PNP

La insólita estrategia que habría utilizado el exministro Juan Carrasco Millones para consolidar su poder en el inicio de su carrera.

La consolidación del poder es una tarea clave para cualquiera que pretende convertirse en un líder. Sin embargo, existen muchas maneras de lograrlo y es ello lo que expone la clase de liderazgo que se obtendrá. Mientras algunos optan ser líderes tras convencer al grupo de una forma de trabajo que será exitosa para el bien de todos, otros optan por utilizar el miedo como herramienta para que su poder no sea cuestionado.

En este último grupo parece que entraría el exministro Juan Carrasco Millones según la historia que Carlos Cabrejos Vega expone en “El falso Sheriff”. Acorde a lo que se relata en el libro, Carrasco no se habría vuelto incuestionable por sus colegas gracias a su eficiente trabajo sino a otras estrategias más que cuestionables.

“Ya no llores, amiga. Ya vendrá otro”

Tras hacerse conocido por encabezar casos que tuvieron una gran repercusión, Juan Carrasco Millones se había convertido en un personaje al que nadie criticaba y, según cuenta Cabrejos Vega, incluso se podía decir que era temido en épocas de la creación de la Fiscalía Especializada Contra la Criminalidad Organizada.

Pero, aunque para el exterior nadie se animaba a convertirse en la imagen de las críticas a Carrasco Millones, los comentarios, o mejor dicho cuestionamientos, sobre su trabajo sí existían tanto en los pasillos del Ministerio Público como en la Policía y exponían que, por aquellos años, se había convertido en, como se describe en el libro de Cabrejos, un hombre empoderado y avasallador.

Uno de estos rumores que se relata, y posiblemente el más grave, indicaba que Carrasco Millones “chuponeaba a medio mundo”. El periodista Carlos Cabrejos cuenta que una fuente, quien también era fiscal, señaló que existía miedo a hablar por celular porque sospechaban que Carrasco y sus policías aliados los estaban escuchando.

Aunque para algunos esto podría ser tomado como un afirmación exagerada y hasta paranoica, lo cierto es que el episodio que relata esta trabajadora del Ministerio Público dista mucho de una sospecha infundada. Según lo que contó, Carrasco Millones saludó a una asistente fiscal a la que había encontrado en las escaleras con un “Ya no llores, amiga. Ya vendrá otro”.

La asistente fiscal fue a reclamarle a la persona a la que le había contado su problema personal. Pero, para su sorpresa, esta persona le respondió que no le había contado a nadie sobre esta situación que habían conversado por teléfono. Este episodio terminó por encender las alarmas de quienes creían que ya sospechaban de los chuponeos avalados por el ahora exministro y aumentó el temor que sentían hacia él.

Extorsión o cárcel

Pero así como aumentaba el poder de Carrasco Millones también aumentaban las irregularidades en los casos que se involucraba. Uno de ellos tuvo lugar en 2016 cuando se anunció, con todo el ruido mediático posible, la desarticulación de una red criminal llamada “Las Rocas” y se señaló que su líder, Marco Seclén Míñope, había sido el chofer  de la banda delictiva “La Gran Familia”.

Sin embargo, para sorpresa de muchos que sospechaban sobre el detrás de escena de estos operativos, el nombre de Marco Seclén era un desconocido en el mundo del hampa y parecía que nadie lo tenía como un personaje involucrado en actividades delictivas y, por supuesto, menos con una agrupación como “La Gran Familia”. Lo que se sabía de él era que trabajaba como conductor de colectivos.

 Este caso se tornó todavía más extraño al conocerse que, días previos a la famosa desarticulación de la agrupación criminal, Seclén Miñope se había acercado al Ministerio Público para denunciar que estaba siendo extorsionado por un policía. Casualmente, este policía al que acusaba era Víctor Chafloque, uno de los oficiales más cercanos a Carrasco Millones y que ha estado involucrado en sus casos más cuestionados. 

Por una aparente fuga de información, Chafloque nunca acudió al punto de encuentro con Seclén Míñope y no pudo ser capturado. Acorde a lo que el propio Marco Seclén le explicó al periodista Carlos Cabrera, el hombre de confianza de Carrasco Millones le exigía treinta mil soles o la entrega de un automóvil para no ser incluido en la investigación.

