[EN UN LUGAR DE LA MANCHA] Por esa razón, me despierta mucho entusiasmo la aparición de Ausentes en cada sombra. Más de cien años de narrativa amazónica, antología realizada por el antropólogo Alberto Chirif, un muy reputado especialista en temas de cultura amazónica y autor, entre otros, de un hermoso libro: Diccionario amazónico. Voces del castellano en la selva peruana (2016). El título de la antología que comento ahora tiene, sin duda, sabor reivindicativo, en la medida en que visibiliza un corpus de textos que, de otro modo, seguirían durmiendo en el olvido. Marginada –y acaso exotizada por ignorancia–, esta narrativa va ahora en busca de lectores fuera de los ámbitos del trópico.

Son varios los ejes temáticos que atraviesan los textos reunidos por Chirif, construyendo un arco que va de la experiencia amorosa al sistema de creencias mágico-míticas, pasando por diversas ocurrencias cotidianas en el contexto urbano, la economía extractiva y expoliadora y sus consecuencias, o la presencia de elementos vinculados a la naturaleza y el medio ambiente. De alguna manera, esta antología es una invitación a un universo, a un mundo poblado de historias que pueden revelar una idiosincrasia, una manera singular de concebir su propio entorno.

Rasgo destacable es el hecho de que esta antología admita tanto textos de ficción como de no ficción. Entre estos últimos quisiera destacar un texto autobiográfico de Jorge Nájar, poeta nacido en Pucallpa en 1943. Cito un pasaje: “Y yo, en esencia, soy el nieto de un cauchero moyobambino que abandonó a sus hijos y se extravió en las estradas jeberas del Brasil. Soy el hijo de un maderero venido a menos. Los madereros de la época de mi padre eran los hijos de los trabajadores del caucho que se dispersaron en el llano amazónico cuando ese negocio cayó en la ruina por la competencia del jebe inglés producido en Asia. Era un mundo de cazadores de fortuna. Un mundo de traficantes de todo género. Un mundo violento” (p.181).

Una revisión del índice del volumen nos da una pista adicional: la intención –o necesidad– de construir un canon. Eso explicaría la extensión del arco temporal, por un lado y, por otro, la presencia de algunos autores paradigmáticos –y en más de un caso clásicos– como Arturo Hernández, Fernando Romero, Francisco Izquierdo o César Calvo de Araujo, de quien, según reza la leyenda, se extravió el manuscrito completo de un libro de relatos. Junto a ellos, se sigue una línea cronológica en la que van apareciendo otros autores como Róger Rumrrill, Arnaldo Panaifo, Arturo Ríos Ramírez, Dante Castro o Percy Vílchez, a quienes se suman escritores de obra más reciente como Paco Bardales, Miuler Vásquez, Melissa Mendieta o Patrick Pareja.

Es, pues, de suma importancia sumergirse en esta selva de autores y estilos. En especial para aquellos lectores que busquen tener una mirada más englobadora de la literatura nacional, incorporando a sus lecturas tradiciones importantes, pero lamentablemente invisibilizadas como la narrativa de la región amazónica. Un esfuerzo que sin duda vale la pena.

 

Alberto Chirif (Editor). Ausentes en cada sombra. Más de cien años de narrativa amazónica. Iquitos: Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica y Tierra Nueva, 2023.

[EN UN LUGAR DE LA MANCHA] Cuando se promociona al Perú en el extranjero se habla siempre de un país con cinco mil años de historia, con decenas de lenguas originarias, en fin, de un territorio que tiene el raro privilegio de tener varias edades y cosmovisiones a la vez. Todo queda en las vitrinas de la hipocresía y la incoherencia, porque en la práctica, los bienes de los que nos sentimos tan orgullosos son maltratados sin mayor trámite. En tanto, el Ministerio de Cultura sigue pregonando con celo su trabajo en favor de la identidad cultural del país. A este paso, estoy seguro, no quedará ninguna en pie.

Y como esto parece una competencia de necios, el Congreso no se puede quedar atrás y acaba de aprobar una ley que, a manera de obsequio, otorga el nombramiento sin examen a los maestros de escuelas públicas. Adiós meritocracia. ¿Quién sustentó esta deplorable iniciativa? Nada menos que José Luna, sí, uno de los azotes de Sunedu y amo y señor de Telesup, la universidad de siete pisos en fachada y solo cuatro construidos. La educación como simulacro sigue su rumbo triunfal.

Luego de esto cualquier educador o trabajador cultural pensante diría que no se puede caer más bajo. Malas noticias: en educación y cultura en nuestro país al fondo siempre hay sitio. Presupuestos magros, desigualdades humanas y de infraestructura que rozan la infamia, medios de comunicación que en su mayoría no tienen la más mínima voluntad de abordar ningún asunto cultural, escuelas a su suerte, maestros a la suya. Por si acaso no creo en cuotas impuestas, pero ante tal imperio de la idiotez, francamente ganas no faltan.

