Así como hay un día del pollo a la brasa, otro del cebiche y hasta del pisco sour en el Perú, y otras fechas importantes en elmundo como el Día Internacional de la Mujer, de las Poblaciones Afrodescendientes y de los Pueblos Originarios, la poesía ha merecido un reconocimiento por el enorme potencial renovador que ofrece y como forma de expresión que trasciende la mera escritura.

Todos los grupos humanos, desde tiempos antediluvianos, han tenido poesía. Se dio por necesidad para guardar la memoria de los hechos notables memorizándolos a través de formas repetitivas que facilitaban su emisión. Muchas veces, estas historias y expresiones iban acompañadas de música, por lo que se hacían más entretenidas para el público oyente. Esta es la forma de poesía más antigua y la que ha marcado muchas pautas como los paralelismos, distintos tipos de ritmo y condensación del lenguaje. Desde sus inicios, los seres humanos expresaban el asombro de la naturaleza y los misterios de por qué y para qué estamos en este mundo.

 

Para complementar el habla común y corriente, que se desparrama en el aire y el olvido, los seres humanos inventaron la poesía, a fin de conservar mejor la memoria y el sentimiento de los hechos pasados y grandiosos y de sus preocupaciones más profundas. 

 

Luego vino Aristóteles y dijo que la expresión emocional directa no era mimética y por lo tanto la poesía lírica quedaba rezagada frente a la poesía épica y la dramática. Pero los tiempos cambian y desde el romanticismo se privilegia la expresión personal, que cuando se emite sin cuidado y sin originalidad puede caer en la huachafería del lugar común. Pasa a cada rato entre poetas nuevos y no tan nuevos. Sin embargo, cualquiera que sepa algo de poesía entiende que esta es todo lo opuesto al estereotipo: nada de sentimentalismos baratos, nada de expresiones faciales que empobrecen el lenguaje. La poesía es palabra bullente, sorpresa, asombro e inventiva, sin necesidad de alejarse de la comprensión.

 

Más allá de sus características como arte verbal, la poesía resume algunos de los valores más importantes que nos hacen seres humanos: la profundidad del sentimiento, la familiaridad con el dolor, el goce de la vida, la experiencia del amor y de la muerte. Estas son circunstancias que todo los seres humanos atravesamos en algún momento, pero que en la poesía encuentra su mejor forma de quedar en la memoria colectiva.

 

Quien sabe y practica el arte de la poesía tiene un oído enchufado a las constelaciones y a los demás seres humanos. Aesa persona le llaman poeta, sobre todo si logra expresar de manera elocuente y con amplio dominio del lenguaje aquelloque podría identificarse como una visión poética del mundo.

 

Sí, el mundo puede concebirse poéticamente, y ese es el primer paso para buscar hacer de ese mismo mundo un lugar más poético, donde reine la plenitud de la experiencia, libre de ataduras a las reglas convencionales, empezando por el lenguaje.

 

Nuestro país es privilegiado de tener tantos poetas de tan alta calidad. A los poetas en su día, mucha felicidad. Ustedes son los cantores que hacen la jornada llevadera y nos inspiran a transformar la realidad.

 

 

Quizá el país donde más se admira y se promueve la obra de César Vallejo –después del Perú, claro– es Cuba. La hermosa isla caribeña ostenta el mérito de haber publicado numerosas ediciones de la obra de Vallejo, algunas ya legendarias, como las prologadas por Roberto Fernández Retamar y Raúl Hernández Novás desde la década de 1960. Asimismo, Cuba ha sido escenario de numerosos congresos, homenajes y festivales alrededor de la figura de nuestro vate bandera.

¿A qué se debe este entusiasmo? No es que Cuba carezca de grandes poetas. Bastaría pensar en José Martí y en José Lezama Lima para hacer enrojecer de envidia a muchos otros países del continente. Lo que pasa es que hay una conexión muy especial entre Vallejo y Cuba: su abierta adhesión al socialismo y al ideal de una sociedad sin clases.

Todos sabemos que Vallejo se hizo marxista más o menos a partir de 1927, cuando en Francia conoció los escritos del filósofo y economista alemán, para entonces una inspiración de todos los intelectuales revolucionarios que se apasionaron por las grandes transformaciones que se vivían en Rusia a partir de la Revolución Bolchevique de 1917. Vallejo mismo viajó a la URSS tres veces (en 1928, 1929 y 1931) a experimentar de primera mano los cambios profundos que la revolución estaba operando sobre una sociedad que hasta hacía poco había sido monárquica y feudal.

Al margen del marxismo heterodoxo de Vallejo, que por momentos lo hizo simpatizar con el trotzkismo, el poeta se mantuvo fiel a sus ideales revolucionarios y eso determinó también su apoyo incondicional a la República española durante la Guerra Civil que asoló a ese país desde 1936.

