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Alan García

[AGENDA PAÍS] La victoria de Javier Milei, político libertario, frontal y disruptivo del partido La Libertad Avanza, en las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) en Argentina, donde cada partido elije a su candidato presidencial, ha causado conmoción tanto en el país gaucho como en toda América y Latina, y por supuesto, en el Perú.

Es impresionante la cantidad de información en WhatsApp, en las demás redes sociales y en programas de televisión y radio en señal abierta, donde tanto periodistas, influencers, políticos y ciudadanos están manifestándose tanto a favor como en contra del sorpresivo Milei.

Con su peinado rockero de los 80’s, un discurso sin pelos en la lengua, por momentos soez, y propuestas más que disruptivas como la eliminación tanto del Banco Central de Argentina como de más de la mitad de los ministerios que conforman la actual inmensa administración pública de ese país, ha logrado que 30% de los argentinos, hartos del status quo, de la crisis eterna y del discurso vacío, se arriesguen, con entusiasmo, a una nueva y totalmente diferente opción. Como que ya no habría nada que perder.

Milei enfrentará en octubre próximo a Patricia Bullrich, candidata del Macrismo de centro-derecha del partido Juntos por el Cambio y a Sergio Massa, del partido oficialista Unión por la Patria, para determinar quiénes, solo dos, pasarán al balotaje final.

Esta situación me recuerda a la campaña electoral que se vivió en el Perú en 1990. Veníamos del desastroso primer gobierno de Alan García, con una hiperinflación galopante y Sendero Luminoso a las puertas de Lima. Si bien en la Argentina actual no hay terrorismo, el gobierno Kirchnerista aplicó la misma receta que Alan I (control de precios, control de la moneda, gasto público excesivo) para lograr el mismo resultado, alta inflación, destrucción del peso argentino y mayor pobreza.

En la primera vuelta de las elecciones de 1990, un renovado Mario Vargas Llosa, en plenitud de su madurez literaria y política, enarboló la bandera de la libertad lanzándose a la presidencia con un plan de shock económico, duramente atacado por los opositores que financiaron una contra campaña de miedo a lo propuesto por el escribidor. Algo parecido está sucediendo en Argentina en contra de Milei.

Por otro lado, un chinito anti-establishment, Alberto Fujimori, con un discurso de cambio (pero gradual), y haciendo gala de su sencillez manejando un tractor, sorprendió a todos llegando al segundo lugar con 29%, muy cerca de un decepcionado Vargas Llosa que no superó el 33%.

“Yo soy el no shock” decía Fujimori. Y con ese paraguas de campaña, episodio del bacalao incluido, ganó la segunda vuelta con un contundente 62.5%. El resto es historia.

Ya sentado en el sillón presidencial, al constatar la magnitud del problema de la hiperinflación y reservas negativas, opta por un shock económico, aquel anunciado por el premier Hurtado Miller que luego de dejarnos atónitos con la enorme subida de precios que se venía, concluyó con “que Dios nos ayude”.

El caso argentino puede tener un final similar. El miedo que los opositores van a desencadenar atacando las políticas de Milei puede tener un efecto en el electorado sobre todo si el candidato libertario pasa a segunda vuelta.

Entonces, también recordemos al candidato Ollanta Humala del 2011, rojo en primera vuelta, rosadito en la segunda con su Hoja de Ruta. Si Ollanta insistía en su plan original, probablemente no ganaba.

Milei es hábil. Está bien asesorado política y publicitariamente, pero un tema que él y sus asesores tendrán que definir, es que, si con el mismo discurso agresivo y disruptivo que probablemente lo lleve a segunda vuelta, podría también ganar la presidencia.

Que Dios los ayude.

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Alan García, Argentina, Elecciones, Javier Milei, Patricia Bullrich

TRES

Yo no he corrompido a nadie, ellos ya eran corruptos cuando los conocí.
Marcelo Odebrecht

Sus declaraciones provocaron una eclosión en el universo político. Aseguró que los propios políticos le proponían darle obras, a cambio de un monto que ellos decidían.

