EL PODCAST DIARIO DE OPINIÓN DE JUAN CARLOS TAFUR.
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La izquierda cree que ha ganado la elección gracias a sus postulados ideológicos y que, por ende, puede desplegar a su antojo, sin ningún consenso de por medio con otras fuerzas políticas, cualquier acción pública. Por lo que se ve, estima que puede hacer lo que le venga en gana desde el poder.
El primer gran error es de interpretación. Castillo ganó gracias a la pandemia, que generó un estado de zozobra social, política y económica de tal envergadura (solo el drama de que exista un millón de deudos, podría explicar el desenlace), que facilitó la aparición de un candidato disruptivo, antiestablishment, que, además, no encontró un rival que siquiera se interesase en explotar ese perfil, como ocurrió con Keiko Fujimori, quien lo que hizo de bueno en la primera vuelta, lo tiró por la borda en la segunda por pura terquedad.
El 51% del país no es de izquierda y si votó por esa opción fue por las razones señaladas. Las encuestas siguen mostrando que el perfil ideológico mayoritario de la ciudadanía peruana es de centro y de derecha. Castillo no tiene, pues, el mandato social y político para zurrarse en los dos tercios del país y querer hacer, desde el poder, lo que el manual ideológico de Cerrón o del Movadef le sugiere.
Producto de esa arrogancia y soberbia, la historia le va a cobrar una factura grande a la izquierda. Es improbable que se perpetúe en el poder, sea legal o ilegalmente. Hay demasiada mediocridad y estupidez en el tinglado plurideológico del régimen (cerronismo, filosenderismo, caviarismo y demás perlas), como para atribuirles la habilidad de generar un respaldo popular masivo, que aplaste cualquier resistencia institucional, sobre todo de un Congreso opositor.
Se va a ir a los cinco años dejando un país sumido en una crisis política, social y económica gigantesca, que hará muy difícil que el electorado vuelva a inclinarse por una opción semejante. Así como el recuerdo de Susana Villarán y su pésima gestión hacen imposible que alguien de izquierda gane las elecciones ediles limeñas, pronto, el ingratísimo recuerdo del desastre de Castillo, alejará al ciudadano de a pie de cualquier alternativa semejante.
-La del estribo: qué placer encontrar publicaciones extraordinarias como Imaginario y memoria: 200 años de la Biblioteca Nacional del Perú. Una historia escrita y gráfica de una institución significativa del devenir nacional en nuestra República y que ha sido capaz de sobrevivir a tragedias enormes. Bajo la coordinación general de Natalia Ames y Kristel Best, la coordinación editorial de Gracia Angulo, la edición general de María Luisa del Río y la edición gráfica de Cecilia Larrabure, el libro es de colección imperdible.
El domingo pasado, antes de que se difundiese un audio efectista de un estudiante de postgrado de la PUCP, denostando la institución por la convocatoria de un profesor a un seminario sobre el Conflicto Armado Interno, y no sobre El Terrorismo, antes de que la PUCP respondiese dicho audio de manera acertada en las redes sociales, y antes de que se cremasen los restos de Abimael Guzmán y se decidiese que nadie supiese donde se esparcirían sus cenizas; yo había señalado, en esta misma columna, que reivindicaba mi derecho de llamarle “era del terror” a aquellos tiempos y señalé que los restos del cabecilla de Sendero Luminoso debían esparcirse por los confines más remotos del planeta.
Deslindé, no obstante, con las posturas negacionistas de cierta derecha frente a la sistemática violación de derechos humanos por parte de las FFAA y policiales (30% de las víctimas) durante aquel periodo y clamé, una vez más, por la necesaria reconciliación entre estas y los sectores de la sociedad a los que dañara en tiempos caracterizados por el ataque de las bandas terroristas a la sociedad y el Estado.
En general, en mis últimas columnas he intentado, con poco éxito (lo que es usual en sociedades polarizadas y de debates binarios como la nuestra) reiniciar la discusión sobre la reconciliación nacional que muchos creyeron terminada el día que se inauguró el LUM o pensaron que este, por sí solo, iba a encaminar, con el tiempo, de manera casi espontánea. Por eso el pronunciamiento-respuesta de la PUCP en las redes sociales, al desatinado audio difundido días antes es importante porque señala un punto de partida sustancial para la discusión.
