Preocupan las ideas económicas de Yonhy Lescano. Más aún si, como parece, va a pasar a la segunda vuelta y probablemente pueda ser nuestro próximo Presidente.

Ha dicho que va a crear cinco millones de empleos en base a pura inversión pública. Como bien ha señalado el economista Iván Alonso, ello supondría gastar 75 mil millones de soles al año, es decir la mitad del Presupuesto de la República. Un claro despropósito cognitivo.

Ha señalado que las empresas mineras no pueden ser propietarias del recurso una vez extraído del subsuelo.  Craso error. Más bien, se debe entregar a los privados (lo que incluye a las comunidades nativas), la propiedad del suelo y del subsuelo. De eso se trata, de ir en sentido contrario a lo que sugieren las pautas estatistas. Así, además, se haría justicia a los pobres, que recibirían un justo precio por las riquezas que anidan bajo sus propiedades.

Ha insistido en que el BCR regule las tasas de interés bancarias. En principio, no es verdad que sean las más altas de la región. Pero, además, si se interviene coactivamente el mercado, se va a generar informalidad o lo que es peor escasez de créditos. La solución es abrir más el mercado y que haya más competencia, no de fijar precios.

Ha reiterado que el agua no se puede privatizar porque es un derecho humano. Justamente si consideramos que lo es y queremos garantizarlo, se necesita que no sea el Estado ineficiente y administrativamente corrupto el que maneje tan esencial servicio. Debe ser el sector privado, con las correctas regulaciones, como corresponde a un servicio que por su propia naturaleza tiene que ser monopólico (no puede haber dos o más redes de agua y desagua en una ciudad).

Ha sugerido la creación de una línea aérea de bandera. Es un despropósito mayor. Es crear un forado fiscal inevitable y un antro de corrupción, como ocurre en todas las empresas estatales del sector en el mundo. Y proponer ello, cuando la aviación comercial transita por la peor crisis de su historia es casi delusivo.

Lescano es claramente un populista del centro izquierda. Yo no dudo de sus buenas intenciones y comparto su mirada crítica de los grupos de poder mercantilistas en el país, pero haría bien en entender que la mejor forma de enfrentarlos es con libre mercado competitivo, no con más Estado, de cuya nefasta experiencia empresarial tenemos sobrados ejemplos.

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Elecciones 2021, Yonhy Lescano

El golpe del confinamiento es crítico, pero diferenciado. Los comerciantes de Gamarra y Mesa Redonda, pese a que están endeudados y al borde de la quiebra, cumplen con el cierre. En los alrededores, sin embargo, se permite el comercio ambulatorio. La cereza del pastel: volvió La Parada.

La historia de la tienda de zapatos ‘Gino Galdini’, de la galería ‘El Rey’ de Gamarra, es de superación. Una de tantas construidas al amparo de tres décadas de retórica ‘emprendedora’: aquella que dice que cada peruano debe salir adelante por su cuenta, sin que lo ayude nadie. Ni siquiera el Estado. Su administradora, Miriam Romero, recuerda que sus padres, Félix y Matilde, empezaron fabricando calzado masculino en un taller en El Agustino. Hace tres décadas vendían sus productos en el Jirón de la Unión. Eran ambulantes. Su sueño era alquilar, algún día, una tienda comercial. Y lo lograron. Entre 1995 y 2003, los padres de Miriam compartían un pequeño espacio que alquilaban con otro comerciante en una tienda del emporio comercial. En el 2004 dieron el gran salto: rentaron el local de la emblemática galería ‘El Rey’. El trabajo se dividió, desde entonces, entre los seis hermanos. Si bien con el transcurso del tiempo cada uno ha sacado su propia marca de zapatos, ‘Gino Galdini’ es su bandera. El orgullo familiar.

Antes de la pandemia, la tienda vendía 20 pares de zapatos diarios, lo que representaba una ganancia de S/600. No estaba nada mal. Su marca ha sido solicitada por personajes del mundo de la televisión, la farándula y la política. Por ejemplo, para el día de su boda, el boxeador Jonathan Maicelo les encargó la elaboración de un par de zapatos con un diseño exclusivo. “Me pidió fabricarle unos de color plateado, el mismo de su terno”, recuerda Miriam. Sin embargo, la familia que construyó desde cero ‘Gino Galdini’ nunca imaginó que iba a estar al borde de la quiebra. Hoy lo está. En esta segunda cuarentena, las ventas de la tienda han caído dramáticamente, como en todo Gamarra.

Miriam Romero dijo a Sudaca que su venta actualmente es por delivery y que, como máximo, tiene pedidos diarios que suman dos pares de zapatos Eso representa una ganancia líquida de solo S/30. “Aunque hay días que no vendo ni un solo par”, añade la comerciante con mucha preocupación.  Ese dinero no le alcanza ni para pagar los US$800 mensuales que le cobra el propietario del local. Entre marzo y noviembre, obtuvo un descuento del 50% del costo del alquiler: pagaba solo US$400. El compromiso, sin embargo, fue que a partir de diciembre el precio volvería a ser de US$800 dólares. Hasta ahora Miriam no ha podido pagar la mensualidad de diciembre ni enero. Ese pago está en negociación. Es muy probable que abandone el local. Y dado que el dinero no le alcanza, ha pasado a sus dos hijos de un colegio privado a uno estatal.

¿Por qué está a punto de quebrar? Miriam explica que la situación económica de su tienda se ha agravado con la segunda cuarentena, iniciada el pasado 1 de febrero. El gobierno decidió que las 230 galerías de Gamarra permanezcan cerradas. “No soportaremos que haya una nueva prolongación de la cuarentena; allí sí quebramos”, advierte. La comerciante respeta el confinamiento, como lo hace la gran mayoría de empresarios formales de ese conglomerado comercial. Lo hacen pese a que ellos hubieran preferido que les permitan seguir atendiendo de forma presencial, pero con un aforo más reducido (aceptarían que sea solo de 20%). Un caso similar es el que atraviesa Magno Chávez, dueño de la marca de jeans para mujer Vogui, quien hasta junio del año pasado alquilaba 11 tiendas y ofrecía tres marcas: Lucma, Shennys y Vakko. Hoy, por la crisis económica, se ha quedado con siete tiendas. Don Magno tiene un préstamo de S/300.000 a cancelar en dos años. Debe comenzar a pagarlo en mayo, con montos mensuales de S/12,500, aproximadamente. No sabe de dónde sacará ese dinero si sus ingresos hoy solo representan el 30% de lo que ganaba antes de la pandemia. Antes de la cuarentena tenía 20 trabajadores, ahora se ha quedado con cuatro.

Los ambulantes

En un recorrido realizado la semana pasada, Sudaca pudo comprobar que en Gamarra solo existen pequeños grupos de comerciantes que acuden al emporio a sacar su mercadería, aquella que tienen almacenada en sus tiendas. Lo hacen para realizar pequeñas ventas por delivery. Las galerías están cerradas. Este medio también ha comprobado que existe un trato diferenciado de la Municipalidad de La Victoria entre comerciantes formales e informales. Por ejemplo, para ingresar a Gamarra por cualquiera de sus puertas de la Av. Aviación, la seguridad de la comuna exige al visitante su pase laboral que especifique el distrito. Quien no lo tiene, no ingresa.

Aquí no hay cuarentena. Así luce el exterior del emporio de Gamarra. Esta imagen fue captada, el pasado jueves 18, desde la Estación del Metro de Lima, a la altura de la cuadra 9 de la avenida Aviación. El personal de Fiscalización del municipio de La Victoria brilla por su ausencia. Por momentos, hay batidas; luego, los comerciantes informales vuelven a instalarse con sus productos (foto: Juan C. Chamorro). 

Ese exhaustivo control, en cambio, no ocurre con los ambulantes que se han instalado en los exteriores del conglomerado comercial, exactamente sobre la Av. Aviación. Ellos ofrecen una diversidad de productos en las veredas de siete largas cuadras de dicha arteria. Algunos colocan encima de retazos de plásticos o de tela recostados sobre la acera. Otros cuelgan sus prendas con ganchos sujetados a vestidores. Muchos están cerquita, sin guardar distanciamiento social. La mayoría posee sombrillas multicolores para protegerse del fuerte sol que sale por estos días en Lima. Algunos andan protegidos con mascarillas, pero otros no las tienen o las usan incorrectamente: sin cubrir la nariz o la boca. La cadena de ambulantes comienza a la altura de la cuadra 9, a la altura del Centro Comercial Gama, y termina en la cuadra 3, donde está la Estación del Tren Eléctrico.

Formales asfixiados. Así luce la avenida Agustín Gamarra, al interior del emperio textil del mismo nombre. Esta imagen fue tomada el pasado jueves 18, por la tarde. Los comerciantes formales cumplen con el confinamiento, pero en los exteriores hay luz verde para que los ambulantes vendan sus productos libremente (foto: Juan C. Chamorro). 

