Así, con la mirada puesta en un futuro mejor, el Perú se prepara para un cambio histórico, un cambio que no solo transformará la economía, sino que también transformará la sociedad y las relaciones de poder. Un cambio que llevará al país hacia la verdadera libertad y la verdadera justicia, y que pondrá fin a siglos de inequidad y opresión.
Ojalá surja un candidato que haga suyas estas banderas y rompa la inercia de una clase política carente de ideas, pero, sobre todo, de aliento histórico. No es hora de decadencia del capitalismo. En el Perú, en particular, es una apuesta nunca jugada a plenitud y que cambiaría de raíz el orden social vigente, para bienestar de los más pobres y para el fortalecimiento de la democracia, que sin libertad económica deviene en un corsé institucional cada vez más desacreditado.