Desde octubre de 2015, cuando se destaparon casos de abusos mediante el libro “Mitad monjes, mitad soldados”, el Sodalicio nunca ha admitido ninguna responsabilidad institucional en las fechorías cometidas. Las declaraciones públicas de algunos de sus representantes pidiendo perdón se han limitado a disculpas por los abusos cometidos por algunos sodálites, que supuestamente habrían cometido actos incompatibles con los fines y el espíritu de la institución. Porque — repitiendo el esquema que se ha solido aplicar en toda la Iglesia católica ante la proliferación de casos de abusos— la institución siempre se ha considerado a sí misma como impecable y santa, y sólo algunos de sus miembros —cual “manzanas podridas”— habrían cometido actos repudiables, atribuibles a que “ también son humanos” y designados generalmente no como delitos sino como errores, faltas, deslices o simplemente pecados debidos a la fragilidad de la carne.

A fin de sellar y certificar esta impecabilidad institucional, el Sodalicio convocó a una comisión de tres expertos internacionales (Ian Elliott, Kathleen McChesney y Monica Applewhite) supuestamente para investigar los abusos y resarcir a las víctimas, pero que en realidad sólo sirvió para lavarle las manos a un sistema enfermo que muestra señales de putrefacción en su organismo.

Eso se hace evidente en la carta de Alessandro Moroni, entonces Superior General del Sodalicio, del 14 de febrero de 2017, que sirve de presentación a los informes de los expertos del 10 de febrero del mismo año.

Cuando habla de la «investigación completa de las acusaciones contra miembros o exmiembros del Sodalicio llevada a cabo por un equipo de expertos internacionales», resalta que «se trata de hechos en su mayoría ocurridos en un pasado distante», lo cual «hace difícil poder sustentarlos con una evidencia probatoria irrefutable y señalar concluyentemente la responsabilidad penal de los agresores», aunque «la consistencia de los testimonios recibidos y el rigor metodológico de los investigadores nos permiten reconocer frente a las víctimas la verosimilitud de sus testimonios».

Moroni se atreve a decir que «el último presunto acto de abuso de un menor de edad por un sodálite ocurrió […] en el año 2000», aunque poco antes ha señalado que «en 2007, un sodálite [Daniel Murguía] fue arrestado por el abuso sexual de un menor, y fue inmediatamente expulsado del Sodalicio». ¿Por qué no incluye este caso en su estadística? ¿Porque fue absuelto por el Poder Judicial debido a un tecnicismo judicial? ¿O simplemente porque ya no es sodálite? Los hechos que se le atribuyen son verosímiles y aparecen como comprobados en la misma sentencia absolutoria: llevar a un niño de la calle, un menor de 11 años, a un cuarto de hotel, hacer que se desnude y tomarle fotografías. Esto ya constituye un abuso sexual, aunque la ley no lo tipifique. Lo que adicionalmente habría ocurrido y que no se llegó a aclarar sólo lo saben el menor y el mismo Murguía.

De manera estratégica, Moroni soslaya el tema de los abusos psicológicos y físicos que habrían sufrido personas mayores de edad en la institución, las cuales se hallaban en situación vulnerable debido al control mental que se habría ejercido sobre ellas gracias a un régimen disciplinario característico de las sectas y el ejercicio de una obediencia absoluta que restringía su libertad personal y su capacidad de decisión. Y aunque abusos sexuales en perjuicio de adultos también los hubo en el Sodalicio, Moroni sólo considera los abusos contra menores de edad para poner una fecha límite, con una certeza de visos cuasi-proféticos.

Si bien admite que «los expertos identificaron ciertos elementos dentro de la cultura del Sodalicio que, de alguna manera, permitieron que estos reprobables hechos hayan podido ocurrir», a la vez señala que en la última década ha habido mejoras significativas.

En resumen, los abusos en el Sodalicio pertenecerían a un pasado ya remoto; la responsabilidad respecto a ellos recaería únicamente sobre unos cuantos sodálites y exsodálites que habrían cometido estas acciones. Las razones para dar a conocer el informe, según Moroni, serían «para poder reparar adecuadamente a las personas que han sufrido a causa de lo que aquí se relata, para que hechos como esos no se repitan y para hacer justicia a los sodálites y miembros de nuestra familia espiritual que son personas de bien, íntegras y comprometidas con el anuncio del Evangelio y el servicio a los demás».

En fin, la perfecta lavada de manos para una institución que tendría unos cuantos miembros sucios pero mantendría el cuerpo limpio e impecable. Y donde ya se habrían tomado todas las medidas a través de «un programa permanente para contribuir a la sanación y reconciliación de las personas que han sido víctimas de cualquier abuso o maltrato relacionado con nuestra comunidad y trabajar para que nunca vuelvan a ocurrir hechos de esta naturaleza».

