Tampoco este año voy a pecar de hipócrita ni trataré de poner, misma guía telefónica, cuanto libro se haya publicado por autores peruanos. Necesitaría varias semanas para acercarme a un panorama exhaustivo. No. Aquí se trata de hacer una selección según mis criterios, por lo que forzosamente quedarán fuera muchos títulos que para otros lectores podrían ser interesantes.

Debo añadir que, pese a la pandemia y el relativo distanciamiento (lo que supuso menos actividades presenciales o algunas magras de público), el año fue fecundo en publicaciones literarias, lo que se evidenció en numerosas ferias, presentaciones de libros y festivales virtuales, como los organizados por el Proyecto de La Huaca es Poesía, que dirige el poeta Rafael Hidalgo.

Aquí va lo que me entusiasmó del 2021 y ahora recomiendo:

Novela

¡Kutimuy, Garcilaso!, de Eduardo González Viaña, es la última entrega del prolífico narrador liberteño, construida entre la ficción y la historia de un personaje sumamente importante para nosotros los peruanos, sobre todo en este contexto que acabamos de vivir, nuestro Bicentenario de la Independencia y la fundación de la república. En esta ocasión, la novela se centra en la gran figura del primer mestizo fundacional, el Inca Garcilaso de la Vega, con rasgos de realismo mágico y a la vez reconstrucción de la historia colonial. Nos propone un Inca con raíces andinas, reinterpreta el Taki Onqoy y lo usa como analogía de nuestra reciente historia política en una prosa ágil que ya antes ha sido reconocida por su musicalidad y colorido. 

¡Bésala, idiota!, de Jorge Irribarren, es una novela que entreteje historias y toca temas muy actuales que hacen reflexionar al lector sobre la existencia, el tiempo, el fetichismo y el amor, aparte de mencionar e indagar en otros tan importantes como la migración, el trabajo, las relaciones y la cultura en general. Con gran dominio narrativo, Irribarren nos lleva de una cultura a otra, es decir, de vivir lo peruano a experimentar lo alemán (él vive en ese país), insertando términos de ambas lenguas. De pronto estamos tomando un pisco sour o un chilcano y de repente nos encontramos en un bar disfrutando de una cerveza alemana. El gran acierto de Irribarren es utilizar estos giros y cambios de ambiente a medida que avanza la trama para hacernos sentir el bilingüismo y la biculturalidad que uno obtiene cuando es ciudadano de dos mundos.

Revolución caliente (una historia del Perú) es una de las nuevas novelas del polifacético Rodolfo Ybarra –poeta, novelista, ensayista y cuentista–, quien siempre destaca en el ámbito cultural. Se trata de una novela que nos lleva a las décadas de los ochenta y noventa y nos recuerda lo difícil que era vivir en esos años en el Perú.

 

También Otras caricias, de Alonso Cueto, una interesante incursión por los recuerdos de la música criolla; El carnaval de los espíritus, de Mario Suárez Símich; Historia, de Julián Pérez; El amor es un perro que ruge desde los abismos, novela del promisorio J. J. Maldonado; y, entre los novelistas más recientes, Huella de tigre, Maica Guerrero, y Caen los colibríes, de Carlos Fuller.

Cuento

La irrealidad y sus escombros, de Rocio Uchofen (autora afincada en los Estados Unidos), contiene catorce cuentos, con grandes innovaciones en cuanto a la forma y al contenido, ya que tenemos finales totalmente abiertos donde los protagonistas son capaces de decidir y tomar decisiones imprevistas.

La ciudad en que no estás, de Margarita Saona (también parte de nuestro Quinto Suyo literario), recoge más de cincuenta relatos breves donde la voz narrativa mantiene una actitud nostálgica hacia vivencias que en sí son los protagonistas de estas secuencias narrativas, donde la narradora se desenvuelve en inesperadas situaciones.

Libros de cuentistas jóvenes que han destacado el 2021: El último color, de Manuel Nieves; Mañana nunca llega, de Tadeo Palacios Valverde; y Mis últimas palabras, de Rómulo Reaño. 

Como antologías notables, tenemos 21. Relatos sobre mujeres que lucharon por la Independencia del Perú, con selección y prólogo del crítico José Donayre Hoefken y grandes evidencias del talento y la pasión que tienen nuestras cuentistas contemporáneas. También, Cuentos peruanos de la pandemia, del reconocido crítico y poeta Ricardo González Vigil. 