  • Toledo me pidió 35 millones de dólares por la Interoceánica y Camisea.
  • Humala se quería hacer el difícil, pero al final aceptó, con las manos abiertas, por la amable sugerencia de su mujer.
  • AG era un hombre honesto, de principios, que jamás se vendería por migajas, solo por millones.
  • La señora K, a cada rato, pedía que le aumenten 500 mil.

Y pensar que el Arq. Fernando Belaunde Terry, a finales de los ochenta, fue a una entrevista a la revista Caretas. Luego de finalizada la misma, salió a la calle. Entonces, la gente lo reconoció y lo comenzaron a saludar con respeto y por el cariño que se había ganado.

  • Esto no ha vuelto a suceder más. Increíble.

Recordemos lo que escribió el respetado periodista Cesar Hildebrandt acerca del ex Presidente.

  • Belaunde no tocó un centavo del tesoro público, no se hizo rico en la presidencia de la República, no se ensució en contabilidades invisibles ni firmó declaraciones juradas plagadas de mentira. Y hoy que la política peruana consagra la impunidad y azuza el saqueo. Hoy es preciso decirles a los jóvenes que la política de este país supo también de gente decente que llegó al poder sin dinero y salió del poder sin dinero. Sin dinero, pero con honor. Y es bueno que lo escriba un periodista que fue implacable con Fernando Belaunde. Un periodista que hoy extraña a rabiar esa perseverancia en el decoro que hoy agiganta su figura.

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Alan García, Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, ex presidente, gobierno del peru, Odebrecht, Ollanta Humala

Algo que siempre nos decía en reunión con él, y que se me ha quedado en la mente, es que había que pensar que nuestras acciones pasen a la historia porque ese es propósito para los que venimos al mundo. La historia como el objetivo más grande que tengamos como seres humanos. Trascender nuestro entorno inmediato. Contribuir con un grano de arena a través de obras e ideas y que eso se plasme en que, más adelante, los que escriban sobre el Perú reconozcan la labor que uno ha hecho. Eso es lo más hermoso que una persona puede recibir como mensaje. No dinero, no oro sino el dulce aroma de la historia.

Como dicen los historiadores: son de esas personas que aparecen cada cien años para pensar y hacer un país diferente. Así lo recuerdo al presidente Alan García.

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Alan García

5. Cuando el gobierno de Fujimori disuelve el Congreso y declara en reorganización el sistema de justicia, muchos deciden dejar el país, en esa época usted viaja a Chile e ingresa a la universidad, donde gira sus inquietudes políticas hacia la izquierda, ¿cuándo regresa hacia la moderación, a la izquierda democrática, al Apra?

Cuando me fui a Chile obligada por el golpe de Alberto Fujimori, fue un momento de los más difíciles de mi vida porque tuve que dejar todo lo que conocía, la familia y amigos, para empezar de cero con la ayuda amorosa y esforzada de mi madre. En esos tiempos la comunicación era complicada y lo cierto es que casi no hablaba con mi papá. La edad y la circunstancia me alejaron mucho de él, a quien le echaba la culpa de mi soledad y esta suerte de empezar de cero que se me impuso. Estudié en la Universidad de Chile, que era una universidad pública en un país que hacía poco había recuperado la democracia después del largo período dictatorial y fascista de Pinochet, así que en reacción evidente todo el Chile que yo conocí, era de izquierda. Tiene alguna lógica. Recordemos que el primer gobierno del Apra tuvo también mucho de izquierda, en la búsqueda -con errores y aciertos- de reivindicar el proyecto de Víctor Raúl. A pesar de haberme rebelado contra la autoridad paterna, no me sentía ajena a lucha por recuperar los derechos y la dignidad de los chilenos, porque hay que entender que no todo es economía y crecer, sino hay que crecer bien y en un contexto que respete la vida de todos. De hecho hoy todavía me siento cercana a mis compañeros de escuela y a la búsqueda de un país de Pan con Libertad, pero es bobo quien no entiende que el mundo cambia y se aferra con uñas y dientes a una ideología desfasada que como hemos visto recientemente, solo genera hambre y división. Una política que busca eliminar el mérito y quitarle a los que ganaron cosas con esfuerzo, no sirve. Tampoco sirve gobernar para los ricos y afanarse solo en que los números suban. El estado no puede ser intervencionista pero si regulador y fomentar las inversiones privadas y obras públicas para tener más puestos de trabajo asegurando que hayan condiciones adecuadas y justas para los trabajadores que se traduzcan en mejoras en sus vidas y en su felicidad. Los tiempos cambian y las ideas cambian, lo que tiene que mantenerse siempre es el amor a la causa.