Todo muy bonito, a no ser por que ese “programa permanente” prácticamente no existe. Con el informe de los expertos internacionales el Sodalicio habría considerado cerrado y concluido el proceso de reparación de las víctimas, sin evaluar la posibilidad de que haya muchas más de las que la institución ha reconocido oficialmente. Además, el proceso no parece haber sido tan limpio y justo como pretende Moroni.

El informe preliminar (julio de 2019) de Comisión Investigadora de Abusos Sexuales contra Menores de Edad en Organizaciones, del Congreso de la República del Perú, presidida por el congresista Alberto de Belaúnde, recoge algunos testimonios sobre el proceso de reparación encargado por el Sodalicio, que estuvo a cargo del irlandés Ian Elliott.

Félix Neyra, por ejemplo —de cuya herencia materna se apropió el Sodalicio—, declaró que Elliott

«me citó para una segunda reunión. Me dijo que era una víctima del Sodalicio. Me garantizó que podían devolverme lo de mi herencia. Eran veinte mil dólares. […] Demoraron como 2 meses y nunca llegó el abono. Hubo correos con idas y vueltas con Ian y [José] Ambrozic. […] Después de estos dos meses me llamó Carlos [Neuenschwander], que era el encargado de la plata. Me citó a una reunión. También citó a Elliott. Me comunicó con ellos por Skype y me dice [Carlos] que han evaluado mi caso y que han llegado a la conclusión que no soy víctima en ningún aspecto. No hay pruebas de ese dinero ni voucher de depósitos. No me van a reparar con nada».

Algunos de las víctimas que quisieron negociar con Elliott el monto de su reparación se toparon con la barrera del idioma, pues Elliott se comunicaba en inglés y no manejaba la lengua castellana. El testimoniante “Arturo” cuenta:

«Yo pedí traductora la segunda vez que hablé con él, y la traductora nunca llegó. Tuve que traer a mi hermana para poder conversar. […] Me dio un monto y me dijo que no era negociable, pero que si quieres puedes ir por la vía judicial, aunque no me iban a dar mucho».

Del carácter no negociable de la reparación ofrecida por el Sodalicio también da cuenta “Mario”:

«Ian [Elliott] te escuchaba y luego el Sodalicio te hacía una oferta de “tómala o déjala”».

A “Mario” se le ofreció sólo el 12% de lo que en justicia pedía y le correspondía, por lo cual concluye que el proceso fue una «burla absoluta hacia las víctimas, porque te hacen ir a contarle tu vida privada a un desconocido con la esperanza de cerrar un capítulo de tu vida y no les interesa lo que tienes por decir».

Martín Balbuena, víctima de abusos no sexuales, describe un trato parecido:

«Ian [Elliott] me trató muy mal. Fue muy mala experiencia. Me hizo ir dos veces, me prometió muchas cosas que nunca me las dio. Me manipuló».

“Santiago”, por su lado, declaró:

«También estuve en la comisión Elliott. No hubo negociación, no estuve satisfecho. Ha sido una maldad lo que han hecho. La segunda comisión no le hace caso a las recomendaciones de la primera, contratan a unos gringos religiosos. Me entrevistó Elliott. Él considero que mi historia era creíble y me indemnizó. No puedo decir el monto. No me sirve ni para pagar buenas terapias. Me pareció autoritaria e insuficiente. Me dijeron: “tenemos esto, si quieres lo recibes, sino está ahí guardado para ti, cuando quieras vuelves”».

El testimoniante “Silvio” explica el motivo por el cual acepta una reparación que no le parece justa:

«Yo acepto esa reparación cuando llego a entender que no va a haber justicia, y que lo que debo hacer, además siendo manipulado por Elliott, es de que es mejor algo que nada. Eso, además, me lo escribe el mismo Elliott en un e-mail que me manda en este proceso, donde yo intento negociar, pero no hay ninguna negociación en el fondo».

El testimoniante “Sergio” tampoco estuvo satisfecho con la reparación ofrecida:

“Me dijeron que me pagarían unas terapias. Yo hasta ahora le pido al psicólogo que me dé el informe y no me lo ha dado. Fue un chiste. Yo creo que ellos revisaron mi sistema financiero. Yo tenía deudas. Eran bastante agresivos. Yo llegue a la Notaría Rivera creo, firmé y me dieron el cheque”.

Rocío Figueroa, víctima de abusos sexuales por parte de Germán Doig, también recibió una reparación. Su papel clave en el develamiento de los abusos sexuales en el Sodalicio fue convenientemente omitido en los informes de los expertos internacionales. Al respecto, comentó lo siguiente:

«También hablé en la segunda comisión, pero se portaron pésimo, no pusieron mi historia, pusieron que ellos hicieron todo. Me dijeron: “Debes estar molesta”. Les dije que sí, que los habían comprado. No esperaba mucho, recibí una reparación. Me ofrecieron una porquería y me dieron el doble. A mí me tienen miedo. Me hicieron firmar un acuerdo de confidencialidad, pero me importa un pepino. Nadie te puede callar».

