La única manera de que el fujimorismo superviva a las tres derrotas sucesivas que ha tenido en las segundas vueltas del 2011, 2016 y 2021 es que, primero, busque una mejor candidata que la gris Keiko Fujimori y, segundo, que claramente abandone cercanías mercantilistas y opte, definitivamente, por un liberalismo popular.

En el corto plazo, deberá abandonar la estrategia conspirativa que empezó con la negatoria de las urnas, las denuncias delusivas de fraude, los intentos de desconocer legalmente los resultados, su filiación con intentonas golpistas, y la continuidad que esa estrategia tiene con las prácticas pro vacancia express que hoy su bancada parlamentaria exhibe.

Con la conformación de la nueva agrupación parlamentaria, disidente de Perú Libre, a la que se le han sumados dos congresistas (uno de Acción Popular y otro, originalmente, de Renovación Popular), el oficialismo tiene 44 votos, los suficientes para evitar una vacancia. Tendría que ocurrir un descalabro mayúsculo -una probada denuncia de corrupción presidencial- para que alguno de esos 44 se anime a cruzar el charco y pasarse a las orillas vacadoras.

Sería bueno, en esa medida, que la derecha cambie de estrategia y actitud respecto del gobierno. Oposición férrea para evitar que transite la deriva autoritaria del socialismo del siglo XXI, sin dudarlo, pero inteligente para ir enhebrando, en paralelo, una alternativa potable de cara a las elecciones municipales/regionales de octubre de este año y las presidenciales del 2026.

Como parte de la derecha, esa es la tesitura que le correspondería al fujimorismo, bajo un liderazgo potente y renovado. Eso no se lo puede ofrecer Keiko Fujimori, quien ha demostrado, ya hasta la saciedad, sus profundas limitaciones políticas y estratégicas.

Le haría bien a la democracia peruana que el fujimorismo -como ocurrió con los remanentes partidarios del franquismo en España o del pinochetismo en Chile-, transite hacia predios más liberales, menos mercantilistas y autoritarios. El fujimorismo sigue siendo una fuerza política movilizadora y, en esa perspectiva, más que en su desaparición habría que pensar en su evolución y modernización.

Restauración del orden público, compromiso con la democracia institucional, defensa ecológica (¿alguien ha escuchado a algún líder de la derecha pronunciarse sobre el desastre de Repsol?), política de derechos civiles y shock de inversiones capitalistas, constituye una plataforma ideológica potente, capaz de generar entusiasmo popular y adhesión electoral.

¿Podrá recoger esas banderas el fujimorismo? Con otra conducción sí, pero si se aferra a sus tics conservadores, autoritarios y mercantilistas, bajo un liderazgo terco de Keiko Fujimori, la mesa está servida para que surja algún otro candidato de la derecha que haga suyas esas proclamas.

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Derecha, Keiko Fujimori

El “estilo sodálite” era uno de los lugares comunes que continuamente repetía Luis Fernando Figari, fundador del Sodalicio, insistiendo en él como si debiera ser una segunda piel que debían tener todos los sodálites, algo por lo cual se les pudiera identificar con sólo verlos. Y había algo que le gustaba resaltar cuando mencionaba “ese estilo viril que nos caracteriza”: que era un asunto para hombres hechos y derechos, no para débiles, sentimentales y susceptibles que ante cualquier dificultad se echaban para atrás y se comportaban como “hembritas”.

La comparación refleja también la misoginia de Figari, que marcó también desde dentro el estilo sodálite. Tenemos el testimonio de Rocío Figueroa, una de las iniciadoras de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación, asociación religiosa femenina vinculada al Sodalicio. Ante la Comisión Investigadora de Abusos Sexuales contra Menores de Edad en Organizaciones, del Congreso de la República del Perú, presidida por el congresista Alberto de Belaúnde, declaró que cuando le solicitó a Figari que fundara oficialmente el grupo, constituido entonces por cinco jóvenes mujeres que querían dedicarse a una vida consagrada al servicio de Dios y de la Iglesia, éste le dijo:

«“Yo no las voy a fundar. Son unas brutas. Son menos inteligentes que los hombres. Sólo se llevan por las emociones. Viven en una casa de porquería en Maranga. Ustedes no tienen vocación ni chicas que las sigan”. Éramos bajo cero. Lo peor de todo era que nos la creíamos. Lo único que hacían era bromear y basurearnos. Era el vacilón: ridículas, sensiblonas y lloronas».

Similar era la concepción que se tenía de los varones gay, a los cuales se les atribuía afeminamiento, cobardía, debilidad y una susceptibilidad extrema. Cualquiera pensaría que eso hubiera llevado a no admitir homosexuales en el Sodalicio, de acuerdo a la enseñanza de la Iglesia católica, que considera la homosexualidad como una anomalía, una desviación moral. Así lo expresa ya un texto oficial de 1975:

«…esas personas homosexuales deben ser acogidas en la acción pastoral con comprensión y deben ser sostenidas en la esperanza de superar sus dificultades personales y su inadaptación social. También su culpabilidad debe ser juzgada con prudencia. Pero no se puede emplear ningún método pastoral que reconozca una justificación moral a estos actos por considerarlos conformes a la condición de esas personas. Según el orden moral objetivo, las relaciones homosexuales son actos privados de su ordenación necesaria y esencial. En la Sagrada Escritura están condenados como graves depravaciones e incluso presentados como la triste consecuencia de una repulsa de Dios. Este juicio de la Escritura no permite concluir que todos los que padecen esta anomalía por esta causa incurran en culpa personal; pero atestigua que los actos homosexuales son por su intrínseca naturaleza desordenados y que no pueden recibir aprobación en ningún caso.» (Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración acerca de ciertas cuestiones de ética sexual, 8).