6. En una entrevista con Milagros Leiva usted asegura que el operativo policial que terminó con la muerte de su padre estaba planificado para que acabara así. Es más, la ministra de Salud Zulema Tomás postergó el anuncio del deceso hasta casi el mediodía en coordinación con los fiscales para poder seguir rebuscando en la casa del presidente quién sabe qué cosas, mientras Vizcarra le decía al país que Alan García había muerto a los pocos minutos de su llegada al Casimiro Ulloa, cerca de las ocho de la mañana. Sigue afirmando lo mismo.

Todo ese momento yo lo viví desde México donde me encontraba por breves días, pero antes de eso fui testigo de excepción de demasiadas irregularidades en el proceso, desde el cambio el impedimento de salida hasta la orden sorpresa de detención a un hombre que había ido a declarar decenas de veces. En el mes de diciembre un camión de escuchas fue detenido por mis valientes compañeros afuera de la casa paterna, ese día yo estaba adentro. Desaparecieron las pruebas y las mochilas y por supuesto, enjuiciaron a los apristas que los habían descubierto. Si bien la decisión que tomó mi padre fue personal y reflexionada largamente, los que entraron a la casa sabían al respecto. Como detalle cabe ver que suben la escalera de la casa detrás suyo y jamás tratan de abrir la puerta de la habitación (que además tenía la chapa rota hacía un tiempo), solo esperan. A eso se suma lo que mencionas de cómo se manejaba la información desde el gobierno de Vizcarra ese mismo día. El lagarto pensó que eliminaba a un enemigo político y no se dio cuenta de que su espíritu quedaba en sus hijos y compañeros. En fin, ya las cosas se van poniendo en su lugar en el caso Vizcarra y Alan sigue en la memoria del pueblo y en sus obras.

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Alan García, Apra, Carla García

El camino parece ser el siguiente. Vacado Castillo entre setiembre y octubre de este año, asumiría la presidencia Dina Boluarte, que, aunque tiene también serios cuestionamientos, pareciera contar con el blindaje de al menos 44 congresistas y también con una parte de la clase política y medios de comunicación, en la medida que sea solamente la presidente de transición.

Faltaría entonces la reforma constitucional y sus disposiciones transitorias, que con el voto de 87 congresistas en dos legislaturas ordinarias consecutivas (la actual de 2022 y la primera del 2023 que habría que adelantarla para enero), permitiría elecciones generales con primera vuelta a fines de mayo y la segunda a fines de junio. Dentro de las reformas constitucionales para este efecto, es imprescindible permitir la reelección de congresistas, así como un acuerdo político sobre los plazos y para tener nuevas autoridades en el JNE y la ONPE para que no haya dudas de la transparencia de este nuevo proceso electoral.

Esta propuesta no va a contentar a todos, pero toma diversas inquietudes de la ciudadanía que la clase política y los medios deben asimilar para buscar los consensos que nos lleven a una transición democrática. De no hacerlo, será el fin del estado de derecho, la continuidad de la corrupción que solo traerá más miseria y nuestras libertades serán, solamente, un nostálgico recuerdo o una triste canción.

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Alan García, Crisis política, Gobierno

Tiene razón Fernando Cillóniz cuando señala, en su última colaboración en Lampadia, que hay que revisar a fondo el proceso de regionalización, el mismo que ha fracasado estrepitosamente. No se trata de volver a centralizar todo en el gobierno capitalino, sino de crear -recojo su idea- organismos constitucionales autónomos que se encarguen de las principales responsabilidades: salud, educación, agua y saneamiento, limpieza pública, tráfico vehicular, vivienda y urbanismo, infraestructura, entre otros.

