indefensión

[MIGRANTE DE PASO] Tengo 29 años y en mi corta vida como peruano he tenido 11 presidentes. Algo no cuadra, al parecer la norma de mandatos de cinco años sólo son tinta en la Constitución. Evidentemente, los presidentes sustituidos lo tenían merecido. Ocho de ellos han sido procesados, en algunos casos encarcelados y otro se disparó: Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, Ollanta Humala, Alan García, Pedro Pablo Kuczynski, Pedro Castillo y Manuel Merino. No se puede pretender una mejora con sujetos de esta calaña. La percepción del panorama político de nuestro país, cada vez es más fatalista. Yo opté por no depositar mi confianza en ningún político y mantener mi postura, siempre de oposición. Ya no tengo simpatías políticas. Esto debido a decepciones que viví. En estos momentos que la democracia está bajo asedio, ya nada me sorprende. Pensemos si alguna vez fuimos democráticos. Vale la pena analizarlo.

Presidentes del Perú

En la serie “Vikingos”, el carismático protagonista Ragnar Lothbrok (personaje histórico y de carácter mitológico) soltó una frase que me marcó de por vida: “El poder siempre es peligroso, atrae a los peores y corrompe a los mejores”.

Se aplica al caso peruano. Muchos entran a la jauría política buscando dinero y beneficio propio. Otros, con ímpetu de cambio, se ven envueltos en la maraña corrupta que ha contaminado hasta las ramas más profundas de los tres poderes estatales. A veces me pregunto si siempre estuvimos jodidos (recordando la incógnita de Mario Vargas Llosa) ¿Es posible erradicar esta perversión? Algún día lo sabremos.

No voy a escribir sobre los casos de corrupción y escándalos actuales. Viviendo lejos, la tristeza y decepción son muy fuertes para ponerlo en palabras. Más de una vez he borrado redes sociales por la frustración y rabia que me generan las noticias. El Perú es un país de violadores, de sicariato y de constante opresión. Me limitaré a contar mi experiencia y observaciones sobre la perspectiva política del ciudadano común, como yo.

En tercero de secundaria desarrollé una obsesión con las rondas campesinas debido a la espectacular muestra fotográfica “Yuyanapaq”. La figura de una mujer en poncho sosteniendo un rifle sigue siendo mi retrato favorito, al verla te sentías paralizado. La exposición tomó lugar en una casa chorrillana, republicana, asemejando los desastres ocurridos durante el periodo de terrorismo. Los huesos se te congelaban al caminar por ahí y el miedo se hacía presente paso a paso. Fue en este momento que despertó mi interés político.

Yuyanapaq

Durante este año escolar teníamos que desarrollar un ensayo a lo largo del año, mi tema: La importancia de los comités de autodefensa para combatir a Sendero Luminoso y el MRTA. Los ciudadanos de ciertas poblaciones fueron armados por la falta de alcance militar. Pasaba las tardes investigando y la tristeza me invadía al pensar en los campesinos que se vieron atrapados en medio de una guerra sin cuartel. Los terroristas no tenían identidad y los militares acribillaban pueblos enteros.

Al año siguiente exploré las ideas de izquierda revolucionaria y, en su momento me fascinaron. Las historias de la revolución cubana me deslumbraban y encendían un brillo en mi inocente mirada. La expulsión de Batista, el Granma, Cienfuegos, el Che Guevara, la bahía Cochinos y el ingreso a La Habana me parecían cuentos heroicos. Soñaba con eso. La ilusión fue derrumbándose de a pocos.

Mi asesor de una monografía escolar mostraba sin escrúpulos un resentimiento hacia mi posición privilegiada. Yo no entendía cómo alguien que buscaba la libertad plena tenga como enemigo a un niño de 15 años.

Hicimos un viaje familiar a La Habana y me encontré con una sociedad precaria que parecía estar atrapada en los años 50s. Carros antiguos, edificios maltratados, prostitutas en las esquinas y niños hambrientos. No sólo estaban atrapados temporalmente, tampoco podían salir del territorio cubano. Escuché incontables historias de escape que rápidamente me desilusionaron. Cuba se había vuelto una dictadura severa. Fidel Castro entró al poder en 1959 y rompiendo su promesa de nuevas elecciones se mantuvo hasta el 2008, ocho años antes de su muerte.

Fidel Castro

Quisimos invitar a un taxista a comer con nosotros y nos dijo que estaba prohibido. La idea de estar encerrado en tu propio país me llenó de ira hacia la isla blindada. Al regresar, una sensación nauseabunda se infiltró en mis pensamientos por meses. Una sensación que la direccioné al profesor resentido. Me dura hasta hoy. Después de ese viaje aprendí a no confiar en las promesas de quienes anhelan poder.

Aprendí que es mejor estar siempre enterado, sólo así sabes dónde estás parado. Los autodenominados apolíticos jamás podrán romper el cascarón en el que viven y se mantendrán como pececitos en una diminuta pecera.

Cabe recalcar que las noticias mal administradas también fomentan la desilusión.  Actualmente pierden calidad, transformándose en boletines informativos sin reflexión alguna.  Las fake news no son el único enemigo. También lo políticamente correcto transforma las ideas en algo insípido y desabrido. Todos opinan lo mismo, salvo algunas excepciones. ¡Es imposible que todos piensen igual! Adaptan sus discursos para no perder seguidores y tienen como regla decir lo que quiere ser escuchado. Esto entorpece el desarrollo de una identidad política.