Lo que sucedió en la práctica es que los autoridades del Sodalicio no tuvieron ningún problema en admitir homosexuales, mientras esta condición del candidato se mantuviera en secreto. De hecho, yo que estuve casi 30 años vinculado institucionalmente al Sodalicio y viví más de 11 años en comunidades de sodálites de vida consagrada, nunca supe de algún sodálite que fuera homosexual, aunque posteriormente he sabido que lo eran algunas personas con las cuales compartí techo y comida, además de otro número considerable de sodálites. Como también se ha acostumbrado en la Iglesia católica respecto a candidatos al clero sospechosos de ser homosexuales, el secreto estuvo bien resguardado bajo la ley del silencio.

Sin embargo, a pesar de que muchos no supimos de su orientación sexual, estos compañeros de camino, debido a hallarse en un entorno ideológicamente homofóbico, se hallaron en una situación particularmente vulnerable y varios fueron objeto de abusos psicológicos y físicos, y algunos incluso de abuso sexual.

La Comisión De Belaúnde ha recogido algunos testimonios con seudónimos —a fin de proteger a los declarantes— en su informe preliminar.

“Mario”, quien estuvo 15 años vinculado al Sodalicio, cuenta que en 1995 la primera persona en enterarse de su orientación sexual fue su consejero Alfredo Garland, miembro de la generación fundacional del Sodalicio:

 «A la primera persona que le digo fue a mi consejero, le dije que me gustan los hombres. Pensé: “ahora me descalifican, me sacan por mentiroso, por haber entrado como aspirante sin haber hablado de esto antes”. Alfredo Garland lo tomó con la mayor naturalidad, me dijo: “No, no te gustan los hombres, tú eres una persona tímida, estás confundido. Lo que pasa es que tienes una figura paterna débil y una figura materna dominante. No te preocupes, esto se te irá pasando según madures y tiramos para adelante”. Me sentí acogido, se compró mi fidelidad. Mi temor más grande era que me botaran y no lo hizo».

Aún así, se le fue induciendo un sentimiento de culpa por ser homosexual, y en el año 1998 Alejandro Bermúdez, actual director de ACI Prensa, lo remitió al psiquiatra Carlos Mendoza para curarle la homosexualidad. Éste le recetó diversos fármacos. 

 «No me estaba “tratando”, me estaba castrando químicamente. Experimentó conmigo. No hay otra manera de describirlo. Mendoza iba cambiando las pastillas para ver cuál me afectaba menos porque todas me daban sueño, me dejaban hecho zombie, me anulaban, no sentía nada. Ir cambiando de receta de pastillas para tratar enfermedades que ni siquiera tenía con el único fin de ver cuál disminuía mi libido, afectando lo menos posible mi comportamiento, es la definición de experimentar con un paciente».

Carlos Mendoza, quien ha tenido una gran cercanía al Sodalicio gracias a su fervorosa participación  en el Movimiento de Vida Cristiana (MVC), ha negado ante la Comisión De Belaúnde que haya aplicado tratamientos para curar la homosexualidad, no obstante que hay otro testimonio que también lo implica, el de “Manuel”, quien, después de confesarle a Figari que había tenido un encuentro sexual con otro hombre, fue enviado a tratamiento psiquiátrico donde Mendoza, el cual le diagnosticó trastorno bipolar y le recetó hasta siete pastillas diarias.

También Mauro Bartra, ex-emevecista, aun no siendo gay, fue enviado a tratamiento donde Mendoza cuando Jeffery Daniels le hizo dudar de su identidad sexual para confundirlo y hacerlo dudar de que realmente hubiera visto un abuso sexual que el mismo Daniels había cometido.

Otro caso distinto es el de “Héctor”, quien tomó contacto con el Sodalicio cuando a fines de los 70 estudiaba en la desaparecida Escuela Superior de Educación Profesional (ESEP) “Ernst Wilhelm Middendorf”. Cuando a sus 16 años le cuenta a Virgilio Levaggi, su primer consejero espiritual, la angustia que le ocasionaba su homosexualidad, éste lo deriva a Figari, quien termina echándole la culpa a la madre de Héctor de que él hubiera desarrollado una tendencia homosexual. En dos ocasiones Figari le pide que se desnude, a lo cual “Héctor” accede debido a la confianza que le tenía.