En literatura infantil, sobresalen Animales peruanos y Navegar por los aires, los dos últimos libros y proyectos que presenta Micael Chiriff, la autora más activa de este género muchas veces ninguneado, y La vaquita, de Samuel Cárdich.  

Poesía

Dos recopilaciones de poetas consagrados descollaron el 2021, confirmando la calidad y variedad de sus respectivas trayectorias. En primer lugar, la antología Castillos en el aire: antología poética 2013-2019, de Marco Martos, que incluye avances de su nuevo libro Mar del Perú, en el tono sereno y depurado que caracteriza a este importante poeta de la Generación del 60. También El Zorro y la Luna. Poemas reunidos 1981-2021, que incluye el nuevo libro de José Antonio Mazzotti Poemas posthumanos, un sentido homenaje en clave transbarroca a César Vallejo y las víctimas de la actual pandemia.

Por su lado, Vanesssa Martínez Rivero publicó ARTE-FACTA, con textos de sus distintos poemarios, desde La hija del carnicero (2007), Coraza (2009), Carne (2012) y Redondo (2015), hasta Un tercer ojo para la tristeza (2019), lo que la consagra como una de las voces dosmileras más interesantes. 

Otros títulos destacables son Los sicarios del tiempo, de Domingo de Ramos; Parábola de las ideas impuras, de Enrique Sánchez Hernani; Amazona, de Susan Lobato; Calaveras retóricas, de Diego Lazarte; Manantiales, de Willy Gómez Migliaro; Comentarios irreales, de Miguel Ildefonso; Migratorio, de Miguel Lescano; Extensas legiones, libro tri-autorial de Evgueni Bezzubikoff, Miguel Ildefonso y Juan José Soto; El califato de Lima, de Diego Otero; Epitafios del desierto, de Ricardo Josadth; Tapir tapir, de Renato Pita; Cam Girl, de Fiorella Terrazas; y Fiesta, de Denisse Vega Farfán.

Entre las revelaciones jóvenes, siendo todas voces femeninas, me impresionaron Canción y vuelo de Santosa, de Gloria Alvitres Aliaga; El Apu descalzo, de Maggie Velarde; y Alguna vez esto dolió, de María Alejandra López.

También debe subrayarse la importancia de la poesía en lenguas originarias, como se ve en Sanchiu, de Dina Ananco, poeta que proviene de la tradición awajún y wampís. Esta es una tradición que poco a poco empieza a merecer mayor visibilidad y que sin duda cobrará mayor presencia según se vayan democratizando nuestras instituciones y medios de comunicación, tradicionalmente criollos y limeñocéntricos.

Otras publicaciones dignas de mención son las antologías que compone la poeta Karina Medina de Poesía joven ultimísima para poetas varones y mujeres, un esfuerzo que merece reconocimiento.

El resto, más o menos deleznable, oscila entre la brichería y el feminismo de feria.

A rascarse rico.

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cuento, Literatura, poesía, recomendaciones literarias

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Donald Trump, Keiko Fujimori, Lo mejor del 2021, Pedro Castillo

-La ratificación del economista Julio Velarde en la presidencia del Banco Central de Reserva, BCR. Y junto con ello, la elección de un directorio solvente y profesional, que jamás se prestaría a enjuagues monetarios que desde Palacio puedan provenir como intención subalterna. De hecho, gran parte de la relativa estabilidad de la que la economía peruana goza, a pesar de los dislates que se cometen, con fruición inapelable, desde el Ejecutivo, obedece a la presencia de Velarde en el instituto emisor.

-La salida de Donald Trump de la Casa Blanca. Cabal representante de la derecha bruta y achorada global, el expresidente republicano se empeñó en destruir los valores políticos de esa gran democracia que son los Estados Unidos, llevando la polarización fundamentalista a extremos de xenofobia, racismo, clasismo y misoginia pocas veces vistos en una nación libre y comprometida con los derechos humanos, como la fundada por George Washington y los padres de la Independencia. El clímax de su demencia ocurrió en los primeros días de enero cuando hordas de sus seguidores, instigados por el propio Trump, tomaron el Capitolio para impedir la proclamación de Joe Biden como presidente.

