Giarcarla Di Laura

Kloaka: la gran libertad

A sus cuarenta años de fundado, el grupo literario Kloaka realiza una celebración convocando a sus integrantes activos para festejar este aniversario, que está resultando ser muy revelador en muchos sentidos. Varios de los miembros de Kloaka son académicos, críticos o activistas y permanecen coherentes con las bases en las cuales se cimentó Kloaka. Esa actitud irreverente, polémica, y que pone en tela de juicio presupuestos establecidos dentro del provinciano «establishment» cultural es el nervio de Kloaka y lo que le da una auténtica consistencia al grupo.

A través de sus 40 años, con depuraciones y nuevas adhesiones, es emocionante ver cómo la línea de sus poetas sigue en pie, dando nuevos frutos. Domingo de Ramos, por ejemplo, acaba de publicar Los sicarios del tiempo, un poemario que nos ofrece imágenes violentas de cómo una ciudad y el espacio confinado de la pandemia pueden asfixiarnos. Por su lado, Guillermo Gutiérrez Lymha, uno de los fundadores originales de 1982, acaba de presentar Infierno iluminado, un libro donde la violencia, el caos y el deterioro gritan su presencia en cada poema. El 2020, otro de los fundadores, Edián Novoa, publicó dos poemarios, S/il/vana en tiempos del desamor y No hay tela para tanto muerto, escarbando en su propio estilo la angustia producida por la mortandad del Covid-19 y pasando de la narrativa a la poesía, pues antes solo se había manifestado a través del cuento y una novela, La muerte lenta, hasta hoy inédita. La poeta Mary Soto reeditó no hace mucho su conmovedor libro Ayataki de mi quebranto, que recoge parte de la tradición andina desde las luchas sociales de las que la autora ha participado desde siempre. Obviamente, la continuidad que estos poetas mantienen no solo representa sus propias voces, sino la del espíritu del colectivo.

Un factor muy importante para un grupo literario es contar con la sensibilidad para poder compartir experiencias en palabras, sensaciones e imágenes a fin de tener a la misma vez una marca distintiva. Lo grande de Kloaka es precisamente el ímpetu y las ganas de llevar a sus extremos la máxima libertad a través de la palabra. Cada uno lo hace a su manera y no hay una fórmula común, al estilo de los surrealistas y su escritura automática, sino que interesa sobre todo mantener la heterogeneidad con que nacieron en el panorama de las letras peruanas.

Ha sido un placer el poder ver por internet el 23 de marzo y el 1 de abril los dos primeros recitales en celebración por los cuarenta años del grupo. Poetas como Mary Soto, Domingo de Ramos, José Antonio Mazzotti, Edián Novoa, Manuel Liendo, Rubén Quiroz y el gran Guillermo Gutiérrez Lymha leyeron sus poemas con esas mismas ganas y la actitud libertaria con las cuales se fundó Kloaka.

Algunos se preguntarán por qué un exmiembro levantó la voz en protesta de estas conmemoraciones y solo podemos concluir que se creía dueño del nombre y del derecho a usarlo de manera exclusiva, por lo que al tomar los otros miembros la iniciativa de comenzar las celebraciones sin él se desquició. Llegó a perder los papeles insultando a diestra y siniestra, incluso a mí, de la peor manera machista, con tal de salirse con la suya. Es triste ver que alguien que gozó de cierto aprecio en el pasado haya acabado vociferando como un adolescente ebrio.

Lo importante es que el verdadero Kloaka de hoy ha superado todas las tormentas y chantajes y cuenta con el aprecio y entusiasmo de muchos seguidores. La literatura peruana tiene en Kloaka uno de sus capítulos más apasionantes.

Los miembros del grupo anuncian un volumen conmemorativo y nuevos recitales y eventos a lo largo del año. Esperamos que sigan manteniendo su filo para romper el marasmo en que a veces se solaza nuestro parnaso local. Sus lectores y amigos nos lo merecemos.

 

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Cultura, sociedad

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