¿Qué más quisieran hacer, señores del Ejecutivo y el Legislativo? Les propongo, por ejemplo, un impuesto a la lectura, otro a la creación musical y uno más a las danzas. A los artistas plásticos cáiganles con todo. Otra idea coherente con el tamaño de su inteligencia podría ser derrumbar de una vez el requisito de ser Maestro o Doctor para enseñar en una universidad, para emparejar el suelo con las escuelas públicas y terminar con esas molestias que vienen con el intento de hacer un trabajo de calidad y basado en méritos. Dinamiten la gratuidad escolar. ¡Terminen de una vez con la cultura y la educación, nada les falta para lograrlo!

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[EN UN LUGAR DE LA MANCHA] A esta vertiente se suma ahora una novela compuesta de fragmentos narrativos (cosa que concede un lugar especial a la manera cómo opera la memoria) en la que su protagonista, una niña frágil y solitaria es sometida a presiones disciplinarias y sociales que, a la larga, le brindan un puntual conocimiento del mundo adulto, de los condicionamientos sociales que limitan su propia existencia y le dan la posibilidad no solo de ser autoconsciente, sino también de explorar lúcidamente su intimidad.

Agua, de Lucero de Vivanco, se instala pues en una escritura que supone para la narradora la experiencia de desarrollar la habilidad de comprender el mundo que la rodea, desde los secretos que toda familia calla hasta las sutiles formas en que la sociedad impone su hegemonía sobre los sujetos, especialmente en contextos en los que el género resulta problemático. La propia relación de la protagonista con su madre presenta estos rasgos: “Es que mi historia de intimidad con la munchi ha sido desafortunada. Siempre marcada, además, pro las advertencias de lo que yo “no” debía ser, en lo que “no” me podía convertir: no debo ser introvertida (…), no tengo que ser soberbia (…), nada de ser desobediente (…)” (p.77).

Por otro lado, desde el inicio de la narración, la presencia del padre es poderosa y acaso asfixiante. La protagonista practica la natación, bajo la estricta supervisión del padre, quien además se encarga de controlar el tiempo, una de las maneras en que ejerce poder. “Mi padre está parado en la tribuna de la piscina del Campo de Marte, a media altura. Tiene su cronómetro Omega en la mano, apoyado en la palma. El pulgar en el botón derecho, listo para iniciar la cuenta. Dos agujas y números en negro y rojo le permiten medir minutos, segundos y décimas con precisión suiza. Controla la velocidad con la que me desplazo de extremo a extremo en estilo libre, una y otra vez, ejercitándome para que mi técnica sea cada vez más eficaz” (p.13).

La memoria es el archivo en el que reposa lo más trascendente. O lo que conviene o se puede a duras penas recordar. O lo que, también a duras penas, se pueda callar. La memoria es una cicatriz y en esta narración el adagio no es una excepción: “No hay sutura definitiva para los labios de una herida. Es necesario limpiarla cada tanto tiempo, renovarle el vendaje, rociarla con ungüentos que limiten su expansión, que mitiguen su agravamiento. Blindarla contra las nuevas lesiones que llegan con otros ropajes” (157). En esa analogía, la memoria alcanza su mejor capacidad de conmover al lector y en relación con el sujeto, la descarnada revelación de su propio ser íntimo.

Lucero de Vivanco. Agua. Cocodrilo Ediciones. Lima, 2023.

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[EN UN LUGAR DE LA MANCHA] El nombre de Franz Kafka designa a esa clase de escritor fundamental e insustituible tanto en el seno de su propia tradición (las literaturas alemana y Occidental, digamos) como en el resto del universo literario: Kafka pertenece a una lengua y una cultura, pero en el papel ha viajado intensamente por millones de lectores y ha ejercido un decisivo influjo en escritores de diverso origen que se han planteado, en algún momento, reflexionar desde la ficción sobre la condición humana. No postulo que todo escritor sea kafkiano; lo es, en mayor o menor grado quien pretende arriesgar su palabra para retratar el absurdo, la incomprensión, la crisis de la subjetividad de una época; para hablar de ambientes opresivos y realidades cercanas a la aberración.