-La movilización de la derecha peruana. Acostumbrada a silente testimonio de los hechos políticos, la derrota de Keiko Fujimori y el triunfo de un radical de izquierda como Pedro Castillo, sirvió, al parecer, para activar las consciencias de sectores crecientes de la derecha peruana. Más allá de sus excesos ideológicos o de sus torpezas logísticas (perder meses valiosos en una insensata campaña denunciando un fraude inexistente), es saludable para la democracia peruana que haya una derecha movilizada, con presencia en las calles y con una representación congresal bastante unificada.

-La institucionalidad de las Fuerzas Armadas. A pesar de llamados golpistas de algunos de sus excompañeros de armas y de sectores febriles de la ultraderecha, las Fuerzas Armadas peruanas han dado muestra cabal de que su principal mandato es obedecer la Constitución y que ya pasaron a la historia los tiempos en que los tanques se imponían a las urnas.

-El ingreso de Mario Vargas Llosa a la Academia Francesa. Un hecho sin precedentes y extraordinario, que honra no solo a nuestro Nobel sino también a su país natal, el Perú. Controvertido hasta el final de sus días, es indudable, sin embargo, la superlativa jerarquía artística y académica lograda por el escritor arequipeño, nunca antes alcanzada, a nivel de reconocimiento internacional, por otro compatriota.

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2021, Castillo, Keiko Fujimori

En el 2014 Brenda Rivera decide darle un regalo a su enamorado: un queque marmoleado. “Mi queque favorito”, cuenta. Al postre lo decoró con dulces y decidió que sería una buena idea publicar las fotos de cómo le había quedado aquel dulce en su cuenta de Facebook. Total, era un regalo hecho con cariño y la alegría -se sabe- debe ser compartida, sobre todo en estos tiempos. Entonces pasó algo. De pronto sus amigos que vieron la publicación la llenaron de elogios, ‘likes’ y preguntas: “¿Vendes los queques?”, era la consulta más frecuente. Lo que había comenzado como un gesto de amor a su novio, se convirtió de pronto en una idea de emprendimiento que hoy la ayuda para su sustento.

Brenda tiene 26 años. Estudió comunicaciones en la Universidad de Lima, y los conocimientos que adquirió en la facultad los aplica en su negocio. El ser comunicadora -y pastelera autodidacta- le ha servido para plantearse estrategias útiles para su negocio. Primero, crear un nombre ingenioso. El primer nombre de este emprendimiento fue Deco Dulce, pero eso fue hasta ayer 31 de diciembre del 2021. Con el amanecer del nuevo año, este 2022, el negocio de Brenda fue rebautizado como De Bren Bakery. Tuvo que cambiarle de nombre a su emprendimiento debido a que uno similar se encontraba registrado en Indecopi. Así que lo rebautizó, pero no la fórmula del sabor ni la alegría con lo que los hace.

“Yo hago postres frescos y tengo una variada carta. Todo lo que hago es a pedido. No tengo pasteles en stock porque al estar guardados, pierden frescura. Y eso no me gusta”, detalla Brenda sobre sus postres como cheesecakes, pies de limón y manzana; carrot cake, brownies, alfajores, cupcakes, blondies, quiches, bowls, trufas, entre otros.

PASTEL 1

Comunicaciones y pastelería

Brenda asegura que su carrera de Comunicaciones, para este negocio, también la ayudó para editar videos -con los que promociona sus productos- crear diseños que hacen más atractiva su carta, diseñar su logo y enriquecer su capacidad creativa. Además de tener una red de contactos a los que reúne para pedirles una lluvia de ideas para innovar y crear nuevos productos.

“Soy [pastelera] autodidacta. Leo recetas que aprendí en internet. Comencé viendo tutoriales de Youtube, así aprendí”, comenta. “Mi familia y mi enamorado son mis principales degustadores. Así comencé a crecer”, dice quien confiesa que, el año pasado -cuando acabó la universidad- habló con sus padres y les pidió disculpas por haberles hecho pagar una carrera. “Los reuní y les dije que quería dedicarme a la repostería. Mis padres me entendieron”, cuenta con gratitud, por las oportunidades brindadas. Hoy la sala y el comedor de su casa son el taller de su repostería. Su padre la ayuda con el reparto de los pasteles y hasta sus abuelos le prestan su casa para que ella prepare sus pasteles, cuando Brenda en su hogar, no puede cocinar.