Vallejo se murió un 15 de abril de 1938, intuyendo que la causa española ya estaba casi perdida. Tampoco pudo, pues, ser testigo de la Revolución Cubana, que triunfó el 1 de enero de 1959. Si Vallejo hubiera vivido, habría tenido 66 años cumplidos y sin duda hubiera dado su apoyo absoluto a los barbudos de Fidel.

La poesía de Vallejo encarna como pocas el ideal revolucionario desde una perspectiva profundamente humana, por lo que no es raro que el público cubano haya encontrado en él la voz de los ideales de cambio y esperanza que se vivieron intensamente en las primeras décadas de la Revolución.

Pero la relación de Vallejo con Cuba empieza mucho antes. Cuando el poeta se sube en el Callao al vapor «Oroya» el 17 de junio de 1923, lo hace intuyendo que jamás regresaría al Perú. Su itinerario lo hizo cruzar el Canal de Panamá y hacer escala en La Habana, donde permaneció tres días antes de reemprender el rumbo hacia Europa.

En Cuba conoció a algunos intelectuales y estableció vínculos que lo hicieron colaborar eventualmente con periódicos y revistas cubanas en los años siguientes. Una vez fallecido, nuestro poeta creció en fama y prestigio como la espuma. Las ediciones cubanas de Casa de las Américas y la Editorial Artes y Letras lo popularizaron tanto que pasó a convertirse en uno de los poetas favoritos de la intelectualidad y los lectores cubanos en general. Grandes autores como Cintio Vitier y Fina García Marruz lo leyeron y comentaron. La última –una de las poetas cubanas más notables– escribió un bellísimo poema, «Carta a César Vallejo», que pinta a nuestro poeta de cuerpo entero.

Además ha habido en Cuba congresos y simposios sobre Vallejo celebrando aniversarios y centenarios, como el reciente «Trilce y las vanguardias latinoamericanas», celebrado en noviembre del 2022 por la Asociación Internacional de Peruanistas y Casa de las Américas con motivo del centenario del extraordinario libro de Vallejo.

Menciono todo esto porque la Embajada del Perú en Cuba ha tenido el acierto de erigir un busto de Vallejo (el primero en la isla) frente al hermoso edificio de la Casa de la Poesía en La Habana Vieja. El develamiento tendrá lugar este viernes 15 de marzo (justo un día antes del cumpleaños del poeta) y participarán dos notables vallejólogos peruanos, el poeta y crítico José Antonio Mazzotti y el coleccionista e investigador Jorge Kishimoto.

Aquí el programa:

DEVELACIÓN DEL BUSTO DE CÉSAR VALLEJO EN LA HABANA

Viernes 15 de marzo de 2024, 4 pm

Casa de la Poesía de La Habana

(Calle Mercaderes, no. 16, entre O’ Reilly y Empedrado, Habana Vieja, La Habana)

PROGRAMA:

PANEL “Impronta de Vallejo en la literatura cubana”

Jorge Kishimoto (Centro de Estudios Vallejianos y Universidad César Vallejo): “Vallejo en Cuba antes de 1938”.

Susana Haug (Universidad de la Habana): “Presencias del vallejismo cubano a partir de la segunda mitad del siglo xx”.

Roberto Méndez(Instituto de Estudios Eclesiásticos Padre Félix Varela): “Cintio Vitier y Fina García Marruz leen a César Vallejo”

José Antonio Mazzotti (Tufts University y Asociación Internacional de Peruanistas): “Trilce en Cuba en 2022 y los nuevos estudios vallejianos”.

Modera: Caridad Tamayo Fernández (Casa de las Américas)

Performance artístico a cargo del grupo Danza Teatro Retazos

Lectura de poemas a cargo de:

Josefina de Diego García-Marruz (Cuba)

Roberto Méndez (Cuba)

José Antonio Mazzotti (Perú)

Giselle Lucía Navarro (Cuba)

Palabras del Embajador del Perú en Cuba Gonzalo Guillén y de Sinecio Verdecia, director de la Casa de la Poesía

Develación del busto de César Vallejo

Pisco Sour

Si conoce a alguien en Cuba, pásele la voz.

Recordemos que el poeta inglés Martin Seymor Smith denominó a Vallejo como «el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma». Por su lado, el monje trapense estadounidense, escritor, teólogo, místico y poeta Thomas Merton, lo consideraba «el mayor poeta universal desde Dante».

Vallejo es una de nuestras mejores cartas de presentación. Su obra bien vale un Perú.