“Libertad de expresión es decir lo que la gente no quiere oír”

-George Orwell

Durante mi época escolar, intentaban orientarme a ciertas tendencias políticas. Por más neutral que sea el profesor, lo normal es que no puedan desprenderse de sus orientaciones. Se les escapaba la doctrina. Había que responder en las evaluaciones sin estar de acuerdo con la contestación. No entendía qué era izquierda y derecha. Aun siendo niño esas atribuciones me parecían infantiles ¿De verdad toda la coyuntura y realidad podía estar abarcada en esa dicotomía?

Otro gran golpe a mi cautela política. No me parecía viable continuar con tendencias que llevan siglos en la delantera. Escuchaba a amigos y familiares idolatrar candidatos sólo por promesas. Me enfurecía. Ollanta Humala tomó la presidencia al año siguiente de salir del colegio. “Es el último eslabón de la izquierda”. “Por fin las élites van a recibir lo que merecen”. “La primera dama parece muy capaz”. Me alejé de muchas personas histéricas, apenado de ver en lo que se habían convertido. Distanciado de todo espejismo político busqué lo bonito de la vida en las artes y filosofías. Con sólo 20 años ya estaba convencido que la belleza no se encuentra en la política.

Ya en la universidad, con pelo largo, tatuajes y rebeldía punk, me percaté de las diferencias ideológicas y siempre encajaban en inclinaciones preexistentes. Seguía sin ningún hallazgo novedoso. Siendo sincero, las disputas entre ambos bandos me parecen berrinches infantiles dignos de pequeños en guardería. Opino lo mismo del Congreso. Siglos con la misma división y nada inédito. Parecen charlatanerías adornadas de falsa inteligencia. Antes me molestaba, ahora me da lástima. Es notorio cómo el conocimiento ha rebasado nuestra sabiduría. Los estudios académicos llevan años bajo el mismo paradigma y, en consecuencia, los avances estancados ¿Qué pensaría Thomas Kuhn?

Foto castillo - 29 años de fiasco político

Durante la pandemia salí a marchar en contra de Merino. Prendido por las muertes de Inti y Brian. Nadie merece morir al protestar por sus derechos. Descubrí lo que es respirar gas lacrimógeno. Presencié palizas de parte de los policías. También vi cómo personas incitaban la violencia disfrazándose de protestantes pacíficos. Tuve la oportunidad de detener a un sujeto despreciable que quería tirarle un ladrillo a una policía sin justificación alguna. Esos días de marcha detonaron en mí una desilusión, probablemente irremediable.

A pesar de los constantes ataques por parte del Estado, las personas parecen no aprender y siguen reacios a sus doctrinas. Seguidores de tendencias, aduladores de personajes e ídolos que son sombras de nada. Parecen estar sometidos a un cocowash en masa. A esto le llamo inocencia política y colectiva. Con Pedro Castillo bastaron unas estupendas fotos y su personalidad de outsider para encender las llamas de la esperanza. La atractiva idea de un maestro rural al mando no fue suficiente para contentar a la población. Su gobierno duró año y medio, en el cual se dieron 60 cambios ministeriales. Las banderas de izquierda, como la educación y salud pública, jamás fueron izadas. Este fue el inicio de la debacle gubernamental de mayor gravedad, en mis pocas décadas de vida. El pánico también forma parte de la inocencia mencionada. Sucedió con Humala y Castillo. No había pasado ni un día y la clase alta ya temía lo peor. “Somos un país comunista”, deliraban las elites. Al final, fue más de lo mismo.

A diferencia de los seguidores acérrimos existen otros de mayor riesgo: los que creen no tener agencia. Recurro al término psicológico de indefensión aprendida, donde los sujetos están convencidos de no poder generar cambios en situaciones adversas, viviendo de manera pasiva. Que quede claro que esta conducta es aprendida y en el caso de nuestro país, los maestros son las autoridades. ¡Igual los van a soltar! ¡Nunca me darán cita en el hospital! ¡A la policía no le importa proteger a gente como nosotros! ¡Ir a la capital es en vano! ¡Soy muy tonto para la universidad! Estos son ejemplos de pensamientos desesperanzados que han sido enseñados por la sociedad misma. Estos dos tipos de reacción predominan en el clima sociopolítico del Perú y nacen de la misma órbita gubernamental. Se retroalimentan mientras los políticos se regocijan.

“He llegado a la conclusión de que la política es demasiado seria para dejarla en manos de los políticos”

-Charles de Gaulle

Tenía 19 años, recién había sacado mi brevete y estaba emocionado por mis primeros días en el volante. Si sabes manejar en Lima, lo puedes hacer donde sea. El tráfico era de locos y los conductores que le quieren sacar la vuelta a las normas de tránsito abundan. Regresaba escuchando música para aliviar la infinita fila de carros. De pronto una combi repleta intentó colarse yendo en contra. En ese momento todavía pensaba que dar lecciones era fácil e impedí su avance. Quedamos ventana a ventana. Insultos y amenazas. Tal vez este sea un tercer tipo de ciudadano: el sacavueltero. “Lo que haces es ilegal y obstruyes las vías” le dije ingenuo. Su respuesta me dejó mudo: ¡Qué tiene! ¿Dónde está la autoridad? Después de todo, somos un país huérfano de Estado.

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