¿Qué aspiras para este 2022?, le preguntamos. “Quiero llegar a más personas. Tener un taller propio el próximo año. Y en un lugar más céntrico (Brenda vive en La Molina), como Surquillo, Surco o San Borja, donde está la mayor cantidad de sus clientes”, cuenta. Aunque aclara que sus postres -vía delivery- llegan a todo Lima. Su carta pueden revisarla en su Instagram o hacer pedidos al WhatsApp 999 215 501.

PASTEL 2

¿Cuáles han sido las principales dificultades que se le presentó al momento de emprender?, le preguntamos. “Acá nada es fácil. Uno quiere formalizarse, pero la verdad que la formalización es muy engorrosa y confusa, pero hay que hacerlo”, dice. Solo el cambiarle el nombre a su emprendimiento ante Indecopi, le tomó un año.

Además- dice- su alegría cotidiana, le resultó un aliciente. “El ser joven me hace tener energías. He dejado de dormir por días para dedicarme a este emprendimiento. Trabajo sola, cumplo con los pedidos con alegría. Soy cero negatividad. Aunque me pasen mil cosas, nunca me verás deprimida. No es que nunca esté triste, pero ¿de qué me sirve ponerme a llorar todo el día?”, afirma y recuerda “Tienes que estar al 100% para que las cosas te salgan bien en el emprendimiento que tengas”, aconseja a los futuros emprendedores del Perú.

¿Y qué pasa cuando viene el tiempo de las vacas flacas? “No todos los días o semanas son buenas”, dice. “Hay días que nadie te responde tus mensajes o nadie te compra, pero hay que seguir. No te rindas. No pares. Sigue ofreciéndole tus productos a tus clientes hasta que se aburran y te compren”, aconseja, con una sonrisa. Y añade: “A veces no tienes una inversión grande. Pero recuerda, al menos en repostería, comienza con lo mínimo y aprende. Hay miles de lugares para aprender, como YouTube. No necesitas meterte a clases caras. De hecho, eso lo puedes hacer más adelante. Tienes que aprender a tratar a la gente. Nunca faltes el respeto y sé compresivo”, aconseja, esta joven que ha hecho de la repostería, un método de vida, una forma de llevar alegría, a través de sus pasteles y que espera, este 2022, sea el año, más dulce de su vida.

Dato:

Para comunicarte con De Bren Bakery pueden escribir a su Instagram, WhatsApp 999 215 501 o ver su carta en: https://linktr.ee/Decodulceb

 

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Brenda Rivera, De Bren Bakery, Deco Dulce, Emprendimiento, pasteles, postres

Hace solo un par de semanas, el 19 de diciembre, el mundo del llamado pop operístico o crossover quedó sorprendido por la noticia de la muerte de Carlos Marín, barítono de 53 años edad e integrante del exitosísimo cuarteto vocal Il Divo, creado en el 2004 por el conocido productor británico Simon Cowell. Marín, español nacido en Alemania, falleció por complicaciones del COVID-19, hecho que dejó aun más atónitas a sus miles de seguidoras pues se trataba de una persona joven, con un estilo de vida saludable y con todas las condiciones para mantenerse a salvo de esta atroz pandemia.

Y, a pesar de que la lista de nombres es profusa, lo más probable es que muchos no sean tan reconocibles a la primera mención, salvo casos demasiado notables como el baterista Charlie Watts (24 de agosto, 80), legendario baterista de los Rolling Stones, sin lugar a dudas la muerte que más titulares y obituarios produjo. Otros rockeros de su generación, como su compatriota Gerry Marsden, líder de Gerry & The Pacemakers -pioneros de la primera Invasión Británica- o el vocalista y guitarrista de The Monkees, Michael Nesmith, una de las personalidades fundamentales de la radio y la televisión sesentera en los EE.UU., fallecieron a los 78 años ambos, el 3 de enero y el 10 de diciembre, respectivamente.