“Una vez me tuve que desnudar. Mientras me estaba mirando, me dijo: “¿Qué parte del cuerpo es la que más te gusta?” Y yo estaba pensando: “¿Cuál será la respuesta correcta? ¿Será que tengo que decir el pene? ¿Será otra parte? ¿Cuál es la respuesta correcta?” Y ahí quedó este incidente”.

“Me dice: “Échate en un sofá y piensa que estás echado encima de un hombre”. Yo estaba pensando: “¿Y ahora? Qué raro todo esto. ¿Qué tengo que hacer: tener una erección? ¿Qué tendría que pasar: tener una erección?” Y nada pasa y ahí quedó la cosa”.

“Héctor” dio testimonio de que en el Sodalicio había una dinámica de manipulación y abuso que  creaba dependencia.

«Nos decían: “eres lo máximo”, se rodeaban de blanquitos, inteligentes, todos nos vestíamos bien, teníamos buen físico».

Tras tener un encuentro sexual con un joven de su edad, Luis Fernando Figari lo castiga con un encierro —es decir, le ordena no salir y rezar continuamente—, el cual duraría unos cinco años. Se le impidió continuar con sus estudios. Le dijeron que tenía que ser un monje contemplativo. Durmió dos años en una cama con tablas para “controlar la lujuria”. No participaba de ninguna celebración, no podía salir ni hablar con ninguna persona fuera de la comunidad.

«Te vas adaptando, pero por otro lado sentía: “me estoy volviendo loco”. Pensaba en sexo, me enamoraba de todos los actores de cine, pensaba: “¿Qué hago aquí?” Además tenía mucho miedo de volverme esquizofrénico como mi hermano. No tenía ninguna ayuda psicológica, me sentía totalmente abandonado y solo».

Ante la presión interior, el dolor y el deseo sexual hacia hombres que no disminuía, “Hector” sale de la comunidad e inicia un viaje para ver si podía ser monje de clausura en España, con los Cartujos. Este viaje le sirvió para encontrarse consigo mismo y aceptar su homosexualidad.

Otra experiencia similar la cuenta “Juan”, quien en 1979 conoció el Sodalicio a los 15 años cuando estudiaba en el Colegio Santa María de Monterrico. Tras pasar por varias etapas de formación, a los 26 años, cuando formaba parte de la comunidad sodálite de Rio de Janeiro (Brasil), tuvo un encuentro sexual con otro hombre. Cuando un año después se le contó al superior Raúl Masseur, fue castigado con aislamiento, como el mismo relata:

 «A mí me encerraron, no solamente no podía abandonar la casa, sino que no podía acercarme a la terraza, pues no podían verme afuera. Se turnaban con las humillaciones, me humillaron en público, no podía escuchar música, me tenían a pan y agua una semana, a lechuga y agua la semana siguiente, no podía hacer absolutamente nada sino rezar y estudiar la Biblia».

Está también el caso de “Manuel”, quien conoció al Sodalicio aproximadamente en 1983, cuando estudiaba en el Colegio Alexander von Humboldt. Que era homosexual se lo confesó a los tres animadores de agrupación mariana que tuvo: Alberto Gazzo, Héctor Velarde y Germán Doig. Este último lo nombró su secretario y, a sus 15 y 16 años, asumió funciones como leer y redactar cartas y apoyar a la agencia de noticias que promovía el Sodalicio, conocida entonces solamente como ACI (Agencia Católica de Noticias).

Doig, quien se convirtió también en su consejero espiritual, le mandó ciertas prácticas que debía aplicar para curarse de su homosexualidad: «no mirar hombres, no masturbarse, usar la técnica del silencio de mente. Significaba aprender a controlar los pensamientos y botar los malos [pensamientos] …un problema que yo tenía era que una actitud afectuosa de un hombre me producía una erección. Eso era un conflicto interior fatal».

En una sesión de consejería Doig trabajó con “Manuel” la dinámica de “la aceptación del cuerpo”. Para esto le plantea un ejercicio y lo lleva a un cuarto donde no había ninguna posibilidad de que entrara nadie.

«Germán me dice: “Tú necesitas trabajar en la aceptación de tu cuerpo, porque todo esto [la homosexualidad] también tiene que ver cómo tú te percibes a ti mismo. ¿Cuál es la parte de tu cuerpo que más te gusta?”, me dijo. Yo le contesté que mis piernas […] Luego me pregunta: “¿Cuál es la parte de tu cuerpo que menos te gusta?”, y le digo mi pene […] “Para ayudarte tengo que ver si es que verdaderamente tienes un problema […] Enséñame una erección […]” No recuerdo si simplemente en ese momento tenía una erección o si tuve que masturbarme. Luego me hizo echarme en el piso y quitarme la ropa. Yo a él no lo miraba, él me estaba mirando a mí. No sé cuánto habrá durado. Me miró y se rio quitándole importancia al tema. Me dijo que me vistiera. No me tocó».

En esos momentos “Manuel”, por la confianza que le tenía a Doig, no consideró lo ocurrido como un abuso sexual.

«Yo nunca me sentí abusado, yo nunca tuve conciencia de ser abusado, sino hasta después de muchísimos años, cuando ya no pertenecía al Sodalicio».