Uno de esos viajes ha ocurrido recientemente entre nosotros. El destacado narrador peruano Jorge Valenzuela ha obtenido el Premio Copé de Ensayo 2022 con un volumen titulado Un mundo precario. Ensayo sobre la obra y la escritura de Franz Kafka. Es muy sugerente el hecho de remarcar en el título la palabra “ensayo” en clara alusión a un género que privilegia la especulación pero, en este caso, no su forma: se trata de cuatrocientas viñetas que van tejiendo un acercamiento puntilloso a muchos de los temas que se dan cita en el universo kafkiano: la ley, la condición de judío, la vocación por la escritura, la crisis del sujeto y el lenguaje, la angustia (asunto que Kafka lleva a niveles cósmicos), la contradicción, la vida siempre a merced de un phatos incontrolable, en fin, todo aquello que nos hace pensar en el adjetivo “kafkiano” para designar algo que nos provoca una profunda perturbación.

Aunque el texto tiene un planteamiento de naturaleza eminentemente fragmentaria, incluso calidoscópica, su lectura evidencia una organicidad que se demuestra en la lectura, ordenada o no, de los fragmentos que componen la totalidad del texto. Valenzuela parece haber apelado aquí a la idea de obra abierta de Umberto Eco, dejando al lector la libertad de elegir la aleatoriedad como método de lectura. Es posible también renunciar a dicha elección y seguir una lógica lineal, que será igualmente provechosa.

Cada viñeta tiene una cierta autonomía, pero eso no implica una desconexión. Cada viñeta, más bien, concreta un acercamiento. Por ejemplo, en la número 246, brevísima, se alude a una obra capaz de cancelar binarismos convencionales: “En el mundo de Kafka lo opuesto al amor no es el odio, lo opuesto es el orden establecido cuyo poder, oscuridad y anonimato lo aniquila todo” (p.148). La 329, por citar otro caso, se detiene en la autopercepción de uno de los grandes personajes de Kafka: “Es atrozmente conmovedor cómo Gregorio Samsa asume con naturalidad, pero sin dejar de sufrir, su condición de insecto. Es como si su nueva apariencia lo fuera afirmando en lo que es (alguien diferente de lo que es en su exterior): una persona en busca de aceptación y amor” (p.193).

El final del libro es crepuscular. Se representa la escena final del trayecto vital del escritor. Aquejado de un mal que lo ha dejado fuera de toda posibilidad vital, Kafka suplica a su médico que le inyecte morfina para terminar su calvario: “Su espantosa lucidez lo lleva a considerar que seguir viviendo, en las condiciones en las que se encuentra, es la peor muerte que se le puede imponer a un ser humano: ´Máteme´, le ordena a su médico, ´si no, usted es un asesino´” (p.234).

Un mundo precario es un trayecto crítico y reflexivo a través de la obra de un escritor emblemático y universal; un escritor al que George Steiner, en su célebre artículo “K” recomendaba encarecidamente leer como lee Valenzuela ahora: evitando “que la muralla china de la crítica no aprisione la obra, que el mensajero pueda pasar por las puertas del comentario”. Un mundo precario ofrece al lector agudeza en la mirada, libertad en la interpretación y una prosa más que estimable. Vala la pena internarse en él.

Jorge Valenzuela Garcés. Un mundo precario. Ensayo sobre la obra y la escritura de Franz Kafka. Lima: Ediciones Copé, 2023.

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Nada como las cartas para iluminar la fragilidad humana. “Arturo, ¡qué ganas tengo de volver, de sentarme contigo, con Mario, con César, a conversar, a pasear en Platero, a meter escándalos, a reír, a recitar y discutir! (…) No tengo ropa, mis zapatos se han roto, vivir sin plata en Europa es jodido: no puedes ir al cinema, al teatro, a los museos muy poco, no puedes pasear: en la situación en que estoy, yo lo único que hago es estudiar francés, leer, comer, pasear a pie y dormir. Nada más. Escribir no puedo, no sé qué me pasa”, apunta en una carta al poeta Arturo Corcuera fechada en setiembre de 1961 (pp.249).

El epistolario sintetiza un trayecto vital breve, pero da cuenta suficiente de una personalidad creadora y profundamente ética. No es este un espacio para discutir si el proyecto de iniciar una revolución en el Perú, que el poeta hizo suyo, fue un acierto o un error, me interesan más la bondad y la coherencia del personaje, más allá de cuestiones ideológicas y mitologías que mal sirven para entender las profundidades de la persona.

Será siempre grato encontrar noticias sobre el poeta Javier Heraud. Esta vez vienen desde un riquísimo archivo familiar, con toda su luz a cuestas. Tengo la certeza de que los lectores habituales de Heraud y los que no, darán las gracias por igual.

 

Javier Heraud. Enteramente y eternamente. Cartas (1958-1963). Lima: Lumen, 2023.

