segura de que el cielo está de jarana. Él debe encontrarse al lado de Adelina, su amada madre, y conversando con Champita, acompañado de tanta gente talentosa. Deben estar tocando en tremendo fiestón, recitando décimas y gozando de ese zapateo que hace retumbar nuestros corazones, haciéndonos tanta falta.

¡¡¡ Vuela alto, mi amor, yo cuidaré de tu Vale !!!

“Revolución Caliente (Una historia del Perú)” es la nueva entrega del polifacético Rodolfo Ybarra -poeta, novelista, ensayista y cuentista- quien siempre destaca en el ámbito artístico. Se trata de una novela que nos lleva a las décadas de los ochenta y noventa y nos recuerda lo difícil que era vivir en esa época.

 

Configurada en tres partes llamadas período autóctono, período colonial y período de independencia, en cada una de ellas encontramos la vida contracultural de ciertos artistas de distintos géneros musicales, los cuales van recobrando vida de acuerdo con la perspectiva con que el narrador protagonista relata ciertas anécdotas.

 

“Revolución Caliente” surge de un pregón popular que se encuentra como epígrafe de la novela: “Revolución caliente, música para los dientes; azúcar, clavo y canela, para rechinar las muelas. Por esta calle me voy, por la otra me doy la vuelta, la chinita que me quiera, que me deje la puerta abierta” (7).

 

Es decir, la incertidumbre, el tedio vital, la desesperanza, la falta de decisión y de control son motivos literarios que se perciben a través de toda la historia.  Definitivamente, esta novela nos sumerge en los problemas vitales que se dieron durante estas décadas de violencia y corrupción (aunque esta última no tiene cuándo acabar).

 

Es interesante mencionar que esta novela, narrada en primera persona, nos da una visión totalizante de lo que era el Perú, pero desde una perspectiva única. El ritmo y la intensidad del lenguaje son vitales en su conformación, puesto que a veces se encuentran ciertos párrafos que parecieran ser ráfagas lingüísticas, a la manera del flujo del inconsciente o monólogo interior joyciano, lo cual es un gran acierto.

 

De la misma manera que nos enfrentamos a novelas ya consagradas como “Rayuela” de Julio Cortázar, o “El obsceno pájaro de la noche” de José Donoso, “Revolución Caliente” propone una lectura interactiva, en la que el lector tiene que reconstruir distintas historias y darles un significado al juntar todas las piezas para lograr una visión global al final del rompecabezas.

 

Compuesta por distintas historias que se entrelazan resaltadas bajo perspectivas múltiples, “Revolución Caliente” es una novela posmoderna en su totalidad.  Está conformada por segmentos narrativos de distintas vertientes, de reflexiones, de historias, de orígenes y de búsqueda. Política, música, arte se confunden con problemas de violencia, con indagaciones personales y con coqueteos adictivos; los jóvenes de esa época pierden el control y la brújula en su entorno social y político.  Una nación que arrastra un pesar, una nación sola y tediosa que no ampara sino desampara y deja de lado a sus habitantes. “Revolución Caliente” propone una lectura intensa, ávida (son seiscientas páginas) en las que se reflexiona sobre la situación de un Perú enfermo. Desde lo personal, amoríos y problemas anecdóticos de parejas como conceptualizaciones y definiciones de búsquedas internas, “Revolución Caliente” propone una lectura de introspección, crítica hacia los políticos y las instituciones que de hecho no han servido durante el colapso de esta pandemia.  En uno de los últimos segmentos narrativos encontramos un cuestionamiento:

 

203. ¿Por qué nos levantamos?

 

Vivimos en un sistema injusto, donde el hambre y la opresión son la consigna de todos los días. Lo que llaman “democracia” es un invento burgués para justificar los abusos contra del pueblo. Los derechos no existen. Los deberes son el látigo con el que se castiga a los trabajadores, obreros, campesinos, empleados, amas de casa, jubilados, etc. Al pobre solo le quedan deberes que cumplir en nombre de esa triquiñuela que llaman “libertad”, “democracia”, “el gobierno de los pueblos por los pueblos” y toda esa mierda con la que tiene secuestrado a un país entero. Por eso, nos levantamos y tomamos las calles (569).

 

La voz narrativa cuestiona frecuentemente el abuso y la corrupción que han menguado las vidas de los peruanos desde hace muchos años atrás. Hastiada por todos los conflictos políticos y sociales, la voz narrativa hace frecuentemente llamados para concientizar y alertar a un lector activo.