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Este viernes 8 de marzo conmemoramos una vez más el Día Internacional de la Mujer, llamado hasta 1975 «Día Internacional de la Mujer Trabajadora». La ONU cambió esta denominación que había cundido en muchos países desde 1910 por iniciativa de las obreras finlandesas en protesta por las pésimas condiciones de vida a las que las reducía el capitalismo industrial. Luego el nombre pasó a Alemania y a los Estados Unidos y poco a poco se hizo más fuerte, pero la ONU, por razones de inclusividad, definió el día en función del género más que de la clase social a partir de mediados de los años 70. En cualquier caso, sean de clase media, alta y, sobre todo, trabajadora, las mujeres siguen sufriendo todo tipo de discriminación, desde empleos de menor rango que los varones hasta sueldos inferiores por el mismo trabajo, sin mencionar que la violencia doméstica suele tener como víctimas a una abrumadora mayoría de mujeres.

Estos hechos ya bastante conocidos llevan en el escenario peruano a todo tipo de manifestación, desde marchas y proclamas hasta espectáculos culturales. Abundan, por ejemplo, los recitales de poesía ofrecidos exclusivamente por mujeres, con lo cual se prolongan los ghettos de género a los que algunos grupos feministas dicen combatir. Se argumenta que los hombres ya tienen demasiados espacios de visibilidad, pero esto no resulta tan cierto cuando de manera consciente se les excluye de determinados ámbitos y fechas.

Como escribí hace dos años en esta misma columna: «En el Día Internacional de la Mujer hago un llamado a la conciencia de mis sororas para que extiendan su preocupación a todas las mujeres y a las personas en general que no tienen el privilegio de acceder a los medios de difusión ni mucho menos a la reflexión académica. Asimismo, para que amplíen sus criterios y dejen de encerrarse en los ghettos de género, haciendo exclusivamente recitales, antologías y mesas redondas de solo mujeres. Se necesita más acción y activismo conjuntos, presencia en todos los ámbitos». Me refería, obviamente, a la exclusión que se practica contra las mujeres más discriminadas del Perú, es decir, las mujeres indígenas y afrodescendientes.

Volviendo a la burbuja literaria, hasta se ha dado el caso de que un recital en el cual participan seis hombres y cuatro mujeres (después de que algunas de ellas se retiraron de la lista quién sabe por qué razones) ha sido impugnado apelando a la baja estofa moral de los varones (calificados desde depravados sexuales hasta masturbadores), según una poetita desequilibrada, sin prueba alguna y por puro afán difamatorio.

Podría decirse que las celebraciones por el Bicentenario de la independencia del Perú ni comienzan ni terminan. Nuestro país tiene una historia tan convulsa y tantos protagonistas en sus acontecimientos políticos que es difícil fijar de manera unívoca cuándo se dio la verdadera independencia y por lo tanto la fundación plena del estado-nación peruano.

La fecha oficial, como sabemos, es el 28 de julio de 1821, cuando el general José de San Martín proclamó la independencia en Lima con su famosa frase «El Perú es desde este momento libre e independiente por la voluntad general de sus pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende». Al menos así es como la aprendimos en la escuela. Pero el acta misma de la independencia se había firmado trece días antes, el 15 de julio.

Para colmo, San Martín ya había declarado la independencia el año previo, el 27 de noviembre de 1820, en Huaura, y hubo en esos meses iniciales de 1821 numerosas adhesiones que confirmaban el sentimiento de que los exsúbditos peruanos de la corona española empezaban a sentirse ciudadanos de un país independiente. O sea, una independencia subjetiva.

Sin embargo, el virrey La Serna mantenía la hegemonía militar en la sierra y es por eso que, en la práctica, aún no había completa independencia. En ese contexto, y caballerosamente, San Martín accede a dejarle el terreno libre a Simón Bolívar en el famoso encuentro de ambos gigantes de la historia en Guayaquil el 26 y 27 de julio de 1822. Bolívar, quizá más ambicioso, buscaba desde el norte consolidar la independencia de su patria, la Gran Colombia, con una derrota definitiva de cualquier rezago de presencia española en el vecino Perú.

El resto ya es conocido: las victorias patriotas fueron protagonizadas por peruanos, colombianos, argentinos, chilenos y soldados y oficiales de distintas procedencias. Junín el 6 de agosto de 1824 y Ayacucho, el 9 de diciembre de ese mismo año, obligaron al ejército español a capitular y reconocer el poder político de los rebeldes, que poco a poco irían organizando un nuevo estado bajo el mandato del «dictador» Bolívar, en medio de disputas locales y rencillas egoístas que hasta hoy no acaban.

Pasados casi doscientos años de esos enfrentamientos militares, de donde han surgido nombres ya legendarios como los de Córdova, Necochea, Miller, Sucre y varios más, inmortalizados en los versos de José Joaquín Olmedo en su canto a «La victoria de Junín», las regiones correspondientes de Junín y Ayacucho desafían hoy el centralismo limeño y se preparan a conmemorar los aniversarios de las gloriosas batallas en sus propios términos.