“Rodrigo”, uno de los pocos que se manifestó relativamente satisfecho con la reparación que recibió, manifiesta sin embargo lo siguiente:

«A mí me indemnizaron, me pagaron los años de terapia que yo había usado, me lo reconocieron y me pagaron un año de psicoanálisis. Pero a mí me trataron como rey, comparado a otros que han sufrido muchísimo más y han sido muchísimo más abusados».

Cabe resaltar que una condición para conceder una reparación era la firma de un acuerdo de confidencialidad, por el cuales la víctima debía comprometerse «a mantener absoluta reserva y confidencialidad sobre las conversaciones y negociaciones sostenidas para arribar a esta transacción, sobre el contenido del presente acuerdo, incluyendo los montos indemnizatorios comprendidos (asistencia e indemnización), los hechos que lo motivan y las personas involucradas en ellos» (texto tomado de de uno de esos acuerdos de confidencialidad), además de renunciar a cualquier demanda futura y a reclamar ningún monto adicional.

José Enrique Escardó, el primer denunciante del Sodalicio en el año 2000, comentó al respecto ante la Comisión De Belaúnde:

«[…] muy orondamente salieron una vez a decir que creo que habían utilizado dos millones de dólares, ¿no? Para reparación, dijeron ellos. En realidad no lo han utilizado para reparación; lo han utilizado para silenciar víctimas con manipulaciones, con mentiras, con falsas promesas. Han hecho firmar a varias víctimas —en condiciones muy vulnerables, en depresión, con situaciones económicas muy lamentables, muy tristes— acuerdos extrajudiciales en los cuales han exigido el silencio de la persona y han pagado dos mil, tres mil, cuatro mil, cinco mil dólares por ese silencio de toda la vida, y para que no les vuelvan a pedir nunca nada, ni un centavo».

Lo que finalmente hizo el Sodalicio es conceder a las víctimas que les dio la gana de reconocer —entre las cuales no me incluyeron a mí— una compra mafiosa de su silencio, a fin de limpiar su imagen institucional. De este modo, se ha lavado las manos utilizando las estrategias de una nada santa organización criminal, de un organismo pútrido hasta la médula.

 

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De los 17 artistas nominados para ingresar este año al Salón de la Fama del Rock and Roll, solo 3 están relacionados directamente al rock y los 14 restantes son figuras importantes de otros estilos, algunos muy conectados con la evolución del género -new wave, pop, country, metal- y otros abiertamente alejados, como el rap, el soul y la música experimental. Y, aunque este asunto no es ninguna novedad, la falta de coherencia que actualmente exhiben los administradores de esta institución creada en 1983 es cada vez más sorprendente, por decir lo menos.

Desde hace mucho tiempo, el término «rock» perdió su sentido recto como sinónimo corto de «rock and roll», entendido como el ritmo que resultó del cruce entre country, blues, gospel y jazz a mediados de los años cincuenta y que tuvo entre sus primeros exponentes a personajes como Elvis Presley, Chuck Berry, Bill Haley o Little Richard, para convertirse en un membrete «paraguas» capaz de contener, sin limitación alguna, a las multiformes ramificaciones que las dinámicas creativas  de artistas de posteriores generaciones comenzaron a producir, prácticamente a partir de su primera década de existencia. El rock and roll es, más que un género musical de características únicas e indivisibles, un conglomerado de conceptos, actitudes, combinaciones y tendencias en permanente y constante movimiento.

Esto, que puede servir para entender el universo del rock sin hacerse muchas complicaciones en cuanto a cerradas definiciones semánticas -se trata, al final de cuentas, de una manifestación artística y, por ello, es ajena a las discusiones teóricas sobre cuáles son o deberían ser sus fronteras- se convierte en un verdadero problema cuando un museo o entidad cultural, que propone ser abierta e inclusiva, persiste en usar como identificación, un nombre que no corresponde a esa visión amplia de lo que es, sesenta años después, la música popular contemporánea.

El Rock and Roll Hall of Fame está inspirado en las galerías de bustos de personajes notables de las humanidades que, a finales del siglo 19 e inicios del 20, aparecieron en Munich (Alemania) y New York (EE.UU.), la misma lógica que sirvió para inaugurar el conocido Paseo de la Fama de Hollywood. Fue creado por iniciativa de Ahmet Ertegun (1923-2006), el legendario productor turco-norteamericano que fundó, en 1947, Atlantic Records, uno de los sellos discográficos más importantes de las épocas doradas del pop-rock, soul/R&B y jazz (actualmente parte del gigante Warner Music Group). El museo, un edificio de siete pisos, ubicado a orillas del lago Erie en Cleveland, Ohio, es un homenaje vivo a la evolución del rock desde sus inicios con exhibiciones de fotos, videos, objetos y eventos especiales sobre cada etapa y subgénero.