Siguiendo el ejemplo de la excelencia funcional del Banco Central de Reserva, Cillóniz propone la creación de organismos meritocráticos, altamente profesionales, especializados y con autonomía constitucional, y -ojo con esto- descentralizados, es decir no habría un organismo nacional del agua, por ejemplo, sino que cada región tendría su propia entidad, con personal local, pero con las mismas prerrogativas de autonomía respecto de la politiquería ineficiente del gobierno central, de los gobiernos regionales y de los gobiernos municipales.

No se puede volver al centralismo. Es antirepublicano y antidemocrático, además de causante de todas las disrupciones electorales de los últimos tiempos. Es una tara histórica a la que se debe poner remedio y sería, por ello, absurdo y reaccionario pretender una marcha atrás.

Pero el esquema con el que se diseñó la regionalización fue un desastre. Su promotor irresponsable fue Alejandro Toledo, pero en ello tiene culpa compartida. Hay que recordar que el entonces presidente chakano citó a Palacio a Alan García, líder de la oposición, a comentarle que estaba evaluando suspender el inicio de la regionalización porque temía que fuera más perjudicial que benéfica. Trataba, como es evidente, de conseguir su anuencia política para facilitar la decisión. La conversación, que era reservada y hasta ese entonces meramente consultiva, fue violentada por García, quien a la salida de Palacio denunció a la prensa que el gobierno pretendía tirarse abajo la anhelada descentralización, obligando al régimen a retroceder y mantener el despropósito.

Hoy pagamos las consecuencias. Los gobiernos regionales, provinciales y distritales son antros de corrupción (la cantidad de autoridades denunciadas o encarceladas es descomunal), las obras son un desastre inacabado, las responsabilidades esenciales son abandonadas, se gasta en estupideces (como monumentos, piscinas o coliseos inservibles), y el pueblo, a pesar de que estas autoridades nunca antes en la historia han tenido tantos recursos, en algunos casos millonarios, sigue en la pobreza, en la indignidad urbana y la orfandad de servicios básicos. Y le echa la culpa de ello, increíblemente, al centralismo limeño y no a sus propias autoridades, eligiendo una y otra vez cada vez peor. A esta espiral mediocre, ineficiente y corrupta hay que ponerle coto.

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Alan García, Alejandro Toledo, regionalización

EL PODCAST DIARIO DE OPINIÓN DE JUAN CARLOS TAFUR.

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Alan García, Pedro Castillo, peligros, política peruana, vacancia presidencial

Está probado que este gobierno es mediocre e incompetente, hasta la saciedad. Y no parece exagerado pensar que ese es el techo al cual llegará el régimen, si se considera que su cabeza, el Presidente de la República, no tiene el empaque psicológico que le permita empoderarse del cargo y asumir las riendas del poder.

Vamos a navegar en medio de aguas turbulentas, con permanente ruido político, con nombramientos inverosímiles, con escandaletes por doquier, con marchas y contramarchas gubernativas (una de ellas, felizmente, la del despropósito del cierre de minas que una Premier prejuiciada quiso desplegar). Eso queda claro.

¿Por qué, entonces, no vacar a Castillo y librarnos de esa agonía? Hay varias razones para creer que la vacancia no es el camino adecuado. Primero, primerísimo, porque nos regimos por una democracia y un Estado de Derecho. Y el señor Castillo, nos guste o no, ganó las elecciones, es el Presidente legítimo, y, además, hasta el momento no hay razones legales que permitan deducir una incapacidad moral permanente que sirva de causal de vacancia.

Debe, pues, culminar su mandato. Mientras el propio gobierno no se aparte del texto constitucional y no pretenda, por ejemplo, forzar un cierre del Congreso para imponer una deriva chavista en base a una espúrea Asamblea Constituyente, ni siquiera hay razones políticas para pensar en que la vacancia pueda ser el camino aconsejable.

¿Elegimos mal? Sí, pésimo. Desde esta columna advertimos durante toda la segunda vuelta de los riesgos que el país corría si Castillo era elegido y no nos equivocamos. Se están cumpliendo al pie de la letra las precauciones anticipadas.