Como es historia conocida, Seclén y otras seis personas fueron detenidas en esta desarticulación de una supuesta red criminal y, hasta la fecha, cinco de ellos siguen intentando demostrar su inocencia en un caso que, sin lugar a dudas, ha tenido un sinnúmero de grises que lo alejan de ser el gran logro de la justicia que se intentó mostrar a la opinión pública. 

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Carrasco Millones, Ministerio público, PNP

[EN LA ARENA] El 28 de julio, Dina Boluarte disparó una sarta de proyectos de ley pidiendo con urgencia que fuesen aprobados por el Congreso. Como en una campaña electoral, sin preocuparse de que estos formen parte de –o deformen políticas públicas con fines claros, prometió hasta puestos de trabajo: que los licenciados de las Fuerzas Armadas, los reservistas, pasen a ser policías del Orden y Seguridad de la Policía Nacional del Perú (PNP).

Ser policía no es un puesto cualquiera. Su labor es prevenir diversos hechos de violencia, mejorar la convivencia pacífica y aplacar las acciones delictivas. Trabajar de la mano con otros sectores, como el Poder Judicial, el sistema de salud y los gobiernos locales. No se trata de un soldado con deber de batallar contra el enemigo. El Estado le ha designado ciertos compromisos que responden al interés público: el evitar conflictos (políticos, religiosos, sociales, culturales) y asegurar el bienestar de la población; jamás lo contrario.

Eso implica confiar y ahí empieza el profundo problema que enfrenta la PNP, pues es considerada como la quinta institución más corrupta del Estado peruano (Proetica 2022). Es usual en la televisión ver la detención de policías por vincularse a mafias, narcotráfico, extorsionar a trabajadoras sexuales, cobrar coimas, lavar activos, etc. Como contraparte, la PNP también cuenta con espacios televisivos para difundir las capturas de delincuentes logradas en sus campañas, pero no consiguen revertir la percepción de desconfianza y corrupción.

El actual proyecto de Ley, cuestionado por especialistas en seguridad ciudadana, fue sustentado ante la Comisión de Seguridad Ciudadana por el Comandante General de la PNP, Luis Alberto Vergara, quien señaló como razón para convocar a los reservistas que solo se cuenta con un policía por cada 500 ciudadanos y que “cada año hay menos efectivos policiales para hacer frente a la creciente ola de delincuencia”. La primera es correcta, los estándares internacionales sostienen que se debe contar con un policía por cada 250 personas. Lo que sí es falso, es que cada año se tenga menos efectivos policiales y que la ola de delincuencia sea creciente.

Diez años atrás en el Perú se produjo una escalada de violencia que llegó a su pico el año 2018 cuando se alcanzó una tasa de casi 8 personas asesinadas por cada 100,000 habitantes. El advenimiento de la pandemia disminuyó notoriamente el número de asesinatos y el año pasado, la cifra fue de 6, una tasa previa al 2013, antes de la migración masiva y del desplazamiento de mafias por todo el continente. A pesar de que nuestra población ha aumentado en más de cuatro millones de personas desde ese momento, se ha mantenido el mismo número de víctimas de algún hecho delictivo, lo cual no es poca cosa: hoy, es la cuarta parte del país, hace diez años, era casi la tercera.

Es muy probable que este control sea resultado de las diversas reformas que la policía ha ido viviendo desde el año 2017, cuando se cambió la organización interna y el modelo de formación policial. Lo podemos ver en las cifras. El año 2015, la Defensoría del Pueblo sostuvo ante la Comisión de Defensa Nacional y Orden Interno que sólo había un efectivo policial por cada 856 habitantes. En el año 2017, la cobertura subió a uno para 673 habitantes. Hoy como señaló el Comandante, han llegado a 500. La pregunta es entonces, por qué promete trabajo de policía a los reservistas la señora Dina Boluarte, quien gusta aparecer rodeada de militares. Ya la ley anterior había sido rechazada porque implicaba un cambio sustancial en el presupuesto de la PNP desequilibrando la distribución del erario nacional. Ahora, reaparece como promesa tras las masacres perpetradas por la policía durante el Estallido popular 2022-2023 que ella justificó en lugar de detener.