También transitan por ese sector los vendedores de frutas. “Diez granadillas de Oxapampa por un S/1”, dice un comerciante. Pareciera que allí, de las rejas del emporio para afuera, no hubiera confinamiento. En la Av. Aviación los informales, cientos de ellos, ofrecen desde ropa −de confección nacional e importada, para hombres y mujeres (polos, zapatos, zapatillas, shorts, gorros, etc.)−, hasta platos de comida que se cocinan en una parrilla o que ya vienen listos (pollada, arroz con pollo, tallarines rojos, etc.).  Los precios de la ropa que ofrecen son muy accesibles. Se pueden encontrar ofertas de dos polos, para hombre o mujer, a S/15. El acabado no está nada mal. Los miembros de Serenazgo y los fiscalizadores municipales que pasan cerca de los comerciantes informales aplican la bautizada como “política Shakira”: ciegos, sordos y mudos. Tampoco reaccionan con los restaurantes o las pollerías que reciben al público en el interior, con la puerta entreabierta, pese a estar prohibido. Cuando ocurre alguna de las escasas batidas en la Av. Aviación, los ambulantes hacen el amague de que se van y esconden su mercadería en tiendas que atienden con la puerta cerrada y que, en su mayoría, son de venta de accesorios para celular. Dentro de los dameros oficiales de Gamarra, el panorama es distinto. Allí sí hay control estricto por parte de los fiscalizadores. Si pasa un sereno y observa la puerta abierta de una galería, ordena que permanezca cerrada.

Miriam Romero tiene varios amigos que en estas dos semanas de cuarentena se han convertido en ambulantes porque tienen que llevar el pan a su hogar. Asegura que se han puesto a vender ropa y zapatillas en la Av. Aviación. ¿Queda otra?

En Mesa Redonda

La realidad que se vive en Gamarra es muy parecida a la que se respira en otro importante conglomerado comercial: Mesa Redonda, en el Cercado de Lima. La única diferencia es que para ingresar a ese recinto, conformado por 129 galerías, no piden pase laboral por ninguno de los accesos.

Aquí también hay ambulantes que ofrecen mercadería, en el piso o sobre cajas de cartón, en los jirones Cusco, Puno, Andahuaylas y Ayacucho. En este conglomerado, los ambulantes ofrecen mucha más variedad de productos que en la Av. Aviación. No solo se vende ropa de hombre y mujer, sino también artículos de cocina (jarras, vasos, platos, ollas, vajillas, baldes), de belleza (secadoras de pelo, máquinas para cortar cabello) y hasta celulares.

A diferencia de Gamarra, el hostigamiento contra los ambulantes en Mesa Redonda es visible. Los empresarios han colocado carteles en los frontis de sus negocios cerrados con frases que reflejan su malestar contra el comercio informal que se ha apoderado de las calles: “La cuarentena solo la cumplimos los comerciantes formales. Y las calles, tomadas por los informales”, dice uno de ellos, en letras blancas sobre fondo negro.

Los jirones Puno, Cusco, Andahuaylas y Ayacucho, que conforman el conglomerado ‘Mesa Redonda’, han sido tomados por los ambulantes. Esta imagen fue captada el pasado viernes 19. Se puede apreciar que en la fachada de un local, que cumple la cuarentena, ha sido colocado un cartel que manifiesta la queja contra la Municipalidad de Lima por permitir el comercio informal en este sector (foto: Juan C. Chamorro).

La comerciante Alejandra Gonzáles, quien es propietaria de varias tiendas en la galería ‘Tradiciones’ de Mesa Redonda, tiene que repartir por teléfono sus artículos de regalo (bolsas y stickers), que ella misma fabrica. En las paredes de la fachada de la galería, muchos comerciantes formales han colocado cartelitos con sus números de celular para poder despachar sus productos.

Antes de la pandemia, Alejandra podía tener ganancias diarias de entre S/4.000 a S/5.000. Hacía hasta envíos a provincia. Nunca pensó que llegaría a no facturar ni un sol, como le ocurre a veces ahora. En sus mejores días de esta cuarentena, alcanza S/100, pero otras veces no vende nada. Por eso, decidió ir todos los días a su galería para estar atenta al sonido del teléfono. Si recibe una llamada, ella misma sale de la galería, que está siempre con la puerta cerrada, a entregar el pedido.

La hija de doña Alejandra, una joven abogada de 27 años, fue despedida el año pasado de una inmobiliaria con el comienzo de la pandemia. Desde esa fecha, le ayuda en las ventas. También cuenta con el decisivo trabajo de un joven de nacionalidad venezolana.

La Parada

Quienes pensaban que La Parada había sido reubicada en Santa Anita, se equivocaron. El exvocero de 21 agrupaciones de ese conglomerado, Wilfredo Guzmán, ha confirmado a Sudaca que, desde hace dos semanas, centenares de comerciantes que habían sido reubicados en el mercado La Tierra Prometida han vuelto a La Victoria a seguir vendiendo sus productos.

Otra vez se han instalado, desde las 02:00 de la madrugada hasta las 07:00 de la mañana, en la Av. San Pablo y en el cruce de las avenidas Nicolás Ayllón y Riva Agüero. Así también lo ha confirmado este medio en una visita realizada la semana pasada.

Volvió La Parada. Martes 16 de febrero, 06:00 de la mañana. Cruce de las avenidas Nicolás Ayllón y Riva Agüero. Estos ambulantes fueron reubicados de este lugar, a fines del año pasado, al Mercado ‘La Tierra Prometida’, en Santa Anita. Desde enero, han retornado a este mismo espacio comercial callejero, más conocido como ‘La Paradita’, en el límite de La Victoria y El Agustino (foto: Juan C. Chamorro). 

Guzmán explicó que uno de los motivos de que los comerciantes hayan retornado a los alrededores de La Parada es que sus productos no se venden en La Tierra Prometida. “Hay que admitir que ha sido un fracaso”, señaló, sobre el proyecto de reubicación que encabezaron el exalcalde de La Victoria George Forsyth y el alcalde de Lima Metropolitana, Jorge Muñoz.

Henry Huayta es vendedor ambulante. Señaló a Sudaca que ha dejado el puesto que alquiló en ‘La Tierra Prometida’, pagando S/5.700 por un año y medio, a una señora a la que no le cobra nada porque allí no hay ventas. Sostiene haber retornado porque en los alrededores de La Parada puede tener al menos una ganancia de S/50 al día. Se ha instalado en el cruce de las avenidas Nicolás Ayllón y Riva Agüero. Sudaca ha revelado en un informe de enero pasado que los comerciantes pagaron entre S/3.700 y S/5.700 en La Tierra Prometida por el alquiler de un puesto, por un año y medio.

Entre la noche del 8 y la madrugada del 9 de noviembre del 2020, con la protección de 700 policías, los 2.745 vendedores de productos perecibles y verduras que vendían en los alrededores de lo que fue el ‘Mercado Mayorista La Parada’ fueron trasladados al mercado La Tierra Prometida, en Santa Anita, que es de propiedad de la Empresa Municipal de Mercados SA (EMMSA).

Cuando fue abierto al público, La Tierra Prometida increíblemente no tenía conexión de agua (hoy ya lo tiene) y había comenzado a atender con baños portátiles.

Solución

En Gamarra hay 31.000 locales comerciales distribuidos en 230 galerías, según un censo realizado por el INEI en el 2016. La presidenta de la Asociación Empresarial Gamarra Perú, Susana Saldaña, aseguró a Sudaca que el 40% de esos microempresarios, aproximadamente unos 12 mil, han quebrado o están al borde de la quiebra

¿De dónde sale esa cifra? A partir de junio del año pasado, cuando Gamarra reabrió sus puertas al público tras el primer confinamiento, comenzó a trabajar a media máquina. Es decir, solo el 50% ó 60% volvió. El resto, ese 40%, no lo hizo. Se presume que ellos son los que estarían muy cerca de la bancarrota. La dirigente señaló que la situación económica ha empeorado porque, en esta nueva cuarentena, solo el 20% −unos 6 mil empresarios− está trabajando de forma virtual o remota.

Una solución que plantearon los empresarios de Gamarra, sostiene la vocera, es que el gobierno coloque salvaguardias a las prendas importadas de Asia, especialmente China y Bangladesh. Una salvaguardia implica el aumento temporal de los aranceles de un producto, de forma provisional y no desde una lógica proteccionista. Una salvaguardia, en el contexto de una pandemia y dos cuarentenas estrictas, para proteger a una industria textil abundante en mano de obra, es un pedido urgente.

Según cifras de la Sociedad Nacional de Industrias (SNI), gremio que también solicitó las salvaguardias, de cada 10 prendas de vestir que se venden en el Perú, ocho son importadas. El Indecopi, entidad que se encarga de velar por la libre competencia en el país y a la que nadie acusaría de ‘proteccionista’, emitió un informe recomendando que las salvaguardias sean colocadas. Sin embargo, una comisión multisectorial del gobierno conformada por tres ministerios decidió hacer caso omiso a esa recomendación y desestimó el pedido de los textileros.

Otras medidas de salvataje que ensaya Saldaña son: que el gobierno compre a Gamarra productos de bioseguridad, como mascarillas e indumentaria para el sector salud; un plan masivo de Reactiva Perú con montos que superen los S/50.000 o S/100.000; y estar en la primera fase de reapertura de la cuarentena, para poder atender presencialmente con un aforo reducido a 20%.

Finalmente, los comerciantes formales piden que se erradique a los ambulantes de los exteriores del conglomerado. Alegan que no solo causan desorden, sino que no respetan el distanciamiento social ni tienen protocolos de bioseguridad.

Según la Cámara de Empresarios de Mesa Redonda, en este conglomerado hay 129 galerías y 70.000 comerciantes. El vocero de ese gremio, Pablo Goytizolo, dijo a Sudaca que su principal reclamo, antes de que se piense en una reapertura es que haya limpieza en la zona y la erradicación de los ambulantes. Extienden el pedido al alcalde de Lima, Jorge Muñoz. Desde junio del año pasado, dijo Goytizolo, los ambulantes han ocupado los alrededores de Mesa Redonda y el municipio no hace nada por evitarlo.