El lugar es una maravilla, en términos de organización, orden y estándares de calidad, como todo museo del Primer Mundo. Y las ceremonias anuales de inducción, realizadas en conocidos teatros de New York o Los Angeles, son un derroche de talento, camaradería y reconocimiento a las trayectorias de entrañables compositores, productores, grupos y solistas. Pero el “Rock Hall” tiene dos serios problemas que empañan sus merecimientos. En primer lugar, nunca debió llamarse Salón de la Fama «del Rock and Roll» pues, desde sus primeras promociones incluyó otras ramas de la música popular norteamericana: Sam Cooke, Smokey Robinson, The Drifters, Stevie Wonder o Aretha Franklin, ingresados entre 1986 y 1989, son todos extraordinarios iconos del soul, pero difícilmente podrían ser considerados como artistas de rock.

Y, en segundo lugar, el comité encargado de seleccionar a los nominados ha venido añadiendo a artistas que, a pesar de la importancia de sus contribuciones, no se dedican necesariamente al rock ni a ninguna de sus variantes -The Supremes en 1988, Bob Marley en 1994, The Jackson 5 en 1997, Public Enemy en el 2013-, dejando fuera a otros que deberían haber ingresado mucho antes. Como si en un Salón de la Fama de la Salsa estuvieran Daddy Yankee, Don Omar y Romeo Santos pero no Manny Oquendo Los Hermanos Lebrón ni Ismael Rivera. ¿Se imaginan algo así?

Cada año ingresan entre seis y ocho nuevos artistas al Rock and Roll Hall of Fame. Según su reglamento, un grupo o solista se hace elegible al cumplirse 25 años del lanzamiento de su primera producción discográfica. La relación de nominados es definida por un comité que, aparentemente, decide quién va y quién no sobre la base de sus gustos personales y/o las tendencias de moda. Los postulantes, generalmente entre 15 y 20 nombres, ingresan a un proceso que, en estos tiempos de redes sociales, permite que el público también emita sus votos para, finalmente, anunciar a los nuevos miembros del club, en eventos que incluyen premios, video semblanzas, discursos y presentaciones en vivo. La mala elección de nominados y los desencaminados votos del público han generado varias contradicciones entre los resultados y la naturaleza misma del museo. Porque el rap no es rock and roll, como tampoco lo son el R&B, la new wave o la experimentación electrónica.

Este 2022, por ejemplo, hay 17 nominados. Y, como mencioné al principio, solo 3 de ellos -MC5, New York Dolls y Pat Benatar- podrían ser asociados al rock desde un punto de vista estrictamente musical. Después tenemos a dos leyendas del soul y el R&B -Dionne Warwick y Lionel Richie-, tres de la new wave -Devo, Eurythmics y Duran Duran-, un pionero del heavy metal -Judas Priest-, dos innovadores de la experimentación de diferentes épocas -la británica Kate Bush y el norteamericano Beck-, dos ídolos femeninos del country y el soft-rock -Dolly Parton y Carly Simon-, un extraordinario músico africano -Fela Kuti-, un furioso cuarteto de rap metal -Rage Against The Machine- y dos raperos -A Tribe Called Quest y Eminem. Un salón de la fama que los contenga a todos no está mal, pero no debería ser «del rock and roll» sino del «arte musical contemporáneo» o algo así. Es como si el MoMA, el Museo de Arte Moderno de New York, se llamara «del cubismo», «del arte pop» o del «arte abstracto».

Pero la cosa se pone peor. En las votaciones online de este año, encabeza las encuestas Eminem, que tiene tanto de rock como Calle 13 tiene de salsa. No basta con que el talentoso rapero blanco incorpore un monótono riff de guitarra en Lose yourself (banda sonora de la película 8 Mile, 2002), tema que viene cantando, literalmente, desde hace 20 años y que repitió, por enésima vez, en el caótico y sobredimensionado show de medio tiempo del último Super Bowl, la final de la Liga Nacional de Fútbol Americano (NFL, por sus siglas en inglés), vista por millones de televidentes en todo el mundo el pasado fin de semana. Es imposible asociar al lenguaraz Marshall Mathers con algo que tenga que ver con el rock, aun pensando en sus fusiones más modernas e híbridas. Por más que intentemos estirar el paraguas, para efectos de entender su inminente inducción, no alcanza para cubrirlo.

Y no solo es eso, sino que en el camino siguen quedándose verdaderos iconos de ese rock que, sin ser el original de Carl Perkins o Roy Orbison, tiene más nexos con guitarras, bajos y baterías que con cadenas doradas y jumpers con capuchas. Según los parámetros del salón, Eminem es elegible desde el 2021. Es decir, están a punto de aceptarlo apenas un año después de su primera opción. Sin embargo, bandas como King Crimson, Emerson Lake & Palmer, Thin Lizzy o Toto, elegibles desde 1994, 1995, 1996 y 2003, respectivamente, no han sido inducidos todavía.