Todo este sistema que favorecía el abuso de personas homosexuales tendría su origen en el mismo Figari, quien parecía tener una homosexualidad no confesada, si se tiene en cuenta que los abusos sexuales que se le atribuyen fueron siempre con varones. Y no tenía ningún reparo en admitir homosexuales en el Sodalicio, no obstante que manejaba un discurso teórico explícitamente homofóbico en consonancia con la enseñanza oficial de la Iglesia católica. El testimonio de “Lucas” sobre Figari ante la Comisión De Belaúnde es revelador:

«Varias veces comentaba que esto se podía controlar y él sentía como que podía encaminar a la gente. Podía incluir a gente con experiencias homosexuales. Él tenía cuidados especiales con homosexuales».

A pesar de esto, la mentalidad homofóbica impregnaba el día a día de los sodálites, según relata “Pedro”: «Te jodían de maricón por cualquier cosa: “cabro, tragasables’”, todos los curas, obispos, ellos más todavía».

De este modo, los varones homosexuales que se vincularon al Sodalicio de Vida Cristiana se encontraron con una institución que, a la vez que los admitía como miembros no obstante conocer su orientación sexual, los obligaba a reprimirla —como si se tratara de una enfermedad vergonzosa— y mantenerla en secreto, colocándolos en una situación vulnerable. Una situación que habrían aprovechado perversamente algunos de los líderes espirituales —entre ellos Luis Fernando Figari, Germán Doig y Virgilio Levaggi— para dar rienda suelta a apetitos sexuales inconfesables y a sus ansias de poder sobre jóvenes incautos.

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homosexualidad, Sodalicio

A veces, la historia del rock la escriben los ganadores. Y, en términos de un género de música popular que ha tenido siempre entre sus principales características la capacidad de figuración y la asociación, por un lado, con los lados luminosos de la vida y, por otro, con los márgenes más salvajes, sórdidos o estridentes de la fama y la fortuna, los ganadores son quienes más llaman la atención ya sea por su imagen, sus vidas exageradas, sus ventas millonarias, sus muertes precoces. 

Por eso, cuando se toca el tema de las mujeres artistas durante el flower power sesentero, es más fácil recordar a Janis Joplin, la extraordinaria cantante de blues, de vida atormentada, voz agresiva y vicios explosivos que acabaron con ella antes de llegar a los 30, que a Joan Baez, la joven de gesto adusto, voz celestialmente lánguida, hablar pausado e ideales profundos. La primera, con absoluta justicia, adquirió el estatus de leyenda que hasta hoy la acompaña, a más de 50 años de su muerte. La segunda acaba de cumplir 81 años y luce espléndida, contando su larga y consecuente trayectoria en defensa de los derechos humanos, la no violencia y la conciencia social.

Joan Baez, nacida en New York en 1941, de padre mexicano y madre escocesa, cantó desde muy niña, entonando melodías tradicionales de folk y gospel en cafés y universidades de diversos estados e incluso países, ya que su familia se mudaba constantemente debido al trabajo de su papá, un reconocido científico que participó en el desarrollo de la tecnología de los rayos X. Su voz de soprano embellecía las composiciones de héroes del folk norteamericano -Pete Seeger, Woody Guthrie- y el extenso catálogo recopilado por Francis James Child (1825-1896), un profesor de Harvard interesado en el folklore de Inglaterra y Escocia, desde canciones costumbristas hasta infantiles y navideñas (conocidas como las “Child Ballads”).

Entre 1960 y 1964, Joan Baez lanzó melancólicos discos acompañada únicamente de una guitarra acústica, a la que arrancaba arpegios sutiles para musicalizar aquellas historias de campos, montañas, familias, héroes de guerra y luchadores sociales. Bajo el sello Vanguard Records y la producción del musicólogo Maynard Solomon, Baez plasmó en una decena de vinilos su capacidad interpretativa, la misma que la llevó a compartir tarimas con la generación rockera y psicodélica de Woodstock. En el documental que registra los tres días del famoso festival, Baez ilumina la oscura madrugada de aquel sábado 16 de agosto de 1969 con un set de 15 canciones, de las cuales la película original solo rescata dos: el clásico spiritual Swing low, sweet chariot (1865); y Joe Hill, acerca de un sindicalista de fines del siglo 19, encarcelado y fusilado por un crimen que no cometió. Esa misma noche, su esposo David Harris estaba también encarcelado por negarse a ir a la guerra de Vietnam. La canción, compuesta originalmente en 1936, fue grabada por Baez en su LP One day at a time (1970).

En el Festival Folk de Newport de 1963, ella invitó al escenario a un joven desgarbado y desconocido que comenzaba a destacar por las canciones que escribía, demasiado profundas para su corta edad. Era Bob Dylan. Desde entonces, para bien y para mal, sus nombres y vidas quedaron entrelazados en una relación romántica y artística que, en su momento, ilusionó a muchas personas. Sin embargo, la naturaleza indómita del futuro Nobel terminó por desgastar aquel intenso romance que jamás se formalizó. 

