Partidos políticos

En ese sentido, la revitalización de los partidos políticos pasa también por la afiliación de ciudadanos y ciudadanas dispuestos a entregar su tiempo y otros recursos de manera voluntaria para poner en práctica las soluciones a los problemas nacionales, regionales o locales que estiman por convenientes desde algún cargo ejecutivo; guiados por un conjunto de principios, valores y una visión de desarrollo del país. Además de legislar en función del bien común y no de intereses particulares. Lo cual supone hacer vida partidaria, es decir, formar parte de alguna instancia del partido, de elegir y ser elegido, de hacer carrera dentro del partido, de organizar y movilizar a los simpatizantes y a otros afiliados y de participar en las actividades organizadas por el partido. Hoy la debacle de los partidos políticos es una ventana de oportunidad para los nuevos partidos que buscan ofrecer una manera distinta de entender la política y de llevarla a la práctica.

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Gobierno, Partidos políticos

Creo que por estos tiempos hay valores democráticos que los que militan en organizaciones políticas no están transmitiendo adecuadamente. Los contenidos de los principios que mueven a los partidos políticos (¡claro, los que son!) son muy pesados para un país y –por extensión- un mundo cada vez más despartidirizado. Pero insistir en el compromiso político es importante. 

Insistir, teniendo en cuenta las formas en las que se dice el mensaje. La gente masivamente ya no está en los partidos políticos, sino en los medios. Desde ese espacio se puede transmitir el mensaje fresco sobre el compromiso político. Sartori sostuvo que los medios sustituyeron a los partidos. Ya vimos en España que eso no es cierto. Se complementan. Pensemos en esa estrategia. 

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Partidos políticos, Perú

Acá tenemos a las regiones alejadas del poder central; aquellas han desarrollado mecanismos eficaces de protesta, entre los cuales el bloqueo de carreteras se destaca entre todos por su inevitable eficacia. Acá tenemos, reitero, centrifuguismo, distancia, conciencia de sí de las regiones, la que puede ser políticamente canalizada. La rivalidad entre el centro y la periferia nunca ha sido más real, máxime cuando el centro ingresó en un espiral de crisis política desde 2016, y, desde hace 5 años nos ha “regalado” 6 presidentes y 3 Congresos.

En su texto, que trata del neorepublicanismo, Sergio Ortiz Leroux coloca a la sociedad civil como un cuarto poder eventual, al lado de los tres poderes del Estado, aquel se autoconvoca y moviliza cuando los otros tres se desvían notablemente del bien común. Con esto, ciertamente, ni justifico violencias, ni niegos infiltrados, pero tampoco podemos terruquear las protestas sin observar en ellas el hartazgo del Perú provinciano frente al Perú central, con notables toques identitarios, que dan para otra columna.

El poder político central, y todo lo que se mueve a su alrededor no maduraron los últimos 22 años: involucionaron. Regresó la democracia, pero en su versión informal, sin partidos políticos, es más, sin políticos, con pillos, en su mayor parte, con lobistas, desapareció la mínima huella republicana de lo que significa la búsqueda del bien común, prevalecieron los extremos, de la derecha y de la izquierda. Por ello, las regiones piden otros gobernantes al centro del poder y, cada vez más, imponen la agenda de una nueva constitución, o al menos su refrendo. Las cartas están sobre la mesa.

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Izquierda, Partidos políticos, Regiones

Hay dos formas de administrar la identidad.

Por un lado, que se define inmutable: endiosa, rinde culto y agudiza la diferencia. En primer lugar entre los de adentro y los de afuera. Nosotros y los otros no tenemos nada en común: comemos, amamos, enterramos, creemos, en fin, vivimos, de manera radicalmente y esencialmente distinta. Somos la versión definitiva de lo humano. Además, hay una sola manera de ser nosotros. Si alguien no la abraza, pues, o se convierte en otros o, muchas veces, en peor que ellos. Es una identidad que se sustenta erigiendo barreras y acumulando tabúes.

Por otro lado, está la que se reconoce como una expresión de la variedad de lo humano, define lo que la diferencia de manera orgullosa e interactúa con otras identidades sin complejos, admitiendo que la propia es fluida y dinámica. Quienes la asumen no exigen ni buscan la pureza. Nosotros somos diferentes de los otros, pero nos unen no pocas cosas. Muchos son nosotros a su manera y eso no los convierte en otros.

Dos formas que han producido, ambas, resultados notables, convivencias productivas y tragedias sin nombre.