De hecho, lo más relevante del pronunciamiento PUCP es que ciñe el concepto “conflicto armado” a las categorías del Derecho Internacional Humanitario establecido por la ONU y categóricamente establece que esta denominación no equipara al Estado con los grupos terroristas, ni les otorga ningún estatuto particular de prisioneros de guerra, ni beneficio alguno.
Al contrario, cierra señalando que “quienes pertenecen a grupos terroristas en un CAI no tienen inmunidad por combatir, ni derecho a combatir, ni privilegio o característica excepcional en el derecho internacional” lo que encaja bien con la necesidad de un esfuerzo para acercar las FFAA con los sectores civiles que esta afectó, para sanar las heridas de la sociedad, sin que los grupos terroristas tengan ninguna participación de estos procesos que considero imprescindibles. Las políticas que sugiero no sirven para olvidar, pero sí para llevar el recuerdo a lugares periféricos de la memoria histórica, en donde ya no le duelan a la colectividad, ni generen las controversias que hoy le siguen generando al tiempo presente.
Respecto de la denominación, mi posición es en realidad la misma, yo me siento más cómodo con la “era del terror”, pero en clase suelo decir “la era del terror o conflicto armado interno”. Debemos entender que el consenso en una sociedad no tiene que consistir en que todos denominemos las cosas de la misma forma. Esos fueron los viejos consensos del totalitarismo cuya herencia hoy reclaman ciertos populismos exacerbados que se han colocado, estratégicamente, en la periferia derecha de nuestra democracia. Al contrario, consenso es poder aceptar que, como sociedad, podemos llamar de dos maneras al mismo fenómeno, si ya hemos dejado claro que sus responsables son los terroristas y solo los terroristas.
Es hora de recuperar el gran centro, entendido como el amplio espectro en el cual se desenvuelven las fuerzas democráticas, desde la derecha, bien entendida, hasta la izquierda sistémica, y solo hay centro, allí donde existen la voluntad del diálogo y de alcanzar consensos amplios y plurales.
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Pocas veces se ha visto un gabinete ministerial tan mediocre como el que ha conformado la coalición de izquierdas que hoy nos gobierna y que no excluye a ninguno de los segmentos ideológicos de ese sector político.
Durante muchos años, la izquierda disfrutó a placer burlándose de los cuadros tecnocráticos de la derecha, cuestionando su idoneidad profesional e inclusive moral para ejercer los distintos cargos para los que eran nombrados en los últimos lustros.
Pues bien, hoy la izquierda tiene el encargo de gobernar y están todos: hay castillistas, filosenderistas, cerronistas, mendocistas, aranistas, caviares e independientes de izquierda en una amalgama indigesta, de la que se salvan apenas cuatro o cinco ministros. El resto es para llorar.
¿Tanto tiempo se pasó la izquierda preparando cuadros, gastando en ONGs que nutrieran expertos en diversas políticas públicas para que a la hora de asumir el desafío real de gobernar, produzca el resultado nefasto que hoy se aprecia?
Desde la izquierda suelden regodearse diciendo que la derecha tiene tecnócratas, pero no intelectuales. La izquierda celebra su abundancia académica, pero, en contraposición, es una lágrima a la hora de ejercer y desplegar políticas concretas desde el aparato estatal.
Desde hace poco más de 50 días tiene el poder entre manos y no hay, ni siquiera desde su propia perspectiva ideológica, nada que pueda ser al menos controversial o merecedor de discusión. Lo suyo es piloto automático con un mapa de navegación errado.
Hoy la izquierda, en todas sus variantes, se refugia en la idea de que solo con una Asamblea Constituyente podrá ejercer el tipo de poder socialista y revolucionario al que aspira. La verdad, como bien lo dijo uno de los pocos ministros que se salva, como es Pedro Francke, se pueden hacer políticas públicas disidentes del por ellos llamado modelo liberal, sin necesidad de cambiar la Carta Magna. Si no lo hacen, es por pura medianía y falta de perspectiva gubernativa.
Hizo bien, por lo que se ve, dicho sea de paso, Ollanta Humala en desprenderse rápidamente de la izquierda cuando fue gobierno. Con ella a bordo, el suyo hubiera sido un desastre de inacción y de indecisiones, o discusiones estériles. La izquierda lo acusa de traidor. El país le debería agradecer su perspicacia para darse cuenta prontamente de que la izquierda era un desastre ejecutivo.