Dylan se hizo gigante, a pesar de los altibajos de su discografía y de su prolífico camino entre el folk y el rock, entre el compromiso soñador y la indiferencia rebelde. Joan, fiel a su perfil bajo, coronó su carrera con muchos logros musicales como “nueva reina del folk”. Pero, sobre todo, se mantuvo firme y en la sombra, defendiendo aquello en lo que creía. Casi como una Diana de Gales, pero sin el glamour de la realeza ni los paparazzis, Joan se fajó por causas nobles, marchó del brazo con Martin Luther King y lideró, a los 22 años, las masivas protestas civiles cantando el himno gospel We shall overcome ante más de 300,000 personas en Washington, actuó en Woodstock, estuvo presa, soportó bombardeos en Hanoi y en Sarajevo, se unió a Amnistía Internacional. A su propia manera, también se hizo gigante.

Su historia con Bob Dylan ha sido motivo de diversas especulaciones, cruces de miradas y aclares extemporáneos. En una época de relaciones abiertas y compartidas, Joan y Bob vivieron el sueño del amor libre, aparentemente sin mayores compromisos. Sin embargo, cuando ambos decidieron casarse con otras personas (Dylan, en esa época, se emparejó con Sara Lownds, madre de cuatro de sus seis hijos), algo se quebró. Pasaron de compartir el mismo micrófono a lanzarse pullas a través de canciones. Mientras que Dylan habría escrito, siempre con su estilo disperso y metafórico, temas como Visions of Johanna, Lily Rosemary and the Jack of hearts, She belongs to me, entre otros, pensando en ella; Baez fue más directa en títulos como To Bobby, Winds of the old days, la furibunda Oh brother (en respuesta a Oh sister de Dylan) y, especialmente, Diamonds & rust, su canción más emblemática, en la que rememora sus días juntos. Este tema, que da título a su vigésimo disco editado en 1975, fue versionado por la banda británica de heavy metal Judas Priest, en su tercer álbum Sin after sin (1977), un hecho que la cantante describió como “asombroso”. El LP contiene temas de Jackson Browne, Stevie Wonder y los Allman Brothers Band, además de Simple twist of fate, otra composición de Dylan en la que incluso se anima a imitarlo, y Dida, un divertimento vocal en la que participa su amiga, Joni Mitchell.

En 1975-1976 la chispa se encendió de nuevo en la colorida y caótica gira Rolling Thunder Venue, pero sin replicar la magia de sus pueriles escarceos de antaño. En aquel tour – en el que también participaron Roger McGuinn de los Byrds y el icono de la generación beat Allen Ginsberg-, ambos cantan y se divierten juntos. Años después, en 1984, lo intentaron nuevamente en una serie de conciertos junto a Santana, pero la cosa acabó tan mal que Baez abandonó la gira antes de concluirla. Todas estas idas y vueltas han quedado registradas en las dos autobiografías que ha publicado la cantante -Daybreak (1966) y And a voice to sing with (1987), además de los documentales sobre Bob Dylan, Don’t look back (D. A. Pennebaker, 1968), No direction home (Martin Scorsese, 2005), Rolling Thunder Revue, también de Scorsese  (disponible en Netflix) y How sweet the sound (2009), de la serie American Masters de PBS, dedicado a Baez. Recientemente, la cantante presentó en su cuenta de Instagram unos retratos de Dylan, con reflexiones acerca de este importante capítulo de su vida.

From every stage (A& M Records, 1976) es un álbum en vivo en el que puede apreciarse la calidad vocal de Joan Baez que, en canciones como la abridora (Ain’t gonna let nobody) Turn me around, hace pensar en vocalistas modernas como Adele o Björk. Acompañada por músicos de primera como Larry Carlton (guitarra), James Jamerson (bajo), Dave Briggs (teclados) y Jim Gordon (batería), Baez ofrece versiones excelentes de Suzanne de Leonard Cohen; Stewball, una tradicional melodía británica del siglo 19 que le sirvió de base a John Lennon para su single navideño Happy Xmas (War is over) de 1971; dos clásicos de The Band –I shall be released y The night they drove Old Dixie down– el cántico gospel Amazing grace y un puñado de clásicos de Dylan, además de sus propias composiciones. Otro punto importante en su discografía fue Gracias a la vida (1974), su única producción en español, que contiene clásicos latinoamericanos como Cucurrucucú paloma, Guantanamera, De colores, Te recuerdo Amanda y el tema-título, de la chilena Violeta Parra. En su quinto LP, Joan Baez/5 (1964) incluyó una versión de O’ cangaceiro, base de lo que todos nosotros conocemos aquí como Mujer hilandera, popularizada por Juaneco y su Combo en los setenta. Y no olvidemos su trabajo con Ennio Morricone en el film Sacco & Vanzetti (Giuliano Montaldo, 1971), acerca de dos inmigrantes italianos sentenciados a muerte injustamente en los Estados Unidos durante los años veinte.