Goytizolo señaló que sostendrán reuniones con los emporios de Gamarra y Las Malvinas para realizar una protesta conjunta contra el sector informal. Hoy lunes por la mañana, cuatro gremios que agrupan a los empresarios de Gamarra anunciaron un desesperado platón para este jueves 25, a las 8 de la mañana. Reclaman salvaguardias, reapertura con aforo reducido y erradicación de ambulantes.

Sudaca envío un pliego de preguntas a los municipios de Lima y La Victoria, pero hasta el cierre de esta edición no obtuvo respuesta.

Toca darle un final a este artículo y este es el más apropiado. Pese a que piden erradicación porque los consideran una competencia desleal, hay también sentimientos encontrados en muchos comerciantes de Gamarra y Mesa Redonda con respecto a los ambulantes. No hay que olvidar que varios de ellos comenzaron como informales, pero en el transcurso de los años llegaron a convertirse en exitosos empresarios. La pandemia lo cambió todo y la mayoría hoy está al borde de la bancarrota. Un claro ejemplo de esa realidad la vive en carne propia la administradora de la tienda ‘Gino Galdini’ de Gamarra, Miriam Romero.

Por un lado, guarda bonitos recuerdos del tiempo en que sus padres vendían en la calle. Como anécdota, nos cuenta que cuando era bebé la colocaban dentro de una cajita de cartón sobre el piso del jirón de la Unión para que duerma, mientras vendían sus zapatos hechos a mano. Pero todo eso desaparece cuando le preguntamos por el futuro de su negocio. Entonces, descarga su molestia contra los informales. “Yo gano ahora S/30 diarios, tengo que pagar un alquiler de US$400 y arbitrios. Ellos no pagan nada. Ellos están acostumbrados a ganar sin pagar a la Sunat, dejan la calle sucia y fomentan el desorden”, reclama.

¿Mirará el gobierno a estos empresarios, atenderá sus demandas, o solo está dispuesto a escuchar a aquellos que organizan la CADE?

**Foto portada: Miércoles, 16 de febrero. Una vista de la Avenida Aviación desde la Estación Gamarra, del Metro de Lima (foto: Juan C. Chamorro).

 

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La comunidad melómana aún no termina de asimilar la muerte del legendario pianista de jazz Armando «Chick» Corea, acaecida el 9 pero anunciada el 11 de febrero, y debe resistir otro duro golpe, casi una semana después. El flautista, productor y pionero de la salsa Johnny Pacheco, el martes 16, también «se mudó al otro barrio», como suele escribir en sus redes sociales Rubén Blades cada vez que un colega suyo abandona este mundo.

 

Johnny Pacheco nació en 1935 en República Dominicana pero vivió en New York desde los 11 años. Estudió para ser percusionista en la prestigiosa escuela de Julliard, la misma que Chick Corea (Massachussets, 1941) abandonó a los seis meses de estudiar piano clásico. Sus carreras, marcadas por el éxito desde el principio, jamás se cruzaron pero se desenvolvieron en los fondos bohemios de la misma ciudad, la que nunca dormía. Ambos se convirtieron en iconos, respetados por sus pares y venerados por las nuevas generaciones de intérpretes y amantes del jazz y la salsa verdaderas, no los remedos de lo comercial ni las actuales preferencias de las plateas embrutecidas por el reggaetón, la bachata y el latin-pop.

 

Corea era un maestro del piano, instrumento que dominaba en todos sus registros. Podía tocar Mozart o Bartók con extremada precisión académica, convocar a los espíritus jazzeros de Thelonious Monk o Bill Evans con espectacular creatividad y swing, o lanzar ráfagas de teclados y sintetizadores, atrayendo a los amantes del rock progresivo británico, quienes lo colocaban al lado de Rick Wakeman y Keith Emerson, como uno de los mejores de todos los tiempos. Desde un acústico Steinway o un Fender Rhodes con oscilador, Corea era capaz de todo.

 

A finales de los sesenta, Corea reemplazó a su colega y amigo Herbie Hancock en la banda de Miles Davis y compartió con Joe Zawinul y Keith Jarrett –en estudio y en vivo, respectivamente- el rol de tecladista-médium a cargo de dar sonido a las estrafalarias ideas de jazz-rock eléctrico del trompetista para LPs fundamentales como In a silent way (1969), Bitches brew (1970) o los conciertos en los Fillmore East y West, en New York y San Francisco. Por esos mismos años, Pacheco, al frente de la Fania All-Stars, llenaba nightclubs y teatros neoyorquinos como el Red Garter, el Cheetah y hasta el Yankee Stadium, donde la legendaria selección de estrellas de la salsa (término que él acuñó) actuó e hizo bailar a más de 40,000 personas. Fue en agosto de 1973. Tres años antes, Corea, con un look que lo acercaba a Carlos Santana, actuó ante más de 500,000 personas en el festival rockero de la Isla de Wight, como integrante del combo psicodélico de Miles.

 

Entre 1971 y 1977, Corea lideró Return To Forever, una banda que llevó al jazz-fusion y el jazz-rock a otro nivel. En ese tiempo escribió Spain, tema que sería grabado por él mismo y por otros, infinidad de veces, y que es hoy un “standard”, término que se usa en el jazz para denominar aquellas canciones que definen al género. Mientras, Pacheco lanzaba colaboraciones diversas: con su compadre Pete «El Conde» Rodríguez, Celia Cruz, Justo Betancourt, Rolando La Serie, Daniel Santos. En el rubro colaboraciones, la actividad de Corea también fue muy intensa: con Herbie Hancock lanzó extraordinarias exploraciones a dos pianos (tres décadas antes de que se les ocurriera lo mismo a Billy Joel y Elton John), con el baterista Steve Gadd, con el vibrafonista Gary Burton, con el cantante Bobby McFerrin.

 

La onda de Johnny Pacheco estaba pegada al suelo, al callejón, al barrio. Sus composiciones más famosas -Mi gente (1975) y El rey de la puntualidad (1984)- se hicieron inmortales en la voz de Héctor Lavoe. Su ascendente sobre aquella generación irrepetible de salseros de arrabal se siente y respira en el documental Our latin thing (Leon Gast, 1972). Por su parte, Chick Corea era de vuelos supraterrenales, como exhibe en esas historias musicalizadas en clave de sci-fi que dedicó a L. Ron Hubbard, fundador de la Cientología, secta «filosófica» y medio lunática a la que el compositor perteneció (nadie es perfecto, pues), a quien le dedicó varios de sus discos, desde el extraordinario Romantic warrior de Return To Forever (1976) hasta el díptico To the stars (2004) y The ultimate adventure (2006).

 

En los ochenta y noventa, mientras Corea reinventaba el jazz clásico y de fusión con su grupo The Elektric Band/The Akoustic Band, para sacarlo de los centros comerciales y devolverlo al circuito de escenarios y festivales más sofisticados del género; Pacheco era convocado, en su calidad de padre fundador de la salsa tradicional, por David Byrne para su álbum Rei Momo (1989) o para los arreglos musicales del soundtrack de The Mambo Kings (Arne Glimcher, 1992), película de crossover latino/franco-norteamericano protagonizada por Antonio Banderas y Armand Assante, donde se incluyó su composición La dicha mía, de 1984, preparada especialmente para Celia Cruz.

 

Pacheco tocaba la flauta. Y de qué manera. Será siempre recordado como cofundador y director musical del sello Fania Records, sin duda su más grande contribución a la música latina. Sus arrebatados bailes, en vivo en Zaire con la Fania All-Stars en octubre de 1974, en aquel concierto que sirvió de antesala para la llamada «pelea del siglo» entre Mohammad Ali y George Foreman -compartiendo cartel con James Brown, Miriam Makeeba y otros-, donde brilló una hipnótica y tribal versión de Quimbara, tema que grabó ese mismo año con la inolvidable Celia Cruz para su primer LP juntos, titulado simplemente Celia & Johnny, es la imagen más representativa del dominicano.

 

Pero también es fundamental escuchar al Pacheco pre-Fania, en discos como His flute and latin jam (1965, uno de los primeros del sello que armó con el neoyorquino Jerry Masucci) o esas dos joyas de 1961, Pacheco y su Charanga Vol. 1 y 2, para Alegre Records, al lado del percusionista Manny Oquendo, en la que figura su primera versión de El agua del clavelito, tema que fuera muy popular en Perú en una grabación de 1979 incluida en el LP Los amigos, junto al cantante cubano Héctor Casanova. Estos discos son un puente entre la música cubana -cha cha cha, guaracha, descarga-, el latin jazz y la futura salsa, término popularizado por «El Maestro».

 

Chick Corea también era un maestro. Y lo demostró con creces en tiempos de pandemia. Desde el 20 de marzo del 2020, tras cancelar una intensa agenda de conciertos, festivales y grabaciones a causa del coronavirus, el pianista inició una serie diaria de clases maestras por Facebook Live, conectándose con alumnos de todas partes del mundo para compartir sus conocimientos, técnicas y anécdotas de toda una vida dedicada a la música. La última de sus transmisiones fue en enero de este año, a pocas semanas de su inesperado fallecimiento, a los 79, a causa de «un extraño tipo de cáncer que se le había detectado recientemente», como dijo su familia en un comunicado. La muerte de Pacheco fue, en cambio, menos sorpresiva. Estaba retirado ya hacía varios años, a causa del Parkinson y fue homenajeado, como leyenda viva, en varias ocasiones por los artistas que ayudó a promover. Falleció de neumonía a los 85.