En líneas generales, podemos decir que la música en español ha sido protagonista en cuanto a notas luctuosas. Desde emblemáticas figuras como el cantante mexicano Vicente Fernández (12 de diciembre, 81); los dominicanos Johnny Pacheco (15 de febrero, 85) y Johnny Ventura (28 de julio, 81), importantes figuras de la salsa y el merengue; hasta los trovadores Vicente Feliú (17 de diciembre, 74) y Patricio Manns (25 de septiembre, 84), muy conocidos en Cuba y Chile como azuzadores de los movimientos de canción-protesta desde finales de los sesenta, tenemos una variopinta relación de estrellas de la música que han dejado su huella imborrable este 2021.

El rock argentino ha perdido varias luminarias: Gabriel Ruiz Díaz, energético bajista y fundador de Catupecu Machu (23 de enero, 45); el saxofonista y cantante Willy Crook (27 de junio, 55); los históricos Rodolfo García (4 de mayo, 75), baterista de Almendra, banda auroral de rock en español creada por Luis Alberto Spinetta y luego fundador de Aquelarre; y Rinaldo Rafanelli (25 de junio, 71), bajista que tocó con Sui Generis, Color Humano, Seleste y Polifemo, estas dos últimas lideradas por David Lebón. Por cierto, el célebre guitarrista y cantante sufrió este año la pérdida de su hijo Tayda, artista trans que se suicidó el 14 de octubre. Por su parte, los peruanos amantes del rock latino lloraron la muerte del vocalista de Los Violadores, Enrique Chalar, más conocido por todos como Pil Trafa. Pero si hablamos de históricos, no podemos olvidar a Billy Cafaro, quien a inicios de los sesenta impuso éxitos rocanroleros como Personalidad o Pity, pity. Cafaro falleció a los 84 años, el 4 de septiembre.

La salsa también sufrió duros golpes este año. Además de los ya mencionados Pacheco y Ventura, nos dejaron este 2021 el sonero portorriqueño Paquito Guzmán (9 de diciembre, 82), intérprete de conocidas salsas ochenteras como Cinco noches y Doce rosas; el bongosero y bailarín Roberto Roena, líder de la Apollo Sound e integrante original de la Fania All Stars (23 de septiembre, 81) y el extraordinario pianista norteamericano Larry Harlow, alias “El Judío Maravilloso”, columna vertebral del sonido de la salsa dura (20 de agosto, 82). El 1 de septiembre falleció, víctima del COVID-19, la leyenda de la salsa cubana Adalberto Álvarez, con una larga trayectoria dirigiendo orquestas de salsa, son y timba. Otros personajes notables: Ralph Irizarry (5 de septiembre, 67), timbalero de Seis del Solar, la orquesta ochentera de Rubén Blades; Héctor “Tempo” Alomar (9 de mayo, 70), conocido en nuestro medio por la canción Cómo te hago entender que grabara en 1996 con la orquesta de Roberto Roena; Manuel “Mannix” Martínez (29 de diciembre, 66), vocalista de La Sonora Ponceña entre 1983 y 1996, periodo de éxitos como Canción, Sigo pensando en ti, Sola vaya, entre otros.

En nuestro país, recordamos a los siguientes destacados músicos: Filomeno Ballumbrosio (18 de marzo, 59), reconocido por su trabajo junto a Miki Gonzáles en los ochenta; el bolerista Guiller (25 de junio, 79); el promotor de conciertos de rock Eduardo “El Mono” Chaparro (2 de febrero); y el vocalista de Actitud Frenética, considerada la primera banda grunge del país, Ronald “Ronieco” Padilla (12 de diciembre, 50). Otros músicos de la región: el quenista argentino Jorge Cumbo (28 de octubre, 78); el cantautor César Isella (28 de enero, 82), ex integrante de Los Fronterizos y compositor del himno latinoamericano Canción con todos (1969); el pianista clásico brasileño Nelson Freire (1 de octubre, 77); y el saxofonista mexicano Eulalio “Sax” Cervantes (14 de marzo, 52), miembro de La Maldita Vecindad y Los Hijos del 5to. Piso, quien falleciera víctima de COVID-19.