 

Asimismo, la voz narrativa utiliza un lenguaje irónico donde hace guiños a la realidad y reflexiona con una introspección de su vida y su quehacer cotidiano.

 

Finalmente, “Revolución Caliente” trata también de los orígenes de movimientos contraculturales, del rock subte, de la letra de canciones configuradas por párrafos con un lenguaje intenso. Rodolfo Ybarra nos muestra la complejidad de un Perú pandémico que necesita una vacuna mental anticorrupción para mejorar nuestro futuro como nación, y sentir que llegamos a las puertas de un Bicentenario justo.

 

Muy recomendable.

Históricamente nos trasladamos al siglo XIX y específicamente al año de 1857 cuando muchas mujeres se movilizaron en Nueva York protestando contra las condiciones inhumanas en que laboraban. Asimismo, exigían que los salarios no fueran desiguales. Dos años después se forma un sindicato para luchar por la equidad laboral y social. No es hasta el año 1909 en Estados Unidos cuando las mujeres consiguieron su voto parlamentario y así lograron elegir a sus propios gobernantes.

 

Pero, desafortunadamente, hubo algunas tragedias. El 25 de marzo de 1911 más de 140 mujeres murieron en un incendio en la fábrica de textiles “Triangle Shirtwaist” en Nueva York, encerradas bajo llave por sus patrones. Posteriormente ha habido en distintos países otras desgracias –como México y Perú– en el ámbito laboral. No hablemos ya de los feminicidios que todavía hasta el día de hoy siguen rampantes.

 

Ya en el nuevo milenio y durante la pandemia quisiéramos todas tener las mismas oportunidades. Las intelectuales escribimos desde nuestros cubículos o salas virtuales para poder concientizar a una sociedad patriarcal. Sin embargo, pocas se preguntan qué sucede con nuestras hermanas que no tienen ni voz ni voto para poder hacer de su grito un acto justo. Ese es el punto que quisiera comentar.

 

¿Cuántas mujeres hoy en día se quedan en la informalidad porque no tienen un salario o porque el virus ha matado a su familia? ¿Y qué hace el estado? ¿Qué hacen los y las congresistas? Es un tema que todos los políticos que quieren presentarse como candidatos deberían de indagar.

 

La condición difícil de las mujeres en el Perú se agrava según su posición social y su extracción étnica. Las sororas que dicen defender sus derechos pocas veces se preocupan de otra cosa que de su propia figuración como intelectuales. Creen que el empoderamiento pasa por ellas como protagonistas de los debates culturales y políticos. Pero poco se ve de su labor de base por visibilizar y empoderar a mujeres indígenas, amazónicas, afroperuanas. Su lobby se limita a la autopromoción y usan la retórica del machismo y el chantaje latente para todo aquel que las critica. A mí misma me han llegado a decir “machista” y que me equivoco “de enemigo”, cuando hasta el momento son pocas las que se suman al diálogo intelectual ya que no dejan de ningunear la existencia y el trabajo de quienes no comulgan con su causa. Y, lamentablemente, son las primeras que discriminan.

 

Por eso en el Día Internacional de la Mujer hago un llamado a la conciencia de mis sororas para que extiendan su preocupación a todas las mujeres y a las personas en general que no tienen el privilegio de acceder a los medios de difusión ni mucho menos a la reflexión académica. Asimismo, para que amplíen sus criterios y dejen de encerrarse en los ghettos de género, haciendo exclusivamente recitales, antologías y mesas redondas de solo mujeres. Se necesita más acción y activismo conjuntos, presencia en todos los ámbitos.

 

Solo el día que haya una apertura de género en el trabajo compartido, decolonizando nuestras relaciones grupales y con el medio ambiente, el Día Internacional de la Mujer pasará de ser un mero saludo a la bandera y una plataforma de figureteo para convertirse en la aurora de un nuevo día en que todos, hombres, mujeres y personas de orientación no binaria podremos ser libres de la dominación que sufrimos y que surge de la explotación capitalista. Ahí la madre del cordero.

 

Perder esa perspectiva es enfrascarse y gastar energías en una cortina de humo.

 

Feliz Día, pues, de corazón, a todas las mujeres, y que nos siga nutriendo nuestra Madre Tierra.