Y solo he mencionado cuatro casos. La lista de rockeros no ingresados es inmensa. Tampoco están, entre muchos otros, Jethro Tull (elegible desde 1993), Sammy Hagar (2001), Suzi Quatro (1998), Iron Maiden (2005). Sin embargo, son reconocidos como «inductees» Michael Jackson (pop, 2001), Depeche Mode (electrónica, 2020), Nina Simone (jazz, 2018), Tupac Shakur (rap, 2017). Todos muy respetables y, en algunos casos hasta verdaderos genios como Miles Davis (ingresado el 2006) o los alemanes Kraftwerk (2021) pero con menos credenciales rocanroleras que los artistas mencionados, inexplicablemente ausentes.

Eddie Trunk, presentador de radio y televisión, ex conductor del programa de entrevistas That Metal Show y experto en hard-rock, es uno de los críticos más furibundos del Rock and Roll Hall of Fame. En más de una ocasión, Trunk se ha referido a su directorio como «una bola de irrespetuosos e ignorantes» a pesar de que, desde el 2016, el reconocido disc-jockey fue convocado para integrar el comité de votantes. Debido a sus constantes y agresivas campañas contra sus métodos de selección y decisión, el Salón de la Fama ha venido corrigiendo algunos errores imperdonables como la inclusión tardía de bandas emblemáticas de rock. Por ejemplo, Kiss recién ingresó el 2014 (15 años después de su primera opción). O la increíble demora de 23 años para Deep Purple y Yes, recién ingresados en 2016 y 2017. Si Judas Priest fuera aceptado este año, también será después de más de dos décadas desde que se abrió su posibilidad, en 1999. Pero quien se lleva el premio mayor en esto de las demoras son los Doobie Brothers, elegibles desde 1996 y aceptados 24 años después.

Otros casos insólitos son Phil Collins y Sting, elegibles como solistas desde 2006 y 2010, respectivamente. Y si revisamos la relación de «hall-of-famers» de esos años en adelante, notaremos con sorpresa que lograron ser inducidos raperos como Run DMC, The Notorious B.I.G., Public Enemy, Jay-Z (en su primer año de elegibilidad), o divas del pop y el disco como Whitney Houston, Madonna, Donna Summer o Janet Jackson por encima de los ex líderes de Genesis y The Police, bandas que sí figuran desde el 2010 y el 2003, respectivamente.

 

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Esta noche. ¿Continúa la tregua entre el ejecutivo y el legislativo de cara a la cuestión de confianza? Conversamos de eso y más con el congresista y exministro de Defensa, Roberto Chiabra, de Alianza para el Progreso.

Además, ¿Qué está pasando el la Fiscalía de la Nación y la Procuraduría General del Estado?

Conversamos con el exprocurador Luis Vargas Valdivia.

 

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Entrevista, Roberto Chiabra

Todos los días, de lunes a viernes, Alexandra Ames, David Rivera y Paolo Benza discuten los temas más importantes del día por Debate. Hoy nuestro episodio número 329.

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Debate, Netflix

 

Larga distancia es el film nacional que ya se encuentra en cartelera. Tiene a Miguel Iza de protagonista, acompañado de Denise Arregui y Valquiria Huerta. Además, presenta un reparto destacado con figuras como Víctor Prada, Fiorella Pennano, Diego Pérez, Ximena Palomino, Joaquín de Orbegozo y Eduardo Camino.

La ópera prima de Franco Finocchiaro presenta una historia sobre la desconexión generacional entre Miguel (Miguel Iza) y su hija Camila (Valquiria Huerta), contada con toques de comicidad, sin dejar su sentido dramático de lado y con una banda sonora integrada por bandas locales agrupadas en un playlist de Spotify bajo el nombre del film.

Conversamos con el director de la obra, Franco Finocchiaro y con su protagonista, Miguel Iza.

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Lee aquí los mejores informes de Sudaca:

 

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El último domingo, Sudaca contó todos los detalles del caso de presunto tráfico de influencias en el que está involucrado el congresista de Perú Libre Edgar Tello. La fiscal de la Nación lo ha puesto en la mira por una serie de conversaciones y una nota de inteligencia policial que revelarían favores al empresario Miguel Ángel Salinas, detenido en enero por hurtar millones de soles de entidades públicas.

Pero un personaje clave en esta trama, del que queda mucho por contar, es Wilfredo Alayo Jiménez. Se trata de un excandidato al Congreso por Unión por el Perú, y también exmilitante del APRA y Cambio Radical (movimiento político liderado por José Barba Caballero). La Fiscalía le atribuye a Alayo conversaciones con Salinas en las que este le pide ayuda para destrabar una licitación en San Juan de Lurigancho.

Los mensajes muestran que, para tal fin, Alayo habría fungido de intermediario entre Salinas y Tello. El congresista de Perú Libre, sin embargo, no quiso respondernos sobre ese personaje en particular. ¿Por qué intenta ocultar su vínculo con Alayo? Todo indica que las respuestas a esta pregunta serán cruciales en la investigación fiscal. 