El 5 de julio, a los 74 años, la diva italiana del pop, Rafaella Carrá, dejó a sus fans una estela de sentimientos encontrados, la tristeza por su partida y la algarabía de ver cómo públicos modernos escuchaban con reverencia sus vanguardistas alegatos de libertad sexual femenina. Milva, otro tipo de diva italiana, dejó el mundo físico a los 81 años, el 23 de abril. Maria Ilva Biolcati, su verdadero nombre, será recordada por sus sofisticadas grabaciones acompañada por grandes de la música mundial como el argentino Astor Piazzolla, el italiano Enio Morricone o el griego Mikis Theodorakis quien, por cierto, también partió este año, el 2 de septiembre, a los 96. Y Georgie Dann, autor e intérprete de Moscú, éxito radial de 1980, falleció en Madrid a los 81 años, el 3 de noviembre.

Chick Corea (9 de febrero, 79), poseedor de una impresionante discografía como solista y líder de bandas como Return To Forever y The Chick Corea Akoustic/Electrik Band, pasó a la historia como uno de los tecladistas de Miles Davis durante su etapa más eléctrica, en álbumes como In a silent way (1969) o Bitches brew (1970). Otros nombres importantes incluyen al director cubano de orquestas de latin-jazz Arturo “Chico” O’Farrill (27 de junio, 79); el pianista de bebop Dr. Lonnie Smith (28 de septiembre, 79) que recordaba a Sun Ra por sus extravagantes turbantes; el guitarrista y compositor Pat Martino (1 de noviembre, 77). George Wein, productor de conciertos y fundador de los festivales de Newport y New Orleans, falleció el 13 de septiembre, a los 95.

Pero si hablamos de productores, Phil Spector será el más recordado por crear el llamado Muro de Sonido (Wall Of Sound) a través de densos arreglos orquestales que le dieron sello particular a cientos de producciones musicales de soul, R&B y rock por más de 40 años, especialmente para artistas como The Righteous Brothers, The Ronettes, Ike & Tina Turner y, en 1970, el álbum Let it be de los Beatles, al cual recubrió de grandiosidad sinfónica para desmayo de Paul McCartney. Marcado por una vida violenta y desordenada, Spector murió preso, a los 81 años, el 16 de enero, mientras cumplía una condena a 19 años por asesinato. Herbie Herbert (73), productor de Santana y Journey, banda a la que formó en 1973, dejó de existir el 25 de octubre debido a una prolongada enfermedad. Finalmente, Marsha Jean Ruttenberg, más conocida en el mundo del metal como Marsha Zazula (10 de enero, 68), quien fundara junto a su esposo John Z el sello Megaforce Records, donde surgieron las principales bandas de thrash como Metallica, Anthrax, Overkill, entre otras.

Mick Rock (18 de noviembre, 72) es parte de la historia gráfica del rock. Sus fotografías ilustraron la escena musical en sus años más brillantes, como aquella que sirvió de carátula al LP Queen II (1972) y que hasta ahora identifica al cuarteto británico. David Bowie, Iggy Pop, Lou Reed, Sex Pistols, todos pasaron por su ojo visionario. Por su parte, el documentalista Leon Gast, director de Our latin thing (1972), que cuenta la historia de la Fania All-Stars y The Grateful Dead Movie (1974), un acercamiento a la residencia de cinco fechas que tuvo la banda de Jerry García en el festival de Winterland en San Francisco, murió a los 85, el 8 de marzo.

La escena del pop-rock mundial cuenta, entre sus nuevos ángeles, al bajista y cantante Joe Michael “Dusty” Hill, del trío tejano ZZ Top (27 de julio, 72); Tim Bogert, también bajista de Vanilla Fudge y Cactus, bandas históricas del periodo psicodélico (13 de enero, 76); B. J. Thomas (29 de mayo, 78), famoso por su interpretación de Raindrops keep falling on my head, exitazo de 1969; Don Everly (21 de agosto, 84), del influyente dúo The Everly Brothers, creadores de Wake up little Susie o Bye bye love; Hilton Valentine, guitarrista de The Animals (29 de enero, 77); John Lawton (29 de junio, 74), vocalista que reemplazó desde 1976 a David Byron en Uriah Heep; el violinista de Kansas Robbie Steinhardt (17 de julio, 71), cuyas intensas líneas en el clásico de 1977 Dust in the wind aun escuchamos; Alan Lancaster (26 de septiembre, 72), bajista de Status Quo; Dennis “DT” Thomas, saxofonista original de Kool & The Gang (7 de agosto, 70); y la cantautora Margo Guryan (8 de noviembre, 84), que logró presencia en radios en 1968 con el single Sunday mornin’.