Pero vacar precozmente a Castillo solo traería consecuencias políticas altamente peligrosas para el país. Lo primero es que abortaría el desprestigio en el que está cayendo toda la izquierda peruana, lo cual favorece que en el próximo proceso electoral se asome, como el país necesita, un triunfo de una derecha más clara y directa. Si a Alan García lo hubieran vacado el 87 -y vaya que lo merecía más que Castillo-, no hubieran sobrevenido treinta años de sensatez macroeconómica, y lo más probable es que hubiera regresado al país, al poco tiempo, alguna otra opción populista.

En ese sentido, si se vaca, fuera del tiempo político correcto, a Castillo, probablemente en las elecciones adelantadas gane otro candidato de izquierda y esta vez, por la victimización concomitante, con mayoría parlamentaria suficiente para perpetrar la conversión del Perú en una “república bolivariana”.

A eso están jugando irresponsablemente los promotores de la vacancia que desde la derecha no parecen preocupados en detenerse a pensar en la juridicidad de sus actos, ni siquiera en un realismo pragmático, que los haga entender que hoy la vacancia es una apuesta fallida y peligrosa.

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Alan García, Pedro Castillo, peligros, política peruana, vacancia presidencial

Acabo de terminar mi sesión de historia en la PUCP, tocaba el primer gobierno de Alan García, para muchos el gobierno maldito, el peor de todos los tiempos, el que mayor griterío provoca de la derecha, aún peor que con Velasco. A este último le reconocen a regañadientes que a los gamonales se les había acabado el tiempo y que fue la historia la que los dejó atrás.

De Alan, en cambio, dicen que es el socialista a destiempo, el progre desfasado, quien leyó el Antimperialismo y el APRA, debiendo haber leído Treinta Años de Aprismo: “imperdonable, no aprendió de su viejo y sabio maestro”. Lo que pocos recuerdan es que más allá de su heterodoxa postura de destinar el 10% del valor de las exportaciones para pagar la deuda externa y de la obsoleta subvención de precios para aliviar la economía de las familias peruanas, Alan García buscó a la derecha para reactivar la economía a mediados de la década de 1980.

El joven líder aprista se reunió con los 12 hombres más ricos del Perú, encabezados por Dionisio Romero, tan dueño del BCP como su homónimo hijo, el del maletín con los tres millones de dólares para Keiko Fujimori, y acordaron crear un dólar más barato, el recordado dólar MUC, para el empresariado si este se invertía en insumos industriales y colocaban sus ganancias en el Perú. La apuesta era clara: el capital extranjero no llegaría jamás a un país con terrorismo, había que animar al empresariado local y García lo hacía así, de la manera más irresponsable posible pues, sin adecuados mecanismos de fiscalización, el resultado era previsible.

Además, había que conocer un poco la historia del Perú para vaticinar fácilmente el final, los 12 apóstoles no reinvirtieron nada, difícil pedirle al escorpión que no muerda a la rana, e imposible pretender vocación de desarrollo en una clase económica cuyo pingüe negocio, a través de los tiempos, no hemos sido otros sino nosotros. De esta manera, las reservas del Estado, vía dólar MUC, fueron a parar por miles de millones a cuentas privadas en bancos suizos y no volvimos a verlas jamás.

Pero si en algo se equivocó el joven Haya, fue en pensar que las clases medias podían formar parte de un frente revolucionario. De hecho, a la sangría de millones del MUC, se sumaron perro, pericote y gato, y no hacía falta apellidarse Romero para cambiar 4X5 las divisas de la nación. El resultado: para 1987 el Perú se quedó sin reservas y llegaron el caos, la hiperinflación y la nacionalización de la banca. El país estaba quebrado.

Por eso, cuando veo la blanquirroja peruana asociada a una candidata, solo puedo colegir que se trata de los de siempre, de los que gritaron “libertad” a los cuatro vientos cuando les quitaron sus bancos después de que nos dejaron sin un duro, los mismos cuyo negocio somos nosotros y que ahora, una vez más, quieren confundir sus intereses con los de toda la nación. Yo no sé si el hombre del sombrero es una alternativa, pero sí sé distinguir una garrapata cuando la veo.

 

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Alan García, Historia, Perú
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