Sobre Alayo ya hemos dicho que tiene una sentencia por negociación incompatible del 2017 y que visitó, junto a Tello, al actual ministro de Educación, Rosendo Serna, el 4 y 6 de enero. El 24 de noviembre del año pasado, además, ambos se reunieron con el entonces presidente ejecutivo de EsSalud, Mario Carhuapoma, de acuerdo a los registros.

Pero hay más incursiones a entidades públicas, un viaje a la selva y hasta un abogado en común que evidencian una relación innegable entre el congresista de Perú Libre y un personaje que siempre tuvo problemas con la justicia. Y es que, además de la condena del 2017, Alayo figura como “sentenciado” en un proceso de usurpación del 2002, según registros del Ministerio Público. También ha sido acusado de agresiones y amenazas, y tiene un proceso por falsificación de documentos a la espera de juicio.

¿Qué hace un hombre con esos pergaminos rondando a un padre de la patria? La fiscal de la Nación podría tener la respuesta en algunos meses. 

Wilfredo Alayo junto al congresista Edgar Tello. Posan frente a la puerta del Congreso.

 

ACOMPAÑANTE EN LA SOMBRA

El 19 de enero, Wilfredo Alayo visitó junto a Tello y el alcalde de San Juan de Lurigancho, Álex Gonzáles, el despacho del director ejecutivo del Programa Integral de Barrios del Ministerio de Vivienda. A la cita asistieron otros funcionarios del municipio.

Alayo señala que él nunca estuvo en la reunión y que solo lo registraron en la puerta. Fue, dice, para hacerle servicio de taxi al congresista de Perú Libre. Pero una de las hipótesis en el caso de tráfico de influencias seguido contra Tello es, precisamente, que el empresario Miguel Ángel Salinas lo buscó -con Alayo como nexo- para que lo contacte con el alcalde de SJL. 

El domingo pasado, el dominical Punto Final reveló imágenes en las que Alayo acompañaba al congresista Tello a varias de sus actividades públicas en Lima. Este personaje dijo al programa televisivo que él le había hecho varias “carreras” al parlamentario.

Pero Sudaca obtuvo una grabación más en la que Alayo aparece filmando al parlamentario del lápiz en una incursión a una comunidad de Loreto. Las imágenes son, según nuestras fuentes, de fines del 2021. ¿Hasta allá le hizo la movilidad al parlamentario?

“Bueno, señor. Allá también alquilan carros y puedo manejar. Yo también puedo pedir un favor y no hay nada de malo. No hay ningún problema”, responde Alayo. Le preguntamos cuánto le cobra al congresista y si tiene recibos que corroboren su versión. “Esas ya son cosas personales”, dice. Y niega ser el autor de los chats con Salinas.

captura video
Alayo filma con su celular al parlamentario Edgar Tello en un viaje a Loreto. Se trata de una relación que va más allá del taxi.

 

CUENTAS PENALES

Wilfredo Alayo es un personaje conocido en los pasillos del Poder Judicial. El 2017, como hemos visto, fue condenado a cuatro años de prisión suspendida por el delito de negociación incompatible e inhabilitado por tres años para ocupar cargos públicos.

Los hechos se produjeron el 2011, cuando Alayo Jiménez se desempeñaba como subgerente de Control Patrimonial de la Municipalidad de San Juan de Miraflores, en la gestión del exalcalde Adolfo Ocampo Vargas. Lo que hizo Alayo fue comprar un vehículo de segunda como si fuese nuevo.

Durante su paso por ese cargo también tuvo algunos choques con los vecinos del distrito. Uno de ellos denunció en la comisaría que Alayo entró con 40 personas a su terreno y se llevó a la mala 35 paneles de mallas metálicas valorizados en S/24.000.

Pero eso no fue lo peor. Sudaca pudo conocer que este personaje tiene pendiente un juicio en su contra por falsificación de documentos. Al terminar la gestión de Ocampo Vargas en SJM, asumió Javier Altamirano Coquis. Y una de las primeras cosas que hizo fue eliminar algunos requisitos para los postulantes a distintas gerencias, entre ellas la de Desarrollo Urbano. Antes se necesitaba el título universitario de Ingeniería, pero con Altamirano al mando eso se eliminó.

A los pocos meses, Wilfredo Alayo, quien decía haber estudiado un par de ciclos de Ingeniería en la Universidad Peruana de Integración Global, fue nombrado jefe de esta gerencia. La Fiscalía, sin embargo, descubrió que no contaba con documentos que acreditaran, siquiera, sus estudios de secundaria.

Alayo había presentado un certificado de estudios con actas de supuestas evaluaciones de cursos como Lenguaje, Geografía, Historia del Perú, entre otros. Él mismo había pedido a una institución educativa que le tomen exámenes de los cinco años de educación secundaria, porque su colegio había desaparecido y le era imposible acreditar que pasó por ahí. 

La acusación del fiscal Richard Cirilo. Pide 10 años y cuatro meses de cárcel para Alayo.