En las décadas siguientes, Joan Baez estuvo muy activa, tanto en lo personal como en lo artístico. A inicios de los ochenta mantuvo una breve relación sentimental con Steve Jobs, el genio de Apple, a pesar de la diferencia de edad (ella tenía 41 y él, 27) e incluso cantó en los funerales del icono tecnológico en el 2011. En 1985 participó en Live Aid y luego viajó a Checoslovaquia, donde colaboró con Václav Havel, primer presidente democrático de ese país. Compartió su vida musical con su activismo político, participando en cuanto tema social le fue posible. Se involucró con Amnistía Internacional, hizo campañas a favor de la desactivación de minas antipersonales, medioambientalistas y en defensa de la comunidad LGTBI. En el 2008 apoyó activamente la candidatura presidencial de Barack Obama y fue, después, dura crítica de Donald Trump. 

Entre sus álbumes más destacados de los últimos tiempos podemos mencionar Play me backwards (1992), Dark chords on a big guitar (2003) y Whistle down the wind (2018), su última producción oficial en las que, además de sus propias canciones, Baez interpreta a compositores como Tom Waits, Mark Knopfler, Mary Chapin Carpenter, Natalie Merchant y Steve Earle. El año previo a la pandemia, 2019, realizó su gira de despedida con varios shows en Estados Unidos y Europa. Un año después, Baez fue reconocida con el Kennedy Center Honors 2020, por sus contribuciones a la música norteamericana, un merecido homenaje para la voz de los sesenta.

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Joan Baez, Música

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Asamblea Constituyente, carlos bruce, Ley 26300, Marisol Pérez Tello

La primera entrevista del presidente con Hildebrandt. ¿Es bueno que acepte que le está costando gobernar? ¡Y seguimos comentando el derrame de La Pampilla!

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César Hildebrandt, derrame de petróleo, Pampilla, Pedro Castillo, Repsol
Por Cristian Rebosio

El presidente Pedro Castillo recién se acercó a la playa de Ventanilla el jueves y Repsol se pronunció el miércoles, ¿cuándo advierten ustedes que ocurrió el derrame?

Nosotros, como federación, nos enteramos el mismo día por los pescadores que venían regresando de su jornada de trabajo.

¿Alguna autoridad se acercó para ayudarlos o advertirles de los peligros del derramamiento de petróleo?

Más bien fuimos nosotros los que hemos avisado al OEFA (Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental), que no se ha tomado la molestia de responder. Le hemos enviado otro comunicado advirtiendo lo que está sucediendo ahora, para que no se siga insultando a la inteligencia del pescador artesanal ofreciendo canastas y trabajo para realizar la limpieza del desastre. Parece que en Repsol, además de no tener una alternativa para asumir sus responsabilidades, desconocen que los hidrocarburos son altamente tóxicos y el pescador nunca fue entrenado para su manipulación. Por lo tanto, en vez de generar una solución, estarían ocasionando mayores problemas.

¿La posibilidad de ser contratados por Repsol para limpiar el petróleo derramado no es del interés de los pescadores?

El trabajo más difícil que hemos enfrentado en plena pandemia ha sido que el pescador haya tenido que salir al mar sin una protección de parte del Ministerio de la Producción ni del gobierno. Si tenemos que ir a trabajar no le corremos al trabajo, pero estamos hablando de hidrocarburos que son altamente contaminantes. La correcta manipulación es para aquel que fue entrenado y no es nuestro caso. Esta empresa, si no sabe administrar estos recursos altamente tóxicos en aguas peruanas, debe retirarse no sin antes cumplir con lo que la ley exige. Repsol debe estar pensando en cómo asumir no solo el 100% de lo que está pasando con la parte superficial del mar, sino con las aguas medias, el fondo marino y la destrucción de todo el ecosistema. 

Tras el derrame de petróleo, ¿observaron que Repsol desplegara algún tipo de plan de contingencia?

Más rápido hemos reaccionado nosotros. Mientras ellos estaban pensando que iban a solucionarlo con una o dos embarcaciones pequeñas, nosotros estábamos pensando en una solución macro a todo esto. Pero se ha podido ver que poco o nada les está interesando. No hay una real intención de darle solución a esto.

La primera ministra, Mirtha Vásquez, y algunos congresistas se han reunido con representantes de Repsol, ¿los pescadores han tenido representación en estas reuniones?

Parece ser que a los señores de Repsol lo que les interesa es la gente que tiene carro, terno y corbata. Pero no hay ningún problema. Los hermanos pescadores también usamos terno y, si no lo tenemos, lo podemos alquilar. Y si no tenemos carro, tomamos un taxi. Nosotros estamos buscando que Repsol demuestre que es una empresa responsable. Está bien si no ha tenido alternativas de soluciones, pero de aquí en adelante tiene que remediar. Más de uno está pensando que esto va a pasar en cinco o seis meses. Nosotros no somos técnicos, pero hemos podido ver, con tanta experiencia en el mar, que este hidrocarburo ya se mezcló con el agua. Quién va a mejorar nuestro fondo marino y decir a nuestras especies que retornen. Han destruido nuestra única fuente de trabajo. Esto nos lleva a que desembarcaderos como el de Ancón estén cerrando y va a generar más hambre del que ya tenemos. 

¿No han podido tener reuniones con Repsol para manifestar estas preocupaciones?

Si Repsol tuviera bien puesta la camiseta de la bandera peruana, ya debería haberlo hecho [convocarlos a una reunión]. 