Siempre en momentos difíciles es bueno ocupar la mente y no pensar en esos políticos tan decadentes que se están presentando a la presidencia de nuestro país. Es una tortura escucharlos y constatar que con cualquiera de ellos nos quedan muchos años más de miseria porque nadie tiene la preparación suficiente ni se pone la camiseta por el Perú profundo, sino que hacen gala de su demagogia para sus propios beneficios personales o sus grupitos de poder.

Avanzando con mi Antología Poética del Bicentenario, estoy reencontrándome con lecturas valiosísimas y profundizando en la investigación de escritores que han sido poco estudiados y publicados en el Perú.

Este es el caso de la poeta Esther Margarita Allison Bermúdez (Huacho, 1918-Lima, 1992), de familia de periodistas, que siempre mostró gran interés por las letras y por la escritura. Su abuelo fue el fundador del periódico The Callao y de la Lima Gazette y ella recibió diversos premios por su labor periodística tras egresar de la universidad, donde estudió pedagogía.

En su poesía se encuentra una voz agradecida que canta la naturaleza y exalta su entorno sin ocultar su fervor católico. Asimismo, utiliza muchos símbolos, haciendo gala de una imaginería rica y de precisa expresión, pues demuestra un manejo absoluto de los ritmos del verso clásico sin dejar de ser moderna en el tratamiento de sus temas. No por nada el consagrado crítico y poeta Ricardo González Vigil ha dicho que está a la altura de Gabriela Mistral, la gran poeta chilena que recibiera el premio Nobel en 1945.

Tras vivir cerca de veinte años en Monterrey, México, volvió al Perú en 1984 y falleció en Lima en 1992, sin buscar fama, reconocimiento ni “visibilidad”, fiel a su humildad cristiana.

La investigadora mexicana Leticia Hernández le dedicó su tesis de maestría en la Universidad de Nuevo León, que se convirtió en el mejor libro sobre ella, titulado Esther M.Allison: una poeta peruana en Monterrey, publicado el 2008. Fue esa ciudad mexicana que la adoptó como poeta propia y donde se le guardan los mejores recuerdos.

Pero Esther Allison no es un caso aislado en nuestra tradición poética. Hay muchas mujeres que merecen mayor estudio y difusión y que solo en las últimas décadas han empezado a ser tomadas en serio en antologías y trabajos críticos, aunque estos terminan siendo parciales o eclipsados por la temática de género o por reivindicaciones “políticamente  correctas”.

A los nombres de Magda Portal y Catalina Recavarren hay que añadir los de poetas de la generación siguiente, la del 50, como Yolanda Westphalen (1925-2011), Julia Ferrer (1925-1995), Rosa Cerna Guardia (1926-2012), Sarina Helfgott (1928-2020), Lola Thorne (1930-1990) y Cecilia Bustamante (1932-2006). No olvidemos, dentro de la misma generación, a la super publicitada Blanca Varela (1927-2009), considerada por algunos como la mejor poeta mujer del Perú.

Luego vienen las poetas del 60 y el 70, como Carmen Luz Bejarano (1933-2002), Elvira Ordóñez (1934), Rosina Valcárcel (1947), Carmen Ollé (1947), Ana María García (1948), Sonia Luz Carrillo (1948), María Emilia Cornejo (1949-1972), Giovanna Pollarollo (1952), Marita Troiano (1953) y otras que no nombro por falta de espacio. Entre las poetas quechuahablantes del mismo grupo, destacan Gloria Cáceres (1947) y Dida Aguirre (1953).

¿Adónde voy con todo esto? A que es necesario revisar nuestro canon de manera cuidadosa para no reducirlo a las figuras tutelares de Mario Vargas Llosa y Blanca Varela como pareja fundacional que deja de lado a muchos narradores importantes de los años 50 y 60 como Oswaldo Reynoso y Miguel Gutiérrez y a poetas como Esther Allison y Rosa Cerna Guardia, entre otros posibles.

Es sintomático que sean Vargas Llosa y Varela los más promocionados por el estado y el aparato mediático y editorial, cuando se trata de dos escritores que han mostrado en repetidas ocasiones su clasismo y un fuerte tono racista en el tratamiento de algunos temas.

Pero a sus respectivas cortes eso parece no importarles, pese a su autorreclamada corrección política. Hay mucho que tienen que ofrecer las poetas olvidadas. Y si se usa como criterio una supuestamente objetiva “calidad”, recordemos que, después de todo, se trata de un concepto debatible y que muchas veces parte de privilegios heredados.

A investigar más y seguiremos encontrando joyas en el ajuar de nuestra literatura.

 

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