En las evaluaciones habían participado supuestamente 11 docentes, pero al menos tres de ellos dijeron que nunca lo habían hecho. En las actas consolidadas figuraba, por ejemplo, Rocío Florían Fernández. “Sin embargo, dicha docente no laboró en la IEP Latinoamérica [el colegio que le tomó las evaluaciones a Alayo], pues las actas son del 2014 y la citada docente recién obtuvo su título profesional en el 2015”, dice la acusación fiscal presentada el 2018.

Otro nombre que figuraba como docente evaluador era el de Slim Pareja Romero, pero este no reconoció su firma plasmada en las actas. “Además, dicha persona es docente de educación física, pero en las actas se consignó como docente de Geografía del Perú y del Mundo”, señala el escrito.

Pero, además, la institución educativa no estaba autorizada para emitir certificados de primero a cuarto de secundaria, como deja ver un oficio de la UGEL de San Juan de Miraflores enviado a la Fiscalía. La misma unidad ejecutora respondió al Ministerio Público que el certificado presentado por Alayo “no era auténtico”.

Por estos hechos, el fiscal anticorrupción Richard Cirilo acusó a Alayo, al alcalde y al director del colegio que le tomó las supuestas evaluaciones por los delitos de falsedad ideológica, nombramiento indebido y negociación incompatible. Contra Alayo pidió 10 años y cuatro meses de prisión en julio del 2018. Increíblemente, aún no hay juicio. “Bueno, puedo tener miles de juicios. Usted dice que está en investigación. Que salga la investigación y ahí podemos hablar”, dice el aludido.

Las comisarías también dan detalles de quién es este amigo negado del parlamentario Edgar Tello. El 4 de setiembre del 2018, alejado forzosamente de la gestión pública, Alayo fue intervenido a la medianoche por un agente policial por realizar “maniobras temerarias”. “Al vociferar, el presunto infractor, presentó aliento alcohólico, refiriendo también que no podía ser intervenido, porque tiene amigos oficiales de alto mando; amenazó al personal [diciendo que] la intervención policial [le] costará el cambio de unidad”, se lee en el parte policial de aquel día.

En marzo del 2019, además, fue acusado por Ronald Mosayhuate Reyes por haberle destrozado las lunas de su vehículo, además del equipo de música y los faros. “Asimismo, los denunciantes refieren que sufrieron amenazas de muerte por parte de los denunciados”, se lee en un parte policial. Alayo asegura que esta denuncia fue archivada.

 

CONTRA LA REFORMA DEL TRANSPORTE

Los documentos a los que accedió Sudaca revelan más conexiones entre Wilfredo Alayo y Edgar Tello. En la apelación a la acusación por falsificación de documentos y en un Hábeas Corpus presentado ante el TC, figura como abogado de Alayo el letrado David Mujica Castillo. Se trata del mismo abogado que representa a Edgar Tello en su reciente proceso por tráfico de influencias.

David Mujica Castillo, abogado de los transportistas que piden condonación de multas. Figura como abogado de Wilfredo Alayo en sus líos judiciales y ahora defiende a Edgar Tello.

Mujica es, además, abogado de la Asociación Nacional de Integración de Transportistas (Anitra), que en noviembre se sumó a un paro nacional. Pedían la cabeza de la jefa de la Autoridad de Transporte Urbano (ATU), María Jara, y de la exmandamás de la Sutran, Patricia Cama. Esta fue despedida aquel noviembre.

Los gremios de transportes también solicitaban la rebaja urgente de combustible, la reducción de peajes y la amnistía de papeletas. El ministro Juan Silva, en un acta revelada por El Comercio, se comprometió a esto último, anunciando que presentaría un proyecto de ley. El mismo diario reveló que las empresas representadas por Anitra debían hasta fines del año pasado S/18.460.000. La huelga se canceló tras el acuerdo.

Según la revista Caretas, en setiembre del año pasado, Edgar Tello coordinó una reunión entre miembros de la Anitra y el ministro Juan Silva, en la que estuvo Mujica. En enero pasado, Tello lo invitó a una audiencia titulada “La verdad sobre la reforma del transporte”. Llamamos al despacho del abogado, pero este no atendió nuestro pedido de entrevista.

Este es, pues, el círculo que rodea al parlamentario del lápiz. Y Tello haría bien en reconocer a sus amigos.

 

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El presidente Castillo ha vuelto a insistir en la necesidad de reforzar el proceso de descentralización. Si acaso no ha sido la suya una frase hueca, como muchas a las que nos tiene acostumbrados, debería repensar el proceso y darle auténtico impulso. Es, en ese sentido, un activo político que debiera ser empleado, su llegada a los sectores provincianos del país.

No va a ser posible reconstruir el Estado peruano, modernizarlo y adecuarlo a las exigencias de los tiempos que corren si no se emprende una transformación radical del modelo de descentralización aplicado desde el año 2000, el mismo que explica, en gran medida, por qué la prosperidad macroeconómica no se siente, en su justa medida, en buena parte del territorio nacional.