 

Dos maestros talentosos, dos estilos diferentes de humildad y destreza, dos pérdidas irreparables para la música que nos siguen dejando, huérfanos, en las manos de padrastros promiscuos, frívolos y vanidosos como Maluma y J. Lo. Que en paz descansen y que sus obras sigan levantándonos el ánimo en estos tiempos difíciles de enfermedad, corrupción política e incertidumbre ante un proceso electoral en el que predominan la grisura y la mediocridad en sus peores versiones.

 

OTROSÍ: También falleció en estos días, el 11 de febrero, el cantante Antonis Kalogiannis, de estilo muy similar al de Charles Aznavour, muy conocido en Grecia por poner su voz a las canciones de protesta escritas por Mikis Theodorakis, célebre en el mundo entero por la música que compuso para el film Zorba el Griego, de 1964, convertida en símbolo y cliché de la cultura musical de este país mediterráneo. Tenía 80 años.

El “Vacunagate” es un buen gatillo para disparar reflexiones más allá de la indignación que ha causado la miseria moral de la casta política, empezando por el expresidente Vizcarra y algunas ministras, que “no podían darse el lujo de enfermarse“. Peor aún cuando en la lista de los 487 privilegiados con la vacuna “muestra gratis” de los chinos hay parientes de los elegidos, choferes, un dueño de chifa y hasta un cura, que les quitaron la posibilidad de sobrevivir quién sabe a cuántos trabajadores de primera línea, médicos, enfermeras, policías, barrenderos. No hablemos ya de los ancianos, que están entre los más vulnerables. Se trata, simplemente, de un genocidio en segundo grado, de un crimen repulsivo de lesa humanidad, impulsado por el egoísmo y la falta de escrúpulos.

 

Quiero por ello recordar un dato que trajo hace varias décadas el gran crítico español Luis Monguió cuando en un artículo que examinaba los múltiples sentidos de la palabra “nación” se fijó en un documento antiguo que hablaba de una “nación porcina”. Puede sonar gracioso, pero tiene sentido, pues en su significado arcaico una nación es cualquier agrupación de origen común, con rasgos homogéneos de costumbre, apariencia, origen geográfico y ancestral, y con lealtades gregarias que benefician al conjunto. Se cumple para los chanchos como para los humanos, salvo que en estos la lengua es también un rasgo definitorio. Con el tiempo, la palabra nación (del latín “natio”) se usa exclusivamente para las personas, y corresponde al término “ethnos”, que en griego significa lo mismo.

 

Los tiempos cambiaron con la Revolución Francesa y el término pasó a significar algo más amplio, transterritorial y transétnico, marcado en sus límites por un territorio “nacional” dominado por un estado burgués o de aspiraciones burguesas para explotar mejor las nuevas tierras heredadas de las monarquías y la aristocracia y asimiladas a su dominio. Pero eso recién empieza a ocurrir desde el siglo XVIII, haciendo que el significado antiguo de nación sea cada vez menos común.

 

A pocos meses del Bicentenario, el “Vacunagate” hace pensar qué clase de nación somos en el Perú. Es obvio (y ya lo han dicho los historiadores hasta la saciedad) que la Independencia declarada por el general José de San Martín el 28 de julio de 1821 fue una de tantas proclamaciones, antes y después. Asimismo, que si bien participaron tropas mestizas, mulatas y en menor medida indígenas en los ejércitos tanto realista como patriota, la dirigencia de la causa libertadora estaba en manos de los descendientes de los encomenderos y los comerciantes coloniales, es decir, de los criollos de la élite, agrupados en su mayoría en Lima. Aunque no todos los criollos eran fervientes partidarios de la independencia, se trataba en su conjunto de una nación criolla que aspiraba a convertirse en nación peruana por arte de birlibirloque, buscando acomodar sus intereses y alimentar su empoderamiento. Por eso la situación de los grupos subalternos casi no cambió en nada, al menos hasta la Reforma Agraria del general Velasco Alvarado.

 

La “nación criolla” nos ha gobernado por casi 200 años y no tiene visos de cambiar. Su necropolítica volvió a mostrar su rostro asqueroso con el incidente del “Vacunagate”, uno de tantos escándalos de corrupción en que se muestra que el Estado supuestamente “nacional” está al servicio de los grandes personajes y los grandes negocios, no del pueblo.

 

Una búsqueda rápida en plataformas como Google nos lleva a que el origen de la palabra “vacuna”, según Pasteur, “viene de la palabra latina vacca (vaca), en homenaje a los experimentos de Edward Jenner con la inoculación de la viruela bovina (también conocida como viruela vacuna)”. O sea, el concepto de “vacuna” tiene su origen en el reino animal. Podemos hablar, pues, también, de una “nación vacuna” enquistada en el poder.

 

Ya sería hora de desalojar a esa nación de animales morales o de lograr que comparta sus privilegios con los más de treinta y dos millones de peruanos. Los criollos de a pie debemos formar alianzas fuertes y duraderas con el resto del pueblo de este hermoso país, con los pueblos originarios, con los mestizos de raíces fuertes, con nuestra olvidada comunidad afrodescendiente, que sufren la misma opresión histórica y la tremenda desigualdad económica.

 

Ojalá el “Vacunagate”, nuestra vergüenza nacional del momento, no se nos olvide a la hora de votar el 11 de abril. Ahí veremos si hay esperanza.

 

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El director del MBA de Pacífico Business School habla sobre la resiliencia, la capacidad de gestión y lo negativo del teletrabajo para una organización, en medio de una pandemia y el caso vacunagate.

“Todo emprendimiento toma mucho esfuerzo. El pelo se te pone blanco, te salen ojeras, no duermes en la noche. Puedes tener satisfacciones a lo largo del camino, pero para sobrepasar vallas, uno la pasa mal”, el director del MBA de Pacífico Business School, Ben Schneider, habla sobre el sacrificado camino del emprendimiento en el Perú. Pero también, sobre cómo enfrentar este contexto tan difícil por el que caminamos, en medio de una segunda ola producto del Covid.19. Resiliencia, capacidad de gestión y su opinión sobre lo negativo que puede resultar el teletrabajo para una organización, en la siguiente entrevista.

Desde el management ¿Qué lecciones nos viene dejando la pandemia y el caso Vacunagate?

Las crisis sacan, dentro de la presión que genera la situación, lo mejor y lo peor de las personas. Hay quienes se inmolan ante una adversidad. Y hay otras que, lamentablemente dentro de sus temores y de sus flaquezas en los temas éticos, tienden a sacar un provecho indebido.

Estamos frente a un Cisne Negro (como lo definiría el filósofo e investigador libanés Nassim Nicholas Taleb). Estamos ante una ocurrencia de muy baja probabilidad que tiene consecuencias devastadoras, impredecibles y que no se tiene experiencia previa de tratar con ello. Y la pandemia lo es.

Para atarlo al management, ¿Qué nos trae este Cisne negro? Un altísimo grado de incertidumbre. Que la gente tema por los temas más elementales, como su integridad física y mental. Por su salud, la viabilidad económica y financiera. Así como la educación de nuestros hijos.

En esta situación ¿cuál es el mayor problema?

Caer en la dictadura del corto plazo. Es cierto que tenemos que sobrevivir. Y sobrevivir en una empresa es proteger el flujo de caja. Lo segundo es que no podemos entrar en pánico y paralizarnos. Por definición la pandemia va a pasar.

En este caso ¿Qué significa la dictadura del corto plazo?

Significa que protejo la caja. Si yo bruscamente despido gente para bajarle peso a la nómina, para preservar la caja de la empresa y no cerrar, perderemos competencias, porque la gente que estamos perdiendo, aprendió con nosotros, la hemos entrenado, han dado lo mejor de sí, conocen el negocio y frente a un Cisne negro, no solamente debemos preservar lo que hemos logrado, sino que tenemos que reinventarnos. ¿Has visto las reacciones de restaurantes o cafeterías que se han convertido en centros de abastos, capitalizando a las personas que no quieren ir a un mercado? Como en esos casos, hay que repensar muchas cosas más.

Vivimos tiempos muy duros, en medio de una segunda ola y crisis económica ¿Qué características debemos desarrollar para enfrentar estos problemas?

Ahí es donde viene el concepto de resiliencia. ¿Qué es resiliencia? Es un concepto que nace en la física y se usa para distinguir la posibilidad de doblar un metal a su máxima expresión y que regrese a su posición habitual sin quebrarse. Este concepto comenzó a usarse en psicología para definir la capacidad del ser humano para recuperarse de un trauma muy grande. Lo mismo pasa con las empresas en el mundo de la gerencia. Uno tiene que estar permanentemente entrenado para enfrentar y, en extremo, de disfrutar de situaciones de alta incertidumbre. Fácil decir, difícil de hacer.

¿Cómo aplicarlo?

Si queremos medir la resiliencia, para conseguirla, hay dos vectores: El primero habla de la robustez y el segundo de la agilidad.

Robustez, para estar sólidos ante una cantidad de escenarios diversos. Y agilidad, para cuando el Cisne negro que nos toque tengamos una reacción ágil. Esos vectores le permiten a una persona y a una empresa, salir de estos problemas.

