TRES
Del 69 al 74 jugó en el equipo merengue. Ya era considerado uno de los mejores en su puesto. Y la “U” era el paso lógico. Chumpitaz, el capitán, salía de su área y cabeza levantada, daba un pase milimétrico al Jet, a quien los defensas solo le podían ver de espaldas. Siempre. Muñante, antes de llegar a la línea de cal, acomodaba el balón y centraba con efecto geométrico. El balón caía, como si fuera un paracaídas, a la testa de Cachito o Percy Rojas, quienes impulsaban el balón, con precisión suiza y una celeridad, que apabullaba al arquero de turno. Debió estar en el Mundial del 70, pero no fue posible. En el 71 el torneo peruano era uno de los mejores de Latinoamérica: Todos los grandes jugadores peruanos jugaban en el país y llegaron extranjeros de calidad intrínseca: Pedro Alexis González, Converti, Tojo, Ballesteros, Quiroga, Vinha de Souza, Rojitas, Francisco Ponce, Verderi, Gomez, Bastidas, etc. Si bien Universitario, Cristal, Alianza Lima eran los candidatos de siempre, había otros equipos como Defensor Lima, Deportivo Municipal y Melgar que tenían un gran nivel.
Muñante y Cachito Ramírez corrían los 50 metros en 5,5 segundos. Fernando Acevedo, el campeón de los 100 metros en Sudamérica dijo: “Es imposible”. Entonces, los 2 jugadores, cremas, lo retaron a una carrera. Acevedo reculó, pero pidió jugar una pichanguita entre los 3.
En el 72, jugó la Libertadores y sobresalió. Tal era su nivel que muchos periodistas extranjeros lo comparaban con Jairzinho, e incluso decían que lo superaba en velocidad. Coincido. Si bien, debo reconocer que había momentos en que Juan José desaparecía del partido. Lo acusaban de medroso en partidos donde se ponía pierna fuerte. El 73 la eliminación peruana, a manos de Chile, lo golpeó significativamente. En el partido en Santiago, ingresó por un incoloro Cubillas y ésto propició que Chile se vaya delante y nos ganara. Participó del partido definitorio en Montevideo, donde nos quedamos con las manos vacías. Fue señalado como uno de los culpables.
CUATRO
El 74 se fue a México al Atlético Español y luego al Pumas, donde un jovencísimo Hugo Sánchez daba sus primeros pasos. Compartía la delantera con un brasileño Cabinho y eran la dupla perfecta: Muñante asistía y Cabinho la metía dentro. Ergo, Cabinho resultó goleador del campeonato.
Campeonó en 1977 y se consagró. El periodista/locutor Ángel Fernández, quien narraba lo acontecido en las canchas -con tintes barrocos e hipérbole- a flor de piel, lo bautizó como La Cobra.
Los Millennials deben saber que, Jota Jota, era una especie de Paolo Guerrero para los jóvenes de mediados de los setenta. El partido ante Chile, en Santiago, era la revancha para él. Perú no podía perder. De ahí la importancia del partido.
El 26 de marzo se jugó el partido de vuelta. La Cobra fue fundamental en los 2 goles. Sendos centros, paracaídas, para los goles de Sotil y Oblitas. Fue su desquite y les contestó, con actuaciones sobresalientes, a sus pocos detractores.
El Mundial del 78 mostró el respeto que le tenían los escoceses, holandeses y brasileños. Lo marcaban de a 2. Ya tenía 30 años. Creo que había pasado su mejor momento.
Luego de 5 años terminó jugando en Tampico. Se retiró en el 83 con 35 años.
CINCO
Ante su fallecimiento, el Pumas de México hizo una remera de homenaje al delantero. Cuando se realizaba el minuto de silencio, se proyectó, en la pantalla del estadio, la imagen de ídolo. Los presentes aplaudieron respetuosamente. Diversos programas deportivos, entre ellos ESPN, lo recordaron con cariño. En Lima, Universitario y Sport Boys, donde es inobjetablemente el mejor en su puesto, ignoraron su deceso. Imperdonable. Dícese que una persona no muere con la muerte física, sino cuando es olvidada.
Con esa clase de dirigentes no me sorprende que el futbol peruano, a nivel de clubes, esté en crisis. Se dice que es necesario interpretar el pasado para encarar el futuro. De allí que la frase del vate argentino sea un axioma.
Pasaron 3 años de su deceso.
Por mi parte, esos gritos ensordecedores de aquel marzo de 1977 permanecen en mi memoria, así como tu gol elíptico.
Gracias, Juan José Muñante López, por las alegrías brindadas.