Los gobiernos regionales y locales han fracasado y se han constituido en antros burocráticos, donde autoridades corruptas o ineficientes dilapidan los ingentes recursos que reciben, propiciando que la ciudadanía no tenga salud, educación, agua potable, infraestructura de calidad, acorde a los años de crecimiento económico que el Perú ha tenido en las últimas tres décadas.

La más reciente encuesta de Datum lo confirma con meridiana claridad. El 71% de la población considera que los gobiernos regionales “no han sido solución” y es en el sur, significativamente, donde la insatisfacción es más grande: el 77% estima negativamente a las autoridades regionales, y es allí, precisamente, donde anida la mayor parte del voto antiestablishment, antilimeño, que sostiene aventuras electorales disruptivas.

Particularmente preguntada la población sobre la no ejecución de obras, un 38% culpa a los gobiernos regionales, un 28% a las municipalidades, y un 22% al gobierno central. Es evidente la ponderación inclinada en contra de sus propias autoridades locales.

De nada servirá que se reforme el gobierno central, que se modernice la gestión pública, que el sector estatal reciba crecientes ingresos fiscales mediante el aumento de la recaudación tributaria, si los gobiernos regionales y locales siguen siendo un hueco en el balde, donde se drenan millonarios recursos.

La agenda del futuro debe incluir no solo la reforma del Estado, un shock de inversiones privadas o un fortalecimiento democrático (mediante reformas por completar) sino, particularmente, una revisión a fondo del fallido proceso de descentralización iniciado hace 22 años y que ha demostrado su carácter equívoco.

Habrá que abrir un amplio escenario de debate. Resalta la notable ausencia del tema en la clase política peruana, que miopemente no percibe que mucho de lo que se pueda hacer en lo que concierne a un buen gobierno, se irá por la borda si no se cambia una estructura regional mal construida.

Ha habido un importante flujo de inversiones privadas hacia las regiones en las últimas décadas. Ese fenómeno es maravilloso, y no ocurría desde los tiempos aurorales de la República, pero no está siendo acompañado por la edificación de un sector público moderno, eficiente y, sobre todo, carente de corrupción.

 

 

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Descentralización, Pedro Castillo

El Partido Morado anunció que no dará el voto de confianza al gabinete Torres. Hablamos al respecto con la congresista Susel Paredes.

Además analizamos el resumen de la semana política, las idas y venidas entre el Congreso y Ejecutivo de la mano de la politóloga Paula Távara.

Y Jenny Llanos nos acompaña en un viernes más de «Golpes bajos».

 

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Entrevistas

El verano es un buen momento para organizar un viaje o un paseo familiar, en pareja o amigos. Uno de los destinos preferidos por esta temporada, son las playas del sur y del norte de Lima. Sin embargo, antes de emprender este trayecto es importante que tomes precauciones y realices una revisión básica sobre el estado de tu vehículo, para evitar inconvenientes y viajar seguro.

En ese sentido, el Humberto Almeyda, Director de Posventa y Desarrollo de Concesionarios de Nissan Perú, ofrece cuatro importantes recomendaciones para aquellas personas que buscan una escapada de fin de semana.

1.- Revisión mecánica antes de salir

Las revisiones mecánicas pueden ayudar a prevenir contratiempos, pero más importante aún, pueden salvar tu vida. Por ello, es fundamental verificar el kilometraje para determinar si el auto necesita mantenimiento. Asimismo, se recomienda realizar los chequeos básicos como el nivel de agua, las pastillas de freno y el cambio de aceite. Esto también aplica en la revisión de la batería, ya que podrías quedarte en medio de la vía de tránsito por no tener una batería en el estado correcto, al igual que los neumáticos, es esencial corroborar su desgaste y que cuenten con la presión de aire suficiente.

2.- Ten listo un kit de emergencia

Es fundamental tener un kit de emergencia en el maletero, especialmente si vas a conducir durante mucho tiempo. Este debe incluir un gato hidráulico, un botiquín de primeros auxilios, linterna, caja básica de herramientas, triángulo de emergencia, llanta de repuesto, cruceta y extintor.

3.-Evitar conducir en horas punta

En esta temporada se prevén embotellamientos desde el viernes al domingo en los accesos y vías para el sur, pero si eliges estratégicamente un horario de salida a tiempo, lograrás evitar las horas pico. Antes de salir, se sugiere revisar si el tanque de combustible está totalmente lleno, caso contrario, esto podrá tomarte varios minutos en el grifo. El uso de la tecnología siempre será tu mejor aliado, al igual que las rutas. Waze tiene una función denominada “Conoce el mejor momento para salir”, herramienta perfecta para escoger el horario adecuado hacia tu destino.

4.- Paradas de relajo

Evita el cansancio o la falta de concentración cambiando las estaciones de radio y/o las canciones de tu playlist. Siempre es vital realizar una parada estratégica que te ayude a relajarte, podrás aprovecharlo para hidratarte o realizar otra actividad que consideres necesario.

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Auto, Vacaciones, viaje en carretera
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