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A estos se suma ahora De monstruos y cyborgs, un conjunto de breves fragmentos narrativos y a veces ensayísticos, que van recorriendo diversas estancias de su experiencia como paciente cardíaca, a la vez que agudas reflexiones sobre las intervenciones médicas en el cuerpo, su anexión a máquinas que lo mantienen con vida, o el ramplón binarismo con el que a veces pretenden explicarse las relaciones de género.

Monstruo, etimológicamente hablando, significa “prodigio” como nos lo recuerda Saona y ese prodigio es sin duda la sobrevivencia y, además, la capacidad de escribir sobre su doloroso proceso. La idea de Cyborg alude a las “máquinas” insertas en su cuerpo, que hacen posible que el corazón de la autora siga haciendo camino.

No es fácil confrontarse. Se requiere de valentía y coraje. Saberse enfermo, preso de un mal, vivir al borde del abismo, puede encontrar relativo alivio en la escritura confesional y conmovedora de Saona en este brevísimo volumen. Leerlo será la mejor manera de hacer nuestro ese singularísimo horizonte en el que el límite entre el dolor y el arte se hace difuso.

Margarita Saona. De monstruos y cyborgs. Lima: Intermezzo Tropical, 2023.

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Es un viaje al pasado que ocurre en el futuro. Una máquina que dispara recuerdos como si fueran proyectiles. La representación del tiempo en la narración es problemática: “El enigma continuaba: ¿era ese hombre el mismo que había decretado la Reforma Agraria en 1969 y había confiscado los medios de prensa en 1974? ¿Estábamos en 1978 gracias a un caprichoso giro de la continuidad del tiempo? El general, quien se preciaba de haber inventado aquel prototipo, estaba sereno, en paralelo a lo intrigante que me parecía toda la situación (…) No sabría decirlo con exactitud. Solo puedo dar fe de todo lo que veía a mi alrededor. Por ejemplo, el automóvil llamado Hugo no correspondía a 2017” (pp.52-53).

Resulta revelador incorporar a un personaje como Velasco en la ficción. Más revelador todavía, el efecto de los discursos históricos sobre la percepción de la propia historia. Güich ha logrado con esta breve novela hacernos pensar en la actualidad crispada –y hasta hoy irremediable– del país.

José Güich Rodríguez. El general y la máquina. Lima: Maquinaciones, 2023.

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La segunda historia a la que me quiero referir es a la del poeta chileno Pablo De Rokha (seudónimo de Carlos Ignacio Díaz de Loyola) y a la mujer que marcó su vida: la poeta Winétt De Rokha (seudónimo de Luisa Anabalón Sanderson). Quisieron las simetrías del destino que nacieran el mismo 1894 y que años más adelante vivieran un amor que osciló entre “la plenitud y la tragedia” (p.259). “A ella –apunta Boccanera– estará dedicada gran parte de los cuarenta libros que escribió De Rokha, donde sucesivas Winétt encarnan la naturaleza, el cosmos, la revolución social” (p,261).

Cito entonces una parte del poema “Círculo”, que le habla a Winétt directamnte: “Tu ilusión se parece a una ciudad antigua,/ a las caobas llenas de aroma entristecido,/ a las piedras eternas y a las niñas heridas;/ un pájaro de agosto se ahoga en tus pupilas,/ y, como un traje obscuro, se te cae el delirio” (p.271).

Hay veinte historias más en cuyas tramas hay algo de aventura, de casualidades necesarias y por supuesto, una cuota enorme de locura y desborde pasional, ingrediente infaltable para que un amor no sea, al menos en la memoria, cualquier amor.

Jorge Boccanera. La pasión de los poetas. Barcelona: Jus/Malpaso. 2022.

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Con agudeza que merece ser destacada, el nicaragüense Sergio Ramírez discute en Los ríos profundos, en relación con La región más transparente, de Carlos Fuentes, una supuesta condición de hitos de lo arcaico y lo moderno en la novela latinoamericana que representarían dichos textos, cuando lo cierto es que Arguedas parecería estar más cerca de Rulfo de lo que normalmente se imagina. “Rulfo escribía desde la entraña de sus personajes y sus voces eran también la suya, o como la suya”, dice Ramírez y añade: “Este entrañamiento no extraña a Arguedas. Los ríos profundos es una novela escrita desde dentro, no como un acto de exploración académica, o, por otro lado, de intención didáctica, o proselitista, sino de reivindicación verbal y mágica, de un mundo de soledades y desgarros al que su lenguaje híbrido convierte en propio” (LIV).

Tiempo es de reivindicar sin apasionamientos ni monsergas ideológicas la obra de José María Arguedas. La relectura de Los ríos profundos en esta bella edición, es un buen comienzo para hacer algo que nunca terminaremos de hacer: darle las gracias a su autor.

José María Arguedas. Los ríos profundos. Real Academia Española: Barcelona, 2023.

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