En homenaje a nuestros muertos
Sea en La Libertad o en Madre de Dios, la criminalidad vinculada con la minería ilegal funciona con redes de trata, extorsión y tráfico de insumos químicos. Estas organizaciones criminales se asentaron durante la pandemia del Covid-19 y este gobierno no tomó ninguna medida para combatirlas, tampoco el gobierno regional de César Acuña. Mientras tanto, en Lima, la policía anuncia mensualmente que ha capturado nuevas bandas de sicarios y extorsionadores, de manera que en lugar de decrecer parecen multiplicarse. Las organizaciones mineras que acabaron con la vida de 13 peruanos secuestrados, están compuestos por hombres maduros: según los estudios (Superintendencia de Banca, Seguros y AFP (2923)se encuentran entre los 25 y 60 años, mientras que en Lima, según la policía nacional, 1 de cada 5 bandas está integrada por adolescentes. En todos estos casos, el 95% de sus integrantes, son hombres.
¿Cuántos de ellos (a quienes si sumamos seguro superaremos de lejos el millón de peruanos) podría conseguir un trabajo para mantener a su familia o estudiar una carrera universitaria? Para siquiera mantenerse.
Los últimos resultados de la Evaluación Nacional de Logros de Aprendizaje (ENLA 2023) han mostrado que en las zonas rurales de La Libertad, sólo el 7% comprende lo que lee. En Madre de Dios, ni siquiera el 9% de hombres de toda la región lo comprende. La OCDE culpa su bajísimo nivel de aprendizaje al asistir a escuelas con mala infraestructura, falta de materiales y docentes poco capacitados, tanto como a los obstáculos del entorno familiar: la pobreza, la condición de migrante, y las largas distancias en zonas rurales. (2016)
Dejando de lado el supuesto llamado a guerra de la presidenta de la República, Urge detenernos en estas elecciones en el ámbito de la pobreza, porque es la pobreza la violenta. Y la violencia nos tiene bajo amenaza. Niñas, niños, jóvenes viven en familias constituidas por frustrados adultos que agonizan en trabajos opresivos, dejándolos crecer desnutridos, a golpes o en abandono, reduciendo sus capacidades cognitivas y atentos al tráfico de armas, a la trata laboral y sexual, y a la extorsión que está ahí, a la vuelta de la esquina.
Son muchos los estudios acerca del impacto emocional, personal y social que acarrea tanta violencia, más aún en aquellos en las que jamás se detuvo desde sus primeros días de vida. Niños en quienes de inmediato emergen problemas de salud mental, adolescentes que viven en permanente desconfianza, con baja autoestima. Con miedo, estrés, y ansiedad, conmovidos psíquicamente, recluyéndolos o encendiendo sus venganzas. Ahí donde la violencia crece.
Si queremos darles una alternativa a nuestros jóvenes, en las próximas elecciones, un criterio que podemos esbozar sea quizá aprender a NO votar por quien produzca y prometa más violencia. Habrá mucha información falsa. Acusaciones mutuas, acalorados debates. Y tanto nosotros, como nuestros jóvenes, necesitamos espacios de calma para pensar. ¿Cómo resolvemos la pobreza, la carencia de estudios, de trabajo, de atención para que la extorsión se rinda? Este voto tiene que ser uno pensado. Escuchemos qué proponen a los jóvenes y si será posible. Hay una generación a la que debemos (también porque estamos en deuda) rescatar. Votemos, con ellos, por la justicia.
La fotografía es del Estudio Gálvez Monteagudo.