Las pruebas están al tanto. El gobierno de Castillo, el candidato de las izquierdas, no da ni para adelante ni para atrás. Y no es solo responsabilidad de un Presidente diletante o incompetente. Es la izquierda en su conjunto, la responsable del desastre.
Pensaba escribir otra columna esta mañana. Una que continuase en la línea de plantear la reconciliación entre los peruanos habida cuenta de que el último proceso electoral, y la circunstancia inédita de un gobierno de izquierda liderado por un maestro-campesino, han visibilizado seculares antagonismos socioculturales y hasta étnicos, que desnudan lo poco que hemos avanzado, en doscientos años, en eso de construir una república de ciudadanos iguales.
Pero me topo con una de mis críticas más sustanciales a la izquierda potenciada exponencialmente. He señalado, en algunas columnas pasadas, que a los grupos terroristas y las FFAA no se les puede brindar un trato similar respecto de la guerra interna pues los primeros fueron sus iniciadores y, además de ello, sólo terroristas. Los segundos, en cambio, fueron defensores de la sociedad y el Estado, víctimas del terror y también violadores de derechos humanos en contra de la población, con lo cual el estatuto que define su participación en el conflicto es múltiple.
Ahora nos encontramos con un dilema mayor. Gobierna la izquierda y, en principio está bien, digamos que me entusiasma. Esta es una gran oportunidad precisamente de reconciliar, de cimentar este país desde bases distintas, más justas, más equitativas, más inclusivas, más horizontales y pluriculturales. Pensé en una izquierda que tienda puentes, que no excluya a nadie, y cuando digo a nadie es nadie.
Pero en lo que precisamente no pensaba es en Sendero Luminoso, ni en agudizar las contradicciones o continuar desde la política la guerra popular. Es verdad que del lado occidental de la sociedad – porque en nuestros imaginarios hay un “Perú Occidental”, o predominantemente occidental y otro “Andino”, aunque también hay mucho de por medio y de amazónico también – sólo se pensó el país desde Lima y se le piensa, inclusive hasta ahora, desde el Paláis Concert, o lugares muy cercanos a él. Y pensar lo andino nunca fue ir mucho más allá de imaginar sus bucólicos paisajes, con o sin seres humanos, como nos lo describe Víctor Vich en su esclarecedor El discurso sobre la sierra en el Perú (2010).
Y así, en líneas generales, nos hemos gobernado doscientos años, salvo Velasco, con todos sus errores y exabruptos. Pero un gobierno andino, tan esperado, en un Palacio que, en efecto, no debería llamarse Pizarro por muchas razones que me valdrían otra nota, no puede ni debe verse como la oportunidad de un ajuste de cuentas histórico y mucho menos con Sendero entre bambalinas. Me han preocupado ya demasiado las pruebas de su presencia, las últimas presentadas por César Hildebrandt en su semanario.
Como él, he rechazado la posibilidad de que el fujimorismo vuelva al poder en el Perú y lo volvería a hacer por razones que tampoco expondré en estas líneas, porque es momento de construir nuevos espacios para el diálogo en el país. Los populismos de hoy, que son herederos de los totalitarismos de ayer, utilizan las etiquetas ideológicas como calificativos peyorativos que les endilgan a los adversarios. Por eso hay que crear al menos un lugar, o un conjunto de lugares seguros, donde impere el debate, y se discuta la república, bien entendida.
Al punto: un contrato social, el primero, entre las fuerzas políticas y sociales del país, desde la izquierda hasta la derecha, debe partir de la premisa de que ni Sendero ni Movadef pueden formar parte del gobierno. Ningún proyecto de izquierda puede construirse sobre esas bases porque se coloca, de inmediato, al margen de nuestro sentido común, de nuestra legitimidad, y por consiguiente no se sostiene, téngase presente.
Las prioridades han cambiado para la coalición de izquierdas que apoya a Pedro Castillo. Si en un inicio lucharon para vencer la narrativa del fraude electoral, tras la proclamación de Pedro Castillo apuntan a sesionar con él y sus ministros para que atienda sus demandas de manera directa. “Ahora se nos viene una tarea mayor: luchar por la gobernabilidad, luchar para que el gobierno cumpla el compromiso asumido con este pueblo, que tiene grandes expectativas”, dijo la profesora Mery Coila el pasado 13 de agosto, durante una asamblea del Frente Nacional por la Democracia y la Gobernabilidad (FNPG).