Por lo pronto, el gobierno regional de Junín ha organizado para el próximo miércoles 28 de febrero el «Primer Encuentro Internacional de Historiadores, Profesionales y Estudiantes de Latinoamérica: Junín Bicentenario, a 200 Años de la Libertad Americana». Se trata de un foro con algunos de los mayores especialistas de distintas disciplinas que animarán la reflexión y el debate sobre el acontecimiento histórico de Junín.

Participan Manuel Andrés García (desde España), Susana Aldana (desde Perú), Juan San Martín (también de Perú), Apolinario Mayta (ídem), José Antonio Mazzotti (Perú-EEUU), Francisco Quiroz Chueca (Perú) y Gustavo Montoya (ídem). Se trata de una pléyade de peruanistas de talla internacional que abordarán la batalla de Junín desde distintos ángulos, incluyendo el literario y el militar.

La cita es en la Sala Raúl Porras Barrenechea del Congreso de la República el miércoles 28 de febrero de 3 a 7 pm.

Ojalá sigan las conmemoraciones y que Ayacucho haga lo suyo.

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Ayacucho, Bicentenario, Junín

Tuve la gran oportunidad de vivir en una época maravillosa de cambios y transformaciones, de reivindicación y de fraternidad. Desde muy niña estuve expuesta a tíos jóvenes que querían cambiar el mundo, que querían revertir el orden y ofrecer otra perspectiva de vida. Ellos no escribieron textos, pero sí fueron grandes gestores al construir puentes para enlazar culturas en nuestro mismo país y hacernos creer que era posible realmente cambiar la historia y sembrar la equidad.

Mi relación con la muerte ha sido muy difícil desde niña, pero aprendí a ser resiliente. Sin embargo, todavía es muy triste y deprimente estar tan lejos de los seres queridos cuando algo de esta naturaleza sucede. Por eso, escribo para rendirle tributo a los míos, a personas que nos enseñaron y nos brindaron su amor de una manera sobrenatural hasta muchas veces mucho más que la familia de sangre.

Eran los 70, y en la esquina de Panamá con Ricardo Palma en un restaurante bastante conocido llamado el “¡Oh, Qué Bueno!” siempre se juntaban jóvenes, entre ellos, mis tíos, mi papá, mi familia. Tuve la oportunidad desde muy niña de conocer muchas personas buenas, pero mi tío Pedro Pablo era y es una gran influencia y por él empecé a conocer a gente extraordinaria, entre ellos al tío Italo Molinari.

Como colegiala y en mi juventud visitaba a mi tío Pedro en el Cuzco y eso significaba conocer gente preciosa que no juzgaba, sino que compartía. Siempre para el 16 de julio íbamos a la fiesta de la Virgen del Carmen en Paucartambo, nuestra gran Mamacha, y poco a poco conocí a cada amigo, a cada persona que componía esa gran familia comunitaria en el Cuzco entre ellos los tíos, Talo y Elisa.

Me fui del país, pero siempre volvía, todos los veranos gringos, regresaba y pasaba momentos increíbles, y veía en ellos que siempre estaban abriendo nuevas rutas, haciendo grandes proyectos. Realmente, fue por Talo y Pedro Pablo que conocí a los Ballumbrosio y cuando me casé con Filomeno, Talo siempre estuvo ahí, y para la familia.

Talo fue una persona que con su enorme amor llegaba hasta el sitio más recóndito, Él era la aventura personificada, era una persona que nos miraba desde lejos pero no perdía su objetivo, el de cuidarnos y protegernos. Realmente fue una época de nuevas conquistas y diferentes retos. Yo me enamoré de un afroperuano y para nosotros fue muy difícil convivir en el Perú por el racismo y clasismo que había. Talo nos enseñó que esas lacras sociales se combatían con amor, con convivir, con hacer sentir a otras personas lo equivocadas que estaban, y que la familia se hacía no solamente de sangre, sino de lazos más fuertes y poderosos. De ahí nació su gran amor por todos los Ballumbrosio, y claro para toda Chincha, para todo el Cuzco, para todo el Norte.

Hoy tío Talo ya no está con nosotros, trascendió y ahora se ha juntado con su Compadre Champita, con su Comadre Adelina y con su ahijado FIlomeno (quien fuera mi esposo, también fallecido). Desde esta esquina, le rindo homenaje a un Padrino-tío que ofreció todo su amor y que ahora está manejando su carro rojo a toda velocidad por el cielo. Gracias, tío Talo, por tus enseñanzas y sobre todo por tu amor.

Talo, ¡Presente!

A muchos nos agarró por sorpresa, justo entre Navidad y Año Nuevo, el 29 de diciembre último, la noticia de la súbita muerte de Iván Rodríguez Chávez (Cajamarca, 1941-Lima, 2023). Quizá su nombre no les suene a todos, pues no era amigo de salir en grandes medios de prensa ni de aspavientos políticos. Sin embargo, en el ámbito académico peruano e internacional se trataba de una figura que despertaba muchísimo respeto y admiración.