La policía peruana tiene otras necesidades y sabemos bien que la mayor fragilidad se encuentra en su formación profesional. El 2008 Sunedu reconoció el rango universitario a la Escuela de Oficiales de la Policía Nacional del Perú, pero hasta la fecha no ha culminado con el licenciamiento, que asegura los estándares de una auténtica educación policial. Hay países que cuentan con centros de investigación avanzada, capaces de ofrecer diplomas y maestrías. La gran ventaja de una formación así, que abarca enfoques comunitarios, éticos y científicos, es que permite a la policía no dejarse manipular por sus autoridades políticas, abandonar la compulsión por enriquecerse ilícitamente y contar con la confianza de que la próxima vez que haya una marcha, no saldrán a matar.

 

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Boluarte, PNP, Policía Seguridad Orden

“A principios de febrero, el Ministerio del Interior no había abierto ninguna investigación sobre la conducta policial y ningún agente de policía había sido sancionado ni apartado del servicio”.

“El gobierno peruano debe garantizar investigaciones rápidas, independientes y exhaustivas de todos los abusos cometidos por la policía y las Fuerzas Armadas, así como de los actos de violencia, enjuiciando a los responsables según corresponda. Los fiscales deben investigar y presentar cargos, según proceda, no sólo contra los militares y policías que cometieron los abusos, sino también contra sus superiores y las autoridades gubernamentales que pueden haberlos ordenado, no haber tomado medidas efectivas para impedirlos o no haber respondido adecuadamente para impedir nuevos abusos y garantizar la rendición de cuentas”.

“Hay fuertes razones para creer que la presidenta Boluarte, el primer ministro Otárola y otros altos funcionarios no tomaron medidas efectivas para detener las muertes, a pesar de tener conocimiento de la responsabilidad de las fuerzas de seguridad en ellas”.

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Alberto Otárola, Dina Boluarte, fuerzas armadas, Human Rights Watch, Marchas, Muertos, Perú, PNP, Policía Nacional, protestas sociales

TRES

Lo único que ha pasado aquí, en todos los casos, se ha producido es que miles de personas han querido tomar los aeropuertos. O sea, la Policía no ha reprimido a la gente en las calles, la Policía se ha defendido y ha defendido a los aeropuertos. En ese contexto se ha producido estas lamentables muertes. 

Premier Otárola

Mario Vargas Llosa retrata –magistralmente– a Cayo Mierda, personaje paradigmático de la novela Conversación en la Catedral y de la política peruana.

—Me olvidaba de un detalle —dijo el Mayor Paredes—. Espina ha estado viendo mucho a tu amigo Zavala.

—No tiene importancia —dijo él—. Son amigos desde hace años. Espina le consiguió la concesión para que su laboratorio abasteciera los bazares del Ejército.

—Hay cosas de ese señorón que no me gustan —dijo el mayor Paredes—. Le sigo los pasos, de cuando en cuando. Se reúne con apristones, a veces.

—Gracias a esos apristones se entera de muchas cosas y gracias a él me entero yo —dijo él—. Zavala no es problema. Con él si pierdes el tiempo.

—La lealtad de ese señorón nunca me ha convencido —dijo el mayor Paredes—. Esta con el régimen para hacer negocios. Por pura conveniencia.

—Todos estamos con el régimen por conveniencia; lo importante es que la conveniencia de tipos como Zavala sea estar con el régimen —sonríe él—.

El mayor Paredes asintió. Descolgó uno de los tres teléfonos y dio una orden. Quedó un momento pensativo.

—Al principio creí que posabas de cínico —dijo luego—. Ahora estoy seguro que lo eres. No crees en nada ni en nadie, Cayo.

—No me pagan para creer, sino para hacer un trabajo —sonrió él, de nuevo

—. Y lo hago bien ¿no?

  • ¿Igual que Alberto Otárola?

 

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Alberto Otárola, PNP

El ministro del Interior y el premier Otárola tienen mucho que hacer al respecto. La violencia represiva sin controles legales, es combustible para la protesta y lejos de ayudar a que poco a poco vaya decayendo la asonada que el país aún sufre, hace que la misma dure más tiempo del debido o eventualmente, como en ciclos ondulatorios, vuelva a recrudecer.