¿Han podido dialogar con representantes del gobierno?

Hemos conversado con el presidente de la Comisión de Producción, Bernardo Quito (Perú Libre). También nos ha llamado el congresista Abel Reyes (Perú Libre) de la Comisión de Inclusión Social. Mañana, como federación, nos estaremos apersonando a Ancón a las ocho de la mañana para una convocatoria [a una reunión] en esa caleta histórica y hacer respetar nuestros derechos.

¿Cuál sería una compensación aceptable para los pescadores?

Deben resarcir económicamente a los pescadores. Independientemente que deben asumir las responsabilidades al 100% de la catástrofe que han generado, deberían participar [se refiere a que deberían buscar soluciones] directamente con los pescadores que están en la zona de influencia para resarcir esta problemática. En Chancay también advirtieron que van a cerrar ese embarcadero.

¿Está conforme con el papel del gobierno actual en este desastre ecológico?

El gobierno ha dictado una medida de emergencia. Si hubiera estado el señor Alan García o Alberto Fujimori, llegaban a la prensa, hablaban de crisis y luego aplausos. Creo que el presidente Castillo, al haber firmado el decreto de urgencia ambiental, merece el mismo respeto.

¿Siente que se ha intentado blindar a Repsol?

Hasta ahora, por lo que he visto en televisión, no se da la misma importancia que a otros temas. Tengo la impresión que, si esto le hubiera sucedido a Petroperú, le hubieran dado duro día y noche. Pero ha sido Repsol y hay que darle, pero no tanto. Ahí hay un blindaje.

La federación que usted representa le envió una carta a la primera ministra, Mirtha Vásquez, pidiendo declarar en emergencia la pesca artesanal en la zona afectada, ¿recibieron alguna respuesta?

Sinceramente, no.

Muchos pescadores han visto perjudicada su actividad económica, ¿están evaluando la posibilidad de demandar a Repsol?

Sí. Nosotros, como federación, lo estamos evaluando y también las mismas organizaciones. Pero, en caso los hermanos no pudieran hacerlo, estamos coordinando con técnicos y profesionales para poder hacer la denuncia que corresponde.

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derrame de petróleo, pescadores, Repsol, Repsol-La Pampilla

Repsol y la Marina de Guerra se contradicen sobre el derrame de 6.000 barriles de petróleo que ha contaminado 21 playas de la costa peruana. Mientras que la empresa española dice en un reporte interno que el 15 de enero, día en que se desencadenó el desastre, ocurrió un “oleaje violento”; la Dirección de Hidrografía y Navegación del instituto armado reportó “oleajes anómalos de ligera y moderada intensidad”. Es por esta sutil diferencia que la Marina afirma que no fue el oleaje lo que provocó el vertido del crudo, tal como adelantó la primera ministra Mirtha Vásquez en conferencia de prensa.

Los marinos apuntan a fallas en los protocolos para contener el desastre de parte del buque “Mare Doricum”, que llegó con 985.696 barriles de petróleo a la Refinería La Pampilla, de Repsol. Así lo dice a Sudaca una fuente cercana a la institución castrense. 

Derrame- Repsol-Andina
Imagen de tres trabajadores contratados por Repsol para limpiar un sector de la playa Cavero, en Ventanilla, Callao. Fuente: Andina.

Repsol, por su parte, ha achacado su accionar a las comunicaciones que tuvo con la Marina el día del desastre. Pero resulta que en sus memorias presentadas en Perú y en España alardeaba de tener todo bajo control y de poder manejarse con solvencia en casos de derrame.

Por ejemplo, en la memoria del 2017 que emitió en Perú, la compañía informó que había invertido US$109 millones para “superar los crecientes eventos de cierre de terminales marítimos por oleaje anómalo”. Y en el 2019, en una auditoría que presentó ante la Comisión Nacional de Mercado de Valores de España, la firma declaró lo siguiente: “Si a pesar de toda la actividad preventiva eventualmente se produjera algún derrame, la compañía dispone de mecanismos internos y externos de respuesta a emergencias y cuenta con equipos especializados y entrenados que utilizan las herramientas más avanzadas de detección y siguen protocolos de gestión y formación específicos”.

Repsol informe
2019. Informe financiero anual presentado por Repsol ante la Comisión Nacional del Mercado de Valores de España, en el que asegura tener todo bajo control en caso de un derrame.

Lo cierto es que la Marina también actuó diferente antes, en casos similares. El 25 de agosto y el 3 de septiembre del año pasado, por ejemplo, dispuso el cierre de los terminales multiboyas de La Pampilla 1, 2 y 3 por presentarse “oleajes anómalos de intensidad moderada”. Así lo dicen dos resoluciones de capitanía a las que tuvo acceso Sudaca. 

Agosto, 2021. Resolución de Capitanía de la Marina en donde se da cuenta del cierre temporal de los terminales multiboyas de La Pampilla por “oleajes anómalos”. Un criterio distinto al de hace una semana.