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Partidos políticos, psicología

Año tras año, como lo indican las encuestas, la desconfianza entre los ciudadanos aumenta. ¿No son acaso el uso irregular de los recursos públicos, los escándalos de corrupción, la ineficiencia en la prestación de servicios públicos, entre otros hechos, los que provocan que la confianza en el Estado y en las instituciones disminuya? ¿A los que detentan el poder les preocupa que su desempeño sea valorado de manera positiva? ¿Qué las instituciones, bajo su responsabilidad, sean percibidas por los ciudadanos como justas y transparentes en la prestación de servicios públicos y por eso mismo confiables? ¿Se dan cuenta que la desconfianza política impacta la confianza interpersonal? ¿Sería mucho solicitarles que evalúen los efectos de la creciente desconfianza política e implementen las acciones necesarias para contrarrestarla? Tal vez sea mucho pedir en las actuales circunstancias.

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confianza, corrupción, Partidos políticos

Insisto, asimismo, en que los partidos políticos deben tener una narrativa que trascienda la plaza pública. Para ello, es imprescindible su participación mediática a través de programas que conecten el internet con la televisión. En estos tiempos, política y medios no pueden ir por separado o que estos últimos sean sustitutos partidarios.

Así, entre otras medidas, se puede reconstruir la legitimidad y confianza de las instituciones políticas en nuestra joven democracia.

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confianza, Democracia, impolítica, Partidos políticos

Lo que está sucediendo en este momento es que los candidatos que postulan son los que, no teniendo mayores méritos, ganan más en un cargo público que en el sector privado o los que no teniendo mayores méritos buscan obtener ingresos ilegales a través del cargo.

Por otro lado, los que si tienen méritos, pueden ganar mucho más en el sector privado y sin asumir ninguno de los costos y riesgos de un cargo público, razones por las cuales deciden no involucrarse en la política.

Con una compensación lo suficientemente elevada, la gente capaz y honrada se vería atraída a la cuestión pública.

Estamos aplicando una regla económica elemental, si quieres conseguir a alguien talentoso y honesto tienes que pagarle acorde a sus habilidades y a los riesgos inherentes del cargo. Y lo que se paga actualmente en los cargos públicos es insuficiente.

Es posible que muchos se escandalicen si se aprueban compensaciones muy elevadas para presidente, congresistas, alcaldes, ministros y gobernadores, pero si se toman en el contexto del presupuesto que manejan se darán cuenta que esta representa un porcentaje minúsculo y que lo que se pierde por corrupción y negligencia es muchísimo mayor.

Por ejemplo, si al presidente se le paga un millón de dólares anuales, equivaldrían a menos del 0.001% del presupuesto nacional.

¿Qué país tendríamos si logramos atraer a gente capaz y honesta a la política?

Uno mucho mejor sin duda.

Twitter: @rafaelletts

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Gobierno, Partidos políticos, política peruana

No cabe duda que la calidad de la democracia depende en mucho de los liderazgos democráticos y de los partidos políticos que los sustentan. A partir de las experiencias políticas pasadas se puede esbozar las características de los mismos. Un líder democrático asume plenamente y sin ambages los valores democráticos. Asimismo, su quehacer es guiado, entre otros, por la ética pública. Aspira a gobernar para servir a los ciudadanos y no servirse de ellos. De igual modo, suma, articula y da coherencia a las demandas y expectativas de distintos sectores de la sociedad. Es capaz de arribar a acuerdos mediante el diálogo público. Por último, cuando llegan al poder, de manera democrática, lo dejan cuando corresponde en estricto cumplimiento de las normas establecidas. ¿Con cuántos de estos liderazgos contamos? Pocos, muy pocos.

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Partidos políticos, Política

Los modelos caudillistas del presente, su elasticidad (que en algunos casos los lleva a ser vientres de alquiler) no son un síntoma de degradación que haya que enmendar, sino un signo de los nuevos tiempos políticos a los que debemos acostumbrarnos, sin tratar de amoldar la realidad mediante leyes inaparentes.

Las crisis políticas que vivimos los últimos tiempos no son producto de que tengamos esa clase de partidos, sino resultado de mediocres decisiones de los elegidos o inquilinos accidentales en Palacio (la bronca Keiko-PPK, la gestión de Vizcarra, el despropósito de Merino o el incompetente de Castillo).

La precariedad de ese modelo tradicional tiene su mejor botón de muestra en la trayectoria del partido Morado, que se pasó años formando comités, bases, asambleas, inaugurando locales, haciendo elecciones, etc., y hoy está reducido a nada por su desventura electoral. Cumplir con los ritos partidarios tradicionales no asegura un buen porvenir y no debe ser por ello el requisito necesario para proceder a resolver la crisis vigente.

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