Iván Rodríguez Chávez era un académico y un humanista en el pleno sentido de la palabra. Se inició como educador en la década de 1960, llevado por su vocación de entrega al conocimiento y el aprendizaje en los más jóvenes. Sin embargo, por razones de diversa índole, entre otras el maltrato a los profesores durante la segunda fase del gobierno militar (1975-1980) optó por seguir estudios de Derecho y ejerció como jurista en los años posteriores. 

Esto no borró su vocación de maestro y su pasión por la literatura. Siempre mantuvo la mirada abierta hacia la magia de la creación verbal y hacia un entendimiento del Derecho más allá de las frías normas jurídicas y ese vocabulario muchas veces árido de las legislaciones.

Lo que el Dr. Rodríguez Chávez buscaba era el sentido primigenio de la ley, es decir, el objetivo principal, que debe ser siempre la justicia. Detrás de las constituciones, los códigos penales y civiles, los decretos y las normas vigentes, siempre debe prevalecer la idea del equilibrio entre las partes y del reconocimiento debido al mérito de cada uno.

Es así como empezó a elaborar ya desde esos años una serie de nexos que vincularían dos grandes disciplinas, sus pasiones: Derecho y Literatura como campos que tienen numerosos puntos de encuentro. Como el mismo Iván Rodríguez Chávez señaló en algún momento: «Si el Derecho se comprende como una normativa que se orienta a regular la vida social del hombre para alcanzar la justicia, y la Literatura como la expresión artística que simboliza los avatares sociales y culturales de la humanidad, de hecho que se advierte la importancia de una necesaria articulación entre ambas disciplinas para enriquecer el entendimiento del ser humano en sus distintas y complejas facetas de la vida social» (en su libro Vallejo para abogados, del 2014, p. 17).

Muchos de sus escritos han abordado esta zona altamente interdisciplinaria, siendo que Iván Rodríguez Chávez se convirtió muy pronto en uno de los pioneros de esta nueva área de estudios a nivel continental. Con ese motivo se realizó en noviembre del 2023 el «Primer Congreso Internacional sobre Derecho y Literatura en América Latina: Homenaje a Iván Rodríguez Chávez» en el campus de la Universidad Ricardo Palma, institución de la que fue rector durante los últimos diecisiete años hasta su fallecimiento.

La primera publicación derivada de ese importante congreso, que reunió especialistas de Europa, América Latina y los Estados Unidos, es el volumen que se presenta en su homenaje este lunes 29 de enero a las 11 am en el mismo campus de la URP (Av. Benavides 5440, Surco, Lima). Ha sido editado diligentemente por la Dra. Gladys Flores Heredia, gran vallejóloga peruana, y el actual rector de la URP, el Dr. Félix Romero Revilla. Contiene sustanciosos artículos de destacados intelectuales peruanos y del exterior, como Francisco Távara Córdova, José Antonio Mazzotti, Javier Morales Mena, Gustavo Reynaldo Domínguez, Manuel de J. Jiménez Moreno, Ricardo González Vigil, Thomas Ward, Rosario Valdivia Paz-Soldán, Wilfredo Kapsoli, José Felix Palomino Manchego, Camilo Fernández Cozman, además de los mismos editores.

Iván Rodríguez Chávez ocupó también los cargos de Presidente de la Asamblea Nacional de Rectores del Perú (2004-2011), Presidente del Consejo Universitario Iberoamericano (2009-2010), Presidente del Consejo Universitario Andino (2009-2010) y Vocal en el Consejo Ejecutivo de la Unión de las Universidades de América Latina y el Caribe. Asimismo, en 2011 fue condecorado con las Palmas Magistrales con el grado de Amauta por el Ministerio de Educación del Perú.

Entre sus estudios académicos se cuentan La ortografía poética de Vallejo (1974), El derecho en «El mundo es ancho y ajeno» (1982), Entre la incomprensión y el deber. La universidad peruana hasta la década del 80 (1993), Introducción al Derecho (2002), Otra ventana sobre Ricardo Palma (2003), César Vallejo al pie del orbe (2006), Pensadores y forjadores de la universidad en el Perú (2009), Vallejo para abogados (2014), El pasado recurrente (2019) y Las buenas cuentas (2021). Además, publicó numerosos artículos en revistas profesionales del Perú y el extranjero.

Sus poemarios incluyen Melodía de la nostalgia (1999), Amortropía (compilación de varios libros inéditos, el 2005), Cusco, sinfonía pétrea en seis canciones y una melodía (2005), Vidamar, con pétalos de estrella en primavera (2009), Cardiomiel (2013), Jardín de cosas y de circunstancias (2017), entre otros. 

