
Lavarse las manos
Por:
Carla Sagástegui
11.01.2023
Mientras tanto, el Consejo Directivo de la Sunedu, debido a la Ley que será promulgada por el Congreso gracias al Tribunal Constitucional que eligió, ahora estará integrada por un conjunto de rectores, decanos de colegios profesionales y representantes de instituciones públicas vinculadas a la educación y la investigación, escogidos entre ellos, en lugar de continuar con el haber estado conformado por integrantes que ganaron concurso público, (salvo el representante del Concytec y su superintendente). Este cambio, también lo sabemos, permitirá bajar la exigencia a las centros de educación superior. Pero no es el más grave. El cambio más profundo es que al desligar la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria del Ministerio de Educación, ha quedado en suspenso la seguridad de su financiamiento económico, quitándole el soporte de una entidad superior.
El próximo año nos dirá de qué colegios saldrán y a que universidades llegarán nuestras próximas generaciones. Que el debate electoral del 2023 no nos deje convertirnos en el país que se opone a la educación de sus niñas, niños y adolescentes, sino en el país capaz de revertir sus grandes errores.
28 de diciembre de 2022
El sufrimiento social generado en la décima parte, sino más, de la población nacional desde que ganó Castillo, sumado al producido por la pandemia, es ya profundo. Desde la psicología comunitaria de Tesania Velázquez, podríamos decir que se ha producido una movilización panregional de doloroso resentimiento, que ante la victimización de Castillo, principal instigador de la rebelión, se ha expresado con una furiosa y violenta pasión de venganza. Y la violencia siempre escala. Desproporcionadamente respondida, a balazos, quitando la vida de jóvenes, de campesinos, ha seguido hiriendo el cuerpo y el alma de toda esta gente que ya no da más. Pedir el retorno de Castillo, el adelanto de elecciones y la asamblea constituyente no tiene pues razón política, sino afectiva: porque su retorno les devolvería el más alto reconocimiento alcanzado, porque se debe largar a los culpables del desprecio y porque debemos asegurarnos de que nunca más lo puedan volver a hacer.
Se trata de una furia que para detener, primero tendremos que dejar de atacar. Bastaría que la prensa y el Congreso de una vez recuperaran la cordura. Y que el cargo de Primer Ministro sea encargado a una persona capaz de conseguir la pacificación nacional. Porque de lo contrario, como dijo su viejo vocero, José María Arguedas: “que vengan esos hombres a quienes no conocemos. Los esperaremos en guardia, somos hijos del padre de todos los ríos, del padre de todas las montañas.”
En ese contexto, llama la atención que el líder del tercer intento de conseguir la vacancia del presidente, el congresista Edward Málaga considere que “manifestaciones directas de la inmoralidad del presidente”, como el plagio académico de su tesis de maestría o el falso apoyo a las niñas y niños con cáncer, sean justificación sobrada para cesar al presidente. De ser así, si aplicamos el mismo principio al parlamento peruano, es tal la cantidad de intereses personales y corruptos que se manifiestan en sus proyectos de leyes que su pedido debiera exigir en primer lugar el cierre del Congreso.
Por cierto, también es inmoral la provocación de incertidumbre que nos producen los congresistas desde hace seis años atrás, al reducirnos los gobiernos a ciclos anuales, al fragmentar y terminar de hundir los pocos partidos políticos que nos quedaban y tenernos de elección en elección llenas de mentiras y falsas consignas. Qué hace falta para que reconozcan que el Congreso tiene mayor desaprobación que la presidencia que se quieren tirar abajo. Ya es tiempo entender que el país, para reconstruirse, necesita estabilidad, no congresistas que se queden a dormir para fingir que son ellos las víctimas del mal.
Estas dimensiones requieren de un compromiso de parte del gobierno con su población, con las personas que migran y que vienen a refugiarse, así se encuentren vulnerables de paso hacia otro país, como Chile o Brasil. No se puede continuar jugando con los ministerios de la Mujer, Relaciones Exteriores y del Interior, hablamos de cada vez más y más vidas. También se requiere de una férrea voluntad para establecer de la mano con los demás países involucrados en estas rutas una forma de enfrentar la violencia que no termine apelando a una mera militarización en el Sur, como está ocurriendo en México, Guatemala y El Salvador, porque aquí sabemos cuáles podrían ser las consecuencias.
Lima es una de las 45 megaciudades del mundo, de las tres que hay en Sudamérica. Sus calles están enrejadas y las casas y edificios amurallados. Hay plantas de desalinización a lo largo de toda la costa y ha desarrollado agricultura hidropónica a gran escala, aunque se sigue dependiendo de la importación de trigo y maíz. El Fenómeno del Niño es ya tan frecuente que se considera cambiar su categoría y normalizar el alza de temperatura. Como la cuarta parte de la Amazonía fue deforestada, ha comenzado a convertirse en una sabana. Una tercera parte de nuestros animales ha desaparecido. Los glaciares han retrocedido casi por completo y ha producido sequías que ahora cunden por todo el país. La energía eólica y el gas han logrado resolver la crisis de las hidroeléctricas. La tercera parte de los automóviles ya son eléctricos, incluido el transporte público que gracias a las mafias trasnacionales ahora tiene un nuevo estilo. Y nuestra diversidad minera, como siempre, nos continúa sosteniendo.
¿Qué hacer entonces con los gobernantes latinoamericanos? ¿Serviría de algo que se miraran corruptos y se arrepintieran? Porque si bien el arrepentimiento implica asumir voluntaria, sincera y responsablemente las consecuencias de sus acciones y dejar de cometerlas, algunos le exigen un cambio ideológico. Y así se hayan arrepentido, dice la Iglesia, quedan las reliquias de la corrupción y las penas que deben pagar a lo largo de su lentísimo y dantesco estado en el purgatorio, porque muchas oraciones para que salgan en días como estos, no recibirán.
Quizá sea “Partido” el nombre que le debiéramos dar a las mafias peruanas, porque mucho de ese honor mafioso de cine estadounidense no parece existir en la corrupción peruana.
Es probable que la banalidad del discurso electoral resultante sea a la vez el origen de la falta de importancia de la ideología en el sistema político peruano, razón por la cual la izquierda peruana, más que haber desaparecido, ha perdido sentido, ha quedado descolocada, al borde de un abismo, sin saber cómo reorganizarse, cuando (se supone) sus fines están vinculados a la protección de los sectores más vulnerables de la población, no al enriquecimiento de un sector determinado de la población nacional. De ahí que esta sea una gran oportunidad para Antauro Humala, el único candidato político que ha irrumpido con un discurso político religioso, para conseguir más y más adeptos, porque en lugar de protestar contra el sistema, él promete entregar el poder del Estado a sus cobrizos seguidores. Y para los demás, pues mano dura les espera.