¿Qué características deben desarrollar los emprendedores en este contexto de pandemia?

Hay que ser ultracuriosos. Tratar de entender por qué me está pasando esto, de dónde viene y por qué viene y cuestionar. Hay que tener tolerancia a la ambigüedad. No ser soberbios. Nadie, ni el más pintado te puede dar una solución clara y sólida (sobre todo en este contexto). Hay que ser humildes para asimilar y empezar a hacer prueba y error para ir descubriendo por donde discurrir, según el caso de cada negocio.

Además, hay que tener la capacidad de analizar la problemática desde múltiples ángulos. Inclusive contra lo que creemos. Otra competencia importante es hacer prospectiva y construir posibles escenarios (para buscarles solución).

En un mes cumpliremos un año de Emergencia sanitaria y desde entonces muchas personas hacen teletrabajo ¿Cómo analiza esta nueva normalidad en el trabajo?

Tengo serios temores del daño que están sufriendo las empresas por el teletrabajo. El teletrabajo como solución de corto plazo funciona, mientas los equipos de trabajo han venido desde atrás como un ensamblaje, con unos códigos de relación y los estiren a través del Zoom. Pero conforme se extiende el plazo, esas relaciones se van debilitando y la creatividad y la productividad, se ven seriamente afectados. Si a eso le sumas la rotación de personal. Entonces, ya ese equipo que se conocía (previamente al Estado de Emergencia) ya no lo conoces en carne y hueso. Ya no hay la charlita del pasillo, el café en el área común, el chiste.

Wilmot Reed Hastings, presidente de Netflix, es un enemigo del teletrabajo. Michael Corbat, Ceo de Citibank, es enemigo del teletrabajo.

¿Entonces se debería eliminar en su totalidad?

Podría hacerse una vez o dos veces por semana, pero no perder el tejido que representa una empresa trabajando en un ambiente controlable y agradable. Una persona trabajando desde su casa con el tremendo esfuerzo que recae sobre los padres al acompañar a los hijos durante las clases remotas, es difícil trabajar así. El trabajo en la casa genera mucho estrés. Hay pros y contras. Antes el teletrabajo lo hacían los puestos más prescindibles. Pero la gente que está creciendo se hace notar, se deja notar en la cancha. Está cerca de los directivos. Cercanía es poder.

Post crisis, parafraseando el título de su libro, ¿Cómo deberían ser las organizaciones después de la pandemia?

Post pandemia las empresas van a invertir en construir escenarios y estructuras de robustez. Todas las empresas deben tener un área de evaluación y manejo de riesgos, eso es muy importante. Uno ciertamente no puede estar asegurado contra todo riesgo, sería inviable. Pero sí debemos estar preparados ante un nuevo Cisne negro.

Uno debe tener a la resiliencia en el centro de su estrategia de la empresa, cualquiera fuera su tamaño; y entender que hay detrás de la resiliencia. Robustez, manejo de riesgos, saber qué riesgos estoy dispuesto a correr y qué riesgos no. Y saber qué medidas debo tomar.

Y hacer ensayos, así como haces ensayos de terremoto, como reaccionarías si nos pasa A o si nos pasa B. ¿Qué áreas intervendrían? ¿Si Comunicaciones o Legal o ambos? y entendiendo lo que está pasando.

Las empresas tendrán que ser más cautas y sesudas y ser más reflexivas y tener mucho coaching, porque nadie en este momento, puede jactarse de que tienen la figura clara.

Además de contar con buenos líderes…

Creo que hace falta derribar este muro de altas suspicacias entre los líderes del sector privado y público. Y eso pasa por hacer un mea culpa desde ambos lados. No generalizar, ni estigmatizar, eso hace mucho daño, como el decir que todo servidor público está ahí para robar, eso no es cierto y hace mucho daño.

Post crisis deberíamos reflexionar sobre las prioridades de la gestión del Estado y esas prioridades tienen que centrarse en tres pilares básicos: Salud, educación y seguridad. Y eso se debe hacer con ayuda del sector privado.

En el Perú ocurren 70 millones de actos médicos (atenciones, cirugías, consultas, etc.) al año, de los cuales 50 millones son públicos, es decir que transitan por alguna entidad estatal. Eso supone casi 140 mil actos médicos diarios.

Considerando una natural repitencia, es factible estimar que cerca de 20 millones de ciudadanos peruanos acude todos los años, en diversas instancias, a atenderse a alguna entidad del sistema público de salud.

Más allá de la actual situación crítica de la pandemia, ya antes de ello era moralmente inadmisible el sistema de atención, el maltrato individual y la indigna cobertura que recibían estos conciudadanos por parte del Estado.

Estoy convencido de que gran parte del malestar e irritación con el sistema existente en el país proviene del pésimo sistema de salud pública nacional. El acto médico supone un grado de indefensión del paciente y en esas circunstancias recibir el inhumano tratamiento que se prodiga del ente estatal es una cachetada a la integración simbólica con el sistema.

Por eso no deja de sorprender la miserable indolencia con la que todos los gobiernos últimos, sin excepción, han tratado al sector Salud. Es la Cenicienta presupuestal y se ha permitido que sea capturado por mafias sindicales y médicas que medran del miserable presupuesto que los gobiernos le asignan.

Más escandaloso aún es que no se escuche de parte de los principales candidatos una propuesta cabal sobre cómo reformar el sector, una reforma que se requiere a gritos. Con suerte algo se ha hecho en materia educativa, también, con remiendos, en materia electoral y judicial, pero en un sector que es vital no solo por sus consecuencias vitales sino esencial a la existencia de un Estado inclusivo y democrático, casi no hay líneas ni propuestas.

La salud pública, gratuita y universal, es una condición mínima necesaria para que el proyecto de construir una república en el Perú cuaje. El día que a un pobre lo atiendan con la misma diligencia que a un asegurado privado en una clínica particular, este país tendrá algo de viabilidad social y ciudadana.

Es una exigencia que la prensa y la ciudadanía le debe plantear a los candidatos. Superada la pandemia no podemos seguir coexistiendo con esa maquinaria de exclusión ciudadana que es el sistema de salud pública en el Perú.

Resumen de la primera parte:

https://sudaca.pe/noticia/satira/veronika-mendoza-exiliada-en-bolivia-primera-parte

 

Luego de que la nueva Constitución ilegalizara a la izquierda y al Partido Morado, Verónika Mendoza cruzó a pie la frontera peruano-boliviana y se exilió en La Paz, zona Sopocachi, bajo el nombre Marisa Glave. Sola y deprimida, su única diversión era viajar tres horas seguidas en el teleférico y tomar Inca Kola caliente mirando la ciudad desde El Montículo. A veces sentía que estaba en un Cusco con edificios. A veces se confundía y alzaba el brazo para tomar el Correcaminos, el Zorro, el Batman.

 

A veces pensaba que nunca volvería a la patria.

 

Finalmente, las Fuerzas Armadas depusieron al presidente Daniel Urresti, que había reemplazado al ahora ilegal Julio Guzmán, y convocaron a nuevas elecciones presidenciales. Sin embargo, mantuvieron en la Constitución los artículos 91 y 114 que proscribían a la izquierda y al Partido Morado. “Por cojudos”, fue la explicación oficial.

 

Entristecida, exiliada, sola, Verónika Mendoza estaba en una banca de la Plaza Avaroa comiendo un trancapecho cuando apareció Julio Guzmán en ropa de correr: él también estaba exiliado.

 

Sentados juntos en una banca, Guzmán y Mendoza empezaron a contarse las cosas y a confesar sus errores mientras se pasaban el trancapecho. ¿Debimos colaborar entonces? ¿No era mejor competir, tal como hicimos? Competir, colaborar, ¿no nos iban a almorzar igual? Además, ¿qué clase de baboso colabora en el Perú? ¿No te parece desabrido el trancapecho? Ya que estaremos aquí un tiempo más, ¿no se te antoja hacer algo? Podemos pasear en el teleférico, ¿no crees? ¿Sabías que acá también hay pollo broaster? Tienen hasta salchipapa. ¿Y si vamos un día a correr juntos?

 

Segunda parte:

 

Sábado, 6:52 am.

 

Verónika despertó azorada. Miró a la izquierda de su cama: vacío. Su último recuerdo: Julio Guzmán en la banca diciéndole para correr un día juntos.

 

¿Qué había pasado?

 

Se levantó para lavarse los dientes e intento reconstruir el día anterior: Julio, la banca, el trancapecho. Eso era, el trancapecho. Los recuerdos aparecían como burbujas. Siguieron comiendo, claro, y conversando. Hablaron toda la tarde, sentados en la banca como adolescentes. Hacía tiempo no hablaba con nadie. Julio tampoco.

 

Hablas como vendedor de Natura, le dijo ella.

 

Tienes voz de profesora de nido, le dijo él.

 

Rieron.

 

Hace hambre, dijo ella.

 

El sol a medio caer, el Illimani anaranjado, el vientecito en las gargantas.

 

Vamos a cenar, dijo él.

 

Verónika quería otro trancapecho: hay un Sillpichs en la esquina, allí me compré el mío.

 

Julio tenía su propio antojo: yo quiero falso conejo.

 

¿Y dónde venden eso?, preguntó ella.

 

En El Caldero Chorreante, respondió él con su falsa sonrisa.