En el desastre de la semana pasada no hubo rastro de esa precavida actitud. Aún así, ¿podría un oleaje moderado causar un derrame petrolero de grandes proporciones? “No. El mar del norte tiene un oleaje más violento y los buques no se andan cayendo”, dice el experto en temas pesqueros Juan Carlos Sueiro, de la ONG Oceana.

 

LA HISTORIA AL DETALLE

Sudaca ha podido reconstruir los hechos que componen esta cadena de negligencias. La historia empieza el 14 de enero pasado cuando, a las cuatro de la mañana, el Centro Nacional de Alertas de Tsunami de la Marina minimizó el riesgo de la erupción de un volcán de la isla de Tonga y reportó que “no genera tsunami en el litoral peruano”. Esto a pesar de que países vecinos como Chile y Ecuador sí lanzaron sus respectivas alertas.

Horas después, a las 2:30 de la tarde, el buque italiano “Mare Doricum” ancló en el terminal multiboyas Nro. 2 de la refinería La Pampilla, en el distrito de Ventanilla, en el Callao, para descargar crudo. Esta imponente nave tiene 274 metros de longitud y llegó tras hacer una escala en Uruguay.

24 horas después, a las 2:46 de la tarde del sábado 15, y ante la hemorragia de información por la erupción del volcán en Tonga, Repsol dice haberse comunicado con el Servicio de Control de Tráfico Marítimo (Tramar) para saber si había alerta de tsunami. Según la empresa española, la Marina le respondió que no y decidieron continuar con la descarga. Sudaca consultó con la institución naval sobre la veracidad de esa versión, pero al cierre de edición no hubo respuesta. 

Hasta las 5:18 de la tarde del sábado 15, el buque “Mare Doricum” había descargado el equivalente a 628.956 barriles a tanques de tierra. En ese momento, de acuerdo a un reporte interno de Repsol que Sudaca revisó, “se rompen cabos de popa estribor y se produce un movimiento brusco del buque ante oleaje violento”.

La compañía italiana Fratelli D’ Amico, que administra “Mare Doricum” y que fue contratada por Repsol, informó a este medio que el derrame ocurrió por una “ruptura inesperada de la tubería submarina”, aunque no especificaron si esto fue a consecuencia del oleaje.

Mare Doricum
Imagen del buque italiano “Mare Doricum”, que contrató Repsol para la descarga de 985,696 barriles de petróleo. El 15 de enero pasado esa nave derramó 6 mil barriles del crudo, ocasionando una verdadera catástrofe ambiental. Fuente: Marine Traffic.

“Al momento de la observación, aproximadamente a las 5:25, el personal de turno informó rápidamente al oficial a cargo, quien de inmediato detuvo todas las operaciones y se aseguró de que las maniobras de descarga y las válvulas de los colectores estuvieran firmemente aseguradas”, dice la empresa que administra el buque italiano en un comunicado. Hasta ahí todo parecía mantenerse bajo control.

En diálogo con el portal Convoca, Roberto Texeira, capitán de navío del puerto del Callao, dijo que, cinco minutos después del inicio del derrame, lo llamaron de “Mare Doricum” para reportar lo sucedido. Texeira señaló a ese medio que “un incidente a bordo del buque provocó el derrame”. No mencionó el oleaje, pero anunció una investigación interna.

Fuentes cercanas a la Marina alegan a Sudaca que el buque habría incumplido protocolos internos, como demorarse en parar el bombeo, que no hubo suficiente atención del personal de guardia y de los maniobristas, y que  no dispusieron inmediatamente de skimmers (aspiradores utilizados para recoger el petróleo).

Los españoles han señalado que colocaron barreras de contención y usaron tanques flotantes para recoger parte del petróleo derramado. Después -según el gobierno- informaron al Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA) que el daño era mínimo, del “tamaño de un jardín”. La evidencia hoy los aplasta: 1,7 millones de m2 de tierra y 1,2 millones de m2 en el mar han sido afectados.

Aquel 15 de enero por la tarde, la Dirección de Hidrografía y Navegación de la Marina emitió un nuevo reporte poniendo, otra vez, paños fríos al asunto de la erupción y diciendo que “el evento no genera tsunami en el litoral peruano”. El oleaje, sin embargo, arrastró una camioneta con dos mujeres a bordo en la playa Naylamp, en Lambayeque. Ambas murieron.

“La empresa es la principal responsable del derrame y, sin duda, hay responsabilidad de la Marina. Lo que me parece inaceptable es lo que se hizo posteriormente a los hechos. Se supone que hay un plan de contingencia, en métodos, procedimientos. Hay herramientas, instrumentos y remediación. Dicen tener diversas cosas y a la hora de actuar lo hacen con un recogedor de basura. Hay que ver auditorías, procedimientos, bitácoras. Los dichos son especulaciones”, dice el especialista Juan Carlos Sueiro. 

Al momento, “Mare Doricum” permanece anclada en el terminal donde opera la refinería La Pampilla. El buque italiano, si quiere zarpar, tendrá que pagar una fianza de S/150 millones. Mientras tanto, el efecto devastador del derrame en la flora y fauna de nuestro país avanza incontenible.

*Fotoportada: Darlen Leonardo

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