Si tiene  tiempo, vaya a la URP este lunes para empaparse de información sobre el creciente campo del Derecho y la Literatura y la gran figura de este peruano ejemplar que buena falta nos hará en el futuro.

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academico, Ivan rodriguez

[LA TANA ZURDA] Costa y sierra (o, léase mejor, el Perú criollo y el Perú indígena y mestizo) han sido dos aspectos que han convivido de manera asimétrica desde tiempos coloniales. Sabemos de sobra que el poder político y económico se ha ejercido desde entonces en la costa, específicamente Lima, cuando Pizarro decidió asentar su nueva sede de gobierno en el florido y poblado valle del río Rímac, usurpando sus derechos al cacique Taulichusco. Poco a poco el fértil valle fue depredado para construir casas y edificios convenientes a los conquistadores. Los árboles fueron desapareciendo y el descuido de los canales de regadío que por cientos de años habían hecho de este enclave un lugar productivo consiguió que poco a poco la población indígena se dispersara, quedando apenas algunos agrupamientos en lo que después fue llamado el «cercado» (hoy Barrios Altos), Magdalena, Ate y pocos más. El incremento continuo de españoles y el crecimiento de la población criolla empezó a configurar una ciudad que se pretendía blanca desde sus inicios, aunque sabemos que por igual se daban mezclas que les otorgan a los autoasumidos «blancos» peruanos sus rasgos amestizados hasta hoy. O sea, europeos bamba, pero con ínfulas de pureza racial.

Con la independencia formal de 1821 simplemente se renovó la dominación occidental y los indios y mestizos del interior siguieron viviendo casi en las mismas condiciones de antes, pues los corregimientos fueron sustituidos por las haciendas y cualquier intento de modernidad pasaba por cuentagotas por la redoma limeña. La historia es bien conocida y no sé si merece la pena resumirla una vez más, salvo para subrayar que de ese supuesto «atraso» de la provincia surgió en el siglo XX la mejor respuesta que pudieron dar los grupos históricamente dominados: uno de los mayores escritores peruanos, José María Arguedas, cuya grandeza consiste en haber sabido dar cuenta de la expresión del mundo quechua aprovechando la letra europea, uno de los mecanismos iniciales de la dominación occidental.

En el entonces pueblo de Andahuaylas, en 1911, como se ha dicho, nace este pequeño que pierde a su madre muy temprano y es obligado a vivir entre la servidumbre indígena. De ahí surge la figura maternal por excelencia, doña Cayetana, que lo criará como hijo propio y le enseñará el quechua con la ternura y la generosidad que todo niño merece.

José María no solo destacó como narrador, desde sus primeros cuentos publicados en 1933 (el entrañable «Warma kuyay», por ejemplo) y sus libros como Agua (1935), Canto quechwa (1938) y Yawar fiesta (1941), a los cuales seguirían otras notables novelas y numerosos artículos periodísticos y recopilaciones del saber oral de los pueblos andinos.

Pero donde Arguedas también renueva la literatura peruana es en la poesía, con sus contundentes poemas publicados en quechua y español en la década de 1960, luego recopilados póstumamente en 1972 bajo el título de Katatay.

Ahí Arguedas avizora la invasión migratoria de las ciudades costeras, en un desembalse incontenible que cambiaría el rostro del Perú, hasta el punto de que hoy Lima es la ciudad quechuahablante más grande del mundo.

Sin duda que al Perú le falta mucho aún para ser un país unitario y homogéneo, pero ejemplos como el de Arguedas nos hacen mantener una esperanza, no tanto hacia la mezcla y el discurso mestizófilo, sino hacia el cultivo y, sobre todo, el respeto de nuestras diferencias.

El 18 de enero, pues, es una fecha clave en el Perú. Que sirva para recordar cada año, como diría Vallejo, nuestro «trémulo, patriótico peinado».

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18 de enero, Arguedas, Lima, Pizarro

[LA TANA ZURDA]  La ola Arguedas sigue imparable

Siete ediciones en un año es un récord que pocos libros alcanzan. Kachkaniraqmi, Arguedas, la novela de Eduardo González Viaña, ha sido publicada en Madrid, Lima y Boston y ha completado 77 exitosas presentaciones en universidades, centros culturales y ferias de libros en el Perú y el extranjero.

La primera presentación fue hace un año en la Universidad Complutense de Madrid y la que sigue será en Hunan, China, donde la obra y el autor han sido seleccionados para un congreso sobre literatura mundial el próximo abril.

La novela narra la vida de José María Arguedas. González Viaña lo hace con una prosa que la crítica sin excepción califica de magnífica. Bryce decía que “dan ganas de cantar, mientras se lee a González Viaña”. Pero ¿quién cuenta la historia? Como ocurre siempre en el mundo andino, son las montañas, los zorros y los ríos quienes la entonan en un concierto armónico y poderoso.