 

Con los platos ya servidos, Julio le explicó por qué era ese su restaurante preferido: toda la temática era de Harry Potter. “Nunca vi El Padrino, pero me leí los siete libros”, le dijo ahora sí sonriendo de verdad. “Si no tienes con quién almorzar un día, ven a El Caldero Chorreante y aquí me encontrarás sentado, sin falta”.

 

Se empacharon con comida, pero no recuerda con qué. ¿Cómo acabó la noche? No lo sabe. De pronto, una burbuja: al volver al edificio el portero la saludó como siempre, “buenas noches, señorita Glave”, y Verónika, borracha de comida y empoderada al haber sido llamado por su verdadero nombre durante cinco horas, le dijo al fin lo que había callado durante sus 194 días de exilio:

 

-Mi nombre es Verónika, carajo.

 

*

 

7:01 am.

 

Salió del baño y abrió la refrigeradora para hacerse el desayuno de siempre: Chocosoda con leche. Empezaba a cortar la bolsa de leche con los dientes cuando alguien tocó la puerta.

 

Se le heló la sangre.

 

Nadie tenía su dirección.

 

Nadie tocaba nunca su puerta.

 

Volvieron a tocar.

 

Me encontraron no debí decir mi nombre anoche vienen por mí es la policía las Fuerzas Armadas la DINI serenazgo no sé pero vienen por mí.

 

Corrió inmediatamente a su cuarto a quemar documentos, lo primero que debía hacer según el Departamento de Operaciones Clandestinas del partido. Sacó de su cajón un vinifile con los papeles más comprometedores: un recibo de luz de Bolognesi 590, el estado de cuenta de su tarjeta MiBanco, una foto con Indira Huilca en el Parque de las Leyendas.

 

-¡Verónika! -un grito.

 

Tiró el vinifile a la papelera. Prendió el fósforo.

 

-¡Soy yo, Julio Guzmán! ¡Ya son las 7!

 

-¿Qué haces aquí? -le dijo furiosa tras abrir la puerta.

 

Guzmán trotaba sobre su sitio: zapatillas, buzo, Apple Watch, cara de asáltame.

 

-Pero si quedamos en correr…

 

-¿Cuándo?

 

-Ayer después de comer el quinto trancapecho.

 

Verónika lo hizo pasar.

 

-Perdóname, Julito, de verdad no me acordaba.

 

-No te preocupes. Ayer comimos mucho. Oye, huele a quemado… otra vez.

 

-Sí, son unos papeles no más. Tranquilo que no se va a quemar el departamento.

 

-Bueno, ¿estás lista? Ya tengo la ruta definida: vamos a dar cinco vueltas a la plaza y luego…

 

-No, Julito, no voy a poder. Todavía tengo pesadez. Además ni ropa de deporte tengo. Solo traje cuatro politos y mi pijama de Alf.

 

-Pero Vero, tienes casi seis meses exiliada.

 

-Es que el Nuevo Perú no tiene plata y aún no me mandan mi ropa. Fíjate que no tenemos Wifi desde el 2019.

 

-Mira, si quieres nos encontramos abajo a las 9 y desayunamos por aquí.

 

-Ya pues.

 

*

 

8:59 am.

 

Verónika salió con su camisa fucsia de la suerte. Al lado del portero estaba Julio Guzmán, esperándola.

 

-Buenos días, señorita Glave -le dijo el portero.

 

-Buenos días -respondió ella, sonriente.

 

Guzmán la miró extrañado.

 

-Es una larga historia, Julito.

 

-Te entiendo, Vero -dijo Guzmán-. Yo hago lo mismo.

 

-¿Y cómo te llamas aquí?

 

-Buenos días, señor Curwen -le dijeron a Guzmán esa mañana.

 

Ya sentados, pidieron cuatro salteñas de carne -dos normales, dos picantes-, un jugo de tumbo y un jugo de plátano, muchas gracias.

 

-Oye, Julito, tengo una duda.

 

-Dime Vero.

 

-¿Qué hicimos ayer después de comer tu falso conejo?

 

-Fuimos a pasear en el Teleférico.

 

-¡Lo sabía! A mí me encanta hacer eso.

 

-Estuvimos tres horas dando vueltas por todas las líneas y luego compramos cupcakes en la avenida Arce.

 

-Eso imaginaba. ¿Sabes?, ahora en la mañana no me acordaba de eso.

 

Les dejaron las salteñas y los jugos sobre la mesa. Guzmán agarró el jugo de tumbo y se lo tomó de un solo sorbo.

 

-Verónika, ¿estás teniendo problemas de memoria?

 

-No, Julito, para nada. ¿Por qué?

 

-Porque nunca fuimos al Teleférico.

 

-¿Entonces?

 

-Fuimos a seguir comiendo.

 

Luego de escuchar a Guzmán resumirle la trama de Harry Potter durante 24 minutos, Verónika le ofreció ir al Sillpichs: me toca escoger a mí, vamos por otro trancapecho.

 

Se sentaron -dos trancapechos, por favor- y empezaron a recordar anécdotas. ¿Te acuerdas del primer debate, del escándalo de las vacunas, de la vez que Forsyth dijo cerumen? Qué bellos momentos. ¿Cuando convocaron a la Constituyente, cuando creíamos que el Perú iba a mejorar, cuando nos dejamos de hablar para siempre? Qué nostalgia. Dos trancapechos más, por favor.

 

¿Cómo te exiliaste, Vero? Tuve que caminar 40 días hasta llegar a Desaguadero y cruzar Bolivia a pie, ¿y tú, Julio? Yo viajé a Maryland, luego a Tel Aviv, después me fui a pasear a Roma y llegué a La Paz hace unas semanas para preparar mi regreso, pero seguimos proscritos. Eres un pituco, Julito. No es mi culpa que seas pobre, Verito. ¿Te ves con alguien, Julito? Con nadie, Verito, con nadie. Úrsula Moscoso estuvo 7 horas en mi casa, pero la mandé a pescar al Lago Poopó y debe volver el 2034. ¿Y tú?

 

-Yo tampoco, Julio. Ni me veo ni hablo con nadie.

 

-¿Hace cuánto que no hablas con alguien?

 

-Meses, Julito, meses. Desde que llegue a La Paz solo hablo con Álvaro Campana.

 

-¿Y quién es él?

 

-Es un cuadro clandestino.

 

-Ah.

 

-¿Y tú, hablas con alguien?

 

Por supuesto, le dijo Guzmán. Por las noches iba al karaoke a cantar los mejores éxitos de José José, y ya se había hecho amigo del dueño. En las mañanas salía a correr con sus vecinos, quienes realmente creían que se llama Curwen de Belaúnde. Luego almorzaba en El Caldero Chorreante y, al volver a casa, hacía Zoom parties toda la tarde: con Daniel Olivares que ahora vive en Jamaica, con Víctor Caballero que ahora vive con Marco Sifuentes en Madrid, y hasta con Susel Paredes que ya está grabando la cuarta temporada de The Mandalorian. Dos trancapechos más, por favor.

 

-Hablo con todo el Partido Morado en el exilio. Así me mantengo tranquilo. Si no, no podría.

 

-…

 

-¿De verdad no hablas con nadie?

 

De verdad, le dijo Verónika. El Departamento de Operaciones Clandestinas del partido, fiel a las enseñanzas de Manuel Piñeiro, se lo prohibió de manera tajante.

 

-Y creo que eso me está afectando -dijo ella.

 

-El exilio es traumático, Verito, muy duro. Y no hablar con nadie lo hace peor. ¿Dos trancapechitos más?

 

Al inicio, le contó Verónika, el Nuevo Perú intentó traerla de vuelta. El plan A era llevar un equipo de élite de compañeros entrenados en la Escuela de Cuadros de La Habana para ingresarla de manera clandestina al Perú y desde allí agitar al pueblo organizado. El plan B era hacer tuitazos con el hashtag #QueVuelvaVero

 

Al final, solo hicieron el plan B.

 

-Conforme pasan los días he ido perdiendo las esperanzas de volver. Ya llevo 194 de exilio, Julio, 194 días en los que no hablo con nadie. Jamás pensé decir esto, pero por suerte te encontré. Ya me estaba desesperando. Últimamente siento que me olvido las cosas.

 

-Creo que me he llenado, Vero. ¿Cuántos trancapechos vamos?

 

-No me acuerdo.

 

*

 

9:45 am.

 

Julio Guzmán intentaba consolar a Verónika con su mejor voz de vendedor de licuadoras: olvidarse las cosas debe ser estrés postraumático, Verito, es totalmente normal. La hemos pasado muy mal, tú mucho peor que yo. Lo importante es mirar el futuro y regresar al Perú, y una vez allí seguir enfrentados y odiarnos mutuamente.

 

-Y mañana son las elecciones presidenciales, Julito.

 

-Qué nostalgia, ¿no?

 

-Pensar que hace dos años nos enfrentamos.

 

-Es verdad, y nos peleábamos duro.

 

-Pero tú ganaste.

 

-¿A quién?

 

-A todos.

 

-¿A quién “todos”?

 

Julio Guzmán la miró fijamente y se inclinó sobre la mesa para escudriñarla.

 

-A todos, pues. Si ganaste la elección.

 

-Yo no gané la elección, Verónika. Ni siquiera le gané a Acuña.

 

Ella se quedó en silencio, las manos sobre la mesa, la mirada perdida.

 

-Es cierto… -murmuró.

 

-Yo nunca fui presidente -le dijo Guzmán-. El único presidente que ha tenido el Partido Morado ha sido…

 

-Sagasti -completó ella.