El FNPG, que nació a mediados de junio pasado, reúne desde entonces a representantes de organizaciones políticas como Juntos por el Perú, Perú Libre, Nuevo Perú y el Partido Comunista Peruano. Ahora, también al flamante Partido Político Magisterial y Popular, que los profesores del sindicato que fundó Pedro Castillo (Fenate-Perú) pretenden inscribir y del que Coila es presidenta.
La presidenta del FNDG y del Partido Político Magisterial y Popular (PPMP), Mery Coila, cuenta a los participantes de la asamblea sobre su conversación con Evo Morales y su experiencia de gobierno con las organizaciones sociales (ver minuto 4:50).
Además, se han sumado a las reuniones representantes de sindicatos y organizaciones sociales, como los trabajadores del Banco Central de Reserva (BCR) y el Banco de la Nación, la Federación de Trabajadores de la Reniec, el Frente Unitario Popular (FUP), el Colectivo Juventud Patriota, los etnocaceristas, los administrativos del sector Educación, los directores de colegios públicos y la coordinadora nacional de asociaciones de padres de familia, así como los ronderos de la Conarc y la Cunarc, etc.
Sudaca estuvo presente en la asamblea del 13 de agosto. Allí, Coila explicó que el breve tiempo que se tuvo para la transferencia de gobierno ha sido aprovechado por la derecha para “maquinar» la desestabilización, atacando a los ministros y haciéndolos pasar, en los próximos días, por interpelaciones ante el Pleno del Congreso.
Por ese motivo, dijo, el frente ha decidido acercarse aún más al Ejecutivo, y empezará a reunirse semanalmente con Pedro Castillo y sus ministros. Coila aseguró que ya cuentan con la venia del presidente de la República para ello y que esta iniciativa tiene coincidencias con el “proceso de cambio” del gobierno de Evo Morales (2006-2019) en Bolivia. La han bautizado como el “Gabinete Popular”.
“Hemos tenido la oportunidad de conversar también con el compañero Evo Morales, el expresidente de Bolivia [el pasado 11 de agosto, en un evento de la Fenate-Perú], y nos contaba que también ha realizado algo parecido en su gobierno; que tenían un día en que se contactaba con su gente, con las organizaciones que pasaban a exponerle sus problemas”, contó Coila (ver video en el minuto 4:50). En el país del sur, las organizaciones sociales estaban agrupadas en la Coordinadora Nacional para el Cambio (Conalcam).
La profesora dio más detalles a continuación: “En algunos casos, [las organizaciones] le daban tiempo [al gobierno], le daban plazos y, si no se resolvía el problema, el ministro no salía de Palacio hasta que no se le diera la solución. Son anécdotas que cuenta el compañero Evo Morales, anécdotas que ha tenido en su país”.
El pasado miércoles 11, representantes del Partido Político Magisterial y Popular (PPMP) y la Fenate-Perú se reunieron en privado con el expresidente Evo Morales en el auditorio de la Universidad Las Américas. Esto ocurrió después de que el exmandatario les diera una charla llamada: «Del sindicalismo a la política» (fotocomposición: Leyla López – foto: Juan C. Chamorro).
Coila señaló que debían aprovechar la presencia de Castillo, “un hombre humilde en Palacio de Gobierno”, para canalizar sus demandas. “Este frente va a pasar a convertirse en un ‘Gabinete Popular’ y, para ello, tenemos que prepararnos, hermanos, y organizarnos mejor. De tal forma que, cuando llevemos nuestros problemas, también podamos llevar nuestros planteamientos y encontrar la solución a los problemas del pueblo tantos años postergados”, afirmó la profesora, desde el auditorio de la Federación Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Siderúrgicos del Perú. La escuchaban cerca de 40 personas de diversas organizaciones.
Mery Coila explicó que en una siguiente asamblea se definirá cómo se realizarán las reuniones con el presidente, aunque este habría aceptado hacerlo los martes por la noche. Otros detalles se tendrán que ir afinando. Por ejemplo, se decidirá si a la cita con el jefe de Estado irán representantes por sectores -educación, comercio, agricultura, minería, trabajo, hidrocarburos, etc.- o grupos mixtos. Aseguró que el compromiso del presidente es que estén los ministros del sector correspondiente para dar solución a las demandas.