Otro acontecimiento en el género novela fue Le dedico mi silencio, la última de nuestro Premio Nobel Mario Vargas Llosa. Sus obras siempre despiertan interés desde antes de que se hayan terminado de imprimir. Ese es el caso de esta historia de músicos y decepciones. En el Perú, su patria, como en el ámbito mundial, se ha esperado con pasión entreverada de angustia esta obra que se anuncia como el «ultimum opus» del gran autor. Las opiniones, sin embargo, están divididas entre quienes la consideran un viaje agradable por la cultura y la música peruana y quienes querían oír el canto final del cisne y no lo hallaron.

Entre los libros más vendidos del género novela figuran, además, Los genios, de Jaime Bayly (desigual pero divertida); El mundo que vimos arder, de Renato Cisneros; Cien cuyes, de Gustavo Rodríguez; Francisca, de Alonso Cueto; Cenizas en el cielo, de Juan Morillo Ganoza; Danza entre cenizas, de Fabiola Pinel; y El Camarada Jorge y el dragón, de Rafael Dummet.

Sobre algunos de estos libros y otros de años recientes sobresale el ensayo lapidario La guerra cultural de baja intensidad en la literatura peruana, de Miguel Arribasplata Cabanillas, que cuestiona la validez ideológica y formal de una buena parte de la que el crítico norteamericano Mark Cox llamó la «prosa pituca peruana». Recomendamos leer este ensayo para tener una visión menos celebratoria de algunos autores ensalzados por intereses editoriales y no por su calidad literaria.

En cuento solo puedo mencionar La rebelión, de Luis Fernando Cueto Chavarría, y Geografía de la oscuridad, de Katya Geraldine Adaui, como lo más legible que llegó a mis manos.

César Vallejo sigue siendo best-seller en 2023

El ilustre poeta peruano continúa impulsando a brillantes estudiosos para tratar de desentrañar su asombrosa obra, dado que el 2023 fue el año del centenario de Escalas y Fabla salvaje, los dos primeros textos narrativos del gran autor de Santiago de Chuco. Por eso, hay que mencionar la muy completa César Vallejo. Correspondencia, de los acuciosos investigadores Valentino Gianuzzi y Carlos Fernández, que contiene el recuento más completo de las cartas de Vallejo y un erudito aparato de notas. También sobresale Vallejo, a un siglo de Trilce: nuevos estudios, del poeta y catedrático peruano José Antonio Mazzotti, quien lee y relee Trilce y explica por qué es un clásico que traspasará los tiempos y las generaciones. El libro está conformado también por 27 artículos de los más destacados vallejólogos del mundo. Otro importante libro sobre el poeta es César Vallejo, Trilce y dadá París: huellas de un estímulo silenciado, del ya mencionado Carlos Fernández, que estudia la relación del primer vanguardismo europeo con la obra de Vallejo. Asimismo, hay que destacar Las mujeres de Vallejo, de Miguel Pachas Almeyda, uno de los mayores biógrafos del poeta, que nos cuenta la importancia de las musas y la madre de Vallejo tanto en su vida como en su poesía, y la edición facsimilar y los estudios que acompañan a Escalas, por el infatigable editor Jaime Chihuán y su sello Sinco Editores (sí, con S).

Poesía, producto peruano de exportación

En poesía destacaron, sin duda, Murmullos del delfín Koshoshka (Antología mínima), de José Antonio Mazzotti, la edición inglés-español de Nawa Isko Iki / Amazonian Chants (en Nueva York) y la edición francés-español de Nawa Isko Iki / Chants Amazoniens (en París), del mismo autor. También Exhumaciones del colibrí, de Edián Novoa (otro destacado poeta del Movimiento Kloaka); Cosecha de invierno. 50 años de poesía 1973-2023, de Dante Lecca; Cenizas en la aurora, de Edwin Camasca (en tono ecológico); el regreso del noventero Xavier Echarri después de treinta años de silencio con Un ciervo en la carretera y la publicación de Enrique Bernales Albites con El lenguaje que la nombra; el notable Canta en mi nuca el ruiseñor, de la excelente Zoila Capristán; y Poesía reunida 1985-2016, que compila los cinco libros publicados de la poeta ochentera Rossella Di Paolo. Menciono también Cisnes del transbarroco José Morales Saravia y la antología que compilé del grupo La Huaca es Poesía, donde aparecen voces jóvenes como Valeria Chauvel, Brenda Vallejo, Lesley Costello, Sandra Luna, Yazmín Cuadros y Santiago Morales junto a los ya consagrados Rafael Hidalgo, José Antonio Mazzotti y Raúl Bueno.