 

-Exacto, pero su gobierno no era del partido porque una cosa era el gobierno y otra el Partido Morado. Yo ni siquiera hablaba con…

 

-Ay ya cállate que nadie te creyó eso.

 

-Perdón. Es la costumbre.

 

-¿Entonces, Julio, qué pasó?

 

-¿En serio no te acuerdas?

 

-No, pero estoy a punto.

 

-Lescano, Verónika.

 

-¡Es verdad!

 

Los puntos en su memoria se fueron conectando al fin: Julio Guzmán no había ganado, claro que no, se desinfló tristemente. Pero ella tampoco pasó a segunda vuelta. Lo tenía muy cerca hasta que apareció Yohny Lescano. Primero le arrebató el sur y luego le quitó a la clase media limeña que siempre consideró a Lescano de centro-izquierda. Cuando a ella la acusaban de comunista no tenía cómo defenderse. Cuando a él lo acusaban de comunista decía “soy de Acción Popular”. Cuando decían que Acción Popular era un partido golpista él decía que nunca apoyó el golpe. Era resbaladizo. Viscoso. Difícil de chapar.

 

-Y así me jodió -dijo Verónika.

 

-Nos jodió -dijo Guzmán.

 

Los recuerdos aparecían nuevamente como burbujas.

 

-Fue Lescano quien convocó a una Asamblea Constituyente, Julio, no tú.

 

-Así es.

 

-¿Y las Fuerzas Armadas?

 

-Salieron a apoyar la nueva Constitución, y dijeron que estaban de acuerdo con los artículos que nos proscribían porque lo merecíamos, por cojudos.

 

-Eso sí me acuerdo. Entonces las elecciones de mañana son…

 

-Convocadas por Lescano para elegirse de nuevo.

 

-…

 

-…

 

-Entonces, Julio, nunca ganamos nada…

 

-Perdimos todo, Vero. El lado oscuro ganó. El lado oscuro siempre ganó: las presidenciales del 2021, la Asamblea Constituyente, el referéndum. La gente los prefiere a ellos, Verito, los odia pero vota por ellos. Nosotros somos los perdedores. Ni siquiera nos dejan jugar. Por eso estamos aquí, desayunando salteñas.

 

-Quizá nunca podamos volver al Perú, Julio.

 

-Quizá ya perdimos al país para siempre, Vero. Quizá un día nos matarán a lampazos y a nadie le importará.

 

-¿Debimos colaborar entonces?

 

-Ya no hay vuelta atrás, Verito. No te tortures.

 

-¿Dónde está nuestro error sin solución? ¿Fuiste tú el culpable o lo fui yo?

 

-Eso no importa ya, Verónika. Si en algo soy muy firme es en que no tiene sentido llorar sobre la leche derramada.

 

*

 

10:04 pm

 

Julio Guzmán entra al karaoke vestido como Ziggy Stardust. Busca al dueño. Le pide que le ponga ya no José José sino Alaska y Dinarama. ¿Cuál de todas, Julito? Ni tú ni nadie. ¿Estás borracho? Un poquito.

 

Sostiene el micro. En noviembre creía que sería Presidente. Las letras empiezan a aparecer. Ahora nunca lo será. Qué fácil es atormentarse después. Canta a voz en cuello. Mil campanas suenan en mi corazón. Llora. Qué difícil es pedir perdón. Salta. Ni tú ni nadie nadie puede cambiarme.

 

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Carlos León Moya

Lo primero que quiero abordar es el problema de salud que atravesó hace poco. ¿Cuántos días estuvo internado en la Villa Panamericana?

Diez días. Tuve un shock muy fuerte porque me puse muy grave en Huancayo y me tuvieron que traer de urgencia con oxígeno a Lima.

¿Por qué estaba en Huancayo?

Estaba promoviendo la llegada de Rafael López Aliaga a la ciudad de Huancayo. Me habían encargado hacer la campaña de recibimiento. Y, entonces, caí con la enfermedad.

A pesar de que usted es candidato por Lima, estaba haciendo campaña en Huancayo.

Así es. Cuando uno participa en un partido político, no lo hace por intereses particulares. Participa por el interés general, para que el pueblo conozca el plan de trabajo nacional. Por lo menos así funciona nuestro partido. El hecho de que yo sea candidato en Lima no me exime de que pueda ir a otros departamentos a organizar las recepciones.

¿Usted cree que se contagió haciendo esas actividades en Huancayo?

No, yo me contagié en Lima, definitivamente. Y no solo yo. No voy a mencionar los nombres porque sería antiético, pero se enfermaron cerca de seis personas.

¿Del partido?

Del partido. Pero de los que se enfermaron, el que había viajado era yo. El resto tuvo que atenderse y hacer su cuarentena en Lima. Gracias a Dios la libramos bien, pero hasta ahora estoy rogando a Dios y estoy orando todos los días por la salud de Gustavo Pacheco. Es un alto dirigente del partido y su situación es bastante delicada.

¿Estas seis personas también se contagiaron haciendo campaña?

No lo sabemos, quizás en diferentes sitios. Algunos tenían otras labores: las conferencias de prensa, estar al lado de las personas que pegan carteles, etcétera. Uno nunca sabe cómo adquiere el virus. Nosotros somos parte del pueblo, no somos inmunes, salvo que seas, pues, amigo de las personas de la Cayetano Heredia.

Usted es un defensor del consumo de ivermectina.

Sí.

¿Después de haberse enfermado sigue confiando y recomendando la ivermectina?

Yo había tomado ivermectina cuestión de 25 días [antes de enfermar]. Y dos o tres días antes [también de enfermar], tomé mi segunda dosis. A pesar de todo eso, me dio. Cuando conversé con los médicos, le pregunté: “doctor, yo he estado tomando ivermectina”. Y él me dijo: “eso te salvó la vida”. Entonces, le digo: “me toca una próxima dosis dentro de diez, once días, ¿puedo tomarla?”. “Por supuesto, si es inocuo, no te ha hecho daño y te ha ayudado, tómala”. La tomo cada veinte días. Y no la recomiendo porque no soy médico, pero con recomendación médica, yo pienso que, si bien no cura, por lo menos te defiende. No está recomendado no sé por qué razones, pero la práctica, la realidad, como la he experimentado yo, me da la razón en el sentido que la ivermectina es bastante positiva.

[El laboratorio Merck, productor de ivermectina, publicó un comunicado en sus canales institucionales en el que indica que no hay base científica para un potencial efecto terapéutico ni evidencia de eficacia clínica del componente contra la Covid-19].

Esa tercera dosis, ¿usted la tomó en la Villa Panamericana?

Claro.

¿Se la administraron los mismos médicos?

No. Yo llevé mi ivermectina. Los doctores me trataron de maravilla. Su trato con los enfermos, no solo conmigo, es de primerísimo nivel, no tiene que envidiarle a la mejor clínica del país.

Acaba de halagar al sistema de salud público. ¿Cree que la coyuntura actual reclama una mayor presencia del Estado en los servicios públicos, como por ejemplo la salud?

Definitivamente, sí. Toda labor en favor de la salud necesita de mayor apoyo. En la situación de emergencia se han puesto las pilas, pero no hay derecho que, sobre la pandemia, encima de la tragedia, recién se comiencen a preocupar por conseguir oxígeno, por acelerar las vacunas. Lo gravísimo: haber eliminado [suspendido] las postas médicas, que son la primera etapa donde el pueblo debe ir. Haber casi desecho los hospitales de solidaridad, que son otro elemento de contención. Todo el país debería tener su hospital de solidaridad, no esperar el último momento para llegar a los hospitales y exigir cama UCI. Puede haber otras desgracias que tienen que encontrarnos preparados: un terremoto, un huaico. Vivimos en un país que tiene estas desgracias de cuando en cuando y siempre estamos comentando la deficiencia de los hospitales, de los servicios de salud, etcétera.

Entonces, ¿usted cree que el Estado debe hacerse más fuerte…

No me trates de usted, trátame de tú. Yo soy Efraín. Me haces sentir viejo (ríe).

De acuerdo. Entonces, ¿tú crees que el Estado debe ser más fuerte y más grande para atender mejor los servicios públicos?

Yo estoy en contra de que el Estado acapare todo. Lo que sí me parece es que el Estado tiene obligaciones para con el pueblo, con la masa. Entonces, si ve que hay deficiencia en las regiones, tiene que obligar a los gobernadores a fijarse en esos problemas. No hay derecho para que los gobernadores, algunos, hayan devuelto el 65% del presupuesto. Con eso se construyen tres hospitales.

[Según el portal de Consulta Amigable del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), en el año 2020 la región con menor ejecución de presupuesto fue Lima Metropolitana, con 71.3% de ejecución. Es decir, le sobró el 28,7% del presupuesto, porcentaje lejano al que da Aguilar].

¿El partido Renovación Popular está de acuerdo con tener un Estado más fuerte, más presente?

No es exactamente esa la idea del partido. La idea del partido es hacer a la gente más fuerte, a las comunidades más fuertes. El Estado hay que reducirlo. La posición del partido no es tener 18 ministerios, sino 10 ministerios. La idea del partido es integrar a los menos favorecidos que producen, de tal manera que se ponga en valor su trabajo. [Los peruanos] trabajan para comer y no debe ser así, deben trabajar para producir y vivir de ello. Esa es la función que Rafael quiere imponer. Darles facilidades para que se vuelvan entidades autofinancieras.

