Roberto Lerner

Dos trabajos para ellas, un trabajo y un hobby para ellos

Más de una vez he reflexionado acerca del impacto que tiene en las gestantes y madres primerizas, el bombardeo del que son objeto por parte de quienes ofrecen productos, pero también de profesionales y otros creadores de opinión, en el sentido de una idealización de la maternidad y lo que significa.

He recibido comentarios diversos. Desde el aliento de mujeres que se sienten arrinconadas por un discurso extremista – todo pasa a un segundo lugar frente a la crianza- hasta los testimonios intensos de madres que encuentran en serlo la razón de sus vidas, y las críticas de profesionales que me han indicado que, independientemente de mis buenas intenciones, contribuyo a relativizar logros, como la importancia de la lactancia materna, que son incuestionables.

La maternidad humana es un fenómeno sobrecogedor, una suma de actos y sentimientos que, en la mayoría de los casos, producen un vínculo de gran solidez, único en la naturaleza por su proyección en el tiempo. Pero no es un hecho mágico, un evento puntual: es un proceso complejo que se rinde a las realidades de la biología, la evolución de la especie, pero también a las de la cultura, en su enorme plasticidad.

Por un lado, el éxito razonable –mejor no se puede- de la maternidad, radica en una alternancia de sentimientos y en la capacidad de integrarlos, incluyendo los más negativos, pero también en el reconocimiento de ritmos personales, opciones y prioridades. En el caso de las mujeres, un logro indiscutible de la civilización, es haber reconocido su derecho a realizarse en una variedad de campos y dimensiones de la experiencia.

Aunque en el espacio de lo público, del desempeño laboral, del ejercicio del poder político, están casi a la par de los varones, en el espacio de lo privado llevan una carga que no puede ser repartida, aun en el contexto de hogares igualitarios en los que los hombres contribuyen de manera importante.

Las mujeres tienen dos trabajos. Ambos demandantes. Cuando llega la hora de cerrar la oficina, ellas hacen un cambio de turno y comienzan un segundo trabajo. Los hombres tenemos un trabajo y un hobby. Hasta que no podamos quedar en cinta, no hay manera de cambiar esa realidad.

Es lo anterior que hace de la maternidad y las madres algo tan espectacular, y lo único que he querido hacer es decir que la manera en que combinan, alternan, priorizan, optan con respecto de esos dos trabajos, merece respeto, admiración y apoyo.

 

 

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