El representante de Nuevo Perú, el sociólogo Carlos Rodríguez Rabanal, también tomó la palabra durante el evento y recordó el referéndum para la Asamblea Constituyente. Pidió, por eso, incorporar a este frente sectores que provengan de las clases medias. “Sería un error tremendo del Frente Nacional que se encierre en sí mismo, hay que abrirse a nuevos sectores, como dijo la compañera [Mery Coila], institucionalizarse”, manifestó.
El sociólogo y representante del movimiento Nuevo Perú ante el FNDG, Carlos Rodríguez, hace el uso de la palabra en la asamblea del pasado viernes 13. Esa noche esperaban a Evo Morales, pero no asistió. (Foto: Juan C. Chamorro).
Rodríguez terminó su intervención haciendo un llamado a estar alertas. “Si saca los pies del plato e incurre en corrupción, le señalemos [al presidente] claramente”, apuntó.
LAS CALLES ENFRENTADAS
En aquella jornada, Mery Coila también señaló que están decididos a conseguir, desde las calles, lo que han llamado con redundancia “el voto de confianza popular”.
En conversación con Sudaca, la profesora asegura que preparan una vigilia para el próximo miércoles 25, en el frontis del Congreso de la República. La consigna: presionar para que se le otorgue el voto de confianza al Gabinete de Guido Bellido, que se presentará un día después.
No son los únicos que anuncian una movilización. Más de 20 colectivos de derecha y ultraderecha ya han lanzado convocatorias por redes sociales para realizar un plantón de protesta en el mismo lugar. Mónica Sánchez, una de las activistas, explica a Sudaca que su objetivo es “respetar y apoyar” la decisión del Congreso, sea cual fuere. Pero entre estos movimientos surgen propuestas más radicales.
El profesor Roger Ayachi, del colectivo de ultraderecha ‘Los Combatientes’, apunta que han acordado junto a otros grupos para intentar bloqueos en los ingresos a la capital por la Panamericana Norte, Sur y por la Carretera Central. Buscan así presionar al Congreso para que no otorgue el voto de confianza al gabinete.
@juancchamorro‘Los combatientes’ de Fuerza Popular llegaron hoy a 100 metros de Palacio de Gobierno. Dicen que sacarán a Pedro Castillo. Vía @sudacaperu♬ sonido original – Juan C. Chamorro
El colectivo de ultraderecha ‘Los Combatientes’ participa en diversas movilizaciones contra el gobierno de Pedro Castillo. El sábado 9 de julio, junto a otros grupos, casi llega a Palacio de Gobierno.
Ayachi anuncia que su organización ha decidido crear el Partido Radical Americano (PRA) y que está conversando con otros colectivos como ‘La Resistencia’ y ‘La Insurgencia’ para que sean parte. ¿Su ideología? “Anticomunista”.
Sudaca se comunicó con la oficina de prensa de la presidencia de la República para la elaboración de esta nota, pero hasta el cierre de la misma no obtuvo respuesta.
(*) Focomposición de portada: Leyla López
Crédito: Fotografía de la asamblea del Frente Nacional por la Democracia y la Gobernabilidad de Juan C. Chamorro y fotografía de Pedro Castillo de Andina.
Hoy vemos en Cuba las protestas más masivas de los últimos 30 años, en las cuales el pueblo cubano exige libertad, y el fin de un régimen cuya crisis económica se ha recrudecido con la pandemia y la falta de turismo. Lo que no vemos, sin embargo, hasta el momento en el cual se escribió este artículo, es a muchas de las voces de izquierda en el Perú que han exigido democracia en el último proceso electoral, y apoyado protestas ciudadanas contra gobiernos conservadores, condenar este régimen dictatorial, y apoyar al pueblo cubano.
Como ya hemos comentado anteriormente en esta columna, esto no es algo exclusivo de nuestra izquierda. Mientras esta condena al fujimorismo, pero escuda el fracaso del modelo cubano con “los bloqueos de Estados Unidos”, parte de la derecha peruana, que hoy condena al régimen cubano, también justificó en su momento y hasta apoyó el accionar de Trump cuando este invocó a sus seguidores a tomar el capitolio. Incluso no emiten crítica alguna a la nefasta gestión de la pandemia de Bolsonaro en Brasil, y pasan por alto o apoyan las intenciones de diversos sectores que llaman a desconocer los resultados de las elecciones peruanas.
Tal parece que, para ambas caras de la moneda, la dictadura solo es dictadura cuando viene del lado del espectro ideológico que no les gusta.