Te hacía la pregunta porque encuentro cierta contradicción entre hacer un Estado más pequeño y tener mejores servicios públicos.

Es que el reducir los ministerios no quiere decir que se vaya a desmejorar, todo lo contrario. Por ponerte un ejemplo, yo tengo un problema de una mujer, hay que ir al Ministerio de la Mujer, hay que ir al otro ministerio y al otro ministerio, cuando todo debe estar concentrado.

¿Qué ministerios eliminarían? ¿El de Cultura sería uno de ellos?

Yo no soy experto en ese tipo de reducciones, para eso existe un plan de gobierno, un jefe de gobierno, políticos que están enterados. Mal haría yo en dar una opinión.

Pero el plan de gobierno no lo especifica, por eso pregunto.

Por eso mismo te digo, [tengo] una opinión legal al respecto. Me entusiasma la idea en lo general. Creo que es positivo reducir la cantidad porque reduces una serie de gente que está de favor, gente que llegó por el tarjetazo, y te vas quedando con lo seleccionado, con lo mejor.

Hago, entonces, la pregunta a manera personal: ¿tú estarías de acuerdo con eliminar el Ministerio de Cultura?

¿Eliminar? No. Mira, no hay mejor gestión que se ha hecho en Cultura que cuando era Instituto Nacional de Cultura, que dependía del Ministerio de Educación y lo dirigía Martha Hildebrandt, y después el gran César Urueta Alcántara. Fue la mejor gestión. En un gobierno militar.

Entonces, ¿le bajarías el rango y dejaría de ser ministerio para volver a pertenecer al Ministerio de Educación?

Definitivamente.

Quiero hacerte algunas preguntas para definirte mejor. Eres católico.

Católico, apostólico, romano y practicante.

¿Eres también provida y profamilia?

Provida y profamilia. La pregunta lleva un trasfondo. Nuestro partido no es una secta. En nuestro partido hay ateos, hay de diferentes religiones. Nosotros practicamos la selección de meritoriaje. Somos respetuosos de las confesiones ajenas. Somos un partido democrático. Y la prueba está en toda la gente que ha ingresado. No es condición sine qua non ser religioso católico apostólico, es cuestión de tener conceptos democráticos bien definidos en pro y en beneficio de nuestro país.

Pero hay algunas ideas políticas detrás de eso. Por ejemplo, estar en contra del matrimonio igualitario y de la legalización del aborto.

Bueno, eso sí es una política del partido. Somos provida y respetamos la Constitución, que dice que el ser humano es defendido por la Constitución desde que es concebido. Entonces, todo lo que atente contra ello es criminal.

¿Estás de acuerdo con la agenda de ‘Con mis hijos no te metas’?

Por supuesto. Yo soy pedagogo de profesión, egresado del Instituto Pedagógico Nacional, del año 1968. Tengo la escuela antigua. La obligación natural de educar a sus hijos en el aspecto sexual no es del Estado. El Estado no tiene por qué reemplazar al padre y a la madre. En las currículas que nos presenta cierto sector extremista está buscando tergiversar la orientación sexual de mi nieto, de mi hijo. Respeto a rajatabla las opciones sexuales que puedan tener, si es que se llaman opciones. Que puedan ser gays, lesbianas o todas las variantes que hay. Es más, he convivido y sigo conviviendo con muchos gays, lesbianas, etcétera. Yo he sido la primera persona que puso a un travesti en televisión: Coco Marusix. Y fui el primero que trajo un transexual de Brasil al Perú. No los discrimino, los defiendo. Tienen que tener sus derechos: derecho a la herencia, derecho a bienes comunes. Lo que no estoy de acuerdo es que a esa conjunción de derechos se le llame matrimonio. Para mí la unión civil es necesaria e imprescindible, porque no hay derecho que dos personas que se se aman y disfruten de su pareja no estén respaldadas por la ley.

¿Has participado en alguna ‘Marcha por la vida’?

No. Nunca he participado en marchas. Cuando era joven alguna vez participé en una marcha cuando los americanos invadieron Santo Domingo y me costó once días de estar en la prefectura. Desde ahí no he vuelto a participar. He ido a mítines de Belaúnde, de Haya de la Torre. He participado, me han botado, me han apedreado, he sabido aspirar gases lacrimógenos, caballazos, etcétera. Porque la pasión política uno siempre la lleva. Yo desde estudiante he tenido vocación dirigencial. He sido miembro del Centro Federado del Instituto Pedagógico Nacional, después he sido regidor de la Municipalidad, después he pertenecido al Partido Morado. En cuanto entró cierto tipo de gente que no quiero adjetivar, inmediatamente me retiré. Yo con Julio Guzmán era muy amigo. Al extremo que él de vez en cuando [iba] a mi oficina a tomar desayuno conmigo. Pero en las posiciones políticas, hay que ser vertical. Si se desvían ellos, o me desvío yo, digo: “no, hasta aquí nomás. Julito, te agradezco, pero yo no continúo”. A los dos días, fíjate la casualidad, me llama Rafael López Aliaga. Yo me sentaba junto a él en el Consejo de la Municipalidad. Y me dice: “Efraín, te necesito, vente a mi casa que quiero conversar contigo”. Conversamos, nos pusimos de acuerdo y me inscribí en Solidaridad. Yo soy inscrito, no soy invitado.

Fuiste militante de Solidaridad Nacional desde el año 2004 y renunciaste en el 2015. Luego te volviste a inscribir el año pasado.

Sí. Yo renuncié cuando el señor [José] Luna ingresó y me di cuenta que todo eso era una podredumbre. Lucho Castañeda fue candidato a la presidencia. Tuvo la mala suerte de juntarse con gente que no era la ideal para una campaña y la perdió. Y encima ahorita está acusado. Yo soy muy creyente en la honradez de Lucho Castañeda. Yo tengo fe de que es inocente. Y ahora, entre paréntesis, está muy enfermo. Que Dios lo ayude.

Para terminar de definirte, ¿tienes algún vínculo con el Opus Dei?

No, no tengo en absoluto ningún vínculo. Nuestro jefe sí, es agregado al Opus Dei.

¿A qué parroquia vas a escuchar misa?

A la iglesia de San Francisco. A las 7 de la mañana iba a misa, ahora ya no se puede. Tengo muchos amigos que he conocido en la iglesia de San Francisco, en el centro de Lima, frente a la… ¿cómo se llama? La Constitución, ¿cómo se llama? El poder constituyente, ¿no? No.

El Tribunal Constitucional.

El Tribunal Constitucional.

¿Te consideras una persona de derecha?

Soy de derecha popular. De la derecha que todos los días arriesga, pierde, gana y vive de su trabajo. Existe en nuestro país una derecha popular que tiene su principal defecto en que no está organizada, no es legal. El día que se organice, sea legal, va a ser verdaderamente el motor de la economía del país.

Durante años has trabajado con artistas. ¿Consideras que tu posición política es más conservadora que la del común de artistas?

Eso es cierto. Yo soy más conservador. Y debes entenderlo por mi edad: 76 años. Aunque tengo ideas mucho más innovadoras que algunos jóvenes. Pero, ¿dónde está la diferencia? Mi cultura política no es panfletaria. Mi cultura política se ha hecho a través de la lectura, del conocimiento, de la conversación, del enfrentamiento, de la esgrima del diálogo. A mí me molesta que los jóvenes artistas, no te voy a decir nombres, ni el 1% ha leído la Constitución. Entonces, la posición es influenciable, pues. Son gente que se deja llevar por el movimiento, por el famoso… ¿cómo le llaman?, los correos, las redes. Basta que alguna persona en las redes diga: “hay que salir a marchar”, y salen como corderitos. Y después no saben por qué han salido. ¿Quiénes se aprovechan de eso? Ahora sí te voy a decir el adjetivo: toda la caviarada.

Con varias de tus declaraciones te estás distanciando de muchos artistas. ¿Has renunciado al voto de los artistas?

No. Bueno, los artistas están en todo su derecho de estar de acuerdo o no conmigo. Yo no puedo hacerles cambiar de opinión.

Declaraste en una entrevista que tenías la esperanza de que algún mecenas salve al teatro Canout. ¿Esa propuesta se la hiciste a Rafael López Aliaga? Podría ser un mecenas.

Por supuesto, ni que fuera tonto (ríe).

Y te la rechazó, aparentemente.

Hablé con él. Él es muy sensible. Y sé que está haciendo lo posible para ver alguna fórmula de que el teatro no sea derruido y están hablando con los propietarios. Estoy siendo infidente con Rafael, pero ya que me lo preguntas, sí es cierto. Tiene una comisión en su organización particular que está haciendo las gestiones mediante, creo, un fideicomiso y un [contrato de] arras para poderlo comprar. Ojalá sea así. Si se realiza esta operación seré el hombre más feliz de la tierra al comenzar a desempacar y volver a montar el teatro Canout. Ojalá Dios me escuche e ilumine a las personas que están encargadas de eso.

Has dirigido muchas obras de teatro. ¿Estás listo para dirigir un poder del Estado?

No lo sé. ¿Quieres que te diga qué ministerio del Estado me gustaría obtener, o que me nombren? El Ministerio del Interior. Lo primero que haría es empoderar a la policía, hacer que el principio de autoridad en todos los aspectos se implante en nuestro país. Ahí viene el gran defecto de toda esta especie de anarquía que existe en estos momentos en nuestro país.

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