Perú, país histórico y crítico

La historia y la crítica fueron foco de atención en libros como Presidentes por accidente, de Christopher Acosta; La guerra del Pacífico, de Carmen McEvoy; Yo tirano, yo ladrón: memorias del Presidente Leguía, de Augusto B. Leguía; Esclavos, jesuitas y el baratillo, de Zelmira Aguilar; Coros mestizos del Inca Garcilaso: resonancias andinas, segunda edición corregida y aumentada de este ya clásico de los estudios garcilasistas por José Antonio Mazzotti; Non onan Shina, libro de los artistas e investigadores Pedro Favaron y Chonon Bensho, con enfoque altamente interdisciplinario; la edición más completa hasta ahora de las Tradiciones cuzqueñas de Clorinda Matto de Turner, por el investigador peruano Christian Fernández Palacios; y sin duda Los incas, en la ruta del Antisuyo y el Atlántico, del reconocido antropólogo e historiador José Carlos Vilcapoma.

Dejo fuera muchas cosas, pero, como decía al principio, no se puede ser exhaustivo y completamente objetivo, ni a la vez ni por separado. Si quieren ver otras opiniones, vayan a los periódicos de la DBA y de la caviarada, donde abundan las componendas grupales y editoriales.

Feliz Año Nuevo y mucha lectura.

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[LA TANA ZURDA]  En el Perú, diciembre quema, por el cariño, por el ambiente, por la comida, por las fiestas, pero también, literalmente, por la manera de festejar que tenemos, de comprar y reventar «cuetes», o sea, cohetes, cohetones, cohetecillos, ratablancas, rascapiés, mamarratas, calaveras, pokerratas, luces de Bengala, en fin, toda una variedad de explosivos de diversos tamaños, colores y sonidos. El problema no es solo la gran cantidad de heridos que causan, hasta el punto de llegar a mutilar dedos y manos, sobre todo de niños dejados al descuido, sino que esto cada vez perjudica más a otros seres que cohabitan con nosotros.

A menudo y por tradición se han festejado las celebraciones de fiestas religiosas, y días cívicos, así como feriados patrióticos con fuegos artificiales. La pirotecnia aparece en las celebraciones de fiestas patronales, aniversarios y hasta conciertos. Era lindo ver cómo el cielo se encendía con formas y figuras psicodélicas que formaban figuras espectaculares, pero ese festejo –como los de la Navidad y el Año Nuevo– trae como consecuencia muy malos efectos tanto a la tierra donde vivimos como a los seres vivos.

En la actualidad ya se han evidenciado los problemas que conlleva el uso de estos explosivos hacia las personas con condiciones diferentes, autistas y personas que sufren enfermedades respiratorias. Asimismo, las personas que tienen síndrome de Down o alguna condición mental sufren muchísimo por las explosiones que emiten estos festejos. Y ni mencionemos a perros, gatos y mascotas en general, que literalmente sufren dolor por los ruidos tan altos, que, a la larga, solo contribuyen a lo que se conoce como contaminación acústica.

Realmente es bien cuestionable la forma de expresar de esa manera nuestra devoción, nuestro cariño y nuestra lealtad hacia algo que queremos. Más bien, deberíamos expresarnos de una forma en la cual no se dañe a nadie y no se malgaste el dinero en algo tan dañino y perjudicial.

Numerosas cuentas en redes sociales se quejan de tener que compartir un espacio limitado donde se prenden castillos de fuego y entre las humaredas y los ruidos, la gente no puede hallar tranquilidad. Las autoridades tratan de vigilar estos actos, pues realmente debemos considerar si pertenecen a nuestro siglo o no. La Superintendencia Nacional de Control de Servicios de Seguridad, Armas, Municiones y Explosivos de Uso Civil (SUCAMEC) es la rama de la Policía Nacional que viene desde hace años tratando de controlar la fabricación y el comercio ilegal de estos explosivos de «entretenimiento». Y lo más importante, su uso, pues muchas veces este se hace sin supervisión alguna y de ahí es que surgen los accidentados, que terminan abarrotando las salas de emergencia de hospitales, clínicas y postas médicas. Y a veces hasta la morgue.

Nuestra falta de conciencia cívica a veces nos lleva a actuar de manera absurda y peligrosa, atropellando los derechos de los demás y poniendo nuestras vidas en riesgo.

Si queremos un Perú mejor, empecemos por apoyar y difundir las campañas de prevención. Manifestemos nuestro sentido de la Navidad y los augurios de Año Nuevo de manera más pacífica y menos peligrosa. En vez de comprar cohetones, compremos chocolates, demos un abrazo a quien lo necesita. Recuperemos el espíritu fraterno de la Navidad. La explosión de cariño debe ir por dentro.

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Consecuencias, Festividades Peruanas, Impacto Negativo, Pirotecnia
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