La del estribo: muy recomendable Encuentros breves con hombre repulsivos, de David Foster Wallace, que bajo la dirección del gran director argentino Daniel Veronese, viene al Perú al festival Temporada Alta de la Alianza Francesa. Va el lunes 13 y el martes 14 de este mes.

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Dina Boluarte, PNP, Policía Nacional

Pero no en todos los países la policía acata estas órdenes. En Rosario, Argentina, las mujeres policías se revelaron el 2019 declarando que no pensaban reprimir el accionar de las jóvenes feministas que salían a protestar. Dos años antes en Honduras, los policías desacataron a sus máximas autoridades, aduciendo que no podían ir contra el pueblo para proteger a un presidente que forzó la reelección y que actualmente está preso por narcotráfico. Y a mediados del 2020, en Francia, los policías en un acto simbólico, tiraron al piso las esposas con las que debían detener a la población que salió a protestar contra el racismo de su ministro del Interior. Estos ejemplos nos sirven para reclamar a nuestras y nuestros policías, que despierten su sentido ético, su empatía. Cuántos de ellos no vienen acaso de familias también marginadas y excluidas de los servicios del estado, hartos de ser víctimas del temible racismo peruano. Todos podemos escapar de la banalidad del mal, del triste argumento de “yo sólo seguía órdenes” que la pensadora alemana estadounidense Hannah Arendt visibilizó en los funcionarios nazis. Nuestros policías sí pueden evitarlo. Basta, simplemente, que nos dejen de disparar, que se den un momento para sentir qué es lo que estamos viviendo, del temor tan grande que están viviendo hasta sus propias familias bajo el régimen actual de represión. Y aunque en sus escuelas policiales (que por cierto, nunca culminaron su proceso de acreditación como instituciones de educación superior) les hayan enseñado que someterse a la cadena de mando es la única opción, miren a su alrededor, recuperen su tarea primordial: cuidar el orden del país y evitar asesinar. Es hora de que nos protejan, ellos también pueden decir que no.


*Fotografía perteneciente a un tercero

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PNP, Policía Nacional

Frente a los vándalos y violentistas, todo el peso de la ley y de la justa represión. Frente a la población movilizada, contención sensata y búsqueda inagotable de mecanismos de diálogo que los haga trastocar una agenda politizada, que es inviable y seguramente no comparten (liberación de Castillo, renuncia de Boluarte, cierre del Congreso y Asamblea Constituyente), por una plataforma de acciones sociales y gubernativas concretas en cada una de las regiones soliviantadas.

La del estribo: imprescindible la lectura de Sin noticias de dios. Sodalicio: una crónica de impunidad, del periodista Pedro Salinas, una suerte de bitácora personal del caso en su conjunto, desde sus inicios, sobre los actos violatorios de los derechos humanos perpetrados en una sociedad pontificia que, con la abundancia de pruebas delictivas presentadas, ya hace tiempo debió haber sido clausurada.

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Marchas, PNP, política peruana

Manuela, ¿qué sucede en Lima?  El nuevo alcalde de Lima Metropolitana no se apropia del tema, está priorizando otros temas y parece que no está al tanto del pedido ciudadano, tanto así que acaba de cambiar al Gerente de Seguridad Ciudadana de la Municipalidad Metropolitana de Lima, contribuyendo a la inestabilidad a la que nos tiene acostumbrado el Ejecutivo. Hemos tenido en un año siete ministros del interior y cinco comandantes generales de la PNP, y a eso hay que añadir los cambios de los superintendentes de La Superintendencia Nacional de Control de Servicios de Seguridad, Armas, Municiones y Explosivos (SUCAMEC) y de la Superintendencia Nacional de Migraciones. No hay control en el uso de armas ni en las fronteras. El sector interior no está respondiendo al problema actual, ni tampoco lo está haciendo el alcalde dentro de sus funciones como Gobernador Regional, alcalde Provincial y distrital. Los vecinos y vecinas de Lima estamos solos enfrentando la inseguridad. La seguridad ciudadana no es solamente un tema policial, es multisectorial e intergubernamental que hasta la fecha nadie reconoce ni articula. Es momento de exigir a las autoridades y estar atentos a las propuestas para elegir autoridades que respondan a nuestros pedidos en las próximas elecciones del 02 de octubre.

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