Siguen firmas. David Longdon, cantante y multi-instrumentista de la banda británica de neo-progresivo Big Big Train, falleció a los 56 años, el 20 de noviembre, tras un extraño accidente casero. Meses antes, el 26 de julio, el baterista original de Slipknot, Joey Jordison, murió de una rara afectación neurológica, apenas a los 46. Dos exponentes del metal extremo, el guitarrista finés Alexi Laiho (4 de enero), de Children Of Bodom; y Lars-Göran Petrov (7 de marzo), de los noruegos Entombed, perdieron la vida a los 41 y 49 años, respectivamente. Por su parte, el guitarrista de Cinderella, Jeff LaBar, dejó de existir a los 58 años, el 14 de julio.

Un nivel más profundo en la escala de conocedores, podemos mencionar por ejemplo a personalidades como John Goodsall (11 de noviembre, 68), guitarrista y factótum de Brand X, super combo británico de jazz-rock y progresivo que tuvo entre sus filas, entre 1975 y 1979, a Phil Collins como baterista; Rick Laird (4 de julio 80), bajista irlandés de The Mahavishnu Orchestra, otra importante exponente del jazz-rock liderada por el británico John McLaughlin; Richard H. Kirk (21 de septiembre, 65), miembro fundador de Cabaret Voltaire, uno de los colectivos de música electrónica de vanguardia más longevos, activos desde 1973; Emmett Chapman (1 de noviembre, 85), músico norteamericano inventor del Chapman Stick, instrumento cordófono que integra guitarra y bajo, usado extensamente por Tony Levin (Peter Gabriel, King Crimson), Nick Beggs (Kajagoogoo, Steven Wilson), entre otros; Paddy Moloney (11 de octubre, 83), multi-instrumentista y líder de The Chieftains, grupo señero del folklore celta; Graeme Edge, batrista original de The Moody Blues (11 de noviembre, 80); Mary Wilson (8 de febrero, 76), vocalista de The Supremes; y Billy Conway (19 de diciembre, 65), baterista de la oscura y poco conocida banda de jazz-rock Morphine.

Finalmente, el reggae se vio severamente golpeado por la muerte este año. Dos leyendas del género, Bunny Livingston Wailer (2 de marzo) y Lee “Scratch” Perry (29 de agosto) fallecieron a los 73 y 85 años, respectivamente. El primero conformó, junto a Peter Tosh y Bob Marley, el corazón de The Wailers. El segundo inventó el dub a partir de su prodigioso sentido del oído y del ritmo, que lo llevó a ser uno de los productores más solicitados en la escena pop-rock de los setenta y ochenta. Ub40, el grupo más famoso de reggae, perdió a dos de sus integrantes fundamentales, el cantante y MC Terence “Astro” Wilson (6 de noviembre, 64) y el saxofonista Brian Travers (22 de agosto, 62). El percusionista cubano-jamaiquino Alvin “Seeco” Patterson, también de la etapa clásica de Bob Marley & The Wailers, falleció a los 90, el 1 de noviembre. Los días 8 y 9 de diciembre partieron, de manera sucesiva, otras dos importantes figuras de la onda rastafari: el bajista Robbie Shakespeare (68) quien, junto al baterista Sly Dunbar formaron una solicitada base rítmica conocida como Sly & Robbie; y Garth Dennis (72), fundador de los pioneros del dub y el dancehall Black Uhuru.

Como vemos, este recuento nos viene dejando una idea clara, desde hace prácticamente una década: estamos asistiendo a la desaparición física de aquellos creadores que fueron referentes de diversas épocas y estilos. Para quienes consideramos la música como parte fundamental de la vida, esto constituye un serio golpe a la sensibilidad de un mundo cada vez más corroído por la viruta de lo banal, lo grosero y lo burlesco. Se van los talentosos, los innovadores, los referentes. Se quedan los reggaetoneros, la gritona cumbiamba de los conductores de Yo Soy y Esto Es Guerra, la farándula grotesca del Grammy Latino.

 

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In Memóriam, Música
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