En Cuba no hay democracia. Hay que decirlo fuerte y claro. Hace más de 60 años que entró al poder un gobierno autoritario que ha restringido todas las libertades. Cuba es el tercer país con menor libertad económica del mundo (puesto 176 de 178 países), se encuentra entre los 10 países del globo con menor libertad de prensa, y en los índices de libertad humana, Cuba es considerado como “no libre”. Además, cuenta con un régimen político unipartidario. Como si esto fuera poco, la crisis económica es devastadora: el 64% de los cubanos viven con menos de 1.11 USD al día y el 90% de la población vive bajo el umbral de la pobreza.
El gobierno cubano ya declaró que “defenderá la revolución al precio que sea”. ¿Dónde está la izquierda democrática peruana? Este es el momento para que se separen de esta dictadura con todas sus letras, y la condenen al igual que condenan el autoritarismo cuando viene de la derecha. Los esperamos.
Fuentes: Índice de libertad económica de Heritage, Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH).
*Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor y pueden no coincidir con las de las organizaciones a las cuales pertenece.
Como si la democracia tuviera un precio, cada cinco años el terrorista nos cobra la sangre de más peruanos, incluso de niños.
En el 2011, un día antes de la segunda vuelta electoral, una emboscada subversiva apagó el futuro de cinco militares. Ellos fueron atacados cuando se dirigían en su patrulla a custodiar el regular desarrollo de las elecciones en una zona peligrosa del Cusco. La noticia dio la vuelta al mundo como la masacre de este lunes.
En el 2016 los hechos simplemente se repitieron. Esta vez, diez muertos. Fue otra emboscada de Sendero Luminoso. También era víspera de la elección presidencial. Los delincuentes terroristas dispararon contra un convoy de tres vehículos que llevaba material electoral a una comunidad de Junín, en el centro del país. De las diez víctimas, ocho eran militares y dos eran civiles, los conductores. Dos años antes, en el Valle de los ríos Apurímac y Ene, previo a las elecciones regionales y municipales, en el 2014, 28 policías que daban seguridad a ánforas y cédulas de sufragio, interceptados por Sendero, fueron también recibidos a balazos.
Son hechos atroces, pero predecibles. Poco o nada valen los lamentos y los mensajes de condolencias presidenciales, los rostros compungidos de quienes ejercen el poder desde un sillón en Palacio de Gobierno. Más acción, menos discursos de duelo. Ir y acabar con el terrorismo de una vez por todas para que nadie más sufra el impacto de una dinamita. Esa es tarea pendiente del próximo gobierno que espero sea de Keiko Fujimori.
Pero a parte de poner en evidencia la tarea que debe atenderse en el siguiente quinquenio, lo que hoy me lleva a escribir sobre este hecho miserable, es que, al ser este último atentado parte parte de un patrón de actividades terroristas —siempre a vísperas de unas elecciones— desde el 2011, existan individuos como Lucía Alvites, vocera de la agrupación política de izquierda derrotada en las urnas Juntos por el Perú, que, sin tapujos, vociferen que todo se trata de un «psicosocial», que es parte de la campaña del adversario para ganar la contienda electoral. Claro, no es la única de ese partido que piensa así: Verónika Mendoza, la gran perdedora de la primera vuelta también mira a los 18 muertos y, sin afectarse, piensa en Fujimori.
Otro personaje de izquierda, el virtual congresista electo del Partido Morado, Ed Málaga-Trillo, llama «confuso incidente» al ataque perpetrado por terroristas de Sendero Luminoso. Le cuesta mucho hablar claro.
Lo que no quieren reconocer es que los terroristas detestan el orden social y la estabilidad política, y que por eso estas fechas son sus preferidas. Los terroristas que se resisten a desaparecer quieren convertir cada jornada electoral en su Año Nuevo senderista. Salen a quemar peruanos como quien quema muñecos de trapo en Nochevieja. Quieren hacerlo cada cinco años como cábala de terror. ¿Lo vamos a seguir permitiendo? ¡Terrorismo nunca más! Si callo o barajo mis palabras me convierto en cómplice. Lo que no seré jamás.
«Limpiar al Vraem y al Perú de antros de mal vivir y de parásitos», dicen las proclamas de los senderistas. Pues hay que empezar por ellos.
Que los 18 peruanos masacrados anoche sean los últimos en sufrir el odio de Sendero Luminoso.
25 DE MAYO DEL 2021